Del mundo bipolar, al unipolar y de ahí al de la multipolaridad (La guerra en Ucrania y Rusia)
Alberto Salom Echeverría
A modo de prólogo, la violencia en la historia humana
Karl Marx expresó en su obra la siguiente frase: “La violencia es la partera de la historia”. Uno revisa los grandes cambios de época al menos en Europa Occidental y, en efecto en su compleja evolución, del comunismo primitivo a la esclavitud, de esta al feudalismo, del modo de producción servil al capitalismo y de la producción capitalista al socialismo que realmente existió, la violencia como expresión de la lucha de clases ha sido el acicate, la gran palanca movilizadora de los cambios sociales. Sin embargo, en la filosofía de Marx, este pensador no quiso profetizar al respecto. El mismo filósofo materialista señaló en su escrito la “Crítica del Programa de Gotha” que, la violencia dejaría de ser la “gran partera de la historia”, en cuanto se disolvieran las clases sociales, valga decir, cuando allá muy lejos en el desarrollo de las sociedades humanas, se consiga disolver la propiedad privada; asimismo, el Estado como lo conocemos hoy, vaticinaban los pensadores socialistas dejará de ser necesario, y, a la vez se alcanzará un estado de desarrollo tan grande que hará posible que los seres humanos continúen produciendo cada cual, de acuerdo con su capacidad; pero, la enorme producción que mediante el desarrollo tecnológico se alcanzará, se distribuirá como un principio de solidaridad social de tal forma que, la retribución de ese producto social podrá darse según la necesidad de cada individuo o familia, ya no de acuerdo con el aporte de cada uno como con acierto propuso Marx para la primera fase de desarrollo socialista.
La filosofía materialista histórica y dialéctica, ligó entonces siempre, la violencia como palanca principal para provocar los cambios sociales, a la lucha de clases, lo mismo que la existencia del Estado y la propiedad privada sobre los medios de producción. De ahí que, para el marxismo, la violencia no fue una petición de partida, sino más bien una observación, un diagnóstico acerca de cómo se ha desenvuelto y seguirá desenvolviéndose la dinámica social mientras existan privilegios qué defender para las clases dominantes. Quiere decir que, en principio la violencia ha sido y es en esencia parte consustancial de los detentadores del poder, de los que ostentan el control del Estado. Para las clases y sectores subyacentes, para los oprimidos la violencia ha sido más bien un mecanismo para defenderse de la resistencia de los opresores a dejarse arrebatar sus privilegios. Aunque muchas experiencias socialistas en el poder se convirtieron en burocracias parasitarias del conjunto de la sociedad, burocracias represivas y crueles que, le ocasionaron un enorme desprestigio a la causa socialista.
Por todo lo anterior, las transiciones pacíficas de un sistema productivo a otro, constituyen una excepcionalidad en la historia; son un fenómeno muy raro, como se demuestra en el caso de la revolución pacífica que quiso propiciar Salvador Allende en Chile, la cual terminó bañada en sangre, producto del golpe de Estado propinado por el dictador Pinochet, al mando de las fuerzas armadas, apoyadas -como se sabe bien hoy- por la derecha chilena, por la Democracia Cristiana de Frei y por la CIA de los Estados Unidos; así como por el mismo Richard Nixon, a la sazón presidente de los Estados Unidos y su secretario de Estado, Henry Kissinger, entre 1973 y 1977, quien fuera además su asesor en temas de seguridad nacional.
El mundo Bipolar
La contradicción que se da en el modo de producción capitalista, entre fuerzas productivas cada vez más sociales (patente en la enorme división social y técnica de los trabajadores de las más grandes industrias) versus relaciones de producción cada vez más privadas (concentración de los capitales cada vez en menos manos), para los socialistas marxistas presionaría cíclicamente e induciría en forma constante, un formidable estallido social al interior de cada sociedad, que favorecería la revolución social. No obstante, los países capitalistas más desarrollados como Los Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Francia, Japón por encima de todo se han servido de las superganancias obtenidas, para costear la tendencia a la disminución de la tasa de ganancia, mediante la exacción y exportación de un gigantesco flujo de capitales, que salen de las fronteras nacionales para ser invertidos en la extracción de materias primas en los países asiáticos, africanos o latinoamericano. La forma como este proceso se ha dado a lo largo del siglo XX y XXI, ha sido generalmente una oda a la violencia sin precedentes, dejando una estela de muerte y de sufrimiento en las clases explotadas. A este proceso, generalmente violento se le ha llamado neocolonialismo.
Esta extraordinaria expansión del capitalismo por todo el mundo derivó en un enfrentamiento militar entre las principales potencias de la época, ocasionando dos guerras mundiales, ambas en la primera mitad del siglo XX; las cuales tuvieron un costo altísimo, especialmente en vidas humanas.
Después de la segunda guerra mundial, el mundo quedó dividido en dos grandes bloques, cada uno amalgamado por una ideología, capitalista liberal y luego neoliberal, por una parte, socialista y comunista por la otra. El enfrentamiento que se suscitó entre ambos bloques se disfrazó de “guerra fría”; mientras se desarrollaba una carrera armamentista sin precedentes, apoyada en alta tecnología. Este fue un mundo Bipolar en el que las principales potencias mundiales no pararon mientes en “armarse hasta los dientes”, sustrayendo enormes recursos económicos al desarrollo de los países más rezagados de la tierra que, pudieron haberse invertido para enfrentar el atraso, el hambre y la miseria que fue quedando en todas partes.
Los recursos empleados en armamento bélico ralentizaron el desarrollo económico en ambos bloques; especialmente en el bloque socialista y comunista, merced al desviacionismo burocrático de una élite arrogante que amasó fortunas a costillas del resto de la sociedad. El ideal socialista fue carcomido desde adentro, creándose una capa burocrática que se alimentó de la desigualdad instalada en las sociedades, ciertamente no derivada de extracción de plusvalía como en el capitalismo, pero sí de gran parte de los recursos producidos con ingentes esfuerzos por las masas trabajadoras. A este drenaje, sumamos la creación de estados burocratizados y represivos, de ejércitos incosteables, y una supina incapacidad para invertir recursos frescos para el desarrollo. Por añadidura, la mentalidad de bloque indujo a las élites, especialmente de la Unión Soviética (URSS), a desviar esfuerzos que debieron orientarse hacia el desarrollo, y, en su lugar los canalizaron invadiendo países allende sus fronteras, como en los casos de Hungría, en noviembre de 1956; Checoeslovaquia, en 1968; conflicto armado en la frontera con China, en 1969; y tal vez el principal de todos, la invasión de Afganistán, en1979, que le costó a la URSS la pérdida de su prestigio, como defensor de los países subdesarrollados y dependientes entre gran parte de la población progresista del mundo.
Los Estados Unidos y el bloque occidental por su parte, pretendieron imponer su hegemonía mundial, invadiendo durante la guerra fría, países prácticamente en todo el orbe. Los principales fueron: ayudaron a derrocar el gobierno democrático de Guatemala en 1954, contribuyeron abiertamente en la invasión contrarrevolucionaria de Cuba en 1961, coadyuvaron en la invasión de República Dominicana en 1965, tuvieron una decisiva participación en la invasión de la pequeña isla de Granada, en 1983, directamente intervinieron en la guerra de Viet Nam, de donde salieron humillantemente derrotados, 1955-1975, también estuvieron involucrados en los conflictos en Corea, Laos y Camboya. Aparte de esto los Estados Unidos apoyaron a los militares de Brasil, desde 1954, cuando los militares brasileños forzaron la renuncia de Getúlio Vargas, arremetieron contra el gobierno de Janio Quadros, 1961, y desestabilizaron hasta derrocar al gobierno democrático de Joao Goulart, apoyando por medio de la “Operación Hermano Sam”, mediante la que se le brindó apoyo logístico al general represivo Humberto Castello Branco en 1964. Así pusieron fin al gobierno de la Cuarta República, y dejaron instalada una dictadura militar de 24 años en Brasil. Antes nos referimos a la decisiva intervención de la CIA y el gobierno de los Estados Unidos, en Chile, 1973, para derrocar al gobierno democráticamente electo de Salvador Allende. Al mismo tiempo, financiaron y apoyaron a las dictaduras militares represivas que se instalaron en los países del cono sur, como Argentina y Uruguay.
Dejaremos para después el comentario de otras intervenciones e invasiones del gobierno más intervencionista de la historia mundial (leer al respecto al sociólogo, estadounidense C. Wright Mills), como es el de los Estados Unidos; que ha forjado su imperio a base de sucesivas invasiones a otras naciones en todo el mundo, mancillando la democracia.
Esta narración acerca de cómo se ha conformado el mundo moderno, la continuaré la semana entrante.