Fin de la zoocárcel

Freddy Pacheco León

Freddy Pacheco León

Cuando se inauguró como zoológico, el 24 de julio de 1921, fecha del natalicio de Simón Bolívar, la ciudad de San José solo tenía 39 mil habitantes, se hizo en 2,5 hectáreas, que tuvo como antecedente, el Jardín de Plantas y Animales, fundado por el naturalista suizo Henry Pittier, ubicado antes en las cercanías del Liceo de Costa Rica. Era tiempos, en que, recién terminada la «Guerra de Coto» con Panamá, la paz nuevamente reinaba en una ciudad capital, que apenas mostraba los primeros trazos de un centro urbano, donde un zoológico y jardín botánico, en un lugar de tanta belleza al lado del río Torres, pareció una buena idea.

Sin embargo, con el paso de los años, y cuando el amor a los animales que profesaba San Francisco de Asís no parecía mover conciencias, el zoológico poco a poco, se fue convirtiendo en un sitio incómodo para los animales en exhibición, hasta ir adquiriendo las características de una zoocárcel. Prisión, donde criaturas que no habían cometido delito alguno, estaban pagando injustas condenas de hecho. Las derruidas rejas de sus celdas marcaban los estrechos y malolientes hábitats que les torturaban. El movimiento repetitivo y constante de los felinos, de un lado para otro, no eran más que señales inequívocas, de deseos de saltar a su libertad.

Era tal la inconciencia con respecto a los animales internados en la zoocárcel, que hace 46 años, un exdirector del Servicio de Parques Nacionales ordenó al administrador del Parque Bolívar, que matara a balazos, a unos venados, porque se comían las flores de un incipiente jardín botánico. Y así ejecutó la orden, apenas recibida en febrero de 1978, para luego, con sincero dolor y públicamente por La Nación, lamentarse de haber obedecido la orden. En sentida nota, le expresó a su jefe “me sentía totalmente confundido y arrepentido, por haberme prestado a ejecutar semejante barbaridad, todo por respetar órdenes de mis superiores. Lamento como el que más, la hora en que me llegó la hora del burro. Pido a Dios y a la gente que sepa comprender mi angustia y me otorgue el deseado perdón”, que estamos seguros obtuvo del Creador y de sus compatriotas.

Más recientemente, la deplorable condición en que se encontraba Kivú, un león donado por el gobierno de Cuba movilizó a mucha gente, para que se le atendiera de mejor forma. Antes, en el 2004, la danta Salón, después de pasar preso 12 años en una inmunda jaula, murió al ser trasladada inadecuadamente, a una sección de «mediana seguridad», y hace poco más de un año, Totó, otra danta, no soportó tampoco la vida en prisión, molestada por roedores.

De otros animales se conoce muy poco, pues, ¡insólito!, a una fundación privada, fue encargada la administración de la zoocárcel estatal. Pero algún día tenían que llegar y llegaron las buenas noticias para las especies allí presas. Esta vez, por insistencia, advertencia y acciones de grupos amantes de los animales, se comunicó a tiempo a la fundación que tenía a cargo la administración de esa particular prisión, que el MINAE no renovaría el contrato que vencía el 10 de mayo Del presente año. Pero lo más trascendental no fue ese acto administrativo, sino la decisión consensuada, ¡de clausurar la zoocárcel estatal! Acto que nos recuerda la clausura de la lúgubre Penitenciaría Central en 1979, transformada luego en el formidable Museo de los Niños.  Así, en la mañana del sábado 10 de mayo del 2024, los que nos reunimos a ver la salida de algunos de los animales, teníamos conciencia que estábamos viviendo un momento histórico, memorable, ansiado, desde hace muchos años. El fin de la zoocárcel había llegado.

Esa mañana soleada, en silencio para no molestarlos, mientras pasaban frente al grupo mayoritariamente de jóvenes, los camiones con las jaulas para su transporte, un indescriptible sentimiento de emoción recorría ese rincón del barrio Amón. Los animales liberados fueron trasladados, bajo el cuidado de unos 100 profesionales de la Universidad Nacional (UNA), el Servicio Nacional de Salud Animal (Senasa) y el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac), a un espacio que ofrece las mejores condiciones posibles, en las 14 hectáreas del prestigioso centro de rescate y rehabilitación de fauna silvestre Zoo Ave, en La Garita de Alajuela, donde, por el momento estarán en cuarentena, los animales silvestres ahora liberados. En un futuro muy próximo (¡así esperamos! para que no se repita el triste destino de abandono total, que tuvieron las instalaciones del INBioparque, compradas por el Estado cuando no eran rentables), se consideran algunas opciones, como la de que, el jardín botánico y sitio de esparcimiento de la ciudad capital, se administre conjuntamente por el Minae y la renovada Municipalidad de San José.

Ha de resaltarse, que, a partir de ese memorable día, se le anunció al mundo, que, ejemplarmente, Costa Rica se compromete a no tener ni un solo zoológico estatal, en consideración a que los animales enjaulados no tienen por qué sufrir esa tortura, principalmente cuando los Estados son incapaces de ofrecerles las condiciones adecuadas. Orgullosamente, podemos decir, que ello se suma a la decisión tomada en el año 2002, de prohibir, el ingreso de circos con animales silvestres para sus espectáculos, así como la prohibición de la caza deportiva, aprobada en 1992, como primera nación americana que así lo decidía.

12.5.24