José, Pepe Mujica: El hombre que vivió como pensó
Alberto Salom Echeverría
“Hay hombres que luchan un día y son buenos.
Hay otros que luchan un año y son mejores.
Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos.
Pero los hay que luchan toda la vida:
ESOS SON LOS IMPRESCINDIBLES.”
Bertolt Brecht
Es una cuestión de ética
Pepe Mujica es una de esas escasas personas que lucharon toda la vida por sus ideales. Las ideas de este hombre que, fue más filósofo que político, pregonaron en todas las diferentes y difíciles circunstancias por las que atravesó que, puede haber un mundo mejor, podemos construir sociedades más prósperas, justas y humanas. En otras palabras, vivió convencido de que un mundo más justo es posible, siempre que, luchemos por alcanzarlo. Deploró el capitalismo salvaje, ese modelo productivo de sociedad que es capaz de crear enorme cantidad de riqueza, para que se concentre, cada vez en menos manos. Así lo denunció Mujica.
El ser humano en general -pensaba “el Pepe”- no tiene por qué convertirse en un consumidor voraz, moldeado por las sociedades industriales de la época, en las cuales unos, la minoría, concentra la riqueza y colma sus apetitos materiales, aunque una mayoría, vivirá siendo apenas presa de un pensamiento perturbador, enajenado y enajenante –“vivir para comer”-; pero, un alto porcentaje también, solamente será víctima de esa aspiración, sin poder nunca saciar sus apetitos primarios, porque padecerá todas las enfermedades sociales del “industrialismo” y del capitalismo salvaje: la desigualdad, la miseria y la miseria extrema, la pobreza en todas sus manifestaciones, la falta de oportunidades para educarse y crecer. Mujica estaba seguro de que ese mundo es posible superarlo y luchó siempre por alcanzar su ideal, luchó por ello e intentó difundirlo entre sus congéneres, en todos los foros en los que habló, sin escatimar nunca ninguno, desde el más humilde podio en una calle cualquiera de Montevideo, o en las provincias más pobres como Artiga, Cerro Largo, Rivera, Salto, hasta los estrados más refinados, como el de las Naciones Unidas, desde donde predicó su filosofía de austeridad y humanidad a todas las naciones del mundo, profundizando además, en la urgencia de luchar contra el cambio climático que azota la Tierra.
Pepe Mujica, como se le conoció, estaba convencido de que, “quien no vive como piensa, acaba pensando como vive”. En otras palabras, el hombre y la mujer que no actúan de acuerdo con sus pensamientos, convicciones morales y valores, termina siendo devorado por la sociedad de consumo y hasta sus pensamientos serán moldeados por la forma en que vive. Esta manera de vivir -dijo una vez- conduce a una falta de integridad y una pérdida del sentido de la existencia. La coherencia formó parte del pensamiento de este hombre que, por eso mismo fue admirado por una gran parte de su pueblo, habiendo sido capaz de superar quince largos años de encarcelamiento, en las condiciones más adversas, en las que prevalecieron el maltrato, el hambre y el hacinamiento contra los presos, especialmente los de origen político. Gracias a su enorme fuerza espiritual y aferrado a sus convicciones, sobrevivió, luego fue excarcelado y, un tiempo después, fue llevado por una mayoría de votantes al solio presidencial de la República Oriental del Uruguay.
El presidente más pobre del mundo
Pepe Mujica, provino por el lado paterno, de la localidad vasca de Vizcaína de Múgica. En cambio, por línea Materna eran de ascendencia italiana, concretamente de la región de Fontanabuona, provincia de Génova. Mujica siempre dijo que sus ancestros italianos radicaron específicamente en Cantabria.
Al morir el 13 de mayo del año que corre, José Mujica Cordano había completado los 89 años, cuando lo atacó un cáncer de esófago que, se difundió por todo su organismo y, en muy poco tiempo, le ocasionó la muerte.
Pepe Mujica, como lo hemos expresado, hablaba de vivir en lo individual con austeridad y frugalidad, y desde ahí, desde esa atalaya impulsó para toda la sociedad la justicia social. Así lo vimos bregar por el mundo, ataviado con esa vestimenta que pocos líderes políticos suelen llevar consigo: la de la coherencia, la consecuencia, la honestidad, para con todo ello, vivir con dignidad. Por años y años, en todas las posiciones que ostentó Mujica fue el mismo hombre de verbo fluido y penetrante, de visión señera y profunda. Así fue dejando su impronta en cada una de las trincheras desde las que disparó sus ideas que surcaron como arados, las mentes de los jóvenes, de los hombres y mujeres que labran los campos y fábricas, de los ancianos ansiosos de un mensaje de esperanza, de las personas con discapacidad que buscan una sociedad sin barreras, no excluyente; de las mujeres que han procreado solas y a un tiempo deben arreglárselas para llevar el sustento al hogar. Mujica fue en breve un hacedor de futuro, un pregonero de utopías que, en numerosas ocasiones se convirtieron en realidades, en gran parte debido a su enorme autoridad moral para difundirlas.
El legado de Pepe Mujica
Como ninguno otro antes, Mujica fue, ya como guerrillero ante una sociedad que perdía la democracia a pasos agigantados, merced al crecimiento de la desigualdad y la explotación de los más humildes, ya como congresista, como senador, como presidente del senado y finalmente como presidente de su nación, este hombre, que iba construyendo su pensamiento creador basado en todas sus experiencias de lucha social fue, sin embargo, el mismo en cuanto a su humildad, su manera sencilla de ser y de sentir, su modo de relacionarse con los demás, deferente con todos, pero con preferencia por los más pobres y necesitados.
Por ello, siempre dio un ejemplo de su temple, de su humanidad, donando su salario a causas sociales; cuando fungió como presidente su salario mensual ascendió a 12.000 dólares estadounidenses; de dicho monto, Mujica donó cerca del 90% a organizaciones benéficas, por lo que se ganó la etiqueta de “el presidente más pobre del mundo.”
Su presidencia se desarrolla del 2010 al 2015. Mujica se muestra incómodo de que mucha gente le llame la atención porque siendo presidente use una vestimenta corriente, siga viviendo en una “chacra”, una granja sin mayores lujos, cuando accedió a la presidencia, y que, en lugar de un carro lujoso se movilice en su vehículo conocido como “el escarabajo”, un Volkswagen del año 87, conducido en muchas ocasiones por él mismo. A Mujica le parecía que maravillarse por eso, era sencillamente una locura de un mundo acostumbrado a vivir de las apariencias. De nuevo el hombre modesto se impone, revelándose frente a las costumbres y tradiciones “burguesas” que no le agregan al cargo, absolutamente nada.
Lejos de toda esa fruslería, Mujica ejerce su liderazgo, concentrado en un programa que, sin lanzarse en contra del mercado, orienta las políticas a redistribuir la riqueza. Fue así como durante su gobierno el salario mínimo de los trabajadores se multiplicó en un 250%. Impulsó a la par reformas sociales como la legalización del aborto, cuando está en riesgo la vida de la madre durante el embarazo, el matrimonio igualitario y la legalización de la marihuana, habiendo sido esta última quizás, la más controversial de estas reformas.
Su plataforma de gobierno se basó en cuatro ejes, educación, seguridad, ambiente y energía. Impulsó una reforma muy profunda de la administración pública basada en el modelo neozelandés. Se planteó eliminar la indigencia y bajar la pobreza en un 50%. El gasto social, aumentó desde un 60.9% hasta un 75.5%, contabilizado desde el 2004, pero sobre todo entre 2013 y el 2015. La tasa de desempleo bajó del 13% a un 7%. Uruguay se convirtió durante el período de ejercicio presidencial de Mujica en el país más desarrollado con respecto a los derechos fundamentales del trabajo. (Cfr. Ventura, Christophe. “El país de las conquistas sindicales” en es.wikipedia.org/wiki/Jose_Mujica).
Fue célebre su reforma en el campo de la vivienda, ya que para llevarla a cabo se movilizaron fuerzas de trabajo voluntario, tanto de parte de los beneficiarios, vecinos del lugar, así como de otros sectores sociales.
Como puede verse, aunque algunas de las reformas inquietaron a las tradicionales clases dominantes, su programa y estilo de gobierno en ningún momento puso en riesgo la economía de mercado, ni las bases del sistema capitalista. Aunque sí se convirtió en un acicate, para mejorar las condiciones de vida de las clases sociales menesterosas; ya que los incentivos otorgados a ellas vinieron por varios lados: el programa de vivienda, el aumento en los salarios, así como las nuevas oportunidades de trabajo. Fue célebre su programa ambiental, en el sentido que lo expresó el papa Francisco en su encíclica “Laudato Sí” (“Alabado Seas” en español): tanto en el esfuerzo empeñado para introducir tecnologías limpias, buscando la carbono neutralidad, como en diversos cambios en la modalidad de trabajo campesino en los cultivos, para hacer las formas de trabajo compatibles con la regeneración del bosque. En el ámbito internacional, fue insistente en la urgencia de basarse en tecnologías limpias, en lugar de continuar empleando las tecnologías sustentadas en los combustibles fósiles contaminantes. Su pronunciamiento en las Naciones Unidas tuvo un fuerte impacto en este campo.
Alguien usó la expresión para referirse a este hombre: “Mujica es único”; y, en efecto, ha dejado en los trabajadores, especialmente del Uruguay, una impronta, una huella muy profunda, que es, sobre todo, más de carácter espiritual. Pepe Mujica, “el único”, trascendió las fronteras de su propio país, renovando en todas partes, la confianza en que el anhelo de un mundo mejor es posible. Murió en su Chacra, en compañía de su esposa Lucía Topolansky y sus amigos más cercanos. Pero, el país les rindió a sus restos un célebre homenaje, como lo merecía este hombre que supo ser auténtico, pues, “vivió como pensaba”.