Como parte de la acción beligerante, los filibusteros aplicaron elementos humanos de sus tropas que murieron de la enfermedad llamada cólera morbus, echando sus cuerpos a letrinas y pozos los cuales serían utilizados por soldados costarricenses.
La bacteria que produce la enfermedad, el Vibrio cholerae, se manifiesta por un morbo tan violento que produce una profusa diarrea, deshidratando en pocas horas. La deshidratación es ocasionada por la eliminación de 20 a 30 litros de líquido por día, lo cual lleva a la persona a que su piel se pegue a los huesos, no tenga lágrimas, ni saliva, tomando una apariencia cadavérica al hundírsele las cuencas de los ojos y saltarse los glóbulos oculares; también se hunden las mejillas sobresaliéndose los huesos de los pómulos , además se pierde el pulso del cuerpo y la presión sanguínea significativamente baja por lo que muchos fueron literalmente enterrados vivos, tal mortalidad hizo que centenas de cadáveres fueran enterrados en zanjas o fosas comunes.
Pero la guerra bacteriológica, la guerra oculta no sólo fue ocasionada por el Vibrio cholerae, sino que por la descripción de los documentos encontrados hace pensar que otra bacteria coadyuvó a diezmar la población, apareciendo la disentería bacteriana la cual a diferencia del cólera que no manifiesta dolor abdominal, ésta produce dolor, retortijones, temperatura, deshidratación, diarrea con sangre y moco, igualmente letal.
Este brutal ataque oculto en su inicio provocó que los soldados de la libertad huyeran desde Rivas en desbandada, sin orden, en un abismal caos ocasionado por el pánico al enemigo invisible; muriendo en el camino o llegando al hogar desfallecidos, sin ánimo a morir en sus casas o ranchos. Ciento veinte a ciento sesenta muertes por día en el país, de los cien mil habitantes, fallece el diez por ciento de la población, unos diez mil costarricenses en tan solo dos meses y medio. El cólera tiene una presencia súbita de 1 – 4 días, con diarrea, enfriamiento, deshidratación, shock, colapso y muerte, donde familias enteras desaparecieron y la mitad de la población enfermó. Se culpa a los cadáveres de las emanaciones por el aire, pues se creía que el responsable de la enfermedad estaba en el aire que respiraban; sangre coagulada pudriéndose en las calles, fosas comunes donde a veces no cabían los cadáveres nauseabundos. Se enterraron miles de personas, se atendieron miles de enfermos y el cólera desapareció abruptamente, Las muertes fueron tres veces más en número por el cólera que las ocasionadas por las balas. Ante la presencia del descomunal ataque, obligó a presenciar, enloquecer o tolerar hasta donde fue posible, el ver el enterrar a sus seres queridos, en condiciones tan inhumanas; los que eran recogidos en carretas desde sus casas o ranchos. Los enterradores no podían dar abasto, por lo que utilizó gente posiblemente alcohólica, privados de libertad o vagabundos. Los cadáveres eran llevados directamente al lugar donde iban a ser depositados sin velorio, ni funeral sólo los enterradores estaban presentes.
Entonces, el acompañamiento de llantos, quejas, lamentos, gritos de desesperación, rasgó el apacible invierno del 56, anclando el ambiente mortuorio en los regazos de la impotencia. Ante el pesado fardo de sus angustias, se tenía encima la beligerante acción de la primera campaña contra los filibusteros, el desconocimiento de quienes habían sobrevivido o no, la incertidumbre de la espera y el llanto por los que no regresaron.
El escenario del martirio es indescriptible, por la vivencia del dolor que imperaba, es obvio entonces que el común denominador del Instinto de conservación violentado, se hiciera presente a través de la angustia , miedo, inseguridad, pánico, sentimientos de culpa, castigo, futuro incierto ,consecuentemente daños psicológicos, físicos, mentales, daños emocionales desbordados provocando heridas, que se expresaron con temores irracionales, supersticiones, castigo y hasta posiblemente muertes al no poder procesar o elaborar en su mente y en su corazón lo que sucedía, la negación del momento al ver morir en pocas horas a seres queridos ,en forma despiadada y cruel. Muchos quedaron huérfanos de ambos padres o uno de ellos o bien vieron morir a sus hijos (as) o toda una familia.
El cólera dejó en la conciencia de las siguientes generaciones hasta principios del siglo XX el dicho popular “antes del cólera” o después del cólera, cuando quería referirse a algún acontecimiento a destacar en familia o a nivel nacional.
Nuestros abuelos y abuelas… ¿Quién se acuerda de su martirio? ¿Quién se acuerda de sus amarguras, sufrimientos, desesperación y angustias que sobrepasaron el umbral del dolor? ¿Quién eleva una plegaria por los mártires de mayo- julio de 1856? ¿A quién le importa si existieron o no?
Lamento que se sepultó con ellos los valores patrios de honestidad, lealtad, fraternidad y los sentimientos de amor para los más desprotegidos, hundiendo el legado ofrecido por nuestros antepasados en el fango de la codicia y la corrupción.
En reverencial agradecimiento al valor y martirio de nuestros antepasados, que sus dolores y angustias se hayan cambiado en Paz… sus lágrimas y tormentos en Plenitud.
Por mis bisabuelos y tías abuelas quienes fueron la segunda generación de la epopeya, escuché acontecimientos que en forma oral me transmitieron y que fueron legadas por sus propios bisabuelos (as) testigos y mártires de la guerra oculta, la gran guerra bacteriológica de mayo – julio de 1856.
Miguel A. Rodríguez Ruiz.
M.Q.C
Presentación del libro de “Nicolás Aguilar Murillo, un barveño Héroe Nacional”
Se realizó el miércoles 27 de noviembre en el Salón de Expresidentes de la Asamblea Legislativa. La actividad fue coordinada con el despacho de la diputada herediana y vecina de Barva Yolanda Acuña.
“Desde la batalla del 22 de diciembre de 1856, la hazaña de Nicolás Aguilar Murillo fue olvidada”. Hasta 1894 recibió los honores como héroe. “Luego, una segunda fase de olvido ocurre en el periodo 1940 a 1990, cuando la Unión Cantonal de Asociaciones de Desarrollo de Barva, apoyó el rescate desde el olvido colectivo. Y emerge nuevamente la figura del Zapador, del Héroe Nacional”.
Para descargar el libro, puede hacerlo desde:
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