Los comentarios del ministro de Agricultura están lejos de ser desatinados

German Masís

Han causado revuelo las declaraciones del ministro Renato Alvarado al frente del Ministerio de Agricultura y Ganadería de esta Administración, cuando afirma que “Las políticas agrícolas desarrolladas por los gobiernos desde 1990 al 2014 pusieron de rodillas a las personas productoras de Costa Rica”.

Además, agregó que “He insistido en que las condiciones negociadas en los tratados de libre comercio (TLC) exponen y condenan a la ruina a la agricultura nacional, es decir, a los agricultores y las agricultoras”. (LN,2-5-2020, tomado del perfil de Facebook del ministro).

No obstante, esta posición del ministro no es ni desatinada ni trasnochada como lo hacen aparecer los principales medios de comunicación y algunos de sus críticos, ya que por el contrario responde a su visión más equitativa e incluyente del desarrollo agropecuario, baste recordar que cuando llegó a asumir el cargo manifestó que “La posición que traigo al Ministerio es proteger la producción nacional…”.

El ministro Alvarado es un productor porcino y es justo reconocer que luego de haber sido designado como ministro y en la cercanía que tuvo con algunos académicos ligados a las políticas agrícolas, expresó su interés por resolver los problemas de la pequeña y mediana producción, las disparidades del comercio agrícola, las condiciones de pobreza de un sector amplio de agricultores y los efectos perjudiciales de los Tratados de Libre Comercio sobre algunas actividades y productores.

El ahora ministro, reconoció en ese momento que la razón de que los agricultores que producen para consumo interno tengan una baja productividad, se debe en buena medida a las políticas de desestimulo y al desmantelamiento de la institucionalidad del sector agropecuario, ocurrida a partir del primer Gobierno de Oscar Arias y de las políticas de los Gobiernos siguientes centradas en el modelo de promoción de exportaciones no tradicionales.

En las décadas de los 80 y 90s diversos documentos(entre ellos ESEEUNA y Otros, No Hay Paz sin Alimentos y Vermmer, R, El Cambio en la Agricultura: el caso de los Granos básicos,1990) señalaron el impacto de las medidas de ajuste estructural, liberalización económica y apertura comercial, en especial sobre la producción de granos básicos que provocó la eliminación de la participación del CNP en la comercialización y la fijación de precios, el cierre del crédito a esas actividades, la liberalización de la importación de granos y la reducción de la asistencia técnica del MAG.

Desde entonces, la producción de granos básicos, pero también la producción de hortalizas, frutas, tubérculos, el pescado y la leche para el mercado interno, han sido no sólo desestimuladas, si no prácticamente abandonadas por la política y la institucionalidad pública, a pesar de que son las que garantizan la alimentación y la seguridad alimentaria de la población y eso el ministro lo sabe.

Se conversó con él, acerca de que la Economía tiene dos motores, uno el de la exportación que funciona muy bien y está muy estimulado y apoyado por la institucionalidad (Comex, Procomer, Cinde) y el otro el de la producción para el Mercado interno que se encuentra apagado y que una política equilibrada debiera favorecer su reactivación y dinamización.

Asimismo, se coincidió, en que los países desarrollados protegen mediante subsidios y ayudas directas millonarias a la agricultura y a la producción de alimentos, como el programa Farm Bill en Estados Unidos y la Política Agrícola Común (PAC) en la Comunidad Europea, en razón de que ésta es una actividad estratégica para los Estados y la sociedad, mientras se recomienda a las países en desarrollo eliminar el apoyo a los productores y reducir los recursos para el Sector 

Se le comentó que en el 2014 un grupo de ex académicos de la Universidad Nacional había elaborado una propuesta de política agropecuaria alternativa dirigida a apoyar la producción agrícola para el mercado interno y que se justificaba en que “la producción para el mercado interno ha sido abandonada por los Gobiernos desde hace 25 años, debido al énfasis en los productos de mayor valor dirigidos a los mercados externos, provocando el deterioro de la producción y comercialización interna de alimentos y el desmantelamiento del esquema institucional de apoyo de que gozaba el sector”(Alfaro, R y Otros, Propuesta de Política Agroalimentaria para el Mercado Interno,2014), por la que se interesó a pesar de que fue desestimaba por el Ministro anterior.

La preponderancia del sector agroexportador como generador de divisas y las vulnerabilidades de la producción agrícola para el consumo nacional son una realidad de la economía y la política costarricense, por lo que los comentarios del ministro Alvarado no son un desvarío suyo, sino más bien parte de su pensamiento como productor y de su crítica al modelo agropecuario instaurado hace varias décadas.

Ese pensamiento, le permite aceptar que “Hoy, sorprendido, escucho las voces de quienes históricamente se han dedicado a despedazar el agro costarricense, reclamando que no tenemos suficientes granos básicos. ¿Hablan en serio? Discurso obsceno y vulgar de mercaderes, quienes han defendido a ultranza la apertura comercial, los monopolios de algunos supermercados y las importaciones masivas” (Ídem, LN,2-5-2020)

Estos comentarios del ministro debieran llamar a la reflexión a quienes como Autoridades del Sector Agropecuario en los Gobiernos anteriores y a los miembros de la Cámara de Agricultura ahora críticos del ministro, alineados tradicionalmente a la perspectiva de los agronegocios y del sistema agroindustrial corporativizado, han sido los que han conducido a la agricultura nacional por la senda del monocultivo y de la agroexportación.

Mientras los grandes desafíos de la política agrícola y rural siguen siendo avanzar hacia una agricultura más sostenible en el uso de los recursos de la finca, una agricultura más sana y saludable con tecnologías apropiadas y opciones de comercialización y agroindustrialización más accesibles para las familias y de cuyo valor se apropien éstas y sus comunidades, como la forma más efectiva de reducir la pobreza rural.

 

Foto: MAG

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