Los desafíos de las izquierdas
Editado por Juan Carlos Cruz Barrientos
La pérdida del norte democrático: el pecado original
El tema de la democracia política y la preocupación por las deriva autoritaria de la revolución rusa y posteriores experiencias, están presentes en los revolucionarios desde inicios del siglo XX.
En su momento, hubo destacados marxistas que criticaron el modelo bolchevique por desviarse del proyecto democrático. Entre estos críticos se encuentran Rosa Luxemburgo y Karl Kautsky, quienes señalaron el autoritarismo y la falta de libertades políticas en el régimen soviético. Luxemburgo, por ejemplo, defendía la necesidad de que el socialismo mantuviera elementos de libertad de expresión y organización política, mientras que Kautsky sostenía que la dictadura del proletariado no debía convertirse en una dictadura de partido.
El proyecto soviético limitó severamente la democracia participativa, lo que resultó en un modelo estatal altamente centralizado. Esto contrastaba con las expectativas democráticas que muchos socialistas tenían sobre la revolución. De manera que, en lugar de representar un avance hacia una forma más participativa de gobierno, se convirtió rápidamente en una estructura vertical y jerárquica.
Sin embargo, por años las distintas expresiones de la izquierda naturalizaron las carencias democráticas de los procesos políticos en la Europa del Este y Cuba y volvieron la vista hacia otro lado.
Cuando la crítica y la autocrítica funcionaba en las organizaciones de izquierda, esas carencias democráticas en las experiencias socialistas, no se analizaban y en algunos casos se censuraba.
Ni melancolía paralizante ni la idealización del pasado
No es sino a raíz de la disolución de la Unión Soviética, la caída del Muro de Berlín y el fracaso de diversos movimientos socialistas y comunistas, que una parte de las izquierdas profundizó en el análisis de las causas que llevaron al fin de las utopías revolucionarias tal como se concibieron durante el siglo XX.
Pero la mayor parte de la izquierda perdió su horizonte utópico, es decir, la confianza en un futuro definido por la superación del capitalismo y la construcción de una sociedad socialista, Dejando a la izquierda sin un proyecto claro de transformación social, inmersa en la gestión de los restos de su pasado.
Estamos ante nuevas generaciones de personas sensibles y conscientes de la injusticia y la exclusión pero no quieren escuchar hablar de izquierdas y derechas y han desechado los elementos de análisis heredados del marxismo.
El problema es que en ese borramiento del pasado de la izquierda, se “fue el niño con el agua sucia” porque como señala Enzo Traverso “la izquierda no es solo la melancolía de sus fracasos, sino también la de las luchas heroicas y las victorias parciales que marcaron su historia”.
La renuncia al instrumental analítico, digámoslo de una vez, del materialismo histórico, sin otro recurso teórico, ha implicado leer la realidad con los anteojos de los poderes fácticos de la derecha y la ultraderecha, para terminar en muchos casos replicando la visión del mundo de los enemigos de nuestros pueblos. Dejamos de historizar los procesos sociales, de analizar las dinámicas de las clases sociales y de integrar en el análisis los factores geopolíticos.
El trabajo de memoria es crucial para que la izquierda pueda aprender de su pasado y reimaginar su futuro. Sin embargo, esta memoria no debe ser un simple ejercicio de conmemoración ni de añoranza por un pasado idealizado, sino un proceso examinador que permita a la izquierda redefinirse, renovar el pensamiento crítico y a la búsqueda de nuevas formas de resistencia y lucha.
Una crítica de izquierda del socialismo del siglo XXI
El socialismo del siglo XXI propone una visión renovada del socialismo que busca ser inclusiva, sostenible y profundamente democrática, centrada en las experiencias y necesidades del pueblo.
En palabras Heinz Dieterich Steffan, este socialismo tiene las siguientes características:
- “Reinvención del Socialismo”: Steffan argumenta que el socialismo necesita adaptarse a las realidades del siglo XXI, alejándose de los modelos tradicionales y proponiendo una nueva forma que responda a los desafíos contemporáneos.
- “Justicia Social y Sostenibilidad”: Propone un modelo que integra la justicia social con la sostenibilidad ambiental, enfatizando la necesidad de un desarrollo que priorice el bienestar humano y el cuidado del planeta.
- “Crítica al Neoliberalismo”: Steffan critica el capitalismo neoliberal por sus efectos destructivos en la sociedad y el medio ambiente, abogando por un cambio radical en la estructura económica y social.
- “Participación Ciudadana”: Destaca la importancia de la participación activa de la ciudadanía en la toma de decisiones, defendiendo la democracia como un elemento fundamental del nuevo socialismo.
- “Educación y Cultura”: Subraya el papel de la educación y la cultura en la formación de una sociedad más justa, argumentando que son herramientas clave para empoderar a las personas y fomentar una conciencia crítica.
- “Construcción de Alternativas”: Aparte de la crítica al sistema existente, Steffan aboga por la construcción de alternativas concretas que respondan a las necesidades de las comunidades, promoviendo un modelo económico más equitativo.
La crisis del socialismo del siglo XXI
En su libro «La crisis de los regímenes progresistas y el legado del socialismo de Estado»*, Klaus Meschkat analiza las causas y el contexto de la crisis que han experimentado los regímenes progresistas en América Latina, brindando una reflexión crítica que resulta clave para quienes están interesados en la política de izquierda.
1. Contexto del Auge Progresista en América Latina
Meschkat comienza señalando cómo, en la primera década del siglo XXI, muchos países latinoamericanos vivieron un auge de gobiernos progresistas y de izquierda, que surgieron como una respuesta al fracaso de las políticas neoliberales implementadas durante los años 90. Estos gobiernos (como los de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Argentina y Brasil) promovieron políticas de redistribución económica, inclusión social y soberanía nacional, lo que generó expectativas y apoyo popular.
Sin embargo, esta «ola progresista» entró en crisis. Meschkat plantea que, para entenderla, es necesario analizar tanto factores externos como internos que erosionaron estas iniciativas.
2. Causas de la Crisis de los Regímenes Progresistas
a) Dependencia de las exportaciones de materias primas
Uno de los puntos fundamentales que Meschkat resalta es la **dependencia de los ingresos por la exportación de materias primas** (como petróleo, gas, soja o minerales). Aunque estos gobiernos redistribuyeron parte de estos ingresos en programas sociales, su modelo económico siguió siendo dependiente de mercados internacionales. Al bajar los precios de estas materias primas, muchos gobiernos progresistas enfrentaron problemas fiscales que desataron crisis económicas, disminuyendo su capacidad de mantener programas sociales.
b) Falta de transformación estructural
Meschkat critica la falta de una transformación estructural del sistema económico en estos regímenes. Si bien hubo avances en reducir la pobreza y mejorar la calidad de vida, muchos de estos gobiernos no rompieron con el modelo capitalista ni impulsaron transformaciones profundas en la propiedad de los medios de producción o en la estructura de clases. En lugar de esto, continuaron operando bajo lógicas capitalistas, lo que llevó a un estancamiento de sus proyectos.
c) Tensiones políticas internas
Las alianzas de los gobiernos progresistas con sectores de las clases dominantes para garantizar estabilidad económica y política resultaron problemáticas. Esto generó tensiones con movimientos sociales y sectores más radicales de la izquierda, que esperaban una transformación más profunda. Meschkat señala que esta falta de cohesión interna contribuyó a que algunos gobiernos progresistas perdieran legitimidad entre su base social.
d) Intervención extranjera y desestabilización
Meschkat también menciona cómo estos gobiernos enfrentaron presiones externas. Los intereses del imperialismo estadounidense y de las élites locales actuaron en varios casos para desestabilizar a los regímenes progresistas. Campañas mediáticas, golpes de Estado (como el de Bolivia en 2019) y boicots económicos fueron tácticas utilizadas para debilitar a estos gobiernos.
3. Lecciones para la Izquierda
A partir de este análisis, Meschkat extrae varias lecciones clave para los jóvenes y para la izquierda en general:
a) No repetir la dependencia de las materias primas
Meschkat advierte que, si la izquierda desea evitar las crisis futuras, debe diseñar un modelo económico menos dependiente de los recursos naturales y más orientado hacia la “diversificación productiva”, el desarrollo tecnológico y una economía sustentable que permita reducir la vulnerabilidad frente a las fluctuaciones del mercado global.
b) Profundizar la democratización y la participación popular
Para Meschkat, una de las fallas de los regímenes progresistas fue que, aunque inicialmente se apoyaron en movimientos sociales, muchos de ellos no lograron construir estructuras duraderas de poder popular. La izquierda necesita promover una “democracia participativa” más robusta, que no se limite a elecciones periódicas, sino que empodere a las bases y permita un control real de las decisiones por parte del pueblo.
c) Transformar la estructura económica y de clases
Otro punto crucial es la “transformación de la estructura económica”. Meschkat aboga por una izquierda que no solo se conforme con la redistribución de riqueza, sino que busque transformar la relación entre capital y trabajo. Esto implica un desafío más profundo al sistema capitalista, impulsando modelos de economía cooperativa, propiedad social de los medios de producción y mayor autonomía para los trabajadores.
d) Internacionalismo solidario
Finalmente, Meschkat subraya la importancia de una “estrategia internacionalista”. Los gobiernos progresistas deben fortalecer sus alianzas internacionales con otros movimientos de izquierda, resistir colectivamente las presiones del imperialismo y construir redes de cooperación que permitan la solidaridad entre los pueblos del Sur Global.
Conclusión
Klaus Meschkat ofrece un análisis crítico y exhaustivo que nos invita a reflexionar sobre las limitaciones y errores de los regímenes progresistas en América Latina, pero también sobre las oportunidades que estos gobiernos abrieron. La crisis de estos regímenes no debe desanimar a la izquierda, sino servir de aprendizaje para construir una alternativa más coherente, con mayor participación popular, independencia económica y resistencia internacionalista frente a las fuerzas del capitalismo global.
Esta reflexión es clave para quienes nos reivindicamos de izquierda, pues nos permite entender que el proyecto progresista no ha fracasado por completo, pero sí necesita reinventarse y aprender de sus errores para enfrentar con éxito los desafíos del siglo XXI.
Imagen: Rosa Luxemburgo.