Querido Mario: ¡Naciste en Navidad!

¡Qué falta me vas a hacer! ¿A quién voy a llamar para pedirle opiniones sobre los más diversos temas de la vida, sobre un artículo de economía o una nueva acción del gobierno?

Me estuviste preparando para este momento. En los últimos días no podía llamarte porque interrumpiría tu descanso mientras te reponías de la aplicación del tratamiento contra ese maldito cáncer, que te apareció en una de las etapas más productivas de tu vida. Me venías preparando, es cierto, pero como me cuesta aceptarlo.

¿Con quién voy a compartir mis dudas? ¿A quién le voy a pedir consejo? ¿A quién llamo para contarle un chiste, malito, como decías?

Recuerdo la ironía con la que me dijiste: “He vivido menos tiempo del que quisieran los que me quieren y más de quienes no me quieren” ¡Yo que quería que nos acompañaras por mucho más tiempo, que no nos dejaras! ¡Qué ganas de volver a escucharte!

Cuando Catalina nos dijo que querías que tus hermanos subiéramos a Getsemaní, tuve la absoluta claridad que se trataba de tu despedida. Yo no encontraba valor para subir, pasé la noche anterior pensando en lo que te diría y en lo que me dirías. Por dicha, al fin subí con Hannia y Ernesto.

De camino a tu casa se me hizo claro que te fuiste a vivir Getsemaní, en las montañas de Heredia, porque desde allí veías más allá de lo evidente a primera vista. Desde el comedor de tu casa se observa el mar, la pista de aterrizaje del aeropuerto, Heredia, San José, parte de Cartago.

Pero vos veías más allá. Tu atención se centraba en otro punto: el Edifico Central de la CCSS, Institución emblemática y decisiva para la salud de nuestro pueblo, lo que fue el motivo de tus desvelos y esfuerzos en los últimos años, siempre en procura de asegurar a nuestros ciudadanos la mejor seguridad social y la mejor calidad de vida. Esa fue siempre tu preocupación de vida.

Nos enseñaste que la mezquindad no tenía espacio en tu vida. No te preocuparon desaires ni groserías que alguna vez te hicieron, como no te preocupó pasar casi 4 meses de prisión por impedir la privatización del ICE. Para vos había causas superiores de vida:

  1. Promover la participación y organización de los trabajadores y de los ciudadanos en general en la lucha por la defensa y ampliación de sus derechos.
  2. La unidad de las organizaciones sindicales tras un programa unitario para enfrentar la estrategia común de las grandes empresas nacionales y extranjeras radicadas en el país
  3. La unidad de los sectores progresistas y democráticos para darle nacimiento a un gobierno de corte democrático y popular.
  4. La solidaridad con los más necesitados y la lucha por el Bien Común.

Creo que con tu paso por esta tierra cumpliste con la vida, la honraste. Honraste a nuestras abuelas, a nuestros padres, particularmente de nuestra querida mamá. Fuiste para nosotros un modelo de hermano, un modelo de amigo, un modelo de padre y un modelo de compañero.

Si la muerte significa un paso a otro plano de existencia, estoy seguro que te estarán esperando Vinyelita, Roy y Jorge, las abuelas Tela y Ana y, por supuesto, papá y mamá. Todos saldrán con el abrazo más fraterno y llenos de alegría a tu encuentro.

La tarde del 23 de diciembre cuando te conté de todas las personas que te enviaban saludos, me dijiste: Dígales a todos que se los agradezco.

Tus cinco nietas estuvieron cantando la noche del 24 para llenar tu espíritu de alegría. De seguro esos cantos angelicales te ayudaron a dar el Gran Salto, al que dijiste que no le temías. Mi abrazo eterno va con vos, mi hermano y mi compañero del alma.

Albino Devandas Brenes