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Relato ante el féretro

Por Carlos Meneses Reyes

Alfredo Molano Bravo (1944-2019), pasa a la historia colombiana como un Sociólogo. Defensor de los Derechos Humanos. Critico. Cronista. Escritor. Fue un activista social en su vida, conservando una correspondencia lógica con los principios que profesaba. Fue consecuente con su concepción del mundo, aportando a la conciencia crítica del país. De estilo inconfundible en su comportamiento y presentación personal; nada fue ajeno a su naturaleza. Su obra, 20 libros publicados, innumerables escritos y ensayos, sacados de las entrañas de la vida nacional y de palpar a pie lo disímil de la Colombia agraria. Recorrió al país, aportando en la comprensión y la solución a sus problemas. Luchó en el marco del reconocimiento a los campesinos como víctimas del conflicto armado. Enmarca en la comprensión de la historia de Colombia, por lo ordenado del relato de sucesos y personajes del pasado, relacionándolos con palpitante actualidad, que le hacen un punto inevitable de consulta académica y política. Cual historiador que asimila y comprende el presente fue un incansable, sin pausa, para esclarecer lo sucedido durante el desarrollo del conflicto armado. Al fallecer era miembro de la Comisión de la Verdad.

Conocí a Alfredo Molano Bravo en los campus de la Universidad Nacional. Vestía como los de la “línea cafetería”: bluyín, suéter de manga larga, botas con suela gruesa de caucho y amarre de cordones hasta las canillas. Se supo que había viajado a la Universidad de Antioquia, ha contribuir con el desarrollo del movimiento estudiantil. No fue mi amigo y coincidimos en una Jornada Centroamericana sobre el narcotráfico. Compartiendo una Mesa Redonda con él en Costa Rica, expuso: que la base de la organización de los carteles de la droga en Colombia no se debió a la inteligencia desviada y malvada de Pablo Escobar, sino al uso -de su parte-de las estructuras existentes de los contrabandistas del café que persistían en redes útiles del contrabando. Allí centro su imperio. Lo cito como la visión estratégica de concentración y aplicación de conocimiento a fondo de todo cuanto abordaba como investigador.

La velación de Alfredo Molano Bravo se llevó acabo, desde el día jueves 28 de octubre, en la Funeraria Gaviria en Bogotá. DC. Por allí desfilaron los Notables de la Paz: los miembros del Sistema Integral de Justicia Reparación y No Repetición (SIJRNR), nombrados por la Comisión de Escogencia de carácter nacional e internacional. Los integrantes de la Comisión de la Verdad, sus compañeros de trabajo, que sienten dolor y pena y en alocución a su partida aceptan la realidad; pero le piden que se quede en sus sesiones. Pasaron cientos de estudiantes universitarios en esfuerzo notorio de significar a cuales de su alma mater representaban. Cruzaron el féretro grupos de mujeres llegadas de barrios populares y otros sectores residenciales, con un banderín blanco en sus manos, expresando el recado silencioso de su presencia y lamento por la perdida. Muchos dolientes acudieron enterados del suceso, que lo habían visto, oído hablar de él o tratado. Asistió lo más representativo de la intelectualidad bogotana. La innumerable cantidad de ramos y coronas que llegaron representaron un lío para la administración de la Funeraria.

Las Honras fúnebres se llevaron a cabo, el día sábado 02 de noviembre, en la Capilla de la Universidad Nacional de Colombia, convertida en panteón con la presencia de sus restos mortales. Sitial de la posición elevada, adquirida por Alfredo Molano Bravo, en el escenario nacional. Lleno total, hasta el atrio y áreas aledañas. Se congregó allí la Academia, para despedirlo. En un acto sencillo, sin lujos ni adornos, como fue la integración de Alfredo Molano Bravo, con las comunidades campesinas, afros e indígenas, transcurrió la celebración religiosa. La homilía expreso el sentir de su hijo, contándole a quienes quisieron a su padre el dolor y el reconocimiento porque “hasta el último día de su vida peleó con todas sus fuerzas”. Las palabras de su esposa y compañera bajo el emulo de la lealtad y acompañamiento en su trajinar militante. La evocación de su nieta, de escasos 9 años, indicando como su abuelo le enseñaba que al país había que conocerlo a pata. Con fluidez de lenguaje sencillo y natural expresó que quiso a su abuelo y alentó a las niñas de su edad, que ella iba a seguir su ejemplo. La intervención de Conjunto de música llanera, despidiendo al amigo. La soprano de la Coral de la Universidad, transportando el sentimiento dolido. La alusión de Francisco de Roux Rengifo, a que el día de la posesión como Miembros de la Comisión de la Verdad, en Salón decorado del Palacio de Nariño, llegaron trajeados con indumentaria de última moda y Alfredo Molano Bravo se presentó con zapatos tennis rojos, chaqueta usada y su mochila tejida arahuaca; lo cual le valió una caricatura de Osuna que reporto como la presencia en la Comisión de la Verdad de “un marxista-leninista-maoista”, generando un murmullo de rechazo entre los asistentes.

Alfredo Molano Bravo, fue un Hombre Nuevo, a la usanza de los impulsados por la Teología de la Liberación y fueron sus maestros Orlando Fals Borda, Eduardo Umaña Luna y el padre Camilo Torres Restrepo.

A la salida del féretro me encontré detrás de sus escasos familiares con una cámara de televisión enfocándome. Introducido en la carroza fúnebre esperó un cuarto de hora en tanto se diluía el público. En ese lapso un cincuentón en años, de acento extranjero, se me acercó y relató que hoy hicieron presencia los intelectuales y académicos de Colombia. Le pregunté a que se dedicaba y respondió que era israelí, constructor de edificios en Bogotá, con oficina en Nueva York. Que había conocido a Alfredo Molano Bravo en Barcelona, en una venta de libros, y que se acercó porque él estaba ojeando un libro editado en hebrero y le daba vueltas como si no lo entendiera. Que le aclaró: un libro en hebreo es escrito de atrás hacia adelante y dizque se lo enderezo. Eso me despertó malicia indígena: que un conocedor de libros como lo era Alfredo Molano Bravo no supiera ese detalle. Y más machiro– como dicen los campesinos catatumberos- al agregar que al día siguiente lo había vuelto a ver y conversando lo invitó a cenar a Las Ramplas. Ojeaba su presencia como estaba trajeado. Ni pista de ser un sénior ejecutivo. Oteaba cada detalle desde la presencia de la prensa internacional hasta cuando en movimiento la carroza fúnebre sin coronas y solo con la cinta morada con su nombre en la portezuela trasera, se alejaba lentamente llevando su cuerpo para ser inhumado en el Cementerio de Usaquén. Despidiéndose de mí el desconocido, seguí la carroza con los restos del irreparable luchador, conversándole mentalmente: Alfredo, hasta los del Mossad- Servicio de Inteligencia Israelí- vinieron a la Nacho a verificar, si en realidad te habíamos puesto bajo tierra.

03 de noviembre de 2019.

 

Enviado por el autor.

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Alfredo Molano Bravo