Sabiduría de un boyero para tiempos “enlodados”
A Gerardo Campos Gamboa (1952-2017)
Álvaro Vega Sánchez, sociólogo
Los fangosos lodazales sancarleños no daban tregua a los bueyes y boyeros; las carretas se hundían y los boyeros tenían que ingeniárselas para sacarlas y poder llegar a su destino, ojalá antes de que oscureciera. La mayoría de los boyeros derrochaban energías empujando la carreta y chuceando a los pobres bueyes, hasta hacerlos sangrar.
“Morriña Silencia”, así le apodaban sus compañeros por cabizbajo y silencioso, hacía la diferencia. Se recostaba a un árbol, sin decir palabra. Cuando algún compañero de caravana le llamaba la atención, él le respondía: “Mire, descanso yo y descansan los bueyes”, para luego tomar el chuzo y apenas insinuárselo a los bueyes, que salían airosos sin sufrir la mínima agresión.
Aquel boyero, con sus gestos apacibles, nobles y serenos nos dejó una lección imperecedera: siempre hay una forma más humana y más digna de hacer las cosas. Parecía saber que la realidad es posible modelarla de diferentes formas, atendiendo al imperativo ético de Heinz von Foerster: “actúa de tal manera que se creen nuevas posibilidades” (citado por Paul Watzlawick).
Hoy, la patria es una carreta atascada en los “lodazales” de la inequidad con rostro de tugurio y cuartería, la violencia con rosto de mujer, la discriminación con rostro indígena, la pobreza con rostro de desempleado o subempleado informal…
Para salir de estos “lodazales” nos viene bien apelar a la sabiduría del boyero. En primer lugar, no dejarse abrumar por la urgencia y actuar de manera precipitada, muy propia de las salidas mesiánicas y las recetas salvadoras, que pueden significar “sangre, sudor y lágrimas” innecesarias. En segundo lugar, asumir una actitud reposada, saberse recoger para ejercitar la autocrítica y disponerse a actuar con buena voluntad para servir a los más caros intereses de la patria. Y, en tercer lugar, disponerse, en un ambiente distendido y afectivo, a dialogar con humildad y buena voluntad para concertar propuestas viables y oportunas, que permitan amortiguar los impactos de la crisis sanitaria y proyectar al país hacia un futuro de más justicia, equidad y sostenibilidad.
Si queremos construir con sentido patriótico, hoy más que nunca hay que aplazar los intereses políticos electorales y supeditar los intereses particulares, con generosidad y espíritu solidario, a los del bien común. Asimismo, priorizar las políticas y medidas que permitan crear condiciones para el trabajo digno y decente. Y no escatimar esfuerzos para ofrecer la asistencia inmediata y necesaria que demandan las familias ante una crisis humanitaria, que ya empieza a manifestarse.
“Solo para aprender me senté con disfraz de lluvia a su lado, al pie del árbol, a ver sus bueyes atascados en el río, descansando, y a verlo a usted drogado de silencio montaraz, descansando también, el chuzo en el suelo, para qué hundirlo en mis hermanos si la carga es su castigo, oigo que piensa usted. Le hablo así de usted, porque usted está más arriba del respeto y no me sale el vos, boyero de la armonía, pacifista sin palabras necias, predica usted la dignidad de todo lo que nace y muere. Ahora se levanta, ya pasó una hora, camina hacia el barro acuoso, el chuzo toca apenas una testa, ¡jesa!, y salen briosos como si nada los tres. Señor Morriña, enséñeme más sobre el silencio” (recreación del relato “El boyero” por Campos, Gerardo (2016). Conversación en tiempo de bolero. San José, BBB Producciones, p.19).
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