Urge más cultura (no menos) para pensarnos mejor como sociedad
Camilo Retana, Premio Nacional de Literatura Aquileo J. Echeverría 2022 en la categoría de Ensayo
El desfinanciamiento del sector cultura es una estrategia para evitar que la sociedad piense
En la misma línea adversativa con la que Camilo Retana escribió el libro Contra lo light, con el ganó el Premio Nacional de Literatura Aquileo J. Echeverría 2022 en la categoría de Ensayo, el autor considera que hay temas mayores en la sociedad costarricense de hoy que urge atender por medio de la confluencia de todas las voces y formas de pensar, en lugar de acallarlas e invisibilizarlas. Uno de esos temas es la cultura.
Para Retana, la promoción de todas las manifestaciones de la cultura es de fundamental importancia en la construcción del país como un todo, porque fomenta la unidad por medio de la consolidación de identidades diversas. En este sentido, considera que deben hacerse esfuerzos para regionalizar el trabajo del Ministerio de Cultura y Juventud para que “el país no empiece y termine en el Valle Central”.
De acuerdo con Retana, quien es docente de la Escuela de Filosofía e investigador del Instituto de Investigaciones Filosóficas, el estímulo a todas las manifestaciones culturales puede ayudar al país a repensarse, a detenerse por un momento para reflexionar si desea continuar por el rumbo de la desigualdad y la injusticia. Como añadidura, el estímulo a las artes y a todas las formas de cultura puede generar una cultura de paz, tan urgente en la actualidad, cuando la violencia se ha entronizado no solo en el ámbito de lo privado, sino también en la esfera pública, desde las víctimas diarias del sicariato hasta la agresión gubernamental contra la prensa.
Los comentarios de Retana se dan justamente en momentos en los que el Gobierno de la República anuncia un recorte presupuestario de ¢4 000 millones de colones al Ministerio de Cultura, como un castigo por no haber ejecutado el dinero oportunamente. Esta decisión ya fue refutada por el Movimiento Sector Cultura, iniciativa que agrupa a una veintena de agrupaciones artísticas.
“Me parece que hay una desconexión muy fuerte que no es únicamente ocasionada por este Gobierno, creo que cada vez hay una mayor desconexión entre las figuras que conducen la cultura del país y el sector cultural como un todo. De ese divorcio no puede salir nada bueno. Pero, a la par de eso, me parece que ya es tiempo de empezar a decir que el proyecto cultural de este Gobierno está marcado por la desfinanciación de las distintas organizaciones culturales”, remarcó Retana.
Según el ganador del Premio Nacional de Literatura en la categoría de Ensayo, el desfinanciamiento de los programas culturales busca neutralizar la crítica adversativa al modelo económico que han propuesto los últimos Gobiernos y encasillar la cultura en algo meramente decorativo.
“Siendo el sector cultural un sector históricamente crítico e incómodo, tiene todo el sentido que el Gobierno esté viendo la cultura únicamente como algo decorativo, secundario y prescindible, como lo dijo Pilar Cisneros en campaña, que el arte no era claramente una prioridad para el Gobierno. Es claro que es un sector que no interesa estimular, porque los sectores que realmente interesa estimular son los sectores poderosos de este país, las élites que financiaron esa campaña.
“Por eso, a mí me parece una expresión de esa cultura light que un presidente que fue financiado con dinero de las élites se presente como el abanderado de los sectores populares que va a derrocar a las élites. No hay ningún tipo de acción que respalde ese discurso del presidente. Esa disonancia entre el discurso y los hechos es muy propio de la cultura light”, puntualizó Retana.
LEA TAMBIÉN: La libertad que produce un simple «no»
A continuación, un resumen de la entrevista con el autor de Contra lo light:
¿Te sorprende este reconocimiento a tu obra que habla sobre la crítica adversativa en tiempos en los que pareciera que está prohibido ir contra corriente?
CR/ Lo entiendo como un reconocimiento al esfuerzo institucional que permite mi trabajo. Si no hubiera una universidad pública que financie investigaciones y que aliente investigaciones con vocación crítica y con perspectiva adversativa, el libro no sería posible. Creo que este es un reconocimiento a toda una trama institucional que permite que exista la Universidad de Costa Rica. Esa institucionalidad está en un momento de crisis o está siendo objeto de un ataque sistemático y que pareciera que no se puede adversar el proyecto de sociedad en nombre del cual está siendo atacada la Universidad y otras instituciones del país.
Entonces, no deja de sorprenderme. Cada día están más valorados los consensos, pero los que se producen a la fuerza, los “consensos” que se derraman desde un centro hegemónico hacia la sociedad civil, como ha pasado con Trump en Estados Unidos y como pasa en otros países de la región, con liderazgos que generan consensos forzados, en el sentido de que no admiten cuestionamiento desde ningún flanco.
En este sentido, ¿te sentís privilegiado en medio de casos de ministros, por ejemplo, que han adversado una decisión presidencial y que al día siguiente están removidos y es ese mismo Gobierno el que está reconociendo tu obra sobre la crítica adversativa?
CR/ Creo que ese ejemplo es muy oportuno de cómo el adversar es una práctica cada vez más revocada en estos días. A mí me parece terrible que dentro de un equipo de trabajo, como el equipo de trabajo del Gobierno y las personas que están ahí para asesorar al presidente no puedan disentir de él. Me parece que eso da cuenta de una cultura que rehuye la adversación, que rehuye el contraargumento y creo que hay algo de un modelo de sociedad con un pensamiento único, pareciera que esas son las utopías de estos proyectos autoritarios, generar un pensamiento único fuera del cual no existan los disensos, no existan las discrepancias y eso es lo contrario de un proyecto democrático.
Ojalá fuera solamente entre los miembros del propio gabinete, pero es que el Gobierno no ha aceptado disensos ni de la prensa, ni de las comunidades de especialistas de la propia Universidad de Costa Rica, ni de los técnicos especializados que usualmente han asesorado a los Gobiernos anteriores. Entonces, creo que es muy preocupante ese modelo de sociedad con un pensamiento único porque justamente atenta contra el ADN de la democracia, de la dinámica democrática.
Se dice que adversar, o decir que no, atrasa el progreso, nos estanca. Ese es el principal argumento para estimular el hecho de que estemos de acuerdo con todo. ¿Qué pensás al respecto?
CR/ Esa es una pregunta que exige repreguntarnos ¿qué tipo de progreso es ese que se sigue de no dudar nunca? La gente que hace la comunicación del Poder Ejecutivo presenta como un valor el hecho de que el presidente nunca se desdiga o no cambie de opinión. A mí me parece lo contrario de una cualidad ese rasgo de personalidad.
Un progreso que no admite dudas en su camino es un progreso atropellado, es un progreso arrebatado. Creo que, a menudo, cuando avanzamos en un proyecto de sociedad, tenemos que parar, hacer un paréntesis, para preguntarnos hacia dónde estamos yendo con tanta prisa, porque si no somos capaces de hacer eso, esa prisa nos puede llevar al despeñadero.
¿Recordás momentos en los que el país ha hecho ese “parón”, ha dicho “no” y ha reflexionado en torno a su futuro?
CR/ Ha habido momentos en los que el país ha llevado a cabo ese procedimiento de reflexión. Creo que la fundación de la Segunda República fue un momento así. Creo que la caída del bipartidismo, de alguna manera, fue un punto y aparte en la historia política del país que tenía que ver con reflexionar si era el rumbo del progreso neoliberal lo que le convenía al país. Y me parece que esta coyuntura en la que estamos ahora es un poco resultado de ese quiebre con el bipartidismo, que me parece que fue malogrado, que fue un momento histórico que se malogró y es eso lo que nos tiene acá.
Pienso que este Gobierno es un resultado del modelo de sociedad que mi libro critica. Podemos pensar que ese fue un punto de inflexión malogrado porque no logramos redirigir el proyecto de sociedad, sino que nos fuimos por el camino fácil de buscar un liderazgo que lo que nos promete es que las cosas pueden ser cambiadas ya.
Creo que ahí es donde está uno de los puntos o de los ejes que tendríamos que pensarnos más como sociedad, si esas soluciones mágicas de las que se nos hablan en verdad pueden dar un resultado o si lo que tenemos que pensar como colectivo, como comunidad es otro proyecto alternativo que pasa por una redistribución de los recursos, que pasa por una defensa del Estado social de derecho y que, en el caso de la Universidad, pasa por una conexión y un involucramiento con las comunidades y con otros sujetos que, además, quedaron fuera de este proyecto, porque un rasgo de este Gobierno, que a mí me parece que es muy difícil de sostener en el tiempo, es que este Gobierno se ha presentado como un Gobierno de la gente, como un Gobierno de los sectores populares, y todas las medidas que ha tomado van en contra de esos sectores populares, y eso es, justamente, el núcleo duro de lo light.
Se trata de un tipo de sociedad donde no es necesario dar cuenta de lo que se piensa, la propia ideología no necesita ser contrastada con nada, ni siquiera con la realidad, al estilo de Trump, al estilo de Bukele y me parece que cada vez más al estilo de nuestro presidente, donde las lecturas que él hace y las promesas que él hace no necesitan ser contrastadas con hechos.
Una de las cosas que más me impresionó de una de las encuestas del CIEP era que la gente señalaba como logros del presidente cosas que el presidente no había logrado. Para mí ese es el mejor ejemplo de una sociedad light, donde no es necesario lograr algo para conseguir que eso esté en la narrativa social como un hecho. Ese divorcio entre el discurso y los hechos es uno de los rasgos de la sociedad light sobre las que habla el libro.
¿Considerás que la sociedad está adormecida por este tipo de temas menores que le impiden ver o analizar temas mayores?
CR/ Sí, sin duda. Creo que el neoliberalismo es un modelo económico que además consigue entronizar una ética y esa es la ética contra la que yo escribí ese libro, esa ética del hedonismo, de la liviandad, del individualismo a ultranza, de la desocialización de la felicidad.
¿La cultura es un tema light?
CR/ Creo que vivimos en una cultura light y que esa no es la única cultura posible y que de hecho en nuestra sociedad hay muchas instancias culturales, muchas formas de hacer cultura que están tensionadas; no creo que toda la sociedad sea light. Creo que hay un proyecto hegemónico, económico que empata con esa ética light y que, a la par de eso, hay otro montón de subculturas o de contraculturas en las que hay otras maneras de hacer cuerpo y hacer comunidad, pero digamos que esa esfera no está tan considerada en el libro y que, en algún momento, me interesaría hacer. Eso implica vincularse con gente y con grupos y escucharlos.
¿Qué hace falta desarrollar en temas de cultura más allá de los Premios?
CR/ Los Premios son solo una política de reconocimiento al trabajo que, obviamente, uno agradece mucho, pero no es una forma de hacer cultura, es una forma de reconocer la cultura que ya se hace. A mí me parece que una cosa muy importante es una mayor conexión con los sectores populares y no me refiero solo a traer grupos de baile y presentarlos en San José, sino me refiero a la creación de una cultura más viva que se hace en todas las comunidades todo el tiempo, porque la cultura es algo que se hace y se deshace continuamente.
Creo que se debe regionalizar la labor del Ministerio, igual que el caso de la Universidad, lograr regionalizar el trabajo que hacemos es fundamental para que el país no comience y termine en el Valle Central. Creo que eso es vital, es democratizar el acceso, porque en estos momentos, si uno vive en San Vito y quiere ir al teatro, tiene que ir a San José. Esa falta de democratización en el acceso a la cultura es una prioridad; y la cultura, las artes y la literatura sirven para que podamos hacer una pausa y repensarnos como sociedad.
Esa labor no puede ser dirigista, no puede ser desde el Valle Central hacia afuera, tiene que ser una cosa más viva, más orgánica, que involucra a todas las regiones y a todos los actores culturales del país. Creo que en ese camino hay que avanzar. Creo que se han hecho esfuerzos. La viceministra de Cultura de la gestión anterior hizo esfuerzos significativos en esa dirección.
¿El desfinanciamiento de la cultura podría estar pensado justamente para evitar generar esos encuentros donde se estimule el pensamiento y la posibilidad de que la gente reaccione y tenga una crítica adversativa en cuanto a cómo se está manejando el país?
CR/ Creo que sí. Creo que, por un lado, cuando los sectores políticos hablan de cultura y la quieren defender, lo único que se les ocurre son los encadenamientos productivos que puede generar el sector cultura; y yo creo que sí, esa es una de las bondades que se pueden señalar del sector; pero creo que más allá del carácter productivo que esta actividad tiene como cualquier otra actividad humana que es susceptible de generar ganancias, me parece que la principal virtud que tiene el sector cultural es la posibilidad de generar instancias para que nos repensemos a nosotros y a nosotras mismas, para que examinemos el rumbo que estamos siguiendo como sociedad, para que tengamos espacios para repensarnos a nosotros y a nosotras mismas como individuos también.
Entonces, sin duda no es una prioridad de un proyecto político como el que encabeza el presidente. Más bien, esa visión de la cultura como una cosa secundaria creo que lo comparte buena parte de las élites políticas, la idea de que, en el fondo, la cultura no solo es incómoda, sino que tampoco genera riqueza, entonces ¿para qué?
Creo que una de las cosas que es interesante de la filosofía y del ensayo es que es antiproductivo. En sentido estricto no sirve para nada, sino que es solo para preguntarnos precisamente por el criterio de utilidad, por ejemplo; sirve para generar preguntas, no para generar respuestas; y en ese furor en el que andamos de buscar respuestas a preguntas que ya ni siquiera sabemos formularnos, la filosofía y el ensayo tienen un papel relevante.
¡Claro! En un mundo donde todo tiene que servir para algo, que haya algo que no sirva para nada es algo fantástico.
Tu obra habla sobre la importancia de decirle no a una serie de temas menores porque eso también construye identidad. ¿Hay temas mayores a los que deberíamos oponernos hoy?
CR/ Sí. En la lección inaugural de la Escuela de Filosofía yo enfatizaba en esto: yo no sé en qué momento la Universidad dejó de oponerse al proyecto neoliberal. O sea, yo creo que la Universidad tiene que recuperar esa vocación crítica. Nosotros, como Institución, tuvimos un rol decisivo en la posición al TLC, por ejemplo, y ese rol protagónico que teníamos lo hemos dejado de tener porque hemos estado muy preocupados y preocupadas por la percepción, a veces justificada, que la sociedad civil tiene de lo que hacemos en la Universidad, pero nosotros no podemos limitarnos a defendernos de esos ataques que recibimos, tenemos que recuperar ese protagonismo.
Creo que se nos ha olvidado como Institución, no hablo de la administración actual, que me parece más bien que ha hecho esfuerzos en la dirección correcta, pero me refiero a la Institución como un todo, nos hemos olvidado de adversar un modelo económico que genera desigualdad, que genera injusticia, que genera ese adormecimiento a nivel subjetivo. Todo eso tenemos que adversarlo porque adversarlo es la condición necesaria para que podamos imaginar otra cosa y creo que esa labor debemos estimularla desde la Universidad. O sea, parece como que ya no hay opción. Como resultado de ese pensamiento único que se nos vende, se ha instalado la idea de que no hay un más allá del neoliberalismo. Creo que ahí hay un tema mayor que tiene que ver con la distribución de la riqueza al que hay que entrarle.
Otro tema mayor es ¿qué vamos a hacer como sociedad con el tema de la violencia? Porque la violencia se ha naturalizado a un punto tal que lo único que acatamos a pedir es más seguridad; pero la seguridad solo alcanza para ponerle un coto a la violencia. Creo que tenemos que hacer algo más que frenar la violencia, hay que crear una cultura de paz que implica decirle que no a una violencia, y no me refiero solo a estas matanzas de miembros de la sociedad civil de unos a otros, sino me refiero también a resistir a la violencia como modo de relacionamiento, que es muy peligroso que eso se normalice.
Yo sí veo con mucha preocupación que el presidente un día sí y otro también maltrate a los periodistas en las conferencias de prensa, por ejemplo. Me parece que normalizar esa cultura de la violencia es algo nefasto para una sociedad y que es un tema no menor al que también tendríamos que oponernos, tenemos que encontrar otras formas de vincularnos que no pasen por la desacreditación del otro, por la negación del otro o la descalificación del otro. Ahí no solo me refiero al discurso del presidente. El comentario que hizo la ministra (de Educación) acerca del bullying pasa por la misma sensibilidad de normalizar la violencia.
Creo que el país tiene que caminar en otra dirección precisamente de desnormalizar la violencia. Medidas políticas como la penalización del acoso callejero, por ejemplo, iban en una dirección contraria a la que vamos ahora, donde cada vez es más normal la agresión como modo de vínculo. A eso tenemos que oponernos también.
¿Le dirás no al Premio?
CR/ No le voy a decir que no porque creo no es un reconocimiento solo a mí, sino a una plataforma de trabajo. Creo que no es solo mi caso. Creo que estos premios en particular son premios que reconocen la labor que se realiza desde la institucionalidad. Por ejemplo, el trabajo de los periodistas que ganaron el Pío Víquez es un trabajo que reconoce la labor de investigación que se hace desde la prensa, desde un pilar de la institucionalidad democrática que es la prensa, nos guste o no lo que diga una determinada compañía de comunicación.
El punto es que ahí se está reconociendo el trabajo valioso de gente que investiga desde una institucionalidad que le ofrece soporte para hacer ese trabajo. Lo mismo ha dicho José María Gutiérrez, el ganador del Magón, en reiteradas oportunidades, que el reconocimiento que recibe es un reconocimiento al trabajo que se hace desde un Instituto, pero además al trabajo que ese Instituto hace con comunidades desde hace décadas. Lo mismo el reconocimiento que se le dio en Artes Plásticas a Las Hartas, que tienen un discurso sumamente contestatario y que su trabajo participa de todo un esfuerzo institucional desde el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo hasta colectivos de teatro independiente de los que toman parte algunas de sus integrantes.
Entonces, creo más bien que en este momento, recibir un reconocimiento como estos a partir del trabajo que uno hace con otros y otras en una institución, es un gesto valioso que reivindica la importancia de esa institucionalidad y que reivindica también la importancia de la independencia de los jurados. Creo que eso también es algo a rescatar, que en el contexto de un proyecto que tiende hacia el pensamiento único, que la propia institucionalidad tenga los resortes internos para que se reconozcan trabajos que no vayan de acuerdo con ese pensamiento único, de lo que habla es también de la fortaleza de la propia institucionalidad.
Fernando Montero Bolaños
Periodista, Oficina de Divulgación e Información, UCR