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Etiqueta: cohesión social

Una reflexión necesaria sobre la reunión del pueblo tribal celebrada este 31 de octubre

Bernardo Archer Moore

Bernardo Archer Moore, presidente de ACUDHECA.

El conocimiento de la historia ancestral es tan esencial para el desarrollo de la identidad humana como la fe lo es para el espíritu. Sin embargo, cuando la historia y la religión se entrelazan con los asuntos políticos y socioeconómicos de sociedades multiculturales y pluriétnicas, como la de Cahuita, pueden transformarse en fuentes de división, en lugar de instrumentos de unidad y comprensión.

Por ello, cada cosa debe mantenerse en su lugar: que la fe inspire, la historia ilumine y la convivencia se construya.

Por su parte, la reunión convocada para el viernes 31 de octubre de 2025 por el Foro Tribal Afrocostarricense, a través de Laura y Hellen, anunciada apenas tres días antes por WhatsApp y con el supuesto fin de corregir errores en la conformación del Foro de 2022, terminó causando más daño que beneficio a la cohesión del pueblo.

La vieja estrategia de “dividir para vencer” parece haber resurgido, justo cuando la unidad de Cahuita —históricamente su mayor fortaleza— resulta más necesaria que nunca.

Cahuita ha sido la única comunidad tribal del Caribe costarricense que ha mantenido una posición firme en defensa de su territorio, oponiéndose al Plan Regulador Costero (PRC) impulsado por la Municipalidad de Talamanca.

No obstante, esta reunión se realizó sin el acuerdo previo de la Junta Directiva de la Asociación de Desarrollo Integral de Cahuita (ADIC), en contravención del artículo 15 de la Ley N.º 3859 de Desarrollo Comunal (1967), que exige decisiones colegiadas sobre el uso de bienes comunales para fines de esa naturaleza.

Tampoco se informó a los asociados ni se explicó la trascendencia jurídica del Foro como órgano de consulta obligatoria respecto al PRC y otras decisiones estatales que afectan los derechos de la comunidad, hoy declarado como un pueblo tribal, conforme al Convenio 169 de la OIT, ratificado por la Ley N.º 7316 de 1992, que consagra el derecho a la consulta previa, libre e informada. Una comunicación transparente habría evitado conflictos.

La humildad y la cortesía no son signos de debilidad, sino virtudes que fortalecen el derecho afro tribal a la participación, reconocido en el Decreto Ejecutivo N.º 43532-MP-MINAE-MCJ-MEP (2021), y la Sentencia No. 2025-029985 de la Corte Suprema de Justicia con fecha 19 de septiembre del 2025.

Lo más lamentable fue que, en vez de fomentar el diálogo, se impidió el ingreso a personas por su aparente ascendencia europea o mestiza, bajo la frase de que “la reunión era solo para negros”.

Tal exclusión contradice el artículo 33 de la Constitución Política, que prohíbe toda forma de discriminación, y rompe con la armonía histórica de Cahuita, un pueblo donde afrodescendientes, chinos, árabes, indígenas, judíos y mestizos trabajaron unidos para levantar la comunidad que hoy conocemos.

De aquella reunión, descrita por los presentes como de “cuatro gatos”, surgió el anuncio de una nueva convocatoria para el domingo 9 de noviembre de 2025 a las 2pm.

Ojalá que esta o la próxima vez se realice con orden, transparencia y conforme a la voluntad del pueblo, para devolver legitimidad al proceso y reconstruir los puentes del diálogo que nunca debieron romperse.

Salgamos del lodazal…

Jorge Mora Alfaro
Sociólogo

Nuestra longeva democracia nos coloca, una vez más, frente a un nuevo proceso electoral. Cada elección tiene sus particularidades. Por lo general, alejadas del ideal compartido de una escogencia de autoridades políticas sustentada en el debate de proyectos, visiones y propuestas. En este caso, sin sorpresa, pero abrumados, hasta cierto punto dolidos y desencantados, vemos descender la vida política del país, como nunca antes, hasta el lodazal del insulto, la ofensa, la mentira, el bulo y el uso inescrupuloso de los avances tecnológicos de la digitalización y la comunicación. Algunos de estos recursos han tenido presencia desde hace largo tiempo en nuestras dinámicas eleccionarias. Sin embargo, también, tenía un espacio significativo la discusión de ideas, proyectos y propuestas. Todos los grandes avances económicos, sociales, institucionales, culturales y ambientales, de los cuales nos sentimos aún orgullosos, se dieron en medio de discusiones políticas, estiras y encojes, movilizaciones y acuerdos, hasta lograr la construcción, paso a paso, de una sociedad en la cual la movilidad y el bienestar sociales tuvieron su espacio, generando cohesión e integración social y la estabilidad requerida para impulsar el crecimiento y la diversificación productiva y el desarrollo comunitario, con equidad. Cada período vivido por el país requirió de cambios políticos e institucionales, de la institucionalización del conflicto social, sin recurrir a la descalificación o la eliminación del adversario. No fue un mundo idílico, pero no dio cabida, como en nuestro entorno regional, a la instauración de gobiernos totalitarios e institutos armados, represivos, sostenedores de regímenes oligárquicos y excluyentes de grandes grupos de la población, sumidos en la miseria. Regímenes generadores de profundas desigualdades sociales, pronunciadas inestabilidades y de una injustificada exclusión social.

En las últimas décadas, el sendero seguido por nuestro desenvolvimiento económico y político se movió en otra dirección. Se incrementan las desigualdades sociales, se obstaculiza la movilidad social, las nuevas generaciones encuentran peores condiciones de vida a la de sus ancestros, los estratos medios, integrados, entre otros, por agricultores familiares, pequeños comerciantes, industriales, artesanos, educadores, trabajadores autónomos, profesionales liberales o intelectuales, ven deteriorarse su calidad de vida y la de los servicios sanitarios, educativos, de seguridad y protección social. La percepción de un sistema social olvidado de sus demandas y necesidades, de unas agrupaciones políticas y una institucionalidad alejadas de sus requerimientos básicos y de sus aspiraciones de bienestar, crean desconfianza y rechazo hacia aquellas entidades cuya respuestas se centran en los grupos con mayores influencias y con mayor capacidad para lograr la atención de sus demandas, aún a costa de la exclusión y el descontento provocado en grandes grupos de la población. Los hijos predilectos del régimen se hicieron del poder, olvidando las consecuencias de una sociedad dividida y crecientemente pauperizada y marginada.

Hoy, asistimos a la presencia de algunos movimientos políticos, cuya forma preferente de hacer política, es la confrontación y el uso de los procedimientos y mecanismos de comunicación y propaganda, diseñados para empañar instituciones esenciales de nuestro sistema democrático, atraer a una parte significativa de la ciudadanía, depositaria del descontento y la frustración acumulada. Ahora conocemos adonde quieren conducir la disputa electoral, cuál es el medio en el cual se sienten cómodos y cuáles son los elementos del discurso esbozados para atraer a los votantes hacia unas posiciones vacías de contenido. El fango político resulta ser el sitio hasta el cual buscan conducir la contienda electoral, lugar en donde pretenden obtener mayores beneficios.

El principal desafío para los demócratas en estas elecciones es eludir ese terreno de disputa. El reto es centrar la discusión en las cualidades de los aspirantes presidenciales y legislativos, en los programas elaborados, colocando en el centro las demandas viables, las necesidades y las aspiraciones de la ciudadanía, las propuestas concretas para reenrumbar el país sin excluir a nadie, sin dejar a nadie atrás. Dejar solos a quienes pretenden desarrollar la campaña en el lodazal, podría permitir su propio hundimiento en él. Poner la mirada en la reconstrucción del país, en el rescate del camino democrático, incluyente, diverso, con apertura a la expresión de diferentes pensamientos, propuestas y proyectos políticos, creando un ambiente optimista, en el cual la empatía sustituya la confrontación, la solidaridad a la ofensa y el miedo. No olvidar la tradición de los procesos eleccionarios ticos, ejemplo en el ámbito internacional, en donde el impedimento de la reelección presidencial continua coloca en un segundo plano al jerarca del Poder Ejecutivo, centrando la contienda en el análisis de los perfiles y capacidades de los aspirantes a ocupar la presidencia de la república, en el contraste de sus propuestas y en sus respuestas a las principales preocupaciones de la ciudadanía.

Colocar el foco donde corresponde, es un gran desafío de ciudadanos, ciudadanas, movimientos y organizaciones sociales y de las agrupaciones políticas participantes en la contienda electoral.

San Antonio de Barranca, Naranjo, 29 octubre de 2025.

Costa Rica a las puertas del divorcio

Mauricio Ramírez

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

Hay momentos en la vida de los pueblos en que el clima político deja de ser una simple disputa de ideas y se convierte en un campo emocional roto, donde ya nadie escucha, donde cada palabra es un arma y cada diferencia una traición. Costa Rica atraviesa hoy una de esas etapas. Lo que vivimos no es una discusión democrática más: es el peligroso preludio de un divorcio nacional. La polarización no es una estrategia electoral, es el síntoma de un quiebre social más profundo, el de una comunidad que perdió la capacidad de convivir.

Cuando una pareja se separa (algo cada vez más común en nuestra sociedad), no lo hace por un desacuerdo puntual, sino porque se ha quebrado algo más profundo: la confianza, el afecto, la voluntad de entenderse. Exactamente eso ocurre hoy entre el oficialismo y las oposiciones. Ya no se discute sobre proyectos o presupuestos, sino sobre la legitimidad del otro para existir en la esfera pública. En ese ambiente, la democracia deja de ser un espacio de deliberación y se transforma en una lucha por la supervivencia simbólica.

La comparación no es exagerada. En un matrimonio, el divorcio permite a cada parte tomar su camino, cambiar de casa, recomenzar. Pero en un país no existe esa salida. Todos habitamos el mismo territorio, usamos las mismas instituciones, compartimos un destino común. Y esa imposibilidad de “irse” hace que el conflicto sea más peligroso, más visceral. La lucha por el poder se transforma en una pelea por la casa: quién manda, quién se queda, quién tiene derecho a hablar.

Las recientes declaraciones del diputado oficialista Jorge Rojas, invitando a las oposiciones a abandonar el país porque, de lo contrario, los seguidores del chavismo los van a “desterrar”, son una señal inequívoca de ese divorcio. Ya no se trata de diferencias ideológicas, sino del lenguaje propio de una implosión en ciernes. Cuando se niega al otro la posibilidad de estar y disentir, lo que se anuncia no es el triunfo de una parte, sino el colapso de la comunidad política y el fin del pacto social.

Costa Rica, por décadas, fue ejemplo de moderación, equilibrio y respeto entre visiones distintas. Ese fue nuestro orgullo: que podíamos discutir sin rompernos. Pero algo se fracturó. En nombre de la libertad individual, por ejemplo, hemos desmantelado todos los vínculos que nos unían: la religión, la familia, los partidos políticos, la noción misma de comunidad, incluso la identidad nacional. Hoy la “libertad” se usa para justificar el aislamiento, la desconfianza hacia el régimen democrático y el desprecio mutuo. Hemos liberado al individuo de todo, incluso de su responsabilidad y conciencia colectiva.

En esa deriva, la palabra “libertad” ha sido prostituida hasta volverse sinónimo de aislamiento. Ya no significa participar, sino desprenderse; no implica responsabilidad, sino ruptura y ataque. Y una sociedad formada por individuos que sólo se representan a sí mismos, incapaces de reconocerse en algo común, está condenada a dividirse, a perder su alma cívica y ser liderada por tiranos.

El resultado de esto es un ciudadano sin raíces, sin memoria histórica, sin comunidad, sin un “nosotros” que lo contenga. Ortega y Gasset advirtió sobre ese fenómeno en La rebelión de las masas: cuando el individuo común, despojado de toda pertenencia espiritual y cultural, se cree autosuficiente y se convierte en una masa amorfa, sin proyecto, sin norte, movida más por impulsos destructivos que por ideas. Esa masa, incapaz de crear, pero llena de resentimiento, termina por volcar su frustración contra todo lo que la trasciende: las instituciones, la tradición, la cultura, la historia. Ya no busca construir, sino arrasar.

Costa Rica vive hoy ese proceso: el del divorcio de su propia idea de nación. Entre el oficialismo y las oposiciones no hay ya un lenguaje compartido, sino dos mundos que se desprecian mutuamente. No es una diferencia de matices, sino de principios; no es un desencuentro, sino una fractura. Y el peligro es que, al no poder separarnos físicamente como en un matrimonio, el conflicto se quede encerrado en la misma casa: este país pequeño, donde cada habitación —la Asamblea, los medios, las redes, la calle— se convierte en un campo de batalla.

Si no reencontramos un sentido de comunidad, si no reconstruimos el nosotros que alguna vez nos sostuvo, el divorcio será irreversible. No quedará patria, sino ruina compartida y caos social.

El papel de los trabajadores sindicalizados y sus organizaciones en tiempos de caos (2)

Gerardo Castillo Hernández / Frank Ulloa Royo
Instituto Sindical de Formación Política

Introducción

Hace días venimos hablando de esto, pero nadie parece reaccionar. Vivimos tiempos de caos. Las guerras abiertas y las guerras económicas redefinen el mapa del poder global, mientras las democracias se tambalean, las izquierdas se fragmentan y la derecha se radicaliza (Bauman, 2017). Todo esto ocurre en un mundo donde millones de personas huyen de la miseria y la violencia, encontrando fronteras cerradas y sociedades crispadas (Sassen, 2014). En este contexto turbulento, el papel de los trabajadores sindicalizados y sus organizaciones adquiere una relevancia especial y se hace necesario un nuevo pensamiento para problemas realmente nuevos, donde las viejas recetas no operan (Hyman, 2001).

Guerras abiertas y guerras económicas

El planeta está en llamas. Ucrania sigue siendo un campo de batalla donde se miden Rusia y la OTAN, con una guerra de desgaste que amenaza con extenderse (Mearsheimer, 2014). Medio Oriente arde con las masacres y la violencia en Gaza, mientras en el Líbano, Siria e Irak persisten conflictos olvidados y sin aparentes soluciones. África sigue siendo un escenario de muerte y desplazamiento de grandes poblaciones originarias por el cambio climático, el hambre y las luchas resultado de los espacios de poder dejados por Francia y otras potencias colonialistas europeas que expoliaron estos países hasta la miseria (Mbembe, 2017).

Pero la guerra no es solo con balas y misiles. Estados Unidos y China libran una batalla económica feroz por el control de la tecnología, las materias primas y los mercados globales. Sanciones, bloqueos, guerra de chips y manipulación de divisas son las armas de esta nueva guerra fría, donde los aliados se reacomodan y la multipolaridad es ya un hecho (Allison, 2017).

Reacomodo de bloques: El fin del mundo unipolar

El dominio absoluto de Occidente se desmorona. China, Rusia, Irán y otras potencias emergentes desafían el orden establecido (Kissinger, 2014). Los BRICS se consolidan como un bloque alternativo, mientras Medio Oriente busca autonomía del control estadounidense. América Latina, siempre oscilante, trata de encontrar un equilibrio en medio de presiones externas y crisis internas (Dussel Peters, 2016).

Europa, mientras tanto, se encuentra atrapada en su dependencia de EE.UU., con economías debilitadas y una crisis política que alimenta el auge de la extrema derecha. La Unión Europea, lejos de consolidarse, se fractura con el auge del euroescepticismo y la desconfianza entre sus propios miembros (Judt, 2011).

Derrumbe de las democracias y el desconcierto de las izquierdas

Las democracias se resquebrajan. El desencanto con los sistemas políticos es evidente: abstencionismo récord, gobiernos débiles, corrupción desenfrenada y una creciente polarización que convierte el debate público en una guerra de trincheras (Levitsky y Ziblatt, 2018). Las instituciones pierden legitimidad y los discursos autoritarios ganan terreno (Mudde, 2019).

Las izquierdas, que en otros tiempos canalizaron el malestar social, hoy parecen perdidas entre discursos identitarios, falta de estrategia y desconexión con las bases populares. Sin un proyecto claro, quedan a la deriva, permitiendo que la derecha radical capitalice el descontento y lo transforme en una reacción violenta contra el statu quo (Mouffe, 2005).

Radicalización de la derecha y los nuevos fascismos

La extrema derecha avanza en todo el mundo. Su estrategia es clara: explotar el miedo, la crisis económica y el fracaso de las élites políticas. Con discursos nacionalistas, xenófobos y autoritarios, líderes como Trump, Le Pen, Milei y otros prometen orden en medio del caos, aunque ese orden signifique la erosión de derechos y libertades (Stanley, 2018). Las elecciones en Alemania parece que nuevamente será la puerta de entrada del fascismo a uno de los principales países europeos donde se consideraba superado (Kagan, 2017).

Este fenómeno no es casualidad. Es el resultado de años de desigualdad, precarización laboral y crisis de identidad en sociedades que sienten que han perdido el control sobre su destino. Con un enemigo común –migrantes, élites globalistas, feministas, izquierdistas, etc.–, logran aglutinar a sectores descontentos en una ofensiva reaccionaria (Piketty, 2014).

El rol de los trabajadores sindicalizados y sus organizaciones

En este panorama caótico, los trabajadores sindicalizados y sus organizaciones enfrentan un desafío formidable: mantener la cohesión social, proteger los derechos laborales y promover la justicia social en un contexto de creciente desigualdad y polarización (Hyman, 2001).

  1. Defensa de los derechos laborales y ciudadanos: Los sindicatos deben redoblar sus esfuerzos para garantizar condiciones laborales dignas, salarios justos y la protección social de todos los trabajadores, independientemente de su origen o situación migratoria y asegurar espacios de poder político en las comunidades y la sociedad (Freeman y Medoff, 1984).

  2. Lucha contra la precarización laboral: La tendencia hacia la precarización del trabajo y la economía de colaboración entre empresas y personas (economía gig), obviando o neutralizando a los sindicatos, requiere una respuesta robusta de los sindicatos para asegurar la estabilidad laboral y la seguridad económica de los trabajadores (Standing, 2011).

  3. Inclusión y diversidad: Es esencial que los sindicatos promuevan la inclusión y la diversidad en el lugar de trabajo, protegiendo a las mujeres, migrantes y otros grupos vulnerables frente a la discriminación y la explotación (Freeman y Medof, 1984).

  4. Educación y formación: Fomentar la formación política para que los trabajadores puedan entender la nueva sociedad y sus estructuras de poder, así como la mejora de la educación y el reciclaje profesional, será clave para que los trabajadores puedan adaptarse a los cambios tecnológicos y económicos, y mantenerse con alguna vigencia en el mercado laboral, antes que la robótica avance más y sustituya a los humanos (Brynjolfsson y McAfee, 2014).

  5. Participación política y social: Los sindicatos deben involucrarse activamente en la vida política y social, defendiendo los valores democráticos y luchando contra el avance de los discursos autoritarios y xenófobos (Hyman, 2001).

  6. Solidaridad internacional: En un mundo globalizado, será necesario que los sindicatos pongan su barba a remojar, mejoren las propuestas solidarias a nivel internacional, construyendo redes de solidaridad global que no respondan con exclusividad a los intereses de los trabajadores de las naciones en donde se concentran los centros del nuevo poder mundial (Castells, 2010).

A manera de inicio de un debate:

En un mundo marcado por el caos y la incertidumbre, el papel de los trabajadores sindicalizados y sus organizaciones es más importante que nunca. Al defender los derechos laborales, luchar contra la precarización en las calles, promoviendo el nuevo pensamiento político, la inclusión y la diversidad, y participar activamente en la vida política y social, los sindicatos pueden ser un faro de esperanza y justicia en tiempos oscuros. Su capacidad para adaptarse y evolucionar será clave para enfrentar los desafíos del siglo XXI y construir un futuro más justo y equitativo para todos (Hyman, 2001).

Bibliografía

  • Allison, G. (2017). Destined for War: Can America and China Escape Thucydides’s Trap? Houghton Mifflin Harcourt.

  • Bauman, Z. (2017). Retrotopia. Polity Press.

  • Brynjolfsson, E., & McAfee, A. (2014). The Second Machine Age: Work, Progress, and Prosperity in a Time of Brilliant Technologies. W. W. Norton & Company.

  • Castells, M. (2010). The Rise of the Network Society. Wiley-Blackwell.

  • Dussel Peters, E. (2016). América Latina y el Caribe: Lidiando con la Trampa del Ingreso Medio. CEPAL.

  • Freeman, R. B., & Medoff, J. L. (1984). What Do Unions Do? Basic Books.

  • Hyman, R. (2001). Understanding European Trade Unionism: Between Market, Class and Society. SAGE Publications.

  • Judt, T. (2011). Postwar: A History of Europe Since 1945. Penguin Books.

  • Kagan, R. (2017). The Jungle Grows Back: America and Our Imperiled World. Knopf.

  • Kissinger, H. (2014). World Order. Penguin Books.

  • Levitsky, S., & Ziblatt, D. (2018). How Democracies Die. Crown.

  • Mbembe, A. (2017). Critique of Black Reason. Duke University Press.

  • Mearsheimer, J. J. (2014). The Tragedy of Great Power Politics. W. W. Norton & Company.

  • Mouffe, C. (2005). On the Political. Routledge.

  • Mudde, C. (2019). The Far Right Today. Polity Press.

  • Piketty, T. (2014). Capital in the Twenty-First Century. Harvard University Press.

  • Sassen, S. (2014). Expulsions: Brutality and Complexity in the Global Economy. Belknap Press.

Columbine tan cerca

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

La desorientación política en materia de seguridad es solo uno de los síntomas del alto nivel de descomposición socio institucional que presenta la sociedad costarricense.

Antes que contar con una política pública a la que se le cambia de título un día sí y otro también, el país debería entrar en una profunda discusión sobre el enfoque adecuado para trazar un abordaje que supere la inmediatez.

No se trata tampoco de cambiar jerarcas como una medida paliativa. No son los jerarcas los que definen un enfoque determinado sino toda una estrategia colectiva, que proponga niveles socio territoriales y dimensiones sociales de amplio alcance para contender con una inseguridad predominante y una violencia que no cesa.

Al escribirse esta columna el país alcanza cifras inimaginables de homicidios (por arriba de los 300 en lo que llevamos del año) y la escalada no cesa.

Una discusión no planteada hasta ahora con seriedad es la emergencia que se ciñe sobre centros educativos de primaria y secundaria en todo el país. Si ya no fuera suficiente con el quiebre en los procesos de convivencia de la población estudiantil que se traduce en conflictos diarios, la amenaza de tiroteos y ataques empieza a encender las alarmas.

No se ha dicho lo suficientemente claro, pero tras el mito fundacional de la Paz y la tranquilidad potenciada por una blancura originaria, se esconde el funcionamiento de un mercado informal de armas de todo tipo. Este país está armado hasta los dientes y los centros educativos podrían ser pronto un espacio donde se usen sin límites.

A inicios de siglo un documental dirigido por Michel Moore (Bowling for Columbine, 2002) se preguntaba por los determinantes socioculturales del aumento de los tiroteos y la permisibilidad en la tenencia de armas en una sociedad que aún no se reponía de los eventos producidos en una secundaria en 1999.

Nos preguntamos qué ha cambiado en casi 25 años tanto en aquella sociedad como en la nuestra. En Costa Rica, lo hemos dicho, el contrato social caducó hace tiempo y la cohesión social se esfumó para dar paso a un superlativo grado de fractura a todo nivel.

Columbine podría estar a la vuelta de la esquina si no hacemos algo pronto. Algo como hablar horizontalmente sobre un enfoque y no tanto una política de seguridad que nos devuelva la tranquilidad a todos y todas.

Charla: “Sobre el rol de las Pymes”

SURCOS comparte la siguiente información:

El pasado 17 de abril se llevó a cabo la charla sobre el rol de las pymes, contó con la participación de:

  • Marjorie Hernandez.

Tuvo el objetivo de visibilizar el papel de La Micro, Pequeña y Mediana Empresa (MIPYME) en América Latina en términos de la cohesión social, ya que contribuye significativamente a la generación de empleo, de ingresos, erradicación de la pobreza y dinamiza la actividad productiva de las economías locales.

Adjuntamos el link del video que se compartió en las redes de la Red Nacional de Autosostenimiento:

https://youtu.be/GyEwbI5pabM

¿Por qué es importante hablar también de la riqueza?

Aclaraciones metodológicas del Instituto de Investigaciones Sociales de la UCR

SURCOS recibió un documento del IIS que explica:

«Nuestro interés en estudiar la riqueza se relaciona directamente con una preocupación más general por la desigualdad de ingresos. Existe un cuerpo de investigaciones consolidado alrededor del mundo que demuestra que la alta desigualdad es dañina para el desarrollo general de los países, y que se vincula con muchos de los malestares en nuestras sociedades, con efectos reales en la salud, la esperanza de vida, el nivel educativo, la participación democrática e incluso con valoresbásicos como la confianza y la cohesión social (Braig et al., 2016; López-Calva y Lustig, 2010; Piketty, 2014; Wilkinson, 2002).

La concentración de poder económico en pocas manos puede conllevar también a una mayor concentración del poder político (Acemoglu y Robinson, 2006; Crabtree y Durand, 2017; Piketty, 2014). DiCarpio (2012) explica que ello ocurre, por ejemplo, a través de las decisiones que se toman en torno a la asignación de recursos, la producción y la tecnología, la información que se genera y la implementación y el diseño de las instituciones y las reglas del juego.

América Latina, Costa Rica incluida, es una de las regiones más desiguales del mundo. Del año 2002 al 2017, la desigualdad de ingresos en América Latina cambió su tendencia de crecimiento para mostrar leves reducciones (CEPAL, 2019). En cambio, para este intervalo de tiempo, Costa Rica mantuvo sus altos niveles de desigualdad (Trejos y Oviedo, 2012; CEPAL, 2019). En este contexto, estudiar la desigualdad, y buscar estrategias para reducirla, son un eje de fundamental importancia para el futuro bienestar de nuestras sociedades y democracias».

Puede descargar el documento completo desde este enlace: