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¿La conducta humana es genética?

La conducta humana es la capacidad que tiene el ser humano para expresarse mental y físicamente en las distintas actividades que desarrolla en su vida.

¿Qué es más importante para el desarrollo del niño: la naturaleza o la crianza?

Juan Jaramillo Antillón

Las personas pueden reaccionar distintamente ante un mismo estímulo de su ambiente, según su capacidad mental y su experiencia. Se dice que la conducta humana es la capacidad que tiene el ser humano para expresarse mental y físicamente en las actividades que desarrolla en las diferentes fases de su vida. El comportamiento es algo bastante parecido: es la forma en que los humanos interaccionan con su medio en función de su capacidad individual para responder a los diferentes estímulos que recibe.

En otras palabras, la conducta humana es la manera en que las personas hacen frente a la lucha por la existencia, idealmente respetando los valores existentes y guiados por la influencia de la cultura imperante en su medio desde la niñez, época en que el niño se ve constantemente sometido al aprendizaje de reglas para comportarse ante diferentes situaciones. Esas tempranas enseñanzas habrán de acompañarlo hasta la muerte.

Los expertos han señalado que los seres humanos somos animales de costumbres. Formamos hábitos y, a lo largo de nuestra vida, nos conducimos según esos hábitos. Por eso es tan importante en la niñez enseñar valores y dar ejemplos.

Uno de los debates sobre la conducta humana tiene que ver con qué cuestiones serán más importantes para el desarrollo del niño: ¿la naturaleza o la crianza? O, como se dice en inglés: Nature vs nurture. El Dr. McEluwe indica que estos términos se refieren a las dudas que hay acerca de la preponderancia de la biología (herencia genética) en el desarrollo del niño. Sin embargo, existen investigaciones que muestran una propensión heredada a realizar ciertos actos, independientemente de la experiencia que se adquiera o la herencia social o cultural que se reciba en su hogar y en el medio externo.

El Centro para el Desarrollo infantil de la Universidad de Harvard señala que, finalmente, los expertos se han dado cuenta de que “las diferencias genéticas son de importancia crítica para el desarrollo del niño”. Además, hoy sabemos que los niños aprenden mejor cuando se les permite cometer errores y vivir las consecuencias. Tal como sucede en la investigación científica, donde se avanza por el ensayo y el error. Los chicos que enfrentan obstáculos aprenden con la práctica a no repetir sus fallas.

Por eso, a los niños debe ofrecérseles el mejor ambiente posible para cultivar sus mentes y desarrollar lo más posible sus aspectos genéticos favorables para el comportamiento. Hace 2500 años, Hipócrates, el Padre de la medicina, les decía a sus discípulos: “aprended de los errores”. Esa es la mejor forma de adquirir experiencia.

Por supuesto, está muy claro que la lesión de diversos genes puede provocar diversas enfermedades mentales o contribuir junto con otros factores a su aparición, como en los casos del síndrome de Down o de la trisomía del cromosoma 21, la enfermedad de Parkinson. En todo caso, la mayoría se inclina hacia la idea de que hay factores ambientales muy importantes que contribuyen a que se expresen cualidades genéticas del niño.

David Barash dice: “La observación de la vida y la organización ´social´ de los animales ayuda a aprender el comportamiento individual y social del hombre, tan condicionado por las características biológica y genéticas, pero sería ingenuo suponer la que la biología es en cierto modo más importante que la cultura”. Las hormigas y las abejas tienen una conducta eminentemente heredada. Los animales superiores también tienen esa conducta, sobre todo para alimentarse o defenderse, y porque heredan muchos rasgos de la inteligencia que les permite adaptarse mejor a las situaciones que se le presentan. Pero también se valen de la experiencia que le ha transmitido su familia para sobrevivir en muchos otros aspectos.

El medio social o entorno contribuye a modificar la respuesta, y el individuo a su vez influye en el medio en que se desenvuelve, pues su conducta es observada por otras personas. Aristóteles decía: “El hombre es por naturaleza un animal civil o político. Mediante la palabra, el hombre creó la sociedad, en está desarrollo la inteligencia, en virtud de la inteligencia produjo el orden y mediante este creo la sociedad”. Sin embargo, desconfiaba de que la educación los convirtiera en seres éticos. Por ello afirmaba: “El hombre no actúa movido por ideales éticos, es preciso coaccionar su voluntad por medio de la ley para que haga lo correcto. Con la ley, el hombre es el ser más perfecto; sin ella, es el más salvaje. Por eso precisa de una organización social, el Estado, el cual mediante leyes lo obliga a obrar rectamente”.

Resumiendo, la conducta del ser humano se trata de una serie de actividades realizadas bajo la influencia de su aprendizaje cultural, valores, actitudes, emociones y conceptos éticos, incluso de la persuasión bajo una autoridad. La conducta puede, por lo tanto, ser normal, aceptable o fuera de lo corriente y no aceptable. Algunos consideran que también comprende las habilidades y destrezas que poseen las personas en diferentes áreas del saber humano, como las ciencias, las artes, el deporte, las matemáticas, etc., incluida la forma de comunicarse para darse a entender.

Hay consenso en torno a la idea de que una gran mayoría de los niños y jóvenes criados en la pobreza, sobre todo cuando esta es extrema y viene de la mano de una falta de educación, al llegar a la edad adulta no logran comportarse correctamente, ya que están resentidos por su marginación social. Eso da lugar a que contribuyan al fenómeno mundial de la violencia criminal en las ciudades.

La biología y la cultura tienden a aunar experiencias y conocimientos para explicar la conducta humana, que, a fin de cuentas, parece ser el resultado de factores genéticos (heredados) y fisiológicos del cerebro humano, que cuando funciona produce lo que se da en llamar conciencia: un proceso abstracto derivado de las células cerebrales que produce ideas, pensamientos y respuestas a los estímulos externos o internos del ser humano, o a la influencia social. La mente capta todos esos estímulos para reflexionar en base a ellos y dar respuestas adecuadas, o simplemente los almacena en la memoria.

Pero no debería caber duda alguna sobre la importancia que tienen los genes en el comportamiento humano. Si bien los genes no siempre determinan estrictamente el comportamiento, sí tienen un papel importante en la conformación del tipo de mente que habrá de poseer cada persona. Solemos decir que heredamos nuestra personalidad de nuestros padres, pero la realidad es que nuestros genes se remontan más atrás, provienen de nuestros abuelos, bisabuelos, e incluso de generaciones anteriores.

La educación es una herramienta que contribuye a crear la conducta humana y al progreso de la evolución. Para sacarle mayor provecho, es necesario que quien se está educando se esfuerce para aprender, independientemente de las condiciones genéticas que tenga para hacerlo. No se aprende a conducir una bicicleta sin caerse, ni a tocar el piano sin practicar y cometer equivocaciones. Tampoco se aprenderán reglas de conducta y moralidad si no se cuenta con buenos ejemplos que puedan ser puestos en práctica a lo largo de la vida. La calidad humana del ser humano no se reconoce por lo que dice, sino por lo que hace.

Hasta hace unos años se aceptaba que la conducta humana era adquirida, resultado de las influencias educativas y sociales. Hoy se acepta que en la conducta influyen también como vimos, aspectos genéticos o heredados que se expresarán con el tiempo. De tal forma que biología y cultura o genes y experiencia conforman al ser humano.

Bibliografía

Bee, H. (2003). Child and Adolescent Developtmen. Boston. Ed. Pearson Custom Publishing. 9th Edition. Bretano, Franz. (1983). Aristóteles. Barcelona. Ediciones Labor S. A. Britannica Encyclopedia. ( 2001). Human behavior. New York. Britannica Encyclopedia CD. Deluxe Edition. Jaramillo, Antillón, Juan. (1996). La aventura humana. San José. Editorial de la Universidad de Costa Rica. Jaramillo, Antillón, Juan. (2011). La conducta animal del ser humano. San José. Editorial Universidad de Costa Rica. Jaramillo, Antillón, Juan. (2024). Hipócrates-la proyección de sus enseñanzas en la Medicina moderna. San José. Editorial Ednass-Binass. McEluwe, C. (2003). Nature-Nurture debate. Slate assertpersonality decide by inherited traits. Charleston. The Charleston Gassete, Jeston. December 30, pp: 5 A.

  1. Doble hélice. Hoy se acepta que en la conducta influyen también aspectos genéticos o heredados
  2. Los seres humanos somos animales de costumbres, por eso es tan importante en la niñez enseñar valores y dar ejemplos
  3. Doble hélice. La conducta humana parece ser el resultado de factores genéticos y fisiológicos del cerebro humano
  1. A los niños debe ofrecérseles el mejor ambiente posible para cultivar sus mentes y desarrollar lo más posible sus aspectos genéticos
  2. Doble hélice. Solemos decir que heredamos nuestra personalidad de nuestros padres, pero la realidad es que nuestros genes se remontan más atrás
  3. Existen factores ambientales muy importantes que contribuyen a que se expresen cualidades genéticas del niño

El ser humano, sus errores y aciertos: ¿adónde nos llevarán? Reflexiones en torno a la conducta humana y sus progresos y retrocesos a lo largo de la historia

Muchos pensadores están preocupados porque, al parecer, los conocimientos adquiridos mediante el gran desarrollo cultural moderno están en contraposición con la conducta humana.

Juan Jaramillo Antillón

No es raro escuchar o leer, de tanto en tanto, la opinión de algún intelectual o disidente sobre que la cultura y los inventos creados por los humanos, en muchos aspectos, los han hecho retroceder a través de la historia en lugar de hacerlo progresar; y es que, cuando uno ve tanta pobreza, injusticias, corrupción y violencia en el mundo, eso parece darles la razón. Esta preocupación ya la había expresado en su época (1762) el filósofo de origen suizo Jean Jaques Rousseau en sus libros: El contrato social y Las confesiones. Para evitar enfrentamientos decía: «se debe celebrar un contrato por toda la comunidad y que señale que: ‘Las personas viven juntas en la sociedad, siguiendo un contrato que establece regalas de comportamiento social y político’”. En el mismo se señala que lo que pierde el hombre por el contrato es su libertad natural y un derecho ilimitado a todo cuanto tienta y medio alcanzara; pero en cambio gana en libertad civil y en la propiedad de todo cuanto posea. Con ello se trata de evitar las luchas entre las personas dentro de la sociedad organizada.

La realidad es que de una rama animal y a través de millones de años, ese ser llamado Homo sapiens se ha ido elevando con paso lento e inseguro desde su condición ínfima de prehumano, hasta el nivel más alto de este mundo, y ha logrado gracias a su capacidad mental, producto de su cerebro más evolucionado que el de los restantes animales, y sus experiencias a través de miles de años, un conocimiento que ha dado lugar a infinidad de creaciones materiales, artísticas e incluso hasta espirituales. Fue así como se convirtió en el ser superior de la creación para los religiosos y de la evolución animal para los científicos.

Definitivamente el progreso ha sido mucho mayor que el retroceso y muy positivo en muchos sentidos, pues ha ayudado a mejorar la calidad de vida de millones de personas, aunque esas conquistas no han estado exentas de riesgos, ya que el ascenso del humano a través del tiempo, pasando por todas las etapas de la evolutivas culturales hasta lograr su estado actual de organización social, ha estado lleno de éxitos y fracasos, subidas y caídas, como lo muestra la Historia y lo expone desde el punto religioso la Biblia. Este cambio social es un fenómeno que, como señaló Charles Darwin, se dio debido al proceso de la evolución en la Tierra, por selección natural y por mutaciones genéticas, conocidas luego y debidas a sus estudios sobe la herencia de Gregorio Mendel.

La Biblia, en el Antiguo Testamento, señala en el libro primero Genesis 1, 26-28:

Entonces dijo Dios. Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias,
en toda la tierra y en el mundo animal que se arrastre sobre tierra.
Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios los creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra y sojuzgadla.

El hombre aceptando ese mandato, comenzó a aprovechar la tierra. Con el tiempo, se le olvidó que su supervivencia y sus logros habían sido posibles gracias al uso racional de los recursos naturales de ésta. Su inteligencia, producto de la evolución a través de miles de años y de un cerebro privilegiado y diferente al de los otros, lo hizo no un dios, sino únicamente el ser superior de esa evolución. Lamentablemente, su conducta, desde la antigüedad, ha sido la de un irrespeto total por la naturaleza, ya que él se cree, por tradición religiosa, como citamos, e histórica por sus conquistas, dueño de la creación y con derecho a explotar los recursos de la tierra en forma desmedida; usando como trabajadores de la misma a seres humanos esclavizados por guerras de conquista con sus vecinos, no solo con el objetivo de llenar sus necesidades básicas, sino además, con eminentes fines utilitarios. Y en la actualidad, gracias a los avances en el campo de la genética, está tratando de crear vida, buscando incluso convertirse en un dios.

Pero el hombre no ha aprendido aún que las leyes de la evolución de los seres y las demás leyes naturales están vigentes y no pueden ser subestimadas ni trastornadas impunemente. Los graves cambios climáticos que el mundo está sufriendo son una muestra de ello. La explotación masiva de los recursos naturales, junto con la deforestación y el abuso en la explotación del petróleo y sus derivados, más la contaminación masiva de ríos y mares, entre ostros problemas, hará que a un corto o largo o plazo la naturaleza nos pase la cuenta con más intensidad que actualmente.

Por ello, en el futuro, el ser humano debe valorar los descubrimientos nuevos y el uso que haga incluso de los ya existentes mediante nuevas tecnologías, con sus pros y contras, y definir si su utilidad es vital para la supervivencia, según los peligros que su creación puede provocar.

Analizar las causas de la violencia en el mundo a través de los siglos parece confirmar que la especie humana es esencialmente guerrera, insensible incluso a los sufrimientos y muertes de sus congéneres, lo que nos hace creer que el ser humano persiste en ser “el más implacable enemigo de sí mismo”. En la antigüedad la población no era tratada como sujetos, sino como simples objetos, explotados por los reyes, la nobleza y los religiosos.

Además, usualmente, cuando una cultura superior en algunos aspectos descubría a una considerada de menor desarrollo (con sus miembros considerados “bárbaros”) veía en ella la oportunidad de obtener (mediante un enfrentamiento armado) riquezas y mano de obra barata, esclavizando a los derrotados, lo que terminaba por la imposición de una cultura por la otra. Esto era lo común en la antigüedad desde que aparecieron hace 6 mil años las ciudades-Estados sumerias, peleando entre ellas, seguidas luego por las babilonias, y las griegas, los nórdicos, los ingleses en la India, los franceses en África y Asia, los norteamericanos en la conquista y colonización de esa nación, los españoles con la conquista y destrucción de dos desarrolladas culturas, la azteca en México y la Inca en el Perú.

Las luchas entre pueblos y naciones ha sido la norma a través de los siglos hasta llegar a las dos Guerras Mundiales, con pérdida de cientos de millones de personas. Y las actuales de Rusia contra Ucrania y Israel contra los palestinos de Gaza (disque para destruir a los terroristas de Hamas), y los peligros de un enfrentamiento general en Europa o en una lucha por la isla de Taiwán entre China y los Estados Unidos, o el riesgo de una Corea del Norte siempre agresiva.

Y ni qué decir de la violencia urbana que afecta a todos los países, acompañada en muchos casos por el narcotráfico, ambos graves y universales problemas.

Muchos pensadores de épocas pasadas y del presente se encuentran preocupados porque, al parecer, los conocimientos adquiridos mediante el gran desarrollo cultural moderno están en contraposición con la sabiduría humana, en cuanto a conceptos morales y a la conducta ética que debe tener cada persona. Además, el avance de los conocimientos científicos y de los procesos de información, computación y de la inteligencia artificial, está llegando a tal grado de progreso que estamos dejando en manos de ordenadores el control vital de todo tipo de máquinas y de servicios en nuestra moderna sociedad. Todo ello incluido el abuso de los descubrimientos científicos no controlados como los de la Inteligencia Artificial (IA), en cuanto a los efectos colaterales nocivos, está generando puntos débiles en la cultura y puede llevarnos al derrumbamiento de la civilización.

Por esa razón en la actualidad muchos comienzan a pedir “una justificación social de la ciencia”, pues la repercusión de sus descubrimientos (una vez creada la tecnología adecuada para aplicarla en las actividades de la vida) si resulta acertada contribuye al crecimiento y desarrollo humano, pero de lo contrario puede repercutir negativamente en el progreso y poner en peligro muchos de los logros obtenidos hasta el momento e incluso provocar un holocausto mundial como sucede con el tipo de armas que ha creado.

Les corresponde ahora a los seres civilizados de nuestro mundo (a ratos parece que no existen éstos), gracias a su formación cultural y espiritual, decidir si los beneficios que un descubrimiento depara a una persona, o a un grupo, una empresa transnacional o una nación, están por encima del bienestar de algunos o todos los seres humanos, y en realidad de todos los seres de la Tierra (hemos eliminados miles de diferentes razas y especies de animales), ya que de eso depende que la humanidad busque y logre una meta o una finalidad superior, actitud indispensable para la supervivencia humana.

Bibliografía

Jaramillo, Juan. (1991). La aventura humana. San José, Editorial Universidad de Costa Rica.
Jaramillo, Juan. (1995). Las paradojas de la ciencia. San José, Editorial Universidad de Costa Rica.
Jaramillo, Juan. (2009). La cultura contra el mundo. San José, Editorial Universidad Estatal a Distancia.
Jaramillo, Juan. (2011). La conducta animal del ser humano. San José, Editorial Universidad de Costa Rica.
Rousseau, Jean Jaques. (2008). Las Confesiones. Barcelona, Alianza Editorial.

 

Fuente: https://www.meer.com/es/80787-el-ser-humano-sus-errores-y-aciertos-adonde-nos-llevaran

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