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Etiqueta: coronavirus

Declaración de la Alianza Progresista para luchar contra las consecuencias del Covid-19

Los desafíos sin fronteras requieren una solidaridad sin fronteras

La pandemia de Covid-19 se ha convertido en un azote para la humanidad. Cientos de miles ya la han contraído y muchos miles han muerto y morirán de ella. El virus causa un enorme sufrimiento, crea inseguridad individual y colectiva en todo el mundo al amenazar a través de las fronteras y desestabilizar países y regiones enteras.

Las consecuencias fatales de esta pandemia afectan en particular a las personas más vulnerables: los que ya están muriendo de hambre y que no pueden esperar apoyo financiero ni protección médica de sus gobiernos y autoridades públicas, los que sufren guerras y expulsiones. Son las mujeres que están lo más expuestas.

El Covid-19 es un enorme desafío para todos. Tanto el sistema médico y sanitario, como los sistemas económicos, ya están llegando a sus límites de máxima tensión. Se necesitan respuestas progresistas en estos desafíos, hoy y para el futuro.

Los socialdemócratas, los socialistas y los progresistas están a la vanguardia en la lucha contra los efectos sanitarios, sociales y económicos de esta crisis sin precedentes. Lo que necesitamos a nivel nacional y mundial es más cohesión social y más solidaridad.

En las próximas semanas se sentarán las bases de un nuevo orden mundial. Los progresistas tienen que alzar su voz ahora para poder opinar sobre su configuración. El traspaso del control de los servicios públicos vitales al mercado privado se ha mostrado que es el camino equivocado. Ahora podemos ver claramente que la seguridad social y la atención sanitaria no son costos que se deban recortar, sino que son pilares esenciales del buen funcionamiento de las sociedades que necesitan inversiones sostenibles.

La ignorancia y la arrogancia de los nacionalistas y populistas dividen a las sociedades y nos ponen en peligro a todos. Su camino es equivocado y pone en peligro vidas humanas lo que ahora es más evidente que nunca al carecer de toda referencia ética o humanista y al socavar nuestras democracias.

Ya ha comenzado la lucha sobre quién tendrá que asumir los costos de los paquetes de rescate necesarios. A diferencia de la respuesta a la crisis financiera de 2008, nuestras democracias, sociedades, economías y simplemente el planeta no pueden permitirse otra década de austeridad o de mercados incontrolados.

La solidaridad significa que los fuertes utilizan su fuerza para sostener a los débiles. La respuesta a esta crisis es la solidaridad mundial. Por ello, los partidos y organizaciones de la Alianza Progresista exigimos y promovemos una agenda multilateral y global, inmediata y audaz:

Exigimos que se tomen medidas agudas:

  • Un cese del fuego humanitario mundial, tal como lo exige urgentemente el Secretario General de las Naciones Unidas a fin de crear el espacio necesario para hacer frente a la pandemia de Covid-19, incluso en zonas de guerra y de crisis. También el fin inmediato de los embargos por motivos políticos para permitir el acceso a comida, medicamentos y implementos de salud. Ahora se trata de salvar vidas y mitigar la propagación del virus.
  • La cooperación y la coordinación mundial son el requisito previo para una lucha exitosa contra los efectos causados por Covid-19. Exigimos que todos los gobiernos apliquen sin tardar las recomendaciones de la OMS. Quienes se aíslan y no apoyan a los demás con todas sus posibilidades muestran una falta de solidaridad y son responsables de una gran catástrofe. Es necesario que los políticos, los institutos de investigación y las empresas se apoyen mutuamente a nivel mundial para sostener a esos Estados y a las personas de las zonas vulnerables a través de las fronteras en su búsqueda de soluciones políticas y médicas.
  • Apoyo médico inmediato para los campamentos de refugiados para prevenir la propagación de la enfermedad viral. Los refugiados y las personas desplazadas son los más vulnerables y no deben ser olvidados. Las instituciones internacionales y los Estados deben continuar e incluso aumentar su ayuda y asistencia.

A mediano plazo, llamamos:

  • Que las Naciones Unidas creen un Fondo internacional para apoyar el tratamiento de los pacientes con coronavirus en todo el mundo y hacer frente a las consecuencias a largo plazo. Este Fondo no sólo debe permitir la adopción de medidas agudas, sino también inversiones orientadas al futuro en el interés general. Pedimos que se intensifique la cooperación para el desarrollo, ya que debemos asumir juntos los costos de la pandemia, dado que las repercusiones y los costos de la crisis del coronavirus serán enormes y supondrán una carga excesiva para muchos Estados, que se verán abocados a una grave crisis financiera, económica y social.
  • El G20 deberá trabajar en estrecha colaboración con las Naciones Unidas para coordinar las políticas fiscales y monetarias, así como la reanudación del comercio y los paquetes de ayuda conjunta con el fin de permitir financiar el plan mundial para afrontar los desafíos globales comunes. La política de crisis nacional es necesaria y justificada, no se puede dejar de lado a los países pobres y débiles para hacer frente a esta situación. Se exige a los países del G20 y a otras economías fuertes que den un paso adelante.
  • Proponemos que se genere una coordinación para prevenir el riesgo de una nueva crisis de la deuda y para combatir eficazmente la evasión fiscal. Esta coordinación debería crear un nuevo espacio y capacidad. Las estrategias selectivas de alivio de la deuda y los procedimientos ordenados de insolvencia de los Estados podrían aliviar en cierta medida la presión de la burbuja de la deuda.
  • Considerar la inversión en servicios de salud y atención médica como una inversión esencial de interés general. La crisis de Covid-19 no es una crisis social menor. Los sistemas de salud a nivel nacional y mundial están llegando a su límite de tensión o ya lo han superado. Si fuera necesario una prueba, la pandemia muestra claramente que el mantra neoliberal de maximizar los beneficios a expensas de los servicios sanitarios, sociales y públicos ha debilitado la capacidad de respuesta de los Estados y ha dejado a la gente sin acceso a la atención médica.
  • Acordar a corto plazo el control de los precios de los bienes médicos importantes; la cooperación internacional en la investigación de vacunas y los ensayos clínicos; el desmantelamiento de la protección de patentes; la ayuda a los países más afectados para estabilizar sus sistemas de salud y el aseguramiento de las cadenas de suministro de los bienes médicos.
  • Revisar las reformas neoliberales de los bienes y servicios comunes que han fracasado. Necesitamos pisos de protección social en todos los países como lo solicita la OIT. Proponemos en este marco el desarrollo de los sistemas de salud pública locales así como una inversión social sostenible.
  • A los gobiernos de los estados nacionales a que aumenten significativamente los respectivos salarios mínimos y de subsistencia en el sector de la salud, la atención y los servicios. La presión de los costes en las últimas décadas ha conducido al resultado que los trabajadores y trabajadoras, que aseguran nuestra atención y servicios sanitarios hoy en día, están al final de la escala de sueldos y salarios y además no están adecuadamente protegidos contra el virus que ellos y ellas combaten hoy en día.
  • Por un acuerdo internacional sobre programas de inversión sostenible en infraestructuras sociales. A diferencia de lo que ocurrió después de la crisis financiera de 2008, es importante que la nueva liquidez en los mercados de capital fluya hacia inversiones sostenibles reales y socialmente significativas, por ejemplo, infraestructuras sociales, paquetes de acuerdos verdes y similar con el interés general y alrededor de la agenda 2030 visando la transición socio-ecológica.
  • Por un multilateralismo renovado en el que los progresistas estén a la cabeza de las políticas alternativas y la promoción del interés público. Pedimos que se fortalezca el multilateralismo y se otorgue a las instituciones internacionales más poder de decisión. Los fundamentos legales y financieros deben ahora ser ampliados. Este virus no reconoce fronteras. Mientras que la lista de desafíos que sólo podemos abordar de manera global y colectiva es cada vez más larga, el multilateralismo está en declive. Muchas instituciones internacionales, como las Naciones Unidas y la OMC, carecen de fondos suficientes y están en crisis hoy en día, incapaces de cumplir sus funciones previstas para la gobernanza mundial.

En tiempos de crisis más que nunca se necesita una buena gobernanza legitimada democráticamente

El avance en gran medida incontrolado de esta pandemia sin precedentes es utilizado actualmente por regímenes autoritarios y antidemocráticos para reducir aún más el espacio democrático y cívico, los derechos fundamentales y las instituciones democráticas. Los socialdemócratas, los socialistas y los progresistas deben coordinarse en las instituciones regionales e internacionales para garantizar que esos intentos no queden sin consecuencias. Es necesario apoyar a la sociedad civil progresista y democrática.

  • Nos comprometemos a defender el estado de derecho democrático, los derechos fundamentales individuales y colectivos y las libertades civiles;
  • Promovemos el fortalecimiento de la solidaridad a nivel nacional y mundial;
  • Defendemos y promovemos la transparencia y la participación democrática en el buen gobierno;
  • Nos oponemos a cualquier intento de estigmatización de refugiados o minorías;

La lucha contra los efectos de la crisis del Covid-19 requiere un control y una gobernanza democrática a través de los parlamentos, incluido el uso de nuevas formas de comunicación a fin de asegurar un espacio de debate político sobre las opciones de políticas, programas y proyectos.

El virus no conoce fronteras. ¡La respuesta al virus tampoco conoce fronteras!

Como socialdemócratas, socialistas y progresistas nos comprometemos a mejorar la coordinación, adoptar enfoques comunes y establecer un nuevo paradigma progresista a través de nuestra red mundial: Alianza Progresista

En Costa Rica: Violencia sistemática contra las mujeres se profundiza en tiempos de coronavirus

Con entrevistas a Alejandra Bonilla, Naty Vargas, Lidia, Fer Segura y varias otras integrantes de colectivos feministas

Voces Nuestras. Mientras seguimos lidiando con una crisis sanitaria y un cambio radical en las dinámicas económicas y de interacción social, las formas de violencia sistemática contra las mujeres se profundizan.

Son muchos los retos que enfrentan las colectivas, organizaciones e instituciones que trabajan temas relacionados a violencia contra las mujeres y derechos humanos de mujeres y cuerpos feminizados. El trabajo que realizan desde estos espacios es fundamental en el contexto actual, por lo que resulta inevitable adaptarse y generar nuevas estrategias, para seguir aportando a la transformación social.

Vamos con el reportaje de Génesis Cruz, en voz de Fiorella Barahona desde la Asociación Voces Nuestras.

Esta es una producción de Voces Nuestras https://www.vocesnuestras.org/

Acuerdo “stand-by” entre el Gobierno y el FMI traerá más miseria, sufrimiento, exclusión y desestabilización social

  • Gobierno debe abrirse a la ciudadanía y dejar del secretismo en esas “negociaciones”

  • Ni venta de activos, ni más impuestos a los que menos tienen, ni más recortes al gasto social, ni despidos

Tenemos que ser contundentes y dejar muy bien definida la posición de la Asociación Nacional de Empleados Públicos y Privados (ANEP), con relación al inminente acuerdo-préstamo conocido en la jerga de los mercados financieros internacionales como “stand-by”, que pretende firmar el actual Gobierno con el Fondo Monetario Internacional (FMI), cuyas políticas nada bueno traen para los pueblos que son obligados a asumirlas.

La pandemia del coronavirus covid-19 vino a aportar más dolor y más estrés social a la gran mayoría del pueblo costarricense, el cual ya sufría de alto desempleo e informalidad, alta carestía de la vida, alta evasión-elusión fiscales, alta concentración de la riqueza y alta exclusión socioeconómica, incluida alta depreciación del poder adquisitivo de los salarios.

Es inamisible y lo rechazamos tajantemente que el acuerdo “stand-by”, por un monto de 2 mil 250 millones de dólares, facilitados en tres tercios a lo largo de los próximos tres años, de 750 millones de dólares c/u, suponga un aumento de impuestos de carácter indirecto, como una eventual subida del Impuesto al Valor Agregado (IVA), al 15 % y hasta en una cifra superior.

Igualmente resulta inaceptable el planteamiento fondomonetarista de “venta de activos”, considerando que la práctica totalidad de las empresas públicas que todavía siguen siendo propiedad costarricense, son vitales para atenuar el acelerado deterioro de la inclusión social; y, por el contrario, revitalizadas y excluidas de ellas la politiquería, son pilares de la promoción del bien común de las generaciones presente y futura.

Es sumamente peligroso que el planteamiento sobre mayores recortes de gasto pueda incluir fondos destinados, precisamente, a evitar mayores niveles de exclusión social y económica; e, incluso, decisiones que puedan pulverizar la propia Seguridad Social del país y, particularmente, el servicio de Salud; ambos hoy en grave riesgo institucional y de estabilidad financiera.

Por otra parte, no se puede someter al país al flagelo del despido de cientos y cientos, hasta de miles, de personas trabajadoras asalariadas del sector Público, como ha sido la tónica en otros países que se someten a los dictados del FMI, como los de los acuerdos “stand-by”. En este apartado y al igual que en los anteriores, debemos formular una alerta roja a todas las agrupaciones civiles, profesionales y sindicales honestas que tienen mucha responsabilidad en el desarrollo de los acontecimientos por venir.

Sólo es comprensible que se pretenda imponerle al país un convenio tan perjudicial como el “stand by”, a partir de bases ideológicas formadas en el fundamentalismo fiscalista macroeconómico-neoliberal si, por ejemplo, las reservas internacionales en dólares que guarda el Banco Central de Costa Rica (BCCR), están llegando a los 9 mil millones de dólares, cantidad más que suficiente para sustituir esos 2.250 millones $ que vienen a ser como un humillante precio por la venta del país. Al BCCR le quedaría un 75 % de sus reservas. Y éste es tan solo un ejemplo de un abanico de alternativas para el manejo del déficit y de la deuda.

Mucho queda por decir, por plantear, por cuestionar y por demandar. En lo inmediato, el Gobierno de la República, habida cuenta del deterioro de su credibilidad y la pérdida de su propia legitimidad, debe impulsar un real diálogo social, sin exclusiones, para tratar este delicado asunto. Deben tener presente que el buen manejo de la pandemia no les da la autoridad política, suficiente y necesaria, como para comprometer el futuro del país en aras de un marco ideológico excluyente y voraz en cuanto al manejo del déficit fiscal y del endeudamiento público.

San José, lunes 15 de junio de 2020.
Albino Vargas Barrantes, Secretario General ANEP
Wálter Quesada Fernández, Secretario General Adjunto ANEP
ASOCIACIÓN NACIONAL DE EMPLEADOS PÚBLICOS Y PRIVADOS (ANEP)

UCR: ¿El COVID-19 o la COVID-19? Los hablantes deciden

El uso del nuevo término oscila entre los dos géneros gramaticales. Al respecto, las entidades que estudian la lengua han dado sus recomendaciones

Una lengua es un sistema de comunicación verbal que está (o estuvo) sujeto a transformaciones (léxicas, gramaticales, sintácticas, etc.). No en vano, se discute sobre las lenguas “vivas” (aquellas que cuentan con numerosos hablantes nativos y se usa en una comunidad de hablantes), “muertas” (las que ya no se aprenden como una lengua materna), “en peligro” (pues sus usuarios son escasos), en “estado de resistencia”, “declinación” u “obsolescencia”, así como sobre fenómenos de desplazamiento, revitalización y estados de vitalidad.

Tener presente ese carácter cambiante de un idioma es fundamental para entender —más allá de la normativa— los procesos de creación de nuevas palabras o expresiones (neologismos), que surgen por la necesidad de nombrar una nueva situación. Así han nacido en el español términos relacionados con la medicina, la ciencia y la tecnología, por ejemplo. Luego, el uso regular de esas palabras pasa a formar parte del repertorio del idioma.

La actual emergencia sanitaria, causada por el virus SARS-CoV-2, es una de esas “nuevas realidades” que motiva el uso cotidiano de palabras no empleadas antes con regularidad, así como el surgimiento de nuevos términos. Tal es el caso de COVID-19. ¿O deberíamos decir la COVID-19 o covid-19?

Debido a que este es un nombre nuevo, genera muchas dudas en cuanto a su género gramatical y escritura (en mayúsculas o minúsculas). Por el momento, podemos decir que COVID-19 es ambiguo; es decir, acepta tanto el femenino como el masculino. Sin embargo, con el transcurso del tiempo, serán los hablantes quienes decidan cuál género gramatical se va a mantener.

El español o castellano es un idioma con millones de hablantes nativos en el mundo, de manera que el uso del léxico, en general, no es homogéneo, cada país tiene sus variedades lingüísticas. En cuanto al término COVID-19, medios internacionales han privilegiado el uso del género gramatical femenino, tal es el caso de El País de España, aunque allí también se observa (en menor medida) el masculino gramatical. Igualmente, en las noticias escritas de la Deutsche Welle DW en español (www.dw.com), se advierte la alternancia de los géneros gramaticales. Así pues, en un mismo medio de comunicación, unos reportajes emplean el femenino, mientras que otros prefieren el masculino.

En Costa Rica, el uso predominante ha sido el género gramatical masculino, por ejemplo en la careta o cortina virtual que antecede a las conferencias de prensa, así como en las publicaciones de Casa Presidencial, el Ministerio de Salud y otras carteras. Por su parte, en los periódicos comerciales se detectan ambas posibilidades y en el Semanario Universidad prevalece el masculino.

Ahora bien, cabe volver a ver las respectivas recomendaciones de entidades que estudian la lengua. En este caso, la Real Academia Española (RAE) y la Fundación del Español Urgente (Fundéu). Ambas han dado sugerencias que son útiles para correctores de textos, traductores, periodistas y otros comunicadores. De ahí la pertinencia de consultarlas.

En el caso de la primera institución, esta menciona que habitualmente se usa el género gramatical masculino por “influjo del género coronavirus y de otras enfermedades víricas” como el ébola y el zika, las cuales “toman por metonimia el nombre del virus que las causa” (www.rae.es). De hecho, en el sitio web de esta academia, encontramos notas que emplean el masculino gramatical: “Crisis del COVID-19: apuntes sobre pandemia en la lengua española” y “Crisis del COVID-19: apuntes sobre cuarentena en la lengua española”.

Por su parte, la Fundéu recomienda referirse a “la COVID-19”, aunque menciona que el masculino también es válido. La razón por la cual dicha fundación privilegia el uso femenino es porque el acrónimo COVID-19 se forma por la unión de las palabras inglesas coronavirus disease (enfermedad del coronavirus). Puesto que el núcleo del acrónimo es disease (enfermedad), se propone que el género gramatical sea femenino. Sin embargo, cabe pensar que esa palabra inglesa tiene también un equivalente masculino en español: “mal”, la cual tiene la acepción de enfermedad.

En suma, ambas entidades españolas exponen diferentes razonamientos y consideran, sobre todo la RAE, que tanto el uso masculino como femenino son válidos. La Fundéu, aunque se inclina por el artículo femenino, señala que el masculino “no se considera incorrecto” y que “la vacilación en la elección del artículo es habitual en casos como este en los que el componente principal no queda claro para los hablantes” (www.fundeu.es).

En relación con la escritura en mayúsculas o minúsculas, se emplea la primera, pues se trata de un acrónimo recientemente establecido que, según la RAE, no se ha lexicalizado (no ha pasado a formar parte del sistema léxico de la lengua). Además, influye que la Organización Mundial de la Salud lo escribe con mayúsculas y guion antes de los dígitos, al igual que se escriben otras enfermedades contempladas en la Clasificación Internacional de Enfermedades (www.fundeu.es).

La escritura en minúsculas la observamos en los escritos donde se desea lexicalizar el término, convertirlo en el nombre común de la enfermedad. Tal lexicalización ya sucedió, por ejemplo, con la palabra sida (antes SIDA).

En todo caso, como se mencionó, son los hablantes o usuarios de la lengua quienes decidirán la manera en que se emplee el nombre abreviado de la enfermedad por coronavirus (COVID-19), causada por el virus SARS-CoV-2. Ahora bien, a pesar de que los fenómenos lingüísticos responden a la colectividad, conviene —en los medios de comunicación— decantarse por alguna de las posibilidades y mantenerla en los materiales y productos, con el fin de darles unidad. En el presente sitio web, se prefirió el género gramatical masculino (por su predominante uso en Costa Rica) y la escritura en mayúsculas. Esa escogencia responde a una decisión de estilo y no a un deseo prescriptivo.

 

Imagen: Coronavirus. Imagen de uso libre facilitada por The Associated Press (AP).

Amanda Vargas Corrales
Filóloga, Oficina de Divulgación e Información

Información tomada de: http://www.ucr.ac.cr/

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Semillas de Esperanza: «El coronavirus revela el verdadero mal de la humanidad»

La declaración de pandemia en marzo anterior trae consigo el incremento de las desigualdades en términos de justicia social. Por eso, a pesar del distanciamiento físico, consideramos urgente reafirmar la solidaridad con quienes más lo necesitan. Es necesario, aún más, seguir haciendo a reflexión crítica y denuncia de las injusticias sociales estructurales. No es momento para callarnos.

Nos hemos propuesto compartir cada semana una reflexión sobre esta coyuntura, y procurar acompañarnos en la distancia. Esta semana compartimos la segunda de varias reflexiones: un texto de Hugo Marillán Millavil, pastor mapuche.

Hugo Marillán participó en el Taller Socio-Teológico «Saberes insurgentes desde Abya yala fente a los fundamentalismos político-religiosos» que realizamos en el DEI hace tres años (2017).

Equipo del DEI

El coronavirus revela el verdadero mal de la humanidad

Hugo Marillán Millavil

Pastor Mapuche, tallerista del DEI

Hoy requiero escribir algo después de un tiempo de quedarme en el silencio. Y reabro mi opinión abierta, en un contexto dramático de la obligada inmovilidad de una sociedad que basa su pasar en constante movimiento de las masas urbanas en todos los lugares. Donde la inmediatez de los acontecimientos, lo que parece ser, lo conduce al ser humano a una carrera interminable en búsqueda de satisfacer sus sueños, sus expectativas que, sin embargo, cada día son inalcanzable para la mayor parte de la población. De ahí el levantamiento social que actualmente vive el pueblo chileno.

No obstante, hoy nos encontramos en una crisis global provocada por un «ser desconocido», al que le han puesto “coronavirus”. El cual ha tenido la capacidad de limitar el movimiento humano, de generar cambios de paradigmas económicos, religiosos, educacionales, etc. Desde los más grandes imperios, hasta los lugares más apartados que son golpeados por una crisis que recién comienza.

Es una enfermedad que ataca a un mundo enfermo de odios, egoísmos, luchas de poder, violencia, de competitividad, de vanidades, de falsos profetas, de injusticia, etc. Que no sabe cómo responder a este ataque y la única alternativa es refugiarse, esconderse y esperar el padecer de los más débiles, que son especialmente los que han dado sus pulmones, su cansancio, sus lágrimas para construir un sistema de sociedad basada en la acumulación de grandes capitales y bienes económicos. Que están en manos de grupos reducido de la sociedad, que se ha hecho de los recursos a través de sistemas injustos como las administradoras de fondos de pensiones (AFP), Isapres, decretos 701 de empresa forestales, explotación minera, etc.

Esto provoca un empobrecimiento de aquellos que han terminado su vida laboral, son los que están en el sector de mayor riesgo de muerte, de los sectores populares y campesinos, con espejismo de una clase media que cree ser parte de este sistema de lujos y vanidades de la oligarquía chilena, pero que se ha dado cuenta que son solo peones para mantener el sistema de consumo, con pequeños privilegios a cambio de ser explotados día a día, sin mayor seguridad social presente y futura.

Están también en contexto de crisis los valores espirituales de la sociedad, sostenida supuestamente en instituciones religiosas, católicas, protestantes, evangélicas u otras, que han sido absorbidas por este mismo sistema corrupto, y que ha permeado su integridad, golpeando profundamente la fe del pueblo, creciendo la incredulidad, la desconfianza y generando una crisis de esperanza y aumento de la desorientación emocional. Lo cual conduce a gran parte de la población joven más vulnerable al consumo de drogas y a gran parte de la población a crisis depresivas, violencia intrafamiliar, desarraigo social.

Escribo esto en contexto del recordar a Cristo y hacer memoria de Él, cuando parece que el tiempo se ha detenido en esta humanidad, en nuestro caminar diario y en nuestros planes cotidianos. Donde he estado escuchando un sinnúmero de reflexiones, opiniones, todas con algo en común: poder de alguna manera comprender estos acontecimientos y generar una cierta certeza para decir que ya pronto volveremos a la normalidad.

Sin embargo, me pregunto ¿cómo imaginar este ser que está provocando esto tan profundo en la humanidad? Y solo puedo tratar de comprender esto mediante lo que pudo provocar la acción de Jesús en ese mundo de injusticia y explotación, donde llegó a nacer. Que fue identificado como el principal mal para los poderosos de su tiempo, fue perseguido y muerto; sin embargo, hoy seguimos celebrando su resurrección.

Jesús, con su acción generó un cambio profundo en muchas vidas. Parafraseando, “él produjo el virus del amor” que fue creciendo. Jesús y el amor que proclamó y practicó, para muchos, fue el mal a destruir, y quisieron terminar con él, crucificándolo.

Él vino a revelar el mal que estaba consumiendo al ser humano, que era el pecado de la injusticia, la lucha de poder, el egoísmo, el despojo de los derechos de aquellos que generaban el bienestar de los poderosos, que condenaba al infierno del padecer eterno a esa sociedad, donde las pestes consumían las vidas de los más vulnerables. Donde los religiosos del templo sustentaban sus privilegios con las ofrendas sacrificiales de los más pobres.

El impacto de cambio de paradigma del “virus del amor” fue a la vez el antídoto contra la muerte, trayendo la justificación y la salvación, para iniciar la vida nueva en construcción de justicia y paz, basado en el amor a Dios y al prójimo.

Hoy vemos al mundo luchando contra lo que se nos dice que es el principal mal que afecta a esta humanidad: un virus, sin embargo, este ser desconocido y que aún no puede ser eliminado, está revelando los verdaderos males de este mundo actual: el poder, el egoísmo, la competitividad, el lucro, la explotación, la discriminación, el consumismo, la vanidad, el despojo de la naturaleza, etc. Esto revela profundamente que, desde los líderes de los grandes imperios hasta aquellos en sus pequeños egoísmos e individualismos, no les importa si sus acciones pueden dañar a su prójimo.

Es muy posible que pronto encuentren la forma de matar el “coronavirus”, pero no podrán eliminar el verdadero mal que azota la sociedad, que es la codicia y el amor al dinero (1 Timoteo 6:10 / Eclesiastés 5:10), que es la mayor tensión que está provocando esta pandemia, que cruza lo económico, lo político y lo religioso.

Jesús ya lo había advertido a sus discípulos: que esto era lo más difícil de transformar en el ser humano (Mateo 19:16-30), y que mayor dolor le causo a Jesucristo, que su única opción fue aceptar el camino del calvario, para traernos redención a través de ser perdonados y ser justificados, para verdaderamente nacer a una nueva vida, como Jesús le dijo a Nicodemo (Ev. De Juan 3:1-2), como lo experimentó Pablo (Hechos 9:1-18 / 1 Corintios 15 :8-9), vida nueva que provoca que el verdadero Amor (Juan 15:12), que es el real antídoto que puede sanar esta sociedad enferma, que está en aquel que es sanado de avaricia, de egoísmo, de vanidad, de orgullo y otros males que no nos permiten romper con fronteras, desigualdades, injusticias, idolatrías, etc.

Al hacer memoria del Cristo vencedor de la muerte, se nos permite descubrir que estos tiempos no son para solo esperar pasivamente a que la normalidad vuelva, sino que no podemos permitir que la normalidad vuelva. ¿Qué quiero decir con esto? Que no podemos seguir infectados de avaricia, de egoísmo, de rencores, de injusticia, vanidades y toda actitud que nos lleve a ser indolentes frente al prójimo.

En este nuevo caminar nacerá una nueva iglesia que deberá abandonar los privilegios a los cuales se había acomodado, privilegios que la llevaron a pecar de egoísmo y querer sentirse parte del poder. Creyendo que si estaba en esos lugares podría transformar el mundo, pero el mundo transformó su religiosidad en vanidad, corrupta y sin los valores eternos de Cristo.

Una Iglesia nueva debe volver al sendero del Maestro, de la cruz, del dolor junto a los pobres, una iglesia desde los pobres y no por los pobres (Lucas 2:7/2 Corintios 8:9). Donde verdaderamente adquiere sentido más profundo la misericordia y justificación de Cristo (Romanos 5:8), porque una nueva iglesia que no tiene privilegios, es una iglesia que busca la redención, su restauración, un nacer de nuevo.

Una iglesia que vuelve a abrir los espacios negados al pueblo (Deuteronomio15:7-10), compartiendo el pan diario con el hambriento, sacándose su capa y dándosela a quien necesite abrigo, dispuesta a ofrecer hasta sus mártires para que luchen por dignidad y justicia. Una iglesia que se niegue a sí misma, como se negó Cristo (Lucas 9:23). Solo así podremos provocar esperanza, fe, solidaridad, justicia, paz, reconciliación. Un cristianismo que se visibiliza y asume la primera línea en la lucha por la dignidad de los que sufren y la defensa, el cuidado y la restauración de la Naturaleza como creación de Dios.

El Coronavirus, debe provocarnos para la vida y no quedarnos en el miedo a la muerte, porque Cristo ya venció la muerte, y nos desafía a ser su pueblo que camina en medio de este desierto hacia la tierra prometida. Sus huellas nos van conduciendo a su Reino de Justicia.

 

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El virus y las paradojas de la globalización

Este jueves 7 de mayo a las 3 p.m. (hora Costa Rica) se transmitirá por Facebook Live: «El virus y las paradojas de la globalización». Fronteras y aeropuertos restringidos, relaciones económicas en crisis, lógicas contradictorias de lo local y de lo global…

¿Cómo entender hoy la idea de globalización?.

Con Ana Sojo, Dra. en Ciencias Económicas y Sociales.

 

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Estados Unidos y el coronavirus: más de 4500 muertes en tan solo 24 horas (y más de 10.000 en 72 horas)

Nicolas Boeglin (*)

El pasado 16 de abril, Estados Unidos registró 4591 muertes debido al COVID-19 en tan solo 24 horas (véase nota de prensa de Sud Ouest y esta nota en inglés de DemocracyNow). Una dramática marca que duplica las marcas anteriores registradas, que ya superaban las 2000 muertes (fueron 2228 las muertes registradas el 15 de abril del 2020 en 24 horas). Remitimos a nuestros estimables lectores a nuestra nota anterior que, entre otros puntos, refiere a la vulnerabilidad del sistema de salud pública norteamericano y a la ausencia de medidas de contención, titulada «Estados Unidos y el coronavirus: más de 2000 muertes en 24 horas y proyecciones sombrías oficiales«.

A la crisis sanitaria que significa para el sistema de salud norteamericano el COVID-19 en estas primeras dos semanas de abril del 2020, se suma la crisis económica y social que conlleva, y los cuestionamientos cada vez más incisivos sobre la falta de medidas sanitarias cuando aún era tiempo por parte de las máximas autoridades norteamericanas para contener debidamente esta pandemia. Estados Unidos acumula no solamente la mayor cantidad de personas fallecidas en el planeta en razón de este coronavirus, sino también la mayor cantidad de personas contaminadas (superando el número de 700.000 personas el pasado 17 de abril del 2020 y que al 21 de abril superan las 820.000 personas contaminadas).

Nótese que, si sumamos el número de muertes diarias de los días 16, 17 y 18 de abril (4591, 3857 y 1891 fallecimientos registrados respectivamente), Estados Unidos superó en apenas 72 horas las 10.000 muertes debido al COVID-19: semejante drama humano en proporciones tales evidencia la verdadera tragedia que se vive en varias partes de Estados Unidos.

La primera muerte registrada en Estados Unidos debido al COVID-19 se dió el 22 de enero del 2020. El pasado 3 de abril, se reportó que murieron más de 1000 personas en Estados Unidos en 24 horas (véase nota del Washington Post). Estados Unidos acumulaba más de 33.000 muertes al 16 de abril, contra 22.170 (Italia), 19.315 (España), 17.920 (Francia) y 13.729 (Reino Unido), según los datos arrojados por la Universidad Johns Hopkins (véase enlace oficial), la cual monitorea en tiempo real la expansión de la pandemia a nivel global. Al 21 de abril, Estados Unidos supera las 42.000 muertes causadas por esta pandemia.

Foto extraída de nota de prensa titulada «Coronavirus aux États-Unis. Près de 2000 morts en 24 heures, pire bilan quotidien national», Ouest France, edición del 8/4/2020

Cabe recordar que, a dos días de diagnosticarse, en enero del 2020, el primer caso en Estados Unidos se escuchó por parte del actual ocupante de la Casa Blanca las siguientes frases:

We have it totally under control. It’s one person coming from China. It’s going to be just fine” (véase nota de prensa de The Guardian, titulada «The missing six weeks: how Trump failed the biggest test of his life» cuya lectura completa se recomienda).

Resulta de interés recordar que en declaraciones oficiales dadas por sus máximas autoridades el pasado 1ero de abril, se estimó a un número que oscila entre 100.000 y 240.000 las personas que fallecerán en Estados Unidos debido al coronavirus (véase nota de prensa del Washington Post): una proyección extremadamente sombría si se compara al número de personas fallecidas debido al COVID-19 en otros Estados que registra la Universidad Johns Hopkins antesmencionada.

A la vez, estas cifras oficiales pueden también entenderse como un reconocimiento tácito de varios errores desde que asumió sus funciones el actual ocupante de la Casa Blanca, recortando presupuestos de entidades sanitarias a cargo de la vigilancia de epidemias, desmantelando equipos que sus antecesores habían consolidado al más alto nivel en materia de seguridad nacional, entre muchas otras cuestionables medidas que hoy explican la alarmante situación que se vive en varias partes de Estados Unidos: remitimos a nuestros estimables lectores a este interesante artículo publicado en febrero del 2020 en The Conversation, titulado «The Trump administration has made the US less ready for infectious disease outbreaks like coronavirus«, y cuya lectura completa también se recomienda.

Ante un panorama tan angustiante como el que se vislumbra para Estados Unidos, es muy probable que algunos Estados intenten proceder a repatriar a grupos de nacionales que se encuentran en la actualidad en suelo norteamericano viviendo parte de esta tragedia humana sin poder regresar. Es lo que intentó Costa Rica para 160 de sus nacionales (véase nota del programa radial Amelia Rueda) y que logró materializar exitosamente para 112 de ellos el pasado 17 de abril (véase nota de Elpais.cr).

 

(*) Nicolás Boeglin, Profesor de Derecho Internacional Público, Facultad de Derecho, Universidad de Costa Rica (UCR).
Enviado por el autor.

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Reencuentro con la Madre Tierra, tarea urgente para enfrentar las pandemias

“Ojalá que la pandemia del coronavirus, como la peste en la Antigua Grecia, resulte un acontecimiento histórico que alcance a instaurar en la conciencia humana la inteligencia de la vida; que logre recodificar el silogismo aristotélico ´todos los hombres son mortales´, para recomponer la vida de Gaia, de la Pachamama. Para instaurar en el pensamiento a un nuevo silogismo: la vida es naturaleza/Soy un ser vivo/soy naturaleza.”
Enrique Leff

Por Alberto Acosta*

16 de abril, 2020.- La Humanidad, con la pandemia del coronavirus, parece vivir una película de terror, que nos confronta de forma brutal y global con la posibilidad cierta del fin de su existencia en el planeta. Sin ser una película, siendo una dura realidad, se trata de una mega producción que está en marcha desde hace tiempo atrás. Esta pandemia no surge de la nada, no es el producto de un simple complot. La pandemia del Covid-19 nos confronta con una realidad que se ha venido deteriorando aceleradamente desde hace unas siete décadas por lo menos, pero aún con más brutalidad en el último tiempo. Aceptemos también que la recesión económica nos es un producto del coronavirus, pues ya empezó a golpearnos desde el año anterior.

Esta difícil hora nos convoca a memorizar, reflexionar y actuar.

Vivimos una crisis múltiple, generalizada, multifacética e interrelacionada, a más de sistémica, con claras muestras de debacle civilizatoria. Nunca afloraron tantos problemas simultáneamente, que rebasan lo sanitario, mostrando efectos en lo político, económico, ético, energético, alimentario y, por supuesto, cultural. Pero los graves problemas no se quedan en esas dimensiones, pues también hay efectos ambientales inocultables.

“La pandemia del Covid-19 nos confronta con una realidad que se ha venido deteriorando aceleradamente desde hace unas siete décadas por lo menos, pero aún con más brutalidad en el último tiempo. Aceptemos también que la recesión económica nos es un producto del coronavirus, pues ya empezó a golpearnos desde el año anterior”.

Para empezar, reconozcamos la realidad como es, por más dura que sea. Ya no hablemos más de cambio climático. Seamos precisos en los términos. Estamos en medio de un colapso climático: No podemos olvidar que los cambios en el clima han sido parte consustancial en la historia de la Tierra. Y este colapso lo hemos fraguado los seres humanos en el marco de lo que se conoce superficialmente como el “antropoceno”; en términos correctos corresponde al “capitaloceno”.

La crisis del coronavirus y sus riesgos

A partir de esa rápida introducción cabe hacer una lectura en clave de crisis. Los dos kanjis de la palabra crisis en chino nos plantean la cuestión: problemas y oportunidades.

Los orígenes profundos de esta crisis multifacética son fáciles de avizorar. Mencionemos algunos. Consumismo y productivismo que arrasan con los recursos del planeta y que liquidan los equilibrios ambientales. Tecnologías que, en lugar de alivianar la vida de los seres humanos, aceleran la acumulación del capital afectando cada vez más la psiquis de las sociedades, al tiempo que permiten consolidar un Estado cada vez más autoritario, como en China. Ambición y egoísmo que conducen a la destrucción de tejidos comunitarios y a la profundización de un individualismo transformado en una enfermedad social. Hambre de millones de personas, no por falta de alimentos, que sobran, sino porque mucha gente no tiene capacidad para adquirirlos (o producirlos) o simplemente porque se los desperdicia; se especula con ellos; se alimenta automóviles: biocombustibles; se depreda la biodiversidad; mientras en otros segmentos golpea la obesidad. Extractivismos desbocados que destrozan las bases de la vida y consolidan un sistema económico inequitativo y depredador. Flexibilización laboral para ser competitivos aumentando la explotación del trabajo. Predominio de las finanzas, sobre todo en su fase especulativa, sobre las actividades de producción de bienes y servicios, que, a su vez, superan en mucho la capacidad de resilencia de la Tierra. Culto a la religión del crecimiento económico permanente que desborda los límites biofísicos del planeta. Y todo para asegurar la acumulación del capital, que impulsa una imparable mercantilización de la vida, un verdadero “virus mutante”. Todo esto sintetiza el libreto de esta gran mega producción de la destrucción, que está en cartelera desde hace mucho tiempo atrás.

«Ya no hablemos más de cambio climático. Seamos precisos en los términos. Estamos en medio de un colapso climático: No podemos olvidar que los cambios en el clima han sido parte consustancial en la historia de la Tierra. Y este colapso lo hemos fraguado los seres humanos en el marco de lo que se conoce superficialmente como el “antropoceno”; en términos correctos corresponde al “capitaloceno”.

Ahora, los voceros del poder, ignorando esas constataciones inocultables, claman para que nos preparemos a recuperar el tiempo perdido. En este punto, sin ampliar más en las amenazas y riesgos avancemos avizorando las oportunidades, pues lo concreto es que no podemos volver a la normalidad porque la normalidad es el problema. En realidad, se trata de una a-normalidad producida por el capitalismo.

Reconstruyendo y construyendo vacunas para las pandemias

En este momento cobran renovada fuerza las alternativas existentes en diversos rincones del planeta. Hay una variedad de nociones y visiones diferentes y complementarias de cómo imaginar y lograr una transformación socio-ecológica vital, imposible de conseguir con los enfoques de la Modernidad. Son visiones que incluso nos permiten leer de otra manera la realidad con el fin de comprender de mejor manera el mundo en que vivimos, al tiempo que nos invitan a revisar nuestras tradicionales categorías de análisis.

Algunas de estas nociones emergentes son una suerte de renacimiento de las cosmovisiones de los pueblos indígenas; otras han surgido de los movimientos sociales y ecologistas relacionados con viejas tradiciones y filosofías; y, muchas más son respuestas de diferentes grupos compuestos por diversas personas que enfrentan la dura y frustrante cotidianidad con acciones que comienzan a configurar alternativas incluso con capacidad de transformación civilizatoria. Esta ebullición de alternativas se vive en medio de la pandemia a través de la construcción de una multiplicidad de respuestas emanadas desde la creatividad y el trabajo de las comunidades.

A diferencia del desarrollo, que es un concepto basado en un falso consenso, estas visiones alternativas no pueden ser reducidas a una única visión y, por lo tanto, no representan un mandato global indiscutible. Tampoco pueden aspirar a ser adoptadas como una meta común por organizaciones internacionales para recién entonces hacerse realidad. Muchas de estas ideas nacen como propuestas radicales de cambio especialmente desde ámbitos locales, especialmente comunitarios, pero las hay también de alcance nacional e inclusive global.

Esta deconstrucción del desarrollo abre con fuerza la puerta del Buen Vivir, una cultura de la vida con denominaciones y variedades diferentes en distintas regiones de Sudamérica: sumak kawsay o suma qamaña; ubuntu, con su énfasis en la reciprocidad humana en Sudáfrica y varios equivalentes en otras partes de África; swaraj con su énfasis en la autosuficiencia y el autogobierno, en India; y muchas otras. Los postulados ecofeministas y el paradigma del cuidado representan otro aspecto muy potente dentro de este arcoíris post-desarrollista, que necesariamente debe ser también post-extractivista. La necesidad de liberar a la salud y a la educación del ámbito mercantil resulta indispensable. Y por cierto hay que incorporar todo el aporte decolonial.

El Buen Vivir representa, en suma, una clara alternativa al desarrollo, más allá de los vaciamientos conceptuales que ha sufrido por parte de los gobiernos progresistas de Bolivia y Ecuador. Ese Buen Vivir indígena -pensemos lo que sucede en la Amazonía, por ejemplo- es el que muchas veces ha permitido proteger los bosques y las selvas, los páramos, las fuentes de agua y la misma diversidad biológica y cultural, como acción concreta para enfrentar el colapso climático. Y el principio que le inspira -pensado en plural: buenos convivires- es la armonía o, si se prefiere, el equilibrio en la vida del ser humano consigo mismo, de los individuos viviendo en comunidad, entre comunidades, pueblos y naciones. Y todos, individuos y comunidades, conviviendo en armonía con la Naturaleza. En definitiva, los humanos somos Naturaleza.

Una cura para las pandemias…

Recuperar y construir relaciones de armonía con la Naturaleza es la gran tarea. Hay que parar su explotación desenfrenada; hay que desmercantilizarla; tenemos que reencontrarnos con ella asegurando su regeneración, desde el respeto, la responsabilidad y la reciprocidad, desde la relacionalidad.

Para lograrlo tenemos que cambiar la historia de la Humanidad, esa historia de dominio del hombre -sí, en masculino- sobre la Naturaleza. Por siglos, la relación sociedades-medio ambiente ha estado marcada por el utilitarismo y la explotación de recursos. Esta realidad da cuenta de la separación entre Humanidad y Naturaleza. Y eso condujo a una relación de subordinación de la Naturaleza -reforzada por las ideas de “progreso” y “desarrollo”-, que es lo que a la postre ha generado todo tipo de pandemias -recordemos los recientes incendios en la Amazonía- que apuntan hacia una terrible catástrofe socioambiental.

«Lo concreto es que no podemos volver a la normalidad porque la normalidad es el problema. En realidad, se trata de una a-normalidad producida por el capitalismo».

Pero a la vez, sobre todo en medio de esta mega crisis, asoman con fuerza las posibilidades de reencuentro de la Humanidad con la Madre Tierra, a partir de visiones como las mencionadas del Buen Vivir. Este será un proceso, largo y complejo, reforzado por las luchas de resistencia y re-existencia desde diversos grupos populares, en especial indígenas.

Aunque los indígenas no tienen un concepto de Naturaleza como el que existe en occidente, su aporte es clave. Ellos comprenden perfectamente que la Pachamama es su Madre, no una mera metáfora. En este sentido todo esfuerzo por plasmar los Derechos de la Naturaleza se inscribe en una reiteración de un mestizaje emancipador provocando un ¨híbrido jurídico”, donde se recuperan elementos de todas aquellas culturas occidentales e indígenas emparentadas por la vida. Y que encuentran en la Pachamama el ámbito de interpretación de la Naturaleza, un espacio territorial, cultural y espiritual, que no puede ser motivo de mercantilización ni de exclusión.

Sin llegar a romantizarlas, las comunidades indígenas -portadoras de una larga memoria- han demostrado que el ser humano puede organizar formas de vida sustentable. Tal relación armoniosa con la Naturaleza -presente en muchos recintos del mundo indígena, no en todos- se sintoniza con la “sustentabilidad”; concepto que, por cierto, se lo ha pervertido y trivializado en extremo, incluso cuando con él se quiere maquillar el desarrollo presentándolo como sustentable.

Los Derechos de la Naturaleza centran su atención en la Naturaleza, que obviamente incluye al ser humano. La Naturaleza vale por sí misma, sin importar los usos que le den las personas, implicando una visión biocéntrica. Estos derechos no defienden una Naturaleza intocada. Estos derechos propugan mantener los sistemas y conjuntos de vida. Su atención se fija en los ecosistemas, en las colectividades.

Pero hay que ir más allá. No se trata de buscar un equilibrio entre economía, sociedad y ecología; menos aún usando como eje articulador abierto o encubierto al capital. El ser humano y sus necesidades deben primar siempre sobre el capital, pero jamás oponiéndose a la armonía de la Naturaleza, base fundamental para cualquier existencia.

Esta combinación de aproximaciones es clave.

«Recuperar y construir relaciones de armonía con la Naturaleza es la gran tarea. Hay que parar su explotación desenfrenada; hay que desmercantilizarla; tenemos que reencontrarnos con ella asegurando su regeneración, desde el respeto, la responsabilidad y la reciprocidad, desde la relacionalidad.»

Hacia el pluriverso, un mundo sin pandemias…

En una época en la que el neoliberalismo y el extractivismo desenfrenado brutalizan la vida diaria de los ciudadanos y las ciudadanas de todo el mundo, en particular de los habitantes del Sur global, es primordial que voces contestatarias y movimientos populares se comprometan en un esfuerzo concentrado de investigación, participación, diálogo y acción, inspirado en los movimientos de base y a los cuales, a su vez, les rindan cuentas. Necesitamos nuestras propias narrativas. Los actos de resistencia y re-existencia dan esperanza aquí y ahora. Y por eso hablamos de que ya se puede escuchar la respiración de un futuro diferente en el marco del Pluriverso: un mundo donde quepan todos los mundos, garantizando la vida digna a todos sus seres humanos y no humanos.

Es la hora de las estrategias y las luchas en todos los niveles escalares de acción. Un punto de diferencia, que necesitamos explorar, es la dirección de nuestros esfuerzos. No se puede esperar mucho de los niveles de los estados nación o los ámbitos globales, pero hay que intentar incidir incluso en ellos, aunque sea para negociar algunas conquistas. El campo de acción aparece en donde y desde donde actuar propiciando vidas mancomunadas, en espacios comunes cohabitados por lo plural y la diversidad, con igualdad y justicia, con horizontes colectivos, para resistir el creciente autoritarismo y construir simultáneamente los buenos convivires.


*Alberto Acosta es un economista ecuatoriano. En la actualidad es profesor universitario, conferecista y sobre todo compañero de lucha de los movimientos sociales.

Fuente: http://www.servindi.org/
Compartido por Alberto Gutiérrez Arguedas.

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