Ir al contenido principal

Etiqueta: democracia

Seguridad ciudadana y discursos autoritarios en Voces y Política

Este miércoles 5 de mayo tendremos el programa: “Miércoles de Girasol: Seguridad ciudadana y discursos autoritarios” con la participación de Hazel Villalobos de FUNPADEM.

El programa será conducido por las estudiantes Valentina Albini, Alisson Hernández y María Fernanda Monge.

Esperamos su participación en nuestras redes sociales o por medio de llamada telefónica al 2234-3233.

Miércoles 5:00 pm en Radio Universidad 96.7 FM y véanos a través del Facebook de Radio Universidad de Costa Rica https://www.facebook.com/radiouniversidad

UCR: Autoridades universitarias resaltaron la importancia de la democratización de la educación superior

La actividad se realizó en el Museo Regional de San Ramón con la participación de autoridades universitarias, representantes de instituciones y comunidad universitaria. Foto Grettel Rojas Vásquez.

La conmemoración del 55 aniversario de la Sede de Occidente se realizó el pasado 20 de abril

La democratización de la educación superior pública, su importancia y los retos actuales, fue el tema que predominó en las intervenciones realizadas por las autoridades universitarias en el acto oficial de conmemoración del 55 aniversario de la Sede de Occidente, que se llevó a cabo el pasado 20 de abril en el Museo Regional de San Ramón.
 
Con una sesión del Consejo Universitario, se rememoró aquel 20 de abril de 1968, en el que el Centro Universitario Regional en San Ramón (actual Sede de Occidente) inició su labor, y que ha sido el punto de partida para el proceso de regionalización y democratización de la educación superior.
 
El Mag. Maynor Badilla Vargas, director de la Sede de Occidente, señaló que en esta celebración  “es fundamental dimensionar la envergadura de esta decisión, y reconocer en este proceso la huella indeleble que dejan las Sedes en los miles de profesionales que han podido optar por una educación superior de calidad cerca de sus comunidades, con procesos contextualizados a su entorno, y en espacios en los que se pueden desenvolver con mayor libertad”.

Badilla compartió con los presentes algunas cifras importantes que reflejan lo hecho por la Sede de Occidente en el 2022, y destacó que estos números reflejan los esfuerzos que se hacen a diario, la diversidad de actividades que se realizan más allá del ámbito académico, así como la relación permanente con las comunidades. 
 
Aseguró que “las Sedes permiten democratizar el conocimiento, contribuir con el acceso a la educación superior, y a su vez, fomentar que las personas puedan retribuir a sus comunidades de manera directa mediante los proyectos en los que participan en Acción Social e Investigación. La visión que hubo hace 55 años sigue teniendo eco, y se debe fortalecer para continuar el legado y el patrimonio que la Universidad ha procurado defender”.
 
El Dr. Carlos Araya Leandro, representante de Sedes Regionales y director a. í. del Consejo Universitario, destacó que “la regionalización universitaria se ha convertido en un elemento fundamental para la democratización del acceso a la educación superior pública y es un motor de oportunidades para la movilidad social y para la mejora en las condiciones de vida de miles de personas estudiantes, graduados, de sus familias y de sus comunidades”.
 
Explicó que para la Universidad de Costa Rica, la regionalización tiene un carácter estratégico que permite impulsar un proyecto de país consciente de su diversidad, acorde con un modelo de sociedad que contribuya a promover la equidad y la justicia social.

Araya aseguró que actualmente se enfrentan retos importantes, ya que se vive una época en la que la libertad de pensamiento es agredida por el poder, debido a que “los espacios de libertad siempre han resultado incómodos para quienes intentan imponer decisiones y acciones particulares como si fueran de todos, y para quienes disfrazan el interés singular como interés general”.
 
Ante esto destacó que “la pertinencia de las actividades académicas en nuestro país nunca ha sido tan evidente como ahora, cuando sobre nosotros se ciernen grandes amenazas y desafíos como el cambio climático, la seguridad alimentaria, la violencia social, la inequidad de género, la exclusión, la pobreza y la desigualdad, en cuya superación son igualmente importantes las contribuciones de las ciencias básicas, de la salud, las ingenierías, las humanidades, las artes y las ciencias sociales”.
 
Por su parte, el Dr. Gustavo Gutiérrez Espeleta, rector de la UCR, resaltó la importancia de contribuir a la construcción del saber desde perspectivas descentralizadas, atendiendo las voces comunitarias y las necesidades regionales, y especialmente, la labor de la democratización del conocimiento.

“Me quisiera detener en esta palabra democratización, puesto que en tiempos reciente se ha desvirtuado su significado y su esencia ante la opinión pública. Así como la autonomía, son términos que se han sometido a manipulaciones y tergiversaciones en detrimento del honor y el valor que realmente merecen, especialmente en un contexto de referencia hacia las universidades públicas” aseguró.
 
Gutiérrez mencionó que en este aniversario es relevante recordar que la democratización del conocimiento implica reconocer que no existen verdades absolutas y que la universidad es la primera que debe protegerse de tales. “El respeto por esta diversidad implica también un respeto por el conocimiento ancestral, el conocimiento empírico y los saberes tradicionales sin desmeritarlos ni desprestigiarlos ante el conocimiento académico. La combinación de todos ellos, sin duda, es un terreno fértil para crear nuevos puntos de vista y maneras de atender y entender el mundo”.
 
Gutiérrez aseguró que rememorar estos inicios es un ejercicio de muchísimo valor porque ayuda a poner en perspectiva todo lo que se ha logrado a lo largo de más de 5 décadas de trabajo continuo con y para las comunidades. “La regionalización, y su correspondiente democratización del conocimiento, no serían posible sin la autonomía que gozan las universidades públicas”.

El rector concluyó su intervención con un mensaje esperanzador para toda la comunidad universitaria “que estos 55 años de aporte al desarrollo regional nos sirvan de motivación, para seguir adelante con la delicada labor de  siembra, para que cada persona tocada por  la universidad, sea en sí misma, tierra fértil para seguir cultivando ideas, innovaciones y oportunidades”.

La actividad completa se puede ver en http://ucr.cr/r/V3lQe

 

Grettel Rojas Vásquez
Periodista Sede de Occidente de la Universidad de Costa Rica

Improvisar con la seguridad pública daña la democracia

Pronunciamiento:

El PAC propone al Poder Ejecutivo que se reestablezcan las jornadas 6×6, esto con el fin de no afectar a las fuerzas policiales en el desarrollo de sus rutinas personales, así como gestionar la adecuada dotación de recursos para mejorar las condiciones de trabajo, asociación, remuneración salarial, alimentación, transporte, alojamiento y capacitación.

Además, reiteramos la necesidad de retomar las operaciones periódicas conjuntas, llamadas mega operativos que fueron muy efectivas; así como fortalecer el programa comunitario “Sembrando seguridad” y otras estrategias de prevención integral.

Como partido político recordamos que durante los ocho años de gobierno PAC se dieron avances en la profesionalización de la fuerza pública, la generación y planeamiento de nuevas delegaciones, centros penitenciarios y la dotación de equipo móvil terrestre, aéreo y marino. Así como la implementación de un enfoque preventivo, entendiendo que el mayor enemigo de la seguridad de un país es la falta de oportunidades de desarrollo personal y empleo de nuestros habitantes.

Es prioritario convocar y apoyar el expediente legislativo de extinción del dominio presentado desde el 2015, que permitiría “quitar bienesal narcotráfico para financiar un modelo de prevención civilista.

Finalmente, hacemos un llamado al Gobierno para que oriente sus acciones en la ruta que establecen los artículos 9 y 11 de nuestra Constitución: Artículo 9 “El Gobierno de la República es popular, representativo, participativo, alternativo y responsable. Lo ejercen el pueblo y tres Poderes distintos e independientes entre sí. El Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial. Ninguno de los Poderes puede delegar el ejercicio de funciones que le son propias…”

21 de abril de 2023.

COMISIÓN POLÍTICA – COMITÉ EJECUTIVO NACIONAL

PARTIDO ACCIÓN CIUDADANA

El falso patriotismo

Adriano Corrales Arias*

Ante el otorgamiento del Benemeritazgo de la Patria a la artista del canto popular, Isabel Vargas Lizano (1919-2012), mejor conocida como Chavela Vargas, muchos ticos se rasgan las vestiduras negando dicho reconocimiento porque, entre otras lindezas, la galardonada “no quería a su patria”, “no amó a Costa Rica”, “negó su tierra natal y se acogió a otra patria”, “cantaba feo”, “era una resentida social”, “era lesbiana y borracha”, “nadie la conoce” y otras más. (Todas las anteriores las he tomado al azar de las redes sociales; las había más crudas, violentas y misóginas, tanto de hombres como de mujeres).

No vamos a repetir la historia, pero recordemos que Chavela nació en San Joaquín de Flores, Heredia, y a los diecisiete años marchó a México donde, con cuantiosas carencias y peripecias, forjó su vida artística hasta convertirse en una reconocida cantante internacional. Tanto allá como aquí, conoció el desprecio y la marginalidad, ya por su opción sexual, ya por su calidad de extranjera, en algunos momentos casi con status de refugiada. En la madurez se sobrepuso al alcoholismo y quiso retirarse a morir en Costa Rica, pero su regreso, cual círculo vicioso, despertó la cizaña y la violencia simbólica contra su persona y, entonces, retornó a México alicaída y perturbada; de allí su célebre frase: “una mexicana nace donde le da la gana”.

Debo anotar que son decenas los artistas e intelectuales costarricenses quienes han debido marchar a México, o a otras naciones, en condición de autoexilio o de expulsión directa, como el caso de nuestra María Isabel Carvajal, reconocida como Carmen Lyra. Entre muchos, destaco al gran escultor “mexicano” Francisco “Paco” Zúñiga, a la extraordinaria poeta Eunice Odio, cumbre de nuestra poesía y a la gran narradora Yolanda Oreamuno, quien murió en brazos de Eunice y antes había confesado, en una carta a Joaquín García Monge, que, por favor, no la consideraran costarricense. Como dice un buen amigo, ha sido “una oleada de excepcionales costarricenses que encontraron en la generosidad y solidaridad del «Méjico lindo y querido», terreno fértil para hacer fructificar su obra artística”.

Lo que llama sobremanera la atención es que muchos de esos ticos, con una sensiblería patriótica exacerbada, aplauden el intento de venta del Banco de Costa Rica, la quiebra y posible privatización de la nodriza madre de nuestras instituciones, la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS), el desmantelamiento del sistema educativo, tanto del MEP como de las universidades públicas, y un largo etcétera. Allí no hay patriotismo que valga, ni defensa de instituciones fundamentales para nuestra democracia. Muchos de ellos, cuando celebran sus fiestas, se desgañiten con un ranchera mexicana, un reguetón puertorriqueño o una cumbia colombiana, ignorando por completo la notable producción musical criolla. Los segundos son ejemplos ramplones quizás, pero de alguna manera indican esa toxicidad chauvinista y mezquina propia del tico promedio, que no del costarricense informado respecto de las fortalezas y debilidades de este país, por tanto defensor de su patrimonio tangible e intangible.

He dicho en diversos artículos que allí se incuba la diferencia entre costarricense y tico. El primero, por ejemplo, no pierde su prosodia distintiva, el ustedeo y voseo; mientras que el segundo es un imitador, es quien tutea de manera impostada o se aferra a formas extranjerizantes, tanto en el habla como en sus hábitos culinarios y de vestimenta, para no ir muy lejos y hablar de su impronta descalificadora y pachotera. Es ese individuo que niega lo auténticamente propio, pero defiende lo menos representativo, tipo folclor paródico y advenedizo que hace mofa del campesino o de los sectores populares. Entiende que esa es su “Costa Risa”.

La patria es nuestra infancia y nuestra adolescencia. Allí se conforman nuestros valores o disvalores (depende del contexto) y se modela nuestro aprecio por el terruño: el paisaje, la lengua, la culinaria, los ritmos y expresiones corporales, entre otras acciones y confrontas socioculturales. Luego entendemos que hay dos “patrias”: una sesgada y tóxica, otra auténtica y prístina. La primera nos contamina de patrioterismo y chauvinismo puesto que representa la ideología de los sectores dominantes, en general antipatrióticos; son ellos los que conducen la contrarreforma neoliberal, es decir, el desmantelamiento del estado social de derecho. La segunda la portamos con nosotros siempre, es auténtica por razonada, crítica, inclusiva y solidaria; por eso puede decirse que un costarricense, en efecto, se desenvuelve donde le da la gana.

*Escritor.

Seguridad Ciudadana: retos en democracia

Voces y Política

Hoy miércoles 12 de abril tendremos el programa: Seguridad Ciudadana: retos en democracia, con la participación Hazel Villalobos- FUNPADEM.

Esperamos su participación en nuestras redes sociales o por medio de llamada telefónica al 2234-3233. Miércoles 5:00 pm en Radio Universidad 96.7 FM y véanos a través del Facebook de Radio Universidad de Costa Rica.

Palabras gastadas

Manuel Delgado

En el mundo feliz de Huxley, la palabra “padre” se había convertido en “obscena”. Bastaba con escucharla para que los muchachos se pusieran colorados. En ese mundo de reproducción artificial, donde el sexo era solo una diversión de los recreos del colegio, quien dijera tener un padre (situación inusitada) era víctima de un “bullying” tan macabro que podía conducir incluso al suicidio.

Hay un grupo de conceptos con los que ocurre aquello que mencionaba Maiakovski de su pasaporte soviético. La roja libretilla era “como una bomba, como a un erizo, como una navaja afilada, como una víbora de cascabel de veinte aguijones.” Habrán ustedes adivinado ya que estoy hablando de conceptos tales como imperialismo, lucha de clases, internacionalismo proletario y otros por el estilo.

Y no me refiero solo a exactamente a las palabras. Las palabras, como dice el dicho, se las lleva el viento. Hablo del concepto como de una unidad del pensamiento que es capaz de reflejar un ente externo y que nos conduce al conocimiento de la realidad. Cuando digo casa o árbol, hablo de cosas más o menos estáticas. Los conceptos son más que eso, son expresiones de unidades de un proceso, reflejos de fenómenos externos, sociales en este caso, que nos permiten entender el pasado y el presente de una realidad, su movimiento, su devenir, que en definitiva es lo verdadero.

Esos conceptos, como todos los demás, no son imposiciones de la mente, no son caprichos. Son el resultado del movimiento exterior de la realidad. La mente lo que hace es captarlos, darles una expresión verbal y ponerlos en conexión con todo el conjunto del conocimiento humano. Eso es lo que se llama ciencia.

Esta dictadura mediática que nos domina es la que presiona todos los días para que abandonemos conceptos fundamentales de la ciencia social y de la acción política. Esos mismos agentes han sido exitosos en muchos aspectos, pero sobre todo en este de hacer enrojecer el rostro de muchos dirigentes sociales honestos que temen ser incluidos en el rosario de los motes descalificadores y ser llamado “dogmáticos”, para repetir solo uno. Entonces se habla de una llamada nueva izquierda, que hace esfuerzos por convencer de que es diferente y que, en esencia, pretende impulsar un cambio dentro de los límites de la decencia.

El proceso de transformaciones revolucionarias que vive la América Latina y que ya lleva veinte años, contiene rasgos específicos para cada país, pero comparte movimientos comunes, características continentales e incluso mundiales. Ellos no provienen de la voluntad o el capricho de los dirigentes, sino de procesos reales, de estructuras sociales existentes en el exterior de nuestras mentes. Son exigencias sociales que se imponen por encima del discurso.

La primera de esas características, y que conlleva una de esas palabras “obscenas”, es la lucha contra el imperialismo. La revolución latinoamericana sigue siendo antiimperialista o no sería una revolución. Es la presencia extranjera dominante, ese estatus de dependencia, la que ha determinado desde hace más de un siglo y sigue determinando los rasgos esenciales de la economía y, en general, toda la vida de los países de la región. Gusten a no los términos, América Latina es un conjunto de países dependientes en lo económico, en lo financiero, en el comercio exterior, en lo cultural, en lo político, en lo militar, de una potencia extranjera. Sin una ruptura de esa dominación no será posible pensar siquiera en desarrollo, justicia social, paz y democracia.

Ahora hay una corriente que afirma que el imperialismo o ya no existe o ha cambiado de esencia, y que Estado Unidos, bien porque ya no es tan fuerte como antes, bien porque haya perdido interés en el continente o bien porque es un mal menor frente a “otros imperios”, ya no representa un peligro ni económico ni militar o que, en todo caso, se pueden negociar mejores condiciones de esclavitud y permitir avances en medio de las mismas relaciones de antes, solo que un poco modernizadas. (Esa misma visión tampoco es nueva. Reaparece en la historia cada cierto tiempo. Después de la Segunda Guerra Mundial surgió el llamado “browderismo”, impulsado por el Partido Comunista de Estados Unidos. Este afirmaba que el imperialismo había cambiado de esencia, y que se había convertido en una fuerza de paz y progreso mundial. Muy pronto la vida les mostró su error.)

Hay que decir, en primer lugar, que el imperialismo no ha cambiado su esencia creada a comienzos del siglo XX. Pueda que a algunos no les guste usar la palabra “imperialismo”. Le suena a antigua Roma o algo parecido. Pero el concepto de ese fenómeno histórico sigue presente y dominante. Otras formulaciones como globalización, economía global, internacionalización de la economía o de los capitales, etc., no logran expresar la esencia de ese fenómeno, que no solo tiene que ver con el comercio mundial y con el movimiento internacional de los capitales y las mercancías, sino que envuelve la vida entera, precisamente por su carácter universal. Hoy el capital financiero juega un papel mucho más relevante de cuando se acuñó el término (hace poco más de un siglo) pero el capitalismo sigue siendo igualmente el poder monopólico de las grandes compañías, agresivo, antidemocrático y expansionista.

La presencia del capital extranjero en las economías de los países periféricos no ha disminuido ni estas han logrado crear sistemas económicos capaces de aspirar a su independencia. Al revés, pese a muchas décadas de inversión directa, ha crecido la brecha entre nuestros países y las economías metropolitanas y ha crecido la brecha de mercado mundial, es decir, la diferencia, negativa para nosotros, entre importaciones y exportaciones no solo de mercancía sino también de capitales. Este fenómeno se ha acentuado en el presente siglo, en que la inversión extranjera se ha multiplicado con creces al tiempo que aumenta la dependencia financiera de todos los países tercermundistas y, en particular, de América Latina.

Además, el imperialismo no es solo un fenómeno económico y comercial. Es un entramado que cubre toda la vida social. Desde siempre fue una fuerza retardataria del avance social y político de la zona y es padre directo del fascismo y de las dictaduras. Como decía el filósofo Nicos Poulantzas, en su libro “Fascismo y dictadura”, “el que no quiera hablar de imperialismo también debería callar en lo que al fascismo se refiere».

Estados Unidos no ha perdido su interés en la región. Presiona por todos los medios contra las fuerzas progresistas y recurre a las oligarquías corruptas y sus grandes medios de prensa, como siempre ha hecho, para alentar la subversión, el desorden, las rupturas del orden legal y constitucional de los países, y al chantaje del comercio internacional, especial por sus cercos económicos con los que ha mantenido por muchos años contra Cuba y contra Venezuela.

Las relaciones de dependencia con Estados Unidos no solo afectan la economía. Mientras esas relaciones se mantengan, nuestros países no podrán avanzar en ninguno de los demás aspectos, pues esta es la fuerza retardataria fundamental de nuestras relaciones sociales y económicas. Jamás podremos salir de manera efectiva y duradera ni del subdesarrollo, ni de la pobreza, ni de la desigualdad, si antes o al mismo tiempo no liberamos a nuestras naciones de esa dominación global. Predicar lo contrario es engañar a los electores, para no decir que a los pueblos.

Algunos teóricos predican acercamientos en vez de confrontaciones, como si las confrontaciones vinieran de nuestro lado. Las negociaciones y los acercamientos son siempre plausibles en cualquier ámbito de la vida, incluida la política, pero resulta demasiado ingenuo pensar que podemos superar la dominación imperialista mediante negociación con el mismo imperialismo.

Aquí yo siempre recuerdo el chiste del perrito de Pávlov que me contó un amigo. Pávlov fue el científico ruso que estudió las conductas reflejas. Trabajaba con perros y les enseñó que cuando ellos hacían sonar una campana de su jaula, recibían alimento. Un día llegó un perrito nuevo y el otro ya veterano, refiriéndose a su amo, le dijo: “Vea como lo tengo bien condicionado: yo toco la campana y él me da comida”. Aclaro que en la historia real las investigaciones del científico eran diferentes, pero el chiste ayuda a comprender que muchas veces pretendemos manejar las riendas, cuando en la realidad estamos siendo manejados por otros que sostienen los aperos con que nos atan. Pretenden algunos que haciendo concesiones en algunas cosas pueden obtener ventajas. Pero las concesiones, por lo general, son un camino sin regreso.

En las circunstancias actuales, aún más que antes, Estados Unidos y sus aliados europeos buscan dividir a los pueblos y a los gobiernos progresistas. La única respuesta valedera frente a eso es la solidaridad. La lucha antiimperialista es la lucha por la independencia nacional por una mano, y es a la vez la solidaridad internacional por la otra. Cada golpe que se le da a un gobierno progresista es un golpe contra todos y, sin pretender ser adivino, estoy convencido que la revolución latinoamericana alcanzará la victoria si la logra un grupo de naciones y sus gobiernos conjunta y solidariamente. Ningún país podrá superar el pasado por su cuenta, aislado de los demás. No lo hicieron hace 200 años, cuando la pelea independentista exhibía esa característica internacional, transfronteriza, menos se lograría hoy, cuando nos enfrentamos a una estructura imperial mucho más poderosa.

El segundo rasgo esencial de nuestras revoluciones es su carácter democrático. En todas las naciones del continente ese es no solo un punto pendiente, sino además un clamor popular. Los países latinoamericanos buscan superar las dictaduras de tantas décadas así como sus secuelas, darle a las sociedades seguridad jurídica para elegir a sus gobernantes y brindarle a sus pueblos regímenes de garantías de convivencia social, de derechos humanos y de paz.

Eso se ha hecho más evidente en naciones de grandes tradiciones represivas: Chile, Colombia, Honduras. Pero también en Brasil, Argentina y Uruguay, en donde los gobiernos de izquierda nacen de largo periodo de la dictadura. Lo mismo ocurre en todos los demás países y no hace falta recordarlo.

Decía Gustavo Petro que su movimiento no pretendía instaurar el socialismo, sino el capitalismo. Esa frase tan paradójica muestra en gran parte el sentido de la lucha latinoamericana. En este aspecto, se trata de crear regímenes de garantías constituciones y de libertades públicas garantizadas semejantes a las instauradas por las revoluciones burguesas europeas, y, por otro lado, establecer relaciones de respeto e impulso a la producción que siempre ha estado atada a las carlancas del pasado: salarios miserables, relaciones no justas, mercados manejados por las oligarquías locales.

Es el mismo sentido que encierra el concepto de “revolución democrática”: un cambio social que elimine las ataduras del pasado y que permita relaciones económicas capitalistas modernas.

Pero aquí como en todo el análisis no puede ser plano, unilateral. Tiene necesariamente que ser dialéctico. Lo cierto es que esta era de revolución, que ya lleva casi un cuarto de siglo, se ha visto obligada a trabajar dentro de los cánones constitucionales heredados del pasado. Los cambios se hacen utilizando las viejas instituciones, siempre dentro de la dinámica de esa institucionalidad creada en la época de la independencia y después de las guerras civiles que la siguieron, una democracia representativa y de división de poderes que hoy es insuficiente para crear una auténtica democracia del pueblo. Siempre me he preguntado cómo fue posible que después de quince años de revolución el ejército boliviano se aliara con los golpistas contrarrevolucionarios. ¿No se plantearon los dirigentes de la revolución un cambio en esas instituciones?

En noviembre de 1971, Fidel hizo una visita de 23 días a Chile. Presidía el gobierno chileno Salvador Allende. Durante su larga visita, el líder cubano expresó diferencias respecto a la decisión chilena de la “defensa del régimen democrático” de Allende y la “necesidad de ir a unas formas de acción más insurreccionales” de Fidel.

Uno de los hechos más recordados de esa visita fue el regalo que Fidel le hizo a Allende de un fusil AK-47. El regalo no fue público, posiblemente por solicitud de los chilenos, pero fue ampliamente divulgado. Era evidentemente una entrega simbólica, que manifestaba una lectura de los que estaba sucediendo en el país suramericano. El líder cubano no se proponía en su visita crear un ejército revolucionario, como acusaba la derecha. Lo que sí quedó claro es que era una ingenuidad pretender que los militares iban a respetar el voto popular. ¿Se puede hacer una revolución en el marco de esa “democracia burguesa” (palabras usadas entonces por Fidel)? Nosotros respondíamos que sí, de la manera más acrítica, simplemente porque el partido decía que sí y nadie podía levantar su voz contra su mandato. Y el partido, por su parte, de una manera igualmente acrítica, respondía afirmativamente siguiendo de manera fiel a su partido hermano de Chile.

La respuesta la dio la historia. ¿Esa respuesta nos sirve de algo ahora, cincuenta años después? Las cosas por supuesto han cambiado mucho y nadie se atreve a recomendar un alzamiento armado. Más aún, los pueblos han demostrado que pueden hacer frente a intentonas subversivas de las oligarquías y aun con sufrimientos atroces han podido revertir los golpes en Bolivia, Brasil, Honduras y levantar cabeza después de las derrotas de Argentina y Ecuador.

Las comparaciones son odiosas, pero debe mencionarse que el caso de Cuba fue muy diferente y mucho más fácil, por la razón de que la revolución arrasó con el pasado no solo económico sino también político y le quebró la columna vertebral a la oligarquía, que prefirió huir a Miami. Quedó, por supuesto, la amenaza externa de Estados Unidos; pero dentro de las fronteras, un pueblo unido y listo para defender su revolución y su patria. Las revoluciones latinoamericanas se han visto precisadas a remodelar la casa con todos los inquilinos dentro, incluidas las oligarquías, dentro. Estas han lucrado don los avances en todos los campos, al mismo tiempo que conspiran, día a día, contra los poderes instituidos, contra la paz y la coexistencia democrática.

Sí no es aventurado pensar que las estructuras estatales heredadas del pasado, sus parlamentos, su prensa, sus tribunales de justicia, sus ejércitos, terminarán entrando en conflicto con las necesidades de cambios y con las transformaciones revolucionarias mismas. Se pondrá a la orden del día entonces la contradicción entre la revolución democrática y ese régimen que Fidel llamó, hace cincuenta años, la “democracia burguesa”. La forma de ese enfrentamiento no puede predecirse, pero los pueblos deben comprender que se producirá irremediablemente.

La tercera característica de nuestras revoluciones es su carácter popular. Eso quiere decir que la lucha por el bienestar popular es su tercer eje fundamental. América Latina se cansó de ser eternamente pobre. Y lo hace, curiosamente, en que las desigualdades sociales se agudizan.

En este contexto, los pueblos se unen en torno a la consigna de acabar con el neoliberalismo, es decir, de revertir las reformas hambreadoras que nos vienen azotando desde hace décadas. Los avances que han recibido las sociedades en este sentido son enormes. Los regímenes progresistas han sacado a muchos millones de la pobreza, sobre todo de la pobreza extrema, y han impulsado con éxito mejoras en todos los aspectos. Pero aun así, los avances no son definitivos ni seguros. Más aun, parecen frágiles y sencillamente reversibles. Pero tampoco son lo suficientemente profundos para convencer a las masas populares, que en una gran parte siguen atadas a los carros de los partidos políticos de la derecha.

Pese a los avances sociales, todos los países han sido escenario de luchas de la población por mejoras que los gobiernos no pueden conceder. Cada revolución y cada partido tiene un programa que aplica o pretende aplicar de manera segura y responsable. Pero en cada país, junto al apoyo consciente a las medidas aplicadas y las transformaciones prometidas, crece también el descontento. Las reformas necesarias parecen chocar con barreras infranqueables: el mercado internacional manipulado por las grandes corporaciones trasnacionales y sus gobiernos, es decir, por el imperialismo, y la rapacidad de oligarquías firmemente sentadas en el poder que se niegan a ver reducidos sus privilegios.

Ese avance contradictorio, de dar mucho pero no lo suficiente, los reflejaba el exvicepresidente de Bolivia Álvaro García Linera cuando afirmaba que los partidos progresistas en el gobierno cometieron el error de convertirse de partidos contestatario en administradores, de fuerzas del desorden a partidos del orden, y eso lo cobran las masas.

A los gobiernos les queda el asistencialismo que tiene grandes limitaciones: es muy costoso y poco sostenible, genera mucha corrupción y que no crea desarrollo. Para avanzar pareciera que tarde o temprano hay que ir más allá, hay que modificar la estructura económica. En otras palabras, no existe posibilidad de acabar con la pobreza y la desigualdad en los límites del capitalismo y las sociedades tendrán que proponer, en algún momento, posiblemente pronto, la necesidad de avanzar hacia un nuevo régimen, hacia el socialismo.

El sistema neoliberal se impuso por la fuerza, amparado en los regímenes dictatoriales. Eran, de otra manera, inviables. Por eso parece evidente que el neoliberalismo ya no tiene más aire, aunque teóricamente haya todavía espacio donde aplicar sus recetas. La pregunta es si existe una alternativa antineoliberal dentro del régimen capitalista. Esa contradicción entre los posible y lo deseable tiende a crecer, y terminará por hacer crisis.

Hace ochenta años José Figueres Ferrer publicó un folletito titulado “Palabras gastadas”. En él hace comentarios acerca de tres conceptos: libertad, democracia y socialismo. Interesa aquí este último. Allí hace severas críticas al capitalismo, un régimen “cuyo fruto es la pobreza”, que “derrocha energías despiadadamente al duplicar servicios sin necesidad, al destruir mercancías por especulación”, a cuyos subalternos “denigra, y cuyos esfuerzos trata de obtener por la menor compensación posible” y, “lo peor de todo, enarbola con fiereza la bandera milenaria del antagonismo”.

Como solución a este mundo carente de sentido humano, propone un nuevo estado de cosas que él llama socialismo, un régimen donde “los hombres competentes de la industria y el comercio, los poseedores de la riqueza (se den cuenta) de que su actividad es realmente social y no privada”.

Un mundo de capitalismo humano, basado en la cooperación que nace de la convicción subjetiva de los hombres, en particular, de los poseedores del capital, y apoyado por una izquierda revolucionaria que él llama a la refundación sobre postulados “racionales”.

Con esta filosofía aparentemente primitiva se montó un régimen social exitoso, que dirigió al país durante tres décadas, desde 1952 hasta comienzos de los ochentas. Es el socialismo democrático o socialdemócrata, que dio origen al estado social de derecho que se nos ha ido como resultado de las políticas neoliberales y que muchos sueñan con hacer retoñar. Es la nostalgia del viejo terruño, que sirve en los discursos para hacer ver cuán traidores han sido los viejos dirigentes que otrora promovieron ese estado, pero que no puede ser base de un programa de transformaciones políticas hoy día. La vieja sociedad del socialismo democrático ya no volverá. No lo permiten ni las condiciones internacionales ni las realidades económicas y sociales actuales. Ellas tuvieron como centro un proyecto desarrollista de una burguesía nacionalista y proteccionista que ya no existe, un campesinado que ya ha desaparecido y un proletariado que ya dejó de creer en esas promesas. Estaba, además, inspirado en un clima internacional promovido también por Estados Unidos, primero con el ejemplo del New Deal y luego por los programas de la Alianza para el Progreso a la AID. Ese viejo régimen se inspiró en un clima internacional que favorecía el proteccionismo y el desarrollismo, tendencias que hicieron crisis al enfrentarse con la globalización surgida a partir de los ochentas.

En resumen, el estado social de derecho solo puede rescatarse y desarrollarse sobre nuevas bases sociales, económicas y de relaciones internacionales. Esas bases exigen un régimen económico socialista y una redoblada lucha por la independencia nacional y contra el imperialismo.

Pero todo esto se oculta. Vivimos la época de las posverdades y las posmentiras, del lenguaje suave, medio en clave, cribado de palabras obscenas, admisible en las mesas decentes y en los medios de comunicación socialmente admisibles.

Algunos se conforman con pensar que sí, el socialismo vendrá, pero falta tanto para eso que lo mejor es ocultarlo mientras tanto, como si el problema fuera de fechas, como si no fuéramos capaces de entender que las batallas de mañana se pelean todos los días. El carácter inmediato de esa revolución que hará surgir el socialismo no se resume a un problema de fechas. La flor y el fruto no son entidades distintas, pero aunque falten días para que se nos aparezca como fruto, la flor es ya fruto, lo es inmediatamente, porque encierra en sí toda la constitución del fruto, constitución que está en movimiento desde el momento cero, desde antes de que exista incluso la flor misma. Esa es la dialéctica del desarrollo. Solo que en política las cosas no ocurren de una manera natural, como en patio de nuestra casa, porque ella engloba también la acción humana consciente. Cultivar esa acción consciente es una obligación. Es un problema de autenticidad personal, un problema ético. Pero sobre todo es una necesidad política, la necesidad de preparar el ejército para los combates actuales teniendo en la mira los combates futuros.

El discurso es un factor actuante, transformador. Las palabras no se convierten en acción, ellas son directamente acción política. Emplear el discurso en forma adecuada es una forma de lucha. Hablar es actuar. Callar es renunciar a la lucha. El discurso es, en sí mismo, un acto revolucionario.

¿Peligran las democracias formales?

Germán Gorraiz López– Analista

Como explica el escritor Samuel Huntington en su libro “The Third Wave,” (Tercera Ola, 1.991), el mundo ha pasado por tres olas de desestabilización y democratización. Según Huntington, una ola de democratización sería “un conjunto de transiciones de un régimen no democrático a otro democrático que ocurren en determinado período de tiempo y superan a las transiciones en dirección opuesta durante ese período y que también implica la liberalización o la democratización parcial de sistemas políticos”. Así, en el mundo moderno se habrían producido tres olas de democratización y cada una de ellas habría afectado a un número escaso de países y durante su transcurso algunos regímenes de transición fueron en una dirección no democrática; pero no todas las transiciones hacia la democracia ocurren durante las olas democráticas.

Primera y Segunda Ola

La primera ola comenzó en el siglo XIX y se extendió hasta la Gran Guerra y la segunda se produjo en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial y ambas fueron seguidas por una ola inversa, con países como Brasil, España, Portugal, Grecia, Granada, Brasil y Panamá que debieron realizar una posterior transición hacia la democracia, completado en la década de los 90 con la democratización de los países de la extinta URSS y Sudáfrica.

Tercera ola de democratización (1974-1990)

En su análisis de la tercera ola mundial de las transiciones a la democracia (iniciada en 1974 con la Revolución de los Claveles en Portugal), Samuel Huntington observó que las posibilidades de democratización aumentaron cuando estos países salieron de la pobreza y alcanzaron un nivel intermedio de desarrollo socio-económico, momento en el cual ingresaron en una zona de transición política. Hay que recordar que entre 1974 y 1990, más de treinta países en el sur de Europa, América Latina, el este de Asia y la Europa del este pasaron de un régimen autoritario a disfrutar de un sistema democrático de gobierno, todo ello en el marco de un tsunami global que quizá sea el acontecimiento político más importante de las postrimerías del siglo XX.

Según la tesis de Huntington, dicho sprint democrático se explicaría porque tras darse por finiquitada la distopía virtual de la Guerra Fría las dictaduras militares habrían dejado de ser de ser un instrumento útil para EEUU en la lucha contra el comunismo y ya no serían la solución sino el problema. Además, a pesar de que en los citados países no existía una tradición de cultura democrática, rápidamente entendieron que, si el poder continuaba residiendo en una élite que desconfiaba del sistema igualitario exportado por EEUU, siempre gravitarían alrededor de la égida de los intereses de dicha élite, lo que imposibilitaría sine die la asunción del poder por la sociedad civil.

Así, en 15 años la ola democratizadora se trasladó por Europa del Sur, saltó a Latinoamérica, se trasladó a Asia y finiquitó los sistemas autoritarios de los países postsoviéticos, (de lo que sería paradigma el hecho de que en 1974, ocho de los 10 países sudamericanos tenían gobiernos no democráticos y en 1990, 9 tenían ya gobiernos democráticamente elegidos), y según Freedom House, el 39% de la población mundial vivía en países libres en 1990, disminuyendo por primera vez la cantidad absoluta de estados autoritarios.

Cuarta ola democratizadora (2003-2013)

La llamada “Primavera árabe” (que tuvo su detonante en Túnez y se extendió por mimetismo al resto de países árabes del arco mediterráneo, Yemen e Irak durante la década 2003-2013), sería la primera oleada de protestas laicas y democráticas del mundo árabe en el siglo XXI, movimiento popular sin precedentes caracterizado por la exigencia de libertades democráticas frente a regímenes corruptos y dictatoriales y la mejora de las condiciones de vida de una población sumida en una pobreza severa y un desempleo estratosférico, contando además en el caso de Túnez y Egipto con el apoyo del Ejército.

Con dicha revolución asistimos a la llegada a los países árabes del arco mediterráneo de la Cuarta Ola mundial de transiciones a la democracia, aunque Huntington no otorgó en la década de los 90 ningún potencial revolucionario a los países islámicos, a pesar de reconocer “la fuerza de la revuelta islámica y las raíces tan débiles de sus respectivas democracias”. Sin embargo, el golpe de mano realizado por el Ejército egipcio contra Morsi escenificó el ocaso de la primavera árabe y a su posterior inmersión en la nueva estrategia de EEUU para todos los países que componen el tablero gigante del arco árabe-mediterráneo.

¿Nueva ola involucionista? (2013-2023)

Muchas de las elecciones democráticas de la última década han estado marcadas por acusaciones de fraude electoral (Nigeria, Ucrania, México, Bielorrusia, Honduras, Costa de Marfil, Tailandia, Pakistán y Afganistán), aislamiento internacional de los gobiernos democráticamente elegidos (Bolivia, Ecuador, Venezuela, Nicaragua y Franja de Gaza); pseudo-elecciones para intentar edulcorar golpes de mano blandos (Honduras, Ucrania, Egipto, Paraguay y Vietnam) y aceptación por la comunidad internacional de sistemas políticos devenidos en meros gobiernos autocráticos (El Salvador, Georgia y Bielorrusia). La autocracia sería una forma de Gobierno ejercida por una sola persona con un poder absoluto e ilimitado. lo que confirma el aforismo de Lord Acton “El Poder tiende a corromper y el Poder absoluto, corrompe absolutamente”.

La autocracia sería pues una especie de dictadura invisible sustentada en sólidas estrategias de cohesión (manipulación de masas y culto al líder) basadas en el control absoluto de los medios de comunicación y la censura y desprestigio social de los individuos refractarios al mensaje del líder. De ello serían paradigmas el primer ministro polaco Mateusz Morawiecki y el primer ministro húngaro, Viktor Orbán que habría convertido a Hungría en la primera autocracia europea o “democracia no liberal”, doctrina que por mimetismo adoptarán el resto de los países del Grupo de Visegrado (Eslovaquia y Chequia).

Estaríamos pues en vísperas de la irrupción en el escenario geopolítico de la nueva ola desestabilizadora mundial originada por causas económicas (el ocaso de la economía global); culturales (el declive de las democracias formales occidentales debido a la cultura de la corrupción; el déficit democrático de EEUU y la pérdida de credibilidad democrática de incontables gobiernos de países occidentales y del Tercer Mundo) y geopolíticas (la irrupción de un nuevo escenario geopolítico mundial tras el retorno al endemismo recurrente de la Guerra Fría entre EEUU y Rusia).

Nuestros niños, los más pobres

Manuel Delgado

Impactó la noticia de que nuestro país es el que tiene mayor tasa de pobreza infantil de las 38 naciones que componen la OCDE. Según esos datos, el 27% de los menores de 17 años viven en pobreza. Por cierto, a diferencia de la de otros países, nuestras cifras son del 2021, lo que quiere decir que toman en cuenta la situación creada por la pandemia del Covid-19, que presumiblemente empeoró la situación de la población, especialmente la de la más pobre. Es decir, en la realidad estamos peor de lo que dicen los datos de la OCDE.

Es, además, dice ese organismo, el segundo país con mayor desempleo (solo superado por España).

Es posible que ambas cifras tengan que ver, pues son las mujeres las más golpeadas por el desempleo y la pobreza. Y mujeres solas crían a la mitad de los niños que nacen en este país.

Para ese organismo uno de los motivos que explican este fenómeno es la cantidad de niños nacidos de madres adolescentes. Pero sucede que nuestro país redujo esos índices de manera ejemplar en la pasada década. El porcentaje correspondiente cayó de un 19% en el 2012 a un 9% en el 2021. Ese factor, el de ser hijos e hijas de madres adolescentes, sigue pesando, sin duda. Pero podríamos pensar que hay otros factores más decisivos.

El 70% de los niños que nacen en Costa Rica son nacidos fuera de matrimonio, y la mitad de ellos de madres solteras, es decir, sin pareja. Son un total de 24.140 pequeños. Y eso sí parece ser significativo, sobre todo porque las madres solteras siguen tomando la delantera. En el 2008 eran no más de 16.331.

Además, de los niños así nacidos, un 30% carece por completo de soporte económico de su padre.

La OCDE dice:

«La custodia de los hijos suele corresponder a la madre, quien frecuentemente tiene un ingreso personal menor que su expareja. Por consiguiente, no es de sorprender que el riesgo de pobreza (de 31%) de las familias monoparentales sea tres veces mayor que el de las familias con dos padres (10%) en toda la OCDE en promedio”.

Según el Banco Mundial (Oportunidades para reducir la pobreza en Costa Rica) “las madres solteras enfrentan desafíos mayúsculos. Sus ingresos laborales tienden a ser bajos y aquellos provenientes de transferencias públicas y privadas no resultan ser un complemento suficiente. Más de la mitad de todas las madres solteras pueden clasificarse como pobres y su situación pareciera haberse deteriorado en la última década”. La tasa de pobreza calculada por ese informe para las mujeres es de 27,7%. La de los niños de 0 a 14 años, del 40%.

El aumento de la pobreza infantil tiene esos componentes que tienen que ver con las malas prácticas de la sexualidad y la reproducción, la desigualdad a que se ve sometida la mujer, la poca efectividad de nuestras leyes y prácticas de paternidad responsable y muchas otras, que aparentemente tienen que ver con el comportamiento individual de las personas. Pero la verdadera causa no se encuentra allí. Está en un régimen social de por sí injusto, en la que el ser humano es mercancía de segunda, y donde los niños, por ser improductivos, por su vulnerabilidad y su dependencia, son los más sacrificados.

Resulta especialmente triste comprobar que los niños de todos los países de esa organización privilegiada, entre ellos el nuestro, sean el sector de la población que muestra mayores cifras de pobreza y que, además, representan un sector cuyo número va en aumento. Son más pobres que los ancianos, mucho, pero mucho más pobres que la media de la población adulta y además cada vez son más. Eso es así en todos los países, En España y en Israel, en Estados Unidos y en Francia, y más, como vemos, en Costa Rica.

Es el resultado más demoledor de un régimen estructuralmente injusto, cuyos males sociales se han agravado por las políticas de contención del gasto público y la privatización galopante.

Al fin y al cabo, la clave está allí, y el sacrificio de nuestros niños ante el altar del capital es un signo de la debacle de nuestro régimen social y político corrupto e inhumano. Esa sangre inocente clama por un cambio de régimen, que transforme esta democracia podrida que los condena a la muerte por otra democracia, popular, participativa, socialista.

«La hipocresía es el lenguaje de la corrupción»

El historiador Óscar Aguilar Bulgarelli indica que, durante la Cumbre Iberoamericana, el presidente de la República Rodrigo Chaves, dijo que se debe cuidar la educación, la cultura, el medio ambiente y la tecnología para no poner en peligro la democracia.

Para el historiador, este discurso es hipócrita y contradictorio, ya que en nuestro país la educación está siendo destrozada, con una ruta que lleva hacia el abismo. Asimismo, el sector cultura ha sido sistemáticamente abandonado y actualmente, está pasando uno de sus momentos más críticos, el cual está a cargo de una ministra que no está actuando en pro de su población. 

Por otro lado, Aguilar menciona que, dentro del sector de ciencia y tecnología, tanto el ministro como el presidente, quieren transformar el Ministerio en una subsidiaria de Zapote para hacer, por decreto, lo que el presidente quiera, sin ningún criterio técnico.