La dignidad desencadenada
Por Memo Acuña
Sociólogo y escritor costarricense
Hace algunos años fui invitado por la querida Cynthia Loría a observar la llegada de vuelos de personas deportadas al aeropuerto La Aurora, en Ciudad de Guatemala.
Cynthia es una costarricense radicada en aquel país desde hace años y labora para organizaciones que abordan el tema migratorio a nivel regional.
Siempre le estaré agradecido por la oportunidad que tuve en esa ocasión de constatar la forma como regresan estas personas. Muchas de ellas con la ilusión destrozada, sin esperanza y sin cordones en sus zapatos.
Esto último me pareció curioso y al preguntar la razón, se me respondió que es para evitar algún episodio de auto flagelación durante el vuelo de regreso.
Siempre pensé en la dignidad de quienes ven su sueño truncarse por alguna razón. En ese concepto y lo que implica en una hora de la humanidad en la que pareciera no tener ningún valor ya.
Lo pienso ahora al observar las imágenes de los primeros deportados provenientes de Estados Unidos bajando las escalinatas de un avión recién aterrizado en un aeropuerto en Brasil.
Como si fueran presidiarios condenados, son encadenados en sus manos y pies y así hacen el vuelo, así los obligan a caminar por la pista de aterrizaje mientras esconden sus caras para que la prensa no los capte en su vergüenza, así llegan a sus países de origen.
El odio se ha instalado como bandera.
Y provoca escenas como esta y otras más que se repetirán a lo largo de América Latina, adonde arrojarán a las personas migrantes como si fueran delincuentes o seres humanos descartables.
Temo una escalada de violencia xenófoba. Pero también siento venir la respuesta autónoma de quienes se niegan a encadenar su dignidad.
En esto acompaño las reflexiones de mi querida lectora de tesis doctoral Amarela Varela, que insiste en reconocer la fuerza de la migración y de quienes se movilizan por encima de la pornoindustria de la desafección.
Una manera de cambiar el enfoque victimizante, es reconocerles como sujetos activos y protagonistas de su destino. Apelo a ese enfoque y actitud. Ahí empieza el camino para que su respuesta sea efectiva y contundente. Ahí empieza su recibimiento como lo que son: seres humanos.