Skip to main content

Etiqueta: desmilitarización

Aspecto humanitario de la situación en Ucrania

Por A.N.Khokhólikov*

Estimados lectores, en este artículo quisiera abordar el aspecto humanitario de la operación militar especial de Rusia en Ucrania que considero como uno de los factores claves para entender las razones de la situación actual en este país.

En primer lugar hay que recordar que Ucrania desde la desaparición de la URSS en 1991 de acuerdo con los planes de largo alcance de los gobernantes en Kiev y de sus mentores norteamericanos y europeos se venía convertiéndo en un Estado “anti-Rusia”, con la prohibición total del idioma ruso, distorsión de la historia común de nuestros pueblos hermanos e incitación al odio a todo lo ruso. Eso fue impuesto sin importar la opinión del pueblo ucraniano.

Cabe recordar que la escalada de la violencia contra los ciudadanos ucranianos de origen ruso en las regiones de Donetsk y Lugansk (Este de Ucrania) empezó en 2014 cuando la Junta de nacionalistas apoyada por grupos neonazi llegó al poder en Kiev como resultado del criminal golpe de Estado. Durante los siguientes 8 años este régimen llevando la política tàcita de genocidio mató a 14 mil conciudadanos, incluso centenares de niños en Donbass (Donetsk y Lugansk). 4 millones de personas que viven ahí han sido llamados por los gobernantes ucranianos “especie”, “basura” y “no humanos” (“subhumans”) solo por querer ser dueños en su propia casa y no someterse al régimen neonazi, así como hablar el idioma de sus padres y abuelos. En este contexto se ve muy extraño e indignante, que ni los países del Occidente, ni la comunidad internacional no juzgaban necesario reaccionar adecuadamente al exterminio por Kiev de su propia gente durante casi una década. A propósito, ¿pueden nombrar otro país del mundo donde está prohibido hablar el idioma extranjero?

Por esto no es sorprendente que exactamente este país fue utilizado por sus mentores occidentales como base para la elaboración de los componentes de las armas bacteriológicas en el material genético de la raza rusa. Los recientes descubrimientos hechos por los militares rusos en laboratorios biológicos de Ucrania (en total 30) lo evidencian claramente. Parece que las ideas de fascismo nunca han abandonado las mentes de los que quieren dominar el mundo.

Rusia se vio obligada a iniciar la operación de la desmilitarización y desnazificación de Ucrania para proteger las vidas y los derechos humanos fundamentales de los habitantes de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk y parar su exterminio. En los primeros días de la operación se logró destruir la presa construida por los neonazis ucranianos, que bloqueó el Canal de Crimea del Norte y de esta manera restablecer el suministro de agua a los 2,5 millones de habitantes de la península de Crimea. En general la operación militar especial de hecho resultó ser una acción preventiva, tomando en cuenta los planes descubiertos del régimen de Kiev de lanzar una ofensiva amplia y feroz contra los territorios de Donbass y Crimea ruso en este mismo mes de marzo.

Quisiera recordar una vez más que la operación de Rusia no está dirigida contra el pueblo ucraniano, sino se ejecuta contra la infraestructura militar y el régimen neonazi de Kiev. Sin embargo, las fuerzas armadas y grupos radicales ucranianos están involucrando a los civiles en las acciones militares, utilizándolos como “escudo humano”, emplazando armamentos incluso pesados en las calles de las ciudades. Estas prácticas son puramente terroristas. Y como bien se sabe, con los terroristas no se negocian. Deben ser liquidados.

En vez de buscar compromisos el Gobierno ucraniano está contratando a mercenarios extranjeros y recibe cada día más armamento de los países de la OTAN. La situación se agrava por el aumento de la delincuencia como el resultado de la entrega incontrolada por las autoridades ucranianas de las armas ligeras a los civiles, a los elementos radicales y a los delincuentes liberados anticipadamente de las cárceles. La responsabilidad por estos crímenes recae por completo sobre actuales dirigentes de Ucrania.

Además, Kiev multiplica descaradamente las mentiras a su propia gente y al mundo entero. Un ejemplo elocuente son las acusaciones falsas contra Rusia del bombardeo del hospital infantil en Mariúpol, el cual en realidad fue convertido en una sede del regimiento neonazi ucraniano “Azov” después de evacuar todo el personal médico y pacientes.

La cara inhumana de las autoridades ucranianas se perfila tambièn en el ataque cruel realizado el 14 de marzo por las fuerzas armadas de Ucrania con un misil «Tochka-U» contra los civiles en el centro de la ciudad de Donetsk, donde la gente (en mayoría familiares y madres de los militares que participan en las hostilidades) fue convocada a través de las redes sociales para un mitin pacífico. Más de 20 civiles murieron, casi 30 personas, incluidos niños, resultaron gravemente heridas. Según comentó el Presidente Vladimir Putin, las autoridades ucranianas «golpean sin distinción, en las plazas, con el fanatismo y el frenesí de los condenados, como los nazis, que en los últimos días del Tercer Reich intentaban llevarse a la tumba el mayor número posible de víctimas inocentes». Los radicales en Ucrania siguen reteniendo a más de 4,5 millones de civiles ucranianos y 6,9 mil extranjeros de 21 países como rehenes, impidiendo su salida de las zonas peligrosas.

Quisiera subrayar que de su parte el Gobierno de Rusia está haciendo todo lo posible para proteger a los civiles y aliviar la situación humanitaria de la población ucraniana. Exactamente por esta razòn las tropas rusas no avanzan rapidamente destruyendo todo a su paso. Hay que recordar que siempre estamos abiertos al diálogo y uno de los objetivos centrales de las negociaciones ruso-ucranianas sigue siendo la coordinación de los corredores humanitarios. Desde finales de febrero el Ministerio de Defensa ha establecido una línea directa para resolver las cuestiones humanitarias relacionadas con la operación militar especial de Rusia en Ucrania, incluidas las solicitudes relativas a la evacuación de civiles. La respectiva base de datos ya incluye a 2,7 millones de personas que desean ser evacuadas, la mayoría hacia la Federación de Rusia. Más de 346 mil personas ya han sido evacuadas por las fuerzas rusas. El 8 de marzo los militares rusos organizaron la evacuación de la región de Jersón por ferrocarril más de 250 ciudadanos de Turquía, Ucrania, Egipto, Azerbaiyán, Pakistán, Suecia, Italia, Brasil, Marruecos y la India. Rusia entregó 4,3 mil toneladas de ayuda humanitaria a Ucrania. Además, se tomó la decisión que todos los estudiantes extranjeros, quienes no tienen posibilidad de graduarse en Ucrania, van a ser admitidos a las universidades rusas.

Para finalizar este artículo quisiera responder a la pregunta que está colgada en el aire: “¿Qué sucederá después?” Las atrocidades cometidas por la junta neonazi en Kiev y sus batallones neofascistas contra su pueblo no quedarán impunes. Estoy seguro: “A los culpables les espera un nuevo Nuremberg”.

Estimados lectores, todos los pueblos merecen vivir en paz, sin miedo constante de ser matados. La población civil de las regiones de Donetsk y Lugansk no tuvo esa oportunidad durante últimos 8 años. Ha llegado el momento de acabar con el genocidio y poner fin al sufrimiento de nuestros hermanos. No hay duda de que el neofascismo será derrotado y Rusia hará todo lo posible para que los pueblos rusos y ucranianos vivan en paz y buena vecindad.

A.N.Khokhólikov es Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la Federación de Rusia en la República de Nicaragua y concurrente en la República de El Salvador y la República de Honduras.

Compartido con SURCOS por Arturo Fournier.

Hacia un nuevo paradigma de Estado

Javier Tolcachier

Bajo el lema «Hacia un nuevo paradigma de Estado», el Colectivo político humanista de Ecuador organizó recientemente un conversatorio, en el que participaron desde Quito, el sociólogo y profesor universitario Hernán Reyes; desde Córdoba, el investigador del Centro de Estudios Humanistas y columnista de Pressenza Javier Tolcachier y desde Guayaquil, el integrante del colectivo Rafael Monsalve.

«Sigue el modelo de aquello que nace, no de lo que camina hacia la muerte.» Silo. Humanizar la Tierra (Imagen de Manseok kim vía Pixabay).

Reproducimos a continuación el aporte de Javier Tolcachier.

Pensar y construir un nuevo modelo de Estado no es ningún desvarío trasnochado sino una necesidad ante la evidente la caducidad de esquemas instalados hace poco más de doscientos años. Un tiempo considerable para un ciclo, si se toma en cuenta la aceleración histórica que atraviesa la humanidad.

Tal como sucedió en su momento con las monarquías y se verifica aún hoy en varios Estados en los que formalmente éstas subsisten, la institucionalidad estatal establecida presenta un funcionamiento de muy baja intensidad, en el que el ritual permanece pero ha perdido su alma.

Sin embargo, no es un asunto tan sencillo pensar y construir un futuro diferente. La dificultad reside por un lado en la resistencia de lo residual, pero también en el hecho de que nuestro modo de ver las cosas se ha forjado en un mundo de Estados, incluso viendo nacer muchos en la última oleada independentista de la posguerra en África y Asia.

Voy a tratar de aportar a esta conversación desde una escueta perspectiva histórica latinoamericano-caribeña.

Antes de entrar en las propuestas, quiero apuntar brevemente las lógicas que han operado en la condición de origen de los Estados actuales, que como veremos, no se condicen con las aspiraciones de desarrollo humano, entendidas como evolución dentro de los marcos culturales e históricos actuantes.

La matriz burguesa, colonial, patriarcal y las revoluciones recientes

Como todos sabemos, los Estados actuales surgen inspirados en la independencia estadounidense (1776) y en la Revolución Francesa (1789). En ambos casos, paralelo al principio de libertades individuales, las constituciones santificaron el principio de la propiedad. Tal es así que la esclavitud, pilar de la economía colonial, más allá de las declaraciones, recién fue abolida efectivamente a partir de la mitad del siglo XIX.

Algo similar sucedió en relación a las mujeres, que recién pudieron participar en la vida política -y todavía con enormes restricciones-, a partir de la segunda mitad del siglo XX. O sea: la base sobre la cual se fundaron los actuales Estados fue el ascenso burgués, la explotación colonial y el patriarcado.

A pesar de su clamor independentista, la institucionalidad de los estados de América Latina y el Caribe durante el XIX y el XX se miró en el espejo de lo que era considerado un “modelo civilizado”, es decir, aquel impuesto por las oligarquías locales, siempre con la mirada puesta en el Norte y por el poder neocolonial, con la mirada siempre puesta en las riquezas del Sur.

Mirada vigilante y entrometida que tuvo como sello permanente evitar todo disenso y toda rebeldía. Rebeldía con la que la revolución cubana pudo perforar el muro neocolonial, adoptando a partir de entonces un modelo de socialismo centralista, alejado del multipartidismo liberal.

Más recientemente, en los albores del nuevo milenio se producen tres revoluciones constitucionales, en Venezuela, Bolivia y Ecuador. Éstas reformulan la institucionalidad reivindicando los derechos de las poblaciones marginadas en el camino hacia democracias populares participativas.

Todas ellas se asientan en principios de autodeterminación, paz y justicia social, adoptando en el caso de Bolivia y Ecuador, en conexión con las características de sus poblaciones, conceptos como la plurinacionalidad, que abre la puerta a la incidencia de las culturas indígenas y afrodescendientes como sujetos de derecho pleno en la vida social y política en esos países.

Al mismo tiempo, todas estas constituciones refrendadas democráticamente mediante plebiscitos, incorporan una lógica de participación y contraloría ciudadana, superando la falta de real representatividad en el decadente esquema liberal. En todas ellas hay además una fuerte pretensión de fortalecer la autonomía local articulando el poder popular con los estamentos del Estado.

El avance positivo que este nuevo modelo representa para el pueblo se refleja en la férrea resistencia que enfrenta por parte de los poderes establecidos. En todos los casos, la oligarquía y el imperio se han esforzado por impedir primero, por poner trabas después y ahora por vaciar de hecho y contra todo derecho, las premisas de estas nuevas constituciones.

En la actualidad se está fraguando en el hermano Chile la posibilidad de una nueva revolución constitucional, la que tiene enormes posibilidades de configurarse desde el pueblo mismo, a pesar de las enormes trabas que ponen el oscuro legado dictatorial y las fuerzas económicas corporativas.

Nos toca pensar hoy más allá y colocar nuevos horizontes revolucionarios para la acción que retomen los elementos más evolutivos de estas últimas constituciones y propongan profundizar sus características humanistas con nuevos elementos.

Contenidos que sean acordes al futuro que se quiere construir, pero también que permitan adaptación incidente en las rasantes transformaciones que se verifican en el planeta en la actualidad. Propuestas que recojan el sentir de las generaciones jóvenes, de una mayor horizontalidad y paridad y de una definitiva despatriarcalización social.

Una institucionalidad acorde al futuro

Entendemos que el papel de la institucionalidad es formalizar un marco de funcionamiento común, que posibilite el libre desarrollo de todas y todos los habitantes. Por tanto, los futuros Estados deben poner en duda y contrarrestar la concentración de la riqueza, que indudablemente conspira contra la libertad de opción de las mayorías.

El derecho de todo ser humano a existir debe ser garantizado a través de un ingreso o renta universal, pensado no solo como base de subsistencia para las mayorías excluidas sino también ampliando la autonomía para decidir a cada persona en situación de dependencia.

La garantía social de existencia y la nivelación socioeconómica entre sectores, asiento necesario para la igualdad de oportunidades vitales, es un paso ineludible hacia la reducción del dolor que produce la carencia y para una mayor libertad de elegir el tipo de vida que se quiere.

La redistribución de riquezas que se requiere debería ser encarada, a pesar del sufrimiento infligido por la expoliación necolonial y la explotación oligárquica, no desde un espíritu revanchista destinado a fracasar, sino desde la exigencia de reparación histórica que ensanche la senda hacia la reconciliación social.

Lo mismo debe decirse sobre la necesidad de desmonopolizar la comunicación. Una democracia verdadera no puede admitir la espantosa concentración de los medios de difusión, que ejercen de hecho el control social a través de la manipulación informativa.

Por otro lado, la nueva institucionalidad debe transformar el concepto actual del Estado como detentor del monopolio de la violencia para que éste pase a tener un carácter conciliador, de mediación y armonización de los conflictos, abandonando el rol de padre controlador y castigador.

Constituciones para un mundo de diversidades

El mundo que hoy adviene es un mundo de diversidades, por lo que las nuevas revoluciones constitucionales deben apuntar a conformarse alrededor de la convergencia de esta diversidad.

La idea del Estado-Nación surgió de la premisa de absorber la diferencia y de forjar un espíritu uniforme, con un proyecto que pretendió forzadamente la adopción de una identidad común, negando facetas culturales propias preexistentes. Está a las claras que pese a la presión uniformizante, el factor cultural de los sometidos y los dominadores continúa existiendo y pretender su inexistencia impide comprender y acometer adecuadamente las tensiones que genera.

En este sentido, el reconocimiento de la plurinacionalidad es un gran avance. Sin embargo, también debemos reconocer que hay una interculturalidad manifiesta, lo que permite pensar en forjar una nueva identidad común que recoja lo mejor de cada cultura, que fomente el diálogo y la paridad entre culturas, sin imposiciones supremacistas.

De este proceso de interculturalidad ya en marcha, se desprende la posibilidad de una identidad latinoamericana y caribeña con múltiples ingredientes culturales, a partir de la cual se pueda crear un nuevo tipo de nación, primero regional, integrada, hermanada, solidaria y cooperante y luego, aspirar a una fusión planetaria en el marco de una Nación Humana Universal.

Paz, No Violencia y desmilitarización

Este transcurso solo puede ser guiado por ideales de paz y no violencia entre los pueblos. Por ello es imperativo dar pasos decididos hacia la desmilitarización.

En la historia latinoamericana, las fuerzas armadas, lejos de haber sido un resguardo de soberanía, han fungido como un poder de desestabilización interno. Las transnacionales, en la lógica de la penetración neoliberal, se han hecho con los recursos naturales, han endeudado a Estados y poblaciones; las plataformas digitales extraen y usan los datos personales, explotan a distancia a los trabajadores condenándolos al precariado; los recursos que deberían servir para mejorar la salud y la educación son evadidos y fugados al exterior de los países. Es evidente que ninguna institución militar es efectiva para defender la soberanía arrebatada.

Por lo demás, tanto la policía como los ejércitos educan a sus componentes en una lógica de disciplinamiento, lo que es poco compatible con las prácticas democráticas. La realidad es que ejércitos y policía se nutren habitualmente de los sectores excluidos de la sociedad, por lo que es posible pensar que a través de la construcción de sociedades inclusivas, equitativas y protectoras, las personas ya no quieran reprimir, matar o morir en conflictos bélicos que sirven siempre a los intereses del poder.

Un nuevo paradigma de Estado transformará las actuales fuerzas armadas en Cuerpos de Paz, promoviendo su desarme progresivo, estrategias de protección civil no violentas y una democratización en su conformación, apuntando incluso a la elección directa de sus autoridades.

Hacia el poder comunal

Quiero también referirme a un aspecto de máxima centralidad en la configuración de una imagen futura y es el tema de la descentralización. Descentralización que debe trascender el carácter administrativo para pasar a ser una transferencia de poder real a la base social.

Hoy existe en el mundo una tendencia a la desestructuración de formas anteriores y a la reconfiguración de la organicidad en nuevas matrices. Es posible entonces aprovechar esta tendencia mayor de manera consciente y elaborar estrategias para la transferencia creciente del poder de decisión y acción a las comunas, los municipios y los territorios como paso ineludible para recuperar la soberanía arrebatada por una superestructura estatal cada vez más alejada de la base social.

Este reconfiguración institucional, para no caer en una atomización secesionista y conservar un carácter de conjunto, debe pensarse en términos federativos, en las que los municipios puedan expresar las necesidades particulares de sus habitantes y colaborar con otros en la búsqueda de soluciones y proyectos compartidos.

La imagen del poder comunal no solo permite una mayor incidencia democrática y un contralor más efectivo por parte del pueblo mismo, sino que también coloca el tema de la reconstitución del tejido y los lazos en la misma base social como un primario.

La recomposición de las relaciones humanas en el seno de la comunidad reviste máxima importancia estratégica ya que provee una respuesta existencial certera a la indefensión y el desarraigo al que nos condena el individualismo. Respuesta que, por su parte, colabora como barrera al avance de integrismos retrógrados, los que utilizan la contención humana y el sentido de pertenencia como una de los principales canales para ganar adeptos.

En la transición hacia sociedades de poder descentralizado, proponemos forjar fuertes alianzas entre lo público y lo comunitario, que valoricen y potencien la enorme energía popular que es la que en definitiva, sostiene a nuestras sociedades.

La constitución social, expresión de la dinámica histórica de la intencionalidad humana

Por último, mencionar el carácter dinámico que tiene toda constitución social, motorizada por el surgimiento permanente de nuevas generaciones, cuya posibilidad de crítica tiende a renovar el paisaje humano y desplazar lo establecido.

De este modo, toda construcción social debe favorecer la irrupción de nuevas sensibilidades generacionales, abriendo plenamente los espacios para que estas se expresen, colocando las premisas vigentes en estado de revisión y transformación. De este modo, el Estado no será una camisa de fuerza limitante a la que los seres humanos deben obedecer, sino la expresión misma de la intencionalidad humana, que va expresando su íntima necesidad de evolución a través de la dinámica histórica.

 

Nota publicada en https://www.pressenza.com/