“Hay leyes injustas: ¿Nos contentaremos con obedecerlas o intentaremos corregirlas y las obedeceremos hasta conseguirlo”? (Thoreau)
Manuel Hernández
En el marco de la mayor barbarie después de la Segunda Guerra Mundial, a merced de la cual está siendo masacrada toda una nación, el pueblo palestino, con la pasmosa pasividad y hasta obscena complicidad de los organismos internacionales, se celebra, esta vez, con más pena que gloria, el Dia de los Derechos Humanos, conmemorándose el 76° aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH).
La Declaración contiene el catálogo de los derechos que expresan las supremas aspiraciones y los valores universales de la humanidad, radicados en la libertad, igualdad, justicia, la paz y la dignidad de las personas.
La DUDH no es una concesión gratuita, sino que es resultado de la lucha histórica de los pueblos y los trabajadores del mundo.
No obstante, el amplio elenco de derechos que reconoce la Declaración, ese primer instrumento transnacional pretirió reconocer derechos que no son menos fundamentales que los que expresamente contiene el texto, a saber: el derecho de protesta, desobediencia civil y resistencia legítima.
Estos derechos, cada uno con sus características propias, constituyen derechos de orden político, inherentes a la persona, al ciudadano, a los y las trabajadoras y a los pueblos.
La desobediencia civil y la resistencia contra la opresión de los gobernantes autoritarios y las leyes inicuas, que vulneran derechos fundamentales, forma parte del constitucionalismo que se desarrolló a finales del siglo XVIII.
La contribución filosófica de John Locke y Thomas Jefferson tuvo una extraordinaria importancia en la configuración de esos derechos.
Locke sostenía, en el Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil (1690), que el pueblo tiene el derecho de resistir la autoridad y hasta derrocar el gobierno que quebranta los derechos inalienables de las personas.
Locke señaló varios motivos que justifican la resistencia legítima: cuando el gobierno defrauda al pueblo, prometiendo una cosa y haciendo lo contrario, se vale de argucias para violentar o eludir la aplicación de la ley, y en general, utilizar el poder contra el bienestar del pueblo.
Jefferson, en una línea de pensamiento similar, agregó los siguientes agravios: no aprobar o impedir la aprobación de leyes necesarias para el bienestar general, violencia contra los órganos representativos de la voluntad popular, obstruir el funcionamiento de la administración de justicia (cfr. El derecho a la protesta. Gargarella).
Jefferson afirma que la resistencia civil o política es necesaria para contener el poder dentro de sus propios límites: “una medicina necesaria para la buena salud de la República.”
Esas ideas revolucionarias se plasmaron en la “Declaración de Independencia”, de los Estados Unidos de América (1776), que reconoce el derecho del pueblo de restablecer el orden cuando la autoridad menoscaba los derechos inalienables.
Algunos años después se promulgó la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano (1789), que, en realidad fueron varias declaraciones, la cual también reconoció el derecho de “resistencia a la opresión.”
Una de las declaraciones dispuso lo siguiente: “cuando el gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es, para el pueblo y para cada porción del pueblo, el más sagrado de los derechos y el más indispensable de sus deberes”.
Así, esas declaraciones reconocieron que la resistencia, que puede tener distintas expresiones, ya sea como protesta, desobediencia civil, y en última instancia, como rebelión, constituyen derechos irrenunciables.
Lamentablemente, las burguesías después abandonaron ese reconocimiento y se volvieron contra esos derechos fundamentales.
Aunque la Declaración Universal no haya comprendido esos derechos, la protesta cívica, la desobediencia civil y la resistencia, constituyen derechos fundamentales que, en realidad, no necesitan la positivación en la normativa internacional, porque son derechos que, por la raíz de su naturaleza, corresponden a los pueblos, derivados de la soberanía popular, con mayor razón, en cualquier sistema democrático.
Jürgen Habermas nos dice al respecto: «Todo Estado democrático de derecho que está seguro de sí mismo, considera que la desobediencia civil es una parte componente normal de su cultura política, precisamente porque es necesaria».
Hoy, que se conmemora la DUDH, que no sé quién que tenga un mínimo de ética y elemental humanidad, podría celebrarla al fragor de aquella barbarie del Siglo XXI, es pertinente y necesario, ahora, más que nunca, reivindicar que el derecho de protesta, la desobediencia civil y la resistencia son derechos fundamentales, por más que hayan sido omitidos en la Declaración y en otros textos supranacionales, los cuales son derechos primarios, que garantizan la satisfacción de los demás derechos.
Gandhi nació en Porbandar (actualmente estado de Gujarat), en la India, en octubre, 1869. Falleció asesinado en Delhi en enero de 1948. Gandhi para el mundo representa el líder y guía, creador de la «resistencia o desobediencia civil no violenta» para obtener concesiones o derechos de una minoría, de parte de un gobierno que detenta el poder en una nación. En el caso de la India su patria, su solicitud no era para una minoría, sino para una mayoría abrumadora de millones de indios para lograr la independencia de la India, de los ingleses. Se casó muy joven, tuvo 4 hijos, era vegetariano y rechazaba cuando se enfermaba toda ayuda médica, desconfiaba de los médicos y no creía en la medicina moderna de su tiempo.
Aunque parezca increíble, gracias a él, en gran parte, se obtuvo la independencia de la India de los ingleses; eso no lo logró por la vía armada, sino que desechó esta y promovió con pasión la resistencia pasiva, la no violencia y la no cooperación como métodos de desobediencia civil contra los ingleses, formas de lucha que impresionaron a las masas populares que lo apoyaron. Esto sorprendió a sus enemigos y por esa razón, el entonces político, aristócrata e imperialista Winston Churchill, decía que no debía permitirse que un faquir semidesnudo los privara de la India. Ese mismo faquir, ya hecho abogado en la misma Inglaterra, en el año 1931, participó en una conferencia en Londres y ahí reclamo la independencia de la India, por supuesto en este intento no lo logró. Para obtenerla, Gandhi sufrió física y psicológicamente por años, no solo él sino incluso su pueblo, ya que fue encarcelado varias veces por meses o años, y el pueblo, con increíble valentía vio morir a centenares de hindúes y musulmanes que apoyaban sus prédicas y le obedecían cuando Gandhi hacía ayunos por días o semanas para obtener lo que deseaba. Incluso su esposa, Kasturbai, estuvo presa 18 meses junto con él, tiempo después falleció. Había sido encarcelado por los ingleses que gobernaban la India, porque Gandhi no aceptaba que la India participara en la Segunda Guerra Mundial, ya que consideraba que la lucha contra Alemania era por la libertad y la democracia, algo que se le negaba la India, por eso estuvo preso dos años, en medio de la guerra, los gobernantes ingleses insinuaron que al final de esta, el poder sería transferido a manos de los indios, por lo que entonces estos decidieron cooperar con los ingleses.
La lealtad de su pueblo que lo seguía en sus aspiraciones la lograba con el ejemplo que daba de sacrificio, pobreza, castidad, desapego a lo material, amor por los débiles, ayuno, oración y lucha permanente contra la injusticia y la búsqueda de libertad. Lo extraordinario es que era de esperar tuviera gran resistencia física para soportar el maltrato que sufrió, pero, físicamente era de constitución muy frágil (pequeño de 1.64 m de altura, delgado y desdentado), y era su gran resistencia espiritual la que le daba soporte físico.
De joven, no fue un buen estudiante y le costó pasar el examen de admisión a la Universidad de Bombay en 1887, donde no terminó la carrera de leyes. Hijo de una familia de la clase media acomodada, su padre era primer ministro de Porbandar y le pagó los gastos, así fue como fue a estudiar derecho a Inglaterra a la University College de Londres. Durante tres años, ahí se cultivó y se hizo abogado y regresó a la India donde se estableció como abogado sin éxito en Bombay (la ciudad estaba saturada de abogados), por esa razón y al cabo de dos años se fue a trabajar a Suráfrica, contratado por un amigo musulmán de la India, como abogado de su empresa en 1893.
Estuvo en Suráfrica 21 años y de ser un tímido y elegante abogado, se convirtió en un inspirado orador y luchador contra la discriminación racial de los blancos, una minoría que gobernaba ese país en forma tiránica contra negros, hindúes y musulmanes que formaban la mayoría de la población. Al parecer su transformación ideológica sucedió cuando se encontraba viajando en tren en primera clase, un blanco le pidió al inspector del tren que enviara a ese hindú a tercera clase, Gandhi protestó mostrando su tiquete y no quiso cambiar de vagón, y en vista de eso fue bajado a la fuerza del tren. Desde entonces organizó a los indios y musulmanes de ese país, y después de años logró que disminuyera la discriminación y se mejoraran los derechos civiles de estos. En Sudáfrica residían 150,000 compatriotas a los cuales logró unir y los convirtió en una fuerza política. Fue encarcelado varias veces durante movimientos de protestas. Se le ha criticado que no ayudo a lograr disminuir la opresión de los negros en Sudáfrica etnia que constituían el 75% de la población.
Su regreso a la India en 1915 se debió a un llamado hecho por unos amigos para organizar la lucha por la independencia en esa nación. De vestir por años tarjes occidentales elegantes, bajó del barco que lo transportó a la India vestido únicamente con una túnica y de inmediato se sometió a un régimen de estricta pobreza, viviendo y comiendo frugalmente. Inició de inmediato la educación de sus compatriotas enseñándoles a olvidar la injusta diferencia de castas imperante en esa nación, a dejar los resentimientos a un lado y cooperar y mejorarse a sí mismos para servir de ejemplo, no para derrotar a los ingleses, sino para convencerlos de la injusticia que cometían con una India subyugada.
En cierta forma se puede decir que sus cualidades espirituales y morales fueron la base de su éxito, por esa razón Rabindranath Tagore, el poeta indio ganador del Premio Nobel de Literatura en el año 1913, lo calificó como «Mahatma» que significa alma grande. El pueblo lo llamaba Bapu que significa «padre». Como ya señalamos, tenía una figura enjuta, pequeño, hablaba con voz tenue y, sin embargo, tenía un carácter fuerte y decidido ya que condujo a los indios a huelgas, sofocadas con sangre y fuego por los ingleses, al boicoteo de las mercancías británicas y a no cooperar ni trabajar con ellos. Todo esto desorientó a los ingleses sobre todo porque la opinión pública mundial apoyaba a Gandhi y finalmente cedieron y tuvieron que concederle la independencia a India en 1947.
El ejemplo que él dio a la humanidad con su lucha fue, hacer ver al mundo que, a la larga la fuerza de la no violencia logra convencer y triunfar al igual que la fuerza del amor. Era un escritor prolífico. Publicaba constantemente en periódicos y revistas y escribió varios libros incluyendo una autobiografía. Él admiraba algunas figuras históricas, ya que consideraba que eran fuentes de inspiración para él; en especial, disfrutaba leyendo el libro sagrado Bhagavad Gita, y los escritos del ruso León Tolstoi con quien se escribía y el cual aprobaba sus movimientos de resistencia pacífica, y estaba impresionado con las enseñanzas de Jesucristo en los Evangelios, además, admiraba al escritor Henry David Thoreau, con su ensayo «Desobediencia Civil». Aunque admiraba a Jesús, sin embargo, la Iglesia anglicana que era la dominante en Inglaterra y la India, practicaba un cristianismo occidental feo, que apoyaba al colonialismo explotador inglés en Sudáfrica y la India. Gandhi sabía que esa era una negación de la doctrina de Cristo.
Lograda la independencia, tuvo dos fracasos. El primer fracaso fue debido a que, los ingleses ante las constantes luchas entre hindúes y musulmanes (80% de la población era hindúes y los musulmanes solo el 20%), decidió dividir el país en dos al darles independencia a los musulmanes ocupando dos regiones, Pakistán y Bangladesh y el resto del país a la India. Él no estaba de acuerdo con eso, pero el Congreso Indio aceptó con el fin de obtener la dependencia y evitar una guerra hindú-musulmana, que de todos modos se dio inmediatamente durante un tiempo. El segundo fracaso fue que él no quería convertir a la India en un país industrial y progresista, sino en una nación agrícola, donde primero había que lograr la igualdad entre todos los habitantes, por el problema de castas, los muy pobres llamados parias o «intocables», y el resto de la población, y además aprender a vivir pobremente, ya que, si no, se podrían presentar diferencias en cuanto a riqueza. Por otro lado, sus dos pupilos preferidos Nehru y Patel, por el contrario, deseaban transformar a la India en una potencia industrial y militar, ya que, si eso no se lograba, no habría recursos y organización para disminuir la pobreza. Fue asesinado por un compatriota fanático y desde entonces pertenece a la humanidad.
Dos críticas se han hecho a Gandhi. La primera se refería a que, cuando Hitler pensaba invadir Gran Bretaña, les dijo a los ingleses que se rindieran y dejaran que los alemanes tomaran lo que quisieran de su país excepto no rendirles obediencia. La otra, es que se dice, que en su casa estaba compartiendo su cama de noche durante varios años con jovencitas desnudas al igual que él, incluyendo la esposa de un sobrino nieto de 16 años y otras familiares. ¿Cuál era la escusa, para esa conducta tan extraña? Él explicaba que lo hacía para probar su autocontrol como célibe (después de tener hijos, hizo un pacto con su esposa de no relaciones sexuales), y para sentir calor en las noches de invierno, era como una «cura natural» para su edad. Él señala que nunca tuvo relaciones sexuales con ninguna de ellas. Siempre tuvo un autocontrol perfecto según Gandhi. Esta conducta no fue bien recibida en esos tiempos y obtuvo muchas critica de partidarios y enemigos. Como médico se podría aducir que por su edad tal vez tenía cierto grado de isquemia cerebral y eso alteró su conducta.
La tradición le adjudica a Gandhi la siguiente oración que he puesto porque en realidad refleja en mucho sus enseñanzas.
Mi señor. Ayúdame a decir la verdad delante del fuerte, y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles. Si me das fortuna, no me quites la razón. Si me das éxito, no me quites la humildad. Si me das humildad, no me quites la dignidad. Ayúdame siempre a ver la otra cara de la medalla. No me dejes culpar de traición a los demás por no pensar igual que yo. No me dejes caer en el orgullo si triunfo. Ni en la desesperación si fracaso. Más bien recordarme, que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo. Enséñame que perdonar es un signo de grandeza, y que la venganza es una señal de bajeza. Si me quitas el éxito, déjame fuerzas para aprender del fracaso. Si yo ofendiera a la gente, dame valor para disculparme. Y si la gente me ofende, dame valor para perdonar.
Al salir diariamente decía: «Señor, hoy tengo mucho que hacer, si no me acuerdo de ti. Tú no te olvides de mí».
Notas
Gandhi, M. (1949). Non-Violence in pace and war. Londres: Garland Publishing London. Gandhi, M. (1993). An Autobiography. The Story of My Experiments with truth. Londres: Bacon Press. Gandhi: A Biography. 1997. Gandhian Institute. (2009). Gandhi. Comprehensive Site. Bombay. McLaren, B. D. (2006). «Mohandas Gandhi». En: El Mensaje secreto de Jesús. México D. F.: Ed. Grupo Nelson. 210-214. Microsoft Encarta. (1993). Gandhi, Mohandas Karamchand. Microsoft Corporation, EE. UU. Tidrick, K. (2007). Gandhi: A political and spiritual life. Londres: Ed. Tauris. Wikipedia. Mahatma Gandhi. Wolpert, S. (2001). Gandhi’s Passion: The life and Legacy of Mahatma Gandhi. Oxford: Oxford University Press.
Publicado originalmente en Wall Street International Magazine, compartido con SURCOS por el autor, quien es colaborador de SURCOS Digital.
Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense.
El cambiante escenario político y social de la Costa Rica de los últimos meses, en medio de un fenómeno como la así llamada “pandemia”, la que si bien se exterioriza en el orden de lo clínico, donde se torna amenazante para la salud, la supervivencia y la vida de la población, pero que también está inextricablemente unido a las dimensiones del orden de lo político, social y económico, dada la enorme complejidad que reviste, aunque muchos no lo puedan entender. Es aquí donde el gobierno y la clase política orientados, de una manera casi unánime, sin importar gran cosa los rótulos partidarios a que quedaron reducidos los viejos partidos políticos, consideraron que había llegado la oportunidad de darle la estocada final al estado social de derecho, establecido por los reformadores sociales durante las décadas de los cuarenta y cincuenta del siglo anterior, por lo que se abocaron a tomar medidas para proceder a su desmantelamiento, eliminando las conquistas sociales de las clases trabajadoras y vendiendo los activos más rentables del estado costarricense. Desde luego que lo hicieron también de manera preventiva, en un primer momento, aprobando una reforma fiscal regresiva hace ya dos años y una legislación para limitar el derecho de huelga y de protesta contra las políticas sociales y económicas del régimen imperante, dando lugar a que en lo sucesivo, con esa legislación aprobada a golpe de tambor, sus efectos no pasarían de ser un saludo a la bandera, casi un mero acto ritual.
La recesión, alimentada por una reducción del poder de compra de los habitantes, se expresó en la quiebra de innumerables negocios, además de muchas pequeñas y medianas empresas que no soportaron la reducción de la demanda agregada de bienes y servicios, a lo largo del año 2019, mucho antes de que empezara la pandemia. Al estallar ésta, en el mes de marzo anterior, con las medidas restrictivas en cuanto a la movilidad de los habitantes que trajo, los efectos de la recesión se aceleraron y colocaron al borde del abismo del hambre y la miseria a grandes sectores de la población, imposibilitados de salir a trabajar y carentes de otros recursos para hacerle frente a la situación. Actividades como el turismo, la pesquería y el agro acusaron el golpe durante muchos meses, en medio de la mayor desesperación para quienes se dedican a ellas. Sólo ahora, en los últimos días de septiembre y primeros de este octubre que está empezando, con la oleada de bloqueos o cierres de carreteras, a todo lo largo y ancho del país, es que reaccionaron ante el cinismo de la clase política, protagonizando una desobediencia civil masiva, dentro de la tradición de Thoureau, Gandhi y Martin Luther King, con lo que la mayor parte del país rural se encuentra al borde de la rebelión, lo que tomó por sorpresa tanto al gobierno, cuyo equipo económico responde a los intereses del capital financiero y a las posturas neocon o neoliberales, como a la Asamblea Legislativa donde el cada vez más totalitario “partido único neoliberal” (PAC PLN PUSC RN NR y otros) ha seguido aprobando legislación laboral que intensificará los efectos más perversos de la recesión económica, tal fue el caso del congelamiento de las anualidades de los trabajadores del sector público durante los dos años venideros, esto traerá la pérdida de más empleos en el sector privado, aunque mucha gente que ha interiorizado el pensamiento económico neoclásico de los neoliberales no lo entienda todavía, a pesar de que están entre quienes habrán de sufrir sus consecuencias.
Como un segundo momento, en medio de la pandemia, y como resultado de una propuesta del gobierno, para firmar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y acceder a un préstamo de 1.750 millones de dólares, cuyo destino no está muy claro, ha estallado un poderoso movimiento social, cuyo liderazgo nacional y regional responde más a las consignas y propuestas reformistas de la vieja socialdemocracia liberacionista, abandonadas por el PLN, con líderes visibles como José Miguel Corrales, Célimo Guido, Óscar Campos y otros de esa procedencia histórica, que a las de una extrema derecha representada por la UCCAEP y algunos libertarians o liberales(neo) reciclados, quienes en un principio quisieron sacar provecho de él, lanzando una campaña contra los trabajadores del sector público, a quienes culpan mentirosamente de los problemas fiscales, a las vez que “atacaron” los nuevos impuestos propuestos por el gobierno(los que desde luego no pagarán ellos, como siempre ha sucedido, con su descarada evasión y elusión), más regresivos aún que los del paquete aprobado hace apenas dos años, que forman parte de la mencionada propuesta para aceptar un préstamo del Fondo Monetario Internacional. Ahora la UCCAEP y las gentes de la ultraderecha, las empresas piñeras y otras muy poderosas, se lanzan contra el movimiento que querían utilizar en su beneficio. El estallido social, del que hemos venido hablando líneas atrás, no sólo no pudieron preverlo sino que se les fue de las manos.
A todo lo anterior se une el hecho de que en Costa Rica se instaló, hace ya dos años, un gobierno de coalición con una fachada diz que “progresista” que se vino situando o desplazando, cada vez hacia la derecha del espectro político ( si es que ese término al igual que el de “izquierda” o “izquierdas” retiene todavía algo de su valor explicativo), habiendo entregado la conducción de la política social y económica a un equipo partidario de un ajuste social y económico de lo más violentos contra los sectores populares. Es aquí donde el fenómeno de la mímesis o mimetismo político comienza a operar, de una manera casi imperceptible, para crear una verdadera “torre de babel” entre las gentes poco habituadas a la complejidad del manejo cotidiano de la política al tornar desechable e inútil todo el lenguaje político. El viejo sentido común “anticomunista”, heredado de los tiempos de la guerra, dentro del que todo aquello que no debe ser, o es malo, es “el comunismo”, interiorizado desde hace muchas décadas por un gran sector de la población, ya intoxicado por el bombardeo propagandístico (recordemos que en inglés propaganda es una mala palabra, por así decirlo) de los grandes medios de comunicación. Todo esto ha conducido a la paradoja de que en tanto en que el gobierno y la clase política se mueven más hacia la derecha, y el autoritarismo más desenfrenado en todas sus decisiones más importantes, un gran sector de la población afirma que el presidente Carlos Alvarado y los cada vez desteñidos progres que lo acompañan son “comunistas”, ergo por lo tanto el gobierno de Costa Rica es “comunista”, y nos lleva por el camino de los de Nicaragua o Venezuela, sin importar siquiera si los gobernantes de esos países lo sean en estricto sentido, pues aquí opera semánticamente aquello de que todo lo que no debe ser, o lo que se percibe como tal es “comunismo” a secas, produciéndose un efecto mimético un tanto extraño (por lo menos para las gentes del mundo académico y el de los estudios de la política) al ser vistos como “comunistas” unos políticos “progres” del PAC que no abandonan el rótulo, aunque hacen precisamente lo contrario derechizándose cada día más, incluso el Frente Amplio se mantiene dentro de la coalición gobernante con lo que acentúa las sospechas hacia los dos lados. A la manera orwelliana, en esta torre de babel la derecha es la izquierda, los desteñidos progres son los comunistas o la izquierda es la derecha, el capitalismo más agresivo es el comunismo y así sucesivamente se exteriorizan el camaleonismo y el caos.