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Etiqueta: diversidad sexual

La Alianza por una Vida Digna y la búsqueda de la confluencia de los movimientos de base de la sociedad

José María Gutiérrez – Héctor Ferlini-Salazar

La Alianza por una Vida Digna es un espacio de lucha cultural que busca contribuir con la generación de pensamiento y de propuestas alternativas a los modelos de desarrollo dominantes, las cuales surjan de amplios procesos de base social en Costa Rica. Procura aportar para que nuestro país se enrumbe por senderos de equidad, solidaridad, respeto a la diversidad y el cuidado y defensa del ambiente, en fin, por senderos de bien común.

La Alianza busca crear un espacio y un clima en el cual los sectores subalternos y que están en lucha por defensa de sus derechos se empoderen, al sentir que sus vivencias y anhelos son compartidos por otros sectores en el país, y que sus afanes a nivel local se enlazan con procesos similares en otros territorios y espacios. Ese clima fortalece la convicción de que, en medio de las dificultades y las crisis actual y pasadas, otro mundo es posible. Al hacerlo, se crean condiciones subjetivas para la organización y la articulación. La ausencia de esa lucha cultural, por el contrario, transmite el mensaje de que no hay alternativas a las visiones dominantes, limitando la esperanza.

Como se ha mostrado en muchas ocasiones, la lucha cultural es la llave de procesos sociales emancipatorios de diversa índole. La misma, sin embargo, debe ajustarse a los contextos y particularidades de territorios y sectores. Los problemas que convocan a la organización han variado y los sectores de la sociedad que muestran mayor dinamismo en lo organizativo también han cambiado. Además de sectores comunitarios, campesinos y sindicales, hoy asumen un papel protagónico la juventud, las mujeres, la población sexualmente diversa, los pueblos indígenas, los sectores ambientalistas y defensores del patrimonio biológico y cultural, y los grupos de intelectuales comprometidos, entre otros.

Este enorme dinamismo que se mueve en las bases de nuestra sociedad genera continuamente planteamientos, propuestas, críticas y soluciones, con una enorme creatividad. Se hace indispensable, en la coyuntura actual y en los tiempos por venir, estrechar lazos y buscar unidad en medio de esta rica diversidad. Se debe buscar la confluencia y comprender que, en medio de las particularidades, hay espacios comunes que le darían una gran fortaleza a estos procesos. La lucha cultural procura generar esos ámbitos de encuentro y articulación.

Hay en marcha una disputa por las ideas. A las visiones dominantes, que han mostrado su decadencia e incapacidad para generar bienestar en esta crisis del COVID-19, se debe anteponer la frescura de visiones de mundo que alimenten la justicia, la equidad y la solidaridad. La Alianza por una Vida Digna procura abrir espacios para que esas visiones alternativas tengan voz, se potencien, se encuentren y se enriquezcan. Esa voz y ese accionar colectivo contribuirán, sin duda, a gestar una sociedad más justa y digna.

GÉNERO BAJO ATAQUE – DOCUMENTAL

Un documental expone las luchas por la equidad de género, los derechos de la mujer y del movimiento por la diversidad sexual, en contraste con la articulación latinoamericana de un muy bien estructurado empuje que utiliza las frases «ideología de género» y «homosexualización de la infancia y la juventud». En esa campaña ideológica contra los derechos sociales y humanos, el neopentecostalismo y los sectores que buscan estrechar los espacios democráticos se han aliado.

Puede ver y compartir el documental con el siguiente enlace:

https://youtu.be/56k7GfFzK6c

Compartido con SURCOS por Lili León.

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Movimiento Diversidad Abelardo Araya denuncia detención arbitraria de lideresa trans nicaragüense Victoria Obando

Condenamos y denunciamos la criminalización de la protesta social por parte del régimen Ortega/Murillo así como la violencia y represión que ejercen

Exigimos respeto a la integridad física e identidad de género de Victoria y demandamos su inmediata liberación

Nos solidarizamos con el movimiento LGBTIQ de Nicaragua y con todos y todas quienes luchan por la democracia y los derechos humanos en el hermano país

Victoria Obando, conocida popularmente como Pibecito Blue es originaria de Bluefield, Región Autónoma del Caribe Sur, mujer transgénero, gastrónoma, estudiante de Comunicación de la UNAN Managua, activista de los derechos de las mujeres trans y de la Comunidad LGBTI.

Desde muy Joven ha luchado por los derechos de las mujeres transgénero, siendo su principal bandera de lucha el reconocimiento social y legal de la población trans, por medio de una Ley de Identidad de Género. Con ese fin funda DEIGEORSEX, Asociación por los Derechos a la Identidad de Género y Orientación Sexual y es parte del Comité de Trabajo de la Ley de Identidad de Género de la Mesa Nacional LGBTI de la cual su organización es participante activa.

Desde inicio de la jornada de protesta contra el régimen Ortega/Murillo, ella ha sido parte del movimiento autoconvocado, apoyando desde su condición de joven universitaria. Ha sido parte de la Coalición Universitaria por la Democracia y la Justicia, CUDJ, como tal participó en el CRES 2018, y fue la voz de los y las estudiantes que estaban siendo asesinados y reprimidos por la policía y los paramilitares del régimen Ortega/Murillo.

El pasado 25 de Agosto junto a otros jóvenes de la CUDJ, fue detenida ilegalmente en la ciudad de León, violentando sus derechos humanos. Demandamos respeto a su integridad física y que se respete su identidad de género. Exigimos su libertad inmediata.

Exigimos la libertad inmediata de Victoria

Luis Paulino Vargas Solís, Presidente Movimiento Diversidad

Información enviada a SURCOS por Luis Paulino Vargas Solís

Matrimonio igualitario y Sala Constitucional: La montaña parió un ratón

La montaña parió un ratón

 

Luis Paulino Vargas Solís

Director Centro de Investigación en Cultura y Desarrollo (CICDE-UNED)

Presidente Movimiento Diversidad Abelardo Araya

 

Los recursos presentados ante la Sala Constitucional que cuestionaban normas legales que definen el matrimonio como una institución jurídica exclusivamente al alcance de parejas de distinto sexo, llevaban varios años en espera. Mucho tiempo engavetados, claro indicio de lo espinosos que le resultaban a la Sala. La opinión consultiva de la Corte Interamericana de Derechos Humanos les obligó a enfrentar lo inevitable, aunque no sin concederse nuevas dilaciones (transcurrieron largos siete meses desde que se recibió esa opinión consultiva). Bajo el argumento –todo un jubiloso aplauso a la arbitrariedad– de que las resoluciones de la Sala son obligantes para todo el mundo en Costa Rica, excepto para ella misma, hubo quienes promovieron –y lo siguen haciendo– que la Sala desconociera su propia palabra, de modo que cuando antes dijo (en 1995) que esas opiniones consultivas eran vinculantes, ahora podría cambiar de opinión y desactivar, precisamente en este caso (¡tamaña coincidencia!), ese carácter obligante. Y, bueno, supongo que podría haberlo hecho, solo que, diferente a situaciones precedentes, el cambio habría sido tan violento –un salto olímpico de extremo a extremo en el rango de las opiniones de la Sala– que el ridículo internacional habría estado asegurado. Parece que todavía queda en esa Sala una leve noción de lo que significa el pudor, algo de lo que gente como el expresidente Miguel A. Rodríguez no tiene ni la mínima noción.

Pero siendo que la Sala se concedió recreos, vacaciones y todas las holguras concebibles antes de entrar a resolver la cuestión, cuando lo hizo se vio enfrascada en un debate de dimensiones épicas. Con mucho, la deliberación más tormentosa en toda su historia. Jamás olvidaré ese 8 de agosto de 2018: el tráfago abrumador y tumultuoso de los rumores en los chats y los nervios a punto de estallar. Y, a ratos, las lágrimas de emoción.

Casi a medianoche dieron a conocer su fallo. Seis de siete votos reconocieron la inconstitucionalidad de las normas. Y eso merece un brindis. Pero, en sentido no puramente simbólico, después de tanto retumbo y tremor, la montaña parió un ratón. En fin, que el diablo está en los detalles, siendo particularmente llamativo que solo dos –una magistrada y un magistrado– estuvieron de acuerdo en la inmediata derogatoria de las normas inconstitucionales. Dos más querían mantenerlas viva por 18 meses y dos optaban por una salida que, para todo efecto práctico, implicaba un completo desatino: dar vigencia indefinida a las normas, hasta tanto la Asamblea Legislativa modificase las leyes y las adecuara a la Constitución. Habría que ser un turista recién llegado de Plutón para no entender que ello implicaría muchos, muchos años. Parafraseando a Keynes: un largo plazo para caer muertos. Y durante todo ese tiempo, la inconstitucionalidad seguiría viva y actuante. Imposible imaginar nada más violento. Al cabo, prevaleció la tesis de los 18 meses, quizá un mal menor, una salida salomónica, que, sin embargo, no salva a la Sala del ridículo: posponer derechos humanos es lo más desnaturalizado que una instancia judicial de esta jerarquía podría decidir.

Ah, y por favor, no olvidemos que estamos hablando de derechos humanos. Y pretender negar que lo sean, como alguna gente, con obstinada irracionalidad, insiste en hacerlo, implica afirmar que la familia no es un derecho humano. Y de los más básicos e importantes. Porque matrimonio es más que un conjunto de normas que protegen y tutelan la unión consentida de dos personas. Es que ello funda una familia, es decir, un núcleo afectivo, de acompañamiento y solidaridad. Para lo cual no es indispensable que haya hijos o hijas. Podrían haberlos o podría no. Igual la familia existe. Y, por favor, no se cometa el dislate de creer que una pareja del mismo sexo no pueda tener hijos. Con más frecuencia de lo que se cree, tienen hijas e hijos. Ser una persona homosexual no significa ser estéril y aún queda la posibilidad de adoptar, que bien puede ser una salida que proporcione una familia amorosa a niñas o niños que de otra manera no la tendrían.

También es importante tener claro que esto atañe a un ámbito esencial de la libertad personal: decidir casarse o no casarse con la persona elegida, y, en caso necesario, eventualmente decidir divorciarse, es un derecho que a nadie, absolutamente a nadie, debería negársele.

Si duda, entre manos tenemos un asunto de derechos humanos muy básicos y prioritarios ¿Cómo entender entonces que la Sala demorase tanto, y que, a la hora de tomar la decisión, le resultase tan penoso hacerlo? Esto da un mensaje que solo puedo leer de esta forma: el peso de los prejuicios religiosos en el proceso de deliberación y decisión de la Sala sigue siendo sustancial, al punto que, antes que desafiar tales prejuicios, se considera admisible que persistan situaciones que maltratan la dignidad humana de muchas personas.

Inevitablemente ese plazo de 18 meses tiene precisamente esa fea connotación. La Sala incurrió así en un gazapo realmente grosero, porque los derechos humanos son de exigibilidad inmediata. Es imperdonable que tan ilustre tribunal no lo entendiese.

Ahora que, conocida la resolución de la Sala, de inmediato viene la contraofensiva del fundamentalismo religioso, en sus diversas expresiones, desde las tóxicas y violentas (liderado por Restauración) a sus diversas versiones “light”. Entre éstas últimas, el PUSC y su impresentable proyecto de uniones civiles, un bodrio indigesto que pretende saltarse con garrocha, tanto la opinión consultiva de la Corte IDH, como la propia resolución de inconstitucionalidad de la Sala IV. Causa perplejidad que el “joven” presidente Alvarado quiera asociar su nombre a ese esperpento, aunque la verdad es que la política costarricense está poblada de gente cuyas anémicas convicciones democráticas, ceden con extrema facilidad ante la influencia del conservadurismo religioso.

En general, las huestes fundamentalistas andan muy desorientadas, con síntomas alarmantes de demencia y decrepitud. Los disparates con que el Lic. Beirute ha prodigado su ignorancia son solo un ejemplo, entre tantos otros. Mucho más grave es una diputada que, en el extremo de la crispación, suelta amenazas contra magistrados y magistrados, u otro congresista que, siendo médico, promueve el desconocimiento de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Muy mal ha de andar la democracia, cuando de tal forma encumbra a sus enemigos más encarnizados.

Su derrota en el terreno jurídico y en el de la racionalidad y la ciencia, es inevitable. Pero el fundamentalismo vociferante sigue siendo peligroso porque alienta el odio y la violencia, no solo contra la población sexualmente diversas LGBTIQ, pero también contra la propia institucionalidad democrática. También su influjo oscurantista es poderoso. La Sala Constitucional y, con tintes aún más subidos, la Asamblea Legislativa, dan testimonio de ello: dictar sentencias judiciales o legislar según unos particulares principios religiosos, refleja ignorancia y prejuicio, pero, sobre todo, saca a flote una gravísima confusión respecto de los principios democráticos y republicanos más elementales. Una cosa es el pleno respeto al derecho que cada persona tiene de practicar la religión que elija, y otra bien distinta es regular la convivencia social con base en principios derivados de una religión particular, que por ello mismo, y de forma inevitable, resultan excluyentes para todas y todos quienes no los compartan.

Todo esto ensombrece la calidad de la democracia en Costa Rica. No es tan solo que necesitemos avanzar hacia la laicidad del Estado. Ello de poco serviría si las élites políticas siguen sumidas en este mar de confusiones, y si los poderes del Estado siguen regentados desde ese coctel indigerible que contamina los principios democráticos con dogmas religiosos.

 

Enviado por el autor.

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Sala Constitucional y matrimonio igualitario: Hablemos de democracia y república que esto no es religión

Luis Paulino Vargas Solís (*)

 

Los señores magistrados y las señoras magistradas de la Sala Constitucional o Sala IV, son, sin excepción, personas muy eruditas. Entienden con plena claridad cuál es el lugar de la religión en un contexto democrático y republicano. Y, sin la menor duda, también tienen claros, no solo los principios democráticos y republicanos, sino la significación que conceptos como derechos humanos, ciencia y razón tienen en el mundo actual.

La democracia, en su acepción más avanzada, funda un principio de participación de las personas en los procesos de toma de decisiones sobre los asuntos de interés colectivo. Esto, a su vez, parte del principio de la plena igualdad frente a la ley. Cierto que, en la práctica, diversas condiciones –económicas, culturales y de otro tipo– limitan y empobrecen la plena vigencia de tales principios: puesto que la igualdad frente a la ley no siempre es efectiva, la participación no siempre es paritaria. Pero reconocer tales restricciones tan solo nos dice que la democracia es siempre un proceso, es decir, una aspiración, un proyecto en permanente construcción y perfeccionamiento y, en fin, un motivo que invita a la lucha en procura de una mejor sociedad, una mejor convivencia.

La república, por su parte, es una propuesta por un orden político basado en las leyes, en la distribución y los contrapesos del poder, en la decisión democrática y participativa, en la vigencia de los derechos de ciudadanía, en la permanente rendición de cuentas por parte de quienes temporalmente ejercen el poder político.

Recordemos, por otra parte, que las sociedades del siglo XXI –y Costa Rica da buen ejemplo de ello– se caracterizan por un altísimo y creciente nivel de complejidad. Lo mismo en el campo de la economía o de la cultura; en el ámbito político y el de la organización ciudadana. Y tan solo por poner algunos ejemplos adicionales, la complejidad se visibiliza asimismo en los territorios, en las emergentes construcciones identitarias, la diversificación de las relaciones y conflictos en el mundo del trabajo, y todas las emergentes movilizaciones, conflictos y propuestas vinculadas con la problemática ambiental, el calentamiento global y el cambio climático.

Esa complejidad también se expresa en las relaciones e identidades de género, las familias, la vivencia de la afectividad y de la sexualidad. El mundo social -incluso en espacios geográficos reducidos donde en otros tiempos se imponía la homogeneidad- se parece cada vez más al mundo natural: rompe dicotomías simplificadoras o regulaciones que restringen y limitan, y se despliega al modo que lo hace la propia naturaleza: diverso, heterogéneo y multicolor. Sin duda, nada es tan antinatural como la homogeneidad monocolor.

Las democracias modernas y el orden republicano, deben avanzar hacia el pleno reconocimiento e incorporación de tal complejidad. Ello es así, incluso por un asunto de sobrevivencia, para mantener vigencia y viabilidad. De otra forma se desfasarían frente a la realidad, perderían eficacia y por lo tanto legitimidad, con todo el peligro que ello conlleva.

La religión también es parte de estos sistemas sociales complejos. De hecho, la religión misma se ha complejizado en grado significativo, y ello resulta obvio, tan solo con que se repare en la declinación que ha experimentado la hegemonía de la iglesia católica, la cual, hasta hace muy poco, era prácticamente absoluta.

El orden democrático y republicano debe garantizar plena libertad a cada persona para profesar la fe que elija. En la convivencia democrática, cada quien debe respetar plenamente esa fe que otra u otras personas han abrazado para sí. Y, desde luego, ello supone total garantía del derecho a seguir y aplicar en la propia vida las prescripciones morales que derivan de la religión que se profesa. Lo cual también legitima la posibilidad de no tener fe alguna, y de regirse por una moral laica.

Pero lo anterior también significa, que ninguna religión en particular podría imponer su visión de mundo y criterios morales, mucho menos imponerlos a las leyes que regulan la vida en sociedad. En un mundo cada vez más complejo y heterogéneo, ello excluiría a sectores importantes de la sociedad, y, por lo tanto, subvertirían las bases más fundamentales del orden republicano y democrático. Éste tiene el deber –para ser lo que es y no transformarse en una negación de sí mismo– de crear una institucionalidad que incluya a todas sus ciudadanas y todos sus ciudadanos, con las mismas obligaciones y los mismos derechos, en condiciones paritarias para participar y decidir, y gozando de las mismas protecciones para vivir sus vidas según sus propias elecciones y decisiones personales, que, entre otras, pueden ser de orden religioso, como también en material sexual, familiar y afectiva.

La limitación es bien conocida y absolutamente inviolable: mis derechos terminan donde empiezan los derechos de las otras personas. Eso hace posible los valores de la paz y del amor, que jamás florecerían si ese respeto y tales límites no existieran. Puesto de otra forma: donde haya alguien que se cree en derecho de imponer su visión de mundo, su proyecto de vida y sus reglas morales a otras personas, se termina el respeto y se muere la paz.

Dije anteriormente que los valores y aspiraciones democráticas y republicanas enfrentan múltiples limitaciones, que han de ser superada en una lucha cotidiana. Es un proceso, una construcción dinámica. Nunca, y de ninguna manera, una realidad acabada.

De ahí la importancia de la decisión que la Sala Constitucional ha de tomar pronto sobre matrimonio igualitario. No es algo que pueda decidirse con base en criterios religiosos que, por su misma naturaleza de tales, incluye a quienes los profesan, pero deja por fuera a las demás personas. Se trata de dejar atrás un lastre histórico que, al discriminar y excluir, por ello mismo violenta los principios democráticos y republicanos. Supondría, por lo tanto, un paso adelante en el proceso de construcción de una democracia y una república, más plenas y completas. La Corte Interamericana de Derechos Humanos, lo entendió bien y lo argumentó con grandísima elocuencia. Toca a la Sala Constitucional hacer otro tanto.

 

(*)Director Centro de Investigación en Cultura y Desarrollo (CICDE-UNED)

Presidente Movimiento Diversidad Abelardo Araya

 

Enviado por el autor.

Hacia una UCR libre de discriminación por orientación sexual e identidad de género

  • Comisión para la Diversidad Sexual realiza capacitaciones en temas de Derechos Humanos igualitarios

Hacia una UCR libre de discriminacion por orientacion sexual e identidad de genero
La Universidad de Costa Rica tiene el compromiso de garantizarle sus derechos a las personas sexualmente diversas que forman parte de ella y de ser un referente social en el avance de los derechos igualitarios. – foto Karla Richmond.

Desde el 2011, la Universidad de Costa Rica es un espacio libre de discriminación por orientación sexual e identidad de género.

Como parte de su compromiso con la defensa de los derechos humanos de la población sexualmente diversa, la institución ha implementado medidas concretas a partir de esa declaración. En el 2016 se entregaron las primeras identificaciones que utilizaron el “conocido como” para estudiantes trans, y este año, en acatamiento de la Opinión Consultiva de Corte Interamericana y lo decidido por el Tribunal Supremo de Elecciones, se adoptó el reconocimiento del cambio de nombre por motivos de identidad de género.

Esfuerzos institucionales

Además de adaptar su normativa conforme a los avances de las leyes nacionales, la UCR ha decidido también generar sus propias iniciativas para el aseguramiento de los derechos de todas las personas que componen la comunidad universitaria.

Las autoridades universitarias fueron las primeras participantes de los talleres sobre Derechos Humanos de las personas LGBT.
Las autoridades universitarias fueron las primeras participantes de los talleres sobre Derechos Humanos de las personas LGBT.

Producto de una propuesta de la Federación de Estudiantes (FEUCR), desde el año 2017 funciona la Comisión Institucional para la Diversidad Sexual.

Se trata del ente universitario encargado de dar seguimiento a las políticas de diversidad sexual y de género que se establezcan en la Universidad. Se le ha encargado también la responsabilidad de generar acciones de aprendizaje del tema y dar a conocer los mecanismos para denunciar la discriminación en este ámbito.

La Dra. Montserrat Sagot, coordinadora de la Comisión y directora del Centro de Investigación en Estudios de la Mujer (CIEM), explica que esta dependencia se enmarca en la lucha nacional e internacional por el reconocimiento de los derechos igualitarios de todas las personas. “Hay un compromiso no solo a reconocer los derechos de la población sexualmente diversa que ya está en la Universidad, sino a enviar un mensaje a la sociedad sobre la importancia de que esto no se trata de “preferencias” o de “opciones”, sino que es una demanda verdadera de derechos humanos”, destaca.

Según la Comisión, las capacitaciones son una herramienta fundamental para que la comunidad universitaria reconozca los derechos de la población LGBT. "Esta no es una capacitación ideológica, no es para convencer a nadie de nada, es una capacitación para brindarle a la gente que atiende personas herramientas para un trato sensible y respetuoso, herramientas para atender usuarios que merecen todo el respeto", explica la Coordinadora.
Según la Comisión, las capacitaciones son una herramienta fundamental para que la comunidad universitaria reconozca los derechos de la población LGBT. «Esta no es una capacitación ideológica, no es para convencer a nadie de nada, es una capacitación para brindarle a la gente que atiende personas herramientas para un trato sensible y respetuoso, herramientas para atender usuarios que merecen todo el respeto», explica la Coordinadora.

Además de la representación del CIEM, la Comisión incluye a personas delegadas de las Vicerrectorías de Acción Social, Docencia y Vida Estudiantil, así como de la Escuela de Psicología y el movimiento estudiantil.

Sacando a la discriminación del campus

Las quejas de discriminación a causa de la orientación sexual tienen motivos variados. Algunas son explícitas, mientras que otras son más solapadas. En muchos casos se camuflan en comentarios tendientes a cuestionar el talento o la aptitud de estudiantes para determinadas tareas o carreras por no ser heterosexuales o incluso en “chistes” cuyo argumento es meramente homofóbico. “En las clases o las oficinas estos chistes son absolutamente cotidianos, estamos en una cultura que asume que no tenemos al frente a una persona homosexual, lesbiana o bisexual y esto se repite, está en la vida cotidiana con una gran naturalidad”, explica la Dra. Sagot.

Una de las principales herramientas que ha encontrado la Comisión en su tarea de erradicar este tipo de discriminación es la capacitación.

En una primera fase se ha capacitado al personal universitario que atiende al estudiantado . “Es una capacitación para brindarle a la gente que atiende personas herramientas para un trato sensible y respetuoso, para darle herramientas para atender usuarios que merecen todo el respeto”, explica la coordinadora de la Comisión. Más adelante se trabajará en la promoción de las alternativas que las normativas institucionales ofrecen, no solo para prevenir la discriminación, sino también para denunciarla y darle seguimiento a estos casos, que de momento están siendo apoyados por el equipo psicológico y jurídico del CIEM.

Para estar en contacto con la comunidad universitaria y recibir sus consultas, la Comisión ha habilitado el correo: comision.diversidadsexual@ucr.ac.cr.

Hacia una UCR libre de discriminacion por orientacion sexual e identidad de genero4

Un 28 de junio en Nueva York
La Comisión Institucional para la Diversidad Sexual celebra su primer año de funciones en el marco de la conmemoración de los Disturbios de Stonewall, uno de los eventos más icónicos de la reivindicación de los derechos humanos.

Lo que inició como una redada en un bar gay de Nueva York se convirtió en una manifestación con la cual se luchaba para detener la persecución policial contra las personas no heterosexuales.

A partir de esos acontecimientos, ocurridos el 28 de junio de 1969, la fecha es conocida como el Día Internacional del Orgullo LGBT, una ocasión para conmemorar los avances logrados hacia una sociedad más igualitaria y en la cual la orientación sexual no sea un impedimento para conseguir condiciones de vida dignas.

Fotografía: WikiCommons

 

Tomás Gómez Huertas

Periodista, Oficina de Divulgación e Información

 

Información tomada de: http://www.ucr.ac.cr/

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Los que éramos entonces teníamos tantos nombres pero no teníamos ninguno

Luis Paulino Vargas Solís (*)

 

En los años setenta y ochenta del pasado siglo éramos playos, culiolos, yigüirrones, platanazos, rabanazos, pájaros, mariquitas, etc. Teníamos tantos nombres, pero ninguno en el cual reconocernos. Habitábamos la nominalidad de lo denigrante, no la de la dignidad. No éramos gais. Esa denominación simplemente no existía. En medio de la profusión de etiquetas insultantes, no sabíamos cómo designarnos a nosotros mismos.

La gente sabía que existíamos, pero no se sabía dónde. Como si viviéramos escondidos en lo más oscuro y maloliente de las alcantarillas. Se nos imaginaba monstruosos, deformes, sucios, viciosos, desenfrenados, enfermos. Pero, claro está, las sospechas siempre existían. Lo de ser rarito, finito, quebradito no pasaba inadvertido. Y con la sospecha venía el ácido disolvente de la maledicencia y el desprecio. Pero a veces la sospecha, de alguna forma imprevisible, se volvía certeza, con lo cual tu asesinato social quedaba confirmado y era irreversible.

Con el sida algo cambió. El monstruo, que era imaginado reptando sigiloso en la oscuridad del submundo, devino una peste de proporciones bíblicas en capacidad de invadir e inundar cada rincón de la sociedad. Porque, en realidad, la peste no era el sida; éramos nosotros, los hombres homosexuales. El sida era culpa nuestra y nosotros, por causa de nuestra maldad intrínseca, éramos los agentes infecciosos que lo diseminaban. Por ello mismo, un hombre homosexual con sida, nunca era un enfermo ni una víctima. Era siempre culpable y victimario.  Bueno, sigue siéndolo hoy día, tan solo con cambios de matiz, pero no de sustancia. Pues, bueno, ese era el mensaje que, por entonces, difundían los medios de comunicación con morbo enfebrecido, que repetían y refrendaban las autoridades políticas, las jerarquías católicas e incluso prestigiosos científicos, cuyos aportes a la “comprensión” del sida, se resolvían más bien como un torrente de prejuicios y odio.

Sabíamos que teníamos muchos nombres, ninguno elegido, todos infames y humillantes. Otros se sumaban a la lista: sidosos, apestados.

Oficialmente se decidió –primera administración Arias Sánchez– que para frenar la epidemia del sida, los apestados debían ser aislados. Y se nos echó la represión policial encima con incrementada furia. No es que fuese algo nuevo; de hecho, el acoso reiterado en sitios públicos o en bares o discos tenía una muy larga historia. Pero ahora el asunto escalaba nuevas alturas. Es una historia contada muchas veces: las redadas, las perreras, la cárcel, la visibilización pública forzada. En fin, el abuso y la violencia sin disimulo ni atenuantes.

Los hombres homosexuales de entonces lo vivíamos como si fuese una especie de tornado que la naturaleza lanzaba sobre nuestras cabezas. Aterrorizados por el sida y por la policía, ni siquiera teníamos conciencia de nuestros propios derechos. La verdad, es que ni siquiera imaginábamos que tuviésemos derechos. Ningún derecho. Frente a la furia de un tornado, cabe tan solo intentar salvarse cada quien como mejor pudiera. No más que eso. Sin identidad en la cual mirarnos y sin conciencia ni siquiera de nuestra propia dignidad humana, carecíamos igualmente de ningún discurso, de ninguna narrativa, que diera siquiera un mínimo sentido a lo que éramos y que clarificase, siquiera un poquito, cuál era nuestro sitio en el mundo. Resultaba entonces esperable que, en consecuencia, no tuviésemos organización alguna. Yo no puedo interpretar esto sino como el producto de años y años, hasta sumar décadas y siglos, de violentísima represión; de negación y silencio en lo más profunda de una caverna en que la debíamos permanecer ocultos y enclaustrados.

Por ello ser hombre homosexual en los años setenta y ochenta del siglo pasado –tiempos de mi adolescencia y mi joven adultez– era esencialmente vivir una vida escindida en identidades fragmentadas, vergonzantes, en fuga permanente las unas respecto de las otras. Era vivir negado a la afectividad, a la posibilidad de construir una familia propia, a la vivencia del amor. Estábamos condenados al sexo clandestino, al placer efímero y culpable. Y al esfuerzo permanente de encubrimiento, de negación. Como un juego de caretas: en cada espacio particular de tu vida, una careta distinta, y con cada nueva careta un manto de silencio que negaba e invisibilizaba las otras facetas, los otros fragmentos de nuestras vidas, las otras caretas. Y la completa desconexión entre sexualidad, afecto, familia y pareja. De hecho, no teníamos novio ni menos pareja. Teníamos algo que llamábamos “gente” (“tengo gente” contábamos; “este es mi gente”, presentábamos). Así, difuso y borroso: “gente”. No novio, mucho menos pareja.

Con el avance de los ochentas y al entrar los noventas, se multiplicaban los casos de sida, y con estos los muertos y crecía el número de quienes eran lanzados a la calle, repudiados por su propia familia. También en los centros de salud y por parte del personal médico y paramédico el trato estigmatizante, las prácticas humillantes, las miradas de sospecha y desprecio. Cada hombre homosexual enfermo era primero aniquilado socialmente, antes de ser aniquilado físicamente por la enfermedad. Pero toda esa dolorosa devastación, tuvo sin embargo una faceta positiva: hizo surgir solidaridades más profundas, tramadas en tejidos más sólidos y perdurables y, con ello, surgieron los primeros esfuerzos organizativos, de carácter humanitario y asistencial, todavía no con conciencia politizada, pero, en fin, ahí se sembró el germen de lo que vendría más adelante. Y en todo ello, no cabe duda, el nombre de Jacobo Schifter debe ser reconocido como el de un pionero insigne. En medio de tanto horror, lo que Jacobo hacía era épico, realmente heroico.

Unos años después, hacia la segunda mitad de los noventa, vino la lucha por los antirretrovirales. La Caja los negaba alegando que no curaban la enfermedad y que resultaban excesivamente caros. Total que los que se morían era, en su gran mayoría, playos. A nadie le importaba ni poquitito. Hubo que llevar el asunto a la Sala Constitucional, lo cual implicaba politizar las cosas y tener que visibilizarse. Y tener que visibilizarse doblemente: como playo y como sidoso, según los términos –igualmente devastadores– que prevalecían por entonces. Ya para entonces habíamos finalmente entendido que sí teníamos derechos que reclamar, y una dignidad que defender. Y, con la misma épica con que Jacobo irrumpió unos años antes, otros compañeros decidieron luchar por sus vidas dando la cara ante la Sala Constitucional. Y lo lograron. Hablábamos entonces del “efecto Lázaro” y circulaban las historias de amigos o conocidos que, al borde mismo de la muerte, habían literalmente resucitado.

Creo que fue por entonces, o sea hacia el decenio de los noventa, que empezamos a reconocernos como gais. El término nos llegó del norte rico, de Estados Unidos en particular, y jugó un papel importantísimo: el reconocimiento de sí mismo  como gay era darse un lugar en el mundo que no fuese el de la denigración y el insulto. Porque, contrario a lo que ciertas tesis excesivamente simplistas pero muy en boga proponen, los seres humanos no podemos existir sin identidad, porque no tener identidad es no tener lugar en el mundo. Las identidades pueden seguramente ser cambiantes, pero que una persona humana pueda existir sin poseer una identidad –seguramente compleja y multifacética– en la cual mirarse a sí misma, es burdo e iluso. Nuestra inescapable condición sociohistórica es inevitablemente identitaria.

Los gais que no éramos, empezamos a serlo. Ya no aquel juego de caretas cada una haciendo su performance en un espacio distinto, y cada espacio escindido de los otros y entre cada uno de estos, murallas irrompibles de silencio. Pasamos, de a pocos, a la fase siguiente: “declararnos” públicamente, un hecho en sí mismo violento y discriminatorio, que se nos impone hacer una y otra vez. Pero, bueno, lo hicimos: empezamos a visibilizarnos, o sea, a autodenominarnos ante otra gente. Primero en espacios más restringidos, más cercanos a la inmediatez de nuestra cotidianidad. Poco a poco a nivel social y político.

Los de entonces, que estamos aquí, sabemos que el recuento de los que quedaron en el camino, los que dijeron adiós a edades prematuras, es muy largo. Somos sobrevivientes de un naufragio, en parte por el sida, pero también por otras causas, incluso innumerables asesinatos. Estamos ahora en el umbral de la tercera edad –algunos ya lo transpusieron– y tenemos claro que eso nos trae nuevos retos, incluso la perspectiva muy cierta de una vejez en soledad.

Pero hoy sabemos, con total certeza, que reconocer y cobrar conciencia de la propia dignidad, es dar un paso adelante que jamás, jamás admite  posibilidad alguna de retroceso.

Los que eramos entonces teniamos tantos nombres pero no teniamos ninguno2

(*) Director Centro de Investigación en Cultura y Desarrollo, CICDE-UNED.

 

Enviado por el autor.

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UCR reafirma el reconocimiento de los derechos de la población diversa

Eduardo Muñoz Sequeira

Vicerrectoría de Acción Social

Desde el año 2011 la UCR fue declarado espacio libre de toda de discriminación en razón de la orientación sexual e identidad de género. Foto Anel Kenjekeeva.
Desde el año 2011 la UCR fue declarado espacio libre de toda de discriminación en razón de la orientación sexual e identidad de género. Foto Anel Kenjekeeva.

17 de Mayo de 2018

En el marco del Día Nacional contra la Homofobia, Lesbofobia y Transfobia, este 17 de mayo, “reafirmamos la defensa de los derechos humanos, y por consiguiente nos sentimos profundamente comprometidos con nuestra lucha contra la discriminación de cualquier tipo, y hoy especialmente contra el trato desigual por orientación sexual o identidad de género. Que todas las personas se sientan libres, respetadas y reconocidas en nuestra institución, sin miedos ni peligros, y sin afrentas a su dignidad”, dijo el Dr. Henning Jensen Pennington, Rector de la Universidad de Costa Rica (UCR) con motivo de la conmemoración del Día Nacional contra la Homofobia, Lesbofobia y la Transfobia.

Desde el 30 de junio del 2011, el Consejo Universitario (CU) declaró a la UCR como un espacio libre de toda forma de discriminación y reiteró el compromiso por el absoluto reconocimiento a los derechos humanos. Además, declaró de interés institucional todas las actividades reflexivas y de concientización que se realicen alrededor de este día. Dicho pronunciamiento instó a todas las unidades académicas y de investigación a generar espacios de reflexión en la comunidad universitaria y nacional para promover una cultura de respeto a la diversidad sexual.

El Día Internacional contra la Homofobia, Lesbofobia y Transfobia conmemora la eliminación de la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales por parte de la Asamblea General de la OMS del 17 de mayo de 1990. Foto Anel Kenjekeeva.
El Día Internacional contra la Homofobia, Lesbofobia y Transfobia conmemora la eliminación de la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales por parte de la Asamblea General de la OMS del 17 de mayo de 1990. Foto Anel Kenjekeeva.

Al pronunciamiento del CU le han seguido una serie de resoluciones de la Rectoría de la UCR tendientes a cumplir con el mandato del Estatuto Orgánico, que en su artículo 4 indica que la universidad debe “garantizar, dentro del ámbito universitario, el diálogo y la libre expresión de las ideas y opiniones, así como la coexistencia de las diferentes visiones del mundo y corrientes de pensamiento, sin otra limitación que el respeto mutuo”.

Según un manifiesto difundido por la Comisión Institucional para la Diversidad Sexual de la UCR, creada por el 17 mayo del 2017 según Resolución 156-2017, la conmemoración de esta fecha “es un nuevo llamado para reafirmar el compromiso nacional que sienta las bases de una nueva sociedad en la que el goce de los Derechos Humanos se garantiza para todas las personas sin distingo alguno(…) Es criterio de esta Comisión que aún persisten obstáculos enraizados en prejuicios heteronormativos y patriarcales, que limitan el pleno reconocimiento de los derechos de todas las personas”.

“La universidad es libre como institución cuando no se ejercen sobre ella coerciones externas, y cuando sabe respetar y reconocer los derechos y las libertades de sus miembros, cuyo conjunto se materializa en el bien común”, dijo el Rector Henning Jensen Pennington. Foto Anel Kenjekeeva.
“La universidad es libre como institución cuando no se ejercen sobre ella coerciones externas, y cuando sabe respetar y reconocer los derechos y las libertades de sus miembros, cuyo conjunto se materializa en el bien común”, dijo el Rector Henning Jensen Pennington. Foto Anel Kenjekeeva.

UCR continua avanzando

En la Sede Regional del Pacífico de la UCR un nuevo proyecto de Acción Social tiene como objetivo promover la inserción de los derechos humanos en las prácticas cotidianas de las personas en sus diferentes entornos. Mediante la creación de diversos espacios de discusión se reflexiona sobre cómo evitar cualquier tipo de discriminación y la consecuente violación a estos derechos.

El proyecto Derechos humanos en acción (ED-3359) “nació este año, producto de la necesidad de la zona de ser informada en cuanto a los Derechos Humanos y sus alcances en el mejoramiento de la calidad de vida de las personas», explicó el magister Emmanuel Madrigal Román, coordinador.

Madrigal enfatizó “que el empoderamiento de las personas sobre sus derechos fortalecerá su perspectiva de desarrollo, les alentará a superarse y además conocerán los sistemas de protección de derechos humanos y la legislación costarricense que no solo les protege, sino que además les faculta a exigir el respeto de estos ante su Gobierno local e instituciones públicas y privadas».

“La universidad es libre como institución cuando no se ejercen sobre ella coerciones externas, y cuando sabe respetar y reconocer los derechos y las libertades de sus miembros, cuyo conjunto se materializa en el bien común”, dijo el Rector Henning Jensen Pennington. Foto Anel Kenjekeeva.
“La universidad es libre como institución cuando no se ejercen sobre ella coerciones externas, y cuando sabe respetar y reconocer los derechos y las libertades de sus miembros, cuyo conjunto se materializa en el bien común”, dijo el Rector Henning Jensen Pennington. Foto Anel Kenjekeeva.

«Otra situación que motivó el nacimiento de este proyecto es la misma necesidad de sensibilizar a la comunidad universitaria en el tema de los Derechos Humanos y el respeto a la diversidad, capacitando no solo sobre las normas internacionales y nacionales, sino en cuanto a las políticas universitarias”, acotó Madrigal.

Madrigal agregó que el señalamiento hacia la población sexualmente diversa, considerándola como vergonzosa, ha causado que siga en las sombras, ya que no se les reconoce sus aportes sociales y carecen de un adecuado abordaje desde los sistemas educativo y de salud.

En ese sentido, Madrigal fue enfático que la UCR como comunidad académica que reúne a diversidad de personas, y la sociedad en general, debe hablar de reconocimiento, más que de respeto o tolerancia.

“El reconocimiento se hace a partir de que yo como ser humano “reconozco” en otros la condición de ser humano, sin destacar las diferencias. No creamos conceptos sociales de respeto o tolerancia a las personas con gustos diferentes de colores, simplemente lo reconocemos y seguimos como si nada, así debería ser en este tema. Inclusive el término minoría, acepta que existen personas que no son parte de la mayoría, y más bien las personas las debemos reconocer como pares y listo”.

Líneas de acción

El proyecto Derechos humanos en acción procurará el empoderamiento de las personas mediante la formación en el tema y las garantías básicas para su pleno disfrute.

En una primera etapa se trabajará en un plan piloto de talleres contra el acoso escolar, con una escuela de la zona. Se trata de sensibilizar a las niñas y los niños a partir del respeto a las diferencias como una protección que brindan los derechos humanos.

La UCR enarbola en su campus Rodrigo Facio banderas con mensajes que reiteran su compromiso con los derechos humanos y de ser un espacio libre de discriminación. Foto Laura Rodríguez.
La UCR enarbola en su campus Rodrigo Facio banderas con mensajes que reiteran su compromiso con los derechos humanos y de ser un espacio libre de discriminación. Foto Laura Rodríguez.

Además, la iniciativa incluirá a otras poblaciones como adultos mayores, mujeres que han vivido violencia intrafamiliar y el abanico de personas sexualmente diversas, detalló Madrigal.

Según la OMS, el índice de suicidios entre jóvenes debido a su identidad de género u orientación sexual cuadruplica a los sucedidos entre adolescentes heterosexuales. Por otra parte, se estima que la esperanza de vida de mujeres y hombres transexuales en América Latina es de apenas 35 años, debido a factores como el asesinato y el suicidio.

En la UCR aspiramos a “que todas las personas sean libres y respetadas en nuestros campus, como modelo de aspiración de la libertad que deseamos para todo nuestro país”, concluyó el Rector Jensen.

 

Información generada desde la Vicerrectoría de Acción Social de la UCR.

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Manifiesto de la UCR: Los ambientes educativos deben ser espacios libres de toda forma de discriminación y violencia

  • Pronunciamiento de la Comisión Institucional para la Diversidad Sexual

Manifiesto de la UCR Los ambientes educativos deben ser espacios libres de toda forma de discriminacion y violencia
La UCR enarbola en su campus Rodrigo Facio banderas con mensajes que reiteran su compromiso con los derechos humanos y de ser un espacio libre de discriminación. Foto Laura Rodríguez – foto Laura Rodríguez Rodríguez.

Para la Comisión Institucional para la Diversidad Sexual de la Universidad de Costa Rica (CIDS-UCR), la conmemoración del Día Nacional contra la Homofobia, Lesbofobia y Transfobia, a celebrarse este jueves 17 de mayo, es un nuevo llamado para reafirmar el compromiso nacional que sienta las bases de una nueva sociedad en la que el goce de los derechos humanos se garantiza para todas las personas sin distingo alguno.

La Universidad de Costa Rica, institución abanderada de la enseñanza humanista, en la que la formación de profesionales se basa en un compromiso con las causas justas y el logro del bien común, mediante la Resolución de Rectoría 156-2017 constituyó la Comisión Institucional para la Diversidad Sexual. En esa resolución se encomendó a esta comisión contribuir con el cumplimiento de las políticas institucionales que prevengan y procuren la erradicación de cualquier tipo de discriminación en razón de la orientación sexual e identidad de género mediante acciones formativas e informativas, y la recomendación de cambios sustantivos en esta comunidad académica.

Es criterio de esta Comisión que aún persisten obstáculos enraizados en prejuicios heteronormativos y patriarcales, que limitan el pleno reconocimiento de los derechos de todas las personas. Creemos que este es el momento para que Costa Rica retome su compromiso en la defensa irrestricta de los derechos humanos, mandato contenido en el artículo 33 de nuestra Constitución Política y ratificado por los instrumentos internacionales de los cuales el país es signatario.

Es tiempo de que el país cumpla sin mayores dilaciones con lo dispuesto en la Convención Americana sobre Derechos Humanos, conocida como el Pacto de San José, adoptando las disposiciones administrativas y las reformas legales que correspondan para asegurar el respeto de la ciudadanía sexual. El Estado tiene la obligación de acatar todas las resoluciones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, incluyendo aquellas que protegen los derechos de las personas que por su orientación sexual o identidad de género, han sufrido violencia y discriminación.

Esta Comisión solicita al presidente de la República, Carlos Alvarado Quesada, que impulse las reformas necesarias para erradicar las prácticas discriminatorias en razón de la identidad de género, orientación sexual y características sexuales en todos los ámbitos para las personas habitantes de este país. Exhortamos a todas las fuerzas políticas del país para que abandonen posiciones dogmáticas que convierten a un importante sector de la población en habitantes de segunda categoría, y les invitamos a enarbolar como única bandera los principios éticos del respeto, la solidaridad y la igualdad.

Instamos a la comunidad universitaria a denunciar cualquier forma de discriminación que violente la convivencia respetuosa y a utilizar los recursos normativos contenidos en los reglamentos Disciplinario del Personal, de Orden y Disciplina de los Estudiantes, y el Interno de Trabajo. El compromiso nuestro será por avanzar en políticas, reglamentos y acciones afirmativas que materialicen los principios de igualdad y no discriminación.

Ponemos a disposición de toda la comunidad universitaria el correo electrónico comision.diversidadsexual@ucr.ac.cr para solicitar información, asesoría y acompañamiento en caso de considerar vulnerados sus derechos.

#UCRapoyalosderechoshumanos

#UCRlibredediscriminación

#UCRdiversa

 

Información tomada de: http://www.ucr.ac.cr/

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Documental holandés «Out & About» expone la diversidad sexual en Kenia, Rusia, Indonesia

El pasado viernes 23 de marzo en las instalaciones del SERPAJ se llevó a cabo la proyección del documental holandés “Out & About”. El documental, de 34 minutos, expone la diversidad sexual en países como Kenia, Rusia e Indonesia. ¿Cómo viven en esos países las personas con orientación sexual diversa y sus familias? ¿A qué violencia están expuestas, qué prejuicios enfrentan? El documental «Out & About», del cineasta holandés Koen Suidgeest, de visita en Costa Rica, retrata una parte de esa realidad.

Esta actividad fue organizada conjuntamente por la Embajada de Holanda, el Servicio Paz y Justicia Costa Rica (SERPAJ-CR), el Movimiento Reflexión en Acción y el DEI.

Tras el conversatorio se destinó un espacio de diálogo sobre el contexto costarricense frente al tema de la orientación sexual diversa.

DEI Documental holandes Out and About expone la diversidad sexual

Enviado por Departamento Ecuménico de Investigaciones, DEI.

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