Skip to main content

Etiqueta: duelo nacional

Realicemos el Funeral de Estado que le debemos al Presidente y Benemérito de la Patria, Juan Rafael Mora Porras y las Honras fúnebre de Honor a los Generales Ignacio Arancibia y José María Cañas

Vladimir de la Cruz
Secretario de la Academia Morista Costarricense

Un día como hoy, 30 de setiembre, hace 164 años se escribió “la página más triste y sangriente de la historia de Costa Rica”, como lo expresara el gran historiador Rafael Obregón Loría, quien tuvo a su cargo, con motivo de la celebración del centenario de la derrota de los filibusteros norteamericanos en Costa Rica y en Centroamérica, el escribir el mejor libro y relato de aquella epopeya nacional y centroamericana, “La Campaña del Tránsito, 1856-1857” y ”Costa Rica y la guerra contra los filibusteros”, títulos con que se ha publicado su investigación histórica.

“La página más triste y sangriente de la historia de Costa Rica”, haciendo relación al crimen de Estado que se cometió aquel 30 de setiembre, de 1860, cuando se acabó con la vida del Prócer, del Benemérito de la Patria, del gran Capitán General, del Libertador de Costa Rica y Nicaragua, ante las amenazas de extender e imponer la esclavitud en nuestros países, como parte de las intenciones de William Walker, de apropiarse de los territorios centroamericanos, incorporarlos a la Unión Americana, acabar con la Independencia y Soberanía de nuestros países, y acabar con la Libertad convirtiéndonos en pueblos esclavos, de conformidad a los intereses sureños de los Estados Unidos.

Dos días después del fusilamiento de Juan Rafael Mora, el 2 de octubre, también acabaron con la vida del General José María Cañas Escamilla, por una orden del Consejo de Gobierno, habida cuenta que un Tribunal Militar, como falsamente se montó contra el Presidente Mora, no hubiera tomado una decisión de ese tipo, además de que se había tomado un acuerdo, con el Presidente Mora, de acabar con su vida, respetando la de sus compañeros, que habían venido con él desde El Salvador con el propósito de retomar el poder, que le había sido arrebato el 14 de agosto de 1859, por un golpe de Estado.

El tres veces Presidente de Costa Rica fue derrocado, de su tercer gobierno, por quien le sucedió a la presidencia, José María Montealegre, quien había estado casado con una hermana del Presidente Mora, por los militares, que se habían distinguido en la Campaña contra los filibusteros, el Mayor Máximo Blanco y el Coronel Lorenzo Salazar, a quienes Montealegre había ascendido a Generales, y quienes formaron parte del Tribunal Militar que acordó su ejecución.

El Presidente Mora había tomado la decisión de regresar al país de su exilio en El Salvador a retomar el poder arrebatado. El 17 de setiembre de 1860 llegó a Puntarenas. Traicionado, que fue, y por una falsa información que había recibido, fue derrotado en la llamada Batalla de la Angostura por fuerzas leales al gobierno de José María Montealegre Fernández. Terminó siendo capturado y sometido a un juicio militar sumario, condenándosele a la muerte. Su muerte, informó el Ministro de Relaciones Exteriores, Francisco María Iglesias Llorente, al Presidente José María Montealegre, “fue con dignidad y valor”.

En la negociación de su fusilamiento se había eximido de igual desenlace al General José María Cañas.

Junto al Presidente Mora fue fusilado el General Ignacio Arancibia, de origen chileno, distinguido militar que también había participado en la Guerra Nacional contra los filibusteros y acompañaba al Presidente Mora.

El acto traidor e infame del fusilamiento se llevó a cabo el 30 de setiembre de 1860, a las 3 de la tarde, en el sitio conocido como Los Jobos, en Puntarenas. Allí mismo, luego fusilaron el General Cañas.

El Consejo Militar, que actuó como Consejo de Guerra, y Consejo de Asesinos uniformados, que lo fusilaron tres horas después de su entrega, estuvo integrado por el General Máximo Blanco, el General Florentino Alfaro, el Coronel Pedro García, Francisco Montealegre Fernández, que era el Primer Designado a la Presidencia de la República y el Ministro de Relaciones Exteriores, Francisco María Iglesias.

El trato que le dieron a los cuerpos fusilados del Presidente y del General Arancibia fue de desprecio total. Los dejaron expuestos, a la intemperie, con el ánimo de que las aguas del estero se los llevaran, y los animales hicieran de las suyas.

Gracias a un grupo de entrañables amigos, y parientes, del Presidente, entre ellos los Cónsules de Gran Bretaña y de Francia, los señores Richard Farrer y Jean Jacques Bonnefil, junto con los yernos de Bonnefil, Santiago Constantine y Julio Rosat, y el Capitán Francisco Roger, se impidió que los cuerpos acabaran en el estero.

Una vez que recuperaron los cuerpos procedieron a enterrarlos en el cementerio del estero, en una fosa cavada por ellos mismos, donde depositaron también el cuerpo de General José María Cañas, y resguardada por los siguientes seis años.

El 20 de mayo de 1866 el Cónsul francés Jean Jacques Bonnefil, con cuatro personas, marineros, Carlos Leonara, Enrique Ligoneff, Francisco Hervé y Guillermo Noubée, exhumaron los cadáveres, los recogieron y mantuvieron durante un breve período de tiempo en la residencia del Cónsul, en Puntarenas, de donde los trasladaron después a San José, a la residencia del Cónsul, que estaba frente al Hospital San Juan de Dios.

En su casa se guardaron los restos de los Héroes hasta que el 13 de mayo de 1885 fueron depositados en el Cementerio General de la ciudad de San José, sin que se hubiera hecho nunca, a partir de esta fecha, ningún ceremonial oficial de Entierro de Estado, de Funeral de Estado, al Presidente de la República, Benemérito y Héroe de la Campaña Nacional de 1856 y 1857

La sociedad costarricense, el mundo político nacional, tiene una gran deuda histórica con el Benemérito de la Patria, con el Héroe y Libertador Nacional, con el gran conductor, gran estratega y táctico, de la Guerra Nacional contra los filibusteros norteamericanos, en 1856 -1857, el tres veces Presidente de la República, el Capitán General Juan Rafael Mora Porras. Es hora de saldar esa deuda.

Está pendiente desde aquel Asesinato de Estado es un gran acto nacional, que debe realizarse con un Gran Funeral de Estado, donde se cumpla, con el reconocimiento oficial, a la figura del Presidente Juan Rafael Mora Porras, y que se realice con toda la pompa, ceremonia y desfile que merezca, y donde resultado de este Funeral de Estado, se celebren las Honras Fúnebres Oficiales, y se reivindique, de esa manera, su memoria depositándolo oficialmente en su sepultura, en el Cementerio General, o en el Mausoleo, que con ese motivo se podría erigir de manera distinguida en el mismo Cementerio.

El Funeral de Estado comprende el acto, en este caso, el acto de exhumación, de exequias o del cortejo fúnebre que debe realizarse acompañando los restos, los actos oficiales que se realicen en su Memoria en la Asamblea Legislativa, bajo capilla ardiente, u otros sitios que se dispongan a este efecto, incluyendo un acto ceremonial religioso, católico, que también se le podría tributar, por razones de su credo y de la tradición de mediados del siglo XIX, y el de nuevo depósito de sus restos en el Cementerio General.

La exhumación de los restos del Presidente Juan Rafael Mora, a los efectos del Funeral de Estado, deben sacarse del Cementerio General en un acto absolutamente privado, y llevado al sitio donde se le rendirá el Funeral de Estado.

El Funeral de Estado es la ceremonia pública que en Honor de la figura política del Presidente Juan Rafael Mora Porras debe realizarse.

Un Funeral de Estado no es un funeral religioso. Con el Funeral de Estado se decretan por lo menos tres días de Duelo Nacional, con el Pabellón Nacional y la Bandera Nacional a media asta, en todos los edificios e instituciones de la administración pública, de las Escuelas y Colegios, en que se exhiban banderas en el exterior. A esas banderas no se les deben poner crespones o lazos negros

Las fuerzas de escolta que acompañen el féretro deben ir a pie, no a caballo, de manera que nadie esté por encima del féretro.

En el Funeral de Estado que se organice para el Presidente Juan Rafael Mora Porras se puede contemplar la realización de una Vela Pública, de uno a tres días, con Guardia de Honor, de la Fuerza Pública y de civiles que quieran participar de ella, donde los costarricenses, escolares, estudiantes, ciudadanos, sean invitados, a acompañar los restos del Héroe, antes del ceremonial oficial y de su entierro definitivo, resultado de este Funeral de Estado.

La Guardia de Honor, debe estar en absoluto silencio, durante unos minutos alrededor del féretro. Su silencio es para manifestar el respeto y el afecto hacia la persona a la que se le está rindiendo el Homenaje. La Guardia de Honor se hace por turnos de varias personas, dos, cuatro o seis.

La Vela Pública es para que el Pueblo de manera directa pueda despedirse del Presidente Juan Rafael Mora Porras, el Presidente más amado, más querido, más admirado de la Historia Patria.

Un Funeral de Estado, para el Presidente Juan Rafael Mora Porras, servirá no solo para reivindicar el acto de su muerte, sino para fortalecer su Memoria, el culto y el respeto al Héroe, para fortalecer la identidad nacional en lo que el Presidente Mora evoca y significa, para enriquecer la conciencia histórica, pero sobre todo para hacer Justicia Histórica con el Héroe Nacional, que no tuvo su Funeral de Estado, su Funeral Oficial, con el que estamos en deuda nacional, quien le aseguró la Soberanía y la Independencia nacional al País, a la Patria, al Pueblo costarricense y centroamericano.

Este Funeral de Estado no será de despedida, es de bienvenida y de inserción oficial a la Memoria Histórica nacional.

El féretro del Presidente debe cubrirse con el Pabellón Nacional, para indicar en este caso, además, que el Estado se hace responsable de lo que ocasionó su muerte.

El Funeral de Estado es el máximo respeto a su memoria, el que no se le tuvo en el acto vil de su fusilamiento.

De igual modo, para esta ocasión del Funeral de Estado, debe tenerse presente la obra musical el “Duelo de la Patria”, un Himno que evoca la tristeza, la pena y el dolor nacional, de todo el pueblo, del Maestro Rafael Chávez Torres, discípulo de Manuel María Gutiérrez, y sucesor de él en la Dirección de Bandas Militares, Himno que por primera vez se entonó en el Funeral del Presidente Tomás Guardia Gutiérrez, quien también se había distinguido en la Campaña Nacional, bajo las órdenes del General José María Cañas Escamilla.

El fusilamiento de los Héroes de 1856 y 1857, especialmente el del General Cañas, fue el acto que impulsó al Presidente Tomás Guardia Gutiérrez a abolir la pena de muerte en el país.

Otto no es culpable, otros lo son

Daniel Lara

 

No han terminado de bajar las aguas, ni se ha terminado de hacer un recuento de los daños, ni se han enterrado los muertos y el diario La Nación – el de los 70 años de hiel – titula que las ventas bajas de ayer esperan recuperarse hoy con un viernes doblemente negro. Triste es el día nacional para pensar en el negocio pero algunos sacan a flote el agua sucia que corre por sus venas. En el fondo lo que impera y sale a flote es una lógica perversa que premia el consumo a costa de la naturaleza, de vidas humanas y no humanas. No sería de extrañar que hoy ciudadanos con asueto y sin asueto atiborren Malles y carguen sus tarjetas con cuanto chunche seductor se les ponga en vitrina. El consumo y el individualismo están en liza con la solidaridad imprescindible en este momento de duelo nacional. Esa otra Costa Rica, la meseteña, la inmersa en esa enorme taza de la GAM poco reconoce la otra Costa Rica, la de siempre olvidada, la diezmada por crecidas, Nemagón, pobreza, droga y exclusión.

En los mapas de crisis la colorean de rojito intenso, es la periferia de la taza del bienestar. Pero con o sin huracán siempre está en rojo por una perversa distribución de la renta nacional, en rojo intenso es su atraso socio-económico y casi siempre sirve de pasto electoral a los politiquillos corruptos de siempre. Cada cuatro años los llenan de promesas y en el ínterin drenan sus recursos. Suben los votos, suben las aguas y su vida toca el lodo. Ni Limón ni Upala son pobres, a sus gentes los han empobrecido los ejercicios reiterados de la demagogia y la rapiña político-empresarial. Hay dos Ottos y dos Costa Ricas, de un lado hay responsabilidad y del otro priva el sufrimiento reiterado ante huracanes y rufianes de saco y corbata. Empresarios bananeros metidos a política obligaron a sus obreros a no dejar tierras de amenaza. Otros hacen el billete con una TV chinamera de frivolidad morbosa a costa del dolor de otros. Periodismo de barro y alcantarilla. Precandidatos luciéndose hipócritamente consternados pero defendiendo incapaces lacayos municipales. Bueno lo ha hecho el Gobierno –enmendó la página -, ya era hora, lástima que la contundencia y firmeza no alcanzo desde el arranque y sucumbió a la misma prensa que ventila viernes negros.

Otto (no el de Cuesta de Moras) no es culpable pese al dolor que deja; la naturaleza – y no dejamos ser parte de ella – no es culpable. Si el volcán arroja fuego de las entrañas de la tierra no es venganza de dioses. Tampoco es culpable el invierno y el verano no es suerte mejor, ni los alisios o el Monzón cargan responsabilidad moral por su libre expresión material. Las llamaradas solares no son terribles y otras expresiones como los huracanes, explosiones de estrellas, o riadas no deben merecer nuestro enojo o incomprensión. Hay del religioso que saque provecho y enrede la cosa llevando agua a su molino. La materia se mueve, cambia, se transforma: gracias a ella estamos usted y yo aquí viendo el televisor cargado de morbo y mucho rating huracanado. La racionalidad de la cual nos enorgullecemos es una deriva propia de esa misma naturaleza evolucionada y coronada no pocas veces también de ceguera y despropósito. La inteligencia es materia ascendida luego de millones de años de cambios grandes y pequeños. Pero esa inteligencia no siempre rinde frutos a favor de la vida misma. Si no le queda claro, construir una bomba atómica y enviársela a un enemigo a miles de kilómetros es una concreción material de esa racionalidad humana en continuo ascenso. Pero matar de esa manera no es cosa sabia por más matemáticas involucradas. Tampoco calentar el Planeta es cosa de sabios. Es estupidez crasa, egoísmo elevado a trofeo.

Los partes de la prensa científica internacional han dado cuenta este año del enorme despropósito de ese cacareado desarrollo de la economía. Un paradigma de dominio irracional que tumba esperanzas de algún porvenir para nuestros hijos. Se registran las mayores temperaturas atmosféricas y oceánicas que logran alcanzar cifras demenciales. Se derrite el Ártico, los glaciares eternos del Himalaya, los Alpes y los Andes. Se derrite el permafrost de las estepas y sube el metano raudo y veloz, peor gas que el CO2. Suben los niveles de los mares y el aire se nos ensucia de inmundicia fabril. Los acuerdos de París COP 21 son saludo a la bandera mientras gringos y chinos y otros más corren por todo el mundo tras más materias primas y energía. La fábrica no para de darnos placebos, de quitarnos la plata y la vida buena.

Tendremos muchos más Ottos – los de Cuesta de Moras cunden por doquier y tienen responsabilidad de la tragedia universal por su cantaleta de mercados y menos estados -, violentos y salvajes, su aparición será más frecuente. Al perro flaco se le pegan las pulgas de otros y ottos. Los países pobres pagan la factura ambiental de los desvaríos de las transnacionales afincadas en tierras de Obama, Merkel, Xi Ping y demás. Los indios, mil trescientos millones envidian los éxitos de Nueva York y quieren consumir como ellos. Los ticos corren a Miami o a Golfito por más chunches aunque luego el agua de barro llene los dormitorios de otros. Muchos quieren ser Nueva York pero no hay Tierra saludable para tanta locura irracional. Las chimeneas del mundo industrializado que nos proveen de celulares, carros, aviones y cuanto chunche da la imaginación calientan el único nido que todos compartimos. Caldo de cultivo para aguas calientes que engendran Katrinas y Ottones. Maravillados con la Internet no reparamos en su carga energética cuando cientos de miles de servidores, cables y antenas demandan electricidad. Pareciera mágico las imágenes en las pantallitas pero tiene un costo el encantamiento. Igual el consumo de turismo pone en el cielo todos los días miles de aviones cuyos motores no funcionan con miel de abeja precisamente. Más energía, más químicos, más plásticos, más cosas. Menos paz.

La flecha envenenada de los Viernes Negros se ha clavado en Upala y otros lugares de nuestra geografía olvidada. El huracán de infame nombre es tan solo la expresión brutal del Antropoceno – el tiempo que la humanidad renegó del Jardín del Edén y lo convirtió en un basurero – y solo la compresión cabal de todos los elementos involucrados servirá para torcer la suerte que hemos cosechado. Más solidaridad personal y estatal. Menos barro en nuestras casas y cabeza. El mundo puede ser mejor, no le echemos la culpa a la Naturaleza. Solo tenemos este mundo.

 

Imagen con fines ilustrativos tomada de www.lagranepoca.com

Compartido con SURCOS por Juan Carlos Cruz Barrientos.

Suscríbase a SURCOS Digital:

https://surcosdigital.com/suscribirse/