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Etiqueta: energías limpias

El mundo en el llamado “período de transición”

Alberto Salom Echeverría

Introducción.

La “transición” de la que se habla hoy, tanto en ciencias sociales como en las ciencias de la naturaleza, apunta a un cambio de sistema desde una producción sin restricciones de los recursos que nos provee la naturaleza, a otro en el que se imponen limitaciones a todas aquellas prácticas que no contribuyen a dar paso a una producción sostenible y sustentable con la Naturaleza y, además, que no conduzcan a una justicia social en la que, el sistema socio-económico y político abra paso a un mayor bienestar para toda la población. Desde mi óptica, se trata de consolidar prácticas distributivas de la riqueza, de modo que se produzca con mayor equidad, disminuyendo toda clase de brechas entre los segmentos más ricos en el mundo y en cada nación, frente a los más pobres y vulnerables.

Si esta es la premisa alrededor de la cual parece haberse generado un consenso, sería menester considerar seriamente cómo disminuir progresivamente la producción de contaminantes (los hidrocarburos, petróleo, gas, carbón mineral, gas metano en particular, y todo lo que de ellos se deriva), para potenciar las energías limpias llamadas a reemplazar todo aquello que coadyuva a provocar el calentamiento de la atmósfera de la Tierra y el cambio climático concurrente. Aquí hay, claro está, una frase clave, “disminución progresiva”. Significa entonces que, a la humanidad le sería poco razonable y hasta desastroso seguramente, pretender acabar ´de un solo tajo’ con la industria energética de los hidrocarburos, sobre la que está asentada la maquinaria productiva, desde el momento en el que arrancó el período de la industrialización, a mediados del siglo XIX hasta nuestros días. Esto lo ha entendido así, la inmensa mayoría del cónclave planetario de naciones que se ha reunido en “las Conferencias de las Partes” (o COP), convocadas por las Naciones Unidas para enfrentar el “cambio climático”.

No obstante, como ya no queda mucho tiempo en todo el Planeta, para reducir la producción de las industrias contaminantes (los hidrocarburos esencialmente), y para frenar las prácticas productivas consiguientes devastadoras de los mares, los bosques, los manglares, etc., las COP han adoptado un conjunto de resoluciones acompañadas de indicadores, para medir cómo ir reemplazando esta producción que acarrea gases de efecto invernadero, así como las mismas prácticas salvajes mencionadas que deterioran la naturaleza, y canalizar más bien recursos para “investigación y desarrollo” por medio de lo cual se generen otras formas de producción sostenibles y sustentables con la naturaleza, que llamamos “energías limpias”. Aquí es donde, se encuentra el “desiderátum” de nuestra época, ya que hemos continuado traspasando los umbrales establecidos científicamente en las COP.

¿De cuánto tiempo disponemos para lograr el cambio requerido?

Ciertamente, no nos es dable desmontar la maquinaria productiva que se ha creado a lo largo de decenios ya, valga decir, por decreto; pero está visto que tampoco es pertinente postergar por más tiempo la inversión en innovación para crear una industria basada en “energías limpias”. Lo escribo entre comillas, porque siempre habrá algo de contaminación, puesto que, vamos dejando a nuestro paso, necesariamente, un sedimento, una huella ecológica que, no hace más que poner en evidencia el nacimiento de la humanidad, o de cada individuo viviente en su trajinar por la tierra. Hay pues, siempre, una huella ecológica que dejamos, por lo que se trata entonces, de que la ecuación entre la contaminación producida por el ser humano y su entorno sea inferior a la capacidad de la atmósfera para regenerarse y ofrecernos un ambiente saludable o vivible, o sea, favorable al medio ambiente. Dicho en otras palabras, es menester generar una cantidad de CO2 inferior o apenas igual, pero nunca superior, que aquel que el planeta requiere consumir con el objeto de que pueda continuar así el ciclo de la vida (el umbral, como veremos está establecido por el panel de científicos). Cuando las emanaciones de anhidrido carbónico son superiores a su capacidad para regenerarse, estamos en problemas. No otra cosa es lo que está ocurriendo en nuestros días, provocado esencialmente por la actividad productiva desproporcionada del ser humano, en medio de un modelo productivo de “neoextractivismo”, llamado así, para diferenciarlo del modelo productivo que imperó durante el período colonial e inclusive neocolonial, en esta época de industrialismo desenfrenado. Este es el tema, hemos desatado un “industrialismo voraz” para sostener sociedades consumistas, en las que, dicho sea de paso, una minoría consume en exceso, y los más, no llegan a consumir lo indispensable.

El panel de científicos anexo a las COP ha constatado que como humanidad continuamos traspasando las metas autoimpuestas. Al hacerlo, nos arriesgamos a provocar mayor calentamiento en la atmósfera, merced al efecto invernadero, que el umbral establecido por los científicos, insisto, de 1,5° grados centígrados al 2050; o sea, una temperatura que llegaría a estar, en esa medida, por encima de la era preindustrial (la que existía aproximadamente antes de1850). Todavía no hemos llegado ahí, pero nos encontramos peligrosamente acercándonos a dicho limen.

Antes de demostrar con datos que nos abocamos a una situación de crisis indeseable que, dejará por fuera de la vida a un alto porcentaje de los más desvalidos de la tierra, creo indispensable citar al sociólogo portugués, Boaventura de Sousa Santos hablando acerca de la crisis de la democracia, nos dice que: “El modelo de capitalismo que hoy domina es cada vez más incompatible con la democracia, incluso con la democracia de baja intensidad en la que vivimos, una democracia centrada en democratizar las relaciones políticas y dejar que sigan imperando los despotismos en las relaciones económicas sociales y raciales, etnoculturales y de género. Me refiero -añade de Sousa- a la prioridad de los mercados sobre los estados en la regulación económica y social; la mercantilización de todo lo que pueda generar ganancias, incluidos nuestros cuerpos y mentes, nuestras emociones y sentimientos, nuestras amistades y nuestros gustos; relaciones internacionales dominadas por el capital financiero y los super ricos.” Es preciso aclarar además que, para Boaventura De Sousa, en los modelos de desarrollo industrial, hubo dos versiones históricas, la generada por el “capitalismo” y la del “socialismo soviético”, las cuales, desde la óptica de su relación con la naturaleza, fueron muy similares. (Cfr. Sousa Santos, Boaventura. “Las Transiciones del mundo: dónde y hacia dónde”. Revista digital La Razón. https:/www.la-razon.com/político/2022/08/28/las-transiciones-del-mundo-donde-y-hacia-donde/ La Paz, Bolivia.)

De Sousa luego, cita a su coterráneo, el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, quien ante la situación que nos encontramos y que nos angustia proclamó: “O acción colectiva, o suicidio colectivo”. De Sousa enseguida destacó que las regiones del mundo que a causa del modelo productivo “neoextractivista” que impera, padecen más intensamente la crisis ecológica, son: África, algunas islas del Pacífico y algunos países del sur de Asia, Bangladesh entre ellos, donde una cuarta parte de cuyo territorio se encuentra inundado, afectando a unos cuatro millones de personas. Asimismo, expresa que, en el 2020, el hielo glacial en el círculo polar Ártico, experimentó la mayor reducción jamás registrada en solo un mes. Por otra parte, se está conformando un “nuevo continente” -lo llamó así- el de los plásticos en el océano Pacífico, que se extiende desde California hasta el archipiélago de Hawái. Finalmente subraya que, de continuar el actual ritmo de calentamiento global, dado que la mayor parte de la población mundial habita en las regiones tropicales y templadas de la Tierra, en la parte del sudeste de Asia, entre 1.000 y 3.000 millones de personas quedarán, durante 50 años fuera del “nicho climático” en el que se pueda sobrevivir. Estamos, por ende, en una situación límite, en la que no hay prácticamente tiempo de holgura.

Es importante saber que, cerca del 40% del dióxido de carbono emitido a la atmósfera por los seres humanos, desde 1850 permanece en ella durante miles de años. Las estadísticas oficiales lamentablemente confirman que las emisiones de CO2 no han bajado durante los últimos años, con excepción de los meses de confinamiento -debidos principalmente a la pandemia de la COVID 19-. Los países que más han logrado reducir sus emisiones de dióxido de carbono son en su orden: Alemania, México, Francia, España, Italia y Arabia Saudita. En cambio. Los países más contaminantes como son: China y Los Estados Unidos continuaban aumentando sus emisiones de CO2 hasta el 2023. Por otra parte, solamente dos países hasta esa fecha habían alcanzado la carbono neutralidad, es decir, carbono cero o neutralidad climática, estos fueron El Vaticano y Bután. Para lograr dicha neutralidad en las emisiones de dióxido de carbono, hay que seguir uno de dos caminos: a. utilizar energías renovables, que no producen dióxido o son muy bajas en esas emisiones, se habla en este caso de economía descarbonizada. b. El segundo camino es pagar a otros para capturar y almacenar el 100% de las emisiones de carbono a la atmósfera (por ejemplo, plantar árboles. También se obtiene al financiar proyectos de carbono que previenen futuras emisiones o comprando créditos de carbono. (Cfr. Durán, Rafael -18 de julio 2022. “Las empresas dejan su huella en los bosques” citado en es.m.wilkipedia.org).

Ideología antes que ciencia, negocio por encima de la Patria.

Al analizar el caso de Costa Rica con relación a la exploración y eventual explotación de petróleo y gas, quedan en evidencia dos circunstancias cruciales: 1. la primera es que, una gran parte de los que buscan apuntalar esta aspiración están envueltos en una trama ideológica antes que en un intento por acercarse a una visión científica de la cuestión junto con sus soluciones. Quienes parten de esta premisa solamente quieren ver, obsesivamente, como opción y, como dos caras de una misma moneda, al productivismo y su correlato el consumismo. En ambos casos, como dice de nuevo De Sousa, suponen que el crecimiento económico es infinito, y esto, en la circunstancia costarricense significa que, tienen por seguro que la exploración encaminada a encontrar petróleo y gas en el subsuelo culminará en un final feliz: suponen otra vez que, la mencionada exploración y la explotación del petróleo y el gas, nos sacarán de los apuros económicos que padecemos, y además fantasean con que ello ocurrirá en el cortísimo plazo. Desdeñan en cambio, el hecho de que las élites económicas y los Estados que amparan tales circunstancias andan sin cesar tras la intermediación de la explotación de los hidrocarburos, como una de las principales fuentes de su poder económico, antes que resolver la situación económica de los más vulnerables. Para esto último es imprescindible la transición del modelo neoextractivista a otro que sea económicamente sostenible y sustentable. O sea, un modelo del “Buen Vivir”.

En cambio, para las élites económicas y políticas, la priorización de esa fuente de poder convierte por arte de birlibirloque, valga decir, por arte de magia, la transición en una frase vacua, carente de contenido, que, por lo consiguiente no quiere decir nada. 2. La segunda circunstancia, nos remite a otro hecho igualmente significativo; consiste en el hallazgo de la investigación periodística de un caso muy revelador, el del exministro Dobles Arias, ya que, según lo ha revelado el diario La Nación, el exministro mantuvo una relación con “…empresas petroleras interesadas en extraer hidrocarburos en suelo nacional, desde hace más de dos décadas.” O sea, desde antes inclusive de ocupar el cargo de ministro de Ambiente en la segunda administración de Oscar Arias, del 2006 al 2010. En forma concomitante con la denuncia periodística, la Unión Costarricense de Cámaras y Asociaciones del Sector Empresarial Privado (UCCAEP), ha procedido a separar a Dobles Arias de su comité de energía. Mientras se aclaran las dudas levantadas por la investigación, afirmamos que, de resultar ciertas las denuncias entrañaría un posible conflicto de interés de parte del exministro Dobles, tras haber firmado un convenio en el 2010 con la Black Hills Corporation, empresa dueña de Mallon Oíl. En efecto, de acuerdo con un documento en poder del diario La Nación -nos relata el periodista Diego Bosque- Dobles habría pactado “…millonarias regalías con Black Hills, a cambio de impulsar la exploración y explotación de petróleo en varios bloques terrestres de la zona norte.” (Cfr. Diario La Nación. “UCCAEP separa a exministro Dobles de Comité de Energía” por el comunicador Diego Bosque, 10.03.2024. Pp.3). Por ello, Dobles habría recibido de acuerdo con el contrato la suma de $4.000 por mes (equivalentes a 2.1 millones de colones, aproximadamente). Además, el acuerdo contempla gastos de representación por cenas, hoteles, gasolina, transporte y otros. Adicionalmente, se contempló en el convenio que, al entrar en vigor la explotación de petróleo y gas natural, Roberto Dobles recibiría entre el 2.5% y el 3% de las utilidades por año a lo largo de todo el período de la extracción, lo que se definiría de acuerdo con el valor promedio anual del petróleo. Se contempla adicionalmente en el convenio, porcentajes idénticos por la eventual extracción del gas natural. (Ibidem.)

Hay pues, suficiente evidencia cuya veracidad se deberá comprobar en la investigación periodística, o en eventuales acusaciones de la fiscalía, toda vez que las denuncias dan lugar a pensar que podría haber en el caso de marras, de probarse las mismas, cuando menos un conflicto de interés, puesto que el exministro promovió gestiones en favor de la empresa petrolera, cuando todavía se desempeñaba como jerarca del ramo.

Por lo consiguiente, en el caso costarricense es valedera la hipótesis según la cual una parte de los que buscan apuntalar la exploración y explotación de petróleo y gas natural, están indisolublemente involucrados con intereses de grandes corporaciones petroleras, que buscan darle cima al modelo neoextractivista, invalidando o nulificando por tanto, un curso hacia una transición energética que abra cauce a un modelo económicamente sostenible y sustentable, que se compagine con la carbono neutralidad.

Costa Rica en la COP 28: el concepto de transición ecológica

Alberto Salom Echeverría

“El Concepto de transición ecológica abarca, el conjunto de medidas y

estrategias adoptadas en la esfera política, económica y social para la

lucha contra la contaminación y el cambio climático y para la protección de

la biodiversidad y de los recursos naturales.”

Costa Rica, nuestro “pequeño-gran país” había conquistado un gran prestigio en el contexto mundial de naciones, por haber apostado a un desarrollo verde, ambientalmente sostenible en gran parte de su pequeño territorio. El sexto informe del Estado de la Nación constata con datos fehacientes que, más del 50% del territorio costarricense está cubierto de ecosistemas naturales y adicionalmente un 26% de éste lo constituyen agroecosistemas arbolados y forestales. Con escasas excepciones, todos los gobiernos anteriores al actual del presidente Chaves, han permanecido adheridos a esta determinación sin alterarla en lo medular, aunque ha habido doblez, como cuando se ha permitido a particulares incursionar en los territorios indígenas, o se ha vuelto la vista al lado para disimular la tala de árboles en parques nacionales para robar madera.

En febrero del 2020, el gobierno costarricense del presidente Carlos Alvarado Quesada, dio un paso trascendental adelante al dar a conocer el “Plan Nacional de Descarbonización para el 2050”; una estrategia orientada a demostrar como dijera el presidente Alvarado que: “El plan de descarbonización consiste en mantener el crecimiento económico en una curva ascendente y al mismo tiempo generar una curva descendente en el uso de combustibles fósiles, para dejar de contaminar.”

En su momento esta estrategia recibe el apoyo de los más amplios sectores sociales y políticos costarricenses, independientemente de las diferencias que hubiesen tenido unos y otros con el gobierno. Se trata de uno de esos vértices cruciales del alma costarricense que refleja nuestros sueños e identidad única. Es uno de esos objetivos de largo aliento que distinguen una nacionalidad, cuyos antecedentes son la declaratoria de la gratuidad de la enseñanza pública, las garantías sociales y el código del trabajo, la justicia social, la garantía de la libertad en general y de la libertad electoral en particular, la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer, la no discriminación a los derechos de las minorías y, ¡cómo no!, la abolición del ejército para consagrar la vocación de paz y la civilidad.

Fue por eso, por la apuesta a un desarrollo sostenible y sustentable, por lo que, nuestro país recibió ese año el premio “Campeones de la Tierra” del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Un reconocimiento singular que dio pábulo a los esfuerzos de Costa Rica por convertirse en un colíder, junto a Chile, de la conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 25) que se llevó a cabo en Santiago de Chile, en diciembre del 2020.

Sin embargo, desoyendo la resonancia planetaria del decantado consenso nacional alrededor de la sostenibilidad eco ambiental, del estilo de desarrollo sustentable que se estableció a lo largo de décadas de esfuerzos previsores, el actual gobierno del señor Chaves Robles y su equipo de trabajo, se separaron abruptamente de esta tradición, al optar por la pretensión de recorrer el pedregoso y desprestigiado camino de la exploración y explotación del petróleo y del gas natural. No solo quiebra una tradición, de acometer esa ruta, también rompe con las enormes posibilidades que poseemos como nación de desplegar un desarrollo sostenible y sustentable para alcanzar la carbono neutralidad en el 2050, tal como se estableció en el mencionado Plan Nacional de Descarbonización al 2050. Un aporte de ejemplo valeroso de una pequeña nación como la nuestra, ante las tribulaciones que padecemos como humanidad por el calentamiento global y el cambio climático.

¿Podemos prescindir de las energías fósiles en este momento? Está claro que se trata de una transición ecológica, por lo consiguiente no podemos desprendernos por completo de estas energías contaminantes súbitamente. Pero la estrategia en la transición debe implicar el objetivo de potenciar las energías limpias -como en gran parte lo había venido haciendo Costa Rica- y al mismo tiempo disminuir nuestra dependencia de los combustibles fósiles. Si no es ese el objetivo cardinal de esta época de transición, entonces no quiere decir nada. Se trata de continuar moviéndonos hacia una nueva política económica y social, así como una nueva cultura con la vista puesta en un desarrollo limpio, verde, sostenible y sustentable que, también ha demostrado ser rentable.

La nueva política en la transición conducente a la descarbonización debe implicar como se señala en el Plan de Descarbonización, una reforma ambiental para crear nuevas instituciones modernas, digitales y flexibles para gestionar la transformación en el estilo del desarrollo. Ha de implicar una reforma al sistema de transporte público reitero, basado en energías limpias; el plan también dejó establecido el propósito de crear mecanismos eficientes para la recolección, separación, reutilización y eliminación de residuos; deberá producirse un incremento de la cobertura forestal a un 60%; en la política fiscal se estableció la meta de aumentar los impuestos a aquellas actividades económicas que continúen utilizando combustibles fósiles y también a aquellas otras que produzcan contaminación ambiental. Antes de la COP 25, de diciembre 2020, Costa Rica propuso al cónclave mundial tres prioridades: “ciudades y movilidad sostenibles, soluciones basadas en la naturaleza, y economía azul.”

¿Cuánto de estos propósitos y metas loables que se habían formulado se han programado por parte del gobierno actual? Todo indica que fueron echadas por la borda, cuando revisamos la actuación silenciosa de los representantes del actual gobierno en la reciente COP 28 de Dubái. Tampoco se promovió la participación de Organizaciones No Gubernamentales, como lo venía haciendo Costa Rica en las anteriores conferencias dedicadas a buscar acuerdos estratégicos para combatir el cambio climático. Y luego, se produce el gazapo conducente al descrédito de nuestro país, en que se incurrió tras haber anunciado la intención de encaminarse a la exploración y explotación del petróleo y del gas. Todo indica que el gobierno actual acometerá un camino errático, que asombró al mundo, ya que, entre otras cosas, se abstuvo de firmar la declaración de los países agrupados bajo las siglas de BOGA, (Beyond OIL & GAS Alliance, por sus siglas en inglés), una alianza de la que formaba parte nuestro país, encaminada a abandonar progresivamente la explotación de los hidrocarburos, del petróleo y gas; algo exactamente opuesto a las nefastas pretensiones señaladas por el Gobierno de Chaves más recientemente.

A este gobierno, o desgobierno lo llamo yo, carente de planes, excepto este desafortunado, sin políticas claras para la transición ecológica, le restan unos dos años y medio; un largo trayecto todavía, que amerita una seria atención por parte de los sectores democráticos que tengan la mira puesta en el progreso y en el desarrollo sostenible y sustentable con la ecología, con la Naturaleza en su conjunto y con la vida. Se impone una gran alianza para impedir un daño a nuestro país como el que se produciría si se le permite actuar en la dirección indicada por Chaves y sus acólitos. No podemos mantener una actitud pasiva o expectante. El futuro para una economía limpia, de colores verdes y azules, está en las manos de los amplios sectores sociales y políticos que se identifiquen con este vértice que significa el desarrollo ambientalmente sostenible y sustentable.

Compartido con SURCOS por el autor.

El impuesto a los combustibles: La historia que nunca nos contaron

Dr. Luis Paulino Vargas Solís
Economista, CICDE-UNED

¿Es este un “impuesto al carbono”? ¿Quizá un “impuesto verde”? Es decir, ¿es un impuesto cuyo objetivo es desestimular el uso de combustibles fósiles y promover el cambio hacia formas de energía limpia? ¿Es entonces un impuesto animado por el objetivo de combatir los gases de efecto invernadero que provocan el calentamiento global?

Remotamente podría tener ese aspecto. Pero hay al menos dos graves problemas que lo lastran significativamente: su mal diseño y su desconexión respecto de cualquier estrategia de políticas, más o menos integral y coherente.

En primer lugar, para darle viabilidad política y legitimidad social, un impuesto de esta naturaleza debía cumplir con al menos dos condiciones:

  • Debieron contemplarse mecanismos que redujesen su efecto sobre los grupos de ingresos medios y bajos, de modo que su incidencia se hiciera sentir principalmente en los de más altos ingresos. No es un problema fácil de resolver, pero podría intentarse por medio, por ejemplo, de algún tipo de subsidio, y mediante créditos fiscales a favor de micros y pequeñas empresas.
  • Los recursos provenientes de un impuesto con estas características, deberían destinarse principal -si no exclusivamente- a satisfacer objetivos ambientales. Claramente no es el caso, puesto que solo una fracción muy pequeña (3,6%) de la recaudación del impuesto, se destina a objetivos propiamente ambientales.

En segundo lugar, y si los objetivos fuesen realmente de combate al cambio climático, el impuesto no debería quedar como una medida aislada, sino como una pieza dentro de un engranaje mucho más amplio. Junto al impuesto, y mucho más allá de éste, se requieren al menos dos grandes políticas, ambas de amplia envergadura.

Primero, un programa de inversión a gran escala, que mejore radicalmente la calidad y eficiencia del servicio de transporte público. Se hace necesario todo un cambio cultural, que despoje al auto personal del aura de prestigio que recubre, y que lo convierte en una ambicionada meta dentro de los patrones de consumo de amplios sectores de la población. Pero es innegable que ello no se logrará si persisten las graves y evidentes deficiencias del transporte público, las cuales proporcionan un poderoso estímulo a favor del uso de ese tipo de vehículo.

Segundo, un programa de inversión, igualmente ambicioso, que promueva la migración hacia energías limpias en el transporte y en otras actividades en las que los combustibles fósiles siguen desempeñando un importante papel. O sea, más allá del limitado estímulo que el precio pueda proporcionar, es necesario que existan las condiciones efectivas para que otras fuentes de energía, realmente limpias, estén disponibles a costos razonables.

Nada de eso es posible, sin un vigoroso liderazgo estatal. Y la verdad es que el viraje ideológico que se hizo dominante desde hace más de 35 años, ha despojado al Estado costarricense de ese liderazgo. En el proceso ha proliferado un picadillo institucional, con organizaciones inconexas y sumamente débiles. En ello ha incidido una ideología que combina el antiestatismo con la idea de que la institucionalidad pública, tan solo debe cumplir un rol como facilitadora de la inversión privada en obra pública, lo que implica la privatización de facto de esa infraestructura pública. Esto ha dado lugar a un coctel tóxico: una institucionalidad débil y troceada, incoherente y muy vulnerable a la corrupción.

En el caso del transporte público ello es clarísimo, lo que ha facilitado que algunos cuantos consorcios privados impongan sus intereses a capricho, mientras las inversiones necesarias se posponen de forma indefinida, y los servicios resultan cada vez más defectuosos.

En lo que a las nuevas energías se refiere, el prejuicio ideológico impide impulsar las reestructuraciones y reorientaciones necesarias, y bloquea los necesarios mecanismos de coordinación. El ICE y RECOPE son, naturalmente, las instituciones públicas que deberían asumir ese liderazgo, en colaboración con las universidades públicas y algunas otras entidades. Un detalle curioso es que el famoso astronauta Franklin Chang tiene esto muy claro, pero, en cambio, estas ideas, absolutamente elementales, no logran taladrar la coraza ideológica que anestesia la inteligencia de las élites políticas y empresariales de Costa Rica. Debe quedar claro que esto no lo puede resolver el libre mercado. Si el Estado no asume un rol de liderazgo, el mercado a lo sumo aportará soluciones inconexas y muy parciales. Lo que, a fin de cuentas, significa no resolver nada.

Pero hay todavía un detalle adicional que no podemos omitir: el diseño actual del impuesto a los combustibles tiende a ser injusto y regresivo. Su incidencia sobre las tarifas del transporte público implica trasladarlo al bolsillo de los hogares y personas pobres. Pero tratándose del transporte privado, su peso relativo es mayor conforme más bajo el ingreso de la persona u hogar. Para micros y pequeñas empresas que requieren del uso de un vehículo, resulta una carga onerosa.

Digámoslo claro: este impuesto existe para satisfacer objetivos recaudatorios, o sea, para llevarle dinero al Ministerio de Hacienda y reducir un poco el déficit fiscal. Sus objetivos son fiscalistas y nada más. Hasta 2019, antes del impacto de la pandemia que, en 2020, e incluso en 2021, redujo la circulación de vehículos, este impuesto aportaba arriba del 11% de todos los ingresos tributarios (más de ₡ 600 mil millones en 2019). Claramente no hay detrás de este tributo ni objetivos ambientales, ni mucho menos objetivos de promoción de la equidad social.

Pero, en realidad, la existencia de este impuesto, tan mal diseñado y, en muchos sentidos, tan dañino, se explica porque no existen los impuestos que SI deberían existir, aquellos que gravan los rentas y ganancias de capital más elevadas, los grandes patrimonios privados y las grandes herencias. La cuestión es que la ideología de moda ordena que a los muy ricos de Costa Rica no se les deben cobrar impuestos, como asimismo prescribe que las corporaciones transnacionales, que tan jugosas ganancias obtienen en Costa Rica, tampoco tienen obligación alguna con nuestro país, no obstante, las beneficiosas condiciones que les ofrecemos. Pero, además, recordemos que en los últimos años se ha afirmado la tendencia que convierte las zonas francas en paraísos fiscales insertos en el propio territorio nacional, un refugio legalizado para la evitación de impuestos, en favor de un número creciente de grandes empresas costarricenses.

Es por eso, a fin de cuentas, que existe el impuesto a los combustibles: para intentar llenar una parte del hueco que abren esos manirrotos privilegios tributarios a favor de los grupos más ricos y poderosos.

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La democracia que tenemos. La que podríamos tener

Alberto Salom Echeverría

Después de celebrada la primera ronda del proceso electoral 2022, una prima envió al chat de la familia un conmovedor artículo de una persona nicaragüense, admirada por lo que vio el 6 de febrero en las calles costarricenses, día en el que se celebró la primera ronda de las elecciones. Esta ciudadana nicaragüense estaba como encantada por las cualidades que, en su opinión, exhibe el sistema político costarricense; pero a la vez la embargaba una enorme tristeza al comparar nuestro sistema democrático con lo que para ella es el remedo de democracia existente en el hermano país.

No la culpo. Nicaragua encierra en las cárceles a los opositores del gobierno, de cualquier signo ideológico, inclusive a héroes y heroínas de la Revolución Sandinista de julio del 79 que se jugaron la vida contra la tiranía somocista. En Nicaragua se ha vuelto a reprimir con violencia, como se hacía en tiempos del Somocismo, a los jóvenes, estudiantes, a las mujeres, ancianos, o a cualquier persona que se convierta en opositora beligerante del régimen de Ortega. En Nicaragua el sistema electoral está férreamente controlado por el gobierno, por lo que no existe libertad para formar partidos políticos como no sean turecas del oficialismo. La pobreza y la desigualdad allí siguen siendo flagelos que hieren hasta los más fuertes espíritus y destruyen a los más débiles o postergados, desde el punto de vista social y económico. En Nicaragua, en pocas palabras, la democracia no existe. Por todo eso y más comprendo las expresiones de halago hacia nuestro sistema democrático de la amiga de mi prima y su decepción respecto de su país. Pero ¿qué tan democrático es nuestro sistema político y nuestra convivencia ciudadana?

Los ingredientes que debe tener un sistema democrático

«La democracia exige que los derechos políticos y de las minorías se resguarden». «Luchar contra la pobreza no es un asunto de caridad, sino de justicia». “Una nación no debe juzgarse por cómo trata a sus ciudadanos con mejor posición, sino por cómo trata a los que tienen poco o nada”. Nelson Mandela. Primer presidente negro de Sudáfrica.

Cuando escribo sobre conceptos como es el de la democracia, me gusta inspirarme y traer a colación, pensamientos, frases de egregios o insignes ciudadanos que se hayan destacado en la vida por su ejemplo y coherencia. Nelson Mandela es en mi opinión uno de los más grandes líderes democráticos en el mundo contemporáneo. Mandela tuvo que soportar durante veintisiete años la cárcel a manos del segregacionismo blanco de su país. Su voluntad fue inquebrantable, nunca se doblegó. Por ello, su prestigio y su reputación crecieron como la espuma, hasta que se convirtió en el líder más connotado de todos los que lucharon contra la cruel represión de aquel sistema de “apartheid” de oprobio que imperó en Sudáfrica hasta tiempos muy recientes.

Me inspiro en Mandela, porque como se extrae de las tres citas que les he presentado, su concepción de la democracia trascendió lo puramente formal, para apuntar a los derechos humanos de primera generación, o sea los civiles y políticos de las personas, pero junto a ellos, los de la segunda generación que son, los económicos, sociales y culturales, valga decir, el derecho al trabajo, a una remuneración digna, a la seguridad social, a la salud, a la educación, así como a un nivel de vida digno. Los de la tercera generación, son los derechos colectivos o de solidaridad. Todavía se ha destacado una cuarta generación de derechos que son el derecho a la paz, a la solución pacífica de los conflictos por medio de un tribunal internacional que intervenga contra los crímenes de lesa humanidad y, muy importante hoy en día, el derecho a un desarrollo sostenible y a preservar el medio ambiente natural y el patrimonio de la humanidad.

En suma, el sistema democrático, implica ciertamente un régimen en el que haya elecciones libres, informadas y competidas, de modo que todas las personas ciudadanas puedan concurrir sin restricción alguna a emitir su voto periódicamente. O sea, como se infiere claramente de la primera de las citas que les he presentado, un sistema en el que se resguarden los derechos políticos de todas las personas, pero con acento en los derechos políticos de las minorías. La razón es sencilla, los derechos de los grupos minoritarios pueden resultar ignorados por los grupos dominantes.

En Costa Rica, por ejemplo, esta discriminación fue contundente desde nuestra independencia hasta muy entrada e instaurada la vida republicana contra los desvalidos de los bienes de fortuna. Las minorías étnicas y las mujeres de manera connotada entre ellos han sido fuertemente dejadas en un papel cívico inferior al de los hombres; todos estos grupos de la sociedad se vieron siempre marginados de la participación del derecho a elegir, ser electos; las minorías también sufrieron en cuanto a que no disfrutaron por mucho tiempo del derecho de movilización en todo el territorio nacional e inclusive en lo concerniente a la libertad de expresión. Insisto, las minorías indígenas, los afrodescendientes, chinos y otras minorías étnicas, hasta tiempos muy recientes vivieron segregados de los derechos civiles y políticos que poseían en sí y para sí, solamente los acaudalados de los bienes de fortuna. Es decir, la democracia la habían construido únicamente para ellos mismos, como ocurría en la esclavitud. Todo lo que queda expresado, fue una realidad hasta la Constituyente de 1949, cuando se consagró en la Constitución de la República, para todos los ciudadanos, el derecho a poseer el voto democrático para elegir presidente o vicepresidentes de La República, a postularse para ser diputado, alcalde, regidor o aspirar a la libre movilidad de las personas en todo el territorio, y la plena libertad de expresión. Estas y otras conquistas y derechos civiles y políticos individuales se alcanzaron gracias a la lucha tesonera de las mujeres, de los afrodescendientes, de las poblaciones indígenas, de los chinos e italianos que habían sido traídos para incorporarse a la construcción del ferrocarril, en condiciones paupérrimas de semiesclavitud, desde fines del siglo XIX. Otro tanto ocurrió después con el resto de los derechos de segunda, tercera y cuarta generación. Nada de esto ha podido alcanzarse en ninguna parte del orbe, sin que medie la lucha de los pueblos por sus derechos.

La democracia es pues, un concepto que irradia luz a todos los aspectos fundamentales de la convivencia de los pueblos y naciones, para que se pueda forjar una cultura democrática trascendente y no solamente una forma de elegir a los representantes políticos y consagrar en la legislación el derecho a ser electos. La democracia real en consecuencia ha de ser integral, interactiva entre los diferentes aspectos de la vida en comunidad. Concierne a todos los hombres, mujeres, niños y ancianos, muy en especial a las personas con discapacidad, a quienes la sociedad debe ofrecer plenas oportunidades y garantías para su desarrollo individual y social. No puede haber democracia sin la consagración de estos derechos individuales de primera generación, pero tampoco la habrá si una nación no es capaz de erradicar la pobreza, la desigualdad social, y dotar a todas las personas que conviven en una comunidad política, de un ambiente sano, en el que se combatan, hasta hacerlas desaparecer, las prácticas depredadoras de los bosques, exterminadoras de los animales y contaminadoras de los océanos, mares y ríos. El reto como puede verse es grande y desafiante para toda la humanidad. Costa Rica, país pequeño como es, tiene sin embargo una gran importancia en todo lo dicho, pero más en este último tema del ambiente. La tiene por todo lo que hemos hecho y forjado, aunque falta mucho por hacer, Costa Rica ha suscitado y despertado admiración en numerosas naciones de la tierra. Su importancia tiene mucho de simbólico.

¿Cómo es la democracia costarricense y cómo quisiéramos que fuera?

Puedo entender a las personas nacionales y especialmente extranjeras que consideran que tenemos un régimen político maravilloso, como la amiga nicaragüense de mi prima; de verdad puedo entenderla; sobre todo cuando lo compara con el sistema político de su país, Nicaragua; cuyas falencias y dolores tienen hondas raíces históricas, las que son alimentadas hoy por déspotas como Daniel Ortega, Rosario Murillo y su cohorte de sometidos seguidores. Puedo entenderla, aunque pretendo aportar en el sentido de relativizar ese “maravilloso sistema político” que muchos nos atribuyen. Eso no quiere decir que no lo valore o, “contrario sensu”, lo menosprecie. De ninguna manera. Aprecio lo que hemos conquistado y lo defiendo con pasión y convicción.

¿Qué defiendo de nuestro sistema político? Defiendo y valoro el régimen de libertades democráticas alcanzado algunas veces hasta con sangre, sudor y lágrimas. La dolorosa guerra civil de la década de los cuarenta, en la que murieron hermanos de un bando y otro, sirvió para asentar profundamente un régimen de libertad electoral, que requería renovación y ajustes. No es un mito, como es harto conocido antes de la guerra, “los votos de los contendores del 48” se contaban en Casa Presidencial. En cambio, tras la guerra, se afianzó la libertad electoral y la independencia de un Tribunal Supremo de Elecciones que nació entonces con independencia del poder ejecutivo.

Esa conquista la defiendo “a muerte”. Perdón por la expresión, la empleo solo para que se me entienda mi convicción, hoy soy enemigo de las guerras, soy pacifista convencido. Eso lo aprendí de Mahatma Gandhi. Es invaluable, además, la abolición del ejército; un mérito histórico de José Figueres Ferrer, sin importar de quien fuera la idea primigenia. “El mazazo al Cuartel Bellavista” fue un símbolo bellísimo que reflejó una realidad, una voluntad inquebrantable de buscar la paz imperecedera como resultado de la guerra. Y fue también un símbolo de la democracia que se deseaba, entre otras cosas, porque aquí no se pagan sueldos para “generalotes”, se usan, o deberían usarse los recursos para construir escuelas, hospitales y carreteras. Aunque nos equivoquemos y algunas veces nos olvidemos de ello, o algunos usen el dinero público con abuso, premeditación y corrupción.

Hay plena identificación de la inmensa mayoría de la ciudadanía costarricense, de la juventud, con el régimen público de gratuidad de la educación primaria y secundaria. El analfabetismo sobrevive apenas en un 3.2% de la población. Aunque estamos avisados de su deterioro. ¡Cuidado con ello! La democracia costarricense igualmente no se podría entender sin una seguridad social como la que tenemos y que, los ganadores de la guerra civil profundizaron con la universalización del seguro social. Su desgaste igualmente ha provocado que algunas personas se equivoquen creyendo que la solución es la privatización de algunos de los servicios de la “Caja Costarricense del Seguro Social”. Sin esa formidable conquista anterior a la guerra del 48, pero que se profundizó tras ella, estoy convencido que la democracia se derrumbaría; conste no soy, ni quiero ponerme catastrofista. Otro tanto se puede decir respecto del ICE. La conquista de la creación del ICE después del 48 fue algo extraordinario para la democracia. La energía eléctrica y la telefonía llegaron hasta los lugares más recónditos. Democracia pura. Hoy el ICE requiere un remozamiento en el funcionamiento a cargo de la energía, puesto que ya el mercado de la telefonía celular se abrió. Sin embargo, ha sido una célebre conquista de la democracia costarricense. Hay voces privatizadoras, pero no creo que sea la mayoría de la población.

Costa Rica cuenta además con energías limpias, como la eólica, la solar, la proporcionada por la presión del agua, la geotérmica. Se habla ahora de la hidráulica o cinética y la potencial. Los bosques desde los decretos primero y luego las leyes de los años setenta, constituyen otra conquista esplendorosa de nuestra democracia. Por ahora me quedo aquí.

¿En qué necesitamos mejorar?

Persiste un nivel alto de contaminación, proveniente de emanaciones de gases de las fábricas que todavía usan combustibles fósiles. El principal factor contaminante lo constituye el parque automotor que produce alrededor del 56% de las fuentes contaminantes del aire. Las regiones más contaminadas están localizadas principalmente en el área metropolitana, o en las principales ciudades de la ruralidad del país. Lo grave es que aún este porcentaje se incrementa anualmente, debido a que los camiones o vehículos de combustión fósil crecen en un 7.4% cada año. En el 2020, nuestro país registró emisiones de CO2 del orden de 7,818 megatoneladas, por lo que llegó a ocupar el lugar n.69 en un ranking de países contaminantes de CO2, entre 84 naciones ordenadas de menor a mayor. La huella ecológica no es sostenible para Costa Rica, pues según datos del 2019 (de ODI/UCR), representa un 8% más de lo que el territorio es capaz de reponer. Como todo lo anterior, todavía tenemos deficiencias graves en la gestión y producción de residuos, además de este, algunos de los principales problemas son: la escasez y contaminación del agua, la sobreexplotación de los recursos del mar, así como el uso excesivo de agroquímicos.

Otros males que no podemos dejar de mencionar que afectan decisivamente la democracia son: el ominoso y abominable incremento de la desigualdad social. Nos hemos convertido en uno de los países con más rápido incremento de la desigualdad en el mundo. La pobreza y desocupación siguen representando un peso descomunal para la economía costarricense, la que acumula un déficit fiscal que venía siendo mayor del 7% del PIB; en el 2021, afortunadamente descendió a un 5.18%, el más bajo por cierto de los últimos tres años, según datos del Ministerio de Hacienda. Veremos si somos capaces como nación de disminuirlo, hasta que deje de representar un serio problema para nuestras finanzas.

Ciertamente, no hay democracia sin elecciones limpias, competidas y un TSE independiente del ejecutivo. Pero una democracia se robustece si el desarrollo no solamente hace crecer el Producto Interno Bruto anualmente, sino sobre todo si la distribución de la riqueza permite que cada vez porcentajes más altos de la población dejen la pobreza y pobreza extrema y adquieran niveles de vida confortables y sobre todo con justicia social. La corrupción, aunque ha mejorado, según el índice de percepción de esta (IPC), medido por Transparencia Internacional, Costa Rica se colocó en el año 2021, en el lugar 39 entre 180 naciones. La corrupción continúa afligiendo a la ciudadanía, sobre todo porque un porcentaje muy alto de los casos denunciados (90%) no llegan a juicio. La corrupción lacera y carcome las entrañas de la Patria, casualmente porque destruye la democracia.

Para concluir diré, que muchas personas sentimos que la división de poderes, principio esencial de una democracia, desde que los hubiese escrito el varón de Montesquieu, se ha debilitado. Al Poder Legislativo llega mucha gente mal preparada, alguna gente se postula a la presidencia tan solo para incrementar su opción para ir a la Asamblea Legislativa. El contrabando y otras acechanzas son verdaderas amenazas para los poderes del Estado nacionales y locales y provocan que la democracia trepide y la ciudadanía pierda fe en ella.

Nuestra democracia sigue teniendo solidez institucional, pero existe la percepción generalizada de que no hay una ruta clara para el desarrollo. Es indispensable apuntalar en la población la idea de lo imprescindible que resulta un desarrollo sostenible y sustentable con la Naturaleza, con el ambiente, con los ecosistemas, con la vida. Solo por una ruta como esta podremos vigorizar nuestras instituciones democráticas y superar el subdesarrollo. Espero que la patriota nicaragüense comprenda la integralidad del concepto de la democracia. ¿Es complejo construir este concepto? Más compleja es la realidad democrática que todo hombre y mujer honrada pretende forjar.

 

Publicado en www.larepublica.net/noticia/la-democracia-que-tenemos-la-que-podriamos-tenery

Compartido con SURCOS por el autor.

Foro: La farsa de las energías limpias

En apoyo a la Movida Global por los Ríos y los Pueblos se organizó el foro: “La farsa de las energías limpias”. 

El espacio fue programado para el lunes 20 de setiembre a las 4 p.m. vía Facebook Live en la página del Consejo del Pueblo Maya CPO.

Participan:
Pamela Díaz de Chile
Leonardo Maggi de Brasil
Karen Tronsco de Chile
Mariana Porras de Costa Rica
Elui Orozco de Guatemala
Francisco Mateo de Guatemala

Información compartida con SURCOS por Alberto Gutiérrez.

Capitalismo verde y energías “limpias”: Costa Rica como laboratorio mundial de descarbonización

El Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) de la Universidad de Costa Rica (UCR) recién publicó su anuario número 11. Entre los artículos destaca “Capitalismo verde y energías “limpias”/renovables: Costa Rica como laboratorio mundial de descarbonización” del investigador y máster en Geografía, Alberto Gutiérrez Arguedas.

El artículo reflexiona acerca del imaginario que Costa Rica ha construido como un país líder en el campo de las energías “limpias” y la lucha contra el cambio climático, alcanzando su máxima expresión a través del lanzamiento del Plan Nacional de Descarbonización (PND), promovido como una forma de convertir al país en “laboratorio mundial de descarbonización”.

El autor argumenta que la imagen internacional de Costa Rica como país de energías “limpias” está inscrita en un contexto de gobernanza mundial del cambio climático que ha estado dominado por un paradigma que busca compatibilizar el asunto ambiental/climático con el pensamiento desarrollista y economicista de mercado: el capitalismo verde. También plantea la idea de que Costa Rica desempeña un papel estratégico como “eco-laboratorio neoliberal”, escenario de experimentación de formas innovadoras de gobernanza ambiental basadas en el mercado.

Puede leer el artículo aquí