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Etiqueta: esclavismo

La encrucijada centroamericana 1856-1857

Vladimir de la Cruz

A mediados del siglo XIX, con los recientes hallazgos de yacimientos de minerales, en California, se desató la fiebre del oro de la costa oeste a la del este, del Atlántico al Pacífico, en los Estados Unidos. No se había terminado de construir el ferrocarril que vinculara esos puntos. Hasta 1865 se concluyó esa obra.

En el Valle de Sacramento, en California, en 1848, se habían descubierto esos yacimientos de oro, desatando la fiebre del oro y las movilizaciones hacia California, por vía marítima, bajando hasta el Cabo de Hornos y luego cruzando por Nicaragua. Antes habían pensado usar el Istmo de Tehuantepec, en el sur de México, donde el presidente Pierce había logrado una concesión para construir un ferrocarril y, del mismo modo, usar la vía marítima fluvial que se prestaba a través de Nicaragua.

Los franceses por su parte habían intentado construir el canal transístmico en Panamá, luego de haber terminado el de Suez. No lo lograron. Hicieron un ferrocarril transístmico sin éxito internacional.

A finales de la década de 1840 se había fundado la Compañía del Tránsito, que en Estados Unidos realizaba el viaje marítimo, desde la costa oeste hasta California, recorriendo todo el litoral Atlántico hasta el puerto de San Juan del Norte, o Greytown, como lo llamaban los ingleses, en Nicaragua, cerca de la desembocadura del río San Juan, limítrofe de Costa Rica y Nicaragua. Movilizaban hasta 1000 personas por mes, navegando por el río hasta el Lago de Nicaragua, cruzando el Estrecho de Rivas, con caravanas, hasta el puerto de San Juan del Sur, desde donde continuaban a California.

Cornelius Vandervilt era el visionario de esta ruta y el dueño de la empresa naviera para desarrollarla.

Los ingleses, por su parte, se habían establecido en la costa atlántica de Nicaragua y Honduras, en la llamada Mosquitia, con protectorados que llegaron hasta finales del siglo XIX.

En 1850 los Estados Unidos e Inglaterra firman el Tratado Clayton-Bulwer, para asegurar esta ruta estratégica.

Centroamérica se había convertido en un escenario de proyección internacional de los intereses necoloniales o imperialistas de esa época. La Doctrina Monroe estaba vigente desde la perspectiva geopolítica de entonces.

En Estados Unidos había un proceso brutal de expansión de las colonias inglesas, ya independientes, en el este, hacia el oeste de ese territorio, avasallando y acabando con la comunidades indígenas y pueblos autóctonos de Norteamérica y, de paso, con los búfalos o bisontes. Ese proceso condujo a la rapiña sobre territorios que eran de México, a la compra de territorios a España, Francia y Rusia, que poco a poco fueron configurando el territorio actual de los Estados Unidos. Hacia el sur, hacia México, fue parte de esa expansión que desde 1823 fue perfilando el actual territorio del Estado de Texas, que en 1837 fue reconocido por el presidente Jackson como la llamada República de la Estrella Solitaria, como un estado de relaciones laborales y sociales esclavistas, admitido por unanimidad, por el Congreso de los Estados Unidos, en 1845, provocando, en ese momento, una ruptura de las relaciones diplomáticas con México.

Los Estados sureños de los Estados Unidos habían impulsado una economía esclavista, de carácter agrícola, en tanto los que se impulsaban hacia el norte avanzaban con un proceso industrialista, que requería mano de obra libre, contexto, en cierta forma, de la guerra civil que poco tiempo después azotó a los Estados Unidos.

En el conflicto militar con México las tropas norteamericanas llegaron hasta la capital de México en 1846. El 2 de febrero de 1848 se impuso el Tratado Guadalupe Hidalgo que le dio formalmente a los Estados Unidos los territorios de Texas, los que estaban al oeste de la Lousiana, incluyendo California, bajo un pago simbólico de 15 millones de dólares.

Así se materializaba parte de su Destino Manifiesto, que en la mira veía a México, América Central, Cuba, Puerto Rico, Santo Domingo, Las Filipinas, los viejos territorios del Virreinato de México.

En este proceso de guerras, y anexiones de territorios, estuvo William Walker, con su grupo de filibusteros, que servían a esos propósitos expansionistas y esclavistas.

En Nicaragua, el proceso de la Independencia, logrado en 1821, había permitido impulsar grupos políticos conservadores y liberales. Su lucha por el poder era intensa.

A mediados del siglo XIX el aventurero norteamericano Byron Cole le propuso al jefe liberal nicaragüense, Fruto Chamorro Pérez, que trajera a Nicaragua a William Walker, a prestarle sus servicios, con sus filibusteros, que llegó en 1855 con 300 hombres, que eran soldados curtidos, a modo de mercenarios en otras empresas anexionistas y filibusteras, que servían de esa manera a los intereses gubernativos de los Estados Unidos, y sus afanes expansionistas.

En Estados Unidos se comerciaba con territorios de Centroamérica, se vendían, como se venden hoy terrenos en La Luna.

Walker, así, llegó en 1855 “invitado” a Nicaragua. A finales de este año ya se había convertido en Jefe Militar e incluso firma, con el Presidente Patricio Rivas, un mapa de Nicaragua que ampliaba sus fronteras sobre los territorios de Costa Rica, comprendiendo la Península de Nicoya, que había sido parte del antiguo Partido de Nicoya, que se había anexado, incorporado, por su propia voluntad a Costa Rica, en 1824, territorio que Nicaragua seguía disputando a Costa Rica, y desde la desembocadura del río Tempisque hasta la desembocadura del río San Juan, que era la puerta de entrada, en Nicaragua, de la Compañía del Tránsito.

En Costa Rica, gracias a los representantes diplomáticos en Estados Unidos, Luis y Felipe Molina Bedoya, se recibían noticias, de los peligros que significaba William Walker y su presencia en Nicaragua, para Costa Rica y para Centroamérica.

William Walker, empoderado en Nicaragua, a principios de 1856 comisionó a uno de sus principales lugartenientes, Louis Schlessinger, para actuar con el gobierno costarricense proponiéndole prácticamente su sometimiento a los intereses y dominación política de Walker, lo que fue rechazado.

Así, el presidente de Costa Rica, Juan Rafael Mora Porras, desde el 20 de noviembre de 1855, había advertido y llamado a la población costarricense a prepararse frente a esta posible agresión y amenaza.

El rechazo de Schlessinger, que ni siquiera se le permitió ingresar al territorio costarricense, provocó la ira de Walker quien le dio la orden de avanzar sobre Costa Rica, lo que hizo a mediados de marzo de 1856, llegando hasta la Hacienda Santa Rosa, a pocos kilómetros de la frontera con Nicaragua, y a 35 kilómetros de la ciudad de Liberia.

Por su parte el presidente Mora continuaba preparando la defensa nacional. Nicaragua declara la guerra a Costa Rica, y es cada vez más claro para el presidente Mora, que la seguridad del país, y de Centroamérica, está en ir a sacar a los filibusteros de Nicaragua, el liberar al pueblo nicaragüense de su oprobiosa presencia, y asegurar de esa manera la Independencia de Centroamérica.

Costa Rica se mueve diplomáticamente con los gobiernos de Guatemala, Honduras y El Salvador, y otros, para actuar militarmente, y políticamente, de manera conjunta contra Walker en Nicaragua.

A principios de marzo de 1856, la tropa costarricense avanza hacia la frontera. Cerca de 10.000 soldados o combatientes, un 80% de voluntarios, se ponen en marcha, el 10% de la población nacional, el 20% de la población masculina, salida de sus campos agrícolas de trabajo, el café y la caña de azúcar, labores que tuvieron que asumir las mujeres para mantener la economía de guerra y el abastecimiento de los soldados.

El 16 de marzo se había llegado a la ciudad de Liberia. El 18 de marzo, en marcha hacia la frontera, se supo de la presencia filibustera en el territorio costarricense, en la Hacienda Santa Rosa. El 20 de marzo se realizó el combate, que de manera sorpresiva enfrentó a la tropa de 300 filibusteros, que había invadido el territorio nacional, comandados por Louis Schlessinger, quien fue derrotado en lo que se conoce como la Batalla de Santa Rosa, que duró menos de 10 minutos. A los 14 minutos se estaba redactando el parte de guerra anunciando la victoria de la tropa costarricense, la captura de unos filibusteros y la persecución que se hacía sobre el resto de esa tropa. Fue la primera derrota infligida a los filibusteros, derrota militar y moral, que Walker no aceptó.

A finales de marzo la tropa costarricense estaba a punto de entrar al territorio nicaragüense. El presidente Mora se dirigió al pueblo nicaragüense y sus municipalidades señalando que se iba a ingresar para liberarlos, sin ningún afán posesorio de Costa Rica.

El territorio costarricense era escudriñado, en toda la parte fronteriza para evitar la presencia filibustera y otra entrada sorpresiva, de ellos, que amenazara la integridad, la Soberanía, la Independencia y la Libertad de los costarricenses.

Los filibusteros, por su parte quisieron entrar, aprovechando afluentes y ríos que desembocaban en el río San Juan, para sorpresivamente de esa manera llegar casi hasta el centro del país. Por su parte, la directriz del gobierno costarricense fue de proteger ese flanco. Por ello, el 10 de abril, se produjo de nuevo un enfrentamiento en Sardinal, en la confluencia de ríos Sardinal con el Sarapiquí, donde de nuevo se impuso el ejército costarricense, derrotando por segunda vez a los filibusteros. Otra derrota para todos los efectos militar y moral.

El 10 de abril, por otra parte, el Ejército costarricense ya se encontraba en la ciudad de Rivas, Nicaragua, cerca de la ciudad de Granada, donde estaba Walker, quien también se había movilizado hacia Rivas.

El 11 de abril, de manera sorpresiva Walker atacó a la tropa costarricense, desarrollándose una batalla, la de Rivas, cruenta, sangrienta y larga, por casi 24 horas, con casi 1000 muertos y heridos de ambos bandos. Los combatientes de Sardinal, de unas horas antes, se tuvieron que sumar a los de Rivas, donde se concentraron los dos ejércitos, sin descansar y casi sin comer.

Ese 11 de abril, de 1856, de nuevo fueron derrotados los filibusteros. Walker huyendo hacia Granada fue depositando cadáveres en pozos de agua, lo que provocó el desarrollo de la peste del cólera.

El 25 de abril por este motivo el ejército costarricense fue desmovilizado del escenario de guerra, traído al territorio nacional, donde impactó con la peste a la población costarricense, motivo por el cual fallecieron 10.000 personas.

Finalizó así, lo que se ha llamado la Primera Campaña de lucha contra los filibusteros, campaña y batallas, que estuvieron a cargo del Ejército costarricense, y de sus principales jefes y conductores políticos y militares, el Presidente Juan Rafael Mora Porras, y los Generales José Joaquín Mora Porras y José María Cañas Escamilla.

Superada la peste del cólera se volvió al escenario de guerra. Ya estaban en esa segunda mitad de año 1856 las presencias de los ejércitos de Guatemala, Honduras y el Salvador. También se integró Nicaragua, que ya había roto con Walker quien se había declarado presidente de Nicaragua y había establecido la esclavitud.

Esta nueva etapa de la confrontación contra Walker se le ha llamado la Segunda Campaña, que se produce desde agosto de 1856, con una serie de combates, hasta que nuevamente, en Rivas, el 1 de mayo de 1857, William Walker es derrotado y se rinde, siendo sacado de Centroamérica.

Recibido como un héroe en Estados Unidos, intenta de nuevo invadir Centroamérica, entre 1857 y 1860, varias veces. Capturado en Honduras en 1860 por ingleses, es entregado a las autoridades hondureñas, quienes le fusilan en setiembre de 1860, acabando de esa manera con ese proyecto anexionista y esclavista en Centroamérica.

Se dice que, ante su fusilamiento, Walker advirtió que lo que no habían podido hacer sus fusiles, lo harían los dólares… parte de la Historia de Centroamérica que no ha acabado…

 

Artículo publicado en la revista internacional MEER y compartido con SURCOS por el autor. 

Que este no sea un 20 de marzo más

Manuel Delgado

Conmemoramos otro aniversario de la Batalla de Santa Rosa, la primera batalla de la primera derrota de los norteamericanos en toda su historia, la primera batalla de la consolidación de nuestra independencia. Lo digo así porque esa primera derrota norteamericana en el continente se consolidó poco después en la batalla de Rivas del 11 de abril, y en la segunda parte de la guerra en 1857, peleada en el río San Juan y en esta zona sur de Nicaragua, con Rivas como centro más importante. Pero Santa Rosa preparó ese camino de victoria.

Costa Rica era entonces una nación muy pequeña. Teníamos apenas 110.000 habitantes, más o menos la mitad del cantón de San José, más o menos lo mismo que tiene el Cantón de la Unión, que conocemos como Tres Ríos.

Y empezaba su vida nacional. Teníamos 35 años de ser independientes de España y apenas ocho años de ser una república.

Aun así, este pequeño país pudo enfrentarse de manera victoriosa a una invasión extranjera proveniente de la joven potencia del norte, desde aquel entonces era el país más rico y poderoso del continente.

¿Cómo fue posible esa victoria?

Esta proeza de este pequeño pueblo estuvo siempre indisolublemente ligada a una persona, la de Juan Rafael Mora Porras, hoy con el título de Libertador de la Patria, Benemérito y Héroe Nacional. Fue su visión y don de liderazgo lo que pudo unir al país y conducirlo, en medio de sacrificios, a la victoria.

La guerra del 56-57 y sus resultados están ligados a los siguientes factores:

1.— El presidente Mora, primeramente, supo descifrar quién era el enemigo. Él se dio cuenta de que el país se enfrentaba a una situación de vida o muerte, de existir o perecer. Estados Unidos, apenas ocho años antes, había invadido México, había tomado su capital y en presencia de sus tropas había obligado a los mexicanos a entregar la mitad, ¡la mitad!, de su territorio. De ese despojo hecho por la fuerza surgieron los estados de Texas, Colorado, Nuevo México, Arizona, Nevada y California y territorios que están en otros estados. Mora entendió que Walker no venía a una aventura personal y menos pacificadora. Supo que el filibustero estaba ligado a círculos de poder del sur de Estados Unidos, al gobierno de Franklin Pierce, un alcohólico proesclavista que pretendía continuar con la expansión de Estados Unidos, otra vez a costa de México y el Caribe, y que preparó las condiciones para la guerra civil contra Abraham Lincoln, la cual empezó apenas media década después.

El interés de Walker era unir Centroamérica (Five o None, la cinco o ninguna, decía) en un estado esclavista que pudiera inclinar la balanza política en EEUU hacia la perpetuación del esclavismo, una balanza que se perdió con el triunfo de Lincoln en 1860, cuando las fuerzas antiesclavistas lograron poner a la mayoría a su favor y en contra del esclavismo. Eso era lo que Walker quería impedir con su invasión y su anexión de Centroamérica.

Walker ya había invadido Baja California y había creado una llamada República de Sonora.

Una de las grandes ambiciones del filibustero y su gente era el río San Juan, la Vía del Tránsito, es decir, el canal interoceánico. Por aquellos años ni se pensaba en Panamá. Entonces esta ruta tenía un valor continental y hasta universal. Mora y su gobierno tuvieron ayuda, más moral y menos material, de Inglaterra y Francia, y era por eso. Esos países estaban interesados en impedir que esa vía cayera en manos norteamericanas al menos con exclusividad, pues ya para entonces estaba concesionada a una compañía estadounidense.

Pero, además, Mora comprendía que esa falange impía, como él la llamaba, solo podía ser derrotada por las armas, que no había otro camino. Walker le envió a Mora un emisario que fue devuelto desde Puntarenas sin siquiera ser recibido. El Libertador sabía que eso era un engaño. Y que solo la sumisión, una sumisión perruna, podía impedir la guerra. Es decir, que el honor y la soberanía solo se podían defender con las armas. Es una enseñanza fabulosa para nuestros políticos de hoy, acostumbrados a bajar las orejas frente a las nuevas invasiones norteamericanas, a las que me voy a referir más adelante.

Con esa definición del enemigo en su cabeza, se dio a la tarea de preparar a su pueblo ideológica y anímicamente. Ningún pueblo puede triunfar si no tiene claros los objetivos de su lucha, los peligros y el carácter definitorio de su enemigo.

2.— Teniendo esto claro, Mora se dio a la tarea de preparar la guerra. Siempre nos han metido la idea de que nuestro ejército estaba formado por agricultores ignorantes y sin conocimientos militares. Nada más falso. Nuestros soldados eran efectivamente campesinos, pero recibieron un esmerado entrenamiento militar, disciplina y espíritu de combate. Para ello Mora se valió de muy buenos militares. Menciono solamente al general José María Cañas, pero no era el único. Había también un exiliado alemán, Otto van Bülov, que era ingeniero militar y excombatiente de la revolución alemana de aquellos años, la revolución de 1848, quien dio un enorme aporte. Un polaco, posiblemente polaco-alemán, llamado Ferdinand von Salich también colaboró en esta tarea.

Tampoco era un ejército pequeño. Aunque muchos lo cifran en 4.000 hombres, hay documentos que señalan que sumaban 7.200 soldados y que en un momento llegó a tener 11.000. Eso equivaldría hoy en día entre 200.000 y medio millón de soldados.

También se nos confunde con el tipo de armamento. Se habla mucho del fusil de chispa, un arma con que la corría más riesgo el que la usaba y la disparaba. Claro que había muchos fusiles de chispa. Pero Mora se las ingenió para dotar a nuestro ejército de un armamento más avanzado, un parque de fusiles Minié y sus municiones, que había utilizado Inglaterra en la recién concluida guerra de Crimea y que Mora compró a ese país. Ese fusil marcaba una diferencia del cielo a la tierra. Para mencionar solo una diferencia, diré que el fusil de chispa podía dar en un blanco, con suerte, a cien metros; el Minié, casi de seguro, a 500 metros.

Cuando los filibusteros se enfrentaron con nuestro ejército en un día como hoy, quedaron sorprendidos por el poder de fuego costarricense, tanto así que dijeron a sus jefes que aquí en Santa Rosa se habían enfrentado no con costarricenses, sino son soldados franceses.

3.— Había que preparar no solo soldados y armas, sino todo lo demás: medicina, avituallamiento, transporte. No voy a entrar en detalle, pero diré solo que él puso a trabajar a un gran equipo en esas tareas.

Algunos de ellos eran Santiago Hogan Grey, Cruz Alvarado Velasco, Fermín Meza Orellana, Andrés Sáenz Llorente y otros.

He mencionado que había en el país un grupo de alemanes, como Nanne, Rohrmoser, Fisher, Gólcher, Alexander Von Franzius y Carlos Hoffman que se pusieron a las órdenes del presidente Mora. Estos dos últimos fueron fundamentales en la formación de la ciencia natural en el país. Carlos Hoffman fue nombrado por el presidente como el médico jefe del ejército nacional. Por cierto, que el puesto era pretendido por otro médico, José María Montealegre, quien se disgustó tanto con la decisión de Mora que decidió no ir a la guerra y quedarse en casita cuidando sus millones. Años más tarde va a ser el principal culpable del derrocamiento del presidente Mora. Carlos Hoffman es otro de nuestros héroes olvidados. Él estuvo en toda la guerra, se quedó en Rivas durante la epidemia del cólera y luego, llamado por don Juanito, se vino a San José para ponerse al frente en la lucha contra la enfermedad.

Quiero enviar un saludo muy afectuoso a los alemanes de nuestro país, y a los descendientes, hay algunos, de esos alemanes que lucharon con nosotros en 1856. Van Bülov y Hoffman no dejaron descendencia. Hay descendientes de un sobrino de van Bülov, que también peleó en la guerra del 56, pero ellos viven en Estados Unidos.

4.— La otra decisión clave de don Juanito fue decidir que él no iba a esperar al enemigo en la capital. San José en esa época llegaba hasta el Hospital San Juan de Dios, y don Juanito dijo: Yo no voy a pelear esta guerra en La Sabana. La guerra la vamos a pelear en las barbas de William Walker. Esto suponía un esfuerzo inmenso, que era transportar todo un ejército hasta Nicaragua. Hoy eso equivaldría transportar 200.000 hombres. Y se tenía que hacer sin vehículos, a pie, con la sola ayuda de algunos bueyes que se utilizaban para transportar dos pequeños cañones.

Para ello había que trazar una ruta, construir puentes y caminos y asegurar medios de supervivencia, sobre todo alimentos, para los soldados en viaje.

Juanito Mora contaba, como dije, con la ayuda de Otto van Bülov, conocido como el Barón, pues lucía ese título nobiliario. Este ingeniero alemán a quien Juanito Mora había nombrado jefe de caminos, brindó un enorme aporte en este sentido. Todavía quedan algunas de esas construcciones. Él tuvo a su cargo la construcción del puente de La Garita, que estaba unos metros aguas arriba del actual, y de la carretera que sube a Los Ángeles. También fue responsable del primer puente de Damas, en San Mateo. Un pueblito de por allí se llama El Barón, pero nadie sabe por qué. En una ocasión propuse que al menos la escuela, que se llama Escuela El Barón, fuera bautizada por el nombre completo del héroe alemán. Pero como siempre sucede, en este país del olvido nadie quiere hacer memoria. En el país del olvido, el desmemoriado es rey. Digo nada más que Van Bülov peleó en Rivas, cosa que él sabía hacer muy bien. Allí se contagió del cólera, enfermedad de la que murió días después en Liberia.

Entonces, ya listos, con un alto nivel de conciencia y una alta moral de combate, el ejército partió, a pie. Salió de donde hoy es el Mercado Central, caminó hasta San Rafael de Alajuela, llegó a la Garita y a los Ángeles y siguió hasta Barranca. Allí se dividió en dos: una parte se fue a Puntarenas y siguió en botes por el Golfo de Nicoya y el Río Tempisque hasta el pueblo de Bolsón. El resto siguió a pie por potreros y montes por la ruta de Bagaces y lo que hoy sería Cañas, hasta Liberia.

Allí los alcanzó el presidente Mora, que en vez de quedarse en su Palacio Presidencial se fue con la tropa a la primera línea de fuego.

El resto de la historia ya la sabemos. José Joaquín Mora, cuyo suegro había sido dueño de la Hacienda Santa Rosa, marchó hacia el norte y dirigió ese primer combate contra los filibusteros. Fue en aquel 20 de marzo. Allí murieron 20 patriotas y 25 filibusteros. Otros 20 fueron capturados durante su huida, fueron sometidos a juicio y fusilados inmediatamente.

Cabe preguntarse por las enseñanzas que nos dejaron los patriotas de 1856.

La primera es que la patria debe defenderse y no entregarse a los que vienen con falsas promesas. Eso no lo entienden muchos costarricenses y no lo comprenden o no lo quieren comprender nuestros gobernantes.

El país está enfrentado a una nueva ola de filibusteros. Son los que han sido dueños de nuestros principales productos, entre ellos el banano y la piña, y con ellos se llevan nuestra riqueza. Son los que hoy nos estafan con sus eurobonos, sus créditos y sus imposiciones, impuestos por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Son los que nos tienen atosigados con la deuda externa, y nos prestan cada vez más para que sigamos endeudados. Son los que nos roban a través del comercio internacional, vendiéndonos caro y comprándonos barato. Son los que se han apoderado de nuestras principales carreteras, puertos y aeropuertos. Son los que se llevan el dinero de nuestras pensiones y lo colocan en la ruleta rusa de las bolsas norteamericanas a costa de grandes pérdidas para nosotros y enormes ganancias para ellos. Son los que nos impulsan a destruir nuestro estado de bienestar social y presionan para que se vendan la Caja, el ICE, los bancos del estado y demás.

Quien no tiene claro que ese enemigo existe y quién es, no es un digno heredero de Juanito Mora y no podrá liderar al país para salir de la injusticia, la pobreza y el subdesarrollo.

La segunda enseñanza es que con ese enemigo no se negocia. Ya no puede hablarse con una guerra verdadera, pero la lucha es similar, y no hay peor pecado que intentar esquivarla con el timo de que debemos ser inteligentes y tolerantes, inteligentes y tolerantes contra un enemigo nada tonto y nada tolerante.

La tercera es que al pueblo hay que prepararlo para la lucha con la verdad, no con vericuetos de lenguaje, no ocultando los hechos para que no nos digan dogmáticos ni trasnochados. Los que eso hacen y así piensan no son legítimos herederos de los héroes del 56.

Ellos, los héroes del 56, consolidaron nuestra independencia y crearon una idiosincrasia, crearon la nación costarricense. Lo hicieron con su pensamiento claro y su sangre.

¡Bendito sea su pensamiento!

¡Bendita sea su sangre!

Racismo y Esclavismo en el contexto de la Campaña Nacional

(Conferencia dada por Vladimir de la Cruz de Lemos, Historiador, Secretario de la Academia Morista Costarricense, en la Biblioteca Nacional “Miguel Obregón Lizano”, con motivo de la celebración de la Semana Morista, el miércoles 30 de setiembre del 2020)

El Destino Manifiesto fue la manifestación política realizada por los Estados Unidos, desde sus inicios en el siglo XIX, durante este siglo e inicios del siglo XX, particularmente, para expresar sus afanes expansionistas, de manera especial sobre los territorios de la América hispana, desde que empezaban a surgir y desarrollarse los Estados y las Repúblicas en la América, y el Estado mismo de los Estados Unidos, aún con su débil estructura federal, desde una perspectiva geopolítica de la época, que se proyectó a partir de allí, sobre el continente, de diversas maneras hasta nuestros días.

Se justificaba esta doctrina en la idea de que la Providencia, Dios, había dado esa misión a los Estados Unidos. Era también la idea de llevar la “civilización” en punta de lanza por el continente, expandiéndose territorialmente, a la vez que era una forma de enfrentar, confrontar y debilitar las relaciones comerciales que se estaban estableciendo por los países recién independientes del continente con Europa, con Francia e Inglaterra particularmente, y mejorar las relaciones comerciales de los Estados Unidos con esos países.

Desde 1823 se empezó a perfilar la idea, en lo que se conoce como la Doctrina Monroe, que se le debe a John Quincy Adams, de que cualquier intervención europea en el continente se consideraría un acto de agresión, por parte de los Estados Unidos.

Lo que inicialmente era una política contra el colonialismo europeo en la región, frente a los procesos independentistas, se convirtió en la práctica en una doctrina geopolítica de proyección y control de los Estados Unidos en la región. El Presidente Jefferson señaló, luego, que América, los Estados Unidos, tenía un continente para sí misma, desembocando en la política expansionista de los Estados Unidos.

La Doctrina Monroe impulsaba a disponer de más territorio, de extenderse hacia el oeste, y de expandirse, si fuera del caso, con aplicación de la fuerza. Con la adquisición de Texas, 1844-1848, se puso de manifiesto esta intención.

Los líderes de la Independencia latinoamericana reaccionaron contra esta tesis. Al principio favorablemente respecto a la tesis de Monroe, y luego por el líder independentista centroamericano, José Cecilio del Valle, y el venezolano, Simón Bolívar, con el Congreso Anfictiónico de Panamá, de 1826, donde se empezó a esbozar el sentimiento panamericano, enfrentado a la Doctrina Monroe que empezaba a verse como un medio de expresión de la política de los Estados Unidos, lo que se manifestó, poco tiempo después, con la adquisición de los territorios de México, y en el conflicto de Estados Unidos con Inglaterra que también tenía intereses en Centroamérica. Igualmente, Francia tenía intereses en esta región. Al terminar esta década, de 1850 y 1860, se consolida más en la región la presencia estadounidense y se repliegan los ingleses.

Por su parte, los Estados Unidos realizaba las incursiones, como la de William Leslie Cazneau, en Bahía Samaná, en 1854, en República Dominicana, y la de William Walker en Nicaragua y Centroamérica. Anteriormente, en 1833, las había tenido Inglaterra con la ocupación de las Islas Malvinas, y la misma ocupación de la costa de los Mosquitos en Nicaragua. También las potencias europeas se proyectaban en la región, y en el Caribe, particularmente Inglaterra y Francia.

William Walker va a ser una expresión de la Doctrina Monroe. Ya en 1852 Francia e Inglaterra habían invitado a Estados Unidos a celebrar un Tratado para coordinar mejor sus intereses en el Caribe, especialmente hacia Cuba, donde tenían deseos anexionistas.

Parte de esta idea de expansión comprendía llevar también la esclavitud, como sistema de organización económica, a las regiones que fueran anexando o apropiando. La presidencia de James Buchanan, en Estados Unidos, desde 1857 a 1861, estimuló y favoreció el anexionismo.

También pesó en la época la idea de la construcción de un canal interoceánico, por Nicaragua o por Panamá, donde los franceses estuvieron interesados, proyecto que les fracasó.

Se planteó, frente al desarrollo de las explotaciones mineras de California, la posibilidad de un ferrocarril transoceánico en Panamá, entre 1850 y 1855, que resultó también importante para el intento de la construcción del canal. La idea del canal francés se materializó en 1839 con una concesión que se abandonó tras casi 30 años de pensarla, hasta que la retomó Ferdinand de Lesseps en 1879, sin poderla concluir, priorizando, a partir de ese momento, la idea del canal por Nicaragua, lo mismo que por el Istmo de Tehuantepec, en México.

El Canal por Panamá quedará para inicios del siglo XX, donde los Estados Unidos toman la iniciativa, e intervienen favoreciendo la Independencia de Panamá en 1903.

El canal era una necesidad para todo el mundo por el comercio internacional y por el acortamiento de distancias. Estados Unidos lo ve con Colombia, desde 1824 y luego en 1846 cuando tienen previsto Panamá, lo mismo que en Nicaragua desde 1849, cuando firman los Tratados Hise Squier, así como la renuncia, a realizar ese canal, por los Estados Unidos e Inglaterra establecida en el Tratado Clayton Bulwer de 1850, aunque era urgente buscar el paso rápido hacia California, considerada la tierra del oro. En su lugar, mientras no se tuvo el canal, fue que se organizó la Compañía del Tránsito.

La esclavitud se había impuesto especialmente en los Estados sureños de los Estados Unidos, con el desarrollo de las actividades agrarias, principalmente, mientras en los Estados del norte, que iban surgiendo en los Estados Unidos, poco a poco, se impusieron, por el desarrollo industrial de estos Estados, relaciones de producción de mano de obra libre.

Esta dualidad, de estos dos sistemas económicos, dentro del desarrollo político de los Estados Unidos condujo a la Guerra de Secesión, iniciada en 1861 que culminó, en 1865, al triunfar los Estados norteños y establecer la abolición de la esclavitud, y la XIII Enmienda Constitucional en Estados Unidos, que la garantizaba.

Los Estados del sur pretendían de esa manera fortalecer su relación interna con la expansión sobre estos territorios.

De los 34 Estados, que en ese momento formaban parte de los Estados Unidos, en 1861, siete Estados del sur eran esclavistas, e intentaron imponerse organizándose en los Estados Confederados de América, lo que produjo esta guerra interna. Algunos Estados que no formaban parte de esta Confederación mantenían la esclavitud legalizada.

Desde antes de la Independencia de los Estados Unidos los negros, que representaban casi el 20% de la población de las colonias inglesas, cuando se iniciaba el proceso de rebelión independentista, antibritánico, y que llegaban a los 600.000 esclavos, luchaban también por la abolición de la esclavitud, y había quienes, en su nombre también lo hacían, sin lograrlo de manera efectiva, a pesar de que también desempeñaron un papel importante en el proceso independentista norteamericano.

Los Estados del sur eran los que concentraban la mayor cantidad de negros y mantenían las relaciones de producción, sociales y políticas bajo el signo de la esclavitud. Se ha llegado a afirmar que el valor de los negros, considerándolos “propiedad”, o “bienes”, en ese momento, eran más de un cuarto de un billón de dólares, lo cual, desde el punto de vista esclavista era una gran inversión y negocio.

La lucha por la Independencia, y por la Libertad, en los Estados Unidos, por su naturaleza, por su esencia revolucionaria, se oponía, y atacaba la esclavitud.

La esclavitud era fuerte en la década de 1850 especialmente en los Estados del sur. Desde los días de la Independencia de las colonias inglesas se venía discutiendo sobre la esclavitud y su abolición, sobre todo por el papel que en esa lucha también desempeñaron los negros, muchos de ellos obteniendo su libertad por su participación en esa lucha, mientras los Estados que iniciaban tenían posiciones diferentes sobre la esclavitud sin que aún se impusiera una política federal.

En los Estados del sur era más fuerte el esclavismo. Dentro del proceso de Independencia estos Estados acentuaron los controles sobre los esclavos.

En el enfrentamiento de Inglaterra y las colonias inglesas actuaba a favor de los esclavistas la circunstancia de que Inglaterra no levantaba banderas anti esclavistas o abolicionistas en su lucha, porque era, a la vez, un gran traficante y comerciante de esclavos.

Históricamente en 1850 el Partido Republicano recién fundado fue antiesclavista, mientras el Partido Demócrata defendía la esclavitud.

La esclavitud era el tema central de la política interna de los Estados Unidos. El desarrollo económico de la dinámica interna de los Estados Unidos en gestación, se desenvolvía en dos dimensiones, el sur agrarista y esclavista, el norte industrial y antiesclavista. El desarrollo de la industria y del capitalismo moderno necesita mano de obra libre y asalariada, no esclavos, hombres libres.

Por ello, los Estados sureños, todavía a mediados de la década de 1850-1860, apoyaron las avanzadas esclavistas y anexionistas que quiso realizar William Walker, llegando a Nicaragua, el 16 de junio de 1855, al puerto de El Realejo, y estableciéndose allí, donde declaró de nuevo la esclavitud, ese año de 1855, provocando la llamada Guerra de 1856 y 1857, donde el ejército de Costa Rica, jefeado por el Presidente de la República, Juan Rafael Mora Porras, avanzó sobre el suelo nicaragüense para liberar a Nicaragua, e impedir la anexión de las tierras centroamericanas y que Walker sometiera a la esclavitud a los pueblos centroamericanos.

Exitosa, táctica y estratégicamente, fue la guerra desarrollada por Costa Rica, a la que se sumaron, en la segunda parte de esa guerra, superada la crisis provocada por la peste del cólera, después de la Batalla de Rivas, el 11 de abril de 1856, las fuerzas militares de los otros estados centroamericanos, siempre bajo la guía táctica y estratégica del Presidente Juan Rafael Mora, de su hermano el General José Joaquín Mora, y de su Estado Mayor.

Abraham Lincoln en 1858 propuso detener la expansión de la esclavitud. La Corte Suprema había declarado en 1857 que los esclavos eran inferiores y que no tenían derechos. La esclavitud fue el móvil por el control de territorios. Con el mantenimiento de la esclavitud se aseguraba la no igualdad racial y a los esclavos como factores económicos. En Texas se afirmaba que la raza negra era inferior y dependiente. En los Estados del sur se sostenía la tesis del derecho a mantener la esclavitud.

En la composición de los Estados que iban surgiendo se estableció un equilibrio entre estados esclavistas y no esclavistas para igualarse con los representantes, ante el Senado, donde había un número igual de senadores por cada Estado.

Mediante esta política se justificaba la expansión territorial, por la vía de la apropiación a la fuerza, la anexión y la compra de territorios. El proceso de expansión de las 13 colonias, hacia el oeste, en una dinámica paralela hacia el norte y hacia el sur, procurando equilibrio, condujo a que los Estados Unidos se volcaran sobre los territorios mexicanos, algunos de estos anexados por la complacencia del General Antonio López de Santa Anna, que facilitó la venta de territorios.

Así México perdió Texas, en 1845, que inicialmente declaró su Independencia, y California, en 1848. Por la llamada guerra México Estados Unidos, de 1846, se apropian de los territorios de Colorado, Arizona, Nuevo México, Nevada, Utah, los territorios de Wyoming, Kansas y Oklahoma, correspondiente todo esto a casi el 60% del territorio mexicano de esa época.

En la guerra mexicanoamericana de 1846-1848, que definió parte de la frontera, el problema de la esclavitud estuvo presente, por el reclamo que entonces hacía Texas, como estado esclavista que era, de territorios. De esta guerra con el Tratado Guadalupe Hidalgo Estados Unidos se aseguró los territorios mexicanos y se impuso la idea de que los mexicanos eran personas inferiores y la tesis de que cada Estado de la Unión definiría su situación respecto a la esclavitud. Esta expansión en 1848 también se quiso llevar a las Antillas.

En 1853 México vendió parte de sus territorios a los Estados Unidos para que se construyera la ruta ferrocarrilera hacia california. En 1867 Rusia vendió Alaska a los Estados Unidos, como parte de este proceso expansionista. Igual va a suceder con La Louisiana, en 1812, y la Florida, en 1845, compradas a Francia y a España respectivamente.

Por esta visión política los Estados Unidos, además, intervinieron en 1824 en Puerto Rico, en 1845 y 1847 en México, en Nicaragua en 1855, y en Centroamérica, bajo la sombra de los filibusteros de William Walker desde ese año hasta 1857, cuando fue derrotado y expulsado de Centroamérica, intentando regresar luego, hasta que en 1860 fue capturado en Honduras y fusilado.

En la ruta hacia California, en el Pacífico, se estableció la ruta de Oregón, en 1842, que facilitó el traslado de colonos, que se impusieron, hacia 1851, sobre las comunidades indígenas sioux y apaches. Los indígenas de New York, Michigan y Florida eran igualmente trasladados hacia el Medio Oeste, y en 1851 establecieron las Reservaciones Indígenas por ley.

El descubrimiento de las minas de oro y plata en California, a principios del siglo XIX, produjo un movimiento masivo de personas desde la costa este de los Estados Unidos hacia esa zona. Por tierra el proceso fue violento, lento y cruel.

El enfrentamiento con las comunidades indígenas, y su liquidación hasta donde se pudo, y la exterminación y cacería de búfalos fue parte de la leyenda, y de la historia, que se tejió alrededor de esa expansión hacia el oeste.

No se había aún construido el ferrocarril transcontinental, que atravesara los Estados Unidos, obra que culminó hacia 1865, lo que obligaba a buscar otras rutas. Así desarrollaron la ruta del Tránsito, que debe su nombre a la Compañía Accesoria del Tránsito, surgida con ese propósito, desde 1850, que hacía viajes desde la costa este, en el Atlántico, hasta California, en el Pacífico, bajando toda la costa de los Estados Unidos, desde New York, pasando por New Orleans, siguiendo el Golfo de México, continuando el recorrido por la costa mexicana y centroamericana hasta llegar a la desembocadura del Río San Juan, en ese entonces, una región dominada por los ingleses, hasta el puerto de San Juan del Norte, o Georgetown, donde se adentraban por el río San Juan hasta el Gran Lago de Nicaragua, para cruzar el Estrecho de Rivas, y desde allí, en San Juan del Sur, tomar de nuevo la ruta naviera hacia California. En este movimiento se llegó a movilizar alrededor de 1000 personas por mes. Cornelius Vanderbilt estuvo al frente de esta Compañía, que durante la presencia de Walker en la región no se prestó a servirle a sus intenciones, por lo que le anuló, siendo Presidente de Nicaragua, los derechos de la Compañía, de trabajo, otorgándoselos a otra empresa formada por Walker y otros, el 16 de febrero de 1856.

Desde 1847 gobiernos latinoamericanos como los de Chile, Bolivia, Ecuador, Colombia y Perú se preocupaban por esta presencia de los Estados Unidos en la región.

En este contexto aparece William Walker, médico, periodista, abogado, norteamericano, organizador de filibusteros, a modo de mercenarios, que movilizaba para ocupar territorios en el continente. Sus primeras incursiones de conquista de territorios las hace en México, en Sonora y Baja California, donde llegó a fundar, en 1853, la República de Sonora.

Aprovechando conflictos internos en Nicaragua, llegó en 1855, para sumarse en las fuerzas que combatían al Presidente Fruto Chamorro Pérez. Su presencia y participación le llevó a asumir en 1855 el poder siendo electo Presidente de Nicaragua. Su condición de Presidente le fue reconocida por el gobierno de Estados Unidos.

En esta situación visualizó la idea que traía de impulsar el dominio de todos los territorios de Centroamérica, para desarrollar aquí la esclavitud y el anexionismo a los Estados Unidos.

Walker imbuido de la Doctrina del Destino Manifiesto justificaba la anexión de Centroamérica, por cualquier medio que fuera, incluida la lucha militar, aprovechando el poder que ya tenía en Nicaragua.

Para sus planes reclutó filibusteros, que entre 1840 y 1860 se desarrollaron como mercenarios, como grupos militares privados, que se contrataban para guerras particulares y privadas, no oficiales de gobierno alguno, que provocaban conflictos con Estados Unidos. Así, en 1852, 1854 y 1857 filibusteros operaron en Sonora, donde fueron derrotados y algunos dirigentes de ellos fueron fusilados.

Así, también, William Walker llegó a Sonora y Baja California, estimando que ante la ocupación francesa de México era mejor que fuera la ocupación norteamericana. En 1853 proclamó la República de Baja California, y luego en 1854 se proclamó Presidente de Sonora, ignorando los pactos realizados en 1853 por el General Santa Anna.

En su propósito arrastró a la organización de una lucha, contra su presencia en territorio nicaragüense, por parte de Costa Rica, a los países centroamericanos que también se sumaron contra él, por el peligro que para ellos también significaba.

Los países centroamericanos recién acababan de separarse de la República Federal de Centroamérica. Intentos de separación desde 1838 habían acabado con el proyecto unionista. Intentada de nuevo la Unión, en 1842, con Francisco Morazán, gobernando desde Costa Rica, fracasó nuevamente con su fusilamiento ese año.

En 1848 los países que se reunían en la República Federal prácticamente ya se habían separado, y declarado, cada uno, en República, totalmente independientes. Así empezaron a tener relaciones diplomáticas propias y reconocimientos oficiales como Repúblicas Independientes de la Federación, y proyectar también de mejor forma sus propias relaciones económicas y comerciales internacionales.

La separación de la República Federal agudizó, en algunos de los países, las contradicciones internas, como fue el caso de Nicaragua, situación que fue aprovechada por William Walker para llegar allí, a participar activamente del lado de uno de los bandos políticos, y hacerse con el Poder político en 1855, desde donde pretendía impulsar su sueño de control y dominio de todos los cinco países, y de establecer la esclavitud y la anexión a los Estados Unidos.

En noviembre de 1855 restableció la esclavitud en Nicaragua, la que había sido abolida desde el 17 de abril de 1824, por disposición de la República Federal Centroamericana, por impulso del prócer salvadoreño José Simeón Cañas y Villacorta, declarándose, en 1824, que en adelante nadie que naciera en Centroamérica sería esclavo.

La presencia suya, de gobernante extranjero, esclavista y anexionista, alertó a los países vecinos, principalmente a Costa Rica.

La capacidad militar de Costa Rica para enfrentar a los filibusteros norteamericanos de Walker resultaba de la preparación que el país venía haciendo, con su Ejército, para enfrentar un eventual conflicto militar con Nicaragua, que reivindicaba como suyo los territorios del Partido de Nicoya, que se habían adherido a Costa Rica el 25 de julio de 1824.

Las reclamaciones constantes de Nicaragua en los organismos políticos de la Federación Centroamericana siempre afirmaron los derechos de anexión del Partido de Nicoya y de Costa Rica. Por eso, los gobiernos de Costa Rica, especialmente, el de Juan Rafael Mora Porras, a partir de 1849, enfatizó en la preparación militar nacional para un evento militar de esa naturaleza.

Con William Walker renacía de nuevo la idea de la Unión Centroamericana bajo su dominio y bajo su esclavismo. A Walker en Estados Unidos lo veían como un patriota del sur, de los estados sureños. Quería introducir la esclavitud y el tráfico de esclavos, quería extender los territorios de la Unión Americana.

En ese momento, a inicios de la década de 1850, los países centroamericanos no solo estaban realizando sus primeros pasos en el reconocimiento diplomático internacional, como Repúblicas totalmente independientes cada una, separadas ya de la República Federal, sino que también estaban afirmando sus nuevas relaciones comerciales propias e insertándose de esa manera, independiente, en los mercados europeos.

La declaración de la esclavitud en Nicaragua, hecha por Walker, hizo que el Presidente Juan Rafael Mora llamara al pueblo a prepararse para la guerra, a finales de 1855, en su Primera Proclama, la del 20 de noviembre de 1855, en la cual advirtió claramente que “una gavilla de advenedizos, escoria de todos los pueblos, condenados por la justicia de la Unión americana, no encontrando ya donde hoy están con qué saciar su voracidad, proyectan invadir a Costa Rica para buscar en nuestras esposas e hijas, en nuestras casas y haciendas, goces a sus feroces pasiones, alimento a su desenfrenada codicia”, llamando, además, a los filibusteros, “horda de aventureros apóstatas de su patria”, e indicando que “aquí no encontrarán jamás los invasores, partido, espías ni traidores. ¡Hay del nacional o extranjero que intentare seducir la inocencia, fomentar discordias o vendernos!”, llamamiento que apoyó el Obispo Anselmo Llorente y la Fuente, que llamó a los católicos a prepararse para luchar contra el “bárbaro protestante”, y en defensa de la fe católica, con su Pronunciamiento, el 22 de noviembre de 1855, a apoyar al Gobierno en su lucha contra los filibusteros.

En enero de 1856 el Gobierno de Costa Rica rechazo emisarios de Walker, lo que hizo que Walker invadiera el territorio nacional afincándose en la Hacienda Santa Rosa, en Guanacaste. El Presidente Mora ya había tomado la decisión de ir a enfrentar en Nicaragua a Walker.

A principios de marzo, con la Segunda Proclama, del 1 de marzo de 1856, marcha hacia el norte del país. Claramente el Presidente Mora tenía el convencimiento de que Nicaragua estaba sometido y bajo la esclavitud.

Esa Segunda Proclama es contundente, en su llamado: “¡A las armas! Ha llegado el momento que os anuncié. Marchemos a Nicaragua a destruir esa Falange impía que la ha reducido a la más oprobiosa esclavitud. Marchemos a combatir por la libertad de nuestros hermanos.”

Con claridad igual advierte que los filibusteros “nos desafían audazmente e intentan arrojar sobre nosotros las mismas ensangrentadas cadenas” … “No vamos a lidiar por un pedazo de tierra: no por adquirir efímeros poderes; no por alcanzar misérrimas conquistas, ni mucho menos por sacrílegos partidos. No, vamos a luchar por redimir a nuestros hermanos de la más inicua tiranía: vamos a ayudarlos en la obra fecunda de su regeneración, vamos a decirles: Hermanos de Nicaragua, levantaos: aniquilad a vuestros opresores. Aquí venimos a pelear a vuestro lado por vuestra libertad, por vuestra patria.” … “Paz, justicia y libertad para todos. Guerra sólo a los filibusteros”.

Llamaba el Presidente Mora a combatir “por nuestra patria idolatrada y la independencia hispanoamericana”, para él claramente amenazada.

De allí la importancia de esta Guerra Nacional y Centroamericana, que de manera definitiva ponía en juego la rotunda Independencia, y afirmaba las independencias, establecidas desde el 15 se setiembre de 1821, detonadas por Guatemala, en El Salvador el 21 de setiembre, en Honduras el 28 de setiembre, en Nicaragua el 28 de setiembre y ratificada el 11 de octubre, en Costa Rica el 29 de octubre, afirmadas de nuevo por las Provincias Unidas de Centroamérica, pero amenazadas por Walker, desde Nicaragua, a la que ya tenía sometida.

La Guerra Nacional así se inscribe en la definitiva afirmación y consolidación de la Independencia, de la Soberanía y la Libertad de las Repúblicas de Centroamérica y en asegurar la Libertad plena de los pueblos de Centroamérica amenazados de ser sometidos a la esclavitud.

Los filibusteros después de su fracaso negociador con el Gobierno de Juan Rafael Mora, a principios de 1856, para someternos a sus designios, deciden invadir Costa Rica, empresa que realizan en marzo de 1856, donde llegan a instalarse en la Hacienda Santa Rosa, en Guanacaste.

La tropa costarricense movilizada desde principios de marzo, se empieza a concentrar en Liberia, el 17 de marzo, conociendo la situación de entrada de los filibusteros y preparando su ataque.

El 20 de marzo logran derrotar a los filibusteros en Santa Rosa infringiéndole una gran derrota moral. Se ordena limpiar toda la parte fronteriza con Nicaragua de la presencia filibustera y de tomar el Río San Juan, paralizándose durante la guerra, de esa forma, la vía comercial del Tránsito, que llegó a ser dominada por Costa Rica, al tiempo que los filibusteros trataban de dominarla como vía de abastecimiento.

El 10 de abril de nuevo se derrota a los filibusteros en la Batalla de Sardinal, donde confluye el Río Sardinal con el Río Sarapiquí. Con ello se terminó de expulsar a los filibusteros del territorio nacional.

Pocas horas después se produciría la Batalla de Rivas, del 11 de abril de 1856, donde nuevamente les infringimos a los filibusteros, una derrota demoledora, en una batalla de muchas horas y muy sangrienta, resultado de la cual se produjo unos días más tarde la peste del cólera, que obligó a la tropa y el ejército costarricense a replegarse al territorio nacional, con un efecto catastrófico por la diseminación y expansión de la peste del cólera, que también tuvo repercusiones a el Salvador y Honduras. Superada esa situación volvimos rápidamente al escenario de la guerra, para continuar el esfuerzo de expulsión y liquidación definitiva de los filibusteros en suelo nicaragüense y centroamericano, logrando su rendición el 1 de mayo de 1857.

En el curso de la guerra contra los filibusteros también se movilizaron, al lado de los ejércitos centroamericanos, junto a los diferentes grupos sociales que se integraron militarmente, o en el apoyo logístico, indígenas, ladinos y mestizos, de Nicaragua y El Salvador

Cornelius Vanderbilt, en este escenario de guerra, no se plegó a los intereses de William Walker, y tuvo apoyo del Presidente Juan Rafael Mora para sus proyectos en el río San Juan.

Inglaterra por su parte movilizó una escuadra a San Juan del Norte. Los ingleses no veían con buenos ojos a Walker, por lo que en su último intento de volver a Centroamérica, en 1860, cuando lo capturan los ingleses, lo entregan al gobierno de Honduras que lo fusila el 12 de setiembre de 1860.

Con la idea de la esclavitud William Walker también imponía el racismo, considerando que los estadounidenses eran superiores a los habitantes de estas regiones, para él de mestizos, y resultantes de las mezclas raciales que venían desde la colonia española.

De conformidad a estas teorías racistas los mestizos debían ser “regenerados” e imponerles los ideales de libertad y democracia que estaban en marcha en Estados Unidos.

Como práctica ideológica el racismo defendía y justificaba la superioridad de la raza blanca, en este caso, sobre las castas y manifestaciones raciales centroamericanas, consideradas por Walker como inferiores. La idea de raza superior también estaba determinada, según los filibusteros, por la Providencia, y destinada a desplazar a razas débiles, o asimilar y moldear otras.

Si en los Estados Unidos el racismo era una expresión de dominación, y de sometimiento a la esclavitud, sobre la población negra, aquí, para Walker, lo era sobre la totalidad prácticamente de la población, que incluía negros, indígenas y sus distintas mezclas raciales.

El racismo suponía una mezcla de sangres, puesto que la colonia española había posibilitado y permitido un amplio espectro de castas o grupos sociales resultantes de esas mezclas. Dentro del orden colonial español, en todo el continente, se llegaron denominar cerca de 20 grupos resultantes de estas mezclas, obviamente todos ellos en inferioridad social respecto a los españoles, fueran peninsulares o criollos, a los blancos, que ejercían el control de la vida política, económica y cultural en general.

Para la mentalidad esclavista de Walker la población era de sangre impura, aunque en la América española se podían considerar sangres puras la blanca, la negra y la indígena. Las mezclas de estos grupos humanos producían distintos grupos raciales o castas. Aun así indígenas y negros estaban en situación de inferioridad frente a los españoles y europeos.

La distinción racial impuesta por los españoles derivaba también de las distinciones que en España se habían hecho respecto a la presencia judía, musulmana y los grupos que resultaron de sus procesos de conversión.

Las categorías raciales reconocidas habían impuesto en la vida colonial una pirámide de relaciones sociales, donde en la cima estaban los grupos blancos, peninsulares y criollos, y hacia abajo la colocación del resto de los grupos sociales dependiendo el grado de mestizaje.

El racismo se impuso en América desde el momento mismo de la llegada de los europeos, desde 1492, y con el desarrollo de formas esclavistas que fueron dándose, distinguiéndose los europeos de los demás, e imponiéndose ellos como superiores y dominadores, y obligando por ello, también, a las relaciones de trabajo y de producción que caracterizaban esta distinción racial, de poder y de dominio, justificada desde ese entonces no solo por las leyes que los españoles impusieron, y obligaron a acatar, sino también por valores morales y religiosos que así, de igual manera, lo justificaron, y también impusieron.

En los Estados Unidos, los colonos ingleses cuando llegaron de igual modo actuaron. El racismo fue usado para justificar la esclavitud, que en el caso estadounidense, fue principalmente sobre población negra, y como se dijo en una ley de 1775, sobre aquella población que no fuera cristiana, y en la liquidación y sometimiento de las comunidades indígenas.

Aun cuando en 1865 se llegó a abolir la esclavitud permaneció por más de un siglo la segregación racial, una forma brutal del racismo en los Estados Unidos. Ese mismo año, 1865, surgió en los Estados Unidos, una de las organizaciones más tenebrosas y criminales de estas políticas racistas, el Ku Klux Klan, aún vigente en ese país.

Todavía hoy hay manifestaciones brutales y violentas hacia la población negra, afroamericana, por parte de sectores blancos de la sociedad norteamericana, donde parte de este racismo se expresa en las nuevas manifestaciones que se agrupan, entre otras formas, en las llamadas corrientes y grupos de supremacistas blancos, que sostienen la superioridad de las personas blancas sobre otros grupos sociales.

Bajo el racismo se agrupan todas las teorías que justifican la existencia de razas superiores e inferiores, que implica subordinación de unos a otros. Se agrupan también todas las formas de intolerancia racial entre personas, grupos étnicos y pueblos. En los sistemas coloniales sirvió para justificar la explotación despiadada de miles de trabajadores. Se expresa también el racismo con discriminación social, segregación social, exclusión y marginación social.

En el siglo XIX con el desarrollo de la ciencia y de la biología también se dio el racismo justificado en estudios biológicos, donde se llegó a establecer cuatro razas humanas, a partir del color de la piel, la raza blanca, la raza negra, la raza amarilla y la raza cobriza. Esto incluso llegó a servir para justificar el colonialismo, el jingoísmo o la violencia sobre otras naciones de una forma ultranacionalista y expansionista, como lo realizaron los británicos o ingleses en distintas partes de América, África, Asia y Oceanía, que permitió también la repartición de territorios por parte de las potencias europeas, especialmente en África.

También sirvió para desarrollar teorías de selección natural, siguiendo la selección de las especies, para distinguir cuáles grupos raciales están más evolucionados que otros, de manera que los estadounidenses se consideraban más evolucionados.

Incluso con los hallazgos arqueológicos y antropológicos se llegó a elaborar la teoría de la superioridad europea, blanca, en este sentido, sobre los otros grupos humanos, hasta que empezaron a descubrirse los restos humanos más antiguos en Africa, creando entonces nuevos enfoques sobre el origen del hombre, orientados a la posibilidad simultánea del origen en diversas partes del mundo.

Hoy estas corrientes están más debilitadas en la ciencia biológica y en las ciencias antropológicas, pero siguen teniendo sus seguidores.

Finalmente, en el aspecto coyuntural de la década 1850-1860, como marco en el que se desenvuelve la presencia filibustera de William Walker en Centroamérica hasta su fusilamiento, se producen, entre otros los siguientes acontecimientos:

En 1850 Inglaterra y Estados Unidos firman el Tratado Clayton Bulwer asegurándose mutuamente la ruta canalera en Centroamérica.

En 1852 se produce un grupo expansionista en Estados Unidos llamado La Joven América.

En 1852 Inglaterra invade islas hondureñas, dependencia de Belice, para impulsar una colonia en Bay Islands.

En 1853 Estados Unidos alega ante España derechos sobre la Isla de Cuba.

En 1853 William Walker es derrotado intentando adueñarse de territorios en México.

En 1853 un senador norteamericano señala que los Estados Unidos está destinado a hegemonizar a los países del continente y rechazan la presencia inglesa en Belice.

En 1854 se produce un enfrentamiento militar entre Estados Unidos e Inglaterra por disputas territoriales en Nicaragua.

En 1854 se prepara la expedición filibustera de William Walker.

En 1854 Estados Unidos bombardea San Juan del Norte, en Nicaragua.

En 1855 llega Walker a Nicaragua, lo que provoca un nuevo enfrentamiento de Estados Unidos con Inglaterra. Walker habla de la raza pura americana contrastada con la raza mestiza hispano india de México y Centroamérica. En San Juan del Norte dos militares norteamericanos, Kinney y Fabens, se adueñan por un corto período de San Juan del Norte, estableciéndose Kinney como Presidente de ese sitio.

Entre 1856 y 1857 se produce la Guerra Nacional Centroamericana contra la presencia filibustera en Nicaragua.

En 1856 con el Tratado Dallas Clarendon Estados Unidos acepta que Inglaterra se apropie del territorio guatemalteco de Belice.

En 1856 Walker cesa los contratos de Vanderbilt y se los da a los banqueros Morgan y Garrison.

En 1856 el representante norteamericano en Nicaragua, Wheeler, reconoce a Walker como Presidente de ese país.

En 1856 se le infringen a Walker las derrotas de Santa Rosa, Sardinal, Rivas y en la Hacienda San Jacinto.

En 1856 Walker se proclama Presidente de El Salvador y Honduras y restablece la esclavitud.

En 1856 Walker incendia la ciudad de Granada, en Nicaragua.

En 1856 el Presidente de los Estados Unidos Franklin Pierce recibe al Presbítero Andres Vigil como representante oficial de Walker, en medio de una protesta del cuerpo diplomático latinoamericano en Washington.

En 1856 se hacen gestiones centroamericanas de ayuda ante Francia e Inglaterra.

En 1856 los esclavistas del sur de Estados Unidos atacan a los abolicionistas del norte, acusándolos de estar atados “al socialismo y al comunismo”.

En 1856 el Ministro de Guatemala en Washington propone una Conferencia Americana Defensiva, ante todos los diplomáticos latinoamericanos, a realizarse en Río de Janeiro, para evitar “ser oprimidos por Estados Unidos como por Inglaterra”.

El 18 de noviembre de 1856 se firma el pacto defensivo hispanoamericano en Washington, por representantes de Nueva Granada, Guatemala, El Salvador, México, Perú, Costa Rica y Venezuela.

En 1857 Perú denuncia la agresión de Estados Unidos a Centroamérica.

En 1857 un barco norteamericano bombardea San Juan del Norte y provocan un incendio en la ciudad.

En 1857 Chile, Perú y Ecuador firman un Tratado para protegerse de aventuras militares como la de Walker en Centroamérica.

1 de mayo de 1857 se rinde Walker, sale de Centroamérica, pero es recibido como un héroe en Estados Unidos.

En 1858 Estados Unidos le impone el Tratado Cass Irisarri con el cual asegura el libre tránsito por cualquier parte de su territorio, con derecho a la intervención civil, militar y económica.

En 1858 el Presidente Buchanan declara que Centroamérica caerá algún día por la gravitación natural de las cosas bajo la jurisdicción de los Estados Unidos. Buchanan consideraba que deberían intervenir los tres istmos, el de Tehuantepec, el de Nicaragua y el de Panamá.

En 1860 Estados Unidos interviene en Honduras.

En setiembre de 1860 William Walker es capturado por ingleses que lo entregan las autoridades hondureñas que lo fusilan el 12 de setiembre de 1860.

En 1862 Costa Rica propuso limitar el intervencionismo con un Tratado de respeto mutuo.

Con motivo de una fecha como la de hoy, 30 de setiembre de 1860, cuando fue asesinado el Presidente Juan Rafael Mora Porras, y dos días después, de igual manera, el General José María Cañas Escamilla, evocamos a los Héroes Nacionales, conductores, y grandes estrategas y tácticos, para exaltarlos como nuestros grandes defensores de la Independencia Nacional, de la Soberanía Nacional y de la Libertad del pueblo costarricense y de los pueblos centroamericanos.

De su asesinato de Estado está pendiente todavía en el país el Funeral de Estado que se les debe a estos Héroes nacionales.

Sus asesinos, quienes tomaron la decisión de su fusilamiento, fueron José María Montealegre, Julián Volio, Francisco María Iglesias, Vicente Aguilar Cubero y Máximo Blanco.

En la perspectiva de la celebración del Bicentenario de la Independencia debemos impulsar la realización de este Funeral de Estado, tarea que la Academia Morista Costarricense promoverá y mantendrá izada esta Bandera hasta su realización.

La Campaña Nacional de 1856 – 1857 es uno de los episodios más trascendentales de Nuestra Historia Patria, de nuestra Independencia, Soberanía Nacional y Libertad.

Un elemento importante de la Guerra Nacional contra los filibusteros, y sus afanes anexionistas y esclavistas, es que al término de la guerra, el 15 de abril de 1858, Costa Rica y Nicaragua firmaron el Tratado Cañas Jerez, poniendo fin a la disputa territorial que Nicaragua reclamaba sobre el Partido de Nicoya, al aceptarlo como parte integral costarricense de la frontera común que tenemos, pero hizo surgir otro problema constantemente alimentado por los nicaragüenses cual es el de la libre navegación por el Río San Juan.

La memoria que podamos rescatar de ella, de la Guerra Nacional contra los filibusteros, refresca nuestra visión cotidiana y nos permite estar alerta ante el porvenir.

Los salarios y el agro: claves contra la crisis pandémica

Juan Huaylupo Alcázar[1]

Son muchas las voces en el mundo que prevén la necesidad de modificar las prácticas que los poderes han impuesto a las sociedades, no se trata de un asunto moral ni de justicia social, se trata de la supervivencia de la humanidad.

El capitalismo desde sus inicios hizo propio “las fuerzas y capacidades de las masas”, no para la transformación de las sociedades en aras de la construcción del bienestar y el progreso individual y colectivo, sino para seguir usándolas en guerras, invasiones y ocupaciones contra pueblos y también como objetos, como “mulas de carga” para labores en beneficio de quienes aún detentan el poder de disponer de sus trabajos y vidas.

Las sociedades se han transformado precisamente con la creatividad, imaginación y trabajo colectivo en las ciencias y las técnicas, se modernizaron los modos de elevación de la productividad del trabajo. Todos sin excepción, nos hemos visto involucrados en una gigantesca maquinaria de interdependencia nacional y mundial. La globalización capitalista masificó como nunca las labores de los individuos y sociedades. El gobierno del capital se estableció como un imperio en la historia, con armas y muertes, con tiranías y leyes, como en el pasado, pero también se crearon nuevas formas en ese imperio. Así, se prolongó la esperanza de vida, en muchos casos en no todas las sociedades, se vive en mejores condiciones y se trabaja con técnicas que elevan la efectividad, eficiencia y productividad, se creó la ilusión que somos gestores de nuestros propios gobiernos, que somos iguales ante la ley, el progreso y el bienestar. Pero, no se transformó el destino del trabajo de las masas, perdura la explotación de las capacidades intelectuales, la socialidad y las fuerzas físicas de las personas para seguir trabajando y haciendo más ricos a los ricos.

Asimismo, el capitalismo hizo de las capacidades de las masas, el medio no solo para seguir enriqueciéndose con la explotación del trabajo, pero a diferencia de otros tiempos, creó también nuevas y múltiples formas para apropiarse de los recursos, riquezas y salarios de las personas y las sociedades del mundo. En el esclavismo, el amo era el dueño del trabajo y vidas de esclavos, con el capitalismo esta relación se moderniza y transforma: el mejoramiento de la calidad de vida de los trabajadores, su salud, su desarrollo intelectual y perfeccionamiento de su creatividad, habilidad y capacidades e incluso las formas de hacer sus labores, depende de los propios trabajadores. Los dueños del trabajo en las jornadas labores están eximidos de esas obligaciones y supuestamente deben ser suplidas por los Estados, que social, política y económicamente son incapaces o impedidos de realizarla. Esto es, la vida del trabajador depende cada vez del salario, pero no solo para su vida, también para los ingresos fiscales del Estado y para los empresarios que nos venden lo que necesitamos, lo inútil, lo deficiente o lo que afecta a la salud. El esclavismo se modernizaba con el capitalismo, sin desaparecer.

El salario se ha convertido no solo el medio de vida para los trabajadores, sino también en un recurso que tienen los gobiernos para obtener nuevos y mayores apropiaciones ilegales del ingreso por el trabajo realizado. Así, en Costa Rica y muchos otros países, permanentemente se confiscan salarios, se suprimen complementos salariales y se privatizan pensiones con leyes y decretos. Los legisladores, serviles e ignorantes, se arrogan ser dictaminadores y sancionadores los montos de los salarios, como si estos fueran ilegales o autodefinidos por quienes los reciben y denigran la función pública de legislar, irrespetando derechos y leyes incluida la propia ley de leyes: la Constitución de la República.

Pero, el salario acumulado a través de los fondos de capitalización laboral y de pensiones complementarias, son usados para dinamizar e incentivar al sector financiero nacional y también para ser apropiado por las bolsas de valores que sus administradores privados determinan, con la venia estatal y sin injerencia de los trabajadores propietarios de esos dineros.

Las funciones que debe cumplir el salario que son propias, privadas e inalienables, se transformaron en recursos apropiables por los empresarios a través de precios especulativos de los negocios de bienes y servicios y de préstamos usureros, así como del Estado para paliar sus déficits y gastos corrientes, o las inversiones de las instituciones de servicio público, con la asesoría e imposiciones de los privatizadores del bienestar: las Cámaras de Empresarios y el Fondo Monetario Internacional.

Los salarios son la versión moderna de los “boletos de café”, “fichas” o “tokens”, que eran monedas privadas usadas para pagar el trabajo en las haciendas y que al cambiarse no alcanzaban a pagar los adelantos en especie recibidos, de este modo, esas monedas eran garantía para una eterna esclavitud y el empobrecimiento absoluto para aquellos trabajadores. Hoy, los salarios no garantizan poder adquirir lo necesario y pagar las deudas que compensan artificialmente la insuficiente capacidad adquisitiva de los salarios. Los empresarios pagan salarios cada más próximos a los africanizados, los agiotistas privados y bancarios se apropian de parte de los salarios, así como los trabajadores que han reducido los salarios o han sido despedidos, están siendo sentenciados a ser víctimas del hambre, la enfermedad y la muerte. Los problemas de la pandemia se agudizan a partir de una estructura social y estatal que expone a sus peligros a muchos y protege a pocos.

Los que se dicen ser empresarios y los otros que se creen periodistas, repiten oligofrénicamente que solo eliminando las restricciones por la pandemia se resolverá la crisis. Abrir negocios sin compradores, es absurdo, como infame y cruel es agudizar la difusión del virus, la enfermedad y los fallecimientos. Imponer los intereses privados como necesidades de todos, evidencia que un poder privado no solo subordina lo público, también lo hace sobre la inteligencia. Paradójicamente las decisiones privadas agudizan la crisis y amenazan con el exterminio de los negocios, la sociedad y la propia humanidad. El poder en su inconsistencia política y económica condena sociedades y personas, suicidándose.

Sin embargo, la inteligencia, esfuerzo y compromiso existentes en algunos, en todos los sectores sociales, son quienes hacen ingentes esfuerzos por paliar el hambre de los más vulnerables de la sociedad. No obstante, es insuficiente, como también lo fue, el regalar alimentos, dinero y el pago con sobreprecios a mercancías, por el Estado norteamericano, para proteger a consumidores y productores en momentos previos a la gran crisis mundial de 1929. La superación de aquella crisis se resolvió con el New Deal, como revelaron estudios, entre ellos el Myrdal Keynes en 1936, que básicamente proporcionaba trabajos, en apariencia inútiles, a los miles de desplazados, desocupados, despedidos y subocupados, fueron los salarios o, mejor dicho, los consumos de los trabajadores y los incrementos de las compras del gobierno, los que permitieron la reactivación económica. Este referente histórico exitoso muestra que no fue de modo alguno, despidiendo, confiscando y pauperizando salarios, destruyendo la institucionalidad pública ni contrayendo el gasto estatal como se solventó la crisis, en ese entonces. Sin embargo, es totalmente lo contrario a lo que proponen y hacen el gobierno, los legisladores y los empresarios de Costa Rica. La reedición contemporánea de las políticas de shock aplicadas en la década del ochenta y noventa del siglo pasado, mostraron ser contraproducentes y iatrogénicas para los espacios sociales latinoamericanos. Es un crimen social aprovecharse de la pandemia para aplicar tales medidas de dramáticas consecuencias contra todos.

El gobierno ya hace ajustes para reducir el gasto en 335,000 millones de colones para complacer las miopes visiones de los que se creen dueños del país y de los entes financieros internacionales que no abandonan sus afanes de colonialidad del poder, a pesar del fracaso económico de sus propuestas y acciones, así como de las nefastas consecuencias sociales en nuestra América. Dicha contracción del gasto afectará al Fondo Especial para la Educación Superior (FEES) que financia a las universidades públicas del país, en 65,000 millones de colones, así como liquidará gran parte de la institucionalidad pública. No cabe la menor duda, que la crisis pandémica está sirviendo de pretexto para continuar con la destrucción del Estado Social de Derecho, para liquidar los logros y conquistas alcanzadas en la historia nacional, así como, eliminar el pensamiento crítico y la práctica consecuente del pueblo que nutre nuestras universidades. Mientras que los ricos, los propietarios del capital, gozan de la inmunidad e impunidad para sus prácticas ilegales contra el erario público, contra el trabajo, privatizan la función pública y exigen incentivos, subsidios y exoneraciones. Las consecuencias de la crisis pandémica no solo son sanitarias, es también la consecuencia de las intolerables prácticas políticas y económicas de los poderes prevalecientes, de los que no pierden la oportunidad para atentar contra lo público, los derechos, la libertad y la democracia.

Los propietarios del capital nacional están muy alejados de la lucidez del empresario norteamericano Henry Ford, que aumentó de modo significativo los salarios, para permitir el aumento de la capacidad adquisitiva de sus trabajadores, que no quebraron a la empresa, sino que permitió su auge y la adquisición de los autos Ford. Pero remontémonos a ejemplos más cercanos en tiempo y espacio: aquí, en nuestro país podemos observar que, al incrementarse los precios internacionales del café, se mejoró la calidad de vida de los agricultores al adquirir las mercancías que necesitan, como también permitió el progreso de los comerciantes y mercaderes con quienes intercambian en sus espacios sociales.

La agricultura costarricense ha sido el ámbito donde surgió el capital en la circulación mercantil, para luego ser la fuente de la diversificación del capital productivo, así como fueron las relaciones y confrontaciones sociales en el agro, donde se gestaron y conquistaron derechos laborales y se crearon las bases sociales por la libertad e igualdad ciudadana. El agro fue importante en la modernidad de la historia nacional, como es importante en la actual pandemia, pues permite garantizar la seguridad y soberanía alimentaria nacional, ofrece mayor cabida laboral y crea esperanzas en un espacio rural igualitario, ante la desigualdad y el desprecio a los trabajadores y los prejuicios contra la vida rural existente en el espacio social urbano.

No es ninguna locura hacer del agro un emporio laboral, sostenibilidad alimentaria y fuente para reducir la desigualdad de las relaciones sociales, así como, el rescate y fortalecimiento cultural de las raíces sociales solidarias de nuestra historia. Es seguro que será imposible efectuar este reencuentro con el espacio rural con las finanzas privadas, tampoco será lograble con el liberalismo gubernamental, pero podrá ser una realidad con la labor colectiva, solidaria y transformadora de mujeres y hombres, que no han perdido ni reniegan de sus orígenes rurales y compromisos sociales, pero también podrá alcanzarse con las riquezas socialmente inútiles para el bien común, de propietarios identificados con el bienestar y el desarrollo nacional, riquezas que eventualmente podrían disminuir o desaparecer entre la pandemia y la voracidad competitiva y financiera urbana.

[1] Catedrático en Administración Pública. Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Costa Rica