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Etiqueta: Europa

Europa se prepara para la guerra: ¿Alguna alternativa mejor?

Gilberto Lopes

San José, 21 abril 2025

El ejército alemán debe estar listo para una guerra con Rusia antes del 2030, dijo su inspector general, Carsten Breuer, en una entrevista publicada el 13 de marzo pasado en el diario conservador Welt. En 2029 Rusia «sería capaz de un ataque convencional a gran escala, incluso en territorio de la OTAN», agregó.

Nadie le pidió a Breuer una mayor elaboración, pese a lo polémico de su afirmación. Ya en octubre del año pasado, el presidente del Servicio Federal de Inteligencia alemán (BND), Bruno Kahl, había insistido en la idea de que Rusia estaría lista para atacar los países de la OTAN a finales de esta década.

Desde 2022, la OTAN considera Rusia la mayor amenaza inmediata para la seguridad de Europa. Una victoria de Rusia en el conflicto de Ucrania “sería una tragedia”, en opinión del entonces Secretario General de la OTAN, el noruego Jens Stoltenberg.

Tampoco la prensa europea le pidió mayor elaboración sobre una afirmación de esta envergadura. Hace ya un tiempo que la mayor parte de la gran prensa europea repite un mismo relato y ha dejado de hacer este tipo de preguntas.

Una guerra en Europa ya no es impensable”, diría el ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius, cuando todavía el gobierno estaba en manos de los socialdemócratas, encabezados por Olaf Sholz. Pero Pistorius, un belicista, seguirá al frente de la cartera en el nuevo gobierno encabezado por los socialcristianos de Friedrich Merz, que ya ha propuesto suministrar a Ucrania los misiles Taurus para atacar el puente de Crimea.

En noviembre del 2023, Pistorius anunció el despliegue de dos batallones de tanques en Lituania, mientras Scholz aumentaba del gasto militar, para transformar Alemania en la columna vertebral de la defensa europea.

El presidente ruso, Vladimir Putin, ha rechazado reiteradamente la idea de que su país pretenda atacar a los da la OTAN. Eso es un “disparate”, afirmó, considerando que una guerra contra la OTAN no sería otra cosa que una guerra nuclear.

Hacer lo impensable

Si en Europa se oyen pocas voces reflexionando sobre un discurso que ha ido ocupando los espacios oficiales, no ocurre lo mismo en todo el mundo. ¿Es Rusia realmente la principal amenaza para Europa?, se preguntó el diplomático y académico singapurense, Kishore Mahbubani, en un artículo publicado, en febrero pasado, en Foreign Policy.

Los europeos –dice Mahbubani– no ven la evidente contradicción entre destacar la incapacidad de Rusia para derrotar a Ucrania, un país de 38 millones de habitantes y un PIB que, el año pasado, fue de unos 189 mil millones de dólares, y declarar que Rusia es una verdadera amenaza para Europa, que tiene 744 millones de habitantes y un PIB de 27 billones de dólares.

Para Mahbubani, “es tiempo de que Europa haga lo impensable”. Bruselas “ha seguido servilmente a Washington durante demasiado tiempo y ha olvidado cómo promover sus propios intereses geopolíticos”.

En su opinión, la única manera de restaurar la posición geopolítica de Europa es considerar tres opciones, hasta ahora impensables. La primera es que Europa anuncie su voluntad de abandonar la OTAN. Obligada a gastar el 5% de su PIB en defensa, “Europa no necesita de Estados Unidos”. El 5% del PIB de la UE y del Reino Unido representó, en 2024, 1,1 billones de dólares, más que los 824 mil millones del gasto en defensa de Estados Unidos.

Su segunda propuesta es que Europa elabore “un nuevo gran acuerdo estratégico con Rusia, en el que cada parte se adapte a los intereses fundamentales de la otra”. Es una vieja opción, que pareció posible en algún momento después de la Guerra Fría. Se hablaba de una Europa unida, desde Lisboa a los Urales, un escenario muy distinto al de una Europa enfrentada a Rusia, considerada su amenaza fundamental.

Mahbubani hace referencia a tres destacados militares, diplomáticos y líderes políticos europeos para ilustrar su punto de vista. Si Metternich (el hábil canciller austríaco de la primera mitad del siglo XIX, que articuló la resistencia de su país a Napoleón), Talleyrand (su contemporáneo francés, destacado político que sobrevivió a diversas alternativas políticas en el período de la Revolución Francesa), o el general Charles de Gaulle (que encabezó la resistencia francesa a los nazis y después, cambiando de posición, abrió una vía para poner fin a la guerra colonial de Argelia) vivieran hoy, recomendarían ese acuerdo estratégico con Rusia, asegura.

Esto lo lleva a reflexionar sobre una tercera opción. “Los europeos creyeron tontamente que una lealtad servil a las prioridades geopolíticas estadounidenses les reportaría ricos dividendos. En lugar de ello, han recibido una patada en la cara”.

Es China la que –en su opinión– puede ayudar a la UE a hacer frente “a su verdadera pesadilla geopolítica a largo plazo: la explosión demográfica en África”. En 1950 –nos recuerda– la población de Europa era el doble que la de África. Hoy, la población africana duplica a la europea, que enfrenta el desafío de una migración que parece, a ratos, incontrolable.

Los acuerdos de Minsk, la geopolítica de la paz

Ninguna de estas sugerencias está en la agenda de hoy. En su Libro Blanco, publicado el ms pasado, Europa renunció a toda iniciativa política. Optó por la estrategia de una guerra inimaginable, a menos que se esté dispuesto a acabar con la vida humana en la Tierra.

Una Europa que parece, además, olvidar las consecuencias del rearme alemán en el siglo pasado, o los objetivos de la OTAN, definidos en 1949 por su primer Secretario General, el general británico Hastings Ismay, de origen hindú: “mantener a los rusos afuera, a los norteamericanos adentro y a los alemanes abajo”. Objetivos de los que la OTAN parece más alejada que nunca.

Una paz duradera requiere una comprensión adecuada del origen del problema. No es una tarea sencilla porque cualquier análisis tiene, en este caso, derivaciones políticas. En todo caso, nos parecen útiles los puntos de vista de dos destacados académicos norteamericanos: el economista Jeffrey D. Sachs, director del Centro para el Desarrollo Sostenible de la Universidad de Columbia, y John Mearsheimer, profesor de Ciencia Política en la Universidad de Chicago y reconocido analista internacional.

Sachs cuenta una experiencia personal, después de las protestas en la plaza de Maidan, promovidas por Occidente en 2014 y que llevaron al derrocamiento de Víktor Yanukóvich. Elegido presidente de Ucrania en 2010, Yanukóvich estaba a favor de la neutralidad de Ucrania y se oponía a la ampliación de la OTAN.

El nuevo gobierno me pidió que fuera a Kiev. Me llevaron a Maidan y aprendí muchas cosas de primera mano”, dijo Sachs en un artículo –The geopolitics of peace– publicado en Consortiumnews en febrero pasado.

La ampliación de la OTAN había comenzado en 1999 con la incorporación de tres países: Polonia, Hungría y República Checa. En la siguiente ronda, en 2004, se sumaron siete países más: los tres bálticos, Rumanía, Bulgaria, Eslovenia y Eslovaquia. La idea de Washington era que Ucrania, Rumania, Bulgaria, Turquía y Georgia estuvieran todos en la OTAN. Neutralizarían así a Rusia, controlando su acceso al mar Negro, transformándola en poco más que una potencia local.

Sachs recuerda que no hubo demanda territorial alguna por parte de Rusia antes del golpe de 2014 en Ucrania. Derrocado Yanukóvich, Moscú respondió rápidamente, retomando Crimea y evitando que su base naval en Sebastopol cayera en manos de la OTAN, algo inaceptable para los rusos.

Para Putin, con el derrocamiento de Yanukóvich “había llegado el momento de actuar contra Ucrania y Occidente”. Se movió para disuadir el nuevo gobierno de Kiev de alinearse con Occidente contra Moscú, proporcionando asesores, armas y apoyo diplomático a los separatistas rusos del este de Ucrania. Se negociaba la autonomía política de Donetsk y Luhansk, en medio de una virtual guerra civil que, ya en mayo del 2015, había dejado unos siete mil muertos.

Siguieron las fracasadas negociaciones de Minsk, en 2014 y 2015, que buscaban establecer un estatus especial para esas Repúblicas. Más tarde se supo, por declaraciones de la excanciller alemana Angela Merkel (que, con el presidente francés, François Hollande, debía ser una de las garantes de los acuerdos), que nunca negociaron con intención de cumplirlos. El objetivo era ganar tiempo para fortalecer militarmente a Ucrania.

La tensión siguió agravándose. El 15 de diciembre de 2021, Putin presentó sus últimas propuestas, dice Sachs: un proyecto de acuerdo con Estados Unidos y Europa. El objetivo de Rusia –afirmó– era mantener a Estados Unidos lejos de su frontera. No tuvo respuesta.

Después de eso –agregó–, “tuve una llamada de una hora con el asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan, rogándole: –Jake, evita la guerra”. Sullivan le dijo a Sachs que estuviera tranquilo, que no habría guerra. Menos de dos meses después quedaba en evidencia que las garantías dadas a Sachs por Jack Sullivan, no tenían fundamento.

Un trágico error

El artículo de Mearsheimer al que hicimos referencia fue publicado en agosto del 2014. Seis meses después del derrocamiento de Yanukóvich y cinco después de la anexión de Crimea por Rusia.

Según la opinión predominante en Occidente –afirmó Mearsheimer– “la crisis ucraniana puede achacarse casi exclusivamente a una agresión rusa. El presidente ruso Vladimir Putin, según este argumento, se anexionó Crimea por su antiguo deseo de resucitar el imperio soviético”. “Pero esta versión es errónea”, aseguró. “Estados Unidos y sus aliados europeos comparten la mayor parte de la responsabilidad de la crisis. La raíz del problema es la ampliación de la OTAN”. Lo intentaron, pese a las advertencias rusas sobre lo peligroso de ese camino. Un punto de vista que comparte Sachs.

Mearsheimer acude a las declaraciones de un viejo y destacado diplomático norteamericano, George Kennan, sobre el tema. En una entrevista publicada en 1998, poco después de que el Senado de Estados Unidos aprobara la primera ronda de ampliación de la OTAN, Kennan afirmó: “Creo que los rusos reaccionarán gradualmente de forma bastante adversa y esto afectará sus políticas”. «Creo que es un trágico error. No había razón alguna para ello”.

Su voz es ahora un poco frágil, diría Thomas Friedman, en una columna en el NYT, en mayo del 98, refiriéndose a Kennan. “Pero su mente, incluso a los 94 años, sigue tan aguda como siempre. Así que cuando me puse en contacto telefónico para conocer su reacción ante la ratificación, por parte del Senado, de la ampliación de la OTAN, no me sorprendió que el hombre, que fue el arquitecto de la exitosa contención de la Unión Soviética y uno de los grandes estadistas norteamericanos del siglo XX, tuviera preparada una respuesta”.

Creo que es el comienzo de una nueva guerra fría», dijo Kennan desde su casa de Princeton.

Relaciones EEUU-Rusia, una larga historia

En abril de 1951, ya en plena Guerra Fría, Kennan escribía en Foreign Affairs sobre el futuro de las relaciones entre Estados Unidos y Rusia. Especulaba sobre el tipo de sociedad en que podía transformarse.

No se trataba solo de los cambios que debían ocurrir en Rusia, sino también del comportamiento de los Estados Unidos. Podemos pedir que se levante el grotesco sistema conocido como Telón de Acero, decía, “y que el pueblo ruso, que tiene tanto que dar y tanto que recibir como miembro maduro de la comunidad mundial, deje de ser insultado por una política que lo trata como a un niño, demasiado inmaduro para tener un contacto normal con el mundo adulto”.

Kennan no dejó nunca de analizar esas relaciones, ni el escenario internacional. Su obra me parece de particular relevancia para analizar, pensar en alternativas, buscar hoy soluciones políticas al conflicto de Occidente con Rusia.

No hay mucho riesgo en decir que ningún diplomático norteamericano (probablemente tampoco ningún académico o político), pensó tan profundamente las relaciones entre los dos países a lo largo de casi 60 años. Ninguno tenía tampoco el conocimiento y la pasión que ese tema despertaba en Kennan, un hombre que hablaba ruso, que vivió en Rusia y que admiraba el pueblo ruso con la misma pasión con la que condenaba el gobierno de Stalin.

El mismo que escribió uno de los artículos de mayor repercusión en la política internacional de su época. El artículo –«The Sources of Soviet Conduct»­– firmado de forma anónima por “X”, apareció en la edición de julio de 1947 de Foreign Affairs. Fue fundamento de la política de contención, uno de los pilares de la Guerra Fría.

40 años después, en 1987, en la edición de primavera de la misma revista, Kennan volvió a analizar la naturaleza de esas relaciones en un artículo titulado “Containment Then and Now”.

Then” (en 1947), la Unión Soviética, exhausta después de una guerra que le había costado cerca de 20 millones de muertos, no era una amenaza militar, sino una amenaza política. Esa era la visión de Kennan.

Now” (40 años después, en 1987), la situación, desde su punto de vista, era exactamente la contraria. Moscú ya no era una amenaza ideológica o política. En cambio, el aspecto militar era entonces de “primordial importancia”.

Pero aclaró: “Cuando digo que este factor militar es ahora de primordial importancia, no es porque vea a la Unión Soviética amenazando a Estados Unidos o a sus aliados con la fuerza armada. Para mí está totalmente claro que los dirigentes soviéticos no quieren una guerra con nosotros y no planean iniciarla. En particular, nunca he creído que les interese invadir militarmente Europa Occidental”.

De lo que se trata, lo “que hay que contener, en mi opinión, no es tanto la Unión Soviética como la propia carrera armamentista”.

Ya entonces exploraba las perspectivas de las relaciones de Rusia con sus vecinos étnicamente no rusos, con los que mantenía estrechas relaciones económicas. Entre ellos los países bálticos, hoy particularmente rusófobos.

Todos estamos de acuerdo en que los países bálticos no deben verse obligados, nunca más, en contra de los sentimientos más íntimos de sus pueblos, a establecer relación alguna con el Estado ruso. Pero ellos mismos serían insensatos si rechazaran acuerdos de cooperación con una Rusia tolerante y no imperialista, que deseara realmente superar los infaustos recuerdos del pasado”, decía Kennan.

El lugar por donde pasa la frontera

Ucrania merece “pleno reconocimiento, por el genio y las capacidades peculiares de su pueblo”. Pero Ucrania –agregaba, ya en 1951– “es económicamente tan parte de Rusia como Pennsylvania lo es de los Estados Unidos”. Y se preguntaba:”¿quién puede decir cuál debe ser el estatus final de Ucrania si no conoce el carácter de la Rusia a la que habrá que adaptarse?”

Hay cosas más importantes que el lugar por donde pasa la frontera –agregó– y la primera de ellas es que, a ambos lados, debe haber tolerancia y madurez, humildad ante los sufrimientos del pasado y los problemas del futuro”. “Ninguno de los problemas importantes del futuro, para ninguno de los pueblos de Europa, se va a resolver enteramente, ni siquiera principalmente, dentro de las fronteras nacionales del país”.

El odio hacia lo ruso

Kennan murió en marzo de 2005, a los 101 años. No vio, por lo tanto, el desenlace de un problema que ya percibía hace 75 años y que se desarrolla hoy ante nuestros ojos.

Para el canciller ruso, Sergei Lavrov, “es inaceptable hablar con Rusia en el lenguaje de la superioridad, como intenta hacer la Unión Europea, refiriéndose a la aspiración de varios países europeos a enviar sus tropas a Ucrania”. Ya antes, en otra entrevista, había señalado que “Rusia no está peleando por territorio. Estamos peleando por los derechos de la gente que vive en esos territorios”.

Rusia se anexó la península de Crimea en marzo del 2014, un mes después del derrocamiento del gobierno ucraniano y las protestas de Maidan. Y después de la invasión de Ucrania en 2022, lo hizo con las provincias de Khersón, Zaporiyia, Donetsk y Luhansk, fronterizas y mayoritariamente de población de origen ruso, escenarios, desde 2014, de un conflicto armado con las autoridades de Kiev.

Cuándo Zelensky reivindica las viejas fronteras de Ucrania, ¿eso implica que pretende echar de ahí a la población de origen ruso?, se preguntó Lavrov, en una entrevista publicada el 14 de abril en el diario ruso Kommersant. “¿Pretenden restaurar allí las viejas normas nazis, obligándolos a olvidar su idioma, su cultura e historia y todo lo que Rusia ha hecho en esos territorios?”.

Desde una perspectiva legal, de acuerdo con las leyes ucranianas de hoy, adoptadas antes de la operación militar rusa, “todo lo ruso está cancelado” en Ucrania, agregó.

Zelensky afirmó, en una reciente entrevista al diario francés Le Figaro, que, en su lucha, lo motiva el odio hacia los rusos. De modo que ningún acuerdo parece posible para resolver el conflicto antes de que se clarifique el escenario militar; que alguna de las fuerzas enfrentadas establezca una superioridad que obligue el enemigo a ceder en sus pretensiones.

No es el caso todavía y el fracaso de la iniciativa norteamericana para lograr un alto al fuego y un acuerdo negociado lo muestra. En cambio, lo que vemos es un renovado esfuerzo, tanto de la Unión Europea (hoy en manos de las más beligerantes fuerzas rusófobas), como de Francia e Inglaterra para coordinar un creciente apoyo económico y militar a Kiev.

Los líderes de Francia, Alemania y el Reino Unido, con sus consignas abiertamente belicosas y amenazas contra Rusia, quieren aferrarse al poder», dijo Lavrov. Si esta coalición de voluntarios está dirigida por algún líder sano, “deberían darse cuenta de que esta no es la manera de hablar con Rusia. De lo contrario, seguirán en pie de guerra sin ninguna ambigüedad. Esa es su elección».

Las miradas se orientan ahora hacia Alemania, donde el 6 de mayo debe asumir un nuevo gobierno, aún más a la derecha, encabezado por el demócrata cristiano Friedrich Merz.

Merz ha expresado su deseo de facilitar a Kiev los misiles Taurus, con un alcance de 500 km, capaces de alcanzar objetivos profundos en territorio ruso. Su antecesor, el socialdemócrata Olaf Scholz, nunca quiso entregar esos misiles, que deben ser operados por militares alemanes, conociendo las consecuencias que eso puede tener. “Asumo que no queremos una escalada del conflicto, ni ser parte de esa guerra”, dijo Matthias Miersch, líder socialdemócrata, que será ahora socio minoritario del gobierno.

Para Merz, sin embargo, Alemania debe asumir nuevamente “su responsabilidad en Europa y en el mundo.” ¿Nuevamente? ¿A cuál período histórico se refiere Merz?, preguntó la portavoz de la cancillería rusa, Maria Zakharova.

La idea de Merz es que Ucrania tome la iniciativa en el campo de batalla, en vez de permanecer a la defensiva. Un objetivo, que Kiev considera de la mayor importancia política, sería el puente de Kerch, que une la península de Crimea con el territorio ruso.

Como el disparo de esos misiles es imposible sin la asistencia directa del ejército alemán, un ataque a cualquier instalación rusa o infraestructura crítica de transporte será considerada como una participación directa en las operaciones militares”, dijo Zakharova.

Alemania es, nuevamente, un peligro para el mundo, advirtió.

FIN

Si el mundo civilizado no les amarra las manos, estos salvajes nos van a llevar a la Tercera Guerra Mundial

  • El Libro Blanco y la militarización de Europa

Gilberto Lopes
San José, 3 de abril de 2025

Una amenaza fundamental

Europa se enfrenta a una amenaza aguda y creciente. La única manera de garantizar la paz es estar preparados para disuadir a quienes quieran hacernos daño. Ha llegado el momento de que se rearme. Estas son algunas de las conclusiones del Libro Blanco Conjunto para la Preparación de la Defensa Europea 2030, divulgado en Bruselas el pasado 19 de marzo.

El Libro Blanco expone un plan para rearmar Europa. Para eso han abierto las puertas al endeudamiento de los países europeos mediante la llamada “Cláusula de Escape”, que permite a los países superar los límites de déficit y de deuda establecidos en las normas europeas, si se trata de inversiones relacionadas con la industria militar.

Cambios en el entorno estratégico

Según el Libro Blanco, el equilibrio político surgido tras el final de la Segunda Guerra Mundial y de la conclusión de la Guerra Fría “se ha visto gravemente alterado”.

Por un lado, estiman que “Estados autoritarios”, como China, tratan de imponer “su autoridad y control sobre nuestra economía y sociedad”.

Por otro, señalan que Rusia “ha dejado claro que sigue en guerra con Occidente” y “seguirá siendo una amenaza fundamental para la seguridad de Europa en un futuro previsible”. Si se permite a Rusia alcanzar sus objetivos en Ucrania –aseguran– “su ambición territorial se extenderá más allá”. Afirmaciones que el presidente ruso, Vladimir Putin, ha rechazado reiteradamente.

Aumentar los gastos de defensa

El gasto en defensa de los Estados miembros de la Unión Europea ha crecido más de un 31% desde 2021, alcanzando los 326 mil millones de euros en 2024.

A principios de marzo, la presidente de la Comisión Europea, la alemana Ursula von der Leyen, había anunciado el plan ‘ReArm Europe’, que contempla un gasto de cerca de 800 mil millones de euros para la defensa del bloque.

La propuesta no ha sido acogida por unanimidad. El 26 de marzo pasado, Gregorio Sorgi y Giovanna Faggionato publicaron en POLITICO (una publicación originalmente con sede en Virginia, vendida en 2021 a la alemana Axel Springer), que países del sur de Europa –Francia, Italia y España– habían expresado preocupación por las consecuencias económicas que el aumento de la deuda podría tener, considerando sus ya elevadas deudas y déficits presupuestarios. “Algunos países tienen serias dudas sobre la posibilidad de endeudarse a esos niveles, dice el artículo, citando a “un diplomático senior de la Unión Europea”, en Bruselas. En vez de asumir nuevas deudas, proponen la emisión de bonos de defensa, colocados por la UE en el mercado de capitales, para financiar esas inversiones. Algo a lo que países como Alemania y Holanda tradicionalmente se han opuesto.

Apoyo militar a Ucrania

El Libro Blanco no contempla iniciativa diplomática alguna. Alineado con la visión militarista de la nueva Comisión Europea, en la que los beligerantes países bálticos encabezan las comisiones de Relaciones Exteriores y Defensa, proponen a los Estados miembros acordar rápidamente una ambiciosa iniciativa de apoyo militar a Ucrania, entrenando y equipando sus fuerzas armadas y suministrándoles munición de artillería y defensa aérea. Ucrania se ha convertido en el principal laboratorio mundial de defensa e innovación tecnológica, dice el documento.

Desde febrero de 2022 Europa le ha proporcionado alrededor de 50 mil millones de euros en apoyo militar y se propone mejorar su capacidad de defensa a través de lo que han llamado “estrategia del puercoespín”, para disuadir cualquier posible nuevo ataque.

Misiles (incluidos los de ataque de precisión profunda), aviones no tripulados y, por lo menos, dos millones de cartuchos para artillería de gran calibre al año, son prioridades compartidas por Ucrania y los Estados miembros de la UE, que pretenden también formar y equipar brigadas ucranianas y apoyar la regeneración de sus batallones.

Esfuerzos que buscan, entre otras cosas, llenar el espacio dejado por un cambio en la política norteamericana, que desde 2022 ha venido sustentado la guerra de Ucrania, como lo demostró el reportaje de NYT, “The partnership: the secret history of the war in Ukraine”, publicado el pasado 29 de marzo.

Pese a las tensiones con Washington, Europa reconoce, sin embargo, que un fuerte vínculo transatlántico sigue siendo crucial para su defensa. La OTAN es la piedra angular de esa defensa.

Más allá de Europa

El documento propone un compromiso ambicioso en materia de seguridad y defensa, “con todos los países europeos afines, los países de la ampliación y los países vecinos (incluidos Albania, Islandia, Montenegro, la República de Moldavia, Macedonia del Norte y Suiza)”, así como seguir estudiando una Asociación de Seguridad y Defensa con la India.

La idea es que la UE explore, además, “oportunidades de cooperación industrial en materia de defensa con los socios del Indo-Pacífico, en particular Japón y la República de Corea, con los que se celebraron Asociaciones de Seguridad y Defensa el pasado mes de noviembre, así como Australia y Nueva Zelanda”.

La guerra a gran escala de Rusia contra Ucrania tiene repercusiones más allá de Europa, dice el Libro Blanco. Las amenazas híbridas y los ciberataques no respetan fronteras. Tampoco lo hace la seguridad en el espacio o en el mar.

La militarización de la industria, un buen negocio

Un mercado de equipos de defensa verdaderamente operativo en toda la UE sería uno de los mayores mercados nacionales de defensa del mundo, asegura el Libro Blanco. Un aumento de la inversión en defensa tendría efectos positivos en toda la economía. La reactivación industrial de la defensa a gran escala exigirá que la industria atraiga y forme a muchos talentos, incluyendo técnicos, ingenieros y expertos especializados.

Reconstruir la defensa europea exigirá una inversión masiva durante un periodo sostenido, tanto pública como privada, para reponer las existencias de equipos militares de los Estados miembros y aumentar la capacidad de producción industrial de defensa europea. El Banco Europeo de Inversiones debe desempeñar un papel decisivo en la financiación de esos programas. Su Plan de Acción de Seguridad y Defensa fue un primer paso en esa dirección, pero se estima que su aplicación debe acelerarse.

Pero impulsar la inversión pública en defensa no será suficiente. Las empresas europeas, incluidas las pequeñas y medianas, deben tener un mejor acceso al capital. La propuesta es que, para el periodo 2023-2027, el Fondo Europeo de Defensa (EDF) financie a las PYME con hasta 840 millones de euros y que el Programa Europeo para la Industria de Defensa (EDIP) cree un Fondo para Acelerar la Transformación de la Cadena de Suministro de Defensa (FAST).

Europa se prepara para las guerras

La UE es y sigue siendo un proyecto de paz, se puede leer casi al concluir el Libro Blanco. Europa debe tomar decisiones audaces –agregan– y construir una Unión de Defensa que garantice la paz en nuestro continente mediante la unidad y la fuerza.

En Bruselas se dice que la Comisión Europea “se ha transformado en un Ministerio de Defensa”, dijo la periodista Gloria Rodríguez, del diario español El País, en un artículo fechado en Bruselas.

La agenda de estos días es elocuente, afirma. “El Libro Blanco que define las amenazas a las que se enfrenta la UE, complementa ReARM Europe, el plan más ambicioso hasta ahora para reforzar a los ejércitos europeos y a la industria de la defensa”, presentado por von der Layen hace dos semanas.

Para Dmitri Peskov, portavoz de la presidencia rusa, las principales señales procedentes de Bruselas y de las capitales europeas se refieren ahora a planes para militarizar Europa. Moscú no ha recibido señales de Bruselas que indiquen un deseo de buscar una solución política del conflicto ucraniano, afirmó.

Necesitan justificarse

Los países miembros de la UE eligieron a la exprimera ministra de Estonia, Kaja Kallas –una de las voces más beligerantes contra Rusia–, como representante de su política exterior porque querían una líder para tiempos de guerra, dicen –citando a fuentes europeas– Niicholas Vinocur y Jacopo Barigazzi, periodistas de POLITICO. “Es tiempo de hechos, no solo de palabras”, agregan.

Si Ud. la oye –dice una voz europea crítica de Kallas, citada por POLITICO –, parece que estamos en guerra con Rusia, lo que no es la línea oficial de la Unión Europea”.

Pero otros aprueban, como la primera ministra danesa –otra voz particularmente beligerante– o un diplomático europeo, no identificado por los autores del artículo, que se siente “muy contento” con el estilo de Kallas.

Odio hacia los rusos expresó el presidente ucraniano, en una entrevista al diario conservador francés Le Figaro. Un “sentimiento apropiado” en tiempos de guerra –afirmó–, que lo ayuda a mantenerse al frente de la lucha.

Un sentimiento que probablemente contribuyó al fracaso de los acuerdos de Minsk, negociados antes de la guerra, en 2014 y 2015, boicoteados por Ucrania, Francia y Alemania. Acuerdos que pretendían dar garantías a las poblaciones rusas de las Repúblicas de Donetsk y Lugansk. Los combates en el este de Ucrania, entre los separatistas y las fuerzas ucranianas, ya habían cobrado unas 14 mil vidas, antes de la invasión rusa, según la británica BBC, y dejado más de un millón de desplazados.

En ese clima, el canciller español, José Manuel Albares, pidió no inquietar inútilmente a la gente. “Nadie se prepara para la guerra” aseguró. Se refería al “Kit de supervivencia” para sobrevivir por lo menos 72 horas, en caso de una emergencia, propuesto por von der Layen. El mismo Albares que en una reunión de seis países europeos en Madrid, el lunes 31 de marzo, proponía, sin lograr apoyo, utilizar los fondos rusos congelados en los bancos europeos para ayudar a Ucrania.

«Necesitan justificarse”, dijo el presidente ruso, Vladimir Putin, comentando la propuesta del kit. “Por ello asustan a su población con una hipotética ‘amenaza rusa’”. «Decir que vamos a atacar a Europa después de Ucrania es una completa tontería. Es la intimidación de su propia población”.

¿Las guerras del futuro?

El colega de Kallas en la Comisión, el exprimer ministro de Lituania Andrius Kubilius, hoy a cargo de la recién creada cartera de Defensa, también partidario de una agresiva política frente a Moscú, estimó que “si Europa la quiere evitar, debe estar lista para la guerra”. Las prioridades del Libro Blanco –destacó– son aumentar los gastos en defensa, pensando “no solo en las guerras de hoy, sino también en las del futuro”.

Putin no se detendrá leyendo el Libro Blanco, agregó. Solo lo hará “si lo usamos para crear drones muy reales, tanques, artillería… para nuestra defensa”.

Para el presidente finlandés, el también conservador Alexander Stubb, la única manera de detener Moscú es “armar Ucrania hasta los dientes”.

Y, por primera vez desde la II Guerra Mundial, Alemania despliega tropas en el extranjero. Se trata de una brigada instalada en Lituania, a 10 km de la frontera con Bielorrusia. Cuando esté plenamente operativa, en 2027, contará con unos 5.000 personas, entre militares y civiles.

Los dos –Kallas y Kubilius– son ciudadanos de dos países bálticos –Estonia y Lituania-, particularmente agresivos contra Rusia. No es arriesgado decir que su designación en esos cargos se debió precisamente a eso.

Resulta que Estonia, con cerca de 1,4 millones de habitantes, y Lituania, con unos 2,9 millones, son, por su población, apenas como un barrio de cualquier ciudad grande de América Latina. El área metropolitana de México, o de São Paulo, tienen cerca de ocho millones de habitantes.

De modo que no deja de sorprender que funcionarios europeos, que podrían ser como alcaldes de barrios de esas ciudades, tengan en sus manos la definición de políticas que pueden llevar el mundo a una nueva guerra de dimensiones catastróficas.

Si el mundo civilizado no amarra las manos a estos salvajes, nos van a llevar a la Tercera Guerra Mundial.

FIN

El asalto a Moscú: Europa lo intenta otra vez

Gilberto Lopes

San José, 11 de marzo de 2025

Derrotar a Rusia o el alto precio de perder Ucrania

¿Qué está en juego en el conflicto en Ucrania?, se preguntaba Stephen J. Blank, investigador senior del Foreign Policy Research Institute, una institución con sede en Filadelfia, cuyos objetivos son fortalecer la seguridad nacional y la política exterior de los Estados Unidos. Blank se presenta como reconocido experto en Rusia y la antigua Unión Soviética, autor de decenas de artículos y libros, profesor durante 24 años (1989-2013) del US Army War College. O sea, de las fuerzas armadas norteamericanas.

La ambición rusa –afirma Blank– es no solo rediseñar sus fronteras con Ucrania, sino también en los Balcanes y en Europa del este: Bielorrusia, Polonia, Rumania, Moldavia y los Estados bálticos. “Todos corren riesgos. No solo si Ucrania es derrotada, como también si no logra expulsar Rusia de Crimea y de Dombas”.

Y agrega: “dado el creciente número de informes asegurando que Putin se está preparando para una guerra general con Europa, será bien recibido cualquier cambio militar-político de la situación en el terreno”.

Lo que está en juego, en su opinión, es la oportunidad para que Washington y Europa “derroten a Rusia y logren la mayor transformación estratégica en una generación”.

El artículo de Blank fue publicado el 13 de diciembre del año pasado. Ya Trump había sido elegido, pero no había asumido todavía la presidencia de los Estados Unidos.

La idea de que Rusia es una amenaza para los países de la OTAN es repetida por otros académicos y líderes políticos europeos, de la Unión Europea y de la OTAN.

Frederick W. Kagan, Kateryna Stepanenko, Mitchell Belcher, Noel Mikkelsen, y Thomas Bergeron, investigadores del Institute for the Study of War (ISW) –otra institución con sede en Washington–, especulan sobre “El alto precio de perder Ucrania” (The High Price of Losing Ukraine), en un artículo publicado también en diciembre del año pasado.

Una tal cosa –afirman– “pondría el ejército ruso, golpeado pero triunfante, en la frontera de la OTAN, desde el mar Negro hasta el océano Ártico”. Rusia podría entonces avanzar hacia occidente e “instalar bases militares en las fronteras de Polonia, Eslovaquia, Hungría y Rumania”. ¡Unos 3.000 km de fronteras! Casi tres veces más que el frente del actual conflicto entre Rusia y Ucrania.

Claude Malhuret, médico, abogado y senador francés del grupo de derecha Les Indépendants – République et territoires (LIRT), el martes, 4 de marzo, dijo en el senado que “la derrota de Ucrania sería la derrota de Europa. Los países bálticos, Georgia y Moldavia ya están en la lista”. El objetivo de Putin es volver a Yalta –aseguró–, en referencia a la conferencia en la que los líderes de Rusia, Estados Unidos e Inglaterra negociaron, en febrero de 1945, el orden político europeo después de la II Guerra Mundial.

Pero el mismo Malhuret afirma que “al contrario de lo que dice la propaganda del Kremlin, Rusia va mal. En tres años, el supuesto segundo ejército del mundo sólo ha conseguido arañar migajas de un país tres veces menos poblado. Los tipos de interés del 25%, el colapso de las reservas de divisas y oro, el derrumbe demográfico”, en su opinión muestran que Rusia “está al borde del abismo”. La misma Rusia que académicos y políticos europeos estiman capaz de asaltar Europa.

La expansión de la OTAN

En Europa, esas ideas se repiten hasta el cansancio. No se trata solo de Ucrania, sino del debilitamiento de Europa, de su destrucción, dijo Nathalie Tocci, directora del Instituto de Asuntos Internacionales de Roma.

Todas reflexiones de carácter especulativo, sin sustento factual. Se trataría de un despliegue militar que, a todas luces, está mucho más allá de la capacidad del ejército ruso, si no nos bastan las reiteradas declaraciones de Putin de que no es su intención avanzar sobre territorio europeo.

Si uno se interesa por los hechos y examina de forma fría las capacidades de Rusia, ve que no existe ninguna amenaza seria para Alemania, según el politólogo norteamericano John Mearsheimer, en entrevista a la publicación alemana Der Spiegel, el 7 de marzo pasado.

Cuando uno piensa en Putin, debe hacerse dos preguntas, dice Mearsheimer. Una es cuáles son sus intenciones. La otra, cuáles son sus capacidades. “En cuanto a sus intenciones, no tenemos pruebas de que sea un imperialista que quiera conquistar toda Ucrania y crear una gran Rusia, y mucho menos territorios adicionales en Europa del Este”.

¿No atacaron sus tropas Kyiv, Bucha e Irpin en 2022? ¿No sigue bombardeando objetivos en toda Ucrania, incluso en Lviv, a menos de 60 kilómetros de la frontera polaca? ¿No es eso una amenaza?, le pregunta el periodista.

“De eso no hay duda”, contesta Mearsheimer. “Pero la causa de estas guerras fue la expansión de la OTAN, no el supuesto imperialismo de Putin”.

¿Múnich y Yalta?

Ya hicimos referencia a la conferencia de 1945 en Yalta, Crimea, territorio que Rusia se anexó después del golpe de 2014 en Ucrania, donde Roosevelt, Churchill y Stalin discutieron, sin la presencia del francés Charles de Gaulle, como reorganizar el mundo después de la II Guerra Mundial. Las tropas rusas ya estaban a poco más de 60 km de Berlín.

Pero Yalta no ha sido la única referencia a esa época, rescatada en el debate sobre la situación en Ucrania. El ABC, diario español que, en su época, fue soporte del franquismo, se preguntó si se repetía la historia. Estaba hablando del Pacto de Múnich, de 1938, cuando los primeros ministros de Inglaterra y Francia, Neville Chamberlain y Édouard Daladier, negociaron con Hitler la entrega de los sudetes, entonces territorio checoeslovaco. Era el 30 de septiembre de 1938 y los dos países soñaban con que así Hitler los dejaría en paz, que la guerra sería entonces contra la Unión Soviética.

Para la diplomacia soviética esa era la intención. Stalin consideró el acuerdo como una traición de las democracias occidentales. Consideraron que el objetivo de los acuerdos era aislar la Unión Soviética para lanzar las tropas alemanas hacia Moscú.

Ya sabemos que Inglaterra y Francia no pudieron evitar la guerra, pero el objetivo principal de las tropas alemanas siguió siendo Moscú. Medios de prensa, académicos y políticos europeos aprovecharon esta circunstancia para sugerir que las conversaciones de Trump y Putin tienen objetivos similares a los que atribuyen a los acuerdos de Múnich de 1938. Periódicos como el ABC (y muchos otros) acusan a Trump de pretender apaciguar las ínfulas expansionistas de Putin. Pero no hacen referencia al objetivo de esos acuerdos, de facilitar la conquista de Moscú.

El entusiasmo por las armas

De modo que, más afín a los objetivos del Pacto de Múnich de 1938 parece el plan de rearme propuesto, el pasado 6 de marzo, por la presidente de la comisión europea, la conservadora alemana Ursula von der Leyen, en el que piensan invertir más de 800 mil millones de dólares.

Es esa cita de la Unión Europea con Zelenski, mirando hacia Moscú –más que las conversaciones entre Estados Unidos y Rusia– la que se identifica con la otra, con la de Múnich, en 1938, cuando ingleses y franceses negociaban con los alemanes.

Andrea Rizzi, periodista de El País, escribía desde Múnich, dos días antes de la reunión convocada por Macron: la conferencia “ha evidenciado el muy mayoritario convencimiento entre los líderes de dar un rápido salto en cuanto a capacidades militares, tanto para sostener a Ucrania como para disponer de la fuerza para disuadir a Putin de otras aventuras”.

“La carrera de rearme es parte del nuevo enfoque europeo ante un momento particularmente convulso”, dijo la corresponsal en Bruselas de El País, al comentar el anuncio, con un entusiasmo por la nueva política armamentista que se extiende por casi toda la gran prensa europea, incluyendo el francés Libération, el inglés Guardian o la alemana DW.

Las “ambiciones de Putin, de reconstituir a toda costa el imperio ruso o su equivalente comunista, son bien conocidas”, diría Serge July, fundador del diario francés Libération.

El miércoles, 5 de marzo, Macron pronunció un discurso “solemne”, asegurando que “Ucrania se había transformado en un conflicto global”. “Rusia se ha transformado en una amenaza para Francia y Europa” –aseguró–, y ofreció poner a disposición de los demás países europeos el paraguas nuclear francés, la única potencia nuclear en la Unión Europea.

Días antes, en una entrevista con diarios regionales franceses, había dicho que “Rusia constituye una amenaza existencial para Europa”. Y agregó: “No piensen que lo impensable no puede ocurrir, incluyendo lo peor”. ¡Macron habla de una guerra nuclear contra Rusia!

Como dice Céline Marangé, investigadora del Instituto de investigación Estratégica de la Escuela Militar de la Université París 1 Panthéon-Sorbonne, “en Rusia la guerra marca la culminación de un proyecto político que ofrece como horizonte de futuro un retorno a la época soviética”.

“El objetivo final sería más bien una Rusia dominante y temida, que haya recuperado su estatus de gran potencia y borrado la humillación de la derrota en la Guerra Fría, empujando las fronteras de la OTAN y destruyendo la Unión Europea”.

Tiempos extraños

El canciller ruso, Seguei Lavrov, ha recordado esa renovada tentación europea de conquistar Moscú. Contestando el discurso de Macron, Lavrov afirmó que el presidente francés había hecho “un discurso extremadamente agresivo anti ruso, calificando a Rusia como ‘una amenaza para Francia y Europa’”. Lo ha dicho otras veces, pero nunca de esa forma tan intensa e irreconciliable, que sonaba como un programa de acción rusofóbico”.

Macron pretende convencer al público francés de que somos una amenaza existencial para Francia, dijo Lavrov. Pero, de hecho, “Rusia nunca ha amenazado a Francia. Al contrario, ayudó a defender su independencia y soberanía en dos guerras mundiales”, mientras recordaba el concepto de de Gaulle, de una indivisible seguridad europea, desde el Atlántico hasta los Urales.

Como señaló Mearsheimer en su entrevista a Der Spiegel, si estamos interesados en los hechos, en la lógica, si calculamos fríamente las capacidades de Rusia, “vemos que no hay una amenaza seria de Rusia a Alemania”. ¡Ni a Europa!, pese al entusiasmo de sus medios por el rearme.

Como en 1938, ¡los ejércitos de Europa apuntan de nuevo hacia Moscú!

“¡Qué tiempos extraños vivimos, que Polonia se alegra del rearme de Alemania!”, habría comentado el primer ministro polaco, Donald Tusk, otro gran entusiasta de los gastos militares y del cerco a Moscú, citado por la corresponsal de El País.

Tiempos muy extraños. Una Europa (y una Polonia) que se olvidan de las consecuencias del rearme alemán para el mundo, en el siglo pasado.

FIN

La votación en la ONU

Manuel Delgado

En medio de la basura reaccionaria, la prepotencia y el servilismo de gobierno de Chaves, Costa Rica asumió en la votación de la ONU en relación con Ucrania la mejor postura. Abstenerse de votar una moción que pretende perpetuar la guerra es más acorde con nuestra idiosincrasia, nuestra neutralidad y nuestro espíritu de paz.

Que esa moción fue también rechazada por Estados Unidos, es cierto. Pero también es cierto que se abstuvieron, al igual que Costa Rica, naciones con gobiernos de “izquierda” como Cuba, China, Brasil Colombia, Honduras y otros. Esos países respaldaban otro texto que evitaba culpar a Rusia y pedía un final rápido del conflicto, seguido de una paz duradera.

¿Que la actitud de nuestro gobierno es seguidista y hasta servil? Es cierto, pero también lo era la anterior, que coincidía con la votada por la mayoría en esta ocasión y por la cual Chaves fue condecorado por Zelensky.

Pero el fondo es lo que vale. Nuestros diputados están muy molestos porque el gobierno no secundó la moción de Ucrania y la Unión Europea, que pretendían darle largas a una guerra perdida con el fin de obtener utilidades.

Destaca aquí, una vez más, la actitud del Frente Amplio de plegarse a la derecha en cuestiones de política exterior. Una vez más el partido amarillo se pone a la cola de Feinzaig. Ya lo había hecho en otras ocasiones.

Un partido popular, por no decir revolucionario, tiene que poner de primero el fondo de la cuestión y no quedarse en cuestiones secundarias. Y lo que hay de fondo se puede resumir en pocas palabras:

1.- Que esa guerra no la inició Rusia hace tres años, sino el gobierno ilegítimo y racista de Zelensky hace muchos años, con sus ataques contra la población ucraniana rusa, con su violación de los acuerdos de Minsk, con el asesinato en masa de los dirigentes de origen ruso de Odesa, con el golpe de estado fascista que removió del poder al gobierno legítimo e instauró una dictadura filofascista.

2.- Que esa guerra era innecesaria, y que pudo haberse evitado, ahorrándole así dolor y destrucción a ese país.

3.- Que la guerra la tiene perdida Ucrania y desde hace rato, pero tercamente Estados Unidos y la Unión Europea la han mantenido a costa, repito, de grandes sacrificios y de un sobreendeudamiento del que costará décadas salir.

4.- Que a Europa le importa un bledo el pueblo ucraniano, y pide desesperadamente un sitio en la mesa no con fines humanistas sino para ver qué tajada sacan de ese negocio.

5.- Que a Zelensky y su camarilla corrupta también les importa un bledo el país y solo quieren seguir lucrando de la guerra.

6.- Que para una paz duradera hay que hacer un cambio político en Ucrania, derrocando el gobierno corrupto actual, legalizando los partidos políticos que en su totalidad siguen ilegalizados, liberando los presos políticos y realizando elecciones libres que constituyan un gobierno democrático.

Un político responsable tiene que tomar eso en cuenta en sus decisiones y tiene la obligación de educar al pueblo en estas verdades. Lo demás es oportunismo político.

Trump y sus ejes geopolíticos

Juan Carlos Durán Castro
Asesor Sindical ANEP-CCSS
Secretario de Prensa FECTSALUD

Un señor de derecha, de la vertiente nacionalista del que ahora denominan capitalismo fascista nacionalista, como Trump, «que difiere » de la vertiente transhumanista hegemonizada por George Soros de Davos, está exclusivamente golpeando la mesa con 5 ejes centrales de geopolítica:

1- Canal de Panamá

2- Groenlandia

3- «Golfo de América»

4- Anexar Canadá

5- Aranceles como espada de Damocles.

Una agenda enorme, que habrá que ver como avanza realmente, por lo cual es menester político separemos que las bombetas y cachiflines mediáticos globales, que controlan corporaciones informativas y aspiremos a ver la realidad y posibles avances temporalizando apropiadamente los tiempos políticos para aspirar a guiar adecuadamente.

La verdad lo que hace Trump, es aspirar con urgencia equilibrar la correlación de fuerzas global, pues EEUU, viene arrastrando una policrisis en varios estamentos como país hegemón desde 1945 y es igualmente cierto que no desaparecerá, pues mantiene tres valuartes esenciales: el aparataje militar industrial, un mayor control de la narrativa global » informativa» que le permite llevar ventaja en la guerra cultural- cognitiva y el manejo del patrón dólar, ejes que se han debilitado, pero que aunados a algunas acciones le va a permitir colarse en esta nueva era multipolar ya en total desarrollo.

Al final como era de esperar, en esa tarea de equiparar las fuerzas mundiales, la prioridad es Ucrania y los negocios que de ahí se derivarán, los cuáles son el elemento central para hacer llegar recursos a los EEUU y cumplir con el discurso de enfoque nacionalista, como una expresión del nuevo liberalismo proteccionista, que es contrario al discurso neoliberal que hemos conocido por décadas, pero que encaja en el contexto actual para EEUU y que sin duda presenta pocas o nulas diferencias con el enfoque fascista del otro enfoque globalista transhumanista, que se deriva del control que emana del foro de Davos.

Dicho esto, está claro a nuestro humilde juicio, que el 14 de febrero 2025, no dudamos marca un punto de inflexión histórico, con la comunicación entre Trump y Putin, lo cual derriba buena parte de la narrativa engañosa de los operadores y operadoras europeas, que llevan desde 1945, siendo alfombra de los EEUU, cuya postración muestra hoy sus consecuencias.

Una llamada marca hoy una implosión brutal en la UE, que ha sido abofeteada tanto en la Conferencia de Inteligencia Artificial, como en la de Seguridad en Múnich, Alemania, en las cuales han sufrido un remesón histórico que ya ha provocado dos sesiones de emergencia en Paris y que parecieran indicar que Macron aspira a asumir algún liderazgo, pero no nos engañemos, la UE, no se va a atrever a enviar soldados a Ucrania, el discurso de poses mediáticas revela su sumisión al golpeado hegemón del norte que está jugando bien sus cartas.

Pero las cosas están claras, una buena parte de la dis que dirigencia de Europa, no se atreverá a romper su cordón umbilical y se plegarán a los designios gringos.

Por otro lado, EEUU con su consenso con Rusia de 3 ejes iniciales:

Lograr frenar el conflicto en Ucrania.

Elecciones democráticas en ese país (que deja fuera a Zelenski sin duda) y cerrar la etapa final de la paz, resulta ser una táctica y una estrategia que trasciende a ese conflicto y nos coloca ante un escenario de un acuerdo que marca el inicio de una nueva fase en la cual el multipolarismo reinará y marcará un momento que brinde las condiciones para una nueva repartición del mundo de cara a los negocios, que son al final del día la agenda de Donald Trump, actor que amarrará con Rusia el devenir del planeta.

Esta realidad puede presentar diversos problemas, pero más allá de todo, decimos con reservas incluidas, que nos alegrarnos, pues nos parece que la consolidación de un escenario como este que nos aleje de la estupidez de una guerra nuclear le agrega valor al mundo como tal y enciende algunas luces.

Así las cosas, Rusia y EEUU, van a definir las características del mundo a partir del 14 de febrero 2025 y sentarán a la mesa a Ucrania, a la UE y a otros actores, para que sigan la ruta trazada, consensuada sin duda con una China y una India, con un perfil más bajo, pero altamente estratégico.

O sea, la reunión inicial en Arabía Saudí marca un antes y un después para el mundo y deja clara cuál es la lógica de Trump y la de Putin, los roles de China e India y los efectos e impactos que empieza a sufrir el mundo en el siglo XXI.

Al final en este reacomodo de las piezas del lego, no olvidemos nuestra América y la relevancia en el actual contexto y sin duda alguna la lectura obligatoria que debemos tener en relación con nuestra patria y los enormes riesgos a los cuáles está expuesta en la actual coyuntura, puesto que no dudamos que las consignas de siempre de los movimientos sociales y sindicales, se mantienen intactas y es menester en tal sentido construir los mecanismos para blindar, mejorar y humanizar la institucionalidad nacional ante un proceso global que tendrá repercusiones de diverso tipo que requieren de acciones para la protección social y económica de las mayorías residentes en el país y el respeto a los derechos humanos, en Tiquicia.

La larga marcha de la OTAN hacia el este

Gilberto Lopes
San José, 23 julio 2024

“La expansión de la OTAN sería un error fatal”, decía el contralmirante de la marina de los Estados Unidos, Eugene James Carroll Jr., en un artículo publicado en el Los Angeles Times, el 7 de julio de 1997.

Convertido en un defensor del desarme nuclear después de su retiro, el contralmirante intervino en el debate sobre la ampliación de la OTAN hacia el este, que la entonces Secretaria de Estado de la administración Clinton (1993-2001), Madeleine Albright, defendía con entusiasmo.

Mi visión de una nueva y mejor OTAN puede resumirse en una frase, diría la Secretaria: “queremos una Alianza reforzada por nuevos miembros; capaz de defenderse colectivamente; comprometida a hacer frente a una amplia gama de amenazas contra nuestros intereses y valores compartidos”.

“Sé que hay quienes sugieren que hablar de intereses comunes euroatlánticos, más allá de la defensa colectiva, desvirtúa, de alguna forma, la intención original del Tratado del Atlántico Norte. Ya lo he dicho antes y lo repetiré: ¡Eso son tonterías!”.

Nacida en Praga, Albright falleció en marzo del 2022, habiendo publicado varios libros. En uno, sobre el fascismo –Fascism, a warning-, publicado en 2018, vuelve a poner en evidencia ese gusto por el resumen, la capacidad de definir sus objetivos en una frase.

Para mí –diría Albright en su libro–, “un fascista es alguien que se identifica plenamente con toda la nación o con un grupo en cuyo nombre dice hablar. Es desconsiderado con los derechos de los demás y capaz de usar todos los medios necesarios, incluyendo la violencia, para lograr sus objetivos”.

Más adelante, en el mismo libro, se refiere a los objetivos de la política exterior, cuya cartera le tocó dirigir entre 1997-2001, durante la administración Clinton. “Les digo a mis estudiantes que el objetivo fundamental de la política exterior es muy sencillo: convencer a los demás países a hacer lo que queremos que hagan. Para eso tenemos diversos instrumentos a nuestra disposición, desde una demanda educada hasta enviar a los marines”.

Entusiasmada con la perspectiva de incorporar a la OTAN a los tres primeros países de Europa del este –la República Checa, Hungría y Polonia– Albright se referiría, en un discurso pronunciado en Bruselas el 8 de diciembre de 1998, a la importancia de que esos nuevos miembros se unieran a la discusión, que entonces se disponían a realizar, sobre “las iniciativas esenciales para preparar a la Alianza para el siglo XXI”. Era la primera ampliación de la OTAN hacia el este, después de la Guerra Fría. En 2004 se incorporarían otros seis países más.

Aunque las estimaciones varían, el Pentágono calculaba entonces que la ampliación de la OTAN podría costar de 27 a 35 mil millones de dólares en los siguientes diez años, de los cuales Washington debía asumir unos 200 millones anuales. Una cifra ridícula (aun actualizando ese monto al valor del dólar de hoy) si comparada con los más de 175 mil millones ya asignados a Ucrania desde 2022. Sin contar con valores similares otorgados por los países europeos que, sumados, superan ampliamente los 223,7 mil millones de dólares que se destinaron el año pasado a la Asistencia Oficial al Desarrollo.

No era una amenaza

Para Clinton y su Secretaria de Estado la expansión de la OTAN hacia el este no representaba una amenaza para Rusia.

Era la víspera de la cumbre de Washington, de abril de 1999, en la que la organización celebraría sus 50 años, en medio de la operación militar en Kosovo (una polémica operación realizada sin la autorización del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas), y donde discutiría su nuevo concepto estratégico y la adopción del plan de membresía para los nuevos socios, antiguos aliados de la Unión Soviética y miembros del Pacto de Varsovia.

En Rusia, Boris Yeltsin concluía su período al frente del gobierno (que había empezado en 1991), luego de una caótica reforma política y económica, una privatización de empresas públicas que despertó los apetitos de Occidente, interesado en los enormes recursos del país. El 31 de diciembre de 1999 entregó el poder al primer ministro Vladimir Putin, que asumió la presidencia de forma interina antes de ser elegido para el cargo, tres meses después. En su década de gobierno, el PIB ruso se redujo casi a la mitad.

La OTAN tenía todavía esperanza de que pudieran convencer a Rusia “a hacer lo que queremos que hagan”. Albright habló largamente sobre las implicaciones de las propuestas de ampliación de la OTAN en Rusia (su intervención puede ser vista aquí: https://1997-2001.state.gov/statements/970423.html).

En su testimonio ante el Comité de los Servicios Armados del Senado, el 23 de abril de 1997, les recordó a los senadores que ella era una diplomática y que “el mejor amigo de una diplomática es una fuerza militar efectiva y una creíble posibilidad de utilizarla”.

Déjenme explicar el objetivo fundamental de nuestra política, diría a los senadores: “es construir, por la primera vez, una comunidad transatlántica pacífica, democrática y no dividida”. Lo que, en su opinión, les daría mayor seguridad de que no serían llamados, otra vez, a pelear en suelo europeo.

Ya entonces enfatizaba la importancia de fortalecer la cooperación con Ucrania, de promover una reforma militar en ese país y mejorar la interoperabilidad con la OTAN.

“La OTAN es el ancla de nuestro compromiso con Europa”. “Es prometiendo pelear, si fuera necesario, que haremos menos necesario pelear”. Un argumento que no toma en cuenta que, en estos días, esa pelea sería con armas nucleares (pensaban entonces que podían ganarla). No tomó en cuenta tampoco, como veremos, las muchas advertencias de que los resultados de esa ampliación podrían ser contrarios a los que Albright prometía.

Insistió en que no se debía evitar esas medidas solo por la oposición rusa. “Los peores elementos de Rusia podían sentirse fortalecidos, convencidos de que Europa podía ser dividida en nuevas esferas de influencia y que esa confrontación con Occidente valía la pena”. Desde su punto de vista, no podían esperar que Rusia se definiera a favor de la democracia y de los mercados para construir “una Europa unida y libre”. Ni pretendía hacer que Rusia aceptara la ampliación de la OTAN hacía el este.

Un error de proporciones históricas

Albrigth habló en el senado el 23 de abril de 1997. Dos meses después, le 26 de junio, un grupo de 50 destacados políticos y académicos norteamericanos manifestó un punto de vista distinto, en una carta abierta al presidente Bill Clinton.

El contralmirante Carroll Jr recordó, en su artículo, lo que dijo el General Dwight D. Eisenhower, primer Comandante Supremo Aliado de la OTAN, poco después de asumir el cargo, en febrero de 1951: «si dentro de diez años no han regresado a Estados Unidos todas las tropas norteamericanas estacionadas en Europa con fines de defensa nacional, entonces todo este proyecto habrá fracasado».

El contralmirante se pregunta qué pensaría Eisenhower de los planes para ampliar la OTAN y la permanencia de Estados Unidos en Europa. Cita una iniciativa de Susan Eisenhower, nieta del general y experta en temas de seguridad, que “reunió a un impresionante grupo de 50 líderes militares, políticos y académicos” (entre ellos Paul Nitze, Sam Nunn y Robert McNamara) para firmar una carta abierta al Presidente Clinton, en la que califican el plan de ampliación de la OTAN como «un error político de proporciones históricas». (La carta puede ser vista aquí: https://www.armscontrol.org/act/1997-06/arms-control-today/opposition-nato-expansion

En Rusia –dice la carta–, “la expansión fortalecerá la oposición no democrática, reducirá el número de quienes favorecen las reformas y la cooperación con Occidente y llevará a los rusos a cuestionar todos los acuerdos posteriores a la Guerra Fría”.

En Europa –agregan– la expansión fijará una nueva línea entre los que están “adentro” y los que quedan “afuera”, fomentará la inestabilidad y disminuirá la sensación de seguridad de los que no están incluidos y terminará por involucrar los Estados Unidos en la seguridad de países con serios problemas fronterizos y de minorías nacionales.

Los firmantes de la carta proponían otras cosas. Entre ellas la cooperación entre la OTAN y Rusia, tanto en lo político como en lo económico y lo militar. Naturalmente, no fueron oídos.

Farah Stockman, miembro del Consejo Editorial del New York Times, publicó, el pasado 7 de julio, un artículo en el que sugería a la OTAN algunos cambios. Se refería a un creciente malestar que percibía en Europa, donde diversos países comenzaban a sentirse incómodos con la dependencia de la organización de los recursos e intereses de Washington. Cita el caso de los presidentes de Finlandia y de Francia, que pedían una OTAN “más europea” y se preguntaba por qué esa dependencia persistía.

Una razón era estructural, histórica. La OTAN fue creada cuando Europa emergía de una guerra devastadora, que creó enormes hostilidades entre países europeos. “Alguien tenía que juntar los gatos”, afirma Stockman.

Pero hay otras razones. Cita los beneficios del complejo industrial-militar norteamericano que, en el período 2022-23, suministró 63% del equipamiento militar de los países de la Unión Europea. Esa dependencia va acompañada de una importante dependencia política, a la que Washington no pretende renunciar.

Un diplomático notable

El contralmirante Carroll Jr. recuerda otro notable personaje de la diplomacia norteamericana, George Kennan, embajador en la Unión Soviética durante unos pocos meses en 1952, durante el gobierno de Stalin, y en la Yugoslavia de Tito, durante la administración Kennedy, además de otros cargos en el Departamento de Estado y de una destacada carrera académica.

Para Kennan ampliar la OTAN sería también “el error más funesto de la política estadounidense en la época de la post Guerra Fría. Se puede esperar que tal decisión… impulse la política exterior rusa en direcciones que, decididamente, no serán de nuestro agrado».

Un diario de casi 700 páginas, publicado por Frank Costigliola en 2014, registró, año tras año, desde 1916 hasta 2004, los más diversos comentarios de este personaje extraordinario –que nació en febrero de 1904 y murió a los 101 años, en marzo de 2005–, sobre la política norteamericana, las relaciones internacionales, las relaciones familiares y sus estados de ánimo.

Figura clave en la política de contención de la Unión Soviética al inicio de la Guerra Fría, en la concepción y puesta en práctica del Plan Marshall para la reconstrucción de Europa, después de la II Guerra Mundial, asesor informal de Kissinger cuando este fue nombrado Secretario de Estado en la administración Nixon, interlocutor de los más variados líderes internacionales de su época, el diario de Kennan me parece una lectura fascinante.

Esta tarde –diría, en junio de 1960– me senté con Willy Brandt y su esposa noruega y otros en un restaurant en Berlín. Conversamos largamente… El mes siguiente, en julio, invitado por el presidente Tito, de Yugoslavia, pasan una hora conversando. Estaba interesado en Cuba, dice Kennan. Pocos años después, el presidente Kennedy le ofrece la embajada de Estados Unidos en Belgrado, que asumiría también por un corto período.

Son famosos, en la historia diplomática, el “Long Telegram” enviado por Kennan desde Moscú al Secretario de Estado, en febrero de 1946, y el artículo “The Sources of Soviet Conduct”, publicado en la revista Foreign Affairs en julio de 1947, firmado por “X”.

En ellos analizaba la conducta soviética, sus raíces y su importancia en la escenario internacional, y sugería una línea de contención que dio origen a la Guerra Fría.

La luna de miel se acabó

Pero eso no fue todo. Alejado del Departamento de Estado, con frecuencia ignoradas sus posteriores recomendaciones, que evolucionaron hacia posiciones algo distintas a las iniciales, algunas de esas ideas están recogidas en su diario.

“Cuando yo hablaba en 1947, por ejemplo, contra las políticas pro soviéticas de los años de la guerra, había grandes aplausos y todo estaba bien. Cuando decía que debíamos permanecer fuertes frente al poder soviético, todos estaban de acuerdo”, dice Kennan.

Pero, de repente, –agrega– la luna de miel se acabó. “Cuando me atreví a sugerir que quizás estructurar nuestra fuerza alrededor de la bomba de hidrógeno no era la mejor idea, solo hubo desconcierto. Cuando manifesté escepticismo sobre la intención de los rusos de atacarnos, y sugerí que pensáramos en nuestra fuerza militar no tanto para la disuasión de un ataque ruso como elemento central de nuestra política, sino más bien como un elemento discreto, para una política orientada a un arreglo pacífico, hubo una gran y duradera incredulidad”.

Tenía entonces Kennan 56 años. Estábamos en 1960. La administración Eisenhower no le había ofrecido ningún puesto diplomático. Kennedy ya estaba en campaña y Kennan regresa de Berlín y Belgrado para preparar una carta de ocho páginas, con su visión de la política exterior norteamericana, para hacérsela llegar. Habla de las relaciones con la URSS y con la OTAN.

Cuando sugerí –dice en el diario– “que algunas cosas que los rusos hacían eran una reacción a lo que nosotros estábamos haciendo, la gente pensaba que yo estaba loco. Y cuando, finalmente, sugerí que podríamos estar interesados en negociar un acuerdo entre las grandes potencias para una retirada conjunta, tanto de Europa como del Lejano Oriente, hubo una indignación general”.

Ya Kennan no era optimista sobre el rumbo de la política exterior norteamericana. “En ningún momento en los últimos diez años la política exterior de los Estados Unidos se pareció a lo que yo pensaba que debía ser y en ningún momento estuvo basada en una interpretación sobre la naturaleza del poder soviético similar a la mía”, afirma.

“Ahora estamos embarcados en caminos que me parecen equivocados, que nos llevarán a malos resultados y hemos avanzado tanto por esos caminos que estoy obligado a reconocer que mis antiguos puntos de vista han perdido completamente su relevancia”.

Estimaba ser ya muy tarde para hablar de sacar a los rusos de Europa del este, un tema particularmente sensible en esos años de la Guerra Fría. “Ellos están allí para quedarse y no veo mayor hipocresía de políticos occidentales que la piadosa afirmación de que querían otra cosa”.

Habló también de las negociaciones de desarme. “La carrera de armas nucleares, a cuya promoción nuestra política parece haber estado dedicada con singular intensidad en los últimos quince años, ahora avanza con tal ímpetu que no hay la menor posibilidad de detenerla; y aquellos que alguna vez temieron que se pusieran obstáculos de cualquier tipo en el camino de la proliferación de armas nucleares en manos de X números de gobiernos, ahora pueden quedarse tranquilos. No habrá tales obstáculos, el que quiera podrá obtenerla”.

En 1975, el primer ministro polaco, Adam Rapacki, había propuesto crear una zona libre de armas nucleares en Europa central, que sintonizaba bien con la propuesta de retirada conjunta que proponía Kennan. Pero –agrega– “el esfuerzo de los polacos para promover una discusión sobre la prohibición de armas atómicas en Europa central ha sido exitosamente rechazado”.

Hoy Polonia, junto con los países bálticos, son algunas de las naciones más comprometidos en el apoyo a Ucrania, habiendo sugerido, entre otras cosas, la posibilidad de derribar misiles rusos sobre el territorio ucraniano.

Kennan se lamentaba, en sus memorias, de que había insistido, todos estos años, “en que, si actuamos como si pensáramos que la guerra es inevitable, podemos contribuir a que lo sea. Si tratamos a los líderes soviéticos como si no tuvieran más intención que la de declararnos la guerra, eventualmente eso podría transformarse en realidad. Si actuamos como si el peligro militar fuese lo más importante, podríamos terminar haciéndolo verdadero”.

El incidente de un avión espía U-2, que Estados Unidos había enviado para asegurarse de que la URSS no estaba preparando ningún ataque sorpresa en su contra (y que los soviéticos derribaron, sobre su territorio, el 1 de mayo de 1960), era resultado de la visión de los gobiernos occidentales, que daban prioridad al punto de vista militar en sus relaciones con la Unión Soviética. Y, naturalmente, actuaban en consecuencia. Una política que Kennan consideraba totalmente innecesaria, equivocada.

Con ironía, concluía que era “más fácil identificar la personalidad soviética con la bien conocida de Hitler, cuyas intenciones eran tan ambiciosas y agresivas que solo podíamos esperar que intentara lo peor, en vez de tratar de entender lo que un tipo como Kenann tiene que decir sobre Rusia”.

Hoy la portavoz del bloque militar, Farah Dakhlallah, exhibe como fortaleza el hecho de que la OTAN tenga más de 500 mil soldados en estado de alerta máxima, ante lo que estima una amenaza de conflicto directo con Rusia. ¿Cómo entiende la OTAN ese “conflicto directo” contra Rusia? ¿Tiene algún sentido una política orientada, no a evitarlo, sino a librar una guerra como esa?

Como dijo el contralmirante Carroll Jr., la expansión de la OTAN hacia el este es un intento de prolongar las divisiones de la Guerra Fría y reforzar la alianza frente a la expectativa de que Rusia trate de imponer su hegemonía en Europa Oriental. Algo que, en todo caso, parece fuera de toda posibilidad política o militar en el escenario actual y que Moscú ha rechazado reiteradamente.

El contralmirante concluye que podía parecer seguro entonces (en 1997) tratar a Rusia como un enemigo, cuando no podía impedir la expansión de la OTAN. Pero –advirtió– existía el peligro, a más largo plazo, de que “una coalición antioccidental de línea dura” se fortaleciera en Moscú, provocando reacciones contra la OTAN en el futuro.

Una realidad que ha terminado por explotar, atravesándose en esa larga marcha de la OTAN hacia el este, un movimiento sobre el que –según Albright– Rusia no tenía derecho de veto.

FIN

El laberinto político europeo: ¿Dónde está la salida? ¿A la derecha, a la extrema derecha, a la izquierda…?

Gilberto Lopes

San José, 22 de junio de 2024

I.

Empecemos por el principio: por el Tratado de Roma, que creó al Comunidad Económica Europea, en 1957, inspirado en las ideas de uno de sus arquitectos, Jean Monnet. Un personaje polémico, como veremos, novelesco, procedente del mundo financiero, dice el profesor José A. Estévez Araújo, catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad de Barcelona, comentando el libro del historiador británico Perry Anderson, “El Nuevo Viejo Mundo”, un estudio histórico sobre el origen, evolución y perspectivas de la Unión Europea. Este atildado hombrecillo de Charente –Monnet– “fue un aventurero internacional de primer orden, que hizo malabarismos financieros y políticos a través de una serie de espectaculares apuestas”, dice Estévez.

Existía entonces –afirma– un consenso en torno a políticas keynesianas de pleno empleo, una mayor preocupación por lo social. Era la época de la Guerra Fría. Monnet debía su poder y su influencia al apoyo de Estados Unido, interesado, en esa época, en una Europa occidental fuerte, que pudiera hacer frente a la Unión Soviética.

Para Perry Anderson, sin embargo, el escenario era algo distinto. Para él, Monnet estaba “notablemente libre de las fijaciones de Guerra Fría”. “Deseaba una Europa unida que sirviese de equilibrio entre Estados Unidos y Rusia”.

II.

En todo caso, las políticas keynesianas de la época de la Guerra Fría dieron paso a otras, sobre todo a partir de la firma de la llamada “Acta Única”, en 1986. Un documento que implantó, a nivel europeo, las políticas de desregulación de los mercados, que años antes Margaret Thatcher había aplicado en Inglaterra.

En 1986 ya se derrumbaba el mundo socialista del este europeo, incapaz de hacer frente a sus deudas con la banca occidental. El flujo de petrodólares, que alimentaba la economía de los países de Europa del este, se había cortado, desatando una crisis que desembocaría, en pocos años, en el derrumbe de su sistema y en el fin de la Guerra Fría.

El colapso de los acuerdos de Bretton Woods, con la desvinculación del valor del dólar norteamericano del oro, en 1973, obligó a la Comunidad Europea a buscar mecanismos que aseguraran una cierta estabilidad para el valor de sus monedas. En 1979 había entrado en vigor el Sistema Monetario Europeo. En 1988, el Consejo Europeo decidió promover los estudios para la creación de una moneda única: el euro.

Se iba armando el labirinto en el que se encuentra atrapado el occidente europeo. La creación de la moneda única contemplaba la independencia de los bancos centrales de los gobiernos. Se pretendía evitar que pudieran financiar el déficit público, modificar los tipos de cambio o las tasas de interés.

El fin del flujo de capitales baratos, que les suministraba la banca del norte, puso las economías de los países endeudados del sur europeo en manos del mercado financiero. Pero, sobre todo, de los organismos financieros internacionales, que condicionaban los nuevos préstamos al ajuste estructural y a las políticas neoliberales privatizadoras. En vigor desde noviembre de 1993, el Tratado de Maastricht les impedía recuperar competitividad mediante la devaluación.

Grecia fue el ejemplo más dramático cuando, en 2009, después de una década de endeudamiento especulativo, quedó en evidencia que no podría hacer frente a sus compromisos financieros, sobre todo con los bancos alemanes y franceses.

Tal como habían hecho con los países de Europa del este, ahora correspondía imponer draconianos programas de austeridad en la periferia del sur y garantizar a los bancos la recuperación de los préstamos comprometidos. Con Wolfgang Schäuble –ministro de Finanzas del gobierno Merkel– a la cabeza, y un bloque de países más pequeños –entre ellos Holanda, cuyo primer ministro, Mark Rutte, ahora aspira a la Secretaría General de la OTAN–, impusieron a Grecia un programa que redujo el país a una condición de dependencia que recuerda la bancarrota austríaca en 1922, que dio alas al fascismo.

III.

La unificación alemana, en 1990, y el derrumbe del socialismo en el este europeo tuvieron grandes repercusiones en la economía europea. Como nos recuerda el profesor Estévez, la reunificación alemana creó una masa de trabajadores cualificados sin empleo, consecuencia del desmantelamiento de las industrias de Alemania del este. Entre 1998 y 2006, durante siete años consecutivos, los salarios reales disminuyeron en Alemania.

El euro empezó a circular en 2002, estableciendo criterios de convergencia impuestos por Alemania y algunos aliados del norte europeo a los países de la eurozona. Eran normas que limitaban la deuda pública, el déficit fiscal y la inflación, pero no regulaba la política fiscal, ni promovía una política de convergencia real entre los países, ni la creación de una deuda pública europea.

La ampliación hacia el Este (sería más exacto llamarla “colonización”, dice Estévez) hizo posible desplazar plantas productivas hacia esos países, que tenían una mano de obra cualificada y un nivel salarial mucho más bajo que el alemán.

La moneda única, la baja de los salarios y la contención de la inflación por debajo de la media europea hace que, para los países periféricos, resultara muy difícil ser competitivos frente a los productos alemanes.

De esta manera, la economía alemana, en lugar de actuar de “locomotora” de la economía europea, se transformó en su “vagón de carga”

Cuando la recuperación llegó, en 2006, Alemania era el principal exportador de la Unión Europea y pudo, a partir de ese momento, ejercer su dominio en el seno de Europa.

IV.

La OTAN empezaba a hacer agua. Sus objetivos, como los había definido, en 1949, su primer Secretario General, el general inglés (de origen hindú), Lord Hastings Ismay, eran mantener los rusos afuera, los Estados Unidos adentro y los alemanes abajo. Ismay no dice “soviéticos”, dice “rusos afuera”; ni “nazis abajo”, sino “alemanes abajo”.

No lo lograron. Evitar el surgimiento de una potencia europea que desafiara sus intereses era preocupación esencial de la política exterior británica a mediados del siglo pasado. Esa potencia era, naturalmente, Alemania. Si esa aspiración podría tener sentido después de la II Guerra Mundial, 75 años después ya no era realista.

Del proceso de integración europeo –del cual los ingleses acabaron retirándose– lo que emergió fue una Europa a la medida alemana (*). Sus vínculos con Rusia, particularmente gracias al suministro de energía barata, terminaba por descomponer los objetivos enunciados por Lord Ismay. De las tres propuestas, quedaba solo una vigente: la de “Estados Unidos adentro” (y aun esa, como sabemos, enfrenta nuevas amenazas en un eventual gobierno Trump).

No era eso, precisamente, lo que pretendía la OTAN. Para evitar que se creara una dependencia permanente de la economía alemana del estratégico suministro de energía rusa, fuerzas especiales, nunca debidamente identificadas, hicieron volar los gaseoductos Nord Stream I y II, en el mar Báltico. Todo parecía encarrilarse nuevamente… Todos seguían atrapados en el labirinto.

Anderson habla de “la ansiedad de la clase política francesa por no separarse de los diseños alemanes dentro de la Unión” que recuerda “la desesperada adhesión británica al papel de aide de camp de Estados Unidos”. Dos regímenes –el alemán y el francés– que intentaban “meter al resto de Europa en el redil de sus planes de estabilización”, pero que ya entonces (2012) no parecían muy duraderos, como, efectivamente, no lo fueron (especialmente el francés, cuando Sarkozy perdió las elecciones para el socialista François Hollande. Merkel duró un poco más, hasta 2021).

Pero –diría Anderson, con agudeza– otra cosa es si la vuelta de la socialdemocracia al poder en París y Berlín iba a afectar mucho el desarrollo de la crisis. O ayudarlos a salir del labirinto…

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Sobre el papel de Alemania en la crisis del euro y el desequilibrio en la eurozona abunda la bibliografía. Sugiero algunas lecturas:

Quinn Slobodian – We All Live in Germany’s World. Foreign Policy | March 26, 2021.

Juan Torres López – Europa no funciona y Alemania juega con fuego

Diario Público – 27 marzo, 2021

Adam Tooze – Germany’s Unsustainable Growth: Austerity Now, Stagnation Later – Foreign Affairs, Vol. 91, No. 5 (SEPTEMBER/OCTOBER 2012) , pp. 23-30

Wolfgang Streeck – “El imperio europeo se hunde”. Entrevista hecha por Miguel Mora, director de CTXT. Publicada por CTXT el 13 marzo 2019

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V.

La idea de la OTAN era mantener a “los rusos afuera”. Pero, en noviembre de 1990, apenas unificada Alemania, Europa firmaba con Rusia la “Carta de París”, cuyas primeras palabras aseguraban que Europa estaba “liberándose de la herencia del pasado”. “La era de la confrontación y de la división de Europa ha terminado”. 34 años después, es evidente que nada de esto era cierto.

Pero no fue Rusia quien llevó sus tropas a las fronteras polacas, ni alemanas, ni finlandesas ni a las de los países bálticos.

Fue Estados Unidos quien llevó sus armas y soldados a 15 mil km de distancia, hasta las fronteras rusas. Fueron los países europeos quienes corrieron hacia el este, más de 1.500 Km, una cortina de hierro que pretendían extender desde el mar de Barents, en la frontera con Noruega, hasta el mar Negro, en la frontera con Ucrania.

¿No era una provocación el avance de la OTAN hacia las fronteras rusas? ¿Tienen razón quienes niegan que la invasión de Ucrania por las tropas rusas fue respuesta a esa provocación? ¿Qué hizo Estados Unidos cuando la Unión Soviética pretendió instalar armas nucleares en Cuba? ¿No fue eso respuesta a una provocación?

En 2007 Putin se refirió al escenario mundial, en un importante discurso en la Conferencia de Seguridad de Múnich (el discurso puede ser visto aquí: http://en.kremlin.ru/events/president/transcripts/copy/24034). Habló de los riesgos de un mundo unipolar, de su preocupación por el desmantelamiento de la red de tratados con los que se pretendía evitar la proliferación de armas nucleares, por la intención de Estados Unidos de desplegar un sistema de defensa antimisiles en Europa. Criticó la decisión de Europa de no ratificar el tratado de fuerzas armadas convencionales y advirtió que la decisión de la OTAN de expandir sus fuerzas hacia el este no tenía nada que ver con su modernización, o con garantizar la seguridad de Europa. Por el contrario –afirmó– “representa una seria provocación que reduce el nivel de confianza mutua”. Occidente no respondió a ninguna de esas inquietudes.

No hace falta ser partidario de Moscú para entender lo que estaba en juego y que, 15 años después, estalló en la frontera ucraniana y nos ha llevado a la crisis actual.

Los rusos veían acercarse de nuevo las tropas a sus fronteras… (en los años 40, la invasión alemana les había costado millones de muertos). ¿Con qué objetivos se acercaban esas nuevas tropas? La única explicación posible es la defensa de sus intereses políticos y económicos, del cuidadoso labirinto construido en los últimos 75 años.

Como se puede leer en la página del Royal United Services Institute (RUSI), “el más antiguo think tank sobre seguridad y defensa del Reino Unido” (como ellos mismos se presentan), la confrontación entre Rusia y Occidente no es solamente sobre la seguridad de Ucrania; es sobre todo el entramado estratégico construido después de la Guerra Fría, sobre los intentos de Rusia de dividir el continente en nuevas esferas de influencia, “algo que los europeos han pasado tres décadas tratando de evitar”.

Una arquitectura sobre la base de los mismos intereses que dieron origen a la guerra, en 1939. ¿O representaba el ministro Schäuble algún otro interés, cuando aplastó a los griegos, con el apoyo de sus colegas europeos, en defensa, principalmente, de los bancos alemanes (y franceses)?

VI.

Quisiera sugerir que no hay más derecha en Europa (ni extrema, ni de centro) que esa derecha liberal, “extrema” cuando hace falta (recordemos Pinochet), “democrática”, cuando les es suficiente, hoy organizada para la guerra contra Rusia, como nos recuerda el Royal United Services Institute (RUSI).

Quisiera sugerir que hoy la definición más precisa de esa derecha es la que empuja la cortina de hierro hacia las fronteras rusas, la que trata de evitar que nadie escape del labirinto, proceso que ha conducido a una inevitable confrontación, de carácter mundial.

Si es así, no hay nada a la derecha de la presidente de la Comisión Europea, la alemana Ursula von der Leyen (socialcristiana como Schäuble); ni del polaco Donald Tusk; ni de la ministra de Relaciones Exteriores alemana, la “verde” Annalena Baerbock; ni de Biden, ni de Sunak. Ni de los “Populares”, la mayor formación política del parlamento europeo. Son –todos– representación de una derecha siempre dispuesta a lo extremo.

Me parece que posiciones islamófobas, anti inmigrantes, contrarias a los proyectos LGBTI, antiabortos, etc, no definen ni derecha ni izquierda. En esos grupos los hay de ambos bandos, aunque que sean más de uno que de otro.

Como ya lo dije una vez, si el mundo civilizado no amarra las manos a esos salvajes (que ya condujeron el mundo a dos grandes guerras), nos llevarán a una tercera, de la que hablan como si desde entonces esa guerra pudiera ser cualquier otra cosa que una guerra nuclear.

En cuanto a la izquierda, perdido el rumbo, atrapada en el labirinto, no ha encontrado una salida. Ha perdido la capacidad “de representar el descontento con el capitalismo”, decía el sociólogo Wolfgang Streeck, autor del libro “Como terminará el capitalismo”.

Como una parte de esa “izquierda” ha renunciado a esta tarea ha perdido la confianza de la gente y ha terminado reducida a cuotas marginales del electorado. Eso deja un gran espacio a la derecha. Así que votan a Le Pen, o a Macron, que recorta el gasto social porque hace lo que le pide Alemania”.

En Francia, convocada a elecciones anticipadas, celebra un programa de unidad para enfrentar a la “extrema derecha”. Bajo el título de “Promover la diplomacia francesa al servicio de la paz”, nos propone una guerra contra Rusia en términos aún más feroces que los logrados por la misma Ucrania en su reciente reunión en Suiza. Se propone “hacer fracasar la guerra de agresión de Vladimir Putin y velar por que rinda cuentas de sus crímenes ante la justicia internacional».

Ni una palabra sobre una solución política, sobre atender la reiterada preocupación rusa sobre su seguridad, amenazada por el avance de la OTAN; a la que hacen referencia, por ejemplo, los gobiernos de Brasil y de China. “Lo que más desestabilizó Europa fue la expansión de la OTAN”, dijo el asesor del presidente Lula, Celso Amorim, en agosto del año pasado. Más recientemente, en mayo, presentó, junto al responsable de la política exterior china, Wang Yi, una propuesta de seis puntos para la negociación de un acuerdo de paz entre Rusia y Ucrania.

Nada de eso le interesa al nuevo “Frente Popular” francés, que se propone “defender sin fisuras la soberanía y la libertad del pueblo ucraniano y la integridad de sus fronteras, entregando las armas necesarias…”

¡La guerra! Tema que, como hemos sugerido, hace hoy la diferencia entre una derecha que recuerda a la misma que nos ha llevado ya a dos guerras mundiales, y el mundo civilizado, que trata de encontrar la manera de amarrar las manos a estos salvajes.

FIN

Las elecciones europeas y las futuras relaciones con latinoamérica

En el canal de Youtube de “La Mesa Redonda con Sergio Marin Cornavaca” se realizó un conversatorio con el historiador y politólogo costarricense Vladimir de la Cruz, esto con respecto a las elecciones europeas y las futuras relaciones con Latinoamérica.

En el conversatorio, se discutió sobre estas elecciones, sus resultados, sus ganadores y cómo esta dinámica influye en las relaciones diplomáticas con Latinoamérica, esto debido a que 27 países miembros de la Unión Europea fueron a elecciones para escoger 720 asientos en el parlamento europeo, 15 más de los 705 que había en el parlamento anterior. Con esto, cada país ha repartido de forma proporcional estos puestos con respecto a su número poblacional, tomando en cuenta también su aporte económico al parlamento.

Los resultados observados en estas elecciones señalaron un desplome ligero de liberales, a favor del centro derecha y la extrema derecha en Europa, donde se observaron movimientos políticos que pueden influir estratégica e ideológicamente en los intereses de Europa y por lo tanto, en los intereses de Latinoamérica.

Los intereses de ambos bandos se pueden ver beneficiados o perjudicados tomando en cuenta cuáles países negocian sus intereses, esto relacionando sus características liberales o bien conservadoras. No obstante, para observar el profundo análisis realizado por el historiador y politólogo costarricense Vladimir de la Cruz, se recomienda observar el conversatorio con atención.

Para visualizar este conversatorio, ingresar al siguiente enlace:

Si el mundo civilizado no los detiene, estos salvajes nos llevarán a la tercera guerra mundial

Gilberto Lopes
San José, 25 de mayo de 2024

Las ofertas son las más variadas, todas orientadas a la derrota de Rusia, incluyendo la desintegración de su Estado. La Federación Rusa está integrada por muchas naciones, que podrían conformar estados separados luego de la derrota de Rusia, opinó la primera ministra de Estonia, Kaja Kallas, en un debate en la capital del país, Tallin, el 18 de mayo pasado. Es una de las voces más agresivas en el escenario de este conflicto, junto con sus colegas de los demás países bálticos, Letonia y Lituania. Imponen el tono de un debate en el que se siente cómodo, entre otros, el primer ministro polaco, Donald Tusk.

Hay que detenerse un minuto para revisar el escenario de la guerra y pensar en lo que esta propuesta significa. Estamos en un momento en el que Rusia mantiene la iniciativa y avanza en todos los frentes, mientras Occidente redobla su apoyo militar a Ucrania, discute escenarios que podrían implicar su participación directa en el conflicto y se alista para apropiarse de los recursos rusos congelados en Europa y Estados Unidos, para financiar a Ucrania.

  • No pierden la esperanza de derrotar a Rusia. Es la “Teoría de la victoria”, que defienden, en un artículo publicado en mayo en la revista Foreign Affairs, Andriy P. Zagorodnyuk, ministro de Defensa de Ucrania (2019–2020), y Eliot A. Cohen, consejero del Departamento de Estado entre 2007 y 2009, catedrático en Estrategia en el Center for Strategic and International Studies (CSIS), una institución con sede en Washington “que busca ideas prácticas para enfrentar los grandes desafíos mundiales”.
  • “Occidente necesita explicitar que su objetivo es una decisiva victoria de Ucrania y la derrota de Rusia”, reclaman los autores, para quienes el compromiso de apoyar a Ucrania “todo el tiempo necesario” es una propuesta que carece de un sentido más preciso.
  • “Con el apoyo y el enfoque adecuados, Kiev todavía puede ganar”, aseguran. “Amenazar a Rusia en Crimea e infligir graves daños a su economía y sociedad será, ciertamente, difícil”. “Pero es una estrategia más realista que la alternativa de negociar un acuerdo con Putin”. “Ucrania y Occidente deben vencer o enfrentar devastadoras consecuencias”, afirman.
  • Sus colegas del CSIS, Benjamin Jensen y Elizabeth Hofmann, sugieren cinco problemas estratégicos, que deben resolverse para que Ucrania alcance el triunfo, incluyendo su mayor incorporación al orden económico y de seguridad occidental.
  • Zagorodnyuk y Cohen apoyan los mismos objetivos contenidos en la propuesta de paz de Ucrania que será discutida nuevamente, el mes que viene, en Suiza. Moscú, que no va a participar de esa discusión (lo mismo que otros países, como China y Brasil), la considera desvinculada de la realidad y la rechaza de plano.

La idea de ambos (y de los líderes políticos que tratan de convencer a los ciudadanos europeos de esas consecuencias) es que, si Moscú triunfa, no se detendrá en su ambición. Algo que Moscú rechaza también de plano. Es difícil vislumbrar un objetivo para esas conquistas, que no tienen sentido político, económico, ni militar, y que solo se podrían llevar adelante a riesgo de provocar una guerra nuclear.

Pero ese es el tono del artículo de Zagorodnyuk y Cohen. Desde sus puntos de vista, la solución del conflicto debe ser la derrota militar de Rusia. Para ellos, los recursos, los fondos y la tecnología favorecen abrumadoramente a Occidente. Si son canalizados en cantidad suficiente, Ucrania podrá ganar.

Descartan la posibilidad de una respuesta nuclear de Rusia, caso tenga éxito el triunfo de Occidente. Pero, ¿se podría descartar sin más esa posible respuesta nuclear, si el conflicto escalara, con la participación directa de la OTAN, como sugieren cada vez con más insistencia, tanto el presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, como otros líderes europeos, desde el presidente de Francia hasta los gobernantes de Polonia o de los países bálticos?

Me parece evidente que no se puede responder afirmativamente a esa pregunta sin correr un enorme riesgo de llevar el mundo a una guerra nuclear. ¿Se seguirá negando toda atención a las advertencias rusas sobre los desafíos a su seguridad, incluyendo los primeros ejercicios nucleares tácticos realizados el pasado 21 de mayo?

Aunque, como veremos más adelante, no faltan quienes estiman que tanto en el conflicto en Ucrania, como en Taiwán, con China, Estados Unidos debe inspirarse en las políticas de los años de la Guerra Fría, especialmente cuando rechazaron las presiones soviéticas en Berlín, entonces ocupado por las cuatro potencias ganadoras de la II Guerra Mundial.

¿Ganar la guerra a una potencia nuclear?

Para el ministro de Defensa británico, Grant Shapps, la única manera de terminar el conflicto es infligiendo una derrota militar a Rusia. Shapps usa el mismo argumento de que, si Putin triunfa, no se detendrá en Ucrania. La victoria de Rusia es “inimaginable e inaceptable”. Simplemente “no permitiremos que eso ocurra”. “Es del todo impensable que Putin pueda ganar esta guerra”, dijo, el pasado 13 de mayo, en una conferencia en la Royal Navy.

Para el primer ministro, el conservador Rishi Sunak, “defender Ucrania es vital para nuestra seguridad y la de toda Europa”.

Si eso es lo que está en juego, estamos frente a una escalada que no se detendrá hasta esa eventual victoria. Inglaterra es, probablemente, el país más directamente involucrado en operaciones militares en Ucrania, con apoyo logístico y de inteligencia. Ha multiplicado su ayuda a tres mil millones de libras por año, el mayor paquete de ayuda militar jamás otorgado por el país. Aun así, es una cifra muy inferior a los 60 mil millones de dólares recientemente aprobados por Estados Unidos.

En el verano del año pasado, cuando todas las expectativas de Occidente estaban depositadas en una gran ofensiva ucraniana, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, dijo que se asegurarían de que Rusia no saliera victoriosa de esta guerra. Reunido en París con sus colegas alemán y polaco, Olaf Scholz y Andrzej Duda, en junio del 2023, afirmó que esperaban el mayor éxito posible de esa ofensiva “para luego poder iniciar una fase de negociación en buenas condiciones».

Como sabemos, nada de eso ocurrió y la ofensiva ucraniana fue un gran fracaso. Casi un año después, en mayo de este año, con Rusia habiendo asumido la iniciativa en el campo de batalla, el presidente francés amenazó con enviar tropas a Ucrania. “Si Rusia gana en Ucrania, no habrá seguridad en Europa”, afirmó.

¿No habrá seguridad en Europa? ¿Por qué no se negoció con Rusia sobre esa seguridad cuando Putin lo propuso, hace ya varios años, incluyendo su discurso en la Conferencia de Seguridad de Múnich en 2007?

“Si Rusia logra sus objetivos políticos en Ucrania por medios militares, Europa ya no será la misma que era antes de la guerra”, estiman, por su parte, Liana Fix, miembro residente del German Marshall Fund, en Washington, y Michael Kimmage, miembro visitante del mismo Fondo. No solo Estados Unidos habrá perdido su primacía en Europa, como la idea de que la OTAN (el “brazo armado” que ha garantizado esa supremacía) habrá perdido su credibilidad.

En enero pasado, Anders Fogh Rasmussen, exsecretario General de la OTAN y ex primer ministro danés, y Andriy Yermak, jefe de la oficina de la presidencia de Ucrania afirmaron, en un artículo en Foreign Affairs, que la victoria de Ucrania era “el único camino verdadero para la paz”. Para ellos, “Ucrania pertenece al corazón de Europa”. Mientras Putin esté al frente del Estado ruso, “Rusia será una amenaza no solo para Ucrania, sino para la seguridad de toda Europa”. Para evitarlo, Rusia debe ser derrotada en el campo de batalla.

La idea se repite, una y otra vez, en los think tanks conservadores, norteamericanos y europeos. Esta guerra –dice, por ejemplo, un informe preparado por la Rand Corporation, publicado en enero del año pasado– “es el mayor conflicto entre Estados en décadas y su evolución tendrá las mayores consecuencias para los Estados Unidos”.

El Informe sobre Seguridad que la Conferencia de Múnich publica anualmente destacó, este año, la insatisfacción de parte de la comunidad internacional (de “poderosas autocracias” y del “Sur global”) con la desigual distribución de los beneficios del actual orden internacional.

El informe de este año afirma que la guerra de Rusia contra Ucrania es solo el “ataque más atrevido” a ese “orden basado en reglas” que Occidente y su líder, Estados Unidos, impusieron al mundo al final de la Guerra Fría. Preservar este orden es el interés fundamental de Washington y sus aliados europeos.

Rusia, esta vez, no fue invitada a Múnich. La guerra en Ucrania es el centro de las 100 páginas del informe. Eso explica los miles de millones de dólares invertidos en Ucrania, que no guardan relación alguna con ninguna otra inversión en la solución de los grandes problemas de la humanidad.

¿Tienen razón Rasmussen y Yermak? Ellos creen que todos los países civilizados apoyan sus propuestas. Pero yo quisiera sugerir otra cosa: que no son parte más que de esa Europa que nos debe ya dos guerras mundiales y que, si no les amarramos las manos, nos llevarán a una tercera…

Las aspiraciones del “mundo civilizado”

Las opiniones citadas reflejan lo que está en juego para el “mundo civilizado”, el de Rasmussen y Yermak, o el de Zagorodnyuk y Cohen, el mismo que nos ha llevado a las dos guerra mundiales anteriores.

Queda claro lo que está en juego, las razones de una escalada, hasta ahora imparable, de Occidente en esta guerra, y los riesgos que esto representa para el verdadero mundo “civilizado”, que busca un acuerdo negociado para evitar una posible tercera guerra mundial.

Macron causó desconcierto y debate en Europa cuando sugirió, en febrero pasado, la posibilidad de enviar tropas de la OTAN a Ucrania. Era su política de “ambigüedad estratégica”, que dejaba abierta las puertas para una confrontación directa de Moscú con la OTAN. Ni Estados Unidos, ni Inglaterra, apoyaron la idea… todavía. Habrá que ver qué ocurre si la situación en el terreno sigue empeorando para Ucrania.

Pero en Europa –tanto sus gobiernos como su prensa– solo se habla de guerra. La ministra de Relaciones Exteriores de Alemania, Annalena Baerbock, una antigua “pacifista”, miembro del Partido de los Verdes, una de las voces más agresivas en el gobierno alemán, pidió a Occidente el suministro urgente de más armas a Ucrania, en una visita a Kiev el 21 de mayo pasado.

Los preparativos para una guerra con Moscú se multiplican. El primer ministro polaco, Donald Tusk, anunció la construcción de una línea de defensa en sus fronteras con Bielorusia y Rusia. Hablando en una conmemoración militar en Cracovia, el 19 de mayo, anunció que Polonia invertiría 2,3 mil millones de euros en la creación de fortificaciones y barreras, así como en la adecuación del terreno y de la vegetación para esos objetivos, a lo largo de 400 km de frontera. Obras que, en su opinión, harían “impenetrables” las fronteras polacas, en caso de guerra.

¿En qué guerra estará pensando Tusk? El mes pasado, el presidente Andrzej Duda sugirió que el país estaría feliz de alojar armas nucleares de la OTAN (o sea, norteamericanas).

En enero pasado, la vecina Estonia anunció su intención de construir unos 600 bunkers a lo largo de su frontera con Rusia, proyecto al que se sumarían Letonia y Lituania, para conformar la “línea de defensa báltica”.

El presidente de Finlandia –país que, junto con Suecia, son las dos más nuevas incorporaciones a la OTAN– Alexander Stubb, expresó su entusiasmo con la disuasión nuclear, asegurando que las armas de destrucción masiva son “una garantía para la paz”.

Como dijo Zelensky al New York Times, Occidente debería participar en la guerra derribando misiles rusos, dando a Ucrania más armas, y autorizando su uso para atacar directamente el territorio ruso.

En su opinión, no es un problema involucrar los países de la OTAN en la guerra. Idea similar a la de la exsubsecretaria de Estado para Asuntos Políticos de Estados Unidos, Victoria Nuland, para quien llegó a la hora de ayudar a Ucrania a atacar objetivos militares en territorio ruso. «Creo que es hora de dar más ayuda a los ucranianos para atacar estas bases dentro de Rusia», afirmó.

La única posibilidad para que Rusia retorne eventualmente a la “sociedad de naciones civilizadas” es mediante una derrota que ponga fin a las ambiciones imperiales de Putin, estiman Zagorodnyuk y Cohen en el artículo ya citado.

¿Cómo en la Guerra Fría?

“Taiwán es el nuevo Berlin”, dice Dmitri Alperovitch, presidente de Silverado Policy Accelerator, una organización dedicada a promover la prosperidad y el liderazgo norteamericano en el siglo XXI. Definido como un “visionario”, empresario de mucho éxito, exasesor del Departamento de Defensa y de Seguridad Interna, Alperovitch piensa que Estados Unidos debe inspirarse en las políticas adoptadas en los años 60’s para enfrentar los desafíos presentados entonces por la Unión Soviética en el Berlín ocupado por las potencias triunfantes den la II Guerra Mundial.

¿Qué políticas fueron esas? Las de defender los “intereses estratégicos norteamericanos, aun a un costo inimaginable”. O sea, de una guerra nuclear. Para Alperovitch, se trata de convencer a Rusia –y, sobre todo, a China– de esa misma disposición hoy.

Me parece que la propuesta de Alperovitch carece, sin embargo, de un elemento fundamental. La posición estratégica de las potencias involucradas en este conflicto, el escenario político, es hoy muy distinto al de los años 60, cuando Estados Unidos no tenía rival. La pretensión de encarar estos problemas con el criterio de la Guerra Fría ha sido denunciada por China, y puede llevar a errores de consecuencias dramáticas, considerando el papel de cada actor en el mundo de hoy, incluyendo el de Estados Unidos, pero también los de China y Rusia. Taiwán no es, de modo alguno, un “nuevo Berlín”.

El mundo civilizado

“Ha llegado el momento de que los aliados se planteen si deben levantar algunas de las restricciones que han impuesto al uso de las armas que han donado a Ucrania», dijo el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, en entrevista a The Economist.

Es un paso más en la escalada de la OTAN para hacer frente a los avances del Ejército ruso. Pero Stoltenberg insiste en que “no serán parte del conflicto» en Ucrania. La realidad es que la OTAN lleva el peso del conflicto. Sin sus recursos, sus armas, sus servicios de inteligencia, sin su entrenamiento de las tropas ucranianas, esa guerra no podría seguir. Este es un nuevo paso, sin que, ante un inminente triunfo ruso, se pueda descartar ningún otro, dado lo que, para Occidente, está en juego en esta guerra. No se trata solo de las armas. Pese a las muchas advertencias en contra, parece acordado ya el uso de los dineros rusos congelados en Bruselas y Washington, para financiar a Ucrania.

Occidente apuesta por la solución militar y el mundo se ve enfrentado, nuevamente, al riesgo de que Europa nos lleve a una tercera guerra mundial. Lo harán, si no les amarramos las manos.

¿Cómo hacerlo? Intentando. Hay que conformar una alianza del mundo civilizado que vaya cerrando los espacios políticos a quienes han impuesto al mundo las guerras más devastadoras del último siglo. Las dos orientadas a derrotar a Rusia.

En ese esfuerzo del mundo civilizado, el encuentro entre Wang Yi, el principal representante diplomático chino, y Celso Amorín, asesor especial del presidente brasileño Lula, es la iniciativa más reciente. Reunidos en Beijing, el jueves 23 de mayo, emitieron una declaración de “Entendimiento común entre China y Brasil para una solución política a la crisis de Ucrania”.

El documento, de seis puntos, reafirma que el diálogo y la negociación entre las dos partes son la “única solución viable” para la crisis. Como alternativa a la cita de Occidente para respaldar la propuesta ucraniana, el mes próximo en Suiza, sin la presencia rusa, invitan al mundo civilizado –a la “comunidad internacional”, según los términos del documento– a apoyar esa propuesta, un intento por amarrar las manos a quienes amenazan con llevarnos a otra guerra mundial.

FIN

Juan Santamaría, el Destino Manifiesto y Palestina

Eddson Gómez Chavarría

Antes de iniciar este artículo, es imperante recordar que desde el 7 de octubre del 2023 las fuerzas ocupadoras de Israel han asesinado a más de 30 mil personas, en su mayoría niños, mujeres y jóvenes, 85 niños asesinados en promedio cada día. Es un genocidio perpetrándose con apoyo militar de Estados Unidos y Europa. Debe haber un alto al fuego inmediato y un retiro de las fuerzas israelíes de los territorios ocupados.

Ahora sí. En el contexto del genocidio perpetrado por la ocupación israelí contra el pueblo de Palestina, hoy en Costa Rica disfrutamos del feriado del 11 de abril, 4 días después, en conmemoración de la Batalla de Rivas de 1856.

En Rivas, en aquella famosa batalla de 1856, en la que un muchacho alajuelense quemó el mesón de Rivas y provocó la retirada de las fuerzas armadas de William Walker. Sin ninguna duda, Juan Santamaría habría apoyado hoy la causa Palestina.

O bueno, más precisamente, apoyaría la causa Palestina aquella joven sociedad costarricense (sus políticos incluídos) que en aquella batalla de Rivas de 1856 lucharon contra las fuerzas colonizadoras de Estados Unidos y su destino manifiesto.

Recordemos, tal y como nos enseñaron en la escuela, que la invasión de William Walker y los filibusteros a América Central tenía parte de su origen en la ideología del “Destino Manifiesto”, una serie de pensamientos religiosos y políticos que le daban al pueblo anglosajón una supremacía sobre el resto de los pueblos. Era su deber, por mandato de Dios, conquistar y llevar esas ideas de grandeza al resto del continente americano.

En otras palabras, una ideología fascista y colonizadora. Era sin embargo una ideología bien encarnada en la sociedad estadounidense para el siglo XIX. Su potente crecimiento económico capitalista, a costa de la explotación y la esclavitud, el desarrollo del protestantismo como religión predominante, la adopción de ideas científicas racistas provenientes de Europa, y un creciente odio antiinmigrante (en aquel momento contra nativos americanos e europeos irlandeses), hicieron creer a una gran parte de los estadounidenses que estaban destinados a conquistar a los salvajes del mundo por gracia y orden de Dios.

En el siglo XIX, Estados Unidos realizó una de las mayores empresas de conquista y colonialismo en la historia. Arrasó con pueblos nativos enteros, conquistó cientos y cientos de miles de tierras extranjeras que pertenecían a México, realizó expediciones en el Caribe y en toda América Central. Todo a punta de armas, masacres, contagio de enfermedades, y engaños. Era la imposición de una potencia que nació imperialista, contra un continente que estaba en reorganización después de la independencia de la desgastada España.

¿Cómo realizaron esta empresa? Bueno, gracias al filibusterismo. Según Robert E. May, de la Purdue University de Estados Unidos, en la lección inaugural del 14 de marzo del 2006 en la Universidad de Costa Rica, los filibusteros eran “cuerpos militares privados que invaden países o las posesiones territoriales de los países con los cuales sus propios estados están en paz, sin el consentimiento explícito o implícito de sus propios gobiernos.

Eran básicamente conquistadores militarizados. El tema acá es que, a pesar de que los filibusteros no eran enviados directamente por Washington, tanto políticos, medios de comunicación y empresarios estadounidenses apoyaban el filibusterismo y lo financiaban. Incluso, después de cometidos los actos de fechoría y desposesión, el Gobierno americano reconocía rápidamente las instituciones colonizadoras creadas en el extranjero.

En un paralelismo escalofriante, la plataforma política del Partido Demócrata, una de las organizaciones políticas más antiguas de ese país, le dio su apoyo a William Walker para que conquistara Nicaragua en 1856. Hoy, 168 años después, el presidente Joe Biden del Partido Demócrata le continúa dando su apoyo militar, económico y político al proyecto de conquista de Palestina.

De hecho, en mayo de 1856, incluso después del revés de Walker en Rivas, el gobierno Estadounidense reconoció el régimen que había instalado William Walker en Nicaragua, y el New York Times destacaría el apoyo popular que tenía Walker por parte de los mismos nicaragüenses.

Siendo así, el “destino manifiesto” fue una ideología que puso en práctica una serie de actos colonizadores, brutalizadores y deshumanizadores que se encuentran en la fundación y origen de la nación estadounidense. No es entonces, coincidencia, que el proyecto sionista haya encontrado tanto cariño en la política imperialista americana y, claro, europea.

El Sionismo es una ideología y movimiento supremacista y racista que considera a los judíos como un pueblo superior y de caracter divino, es decir, el judío es el pueblo “elegido” por Dios. Como parte de sus proyectos en su nacimiento en el siglo XIX, estaba la creación del estado nación judío. A pesar de que la idea se consideró implementar en lugares muy curiosos como Madagascar, había un interés en que fuera en Medio Oriente, de donde es originario el pueblo judío, específicamente en Palestina.

El 2 de noviembre de 1917, en media Primera Guerra Mundial, el imperio de Gran Bretaña realizó la Declaración de Balfour, una manifestación pública en la que prometía a los sionistas un “hogar nacional” para el pueblo judío en Palestina, que en ese momento era parte del Imperio Otomano. Vale la pena decir que en Palestina vivían históricamente judíos, cristianos y árabes, entre otros pueblos de esa región del mundo.

Es decir, el establecimiento europeo en Palestina era un proyecto colonizador impuesto sobre una región que vivía y compartía con varias religiones, etnias y procedencias, incluída la judía. Es en Europa, de hecho, donde se manifiestan los procesos racistas y excluyentes contra los judios desde el imperio romano, que alcanzaron su punto máximo con el proyecto de exterminio nazi en el Siglo XX. De hecho, uno de los objetivos de crear el estado de Israel en Palestina era “solucionar el problema judío” en Europa.

El término “antisemita”, utilizado hoy para referirse a cualquiera que critique las acciones atroces del ejército del estado de apartheid de israel, viene de la raíz “sem”, que se refiere a Shem, hijo de Noé. Es decir, semitas son los descendientes de Noé, y eso incluye tanto a los árabes como a los judíos. Son pueblos hermanos.

Gran Bretaña impuso su administración colonial sobre Palestina desde 1922 hasta 1948, tras derrocar al Imperio Otomano, y como parte de sus proyectos y promesas a los sionistas, como mencioné antes, fue enviar miles y miles de judíos europeos, a crear colonias en Palestina, a crear la nación judía.

Esto lo hizo por años junto a la Agencia Judía para la Tierra de Israel, representante de los judíos sionistas, en el Mandato Británico de Palestina. Esto provocó descontento en el pueblo árabe, que veía cómo sus tierras eran desposeídas para dárselas a europeos.

Dentro de los grupos judíos europeos llevados a Palestina, se encontraban múltiples grupos paramilitares, de extrema derecha, fascistas, que se desarrollaron para imponer el “estado nacional” judío en Palestina a como diera lugar. Esto incluyó hacer la guerra dentro del territorio palestino, guerra que los árabes contestaron.

En noviembre de 1947, la Organización de Naciones Unidas decidió darle solución al conflicto entre judios y árabes por medio de la repartición de Palestina, creando arbitrariamente un Estado Judío y un Estado Árabe, tal y como eran los planes prometido a los sionistas. La ONU no creó ninguna democracia en medio oriente, creó un etno-estado, Estados basados en religión.

Este hecho, claramente de un carácter colonialista por parte de las Naciones Unidas, explica por qué al día de hoy esta organización es cómplice del genocidio del pueblo palestino, y lo que explica también su obvia incapacidad para resolver nada en un momento de masacre como el que se vive en este momento.

La división por parte de la ONU terminó de calentar las ya crispadas tensiones en Palestina, y se originó una “guerra civil” entre árabes y judíos colonizadores. Esta guerra civil de 1948 provocó serias consecuencias para Palestina y para la región.

Los grupos judíos sionistas se establecieron como ganadores de la guerra y desarrollaron la Nakba, es decir, “la catátrofe”, la expulsión de cientos de miles Palestinos de sus tierras por medio de masacres, y el asentamiento israelí por la fuerza en la patria palestina, previamente ocupada por Gran Bretaña. En otras palabras la masacre, destrucción y colonización del pueblo Palestino.

Como parte de la Nakba, en abril de 1948, antes del fin de la guerra, las fuerzas militares israelís llevaron a cabo la Masacre de Deir Yassin, que es una aldea cerca de Jerusalem, en donde asesinaron a la mayoria de sus pobladores, cerca de 240 personas. Niños, mujeres y adultos mayores fueron masacrados. Tal y como sucede hoy en día.

En ese momento, Hannah Arendt y Albert Einstein, en conjunto con más intelectuales judíos, emitieron comunicados públicos en Estados Unidos condenando los hechos de Deir Yassin y señalando que las fuerzas ocupadoras israelíes compartían en su esencia sionista, las ideologías y políticas nazis y fascistas de Europa, y que se equivocaban los políticos estadunidenses en apoyarles.

El comunicado publicado por esos intelectuales en diciembre de 1948 en el New York Times, en referencia los colonizadores en Palestina, en el nuevo Estado de Israel creado por la ONU, dice lo siguiente:

“Among the most disturbing political phenomena of our times is the emergence in the newly created state of Israel of the “Freedom Party” (Tnuat Haherut), a political party closely akin in its organization, methods, political philosophy and social appeal to the Nazi and Fascist parties. It was formed out of the membership and following of the former Irgun Zvai Leumi, a terrorist, right-wing, chauvinist organization in Palestine.”

(“Uno de los fenómenos políticos más perturbadores de nuestros tiempos es la emergencia en el recién creado estado de Israel del “Partido de la Libertad” (Tnuat Haherut), un partido político estrechamente afín en su organización, métodos, filosofía política y apelación social a los partidos Nazi y Fascista. Se formó a partir de la membresía y el seguimiento del antiguo Irgun Zvai Leumi, una organización terrorista de derecha y chovinista en Palestina.”)

“A shocking example was their behavior in the Arab village of Deir Yassin. This village, off the main roads and surrounded by Jewish lands, had taken no part in the war, and had even fought off Arab bands who wanted to use the village as their base. On April 9 (THE NEW YORK TIMES), terrorist bands attacked this peaceful village, which was not a military objective in the fighting, killed most of its inhabitants240 men, women, and childrenand kept a few of them alive to parade as captives through the streets of Jerusalem. Most of the Jewish community was horrified at the deed, and the Jewish Agency sent a telegram of apology to King Abdullah of Trans-Jordan. But the terrorists, far from being ashamed of their act, were proud of this massacre, publicized it widely, and invited all the foreign correspondents present in the country to view the heaped corpses and the general havoc at Deir Yassin.”

(“Un ejemplo impactante fue su comportamiento en el pueblo árabe de Deir Yassin. Este pueblo, apartado de las carreteras principales y rodeado de tierras judías, no había participado en la guerra e incluso había resistido a bandas árabes que querían usar el pueblo como su base. El 9 de abril (THE NEW YORK TIMES), bandas terroristas atacaron este pacífico pueblo, que no era un objetivo militar en la lucha, mataron a la mayoría de sus habitantes: 240 hombres, mujeres y niños, y mantuvieron vivos a unos pocos para desfilar como prisioneros por las calles de Jerusalén. La mayoría de la comunidad judía quedó horrorizada por el acto, y la Agencia Judía envió un telegrama de disculpa al Rey Abdullah de Transjordania. Pero los terroristas, lejos de avergonzarse de su acto, estaban orgullosos de esta masacre, la publicitaron ampliamente e invitaron a todos los corresponsales extranjeros presentes en el país a ver los cadáveres amontonados y el caos general en Deir Yassin.”)

¿Les suena conocido? Ese modus operandi de destrucción, saqueo, ejecuciones de niños y mujeres. Tal vez les suene conocido a lo que pasa en Gaza todos los días.

Antes de ese comunicado, Shepard Rifkin, líder sionista de Estados Unidos invitó a Einstein a apoyar la causa sionista en Palestina. El científico contestó:

“When a real and final catastrophe should befall us in Palestine the first responsible for it would be the British and the second responsible for it the Terrorist organization build up from our ranks.

I am not willing to see anybody associated with those misled and criminal people.”

(“Cuando una catástrofe real y final caiga sobre nosotros en Palestina, el principal responsable por ésta será Gran Bretaña, y el segundo responsable serán las organizaciones terroristas nacidas desde nuestras propias filas.

No me gustaría ver a alguien asociado con esa gente criminal y engañadora”)

Volvamos al Destino Manifiesto, también para intentar aterrizar los paralelismos entre el destino manifiesto y el proyecto sionista.

Hablamos entonces de dos ideologías puestas en práctica que contienen elementos supremacistas en relación a la religión, la raza y la guerra. Ambas, contienen en su interior vehículos precursores de estas ideas, que las ponen en movimiento, en práctica. En el caso del “Destino Manifiesto” era el filibusterismo, en el caso del proyecto sionista, fueron los grupos paramilitares y posteriormente el ejército constituido como Fuerzas de Defensa de Israel (IDF).

Ese vehículo era conducido por hombres, blancos, colonizadores, con deseos de establecerse en territorios ajenos. Los hombres jóvenes son los llamados a ocupar, masacrar e imponer su orden frente a pueblos que consideran inferiores. La raza debe imponerse, pues los demás son “bestias salvajes” o “personas no humanas”.

Y pues el establecimiento de una ocupación israelí en Palestina tiene como objetivo imponer una sola religión en ese lugar, desplazando míticamente a su población natal, tal y como lo hacía Estados Unidos y los Filibusteros con el protestantismo y sus ataques a los católicos o a los nativos americanos.

Curiosamente, Estados Unidos no estaba muy seguro de reconocer el Estado de Israel tras la resolución de la ONU. De hecho el primer país en reconocer el etno-estado fue la Unión Soviética. Sin embargo, en el contexto de la Guerra Fría, y en términos geopolíticos, para Estados Unidos era muy útil contar con un estado satélite justo en el medio oriente.

Desde entonces el apoyo de Estados Unidos a la ocupación israelí ha sido mucho más que incondicional. Políticos de los dos partidos políticos, Demócrata y Republicano, le han dado desde 1949 financiamiento militar, políticas de inversión para empresas multinacionales, promoción de industrias culturales, y todo un aparataje comercial que se construyó específicamente para el nuevo estado de Israel. Todo esto, mientras Israel comete genocidio contra el pueblo palestino.

Y es que, más allá de la estrategia geopolítica, los sionistas encontraron en algunas partes del pueblo estadounidense un caldo de cultivo racista, esclavista y extremista que nunca dejó de ser parte de la cultura norteamericana imperialista.

Los sionistas lograron convencer a poblaciones enteras y a políticos estadounidenses de que el pueblo judío es superior al árabe, que es el pueblo elegido de dios, y que el “destino manifiesto” de Estados Unidos, también como pueblo elegido de Dios, apoyar incondicionalmente a Israel en su “recuperación” de tierra santa, recuperarla de los árabes impuros.

Miles de millones de dólares son invertidos en lobby político y medios de comunicación, por parte de los sionistas, para convencer a votantes, congresistas y senadores gringos de que el pueblo judío es elegido por Dios. El extremismo religioso sionista le cayó muy bien al extremismo religioso norteamericano.

Tal y como se hizo en la época de William Walker en la década de 1850, conseguir financiamiento para la guerra de ocupación es siempre necesario. Es por eso que Estados Unidos envía billones de dólares a Israel todos los años para que continue con la disposición y limpieza étnica del pueblo palestino.

Podemos seguir acá buscando y encontrando paralelismos entre el destino manifiesto y el proyecto sionista. Pero no quiero extender un artículo que se me salió un poco de las manos.

Sin entrar en polémica de Juan Santamaría como figura histórica, es clarísimo que la Batalla de Rivas, y la resistencia de América Central que se organizó en contra de William Walker y los filibusteros fue un acto claramente anti-imperialista, anti–colonizador y anti-extremista.

El revés militar que sufrió William Walker en Rivas provocó la pérdida de apoyo del pueblo nicaragüense en el gringo, y de hecho provocó que pocos años después lo ejecutaran mientras el tipo intentaba organizar otra expedición colonizadora en Nicaragua.

Juan Santamaría, guste la idea o no, jugó un papel importantísimo en las luchas contra el colonialismo. Y si bien singuralizarlo sería un error histórico, no es descabellado decir que aquel ejército y sociedad costarricense de 1856 estarían hoy en día apoyando al pueblo palestino, en contra del destino manifiesto israelí.

Tal y como Estados Unidos no estaba creando sociedades democráticas en sus conquistas de territorio en México o Centroamérica, en el territorio ocupado de Palestina por el Estado de Israel no se creó tampoco una democracia.

Las ideas expansionistas, características del filibusterismo y el “destino manifiesto” también están vivas y presentes en Palestina, donde el estado genocida ha acaparado y tomado cada vez más tierras que eran parte de Palestina, incluso del territorio árabe creado por la ONU. No hay quien detenga su sed de conquista del territorio.

Israel tiene el objetivo claro de totalizar su poderío en el territorio, hasta haber asesinado o expulsado a todos los palestinos. Es su política de fundación, y es su política actual. Benjamin Netanyahu lo ha dicho ciento de veces: “no habrá estado palestino”. Su política es la aniquilación.

Recordar la importancia de la Batalla de Rivas, a la luz de la ocupación israelí en Palestina, es un ejercicio no solo de memoria histórica, sino que también de comprensión del grave daño que genera el extremismo religioso, el racismo estructuralizado, y el pensamiento colonizador que aún hoy impera en el mundo, y específicamente en sus tomadores de decisiones, donde unos pocos creen tener la superioridad para imponerse sobre las demás personas y pueblos de la tierra.

Viva Palestina Libre.

Nota del autor: No soy especialista sobre Palestina, o el conflicto que se vive ahí. Mi criterio está basado en una posición crítica contra el imperialismo y el apartheid, que se desarrolló tanto en mis casas de estudios (Colegio Humanístico Costarricense y Universidad de Costa Rica), como en mi trabajo para el Sindicato APSE. En ese sentido, pido disculpas por errores interpretativos, comparaciones que puedan parecer fuera de lugar o detalles dejados por fuera del artículo, siempre y cuando quede claro que mi posición política, personal y humana es, y será será siempre, en contra de la ocupación y genocidio israelí en Palestina.

Adjunto la bibliografía que utilicé para construir este artículo de opinión:

El Destino Manifiesto, William Walker, Y El Filibusterismo De Los Estados Unidos En América Central En La Década De 1850. Lección Inaugural . Autor: Robert E. May. Enlace: https://www.ucr.ac.cr/medios/documentos/2006/Destino_manifiesto_Robert_E_May.doc

El destino manifiesto y el sionismo: Dos doctrinas expansionistas que sirven de base y unión a las políticas estadounidense e israeli. Autoría: Ernesto Gómez Abascal. Enlace: https://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article1883

Albert Einstein también habría llamado fascista a Netanyahu. Autoría: Antonio Maestre. Enlace: https://www.lasexta.com/el-muro/antonio-maestre/albert-einstein-tambien-habria-llamado-fascista-netanyahu_20231016652d9072b98ca100016540a2.html

Letter to the New York Times: New Palestine Party: Visit of Menachem Begin and Aims of Political Movement Discussed. Autoría: Isidore Abramowitz, Hannah Arendt, Abraham Brick, Rabbi Jessurun Cardozo, Albert Einstein, Herman Eisen, M.D., Hayim Fineman, M. Gallen, M.D., H.H. Harris, Zelig S. Harris, Sidney Hook, Fred Karush, Bruria Kaufman, Irma L. Lindheim, Nachman Maisel, Seymour Melman, Myer D. Mendelson, M.D., Harry M. Oslinsky, Samuel Pitlick, Fritz Rohrlich, Louis P. Rocker, Ruth Sagis, Itzhak Sankowsky, I.J. Shoenberg, Samuel Shuman, M. Singer, Irma Wolfe, Stefan Wolfe. Enlace: https://www.marxists.org/reference/archive/einstein/1948/12/02.htm

Carta de Albert Einstein, rechazando el sionismo y tratándolos de ‘gente criminal y engañadora’. Autoría: @Rodrigo — Revista De Frente. Enlace: https://www.revistadefrente.cl/carta-de-albert-einstein-rechazando-el-sionismo-y-tratandolos-de-gente-criminal-y-enganadora/

Sobre la definicion de antisemita, “CONFLICTO EN GAZA” programa Desde la Otra Acera de APSEParticipación de Dr. Mohammad Hassan Abed, Médico palestino radicado en CR. Enlace: https://www.youtube.com/watch?v=uHIIh36mTlQ

Cuando Washington dudaba en reconocer el Estado de Israel. Autoría: Irene Gendzier. Enlace: https://mondiplo.com/cuando-washington-dudaba-en-reconocer-al-estado

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