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Etiqueta: frivolidad

Con Chaves hemos tocado fondo como sociedad. ¡Qué indignante!

Por Carmen María Muñoz Quesada*

La presidencia de una nación no es un chiste. No es un espacio para la chabacanería, la grosería o el desplante vulgar. Es, ante todo, la representación máxima de un pueblo, de sus aspiraciones, de su historia y de sus valores. Por eso, cuando quien ocupa ese cargo responde con burla, desdén y comentarios triviales ante una pregunta legítima -por más polémica o “inoportuna” que a Chaves le resultara-, no solo fracasa en su deber, sino que degrada, otra vez, la institución que representa.

El presidente Rodrigo Chaves, al ser interpelado sobre la posibilidad de firmar un tratado de libre comercio con Israel, tuvo la oportunidad de responder con altura. Podría haber argumentado su postura con seriedad, explicando las razones económicas, diplomáticas o políticas de su Administración, o incluso haber rechazado los calificativos usados por el periodista, si así lo consideraba necesario. En lugar de ello, optó por la burla, por el comentario soez y ayuno de humanidad, por el gesto infantil de mostrar un lapicero con el que firmaría, como si la pregunta mereciera menos respeto que el que concedemos a una broma de cantina.

Este comportamiento no es solo una falta de respeto hacia quienes esperan seriedad en sus gobernantes, sino también una muestra de profunda inmadurez política y personal. La democracia exige debate, exige confrontación de ideas, exige diálogo y tender puentes, pero nunca el vacío de contenido que provoca el ridículo. Cuando un presidente se ríe en lugar de argumentar, cuando evade la discusión sustituyéndola por gestos vulgares, está diciendo, en esencia, que no toma en serio a sus ciudadanos y ciudadanas, ni a los principios que deberían guiar su cargo.

Como sociedad merecemos más: liderazgos que comprendan que la política no es un espectáculo circense, que entiendan que las palabras presidenciales llevan no sólo el peso de la historia, sino también la urgencia de labrar futuro y que cada risa innecesaria, cada comentario soez, cada evasión grotesca, erosiona la confianza ciudadana y mancha el prestigio de un país que, a pesar de nuestras contradicciones, ha sabido proyectarse al mundo con dignidad.

Hoy, más que nunca, es necesario recordar que gobernar no es actuar como un bufón, sino asumir con responsabilidad el mandato de un pueblo que es rico en su diversidad, crítico y exigente. Si el presidente Chaves no está a la altura de ese desafío, la historia -y el pueblo- se lo cobrarán. La frivolidad no es un lujo que un mandatario pueda permitirse. Menos aun cuando lo que está en juego es el respeto hacia una sociedad que merece algo mejor que el espectáculo bochornoso de un gobernante que un día sí y otro también, confunde el poder con un acto circense.

Aclaración:
Presidente Chaves el gobierno de Israel no come chiquitos, no más los asesina.

*Publicado en el espacio de Facebook de la autora y compartido con SURCOS por varias personas. La imagen es tomada del mismo espacio.

LA OTRA CRISIS

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Durante los últimos meses los medios de comunicación locales han referido el faltante de contenedores provenientes de países desde los cuales Costa Rica importa una gran cantidad de productos. Han asociado el aumento de precios en varios artículos y la ausencia de insumos a la falta de estos dispositivos de almacenamiento y transporte.

Y es que, como consecuencia de la pandemia, la carestía, la restricción y la contracción del mercado global, suplir bienes, insumos y servicios ha tenido estos y otros impactos. Los países han tenido que salir literalmente al juego de la oferta y la demanda para obtener desde alimentos hasta las propias vacunas para lograr la pronta inmunización de sus poblaciones.

También han debido plantearse la búsqueda de contenedores, sin mucho éxito. La crisis, que tendrá repercusiones al mediano y largo plazo en materia económica, ha sido declarada. Esta es la dimensión que constantemente sectores hegemónicos refieren casi como discurso único: la afectación económica en tiempos de pandemia.

Sin embargo, no es posible obviar la relación entre imágenes y significados, lo aparente y los contenidos, para poder traer otros temas igual o más importantes que los aspectos esencialmente económicos.

Las imágenes son poderosas y comunican.

El acto de contener, de sostener, es si se quiere un bien preciado en una época de mucha necesidad emocional. Sin embargo, seguimos debiendo tanto en este tema que los esfuerzos para contenernos, para sostenernos, no son suficientes. Esa es otra crisis, la de la contención a las fibras más sensibles de nuestras subjetividades. Deviene entonces en actos que pareciera son irracionales, inexplicables. Pensemos solo en un par de ejemplos.

Hace unos días asistimos a la espectacularización de un hecho de violencia en pleno centro de la ciudad capital costarricense, cuando decenas de personas grababan con sus celulares una balacera protagonizada por cuerpos policiales y una persona apertrechada en un vehículo. El episodio terminó con el fallecimiento de esta persona a manos de la policía. Lo que resulta inexplicable en este caso es quizá la naturalización de la barbarie, la ausencia absoluta de sensibilidad ante el drama.

Mientras escribo estas notas descubro con estupor la nota de la muerte del foto periodista francés René Robert luego de haber sufrido una caída y pasar 9 horas sin ser auxiliado. Sucedió en una calle parisina. Murió congelado ante la indiferencia, ostracismo y ensimismamiento colectivo.

En ambos casos se impuso una suerte de frivolidad, de ver para otra parte u observar necesariamente lo que me solo a mí me interesa. El drama, el dolor humano, no son ya espacios que sean respetados, ni siquiera percibidos. Esto describe de alguna manera esa crisis más intensa y profunda, más ligada al desarrollo de otras coordenadas donde lo económico, lo banal y superfluo, ganan la partida.

Sobre como contenernos y sostenernos desde el afecto y la empatía, deberíamos de pensar ya en el ámbito de las políticas públicas, para evitar esta parálisis del afecto que nos ha mutilado la sensibilidad y pensar en el otro como nuestro semejante. Hay contenedores que pueden suplirse y cuya crisis a lo mejor es posible atender desde lo material. En cambio, hay otras crisis, otros contenedores, -que si no se abordan y se suplen-, podría llevarnos a la pérdida total de sentido humano. Estamos apenas a tiempo para intentar revertir sus consecuencias.

 

Imagen: https://emocionesyresiliencia.org/