LA OTRA CRISIS

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Durante los últimos meses los medios de comunicación locales han referido el faltante de contenedores provenientes de países desde los cuales Costa Rica importa una gran cantidad de productos. Han asociado el aumento de precios en varios artículos y la ausencia de insumos a la falta de estos dispositivos de almacenamiento y transporte.

Y es que, como consecuencia de la pandemia, la carestía, la restricción y la contracción del mercado global, suplir bienes, insumos y servicios ha tenido estos y otros impactos. Los países han tenido que salir literalmente al juego de la oferta y la demanda para obtener desde alimentos hasta las propias vacunas para lograr la pronta inmunización de sus poblaciones.

También han debido plantearse la búsqueda de contenedores, sin mucho éxito. La crisis, que tendrá repercusiones al mediano y largo plazo en materia económica, ha sido declarada. Esta es la dimensión que constantemente sectores hegemónicos refieren casi como discurso único: la afectación económica en tiempos de pandemia.

Sin embargo, no es posible obviar la relación entre imágenes y significados, lo aparente y los contenidos, para poder traer otros temas igual o más importantes que los aspectos esencialmente económicos.

Las imágenes son poderosas y comunican.

El acto de contener, de sostener, es si se quiere un bien preciado en una época de mucha necesidad emocional. Sin embargo, seguimos debiendo tanto en este tema que los esfuerzos para contenernos, para sostenernos, no son suficientes. Esa es otra crisis, la de la contención a las fibras más sensibles de nuestras subjetividades. Deviene entonces en actos que pareciera son irracionales, inexplicables. Pensemos solo en un par de ejemplos.

Hace unos días asistimos a la espectacularización de un hecho de violencia en pleno centro de la ciudad capital costarricense, cuando decenas de personas grababan con sus celulares una balacera protagonizada por cuerpos policiales y una persona apertrechada en un vehículo. El episodio terminó con el fallecimiento de esta persona a manos de la policía. Lo que resulta inexplicable en este caso es quizá la naturalización de la barbarie, la ausencia absoluta de sensibilidad ante el drama.

Mientras escribo estas notas descubro con estupor la nota de la muerte del foto periodista francés René Robert luego de haber sufrido una caída y pasar 9 horas sin ser auxiliado. Sucedió en una calle parisina. Murió congelado ante la indiferencia, ostracismo y ensimismamiento colectivo.

En ambos casos se impuso una suerte de frivolidad, de ver para otra parte u observar necesariamente lo que me solo a mí me interesa. El drama, el dolor humano, no son ya espacios que sean respetados, ni siquiera percibidos. Esto describe de alguna manera esa crisis más intensa y profunda, más ligada al desarrollo de otras coordenadas donde lo económico, lo banal y superfluo, ganan la partida.

Sobre como contenernos y sostenernos desde el afecto y la empatía, deberíamos de pensar ya en el ámbito de las políticas públicas, para evitar esta parálisis del afecto que nos ha mutilado la sensibilidad y pensar en el otro como nuestro semejante. Hay contenedores que pueden suplirse y cuya crisis a lo mejor es posible atender desde lo material. En cambio, hay otras crisis, otros contenedores, -que si no se abordan y se suplen-, podría llevarnos a la pérdida total de sentido humano. Estamos apenas a tiempo para intentar revertir sus consecuencias.

 

Imagen: https://emocionesyresiliencia.org/