Israel o el mayor estado criminal antisemita de nuestros días
Por Rogelio Cedeño Castro
Ante el inmenso y desolador crimen que se presenta todos los días ante nuestros ojos, con la destrucción de hospitales y escuelas unido al asesinato sistemático de niños no combatientes en la Franja de Gaza, por parte de uno de los ejércitos más poderosos del planeta, mediante el horroroso espectáculo que nos ofrecen los medios de comunicación social, sólo nos queda pensar que el estado sionista de Israel actúa contra las mejores tradiciones del pueblo y la cultura judía, sino contra todo principio y derecho humano, como también contra la razón y la justicia, tanto en sus alegatos como en la esencia misma de sus acciones.
A todo lo expresado se une el hecho, al parecer irrefutable, que constatamos periódicamente quienes conformamos la así llamada especie del homo sapiens es la existencia de una alta correlación entre la estupidez y la maldad humanas, vistas sobre todo en términos de los actos colectivos de esta, a veces incomprensible, y casi siempre absurda humanidad, con su crueldad e indiferencia infinitas que nos llenan de espanto, durante todo el transcurrir de nuestras vidas, tal y como se comprueba plenamente en este caso.
Se trata de asumir, de una manera franca y honesta, cómo la cruda realidadaparece expresada en los resultados más visibles sobre la esencia misma de lo que reflexionamos, una vez ocurridos los eventos, no importa si se trata de actos de suma violencia, omisiones o de la simple (no necesariamente menos cruel) indiferencia siempre presentes como unos fantasmas insidiosos que nos asedian, lo queramos o no, ocupando un lugar central en el universo denuestras percepciones, sobre todo ante la exteriorización de unas entidades o formas de actuar que no siempre aparecen como tales ante nuestros ojos, sino que se presentan revestidas de un cierto cinismo y hasta de unamal disimulada inocencia de algunos,al parecer destinada a demostrar que los demás somos tontos o estamos aquejados por gravísimas taras de orden moral, dentro de lo quese constituye en una grotesca comedia, no menos revestida de dramatismo y que es siempre representada por parte de algunos de sus protagonistas o accionantes en la vida cotidiana, algunos de los cuales llegan a ejecutar una serie de malabarismos que los colocan en la categoría de los bufones, pues siempre hubo saltimbanquis, payasos ygentes con capacidad de hazmerreíres de toda laya presentes en las cortes o grandes centros de poder, incluidos los espacios donde se movían algunos reyezuelos e inquisidores del antiguo régimen, oal caso de aquellos de las sangrientas bufonadas del nacionalsocialismo de Adolfo Hitler, las del fascismo nacional católico de la España de Francisco Franco con su secuela de crímenes e irracionalidades de las que todavía sacan ventaja sus herederos del mal llamado Partido Popular, que hoy mata de hambre y saca de sus casas a miles de españoles o aquellos otros, no menos execrables del paranoico y criminal José Stalin, presunto defensor del proletariado a quien traicionó o el de los asesinos sionistas de nuestros días, con su criminalidad desbordada exhibida constantemente ante nuestros propios ojos, en procura de exterminar a los palestinos de la franja de Gaza y de la Cisjordania que ven reducidos sus espacios cada día que pasa, ante los bombardeos del ejército israelí y los colonos del estado sionista que ocupan su territorio y destruyen sus amados olivares. Esta constatación, casi cotidiana de una imposibilidad de nuestra no tan sapiens especie de reflexionar y modificar sus actos lo mismo que sus maneras de pensar más destructivas, nos conduce no sin sorpresa y siempre con cierto dolor, a una triste conclusión de tener que asumir la banalidad del mal de que nos hablaba la gran pensadora judía alemana Hannah Arendt (1906-1975) frente a los odiosos crímenes del régimen nazi en la Alemana de los años treinta y cuarenta del siglo anterior.
Si a todo lo anterior, unimos la estulticia o la estupidez humana como elementos constantes, poco nos queda por decir, si no fuera porque debemos seguir luchando por abrirle un camino a la esperanza, parafraseando en esto a Walter Benjamin(1892-1940), dentro de las mejores tradiciones del pueblo judío, en el sentido de que “sólo gracias a aquellos sin esperanza no es dada la esperanza” como una condición indispensable para esperar un mejor destino para nuestra especie sobre este planeta. Es hora de ponerle un alto al exterminio del pueblo palestino por parte del estado sionista de Israel y sus fuerzas armadas.
Enviado a SURCOS por el autor.
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