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Etiqueta: Marcha: “El tipo de cambio nos mata – Defendamos lo nuestro”

Informe especial / La batalla por el tipo de cambio

Diversas organizaciones productivas y empresariales han convocado a una movilización en San José para este miércoles 15 de mayo, con el propósito de manifestar su enorme malestar por lo que consideran los perversos efectos de un tipo de cambio colón/dólar en extremo sobrevaluado (super apreciado).

Algunos de sus representantes claman por un tipo de cambio «neutro» que, sin precisar su significado, ciertamente implicaría una gran devaluación del colón.

Sin duda el tipo de cambio «bajo» de los últimos 18 meses ha ayudado a la estabilidad del nivel de precios, al tiempo que tiene a pequeños y medianos exportadores (y a los empleos que generan) contra la espada y la pared.

Para discutir sobre estos y otros temas relacionados, SURCOS ha invitado a cuatro connotados economistas del colectivo «Economía Pluralista» y no dudamos que sus aportaciones nos ayudarán a entender mejor los pormenores de este tema técnico y (¡quién lo diría!) político a la vez.

Le invitamos a seguir el enlace en el nombre de cada autor.

Daniel Vartanián

Fernando Rodríguez Garro

Luis Paulino Vargas Solís

Renzo Céspedes Vargas

Implicaciones para el sector productivo del manejo del tipo de cambio con la política monetaria actual

Renzo Céspedes Vargas.

Renzo Céspedes Vargas
Consultor en Comercio Internacional

Lo primero que hay que tener claro, es que en Costa Rica no tenemos mercados financieros, ni cambiarios, ni en muchos otros ámbitos que puedan llamarse competitivos. Esto les permite a los entes oligopólicos y al BCCR, ejercer un gran poder de mercado y fijar, por ejemplo, tasas piso, y otros mecanismos que afectan directamente a los clientes finales. Por lo que está claro, que a nivel del MONEX donde se determina el tipo de cambio del día, la capacidad de incidencia del BCCR ejerce un rol que hace esos mercados anticompetitivos, por lo que es evidente la celeridad con que actuó e intervino el BCCR para controlar el tipo de cambio cuando estuvo cerca de los 700 colones por dólar, para llevarlo a 600 colones por dólar en menos de 5 meses. Escenario que ante la prioridad obsesiva de controlar la inflación llevo al BCCR mayoritariamente por la vía de un elevado nivel de endeudamiento externo y de la lentitud en el manejo y nivel de reducción de la Tasa de Política Monetaria (TPM) de un 9% entre octubre del 2022 y abril del 2023, hasta llegar a una TPM de 5.75 a finales de enero del 2024, que bajo una situación de deflación, procedió a atraer capitales especulativos que vinieron a Costa Rica con el fin de derivar utilidades de altos niveles de rendimiento que aseguraba el BCCR respecto de los que podían obtener en el mercado internacional.

Este ingreso masivo de divisas, continuo con la presión de la tendencia a la baja del tipo de cambio, sin que el BCCR haya hecho lo suficiente al poder reducir más rápidamente la TPM, con lo cual hubiese buscado posicionar el tipo de cambio en niveles cercanos a los 600 colones por dólar, sino que más bien al reducir lentamente la TPM lanzo la señal a los agentes económicos de que la tendencia de apreciación del colon iba a continuar hasta llevarlo a niveles de 500 colones por dólar creando una imagen aún más superavitaria de divisas que no ha contribuido en nada a que esta situación cambie.

Otros factores que considerar:

La autorización de endeudamiento externo del Gobierno Central no tiene precedentes en los últimos 40 años. A ningún Gobierno en tan corto lapso se le ha autorizado emitir tanta deuda en dólares como a este Gobierno. A eso hay que sumarle los empréstitos de organismos multilaterales. Esto implica una entrada de dólares muy grande en un corto lapso, ajenos a la dinámica propia de crecimiento de las exportaciones de bienes o servicios e IED, que, si bien se han crecido, apenas muestran niveles similares a los previos a la pandemia, sin que eso afectara de manera significativa el tipo de cambio en el pasado.

Pareciera que la única variable extraordinaria en el mercado cambiario hoy es precisamente la abundancia de endeudamiento externo del Gobierno Central sumado a la captación de capital especulativo y muy posiblemente de lavado de dinero que ha provocado un cambio objetivo en las condiciones de los pseudomercados oligopólicos que tenemos, incidiendo de forma directa sobre la competitividad de múltiples sectores productivos y provocando que el costo de la mano de obra costarricense sea una de las más caras de todo Latinoamérica, según los parámetros de la OECD.

Si bien es cierto que al Gobierno le sirve un tipo de cambio bajo para pagar los intereses de una deuda en dólares creciente y de que, además, baja el monto de la deuda total en dólares al pasarla a colones, lo que mejora los índices de endeudamiento globales de cara al cumplimiento de la regla fiscal y de que al reducirse por debajo del 60%, liberaría recursos para gasto del Estado, la realidad es que la situación de deflación que esta política ha generado y el encarecimiento de nuestros costos de producción internos producto de la revaluación del colon viene provocando una contracción de las actividades económicas más importantes para contratar mano de obra no especializada, con una pérdida de recaudación de impuestos que superan los ahorros por revaluación del colon frente al dólar de nuestra deuda externa.

No es sino hasta que han empezado a bajar la TPM en colones a niveles del 4,75% que ha empezado a facilitarse la salida de capitales especulativos, con una muy leve tendencia a volver a depreciar el colón, pero esto tendría las consecuentes presiones inflacionarias, por lo que el Banco Central ha sido reticente a caminar en esa dirección, a pesar del evidente estado de agotamiento y contracción que ya confirman los sectores productivos que operan bajo régimen definitivo y que son los que pagan impuestos, así como las mismas Zonas Francas que han contraído sus niveles de creación de nuevos empleos en el periodo 2023, en más de un 73% respecto de los niveles generados en el periodo 2022.

La revaluación del colon cercana al 28% desde el periodo del mes de junio del 2022 al mes de abril del 2024, ha impactado sobre la competitividad de múltiples sectores productivos, a pesar de los reclamos casi unánimes sobre la apreciación cambiaria de actividades, tales como: Sectores Agroexportadores, Sector Turismo, Sector Hortícola, Sector Cafetalero y Productores nacionales agropecuarios, que enfrentan una pérdida de rentabilidad grave y/o sufren la amenaza de múltiples productos importados que hoy ingresan al mercado con bajos aranceles y a precios en colones más bajos para sustituir la demanda por la producción nacional.

Esta política monetaria y cambiaria, atenta contra el desarrollo futuro de una economía muy abierta a nivel global como la nuestra, porque presiona hacia un proceso de desindustrialización, de quiebra o contracción de múltiples sectores productivos por pérdida de competitividad en el mercado externo e interno, que, según los alcances que llegue a tener, podría ser muy difícil de revertir, provocando un derrumbe o contracción de los sectores productivos bajo régimen definitivo con masiva pérdida de empleos, que impactara en una reducción de los niveles de recaudación de impuestos, con lo que se va a agravar la crisis fiscal de este gobierno y se profundizara el nivel de pobreza, la crisis social y la perdida de bienestar de la población costarricense.

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Consecuencias de un dólar barato: El diablo se esconde en los detalles

Dr. Luis Paulino Vargas Solís
Economista

Este artículo se centra en el análisis y la explicación de las afectaciones derivadas de la baja del dólar, y omite la discusión de dos aspectos clave en relación con esa situación: primero, la posibles causas y factores desencadenantes detrás de la evolución que el dólar ha registrado, y, segundo, las posibles opciones de política para intentar corregir ese estado de cosas, incurriendo en el menor costo social posible. Espero abordar ambos aspectos en algún escrito o escritos posteriores.

Si bien en una primera y superficial mirada, la baja del dólar aparece como algo beneficioso, un examen más detenido podría revelar elementos menos satisfactorios e, incluso, aspectos francamente problemáticos. Es eso lo que, de la forma más sintética posible, intento dilucidar en este escrito.

  • Deflación de precios y “clavos de oro” para el negocio importador

En general, la baja del dólar favorece una inflación más baja. De hecho, durante ya más de año y medio -desde septiembre de 2022- venimos moviéndonos en territorios deflacionarios, o sea, de inflaciones negativas.[i] No por casualidad, esto coincide con la caída del dólar, si bien debemos comprender que no es el único factor que explica esa tendencia hacia la deflación. Pero no imaginemos, ni por asomo, que la caída del dólar se va a transmitir en una caída equivalente de los precios. La razón es que el comercio importador es un negocio oligopolizado, o sea, controlado por un pequeño número de grandes empresas, y estas se van a cuidar muy mucho de no bajar los precios más que en el monto justo para “robarle” mercado a los productores nacionales que compiten con las importaciones, o no bajarlos en absoluto en los casos cuando es inexistente esa competencia por parte de empresas nacionales, como podría ser el caso de muchos insumos agropecuarios.

Esto último nos advierte sobre otro aspecto importante: dado el predominio de poderosos oligopolios en los negocios vinculados al comercio importador, la caída del dólar les permite a estos hacer “clavos de oro”. O sea, el abaratamiento del dólar propicia un movimiento muy fuerte de redistribución del ingreso y la riqueza a favor de esos sectores.

  • Crédito en dólares

Claro que la baja del dólar favorece también a quienes tienen créditos en dólares y ganan en colones, por la obvia razón de que el monto de las mensualidades, expresadas en colones, disminuyen conforme el dólar baja. Cuando, de hecho, esto también favorece la colocación de nuevos créditos en dólares, ya que esta se ve como una opción más cómoda, relativamente a la que ofrecen los créditos en colones. Todo lo cual, por cierto, es una excelente noticia para la banca privada, cuyo negocio en gran parte descansa en ese tipo de créditos en moneda extranjera. He aquí otro sector al que la caída del dólar le resulta una buena noticia.

  • El diablo se oculta en los repliegues

Pero, por favor, que no nos pase inadvertido que, en los dos puntos anteriores, hay una trampa oculta.

El abaratamiento de las importaciones, aun cuando solo sea en el margen, o sea, apenas lo justo para que las importaciones capturen porciones crecientes del mercado, pone en aprietos a las empresas y productores nacionales que ofrecen productos que compiten con esas importaciones. Esas empresas y productores nacionales pierden participación en el mercado y sufren una reducción de sus ventas. Eventualmente, eso pondría en riesgo los empleos que generan. Las afectaciones de este tipo alcanzan a una amplia gama de actividades productivas, tanto del sector manufacturero como del agropecuario, incluyendo la producción láctea y la de alimentos para el mercado nacional.

Las ganancias para quienes tienen créditos en dólares -o para quienes deciden hoy tomar créditos en dólares- conlleva un riego -usualmente llamado “riesgo cambiario”- asociado a la posibilidad de una devaluación futura de la moneda, lo que incrementará el monto en colones que deberían entonces dedicar a cumplir con los pagos de la deuda.

  • Deuda pública en dólares

Un efecto similar ocurre con la deuda en dólares del Gobierno Central. En los dos años comprendidos entre diciembre de 2021 y diciembre de 2023, esa deuda, expresada en dólares, aumentó un 36,5%. Pero al pasarla a colones, y favorecida por la baja del dólar, el aumento solo fue de un 11,2%. Esto tiene importancia sobre todo a la hora de considerar el porcentaje del monto total de esa deuda externa, en relación con el Producto Interno Bruto (PIB), el cual es el referente usual a la hora de evaluar la sostenibilidad de la deuda. De tal modo, ese porcentaje, que era de 16,8% en 2021, se sitúa en 16,0% en 2023. Parece una reducción muy pequeña, pero el asunto adquiere una dimensión distinta cuando consideramos que, si tan solo se hubiese mantenido en 2023, el mismo tipo de cambio de 2021, ese porcentaje deuda-PIB, habría dado un salto al 19,7%.

Pero, de hecho, esa no es la historia completa, puesto que una porción de la deuda interna, que se supondría debería ser en colones, en realidad está en dólares, lo que, para todo efecto práctico relevante, la convierte en deuda externa. A diciembre de 2023, la parte de esa deuda interna en dólares, representaba un 7,4% del PIB. Bastaría con que el dólar estuviese en su nivel de diciembre de 2021, para que esa proporción pasara a ser del 8,8%.

Considerando todo lo anterior, resulta que, gracias a la caída del dólar, la deuda del Gobierno Central, expresada como porcentaje del PIB, está hoy 5 puntos porcentuales más baja de lo que potencialmente pudo haber estado.

  • Las riesgosas apuestas del presidente Chaves

Esto permite entender la irresponsable complacencia con que el presidente Chaves mira todo esto. Hay aquí dos ruletas en las cuales Chaves está apostando: la ruleta de la deuda externa expresada en dólares, y la ruleta de una tasa de cambio dólar-colón baja. Si esta segunda apuesta se malogra, si, por lo tanto, el movimiento del dólar se revierte y se da lugar a una devaluación del colón, la primera apuesta también se vendrá abajo: crecerá la proporción o porcentaje deuda/PIB, y crecerá el monto en colones del servicio de la deuda, lo cual nos traerá multiplicados problemas. Y aquí bueno es tener presente que el gobierno “gana” en colones, puesto que los impuestos que recauda son en colones.

  • Consecuencias para las exportaciones y las actividades turísticas

Esta es la problemática alrededor de la cual ha girado la mayor parte del debate público: los efectos para las actividades productivas vinculadas, sea a las exportaciones, sea el turismo.

Para mejor entender este punto, recordemos que, en las últimas semanas, el tipo de cambio ha oscilado apenas por encima de los ₡500 por dólar. Eso significa retornar a los niveles en que se situaba en febrero-marzo de 2014, hace más de diez años. En ese mismo lapso, la inflación -medida por el Índice de Precios al Consumidor (IPC)- ha alcanzado cerca de un 20,5%. Este último dato, nos da indicio aproximado de la evolución de los costos de producción -incluyendo los costos salariales- durante ese período.

No es el único factor a considerar, puesto que también influye el comportamiento de la inflación en los países con los cuales Costa Rica comercia o aquellos con los cuales compite en el comercio internacional, como también habría que tomar en cuenta la evolución de la productividad (o sea, la evolución de la capacidad productiva de los países medida con base en el valor que, en promedio, se genera en una hora de trabajo).

Pero, aún haciendo abstracción de estas últimas cuestiones, el evidente desajuste entre la tasa de cambio colón-dólar y la evolución de los costos de producción, nos ayuda a entender porqué la caída del dólar les trae problemas a las mencionadas actividades productivas. Pero, sin duda, las afectaciones no son homogéneas, seguramente varían de un sector a otro, dependiendo principalmente de dos factores:

  • el peso relativo de los costos salariales en colones dentro del total de la estructura de costos,
  • y la significación relativa del “componente importado” (o sea, el valor aportado a la mercancía producida, por los insumos, equipos, maquinarias, etc. que son importados).

Para actividades -como es el caso de muchas pequeñas y medianas empresas turísticas o empresas exportadoras del sector agroindustrial- en las cuales los costos salariales en colones son relativamente altos, el efecto negativo será más significativo. Para las empresas de alta tecnología de las zonas francas, fuertemente intensivas en el uso de equipos, máquinas e insumos importados, y para las cuales el costo salarial en colones es relativamente menor, las afectaciones son seguramente más leves. En cambio, lo perciben con más intensidad las empresas de zona franca del sector servicios, cuyos costos salariales en colones son más significativos.

  • Empleo es, a fin de cuentas, el nombre del juego

Ya veíamos los riesgos para el empleo, derivados del proceso de gradual arrinconamiento que sufren las empresas y productores nacionales que producen para el mercado interno, derivado de importaciones que se vuelven más competitivas gracias a la baja del dólar. Como es fácil de entender, ese mismo riesgo se presenta en relación con estas empresas orientadas a las exportaciones y el turismo.

Tener presente estas amenazas al empleo, es seguramente el mejor antídoto frente a los cantos de sirena de quienes proclaman las ventajas para el “consumidor” derivados de la caída del dólar ¿Tiene sentido alegrarnos por la posibilidad de que resulte más cómodo endeudarse para comprar un auto del año o viajar al extranjero, cuando los empleos de miles y miles de personas están en peligro? Para ser “consumidor” primero se necesita disponer de un ingreso, y para tener un ingreso la gran mayoría de la gente requiere tener un empleo (excepto las personas muy ricas, que, mientras toman el sol a la vera de la piscina de su mansión, reciben en sus cuentas bancarias los dividendos de sus acciones, los rendimientos de sus inversiones en bonos de la deuda pública, o los pagos por alquiler de sus edificios de apartamentos y de oficinas).

Si la situación de revalorización del colón frente al dólar se vuelve crónica y se prolonga por mucho tiempo, ello puede tener efectos en términos de un proceso de desindustrialización de la economía. “Desindustrialización” no en referencia tan solo a la industria manufacturera sino, en forma más amplia, respecto de las diversas actividades productivas. Estas, eventualmente, sufrirían una contracción importante, cuando, a su vez, nuestra economía viraría hacia un sesgo importador especialmente agudizado.

Les mencionaré una anécdota, para ilustrar este último punto. La empresa Gallito, hoy día propiedad de la Dos Pinos, y que tradicionalmente producía confites y chocolates, recientemente ha empezado a comercializar galletas. Si usted lee la letra menuda en los sobrecitos de las galletas se encontrará con que estas son producidas en República Dominicana, no en Costa Rica. Sin duda la baja del dólar lo propicia, puesto que hace más rentable producirlas en aquella isla caribeña que en nuestro propio país, no obstante que ese es un sector manufacturero en el cual poseemos experiencia y conocimiento. A eso se refiere el concepto de desindustrialización, que conlleva un traslado al exterior de empleos que muchos costarricenses desearían tener a su disposición.

A la larga, todo esto resultaría económica, social y políticamente insostenible.

[i] La percepción popular, acerca del “alto costo de la vida”, que contrasta con las estadísticas que demuestran un movimiento deflacionario, no andan descaminadas. Los datos del INEC son correctos, pero también es correcta la percepción popular, puesto que los mismos datos del INEC demuestran que, a lo largo de muchos años (desde 2010), el poder adquisitivo de la población no ha mejorado. De ahí que persista una justificada sensación de que “la plata no alcanza”.

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Más allá de un tipo de cambio

Fernando Rodríguez Garro.

Fernando Rodríguez Garro
Coordinador del Observatorio Económico y Social
Universidad Nacional

La manifestación convocada para el 15 de mayo por un grupo variado de gremios de productores pone de manifiesto algo que en las aulas de economía rara vez enseñamos: los procesos de ajuste no son, ni de cerca, asépticos. La mayor parte del tiempo la economía recita la misma lógica, que cuando se presenta un desequilibrio las variables se ajustan de forma libre y resuelven ese desequilibrio hasta el punto en que la estabilidad retorna. Esto no toma en cuenta la realidad de todos los participantes de las distintas actividades productivos y lo sucedido actualmente con el tipo de cambio no es la excepción.

En primer lugar, debemos de entender que está produciendo la marcada revaluación que venimos observando desde hace meses. Ahí empieza el problema, pues a la fecha no tenemos claridad sobre lo que está pasando en detalle y cómo los distintos factores pesan en la evolución actual del tipo de cambio. Una pista para entender el asunto podría ser que hay varias fuentes de liquidez en moneda extranjera, que colaboran con la revaluación que hemos visto, desde un mejor comportamiento de las exportaciones, hasta más inversión extranjera directa, más financiamiento del gobierno en moneda extranjera, dinero proveniente de actividades ilícitas y movimientos de capitales especulativos, todo eso podría estar jugando.

El problema que tenemos hasta el momento es que no tenemos una explicación clara del BCCR sobre el comportamiento actual del tipo de cambio, o una manifestación clara de que no pueden explicarlo (lo que sería una mala señal en el contexto actual). La insistencia de las autoridades monetarias de que es el resultado de las condiciones de mercado parece dejar de lado que nuestro mercado cambiario es imperfecto, poco profundo y muy concentrado. Además, ¿será que abandonaremos a su suerte la fijación del tipo de cambio, si la variabilidad se mantiene de forma indefinida? Es una pregunta compleja, porque genera otras inquietudes, en caso de decidirse a intervenir: ¿en qué momento se haría?, ¿cómo?, ¿hasta alcanzar qué valor?, ¿qué va a pasar cuando lleguemos ahí?

Esa es mi primera preocupación cuando se analiza la propuesta de los grupos que se han visto afectados y que se manifiestan en esta ocasión, pues piden un tipo de cambio neutro, que algunos fijan en 615 colones por dólar. Claramente no debimos llegar donde estamos, ni debemos suponer que el problema se arreglará solo y sin consecuencias, pero la dificultad actual es que ya estamos ahí y movernos hacia un tipo de cambio que implique una devaluación tan marcada no tiene nada de neutro, sería una devaluación de aproximadamente 20% y sus consecuencias se sentirán sobre otros grupos y personas en nuestra economía.

Segundo, ciertamente tenemos un problema con muchos sectores productivos, pero esto no se produjo solo con la revaluación cambiaria, ni saldremos de esto con una depreciación como la señalada. Ver los procesos de ajuste como historias abstractas de algún libro de texto, de los que usamos para enseñar economía, nos hace olvidar que los perdedores de estas situaciones son personas y familias que se dedican a actividades vitales en el día a día de nuestra sociedad. La capacidad productiva perdida debe dolernos de forma importante y obligarnos a reflexionar cómo evitar esas salidas, porque en la realidad no existe esa “elasticidad” de transformación inmediata para cambiar de actividad económica, el que sale de una actividad tal vez no regrese a producir de forma definitiva y eso nos afecta a todos.

Si nos preocupásemos de los productores agropecuarios afectados por crisis y procesos de ajuste, tanto como lo hemos hecho globalmente por los bancos y los intermediarios financieros, otra sería la historia que estamos contando. Pero lo cierto es que no tenemos ni una política de estímulo y rescate de actividades productivas, ni estamos sopesando de forma apropiada las consecuencias de ver desaparecer de la actividad productiva a personas y familias del sector agropecuario.

Estas falencia de una política pública dedicada al sector agrícola, o incluso para los pequeños negocios del sector turístico, no se solventa con una devaluación, requiere más acción y propuestas. Si bien le podemos exigir al Banco Central más claridad para entender lo que está pasando, y un desarrollo adecuado de nuestro mercado cambiario, que propicie más competencia, más profundidad y más control de los grandes jugadores y de los movimientos especulativos, no es en el Banco Central donde debemos plantear la exigencia de políticas productivas claras.

Desde que empezó con más fuerza el proceso de apertura comercial le debemos al sector agropecuario una política clara para enfrentar una competencia más fuerte, proveniente de nuestros socios comerciales, muchos de ellos con políticas de estímulo muy sólidas. El anuncio de Coopeleche en días pasados, por ejemplo, sobre la salida de los negocios que venían realizando, es una muestra clara que caminábamos sobre el filo de la navaja, con un desenlace propiciado por la situación cambiaria pero que no nació ahí.

Por último, respetuosamente creo que debemos evitar simplificar el problema a un solo dato, la cotización del tipo de cambio. Eso tal vez funcione para algunos sectores y para grandes negocios, pero el sector agropecuario y los pequeños negocios requieren de recibir respuestas a otros problemas que siguen sufriendo. Se vienen cambios importantes en los procesos de producción, a fin de contribuir con una economía verde y resiliente ante el cambio climático, en ese contexto urgimos una política clara para evitar la lamentable salida de personas y familias de las actividades productivas agropecuarias.

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Impacto de la baja del dólar

Daniel Vartanián.

Daniel Vartanián, M.Sc.

Desde hace algunos meses surgió una nueva preocupación para los agricultores, los exportadores y los empresarios turísticos: se trata de la apreciación del colón o lo que es lo mismo, una baja en el tipo de cambio que pasó de ₡ 700 por dólar a sólo ₡ 500 por cada dólar. En términos simples, solamente por efecto de la variación en el tipo de cambio, los ingresos de quienes reciben dólares disminuyen en 25 al 30%. Pero esta condición no es igual para todos.

Agricultores

Quienes más sufren esta variación son los agricultores que producen para el mercado local. A la disminución de sus ingresos, disminuye la posibilidad de vender. Como resulta más barato importar, los agricultores locales que colocan su producción a través de grandes comercializadores que tienen la capacidad de vender productos en todo el país, enfrentan la competencia de bienes agrícolas importados y cada vez más baratos que esas mismas empresas comercializadoras ponen en las góndolas al lado de los productos locales. Solo una cadena de supermercados con cuatro formatos diferentes (conocidos como Walmart, Más por Menos, Maxi Palí y Palí) domina más del 55% de esta modalidad de ventas al detalle. Y otras cadenas de supermercados operan de la misma manera: si los precios locales no bajan al nivel de productos importados con costos de importación en descenso, difícilmente podrán ser tomados de las góndolas por parte de los compradores.

En las economías que buscan proteger el mercado interno probablemente se aplicarían políticas que fortalezcan a los productores locales ya sea mediante aranceles temporales a productos importados que compiten con productos locales o mediante impulsos al desarrollo tecnológico que facilite aumentar la productividad (medida en kilos o toneladas por hectárea) que conduzca a una mejora significativa en la competitividad de los productos de consumo local o destinado al mercado externo.

A modo ejemplo podemos citar el caso del principal exportador mundial de cebolla; es el caso de Países Bajos que compite en los mercados con Indonesia, a pesar de contar con poca extensión y un clima claramente adverso la mayor parte del año. Costa Rica también tiene condiciones de desarrollo tecnológico excepcionales, como es el caso de la producción de café (cada vez con mayor incorporación de valor agregado y una creciente comercialización de producto final, en sustitución de las exportaciones de café “verde” o “pergamino”);

de piña (somos el principal exportador mundial); banano (desde hace unos 10 años el precio mínimo al productor independiente, regulado en Costa Rica es tomado como precio de referencia en los principales países productores como Ecuador y Colombia) y aceite de palma, que duplicó su productividad desde hace menos de 10 años. Otros productos agrícolas podrían seguir este camino, si se contara con una política adecuada que priorice la seguridad alimentaria.

Lamentablemente los incentivos o promoción de la producción local siguen el signo contrario. Las empresas comercializadoras pueden y se incorporan al régimen de subsidios tributarios como el de zonas francas, que acentúa el peso de la carga tributaria sobre las empresas y sectores de menor tamaño relativo.

Exportadores

Desde la década de los años sesenta; es decir desde hace al menos 60 años, el discurso de temas económicos y sobre todo el régimen de incentivos, toma como un precepto esencial la “necesidad” de ampliar el mercado hacia el resto del mundo. A la sustitución de importaciones y el Mercado Común Centroamericano siguió la política que otorgaba Certificados de Abono Tributario a las exportaciones no tradicionales y a nuevos mercados, hasta el actual régimen de zonas francas que asigna subsidios que generan cada vez mayor desigualdad y proporciona empleo a menos del 10% de la población que podría integrar la fuerza de trabajo. Ni los “Ni-ni”, ni los inmigrantes, ni los desplazados al trabajo informal y al sector tradicional rural, tienen cabida en este sector que cada vez cuenta con mayores privilegios. En cambio, las pequeñas y medianas empresas que hacen un esfuerzo excepcional por encontrar mercados en el exterior a partir de sus propios recursos perciben menos ingresos como consecuencia de la apreciación del colón. Para este sector el aumento en la eficiencia y la competitividad se convierte en un imperativo sin los cuales difícilmente pueden permanecer en el mercado. La baja en el tipo de cambio acentúa la triste estadística del fracaso del 75% de los nuevos emprendimientos en menos de tres años que caracteriza a la economía costarricense. A pesar de algunos esfuerzos aislados, resulta insuficiente la política económica que facilite la maduración de proyectos productivos, que premie la apertura de mercados y compense el faltante de ingresos ante un menor tipo de cambio.

Empresarios turísticos

Probablemente un número significativo de pequeños empresarios turísticos sufre las mismas condiciones que los pequeños y medianos exportadores; con tarifas estables como las que se ofrece en diversas plataformas informativas y de promoción, disminuye el ingreso que perciben los hoteleros que tienen un esquema de costos basados en la moneda local: salarios, cargas sociales, seguros, mantenimiento de instalaciones, insumos alimenticios para atención de sus clientes, entre otros.

¿A qué responde la apreciación del colón?

Resulta notable que a pesar de los efectos adversos que provoca la apreciación de la moneda y del aumento en las importaciones que se ven favorecidas por un tipo de cambio más favorable, los saldos del comercio y particularmente de la Balanza de pagos, muestran un superávit que se expresa en niveles altos alcanzados por las Reservas Monetarias Internacionales, que superan los US$ 13.500 millones. Esto podría explicarse por un aumento importante del endeudamiento público frente a organismos multilaterales, el endeudamiento privado que se refleja en la Balanza de pagos, así como a la Inversión Extranjera Directa y otros componentes de las Cuentas Nacionales.

Adicionalmente cabe considerar que el paulatino abandono de controles aduaneros que en pocos casos se intenta revertir (v.gr. uso de escáneres), nos colocan frente a la posibilidad real de sobre facturación de exportaciones y de ocupación hotelera y subfacturación de importaciones, con el objetivo de legitimar importantes movimientos de capitales que buscan ser blanqueados.

Los excedentes de divisas que inciden en el tipo de cambio (al menos según los postulados teóricos) tiene el impacto favorable de contener la inflación, objetivo de política nada despreciable, aunque resulta notorio que el IPC no muestra una reducción de precios del 25% desde mediados del 2022 como podría haberse esperado y mientras tanto cualquier aumento en el tipo de cambio sí se refleja históricamente en aumentos de precios al consumidor.

Algunos sectores reclaman mayor intervención del BCCR para que aumente el tipo de cambio y así “ganar” la actividad exportadora. Tal vez una forma de intervención que podría tener un impacto positivo podría encontrarse no solo en acciones que mejoren la competitividad, sino también en la realización de pagos que reduzcan la deuda externa, y con ella el pago de intereses de la deuda. De esa forma los beneficios podrán ser compartidos.

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