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Etiqueta: Marcos Chinchilla Montes

Mi sobrina, Barbie y Gabo

Marcos Chinchilla Montes

Debo de reconocer que luego de la alharaca de vestimentas rosa relacionadas con el lanzamiento de la película Barbie, tanto en Costa Rica como a nivel internacional, no tenía la menor expectativa sobre los alcances de la misma.

La primera advertencia vino de parte de una de mis sobrinas, quién haciendo un resumen de la misma, trajo a colación los conceptos de machismo, patriarcado y misoginia; todo un logro comprensivo para una chica de quince años, formada toda su vida en centros educativos de naturaleza católica, y para rematar, viviendo en una sociedad que privilegia valores conservadores que cosifican y discriminan a la mujer.

El empujón definitivo para verla lo encontré en un video que me llegó por Whatsapp, en el cual una mujer del movimiento profamilia atacaba la película, y aducía que la misma procuraba destruir los valores de la familia tradicional.

Barbie plantea una ficción temporal y espacial que se enfrenta de manera violenta en varios planos con la realidad en la que nos desenvolvemos. En primera instancia, encontramos una sociedad material, perfectamente organizada alrededor de la protagonista, y en la cual dominan las mujeres hermosas y estilizadas, con una organización social superficial, inamovible, repetible todos los días.

En contraposición a ese escenario, el acercamiento de Ken a la sociedad humana, le hace copiar y disfrutar de los “mejores valores” del patriarcado, para imponerlos en Barbieland, mediante un supuesto proceso democrático (dicho sea de paso, manipulado) que terminaría beneficiando a los machos.

Barbie, la película, coquetea con algunas explicaciones y posibles soluciones al nefasto patriarcado, incluso hace una velada crítica a la sociedad capitalista norteamericana. Aunque, es insuficiente en explicaciones (léase a Simone de Beauvoir, Rita Segato o Judith Butler) hay que reconocer que para ser una comedia de cuño hollywoodense, se toma algunas libertades políticas de mal gusto para algunos de los sectores más conservadores: la mujer dueña de su cuerpo, de sus afectos, de sus proyectos personales, de su capacidad organizativa.

Barbie, la película, habría sido imposible en nuestras sociedades hace unos 15 o 20 años, lo que hace alusión a los limitados, pero decididos avances que el movimiento femenino ha venido alcanzado, pero que en cualquier momento pueden ser cercenados como de hecho ya ocurre en El Salvador, Estados Unidos de América o Polonia.

Tengo la sospecha que a diferencia del capítulo titulado “Lisa contra la Baby Malibú” (Los Simpson, 1994, quinta temporada), en el cual solo una niña aprovechaba el trabajo crítico de Lisa, esta producción cinematográfica influirá de manera positiva en millones de mujeres y varones, deconstruyendo así prácticas nocivas para el desarrollo de la humanidad. Sobre el particular, en 1992 Gabriel García Márquez externó una idea que tiene plena vigencia: “Lo único realmente nuevo que podría intentarse para salvar la humanidad en el siglo XXI es que las mujeres asuman el manejo del mundo (…) Sería, por primera vez en la historia, una mutación esencial del género humano (…) Pero, aunque solo fuera por eso, la inversión de poderes es de vida o muerte”.

Al final de la comedia, en esas reservas que permite la ficción, me encantó que Barbie, la muñeca, se convirtiera en una humana imperfecta, y que, de paso, se decantara por ser una chancletuda; el pensamiento crítico en plena construcción, tan necesario en una sociedad en que se exaltan la discriminación, el odio, la exclusión social, el individualismo, y el nefasto neo fascismo que ya toca a nuestras puertas.

Movilización e indisciplina policial

Marcos Chinchilla Montes

Este ha sido un gobierno de mucho efecto, pero poca inteligencia, desde el primer decreto malogrado que solo sirvió para hacer notar la incapacidad que tanto él como su equipo en Casa Presidencial tenían.

Sus errores se han venido acumulando de forma desenfrenada, aunque hay que reconocerle la capacidad que tiene para capitalizarlos, darles vuelta y finalmente invisibilizarlos, con el aplauso sórdido de las mazas que aún lo siguen.

Chaves chavacano ha sido un fiasco; no escucha, no negocia, pero lo mejor de todo es que no le importa: su ego patriarcal y machista se lo impide. Siempre atento a destruir la institucionalidad costarricense que tanto costó construir, que tantos réditos nos ha dejado a lo largo de casi ocho décadas; sin la menor duda, sigue siendo un excelente funcionario del Banco Mundial y su dogma neoliberal.

Chaves, el que casi muere por asfixia con un chop-suey de agricultores, sindicatos y otros actores políticos el pasado 29 de marzo, debe estar pasando esta noche una indigestión severa con la manifestación policial a las afueras de su apartamento en Curridabat y en otros lugares del país.

No se lo esperaba, como muchas otras personas tampoco lo esperábamos: que de pronto la disciplina policial se resquebrajara y exigiera su derecho a tener una vida digna: días de descanso, alimentación sana, equipo de trabajo, lugares decentes de descanso, salarios dignos. Casi en el nivel de insubordinación, varios policías sugirieron que la Fuerza Pública debía de quedar fuera de la Regla Fiscal y de la Ley del Empleo Público; tremenda y osada solicitud.

Conociendo a Chaves, en un primer momento asumió una pose de negación ante las manifestaciones policiales, posiblemente pensó que la policía llegó hasta su apartamento para agradecerle la nueva condición de precariedad en la que les sumió de la noche a la mañana. No obstante, en este momento se encontrará furioso, se preguntará cómo se atreven a contrariar sus decisiones.

Mañana o pasado cuando le toque resolver la compleja bronca que se le está armando, responsabilizará de la decisión al ministro de Seguridad, y en un coqueteo con los cuerpos policiales, procederá a despedirlo.

La policía nos dio una importante lección de movilización social, indisciplina incluida; puede que no tengan conciencia de clase, pero esta clase de luchas permiten avanzar en esa dirección; ojalá sepamos emularla, aunque le duela al exdiputado Carlos Ricardo Benavides.

Al margen. Y la ministra del MEP firmó un convenio con AmChan en la cual su prima, es presidenta de la Junta Directiva, desmiente que exista conflicto de intereses.

Brasil e intento de golpe de Estado

Marcos Chinchilla Montes.

Marcos Chinchilla Montes

Si bien la mayor parte de golpes de Estado de los que tenemos recuerdo en América Latina han tenido la activa participación de políticos y empresarios de derecha, militares, y su conjunción con la maquinaria política y fáctica de la Casa Blanca de los Estados Unidos de América; lo cierto es que esa articulación política ha experimentado una metamorfosis en las últimas dos décadas en nuestra región.

Ya no se requiere del decisivo empujón de los militares, aunque una vez establecido el golpe, el respaldo de estos será fundamental para sostenerlo. Y es que un golpe orquestado por los militares finalmente resta legitimidad y queda así registrado en la historia, además del derramamiento de sangre que implica y los procesos judiciales que eventualmente le supondrá a los represores.

Por otra parte, el papel de la Casa Blanca en muchos casos pareciera ser un tanto opaco, pero es innegable la confluencia de intereses que tienen con los golpistas; y a la postre, las acciones diplomáticas que desarrollan en muy pocas semanas terminan dándole sostenibilidad y legitimidad política a los golpistas. El fracaso con Cuba o el soberano ridículo que han hecho en Venezuela son excelentes muestras de que la virulencia golpista que estimulan no siempre acaba bien, y que se puede trabajar de manera sigilosa debajo de la mesa, siempre en pro de su limitada visión de democracia pero anteponiendo sus intereses hegemónicos.

Lo que si me resulta un logro indiscutible de la derecha en el presente, es el amplio trabajo mediático y la activa movilización social favorable al golpe de Estado que han orquestado, sea de manera blanda o violenta. Y no es que en el pasado no existiera -recuérdese Chile antes del golpe del año 1973-; pero lo que se experimentó con el golpe de Estado en Bolivia (2019) o el día de ayer en Brasil contra el gobierno de Lula, en el cual se manifestó de forma sostenida y violenta la activa participación de una parte de la ciudadanía, evidencia la constitución de una suerte de organicidad golpista que se ha instalado en el ADN de los movimientos de derecha de corte fascista de nuestra región, y que incluso se materializó en el asalto al Capitolio por la hordas trumpistas en el año 2021 y que también tuvo cabida en la intentona golpista reciente en Alemania.

En esa organicidad golpista se reúnen una serie de intereses que han sabido cultivarse, amalgamarse, posicionarse y sostenerse muy bien, incluso más allá de sus diferencias y banderas: antiderechos, iglesias cristianas radicales, anti ambientalistas, neoliberales, conservadores, anti ciencia, negacionistas, pro tenencia de armas, pro dictaduras, anticomunistas, antimigración, supremacismo blanco, extrema derecha, fascistas, etc. Un movimiento que adquirió vida y autonomía a partir de la violencia política y socio cultural derivada de la imposición capitalista del neoliberalismo, y que sin lugar a dudas se convierte en una severa amenaza a todo lo que represente democracia, derechos humanos, justicia, igualdad, emancipación social y sustentabilidad ambiental.

El panorama político es realmente complejo y sus consecuencias sociales y políticas presumibles.

La derecha golpista, cristalizada ahora en amplios sectores sociales que defienden sus intereses de manera violenta, incluso rechazando principios como la democracia, la legitimidad del sistema electoral, la división de poderes, o la integración social, suponen un reto de enorme envergadura para toda América Latina.
Los recientes golpes contra Evo, contra Castillo, contra Lula, o el intento de asesinato contra Cristina Fernández, son solo la punta del iceberg de un proceso político de mayor amplitud que ya se dibuja de manera amenazante en nuestro horizonte.