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Etiqueta: miedo

BEAU tiene miedo

Daniel Lara

No solo Beau tiene miedo, la sociedad estadounidense cruje entre el miedo y el odio. El mundo entero es una olla de grillos exaltados de miedo, odio, incomunicación, guerra, drogas, destrucción del hábitat y otra miríada de males. ¿Cómo no vamos a experimentar miedo todos los días ante un medio tan hostil? ¿Alguien puede sentirse exento de amenaza? ¿Qué provoca vivir con miedo? ¿Se beneficia alguien de los miedos de los otros?

Como si no fuera suficiente el miedo generado por los noticieros televisos de muchas partes del mundo, incluyendo los de la arcadia terrenal costarricense, este cinéfilo se contuvo por tres horas entre la pantalla y sus divertículos inflamados.  No es un cine que me atraiga y este comentario surge de la sorpresa que me provocó. Clasificada por la crítica como otra producción más de terror, género que al parecer motiva las dos anteriores obras de Aster, esta vez, con el pobre Beau, destila un surrealismo hiperbólico.

El miedo y su utilización es cosa tan vieja como nuestra presencia en la Tierra. Vivir con miedo nos aísla, nos encierra, entorpece la empatía y el buen juicio, no nos permite como individuos o como sociedad encontrar salida a los problemas. El miedo es el neurotóxico del animal ponzoñoso que nos devora sin que nos permita ninguna defensa. Lo utilizan los particulares en sus relaciones personales, los delincuentes, los políticos, las empresas y los estados.

Bien sabemos que el recurso del miedo es un instrumento de la biopolítica y que su uso faculta la entronización de prácticas económicas de extracción de riquezas mientras los despojados sudan de pavor. El cine como herramienta cultural de masas coadyuva en el estado de ánimo social necesario para que algunos se aprovechen y las mayorías tornen en esclavos sin cadenas. La necropolítica en el cine devino en negocio y en artimaña de dominio.

Estados Unidos y su cine tiemblan siempre de miedo, ya sea con los comunistas, los terremotos, los incendios en las torres, las plagas, los extraterrestres, los terroristas, los sicópatas, los carteles de la droga, los fantasmas. El miedo es una constante y el miedo deja réditos de taquilla y políticos también. Pero sí ésta fue la intención de Aster el tiro le salió por la culata, al menos esa es mi lectura.

Desconozco la intención última de Aster con esta obra, pero más allá de la exploración de las relaciones conflictivas entre padres e hijos – en este particular caso la tragedia afectiva entre una madre y su hijo (el laureado Joaquín Phoenix protagoniza magistralmente al hijo de una madre entre comillas) la tragicomedia rebasa lo íntimo y trasciende a lo social.

La historia: un hombre de mediana edad bajo tratamiento psiquiátrico emprende un viaje para reunirse con su madre y en el interin le suceden una serie de acontecimientos traumáticos – como sí ya no tuviera suficiente con la ansiedad que le genera el encuentro materno y los fantasmas horribles de su infancia y posteriores etapas de su vida – que, queriéndolo o no, nos revelan aspectos de la sociedad de las hamburguesas, de las balas y los miedos. Su viaje es a la vez un viaje por los intersticios sociales de una república que es cada vez menos pública y más mercancía.

Ese recorrido del protagonista por los escenarios de una sociedad también enferma causó mi sorpresa. Del terror estúpido a la reflexión sociológica no se pasa indiferente. Intencionadamente, o por mera serendipia, el guion de Aster revela los aspectos más reveladores de una sociedad putrefacta por el miedo, el odio, las armas utilizadas por doquier y en manos de cualquier fulano, las drogas – las lícitas y las que todavía no lo son – la violencia indiscriminada, la suciedad de las calles ocultas de las grandes ciudades, las gentes pobres ayunas de todo, la hipocresía sostenida  de un mundo feliz de cosas, el militarismo intervencionista urbi et orbi, la depresión de no solo de Beau sino de cientos de miles de personas, la estafa de psiquiatras y farmacéuticas, y la despampanante desigualdad social. El terror es reconocer la realidad de esa mítica tierra de oportunidades.

Beau vive en un barrio de mierda, en un edificio espantoso rodeado de todas las violencias imaginables, en contraste su madre ostenta una mansión que se la desearía la señora de la constructora Solís. En medio, la clase media, ese colchón que se desinfla cada vez más y que igualmente sufre de miedos, a los otros y a perder los chunches que atiborran su vida. Todos, en todos los estratos socioeconómicos, experimentan miedo, a la soledad, a la falta de comunicación asertiva con su prole, con sus vecinos, con sus propios fantasmas.

El estilo narrativo recurre a la estrategia surrealista y la misma rima muy bien con el surrealismo de la primera potencia mundial y su desgracia, la esquizofrenia de imaginar un un mundo ideal y la realidad de un basurero humano. Beau es muchas cosas a la vez y la suerte de su comprensión como espectador– tanto la del personaje como la de la sociedad en la que le toca mal vivir- pasa por abstraerse del ruido provocado por imágenes y situaciones atropelladas e inesperadas.

El cierre entre el mal o el bien, entre la madre y el hijo, entre los estadounidenses y su patria, no está claro, cada quien leerá con sus prenociones y prejuicios un desenlace a su gusto o capacidad de análisis. Joaquín Phoenix, el Jocker, el actor reconocido, vuelve a demostrar sus capacidades.

Guion, producción y dirección: Ari Aster

2023 / 179 minutos

Sala Magaly

Una nueva era política: de presidentes autoritarios (I)

Oscar Madrigal

En estas primeras dos décadas del siglo XXI la política ha estado caracterizada por la formación de líderes, presidentes o dirigentes autoritarios, o sea de hombres fuertes. (Por cierto, todos hombres).

Desde el año 2000 empezaron a surgir dirigentes o presidentes que políticamente no son considerados como dictadores o tiranos, sino que ocupan la dirección del Gobierno asumiendo posiciones autoritarias, es decir, ejerciendo el poder casi sin limitaciones y, consecuentemente, derribando oposiciones institucionales, tanto legales como físicas.

Así desde el inicio del siglo encontramos los gobiernos de Putin en Rusia, en China desde 2012 con Xi, en Europa en Hungría, Polonia, Checa, Turquía, en Asia en Filipinas antes con Dutarte y ahora con el hijo del dictador Marcos, en la India con Modi, Japón con Abe, en África en Etiopía, en Oriente Medio el nuevo reinado de Arabia Saudí o la presidencia de Netanyahu en Israel, en América Latina con Bolsonaro, en Centroamérica con Bukele, proceso este que tuvo su cenit con Donald Trump en USA. Las principales potencias mundiales están gobernadas por presidentes autoritarios, tales como Rusia, China, India, Japón, mientras en EE. UU. la influencia de Trump y el Partido Republicano son determinantes en la política estadounidense.

Parece ser la característica del mundo actual. Es una era donde el autoritarismo gubernamental es el elemento dominante.

Costa Rica no escapa a esta realidad.

Las características principales, aunque no únicas, de estos líderes son: (las resumo del libro “La era de los líderes autoritarios” de Gideon Rachman).

Muestran desprecio por las normas democráticas y están dispuestos a erosionarlas. Desprecio por el liberalismo y la adopción de nuevos métodos de gobierno.

“Hay cuatro características comunes al estilo del hombre fuerte: la creación de un culto a la personalidad; el desprecio por el Estado de derecho; la afirmación de que representan al pueblo real contra las elites (también conocida como populismo); y una política impulsada por el miedo y el nacionalismo”, se lee en el libro citado.

Ellos piden que se les considere indispensables, que solo ellos pueden resolver y salvar al país. Además, consideran que las instituciones y la ley se interponen en su camino para resolver los problemas y en este sentido la independencia del poder judicial ha sido su primer objetivo. Pero también se muestran incómodos e impacientes con cualquier institución que quiera mostrarse independiente. Los medios de comunicación son un blanco habitual de ataque.

Los líderes fuertes desprecian la institucionalidad, pero “aman al pueblo”; su estilo de argumentación política es el llamado “simplismo”, sea que existen soluciones sencillas para problemas complejos pero que se ven frustradas por fuerzas perversas.

Las bases políticas de estos líderes son en casi todos los casos las zonas fuera de las grandes ciudades.

Ariel Goldstein investigador argentino señala: “Esto se ha producido porque en el marco de la crisis del régimen democrático, de los partidos políticos tradicionales y de las elites gobernantes, las propuestas de derecha radical anti statu quo se vuelven atractivas como estrategia capaz de lograr desempeños electorales exitosos. Hay una demanda anti statu quo del electorado…”.

Está claro que el presidente Rodrigo Chaves se enmarca o quiere enmarcarse en esta nueva era. Más adelante volveremos en concreto sobre su gobierno. Por ahora solo queremos dejar esbozadas algunas características de esta nueva era política.

La profecía que se cumple a sí misma

Álvaro Vega Sánchez

Álvaro Vega Sánchez, sociólogo

Para ejemplificar la profecía que se cumple a sí misma, Robert Merton apeló al ejemplo de la falsa noticia que se difundió de la quiebra de un banco y, efectivamente, sus clientes, inducidos por el miedo a perder su dinero, lo quebraron al retirar sus ahorros. Retomaba el teorema de Thomas que dice: “cuando una situación se define como real, es real en sus consecuencias”. De esta manera, al definirse hoy que la Caja del Seguro Social está en quiebra, aunque sea mentira, bajo ciertas circunstancias, diría Merton, puede llegar a convertirse en verdad. Precisamente, esas condiciones se están dando desde el momento en que el Estado se ha venido resistiendo a saldar la deuda billonaria con la Caja y el ejecutivo dispara un discurso incendiario contra esta institución.

El discurso populista hoy, en el país más desigual y violento de los países miembros de la OCDE, anuncia quiebras y desplomes de la institucionalidad social con la clara intención de que se cumplan sus profecías y quiebre la Caja Costarricense del Seguro Social, las universidades públicas, el Instituto Costarricense de Electricidad, entre otras, y así como en cascada se derrumbe el Estado Social.

 El estado tiene que rendirse de rodillas ante el mercado, la única institución sacrosanta que puede salvar a Costa Rica. Traslademos las funciones públicas a instituciones privadas y florecerá la Costa Rica del Siglo XXI pujante, moderna y productiva. Este es el contenido del discurso político-religioso de la nueva derecha neoliberal que se viste de pueblo, habla en lenguaje pachuco y asume porte del “Estado soy yo”.

Este tipo de profecías son parte de la ideología del miedo, que tan buenos dividendos le ha deparado a una clase política cuyo norte ha sido destruir los logros alcanzados por la clase trabajadora en sus luchas sociales históricas, que desembocaron en la gran reforma de los años 1940 por el derecho al trabajo digno, la salud y la seguridad social.

Efectivamente, el arma del miedo se ha mostrado muy eficaz para minar las bases mismas del Estado Social de Derecho, cerrarle las puertas al diálogo ciudadano y conducir al país hacia una profundización de la polarización y el conflicto social. Más allá de la violencia criminal y delincuencial en alzada, se ha venido abonando el terreno para propiciar los antagonismos entre los diversos actores sociales y políticos. La convivencia democrática está siendo socavada por parte de un liderazgo político que ha perdido la mesura y la sabiduría para conjuntar a la ciudadanía, precisamente, cuando se agudizan los problemas de mayor calado, como los son la pobreza, la desigualdad y la inseguridad.

Si los problemas han alcanzado niveles críticos y desmesurados, más allá de este tipo de profecías populistas que solo distraen y postergan la búsqueda de verdaderas soluciones a esos álgidos problemas, deberíamos abocarnos a conjuntar a todos los sectores sociales, empresariales y políticos para crear una plataforma ciudadana que impulse acciones y medidas urgentes para sacar a flote la barca de la patria.

El miedo en el viento

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Las tomas eran elocuentes. Invitaban a la zozobra, la desconfianza, el rechazo. Un periodista de la sección de sucesos de un noticiero estelar seguía las huellas de quienes intentaban cruzar la frontera entre Nicaragua y Costa Rica para protegerse. Casi que al mismo tiempo que las autoridades fronterizas, intentaba atrapar él mismo con sus propias manos a quienes osaran cruzar a territorio costarricense y devolverlos hacia su país.

Eran tiempos de incertidumbre, de resguardo, de puertas adentro. La amenaza sobre el cuerpo blanco y sanitizado costarricense campeaba y una vez más era ubicada lejos de sus fronteras. En Nicaragua, el abordaje de las autoridades locales sobre la emergencia sanitaria no era el más adecuado y el manejo y la gestión de la información sobre la casuística, así como las medidas de prevención hacia la población, no garantizaban el cuido que por entonces sugerían las autoridades de salud global.

Eran las primeras semanas, los primeros meses desde que en marzo de 2020 se hubiera declarado por primera vez en décadas una pandemia de proporciones planetarias. Sus alcances, conforme avanzaban las horas, eran más amplios en términos de población afectada, territorios cubiertos e impactos a nivel social y económico.

La actitud del periodista costarricense, en realidad, reproducía lo que a nivel colectivo se experimentaba y se impulsaba como voz y prácticas sociales: había que endosarle a alguien, cual chivo expiatorio, la responsabilidad por el aumento de casos que a nivel local, y durante un largo periodo, había registrado una admirable estabilidad hacia la baja y el número de personas fallecidas se había mantenido en un mismo nivel durante semanas.

Todo cambió al registrarse una de las primeras olas pandémicas, denominadas así por las autoridades de salud pública del país. Entonces vinieron las medidas restrictivas y junto con ellas, el aumento de las percepciones colectivas sobre el cuerpo extranjero “que había venido a enfermar al nacional”.

Desde dentro, las familias nicaragüenses residentes o no, conformadas muchas de ellas con un carácter binacional, experimentaron uno de los periodos de discriminación y xenofobia que se recuerden a nivel contemporáneo, quizá solamente anticipado por una odiosa marcha nacionalista convocada en agosto de 2018 en la ciudad capital y que terminó con varias personas detenidas, armas de fabricación casera incautadas y una reacción de descontento de parte de varias personas sobre ese hecho, que indicaba una creciente construcción de discriminación en contra de dichas poblaciones.

Eran tiempos donde el miedo se acrecentaba y las estrategias de invisibilización, mimetización e integración se manifestaban como formas obligadas de contender el rechazo que circundaba en medios de comunicación, espacios públicos y redes sociales.

De sobre la forma en la cual las familias extranjeras, particularmente nicaragüenses vivieron este periodo en la sociedad costarricense, sus preocupaciones, sus afectos, anhelos y esperanzas, habla la novela Polen en el Viento, publicada el mismo 2020 por Uruk Editores, escrita por Rafael Cuevas, escritor y académico guatemalteco radicado hace ya varios años en Costa Rica.

Con una secuencia donde las subjetividades de los distintos personajes desarrollan la historia familiar de migración, inserción, acoplamiento social y laboral en la sociedad costarricense, la trama desarrolla como eje narrativo, los distintos momentos de construcción de la diferencia, el miedo como director de orquesta (al decir del poeta costarricense Ricardo Marín) y los desenlaces que seguramente experimentaron en realidad cientos de personas extranjeras en el país durante aquel periodo.

Uno de los principales argumentos esbozados por Cuevas es el del peso de la institucionalidad al momento de visibilizar con datos a la población extranjera. Algunas veces, muchas veces, por omisión e invisibilización a propósito; algunas veces, muchas veces, porque el peso de la exageración determina percepciones y acciones de política pública, como aquella infeliz directriz en los tempranos días de pandemia que obligaba a las personas extranjeras indocumentadas a recibir atención médica, acompañada de elementos de seguridad.

Es enero de 2023 y es una época de transición hacia lo que ciertamente podría denominarse “nueva normalidad”. Con una preocupante carga de casos en aumento por nuevos brotes, situación que seguramente permanecerá por años, continúa latente el registro, el sedimento del chivo expiatorio en la opinión pública costarricense. Por ello, novelas como la de Rafael Cuevas deben ser consultadas permanentemente como ejercicio de construcción de la memoria colectiva de este momento de la historia, para que la discriminación y la barbarie de creer que la blancura de la población nacional es señal de superioridad biológica y social, sea desterrada para siempre.

Segunda ronda: Triunfo del voto “Qué me da” sobre el voto “Caperucita Roja”

Edgar Chacón Morales

Segunda ronda: Triunfo del voto “Qué me da” sobre el voto “Caperucita Roja”. Conclusiones y … realidades que hablan en las urnas

                El sábado 2 de abril hice públicas algunas reflexiones bajo el título: El voto “Qué me da” y el voto “Caperucita Roja”.

Hago esta mención, porque las reflexiones que siguen, están en relación directa con esas otras (https://wp.me/p6rfbZ-hC4).

                Según los resultados de las votaciones del 3 de abril y contadas las papeletas depositadas en más del 90 por ciento de las mesas electorales, estos escrutinios daban a Rodrigo Chaves por ganador. Chaves 972.397 votos, el 52.89% y a José María Figueres Olsen 865.227 votos, el 47.11%.

                Las tres provincias costeras: Guanacaste 53.443 votos a Figueres y 66.747 a Chaves; Puntarenas 57.920 votos a Figueres y 89.256 a Chaves y Limón 47.381 votos a Figueres y 80.665 a Chaves.

                Las provincias de la Gran Área Metropolitana: San José 330.583 votos a Figueres y 315.359 a Chaves; Alajuela 157.321 a Figueres y 204.796 a Chaves; Cartago 120.991 a Figueres y 112.067 a Chaves; Heredia 97.588 a Figueres y 103.507 a Chaves.

                Con estos conteos ya se daba por ganador a Chaves: En Alajuela y Heredia y a Figueres en San José y Cartago. Este último, sólo ganó en dos de las siete provincias del país y Chaves en cinco.

                Siguiendo con las estadísticas, con muy poca diferencia Figueres ganó en San José y Cartago. Con alrededor de quince mil votos en San José y con alrededor de ocho mil votos en Cartago. Mientras que Chaves ganó en Alajuela con una diferencia de alrededor de cincuenta mil votos y en Heredia con una diferencia de alrededor de seis mil votos.

                En las provincias costeras, Chaves ganó en Guanacaste con una diferencia de alrededor de trece mil votos; en Puntarenas con una diferencia de alrededor de treinta mil votos y en Limón con una diferencia de alrededor de treinta y tres mil votos.

                Entonces Chaves ganó en las tres provincias más empobrecidas, olvidadas y abandonadas, con más votos “Qué me da”, que con votos “Caperucita Roja”.

                Por otro lado, en las dos provincias de la GAM que ganó Chaves, sumadas las diferencias, son mayores que en las dos que ganó Figueres.

                El dato relevante acá, es que en las cuatro provincias es notorio el aumento de los signos de pobreza, los datos sobre falta de oportunidades, entre otras evidencias de deterioro social, por lo que tiene elementos de acierto decir que aquí, también el voto “Qué me da” le ganó al voto “Caperucita Roja”.

                Esto es la realidad objetiva. En cuanto a los factores subjetivos, los mensajes de Figueres al voto “Qué me da”, fueron más demagógicos y sin asidero. Mientras que los mensajes de Chaves hacían alusión a tomar medidas dirigidas a bajar los fondos del Estado que “se van” en la corrupción, para crear oportunidades a los sectores marginados, para dar opciones a acceder a algo más que sus tres necesidades básicas: comida, vestido y habitáculo. Y agregar acá, tal vez para algunos, celular y signos externos de marca.

                Según un servidor de transporte público de taxi: “Sí, es que la gente piensa, y se lo digo porque aquí se sube toda clase de gente: Si el dinero de la corrupción sólo va a dar al bolsillo de los ricos, mejor que roben pero que venga a dar algo a nosotros. Porque Chaves no es ninguna “santa paloma”, también va a robar”.

                El voto “Caperucita Roja”, con sus miedos, con el susto sobre que Chaves va a terminar siendo un dictador de bigotito corto y pelo alborotado, no aportó lo suficiente para un gane.

                Tampoco alcanzó el juego de algunos personajes de entrevista, de “medios de comunicación” (que no son medios porque no median) de aquellos canales unidireccionales o correas de transmisión que sólo llevan des información en un sentido; esos a los que con desatino les dicen “prensa vendida”, sin saber que no es vendida sino parte del festín.

                El voto tradicional de saga, con actitudes irreflexivas y desinformadas, se apresuró a degenerar refranes y dichos. Esta población, fue capaz de transformar el refrán “Mas vale lo viejo conocido que lo nuevo por conocer”, primero en “más vale lo malo conocido…” y luego en “más vale ladrón conocido…”, esto desde la primera vuelta del 6 de febrero, no sólo ante la disyuntiva Chaves-Figueres. La dignidad ciudadana parece que fue escondida por un miedo irracional, el conformismo, o el desinterés por informarse.

                Aquí llegan al recuerdo cosas como: “Es que mi abuelita me hizo jurar que no iba a botar por otro partido”, sin reflexionar que esos eran los tiempos de Don Pepe y del Calderón Guardismo y no los tiempos de los que, con sus actos, han permitido que les llamen “Pinocho”, “Chemisillo”, o hasta “el hijueputa”, como uno de ellos lo admite y de otros que ellos mismos han patrocinado para convertirlos en azotes, para toda la población, que no es parte de sus grupos.

                Recuérdese que cuando Figueres quiso evidenciar a Chaves como acosador, éste lo desnudó como agresor y abandónico.

                Veremos si Chaves le sigue la pista al negocio de la energía privada, negocio de Figueres y otros. Tal parece que no.

                Por otro lado, lo que para unos y para Chaves mismo parece “trapito de dominguear”, para otros es una vergüenza: funcionario del Banco Mundial, una organización nefasta para pueblos y países empobrecidos, en lo que, entre otros, este organismo tiene responsabilidad.

                Algo o mucho, parece decir que el tiempo del PLUSC, cuando familias tenían un miembro en cada partido, sin importar cuál gana, está terminando, ufff.

                Así también, el voto que le dio la pérdida a Figueres, es aquel voto de quienes ya están hartos de tanta corrupción y descaro y de otros que, con pragmatismo dicen: “Y para mí cuando”.

                Ahora bien: Tanto Figueres como Chaves, los dos fueron a ofrecerse y pedir votos, a los “demonios de la Ideología de género”, los dos parecen congeniar los mismos intereses de servidumbre y propia servidumbre, ya se fueron a buscar entre ellos y se hicieron ofrecimientos mutuos y ya parecen delinear el camino: ellos ganan y los demás perdemos.

                Tiempo para reflexionar: con la mayoría del voto “qué me da”, podría pensarse en un trabajo, para que sea protagonista y no sólo la mayoría manipulada que pone la mano en los procesos de votación.

                Al voto “Caperucita Roja”, le queda entender que el miedo no es el mejor motor.

                Al voto tradicional de zaga, le queda preguntarse y responderse: ¿va a la zaga de qué o de quiénes?

                En fin, según aquellas palabras de Joseph de Maistre: “Cada pueblo tiene el gobierno que se merece”.

Abril de 2022.

Un Quijote “latinoamericanizado” en mosaico

SURCOS comparte esta serie de “El Quijote”, obra de José Luis Callaci.

«La realización de este mosaico, surge gracias a habilidades adquiridas en mis años juveniles y que ahora las retomo con algunos comentarios que considero necesarios hacer en tiempos de cambios y de grandes incertidumbres», señala Callaci.

«Mi Quijote “latinoamericanizado” lucha en tierras en las que dominan aún los tres Grandes gigantes: el miedo, la injusticia y la ignorancia. Tanta contradicción y desazón le abruma y se siente desconcertado. Pero no se ha quitado la armadura y sigue su camino hasta alcanzar esa estrella inalcanzable».

«La sombra del Quijote con su Rocinante denota cierto orgullo, voluntad y esperanza. Ambos personajes muestran que el mensaje sigue vivo, que las luchas y esfuerzos deben permanecer intactos porque los molinos aún siguen ahí», expone el artista. Le invitamos a ver las imágenes en la galería.

 

 

Y LA NACIONALIDAD… ¿COMO PARA QUÉ?

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

El pasado 19 de enero en pleno centro de la ciudad capital costarricense, se produjo un hecho que requirió la intervención policial.

En apariencia se trataba de un episodio en el que mediaba un arma de fuego e involucraba dos personas: el padre y su hijo. El evento término con la muerte del segundo en su propio vehículo, a manos de la policía destacada en el lugar.

El suceso ocurrió en una de las cuadras más concurridas de la capital en horas cercanas al medio día, situación propicia para que los noticieros de mayor alcance nacional dedicaran la apertura de sus emisiones o sus “portadas” como se suele indicar en el argot de producción televisiva, a informar en vivo lo que estaba ocurriendo.

Uno de los telenoticieros de mayor audiencia a esa hora acompañó su transmisión en vivo con videos que fueron tomados por personas-testigas de lo ocurrido, los que mostraban dicho sea de paso a decenas de personas con sus teléfonos celulares grabando o sacando fotografías del evento, que seguramente hoy circulen como tendencia o continúen siendo “viralizados en redes sociales”.

Ante estas nuevas formas de intermediar la realidad, solo se puede pensar en la hiperespectacularización de lo cotidiano, la ausencia de sensibilización ante el sufrimiento del otro o la otra y la banalización como acto central en la construcción de sentido de los eventos que se presencian.

De esto hablaremos en próximas reflexiones, al igual que la acción policial a todas luces errática, así como el tema de la deteriorada salud mental en la población costarricense.

Lo que quisiera compartir ahora es cómo una vez más algunas ideas son materia de un burdo tratamiento informativo. En esa misma emisión noticiosa y en un intercambio entre periodista y director en estudio, este último consultó si era conocida la nacionalidad de los involucrados en el hecho.

Esta sola consideración sugiere análisis extensos sobre construcción de la noticia, el miedo como premisa de contenido y la presunción de que en todo acto violento o de inseguridad, tiene que estar presente, si o si, una persona extranjera.

Si algo ha quedado en evidencia en estos dos años ya de pandemia es la asociación entre riesgo y extranjeros como una fuerte idea a través de la cual trazar hipótesis y explicaciones. Lo mismo ocurre con el tema de la inseguridad.

Hemos insistido desde esta columna en propiciar mejores lecturas, centradas sobre otras formas posibles de informar donde no medien percepciones ni presunciones de sospecha. La sola pregunta sobre la nacionalidad es prescindible porque no suma en la ecuación explicativa sobre el hecho en sí. Entonces ¿para qué lo hacen los medios?

La convivencia colectiva sigue siendo un asunto pendiente, que, dicho sea de paso, exige entre otras cosas discreción, respeto, sensibilidad. Empecemos por alguna de las tres. La última, si les parece.

¿Les parece?

LA IRA DE MAIGRET

José Manuel Arroyo Gutiérrez

Bajo este título, el famoso escritor de novelas policíacas Georges Simenon, nos relata un interesante caso más de su saga, con la particular anécdota de que su personaje estrella, el inteligente y sagaz comisario Maigret, descubre que un exitoso abogado está exigiendo a sus clientes que deben pagar, además de sus honorarios, la supuesta mordida correspondiente al susodicho agente de policía. Con estas maniobras, el pillastre se asegura dos cosas: impresionar a sus clientes por el poder y las influencias que dice tener y, de paso, sacarles más dinero. La reacción del inocente Maigret, que se sabe íntegro y honrado, además de leal y sacrificado funcionario público, resulta en un enojo tan virulento como justificado, tanto, que termina dando título a la obra.

Literatura aparte, el tema es tan antiguo como la criminalidad misma. El mafioso sabe que una de las estrategias clave en su “trabajo”, es asegurarse de que la gente termine creyendo que todo y todos están tan podridos como él. Alardea de sus influencias, reales o imaginarias; procura infundir “respeto” –que más bien es miedo- dejándole claro a cualquiera que puede manipular los más grandes poderes y obtener –para bien o para mal- lo que se proponga. Es capaz de decir que es el amante de la jefa, que fue a la escuela con el jefe, que ya habló con el de más arriba, que ya compró a los que deciden, que el jerarca almorzó con él la semana pasada y que todo está arreglado… en fin, es capaz de desplegar la estrategia de la mentira y la difamación para conseguir sus viles objetivos.

He vivido en carne propia este tipo de experiencias. Hace ya muchos años, integrando el Tribunal Superior Penal de San José, nos notificaron desde la administración penitenciaria, que un preso aseguraba que pronto saldría en libertad porque ya su abogado había pagado a cada juez la suma de cincuenta mil colones. La indignación que este tipo de rumores provoca es inmensa, sobre todo en personas cuyo único capital ha sido el trabajo honrado. También me tocó ser testigo, a lo interno del mundillo judicial, de la auto-promoción de alguna o alguno que presumía de tener cercanía -a veces íntima- con algún importante jerarca. De nuevo se evidenciaba la manía de impresionar, causar temeroso respeto, procurar blindajes, más allá de la verdad o falsedad de aquellas afirmaciones.

Por eso, la mínima prudencia aconseja tener claro que no basta la palabra, el mero dicho del fanfarrón, del bombeta, o del mafioso, así se trate de afirmaciones capturadas en investigaciones policiales formales. Nada nos puede asegurar que, sabiendo que lo escuchan, el sujeto investigado despliegue sus tácticas difamatorias. Cualquiera de estas cuestiones tiene que estar apoyada, entonces, al menos por otros elementos de juicio que puedan respaldar, corroborar o remitir a fuentes alternas que den sustento a los dichos del interesado.

Particularmente importante es tener en cuenta todo esto en un clima de alarma o conmoción social por el destape de hechos delictivos graves. Vale tanto para el homicidio o la violación, como para la corrupción público/privada.

Es vital para la sanidad del orden democrático y de derecho que los medios de comunicación y las redes sociales conserven un mínimo de recato para no incendiar la pradera. No se vale aprovechar la indignación popular para cobrar facturas viejas o distintas. Desgraciadamente, la responsabilidad no parece estar guiando la conducta de quienes más prudencia debieran exhibir. No deja de llamar la atención que se filtren y trasciendan detalles secundarios de las investigaciones, que aluden a personas completamente ajenas, cuando las autoridades y el público deberían estar atentos a los hechos ilícitos centrales.

Antes de salir en turba, antorchas en mano, y encender las modernas hogueras, deberíamos respirar hondo, contar hasta diez y depositar en las instituciones la aclaración y definición de cualquier evento traumático.

NUBES TÓXICAS

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Hace algunas semanas fui invitado a compartir reflexiones en una institución de secundaria en Costa Rica, en el marco de las conmemoraciones del bicentenario. El tema propuesto fue la xenofobia y sus impactos en la sociedad costarricense.

Cuando un tema así debe ser abordado, hay que movilizarlo desde la subjetividad misma, acercarlo a la experiencia y vida cotidiana para observar cuánto de lo que se hablará le atraviesa a la persona, para entonces desde allí impulsar contenidos pero sobre todo despertar las diversas formas de contener y detener la problemática.

La xenofobia, hemos dicho en otros momentos, es el miedo y el odio al extranjero y se cruza con contextos de excepcionalidad como los que actualmente experimentanos, con la aversión de clase muy profunda.

El temor y el rechazo a la persona pobre se mezcla con los propios miedos a “caer” en esa condición particularmente en tiempos en que la crisis social y económica ha empujado a cientos de miles de personas a la informalidad, el desempleo y la inanición.

Sea como sea, la xenofobia alimenta discursos exhacerbados, prácticas eufóricas y rituales de rechazo que se convierten en fuente de violencia simbólica y a menudo física.

Como ocurrió en la ciudad chilena de Iquique al finalizar el mes de setiembre, cuando colchones y juguetes pertenecientes a migrantes venezolanos sin hogar fueron quemados en una manifestación organizada que protestaba por su presencia en campamentos en espacios públicos de la ciudad. El hecho fue protagonizado por algunos grupos de exhaltados que llevaron su actitud hasta ese punto.

Ya en Costa Rica en agosto de 2018 habíamos presenciado un fenómeno xenofóbico parecido al ser convocada una marcha para sacar a nicaragüenses de espacios como parques de la capital. El episodio estuvo a punto de tener consecuencias dramáticas si no interviene la policía local.

Con la consigna de impregnar en el cuerpo de las personas estudiantes participantes en la charla estos temas, les lancé a las muchachas y los muchachos una pregunta inicial: “nombre una palabra con la cual haya sido discriminada o discriminado alguna vez”.

La nube de palabras fue formándose y conforme iba tomando un tamaño importante empezaba a reflejar un conjunto de ideas que en lo cotidiano podrían pasar como el lenguaje propio de las relaciones de personas adolescentes.

Pero puestas en contexto de sus impactos, de lo que van resultando para la vida, la identidad y la fortaleza de esas mismas personas, resultan una clara llamada de atención acerca de la construcción de procesos de discriminación que el lenguaje diario va creando. La conversación posterior con ellos y ellas confirmó dicha apreciación.

Es importante no desconocer la forma como interpelamos, desde estructuras de poder, de humor mal intencionado, de deseos de hacer sentir mal al otro, a la otra y trabajar revirtiendo sus efectos. Es necesario disipar esas nubes tóxicas de discriminación y desapego, en procura de mejores experiencias de convivencia.

¿Es solo la economía lo que se debe reactivar?

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Minutos antes de conversar en un espacio sobre arte y cultura que desarrollo de forma habitual en redes sociales, el poeta, periodista y promotor cultural colombiano Miguel Iriarte me actualizaba la dimensión clara y humana del impacto de la pandemia en su país.

  • “Hoy han fallecido 500 personas”, me dijo.
    Lo interrogué: –
    “¿Solo hoy?”
    Si, confirmó.

De inmediato le comenté sobre lo que ha sido abril y mayo en Costa Rica, un país tan construido sobre una narrativa de la excepcionalidad y la superioridad biológica. Ya esa narrativa ha ido dando paso a otras construcciones discursivas sobre la necesidad de un nosotros contingente, necesario para salirnos del impacto institucional, sanitario y social en el que estamos sumidos.

Pero ese nosotros no es para nada fácil. Las dimensiones humanas de la tragedia son tales que no permiten ni siquiera tener una conversación pública y relajada sobre las implicaciones de decisiones tomadas sobre la suspensión presencial y virtual del curso lectivo en el sistema educativo costarricense, los efectos de medidas parciales en materia de movilidad y otras acciones tomadas para tratar de frenar el aumento exponencial de casos positivos.

Todo ha sido dramático en Costa Rica, hasta la forma en que tratamos de dialogar sobre estos temas. No nos estamos escuchando porque simplemente no hay comunidad ni imaginada ni construida posible que pueda hablarse, luego de 40 años ininterrumpidos de proyecto sociocultural orientado al individualismo, la competencia y el mercado como orientador de lo social.

Al momento de escribirse esta nota, se contabilizan 3.962 personas fallecidas según datos oficiales emanados por el Ministerio de Salud costarricense. Son 3.962 historias, biografías, vínculos familiares y afectivos que han partido sin tener el ritual de la despedida por parte de los suyos.

Ambiente COVID-19 en San José. Mercado Central

Mucho se ha dicho ya sobre la necesidad de reactivar la economía. Pareciera ser un discurso necesario, único. Pero en medio de un modelo que justamente privilegia lo económico por sobre lo humano, se ha dejado de lado la dimensión psicosocial y subjetiva que debe restituirse primero, para después reactivarse. Es necesario comprender que una economía con subjetividades vaciadas y con miedo, no funciona ni garantiza igualdad y equidad.

Pensar entonces en reactivar lo humano, pasa por algunas interrogantes:

¿Cómo serán los encuentros sociales a partir de ahora, los abrazos, las conversaciones? La confianza en el otro, la otra, ¿será la misma? ¿Cuál política pública será implementada para reactivar de forma inmediata el afecto y la certidumbre?

En días recientes se promovió en Costa Rica una campaña llamada “Frenar la ola” orientada a concientizar acerca de la necesidad del cuido personal para minimizar el impacto de una fuerza pandémica incontenible, que está ganando la batalla a la institucionalidad en salud en el país.

Para quienes hemos perdido familiares, amigos, conocidos en estos días una acción así cuenta en lo socioafectivo. Algunas voces intelectuales y académicas han mirado con desdén esta iniciativa, pero yo la defiendo como acción restaurativa de lo emocional. Urgen propuestas que se ocupen de esa otra dimensión tan necesaria para la vida: la del sentido y el afecto sobre la racionalidad economicista.

Durante las primeras semanas de contingencia sanitaria en el 2020, las investigadoras Silvia Citro y María Luz Roa, pertenecientes a un equipo interdisciplinario de Antropología del cuerpo y la performance, con sede en Argentina, ya advertían sobre la urgente necesidad de reinscribir nuevas dinámicas subjetivas e intersubjetivas para contender como colectivo las trampas de discursos basados en el restablecimiento de los cuerpos y las economías:

“Construir desde lo colectivo, nuevas artes de re-existir, nuevas micropolíticas colaborativas que nos devuelvan la forma de ser sujetxs alegres y ya no sólo vectores, que brinden abrazos virtuales y no sólo enfermedades. No se trata sólo de entretenernos como pasa-tiempo, sino de entre-tenernos para re-existir con otrxs y vivir-en-el-tiempo”. (Recuperado de https://latfem.org/pandemia-yo-me-quedo-en-casa-pero-en-communitas/)

Quizá sea el momento de reescribir ciertos contratos donde lo importante no pase por la contabilización y el mercado. Existir para encontrarnos pareciera ser esa nueva promesa civilizatoria a la que debemos apostar como humanidad, como país. Esto pasa necesariamente por redibujar las arquitecturas de la política, el arte de la convivencia, el rigor del sentido comunitario. Nos desafían los tiempos.

Imágenes: informa-tico.com y Semanario Universidad