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Etiqueta: OTAN

Instrumentalizan Palestina para atacar a Rusia

Pablo Hernández

¿Cuántos periodistas rusos ha matado la OTAN y Zelenski en la guerra y cuántos civiles incluyendo niños mató Zelenski en las provincias que no aceptaron el golpe de estado de 2014? Tres mil cuatrocientos cuatro en cifras de la ONU certificadas cuando el gobierno pronazi de Zelenski inició la guerra contra el Donbás. Y sobre los periodistas, la cifra de al menos 17 periodistas y personal de medios rusos fallecidos se mantiene, según los últimos reportes de la Unión de Periodistas de Rusia (mayo de 2024). Esta lista incluye a empleados de medios estatales y freelance.

Un ejemplo de freelance incluido es Rostislav Zhuravlev (Ростислав Журавлев), de la agencia RIA Novosti, fallecido en julio de 2023 en el frente de Zaporizhia.

En atentados terroristas dentro de Rusia: La cifra debe corregirse a 2 figuras mediáticas prominentes, según las investigaciones rusas:

1. Daria Dúguina (agosto de 2022)

2. Vladlen Tatarsky (Maxim Fomin) (abril de 2023) y esto que son datos a 2024 nada más.

Ahora BBC lanza un corto denunciando la muerte de periodistas, pero manipula con una información propia falsa y tendenciosa de que Rusia ataca civiles y rescatistas.

Los guerreristas de doble rasero que denuncian Palestina, pero no hablan de los ataques a población civil y actos terroristas del ejército ucraniano que se enorgullece de los batallones Azov y similares de » Bandera » nazis declarados y que secuestraron población civil cuando invadieron Kursk que hasta ahora están intercambiado por soldados rusos.

Ucrania, Rusia y Estados Unidos en el espejo de Alaska

Vladimir de la Cruz

El escenario internacional sigue siendo oscuro. Entre la región de Palestina, y el genocidio diario que se realiza en Gaza, por el gobierno de los carniceros de Israel y sus aliados internacionales, y la guerra en Ucrania, provocada por la OTAN, Europa se cubre con un gran paraguas, a modo de una gran espada de Damocles, bajo un peligro de guerra inminente, casi inevitable, totalmente omnipresente, sobre las naciones de la Unión Europea, que están entre esos extremos como la parte interna de ese sándwich político y geopolítico, pasto principalmente de los intereses económicos y geopolíticos militares que allí actúan.

Recordemos que Europa es toda la región desde Portugal y España, al extremo de la Península Ibérica hasta la Rusia que limita con los Montes Urales, que fue el más importante escenario de la II Guerra Mundial.

Una guerra actual, de características europeas, dentro de ese contexto geográfico, es sin lugar a dudas, una guerra que calificaría por sus impactos y consecuencias en una verdadera III Guerra Mundial, que podría tener la característica de una Guerra Mundial Atómica de Baja Intensidad, donde probablemente se utilizarían bombas atómicas similares, en su capacidad destructiva, a las que fueron lanzadas criminalmente, por los Estados Unidos, contra las ciudades de Hiroshima y Nagasaki el 6 y 9 de agosto de 1945, cuando no era necesario ese uso de armas atómicas, en ese momento final de la participación del Imperio del Japón en aquella guerra, lo que sirvió para disuadir al mundo de la nueva época que iniciaba, la época de las guerras atómicas o nucleares.

Hoy, una guerra así desarrollada tendría un alcance global, trascendente a Europa, al norte de África y el extremo oriental del Asia. Sería una guerra que inevitablemente alcanzaría al continente americano, donde nunca, en las dos guerras mundiales así conocidas del siglo XX, ha caído una sola bomba, ni ejércitos han desarrollado combates de ninguna especie.

La sola amenaza de participación de la OTAN en el conflicto de Ucrania ha provocado que Rusia declare que esa participación, si se llega a concretar, sería una guerra de la OTAN contra Rusia, por lo que Rusia tendría el derecho de actuar en respuesta contra los países europeos que así se comprometan. Así lo ha declarado y hecho saber reiteradamente el presidente ruso, Vladimir Putin.

Putin no ha dicho (pero es obvio que también así actuará) será una guerra contra Canadá y Estados Unidos que son países integrantes del Pacto de la OTAN.

En la II Guerra Mundial Hitler ordenó que sus submarinos actuaran hundiendo barcos en puertos latinoamericanos y del Caribe, como lo hicieron, para obstaculizar el apoyo en armas, comestibles y el traslado abastecimientos en general, que desde América se hacía para las tropas que combatían a las fuerzas fascistas y nazistas.

En una situación actual, todos los puertos y aeropuertos de la costa Atlántica de los Estados Unidos, y de Canadá si fuera necesario, serían atacados con misiles transcontinentales y, si a eso se llegara, se haría con bombas atómicas de baja intensidad, para evitar cualquier suministro de material militar a las tropas que estuvieran combatiendo contra Rusia. Nada sería seguro. Hasta el Canal de Panamá se volvería un objetivo estratégico para evitar el traslado marítimo de armas y pertrechos de guerra desde la costa pacífica de los Estados Unidos usando el Canal de Panamá para ir a Europa.

El control geopolítico, territorial y militar que el presidente Trump ha señalado, que quiere desarrollar (como ya lo está haciendo) en Panamá, es parte de esta estrategia, en esa posibilidad de un conflicto armado de esta envergadura. De manera que, si allí fuera necesario, también tendrían su dosis de bombas atómicas de baja intensidad.

Hiroshima y Nagasaki son el testimonio de que la Humanidad se puede destruir a sí misma, en dosis pequeñas o en grandes dosis según sea la necesidad de la confrontación.

Las bombas «Little Boy» y «Fat Man», utilizadas en esas ciudades hoy son juguetes de niños, comparadas con las que se han desarrollado mundialmente, que están producidas y almacenadas en más de 10.000 artefactos de ese tipo, y de distintas magnitudes de explosión, por los países productores de armas y armas atómicas.

En aquella guerra, Estados Unidos anunció que esas armas nucleares habían sido usadas en combate. En una guerra actual se volverían a usar, con la misma justificación de armas de combate, con la gravedad de que esas armas circulan en varios países, que hoy están involucrados territorialmente en los escenarios donde están los focos de guerra calientes.

Las bombas de Hiroshima y Nagasaki tuvieron un impacto devastador en las zonas donde fueron lanzadas, con un impacto de muerte de poco más de 400.000 personas entre ambas. Antes del lanzamiento de las dos bombas atómicas Estados Unidas había bombardeado 67 ciudades japonesas. Las atómicas de Hiroshima y Nagasaki se lanzaron afectando áreas de 5 a 10 kilómetros de ancho.

La justificación del uso de armas atómicas para poner fin a una guerra sigue siendo válida para los guerreristas. La lucha internacional contra el desarme nuclear no ha sido suficientemente válida en estos últimos 80 años.

La detonación de bombas atómicas tiene también la consecuencia de envenenamientos por radiación, desarrollo de leucemias y otros cánceres.

Hay guerras recientes, de las últimas décadas, donde se han hecho caer más bombas que las lanzadas en la II Guerra Mundial.

Si las bombas atómicas de 1945 se lanzaron con el objetivo de hacer rendir al Imperio japonés, el lanzamiento de bombas atómicas hoy sería para acabar con un gobierno, con un sistema político, con una nación, un país o un gran territorio.

Después de Hiroshima y Nagasaki se han lanzado, a modo de prueba, más de 2000 bombas atómicas o nucleares como pruebas de las armas atómicas en desarrollo y producción.

Se estima que China, Francia, India, Israel, Corea del Norte, Pakistán, Rusia, el Reino Unido y Estados Unidos tienen almacenadas más de 12.500 armas nucleares.

El presidente Trump se ha empeñado en acabar con la guerra en Ucrania, pero no así con el genocidio israelí en Gaza, donde han apoyado las acciones criminales del ejército y del gobierno israelí, y ha apoyado las incursiones militares de Israel a Irán y a Siria, aparte de los otros apoyos que sostiene en otros conflictos militares en África y los que quiere desarrollar en el Caribe.

Elemento importante para desarrollar armas nucleares es el uranio, que se encuentra principalmente en Australia, con las mayores reservas, Kazajistán, Canadá, Rusia, Siberia, la Antártida y Groenlandia, donde Trump ha puesto el ojo de la apropiación territorial.

En América Latina no hay uranio ni países con armas nucleares, pero no estaríamos al margen de una guerra de esta naturaleza. Nos alcanzaría en todas sus consecuencias.

El uranio como elemento natural es más abundante que el oro, la plata o el mercurio, parecido al estaño y poco menos que el cobalto o el plomo.

20 países concentran las principales minas de uranio y, de ellas, 10 minas producen casi el 60% del uranio mundial. Las minas se encuentran en Canadá, Australia, Namibia, Rusia, Níger y Kazajistán. La reserva de uranio mundial se estima para los próximos 100 años, de acuerdo con la Agencia de Energía Nuclear y del Organismo Internacional de Energía Atómica. Mundialmente hay cerca de 500 reactores nucleares en funcionamiento.

La reunión, de pocos minutos, del pasado viernes 15 de agosto en Alaska, entre Trump y Putin, que solo alcanzó para saludarse, darse la mano y ni siquiera almorzar, evidenció que a Trump y a Putin les preocupa la guerra de Ucrania, y las consecuencias más amplias que puede tener.

Trump con gran sentido de la realidad política de la situación de Ucrania reconoció que Ucrania no está ganando la guerra, que Ucrania la está perdiendo, que el avance de las tropas rusas es de varios kilómetros por día, que el ejército ucraniano muestra importantes señales de cansancio y abatimiento, no solo físico sino también moral y de capacidad y compromiso de combate, que el control territorial ruso es cada día mayor, casi el 20% del territorio de Ucrania.

Reconoció Trump también, que por encuestas hechas por Estados Unidos, realizadas a la población de Ucrania, casi el 90% desea que la guerra se acabe, y que están de acuerdo con el dominio ruso de los territorios que tienen bajo su control, que además son de una población rusa superior al 90% de sus habitantes.

Trump atendió las peticiones rusas de que Ucrania no entre como miembro a la OTAN, que no se establezcan bases militares de la OTAN en territorio ucraniano, que se acaben las manifestaciones nazi fascistas en la administración política ucraniana, que los territorios en poder ruso así se quedan y que no habría intercambio territorial con Ucrania de regiones rusas.

Putin fue claro en señalar que el apoyo militar de la OTAN a Ucrania comprometía a esa organización en el conflicto, y que de llegar a participar con efectivos militares entendería que es una declaración de guerra que tendría sus consecuencias sobre los países que con la OTAN participaran, originando una escalada militar más amplia, ya en el escenario de casi una III Guerra Mundial.

Trump no pudo imponer su deseo de un “alto el fuego”, considerando que lo correspondiente es un acuerdo de paz, que es lo que más fácilmente se puede lograr, aceptando las condiciones establecidas por Putin.

Trump dijo claramente: “La mejor forma de terminar la horrible guerra entre Rusia y Ucrania es ir directamente a un Acuerdo de Paz, que terminaría la guerra, y no a un simple acuerdo de alto el fuego, que en muchas ocasiones no se puede sostener”. Por ello la salida rápida de Trump de la reunión y la convocatoria urgente que hiciera para la reunión, en Washington, el pasado 19 de agosto con Zelenski y algunos líderes europeos en la Casa Blanca.

El enfrentamiento militar Trump reconoció que puede durar hasta principios del próximo año, con las dificultades que el invierno europeo puede ocasionar a las tropas ucranianas, especialmente.

De nada le valió a Trump tratar de impresionar a Putin con las maniobras aéreas que hiciera sobre su cabeza, sin quitarle la alfombra roja con que lo recibió.

Trump reconoció sus dudas sobre continuar dando el apoyo a Ucrania, sin Europa, puesto que Ucrania en este momento pasa su peor situación de fragilidad y debilidad. Los avances rusos en Donetsk y Pokrovsk son contundentes.

Trump y sus militares, como la sabe la OTAN, los rusos han duplicado sus ataques aéreos y han logrado alcanzar bajo control más de 3500 kilómetros cuadrados de territorio. Ucrania se ha retirado del territorio ruso de Kursk, porque no lo ha podido sostener.

Las garantías estadounidenses para Zelenski y Ucrania se agotan. Por eso Trump declaró después de la reunión de Alaska que “Ahora le toca al presidente Zelenski lograrlo”. Esa guerra le ha costado a Estados Unidos desde Biden hasta Trump, casi los 500.000 millones de dólares y a la Unión Europea le va costando casi los 150.000 millones.

La guerra en el interior de Ucrania ha atado al gobierno para las correctas tomas de decisiones. A Estados Unidos, a su presidente Trump, pareciera ya no importarle Ucrania para darle garantías de seguridad ni al gobierno de Zelenski. Le interesa a Trump también participar de la explotación de las tierras raras que hay en Ucrania, unas en territorios que están en poder de los rusos ahora, y otras en las cuales quiere participar directamente.

La reunión de Alaska se repetirá en Moscú, sobre el reconocimiento real de la posición de fuerza y de la realidad que tiene Rusia en esa región.

Ucrania y los guerreristas europeos tendrán de ceder para lograr una paz efectiva.

Ningún otro país europeo está siendo amenazado por Rusia, pero Rusia se defenderá de cualquier país europeo o miembro de la OTAN que participe perversamente en ese conflicto, que considere con ello que le ha declarado la guerra. Y, con ello, se puede abrir la válvula de la III Guerra Mundial de Baja Intensidad. ¡Ojalá que esto no ocurra!

Publicado en MEER y compartido con SURCOS por el autor.

“Good afternoon, dear neighbour”

Gilberto Lopes
San José, 19 de agosto de 2025

El saludo de Putin al presidente norteamericano, cuando se encontraron al pie de los aviones que los llevaron a la cita en Alaska, el pasado viernes, 15 de agosto, revela el secreto de un cambio que la cita resume.

Pese a que son dos países vecinos, la historia los ha tenido de espaldas. Es poco frecuente verlos como vecinos. Ha sido más común verlos enfrentados, mirando, cada uno, hacia Europa.

El “buenos días” de Putin a su vecino hizo que, de repente, la historia coincidiera con la geografía. Cosa que hasta entonces no ocurría. Me parece que, visto con cuidado, esto simboliza un cambio radical. Los dos vecinos se dieron vuelta, para mirarse de frente en la cita de Alaska. A sus espaldas quedó Europa.

Es imposible saber, por ahora, si el cambio será permanente, si durará. Pero la lectura de los comentarios sobre la cumbre, sobre todo de los medios europeos, deja en evidencia su importancia.

Como decían los corresponsales de El País una semana antes de la reunión, “medio año de negociaciones y miles de muertos después, las humillantes concesiones de los aliados europeos en estos meses para tratar de que el republicano respaldase a Kiev semejan no haber servido de nada”. “El presidente ruso conseguirá una foto con el estadounidense y pondrá fin al estatus de paria en que se encontraba”.

El texto refleja bien esa sensación de los medios de Occidente, incluyendo la idea de que Putin se encontraba en un “estatus de paria” que los hechos difícilmente demostraban. El que Occidente cortara sus relaciones con Putin no significaba que el presidente ruso estuviera aislado del mundo. La afirmación parece recordar aquella otra, cuando en Gran Bretaña la prensa decía: “Niebla en la Mancha, continente aislado”. Pero esos eran otros tiempos.

Una cita importante

Para analistas rusos, como Fyodor Lukyanov, editor de Russia in Global Affairs y director del Valdai International Club, la cumbre tiene una importancia similar a las negociaciones para la reunificación alemana, hace unos 35 años. Un proceso que, en su opinión, “sentó los fundamentos del desarrollo político de las décadas siguientes”. Resta saber si la cita de Alaska tendrá esa misma relevancia. Si significará un cambio duradero en el orden internacional heredado de la Guerra Fría. Volveremos a esta idea más adelante.

Para el primer ministro eslovaco, Robert Fico, el encuentro borró una visión en blanco y negro sobre el conflicto, que el relato de Occidente trataba de imponer. “Tenemos que hablar de iguales garantías de seguridad para Ucrania y la Federación Rusa, tomando en cuenta las raíces históricas del conflicto”, afirmó.

También en el portal Brasil247 se podía leer: Putin y Trump reescriben las reglas de la geopolítica en la cita de Alaska. Mas que una avance en las negociaciones de paz en Ucrania, representó “un cambio estructural en las relaciones de poder globales”.

Ese cambo incluye una reasignación del papel de Europa en el escenario internacional, que el canciller alemán resumió bien cuando afirmó que “la Unión Europea no debería sobrestimarse; que el actor clave en ese escenario seguía siendo Washington”.

¡Sí, Washington. Pero como la reunión de Alaska dejó en evidencia, el interlocutor es Moscú!

Europa apuesta a la guerra, sin los recursos necesarios para eso. Con sus lazos cortados con Moscú, con toda iniciativa diplomática abandonada, la UE discute su presupuesto orientado principalmente a la guerra. Destinó 150 mil millones de euros al recién creado Security Assistance Facility, al que podrán acudir los países de la Unión para promover un programa de rearme y de apoyo militar a Ucrania.

Eso le genera dos problemas (además del que significa el pensar que la guerra es nuestro dramático destino): uno con los países altamente endeudados –entre ellos Francia, Inglaterra e Italia– y otro con los países “austeros” –como Alemania y Holanda– que han encabezado la lucha contra cualquier intento de generar deuda a cargo de la UE. Los dos se agravarán con los gastos acordados.

Ganar la guerra

No se puede entender los movimientos en torno al conflicto en Ucrania sin hacer referencia a los objetivos de esta guerra.

Rusia los ha explicitado: poner fin a la expansión de la OTAN y obtener garantías de seguridad en su frontera con Ucrania. Eso implica medidas contra el armamentismo o la presencia de tropas de la OTAN en ese país, considerada inaceptable por Moscú; el control de los territorios fronterizos ya parcialmente ocupados, con una población mayoritariamente de origen ruso; y un cambio de régimen en Kiev.

Naturalmente eso tendrá que ser negociado. La clave me parece que está en la exigencia de seguridad para Moscú. Algo similar a lo que Occidente pide para Ucrania, aunque sin considerar nunca exigencias similares de Rusia.

 “Ganar la guerra” no es un objetivo fácil de definir en este caso. ¿Qué significa? Las garantías que tanto Ucrania como Rusia exigen pueden lograrse de diversas maneras. Trump ha reiterado su ofrecimiento a Ucrania en la reunión del lunes, en Washington.

Moscú no parece tener ninguna objeción porque no piensa conquistar Ucrania. El conflicto de hoy no es territorial, como los Acuerdos de Minsk, firmados en 2014 y 2015 –boicoteados por Occidente y por Ucrania– lo demostraban. Lo que estaba en discusión era la garantía para la población de origen ruso en las regiones fronterizas. Desechados esos acuerdos, Moscú decidió reivindicar por las armas los derechos de esa población.

Menos sentido tiene todavía la afirmación de dirigentes europeos poniendo fecha para una próxima agresión rusa contra Occidente. Hablan de prepararse para una guerra, como si esa guerra pudiera ser otra que una guerra nuclear.

En realidad, la historia ha discurrido en dirección contraria, tanto en la II Guerra Mundial como en la Guerra Fría. No han sido los rusos los que han iniciado una marcha hacia Occidente.

El complejo medio juego del ajedrez

Lukyanov señaló que Ucrania es el escenario más visible de cambios históricos que van más allá de sus fronteras. Coincido con esa idea. Con las piezas desplegadas en el tablero desde hace más de tres años, hemos llegado a un complejo medio juego, en el que los movimientos no dejan ver aun con claridad el desenlace.

En ese escenario, los movimientos han estado orientados, en primer lugar, a atraerse el apoyo de Washington, un poder capaz de inclinar la balanza hacia un lado u otro. Occidente ha insistido en un alto al fuego, tema puesto sobre la mesa por Trump quien, finalmente, parece haber entendido que es una medida inaceptable para Rusia: no conduciría necesariamente al fin de la guerra, pero contribuiría al fortalecimiento de Ucrania, que está en situación de desventaja militar.

«Ucrania debe convertirse en un puercoespín de acero», ha repetido la presidente de la Comisión Europea, la conservadora alemana Ursula Von der Leyen, para quien “la paz debe lograrse a través de la fuerza». Para atraer a Trump, Von der Leyen argumenta que “lo que importa debe ser parar las matanzas”. Preocupación difícil de considerarse seriamente, si se analiza la posición de la UE ante las matanzas en Gaza. Europa apuesta a un incremento de la ayuda militar, a la derrota de Rusia. Una tregua contribuiría a reforzar las posiciones de Ucrania. Rusia no lo va a aceptar.

Después de la cita de Alaska, las piezas de este ajedrez se movieron nuevamente durante la reunión de Zelensky y los líderes europeos con Trump, en la Casa Blanca, en lunes 18. El juego sigue. El objetivo no está definido por consideraciones humanistas sobre matanzas, ni solo por el conflicto en Ucrania, sino por el orden político de la post Guerra Fría. No se puede entender la partida en este tablero sin una visión del contexto mundial.

El fin de la dinámica de la Guerra Fría

En julio de 1990 Mikail Gobachov negociaba con el canciller alemán Helmut Kohl la retirada de las tropas rusas de Alemania y la incorporación de ese país a la OTAN. Eran los estertores de la Guerra Fría. Gorbachov estuvo de acuerdo. Entonces el secretario de Estado James Baker le prometió un cambio en el carácter de la OTAN, su transformación en una organización política, ya no militar. Y que no se extendería hacia el este. Como sabemos, ni una cosa ni la otra fueron cumplidas.

El presidente Ronald Reagan puso fin a la Guerra Fría en los términos de Washington. Pero hoy, 35 años después, el tema está de nuevo sobre la mesa, con esas reglas cuestionadas por Moscú. Y aunque en otros términos, también por China y por el Sur global.

La OTAN ya no puede seguir acercándose a las fronteras rusas sin pagar un precio. Europa sigue apostando a la OTAN, se resiste a la oposición rusa. Trump parece entenderla y aceptarla. Los papeles han cambiado. El del Reagan de entonces lo encarna hoy Putin. El de Gorbachov es Trump.

Un escenario más amplio

No todo, como hemos dicho, se resuelve en Ucrania, aunque la importancia de lo que decide ahí queda en evidencia por los inmensos recursos invertidos por Estados Unidos y Europa en ese conflicto.

Pero es la irrupción de China en el escenario mundial el mayor desafío al orden político surgido de la Guerra Fría, con sus instituciones económicas y su orden político liberal, impuesto en América Latina, con frecuencia, por golpes de Estado y regímenes militares.

El reconocimiento internacional de una sola China, con sus consecuencias sobre la inevitable incorporación de Taiwán al país, es el tema más sensible. Que China considera, además, como un asunto interno, lo que lo hace particularmente sensible. Es, sin embargo, objeto de presiones de Occidente. Es parte de las tensiones creadas en torno a la presencia cada vez más relevante de China en la política, en la economía y en el escenario militar internacional.

Además de China, Trump ha generado conflictos en materia comercial con aliados hasta ahora cercanos, incluyendo América Latina, donde la presión sobre Brasil ha escalado a niveles poco habituales. Del mismo modo, el genocidio de Israel en Gaza ha generado nuevos alineamientos internacionales, escenarios todos donde las viejas reglas del mundo de post Guerra Fría enfrentan cada vez mayores resistencias.

FIN

Estados Unidos y la guerra eterna contra todos

Por Pablo Ruiz*

La mal llamada guerra de los 12 días entre Irán e Israel se podría llamar “la guerra eterna” porque fue justamente en Irán, después de la Segunda Guerra Mundial, donde EEUU promovió, mediante operaciones de la CIA, lo que se conoce como el primer golpe de Estado en el mundo, sucedido en 1953, siendo el segundo en Guatemala, en 1954, y después en distintos países hasta la actualidad.

“El golpe de Estado en Irán de 1953 es uno de los sucesos más significativos en la historia moderna de Irán, destacando como un claro ejemplo de intervención extranjera en el contexto de la Guerra Fría. Este evento tuvo lugar el 19 de agosto de 1953 y resultó en el derrocamiento del primer ministro Mohammad Mosaddeq, quien había impulsado la nacionalización del petróleo”, señala un artículo de Jerson Levi Medina.

En 1953 entonces Estados Unidos estableció y apoyó en Irán una monarquía la que se prolongó por 26 años y que cayó en 1979 con la revolución islámica. Al mismo tiempo, comenzó nuevamente una guerra permanente, abierta o encubierta, para derrocar a las nuevas autoridades en Irán.

La retórica, ante la prensa y el mundo, para atacar a Irán, muy parecida a la mentira que se usó para atacar a Irak, que Israel y los Estados Unidos no pueden permitir que Irán tenga armas nucleares. Al menos resulta irónico que se diga esto cuando está claramente establecido que tanto Israel como Estados Unidos disponen de armamento nuclear.

El ataque a Irán, por otro lado, desvío la atención de los grandes medios a la masacre que se sigue cometiendo contra el pueblo palestino y que al presidente Donald Trump, que (irónicamente) quiere el Premio Nobel de la Paz, no le importan en lo más mínimo.

En todo caso, no hay pruebas ciertas de que Irán esté desarrollando un arma nuclear. Así lo ha señalado la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) y es concordante con lo que dijo primeramente la directora de Inteligencia Nacional de Estados Unidos, Tulsi Gabbard, ante el capitolio.

En contraste, sí hay evidencia pública que Estados Unidos ha seguido realizando esfuerzos para fortalecer su arsenal nuclear trabajando en el desarrollo de un nuevo misil balístico intercontinental con capacidad de llevar ojivas nucleares conocido como LGM-35A Sentinel de Northrop Grumman.

“La provisión de múltiples ojivas, contramedidas, y un mayor alcance para atacar a China significa que el diseño del Sentinel es significativamente más grande que el del actual Minuteman III”, comentó el sitio especializado www.defensedaily.com

Sobre las armas nucleares, por los hechos, vemos que la Agencia Internacional de Energía Atómica sólo tiene sus ojos, interés, y trabajo puestos en Irán y no, como quisiéramos, tiene una actitud pro activa para que Israel, Estados Unidos, y otras potencias nucleares, desmantelen sus arsenales.

Más armas para Ucrania

En julio dos personajes estuvieron de visita en los EEUU, lugar donde se dan las órdenes y autorizaciones a instituciones y países con una soberanía cuestionable. En Washington, el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, y el ministro de Defensa de Alemania, Boris Pistorius. Ambos con el mismo propósito, su obsesión de seguir apoyando a “Daddy” y su objetivo de alimentar la guerra en Ucrania, enviado armas desde terceros países, para que sigan muriendo ucranianos y rusos. Su discurso, de Trump, es una cosa, la realidad puede ser siempre otra.

Según diversos medios de prensa, Mark Rutte ha confirmado que Alemania, Reino Unido, Dinamarca, Noruega, Suecia, Canadá, Países Bajos y Finlandia, países de la OTAN, comprarán armamento a Estados Unidos, incluyendo baterías antiaéreas Patriot, para enviarlos después a Ucrania. Buen negocio, made in usa. Peligro para todos que se desencadene una guerra nuclear por la involucración cada vez más de Europa y EEUU en Ucrania contra Rusia.

También, este 14 de julio, se reunió el secretario de Defensa, Pete Hegseth, con su homólogo Boris Pistorius a quien lo felicitó por todos los avances y logros del intereses de los EEUU.

“Hemos visto un progreso increíble dentro de la OTAN, con Alemania a la cabeza, un compromiso firme con su gasto y un compromiso con el liderazgo europeo”, dijo Hegseth.

A todo lo anterior, una columna de David Ignatius, publicada por The Washington Post, titulada “Al presionar a Putin, Trump «escala para desescalar»” se afirma que Trump estaría de acuerdo secretamente en que Ucrania pueda atacar a Moscú y San Petersburgo.

“La determinación de Trump de presionar a Putin se transmitió en una conversación la semana pasada con el presidente ucraniano Volodímir Zelenski, según me informó una fuente. Trump le preguntó a Zelenski por qué no atacaba Moscú. “Podemos si nos dan las armas”, respondió Zelenski. Trump afirmó que Ucrania necesitaba presionar más a Putin, no solo a Moscú, sino también a San Petersburgo”, señala el artículo.

En nuestro continente, sigue la guerra económica y las amenazas contra Brasil, Chile, México de aplicar elevados aranceles. Siguen las deportaciones y detenciones de migrantes en EEUU. En Panamá y otros países, los “gringos” siguen realizando ejercicios militares en lo ellos consideran su “patio trasero”.

Al cierre de este artículo, Israel ha lanzado diversos ataques a Siria y Rusia ha denunciado que la OTAN se está preparando “activamente” para involucrar a Moldavia en un posible conflicto armado contra Rusia. En Palestina, Israel sigue asesinando al pueblo palestino. La guerra de nunca acabar.

* Pablo Ruiz es integrante del Observatorio por el Cierre de la Escuela de las Américas en Chile y editor de la Revista El Derecho de Vivir en Paz www.derechoalapaz.org

Imagen: El gobierno del presidente Jacobo Árbenz sufrió un golpe de Estado en 1954. Foto de Prensa Comunitaria, de Guatemala.

Putin pone a Europa contra la pared, “Rusia terminará esta guerra en sus términos”

Martín Rodríguez Espinoza

Leí la noticia sobre lo que acaba de ocurrir entre Putin y Macron, y es que no es solo un cruce diplomático, es un claro reflejo del callejón geopolítico en el que se encuentra Occidente. Después de años de arrogancia estadounidense y europea, de expansión sistemática de la OTAN hacia las fronteras rusas, en abierta violación a promesas y acuerdos previos, ahora Europa empieza a sentir las consecuencias de un conflicto que fue incubado por su servilismo a los intereses imperialistas de EEUU, evidenciado una ceguera estratégica que ha provocado desastres económicos y sociales en sus propios países.

Que Macron haya solicitado esta llamada no es casualidad. Con su país en crisis interna, una Europa al borde de la recesión, y el apoyo ciudadano a la guerra erosionándose, necesita reconstruir puentes. Pero lo más significativo es que Putin no solo aceptó hablar, sino que le recordó a viva voz lo que muchos no quieren escuchar, ocultan y distorsionan, la OTAN empezó esta guerra, y Rusia la va a terminar bajo sus condiciones.

Esta afirmación, tan clara e incómoda, no es propaganda, es historia. Desde 2014, cuando EEUU y la UE apoyaron abiertamente el golpe de Estado en Ucrania y alimentaron a sectores abiertamente neonazis, se puso en marcha una lógica de cerco y confrontación directa. Rusia reaccionó como cualquier potencia cercada lo haría, resistiendo, contraatacando, imponiendo su propia narrativa y fuerza.

Pero el problema de fondo no es solo geopolítico, es moral. Occidente, atrapado en su superioridad fingida, no puede admitir su responsabilidad. ¿Cómo lo harían sin reconocer que sacrificaron la estabilidad de todos los países europeos por sus intereses estratégicos? ¿Cómo explicar a sus pueblos que las sanciones fallaron, que la guerra no la ganarán, y que la diplomacia fue ignorada por soberbia?

Lo que el fantoche de Macron escuchó es consecuencia de décadas de intervencionismo, hipocresía y doble moral. Lo que Putin le dijo, con la frialdad del poder que ya no teme a ninguna sanción occidental, es simple, Rusia no va a ceder, no esta vez. No después de todo lo que ha estado en juego. Rusia lleva la guerra, no como las hace EEUU, bombardeos indiscriminados, arrasar con todo, saquearlo todo, es una intervención militar calculada, golpeando dónde y cómo le conviene, sin perjudicar a la población inocente.

Y guste o no, esa realidad no cambiará. EEUU y Europa utilizan a Ucrania como «carne de cañón» para sus intereses geopolíticos de cercar a Rusia y luego intentar ir por China, quieren el planeta entero, pero, como en 1945, el fascismo caerá derrotado.

La guerra ruso-ucraniana en el contexto mundial

Alberto Salom Echeverría

(Parte IV)

Introducción

Este ensayo pretende ser conclusivo de una serie que está compuesta de cuatro capítulos.

Se aspira que, el mismo sirva como estudio de caso que, como lo dice su título nos proporcione las circunstancias y características principales de la Guerra ruso-ucraniana, dentro del actual contexto mundial.

No he pretendido que éste escrito sea un trabajo exhaustivo por limitaciones comprensibles de espacio. Pero, sí aspiro haber incursionado y aportado en la caracterización de una guerra, en pleno siglo XXI, cuando el mundo globalizado parece estar dejando atrás el contexto de la unipolaridad, una sola potencia militar y económica, los Estados Unidos que, se convirtió en hegemónica, después del derrumbe de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), oficialmente disuelta en diciembre de 1991. Un poco antes de este acontecimiento, al final de la década ochenta-noventa, en todos aquellos países que, conformaron junto a la URSS el “bloque del Este”, más conocido como “Los países del Socialismo Real”, fue disuelto el sistema político socialista, experimentando cambios políticos, económicos y sociales profundos. En algunos casos como en Rumanía y luego en la URSS, el proceso fue inestable y violento, si bien no por largo tiempo.

Afirmo que el (des)orden unipolar liderado por los Estados Unidos, en efecto, comenzó a languidecer, pero no desapareció del todo; como puede constatarse hoy, al revisar el apoyo copioso en armamento bélico que le ha otorgado la potencia estadounidense a Ucrania e igualmente, al verificar el asesoramiento en lineamientos estratégicos en el manejo de la guerra, así como en el ataque más reciente que perpetró los EE. UU contra Irán, en apoyo a Israel, bombardeando tres regiones en las que supuestamente se encuentran alojadas las bases nucleares de Irán.

Sin embargo, el debilitamiento relativo de los Estados Unidos a partir del año 1991 y hasta la segunda década del siglo actual, se debió a una serie de factores que pasamos a enumerar:

  1. La proliferación de otros polos de poder. 1.1. Uno de los más importantes está constituido por los países que forman la Unión Europea y, especialmente la OTAN, por ser un pacto de defensa militar múltiple de los países que la conforman. Se puede argumentar que este bloque al ser un aliado de los Estados Unidos no lo debilitan, todo lo contrario. No obstante, la realidad es que en muchas ocasiones los europeos mantienen ahora serias discrepancias con los EE. UU, como ha ocurrido en la guerra de Ucrania- Rusia, a partir del momento en que Trump asumió el poder, pues, sobre todo al inicio de su gobierno comenzó apuntalando a Rusia y forzando a Ucrania a pactar un acuerdo de paz, considerado por este país como desfavorable a sus intereses. Otra gran discrepancia entre la UE-OTAN y los intereses estadounidenses se presenta en el conflicto del Medio Oriente, ya que los países europeos apoyan a los palestinos desde el punto de vista político, abogando por un cese inmediato de la invasión de Israel, brindando ayuda humanitaria frente a lo que consideran un genocidio de parte de Israel contra los habitantes de la franja de Gaza, especialmente por las muertes ocasionadas a niños, jóvenes, ancianos, personas discapacitadas y mujeres. En contraposición, los Estados Unidos continúan proporcionando armamento estratégico y fortaleciendo el arsenal militar de Israel, tanto en la franja de Gaza, como en la reciente invasión y bombardeo por parte de Israel en contra de Irán. En breve, los Estados Unidos han perdido la preponderancia que ejercían sobre los países de la UE-OTAN. 1.2. Además, han surgido una serie de actores regionales que ejercen una importante influencia sobre un conjunto de países en estas regiones. Es el caso de Turquía, Pakistán, la misma Irán, Arabia Saudita y otras potencias del sudeste asiático.

  2. Está claro que la cohesión alcanzada por los países que constituyen los BRICS, (Brasil, Rusia, India China y Sudáfrica), aunque subsisten contradicciones entre ellos, ha permitido que se configure otro polo de poder en el Globo. Tanto que otros países se les han comenzado a unir. Hurgando en ChatGPT, encontramos los siguientes relatos: “China se convirtió en la segunda economía mundial, con ambiciones globales (iniciativa de la Franja y la Ruta, expansión militar en el mar de China Meridional). India aumentó su peso económico, demográfico y estratégico. Rusia desafió el orden occidental en Ucrania (2014). -Y termina diciendo- Aunque el bloque del BRICS no actúa de forma plenamente coordinada, representa un contrapeso significativo al poder occidental.” (Cfr. “ChatGPT “Fin del Unipolarismo absoluto”, 2025. Las negritas vienen en el texto).


Entre los factores internos de poder de los EE. UU, se señala que tanto la guerra de Afganistán como la de Irak, por su duración, desgastaron el poder de la que era entonces la potencia hegemónica. Del mismo modo la crisis inmobiliaria y financiera del 2008 erosionó su autoridad moral y política. Finalmente, el aislacionismo relativo de la administración Trump (2017-2021) redujo la presencia e influencia de Estados Unidos en varias regiones. (Cfr. Ibidem).

Así las cosas, el (des)orden unipolar, con una potencia hegemónica, ha venido cediendo terreno a la multipolaridad, con varios focos de poder que compiten o colaboran sin que se haya decantado una hegemonía clara. Otros analistas piensan más bien en el resurgimiento de un mundo nuevamente bipolar, bajo la hegemonía de los EE. UU por una parte y China por otra. (Ibid.)

Estalla la Guerra ruso-ucraniana

Antecedentes: En febrero de 1990, se inicia la redacción del tratado de reunificación de Alemania (Occidental y Oriental). Todavía estaba en pie la URSS, bajo el liderazgo de Mijaíl Gorbachov, último de los presidentes de la Unión soviética, quien accedió a que se produjera tal reunificación, a cambio de que se respetara “milimétricamente” la frontera que hasta ese entonces mantenía la URSS. En tal virtud, tanto el secretario de Estado del presidente Bush (padre), James Baker, como un poco después Helmut Kohl, quien fuera a la sazón canciller de Alemania Federal (occidental), visitaron al presidente de la URSS Gorbachov y a Eduard Shevardnadze, quien fungía en ese momento como ministro de Asuntos Exteriores Soviético. Ambos líderes occidentales, garantizaron respetar los intereses de Moscú, en el sentido de que la OTAN no avanzaría ni un milímetro al este. Inclusive el secretario de Estado de EE. UU, le envía una carta a Gorbachov, que decía lo siguiente: “Entendemos la necesidad de conceder garantías a Europa del Este. Si tenemos presencia en una Alemania que es parte de la OTAN, no habrá extensión de la jurisdicción de la OTAN (…) ni una pulgada hacia el Este.” (Cfr. Carta de Baker a Gorbachov, 9 de febrero de 1990).

En tal sentido queda claro que, tanto Bielorussia como Ucrania, que en ese momento formaban parte de la URSS, eran la frontera o “línea roja” que separaba la OTAN de Rusia. Ucrania entonces, por su posición estratégica, se convirtió en un alto punto de tensión entre la OTAN, con los Estados Unidos a la cabeza y Rusia. Tal tensión se trasladó de inmediato al interior de la misma Ucrania; como un auténtico juego de ajedrez, las fichas se comenzaron a mover entre las potencias en este escenario.

La cuerda se tensa aún más a la altura del año 1999, año en el que la OTAN incorpora a su seno a Hungría, Polonia y República Checa. La contraposición de intereses entre las potencias hizo que casi se llegara a romper el equilibrio inestable entre la Europa occidental y los intereses de la misma Rusia. Por ende, entre más pujaban los políticos en Ucrania afines a la OTAN presionando por su ingreso a esta alianza político militar, más bullía el fuego al interior de la Rus de Kiev (como también se conocía antiguamente a Ucrania); de esta manera se atizó la llama de la enconada rivalidad entre los políticos prooccidentales y los prorrusos.

La estrategia de expansión hacia el este por parte de la OTAN

La estrategia de la OTAN fue irse expandiendo paulatinamente, pero sin pausa, hacia el Este. Veamos algunos hechos relevantes que determinaron el curso de la OTAN en su expansión hacia el Este:

En el propio año de 1991, cuando se disuelve la URSS y Ucrania se acababa de convertir en una República independiente, empiezan las primeras relaciones con la OTAN. En 1994 se firmó un programa conocido como “Partnership for Peace” (Asociación o socios por la Paz), entre el gobierno de Ucrania, controlado por los prooccidentales y la OTAN. En el año de 1997, la OTAN le concede a Ucrania una “Carta de Asociación Distintiva” y al mismo tiempo se constituye una comisión OTAN-Ucrania, en un claro esfuerzo por parte de la OTAN de ganar a este estratégico país como aliado.

En el año de 1999 se produce la primera gran expansión de la OTAN hacia el Este, cuando se unen a la Alianza, Polonia, Chequia y Hungría. Entre los años 2002 y 2004. El gobierno de Ucrania declara en medio de grandes contradicciones en su interior, que quiere ingresar a la OTAN. Justamente en 2004, se produce la segunda gran expansión de la OTAN hacia el Este: entran a la alianza: Estonia, Letonia Lituania (todas estas formaron parte del territorio de la URSS), Bulgaria, Rumanía y Eslovaquia. La intranquilidad política de Rusia es mayúscula, ya que ahora la OTAN ha logrado acercar su frontera a Rusia, en clara violación a los acuerdos a que habían llegado Gorbachov con James Baker por un lado y entre Gorbachov con Helmut Kohl por el otro. En el 2008, en la cumbre de Bucarest, Los Estados Unidos apoyan el ingreso de Ucrania y Georgia a la OTAN, la cual fue objetada y detenida por Alemania y Francia, en vista de la respuesta hostil del gobierno ruso. Tampoco se les ofreció un Plan de Acción para la Adhesión (MAP), que es un paso formal previo al ingreso. En el año 2010, gana la elección presidencial Viktor Yanukóvich y se instala un gobierno opuesto a occidente y afín a Rusia, el cual declara la Neutralidad militar de Ucrania, quedando congelada, por tanto, la posibilidad del ingreso de Ucrania en la OTAN. En el año 2014, dada la orientación prorrusa del gobierno de Yanukóvich, estallan una serie de conflictos principalmente en Kiev, en la plaza Maidán o Plaza de la Independencia (“Maidán Nezalezhnosti”), que involucraron a civiles tanto pro, como antigubernamentales. “Fuerzas especiales Berkut” del gobierno reprimen a los disidentes, lo que provoca un desgaste del gobierno y su caída, tras la renuncia de Yanukovich, quien huye a Rusia.

Casi simultáneamente, desde el 2014 o un poco antes, se producen otros conflictos en la estratégica península de Crimea y en gran parte de la frontera al sureste de Ucrania en la llamada región del Donbás, limítrofe con Rusia. Rusia a consecuencia de la represión del gobierno de Ucrania contra los separatistas prorrusos, invade Crimea y después, en el 2022 invade Luhansk y Donetsk, además organizó referéndums, que fueron ganados por las fuerzas pro-orientales. En cambio, tales referéndums no fueron reconocidos por el gobierno de Ucrania que hasta el momento continúa reclamando la posesión de todos estos territorios. Sin embargo, el control político militar sigue bajo el control de Rusia, y la guerra continúa con grandes pérdidas materiales y humanas por ambas partes. En el año 2023-2024, Ucrania no ingresa todavía en la OTAN, pues de acuerdo con la doctrina de la OTAN, no se puede admitir países que se encuentren en medio de conflictos armados no resueltos. (Cfr. Investigación fundamentalmente sustentada en consultas a ChatGPT, “Línea de Tiempo: Ucrania, OTAN y la Expansión hacia el Este”: 2025).

Conclusión

Como espero haber demostrado en este ensayo, la guerra ruso-ucraniana no tiene como únicos protagonistas a estos dos contendores. Rusia y Ucrania son con creces los que están poniendo la gran mayoría de los combatientes, y desde luego, los heridos y muertos en la contienda, pero hay otros intereses involucrados en el conflicto.

Sin embargo, en el caso de Ucrania, los recursos pecuniarios y de otra índole, las mortíferas armas, y otros recursos provienen de la OTAN, como lo expresa de forma contundente ChatGPT. Principalmente tales recursos han sido aportados por Los Estados Unidos y por países de la Unión Europea (UE).

De acuerdo con los datos que ha proporcionado esta misma fuente, entre el 2022 y el 2025, los EE. UU son el mayor proveedor, que ha aportado entre $120.000 y 183.000 millones de dólares en ayuda total; $60.000 millones de estos, corresponden a ayuda militar directa. Los tipos de ayuda son: armas estratégicas como misiles HIMARS, drones, sistemas antiaéreos Patriot, munición de artillería y otros. También se han aportado recursos destinados a formación y entrenamiento de soldados ucranianos, así como apoyo presupuestario directo al gobierno ucraniano.

Otros aportes provienen de la Unión Europea, por un monto estimado entre $120 mil millones y $158 mil millones de dólares. Específicamente Alemania se calcula que ha otorgado entre $20-30 mil millones; Reino Unido entre $10-15 mil millones. Otros países que han contribuido son Japón, Canadá, Australia, Corea del Sur, Noruega, Suecia y Finlandia, por un monto calculado entre $5 y 10 mil millones de dólares. (Cfr. Para mayor abundamiento puede consultarse, ChatGPT. “¿Quién Financia la Guerra en Ucrania”? 2025).

En el caso de Rusia, ChatGPT advierte que, Rusia no recibe ayuda militar directa al estilo de Ucrania; pero cuenta con apoyo estratégico, financiero, tecnológico y armamentístico, de varios países en forma directa e indirecta.

Los principales aportes a Rusia provienen de China, en tecnología, microchips, drones y comercio energético. Otros socios de los que ha recibido ayuda son Irán, que ha aportado drones Kamikaze y presumiblemente misiles. Corea del Norte ha contribuido con artillería, misiles balísticos, cohetes y tropas que han combatido en zonas del este en territorio ruso, muy cerca de Ucrania. Lo cual revela que ya Ucrania ha incursionado circunstancialmente en Rusia. Bielorrusia ha dado ayuda con logística militar y apoyo político y territorial. Además, han dado aportes otros países como India y Turquía mediante comercio, triangulación y evasión de sanciones. Finalmente, indica ChatGPT que, lo que Rusia no tiene es una coalición militar organizada como sí la tiene Ucrania, que recibe apoyo de la OTAN y de la UE. Tampoco recibe Rusia ayuda financiera masiva internacional, como sí ocurre con Ucrania -señala la fuente indicada- “…que recibe decenas de miles de millones de dólares al año…” Asimismo, Rusia no recibe participación directa de tropas extranjeras aliadas -afirma también la fuente-. Ahora se sabe que sí ha habido tropas de Corea del Norte, como dejé indicado supra. (Cfr. ChatGPT “Lo que Rusia no tiene”. 2025). No obstante, la misma fuente acepta que: “Sí, hay informes creíbles de que tropas norcoreanas han estado combatiendo junto a tropas rusas, principalmente en la región rusa de Kursk, cerca del frente con Ucrania.” (Ibidem.)

Por todo lo expresado y la información aportada, estamos en capacidad de afirmar que esta guerra sí tiene un componente ideológico, aunque es muy diferente a las guerras del siglo XX, en las cuales se debatía entre comunismo, guerras de liberación frente al capitalismo. En el conflicto que analizamos se entrelazan -afirma ChatGPT-, asuntos de naturaleza geopolítica, histórica, cultural, estratégica e ideológica. Aunque, un poco después se agrega que el conflicto bélico que se despliega principalmente en territorio ucraniano carece, en sentido estricto, de un cariz ideológico, como los conflictos acaecidos durante la guerra fría. (Ibid. “¿Cuál es el tinte ideológico del conflicto?”).

Por otra parte, las dos potencias que en el mundo de la “Guerra fría” se enfrentaban, si bien no en forma directa desde el punto de vista militar, ya no tienen la hegemonía que ostentaron durante el mundo de la bipolaridad. Y en cuanto al real o supuesto mundo “Unipolar”, con Estados Unidos como protagonista, cuya supremacía económica y militar era indiscutible, ya ha perdido la centralidad que antes tuvo. Hoy, hay claras tendencias hacia la “Multipolaridad”, como se ha venido insistiendo en este ensayo. La guerra ruso-ucraniana, está inserta en este contexto.

Foro Globsec 2025 – Chile y Ucrania: un encuentro cuestionable

Por Félix Madariaga

Como lo anticipamos hace un tiempo, los cancilleres de Chile y Ucrania se reunieron entre el 12 y 14 de junio pasado durante el Foro Globsec 2025 en Praga. Este foro, organizado por una institución privada conocida por sus labores de lobby (Think Tank), convocó y reunió a políticos de todo el mundo.

En este marco, el canciller chileno Alberto van Klaveren se reunió con su par ucraniano, Andrii Sybiga, instancia en que van Klaveren reafirmó el compromiso de Chile con la paz y el respeto al derecho internacional, afirmación cuestionable si revisamos las posturas cambiantes de nuestra política exterior.

¿Un apoyo real a la paz o un alineamiento político?

Este encuentro, que parece más un acto político planificado, que una casualidad, permitió que nuestro representante – que a muchos no nos representa – expresara abiertamente su apoyo a un país en guerra que, lejos de buscar la paz, ha fortalecido alianzas con la OTAN y asesores del Reino Unido.

Pero ¿por qué Chile apoya a Ucrania en estas circunstancias? Un país que, más allá de la justificación de la guerra, comete actos terroristas contra la población civil. Sí, apenas unos días antes del encuentro, al menos siete personas murieron y decenas resultaron heridas tras el derrumbe de un puente en la región rusa de Briansk, acto atribuido a sabotajes.

Además, tras la reunión, al menos 14 civiles resultaron heridos en un bombardeo ucraniano contra zonas residenciales de Donetsk, utilizando lanzamisiles múltiples de origen estadounidense HIMARS. Quizás estas informaciones sorprendan porque no suelen aparecer en los noticieros nacionales, claramente sesgados e inclinados hacia una mirada del conflicto.

Contradicciones evidentes

Estas acciones no concuerdan con las declaraciones públicas de Andrii Sybiga, quien señaló que “Informé a mi colega (van Klaveren) sobre la situación actual en el frente y los esfuerzos diplomáticos internacionales dirigidos a acercar una paz justa”. Sin embargo, los ataques a la población civil rusa revelan una realidad contraria a esas declaraciones.

Por su parte, van Klaveren, en un comunicado publicado por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, condenó la agresión de Rusia contra Ucrania y expresó profunda preocupación por la violación de la soberanía e integridad territorial ucraniana.

¿Y dónde quedó la neutralidad de Chile?

Y cómo siempre tenemos más preguntas que respuestas: ¿desde cuándo Chile adoptó una postura no neutral en este conflicto?, ¿por qué el comunicado oficial no aclara los motivos y objetivos de la invitación al Foro Globsec?, ¿por qué el Estado chileno destina recursos a eventos de fundaciones privadas que, en muchas ocasiones, forman parte de redes de influencia global?, ¿fue una reunión casual o planificada para apoyar a una de las partes?, ¿cuántos representantes chilenos asistieron?

Son preguntas que el Gobierno debe responder con transparencia, la política exterior de un país debería ser reflejo de lo que un pueblo quiere y no sólo de los intereses de un gobierno. Chile quiere paz, Chile quiere contribuir a la paz mundial porque de guerra interna, represión, tortura, desapariciones, ya tuvimos demasiado durante los oscuros años de la dictadura civil-militar.

Tenemos muchas dudas, más aún cuando estas fundaciones y Think Tank parecen tener un rol clave detrás de estos encuentros, que afectan la seguridad y estabilidad mundial.

Nos resulta especialmente preocupante el actuar del Gobierno de Gabriel Boric, quien, lejos de los ideales que enarboló en su ascenso político, hoy aparece abrazando posturas alineadas con intereses geopolíticos que históricamente han subordinado a los pueblos del sur global.

¿Dónde quedó aquel joven sin corbata, con chaqueta de chiporro, que alzaba la voz contra las injusticias desde la presidencia de la FECH?, ¿qué fue del rebelde de Plaza Dignidad, que, conmovido por la violencia militar, interpeló en tono encendido a los uniformados en pleno 2018? ¿En qué momento se diluyó aquel gesto de respeto hacia la familia de Mauricio Hernández Norambuena, cuando dijo que «el legado del Frente y del Frente Autónomo es algo que tenemos que defender”?

Pareciera que el Boric de entonces se fue desdibujando entre cócteles diplomáticos, foros privados y alianzas de ocasión. Hoy, el presidente de Chile, en lugar de tender puentes para una paz genuina, parece subirse al tren de una narrativa belicista impulsada por actores externos como el Reino Unido – antiguo poder colonial y hoy aliado estratégico de Ucrania – cuyo rol en la prolongación del conflicto ha sido clave, pero cuidadosamente invisibilizado en los comunicados oficiales.

Por eso hoy aplaudimos la llegada a Chile de RT, que esperamos rompa el cerco informativo en que se encuentra nuestro País, no somos “chusma inconsciente”, tenemos el deber y el derecho de informamos, y desde ahí sacar nuestras propias conclusiones. Tal vez por eso están tan nerviosos los representantes de la derecha local y los dueños de una conocida radio, porque otra mirada podría dejar en evidencia la hegemonía comunicacional y el casi nulo interés en la libertad de expresión.

https://www.dw.com/es/rusia-investiga-derrumbe-de-dos-puentes-en-zona-fronteriza/a72748770#:~:text=El%20Comit%C3%A9%20de%20Instrucci%C3%B3n%20de,Otras%2047%20personas%20fueron%20hospitalizadas

https://www.bbc.com/mundo/articles/c331jz5kj82o

https://www.youtube.com/watch?v=WiIxtmN5LuM

https://actualidad.rt.com/video/552524-cronica-atentados-letales-kiev-transporte

https://actualidad.rt.com/video/554265-heridos-ataque-ucraniano-civiles-himars

https://chile.mfa.gov.ua/es/news/andrii-sybiha-se-reunio-con-el-ministro-de-relaciones-exteriores-de-chile-alberto-van-klaveren

https://www.minrel.gob.cl/noticias-anteriores/canciller-van-klaveren-se-reune-con-el-ministro-de-relaciones-exteriores

https://forum2025.globsec.org/

https://www.pressenza.com/es/2025/05/posible-visita-del-canciller-de-ucrania-a-chile-un-llamado-a-la-responsabilidad-diplomatica/

Alemania lo intenta otra vez

Gilberto Lopes
San José, 14 de junio del 2025

Hacer que Alemania vuelva a ser grande

Occidente echa de menos el liderazgo alemán, dijo el conservador canciller Friedrich Merz el pasado 6 de junio, un día después de su regreso de Estados Unidos, donde se reunió con el presidente Donald Trump.

El viaje había despertado expectativas, después de las críticas de Trump a la Unión Europea y a su posición en la OTAN, donde exigió que Europa aumentara sustancialmente su contribución a los esfuerzos militares de la organización.

“Alemania es el país más grande, más poblado y económicamente más poderoso de Europa y le corresponde asumir el liderazgo dentro de la UE y más allá”, afirmó Merz, asegurando que es una tarea política hacer que Alemania “vuelva a ser grande”.

Es una idea que desarrolla Daniela Schwarzer, exdirectora del Consejo Alemán de Relaciones Exteriores y de la Open Society Foundations en Europa y Asia Central, en su artículo “The end of German complacency”, publicado tres días antes del discurso de Merz.

“El largo período de hesitación estratégica de Alemania ha terminado”, anunció Schwarzer, para quien el nuevo canciller está destinado a implementar el Zeitenwende, el histórico “punto de inflexión” que su antecesor, el socialdemócrata Olaf Scholz, anunció, pero no terminó de llevar a cabo como sectores más radicales pretenden. Un papel que Merz está dispuesto a asumir.

“El elemento de mayor alcance de la política exterior inicial de Merz es su énfasis en la búsqueda de la autonomía estratégica europea. Alemania se ha embarcado en su mayor esfuerzo de rearme desde 1945, destinando 400 mil millones de euros a defensa y seguridad”, dice Schwarzer. En su opinión, de este modo Alemania consolida su credibilidad como socio dentro de la OTAN y en el mundo.

Decisiones que implican la renuncia a dos principios a los que, hasta ahora, Merz era un reconocido adherente. El primero es que durante mucho tiempo fue un firme atlantista. Ahora admite que “ya no se puede confiar en Estados Unidos”.

El otro era el compromiso con la estabilidad fiscal, de la que Wolfgang Schäuble, su mentor político, exministro de Finanzas (2009-2027) del gobierno de Angela Merkel, era decidido defensor.

Junto con el hoy secretario general de la OTAN, Mark Rutte, entonces primer ministro de los Países Bajos, se encargaron de imponer las radicales medidas de austeridad a Grecia en 2010.

Las negociaciones tenían como objetivo garantizar el pago de una deuda cuyos mayores acreedores eran bancos europeos, principalmente alemanes. Al imponerse las condiciones radicales de esa derecha europea “Grecia se convirtió en un protectorado de las potencias dominantes de la zona euro que se comportan como en tierra conquistada”, dijo el belga Éric Toussaint, portavoz del Comité para la abolición de las deudas ilegítimas (CADTM).

Lo cierto es que entonces era difícil imaginar una derecha más radical en Europa que la encarnada por esos dos personajes. Oliver Nachtwey, profesor asociado de Análisis de la Estructura Social en la Universidad de Basilea y miembro del Instituto de Investigación Social de Frankfurt, nos recordaba que mientras la austeridad impuesta por Schäuble a países como Grecia ayudaba la expansión del capital alemán, la austeridad doméstica impuesta en Alemania funcionaba como una forma de controlar el aumento de los salarios y fortalecer la competitividad alemana frente a sus vecinos europeos.

Nachtwey publicó su libro –Germany’s hidden crisis– en 2018, sobre lo que llamó la decadencia social en el corazón de Europa, una crisis anunciada que tiene a la economía alemana estancada desde hace tres años.

El primer ejército convencional de Europa

El enorme aumento del gasto en defensa propuesto por Merz, –dice Schwarzer – solo fue posible gracias a una enmienda constitucional flexibilizando el límite de endeudamiento del país. Si es para gasto militar, no solo Alemania, sino los países miembros de la Unión Europea, están ahora liberados de los límites de gastos hasta hace poco vigentes.

El objetivo es convertir el alemán en el “primer ejército convencional de Europa”. Por ahora, no tienen armas atómicas, pero el desarrollo de los acontecimientos no hace difícil pensar que pronto el tema se puede poner a debate.

En sus tres primeras semanas de mandato, Merz se reunió tres veces con el presidente de Ucrania, y visitó países del frente, en una eventual guerra con Rusia –Polonia, Lituania y Finlandia–, antes de viajar a países que, en otras circunstancias, serían sus primeras visitas, entre ellos Estados Unidos y el Reino Unido.

El 22 de mayo Merz viajó a Lituania para presidir la instalación de una brigada de tanques alemanes en Vilna, en las cercanías de la frontera con Bielorusia. Lituania es el único país báltico que no tiene fronteras con el territorio ruso, salvo con la provincia de Kalingrado, un enclave situado el oeste, entre Lituania y Polonia, en la costa del mar Báltico.

Es la primera brigada alemana basada fuera del país desde el final de la II Guerra Mundial. «Proteger Vilna es proteger Berlín», dijo Merz. Unos días antes, en Finlandia (el más reciente miembro de la OTAN, junto con Suecia), Merz manifestó su convicción de que la guerra de Ucrania “no acabará pronto”.

Al día siguiente, Merz se reunió en Kiev con Zelensky, para discutir el apoyo militar alemán y el europeo a Ucrania. «Haremos lo que esté a nuestro alcance para apoyar militarmente a Ucrania”, aseguró.

Anunció el levantamiento de las restricciones de alcance para las armas suministradas a Ucrania por británicos, franceses, alemanes y estadounidenses. “Queremos permitir el uso de las armas de largo alcance, y aunque no hablaremos de los detalles, intensificaremos la producción conjunta de armamentos, dijo Merz en una rueda de prensa con Zelensky el 28 de mayo.

Algo que, según el ministro de Defensa alemán, podrá ocurrir en pocas semanas, una vez en marcha el programa de producción conjunta de armamentos de largo alcance en Ucrania. Para eso Berlín suministrará otros cinco mil millones de euros de ayuda militar a Ucrania, que se suman a los 28 mil millones ya otorgados desde 2022.

Un contrato firmado entre los ministros de Defensa de ambos países contempla el suministro y producción de sistemas de defensa antiaéreos, municiones y apoyo logístico, incluyendo comunicación por satélites.

Autorizada a atacar posiciones militares a profundidad en el territorio ruso, el 1 de junio Ucrania atacó cinco aeropuertos militares rusos a miles de kilómetros de la frontera, destruyendo algunos de sus bombarderos estratégicos. Minna Ålander, investigadora no residente del programa de Defensa y Seguridad Transatlántica del Center for European Policy Analysis (CEPA) y miembro senior del Foro Mundial Libre de Estocolmo, recordó entonces que Ucrania solo realizó esta operación (que naturalmente requirió mucho meses de preparación) después de que Merz levantara toda restricción al ataque de objetivos dentro de Rusia, lejos de la línea de frente.

¿La menaza rusa?

Un eventual triunfo en el conflicto en Ucrania podría poner el ejército ruso, golpeado pero triunfante, justo en la frontera de la OTAN, desde el mar Negro hasta el Océano Ártico, afirma el Institute for the Study of War (ISW), una institución norteamericana que hace un seguimiento diario del desarrollo de la guerra.

“Ayudar a Ucrania a recuperar el control de todo, o de la mayoría, de su territorio será mucho más ventajoso, pues empujaría las fuerzas rusas más hacia el este”, dice el estudio, publicado en diciembre del 2013.

El documento desarrolla todo tipo de especulaciones sobre los riesgos del avance ruso hacia las fronteras de la OTAN. Un ejército ruso desplegado en la frontera de la OTAN obligaría a enorme gastos para disuadirla de una agresión, agregan.

Un estudio para el ISW, sobre “El alto costo de perder Ucrania”, firmado por Natalya Bugayova, concluye que la fortaleza de Rusia depende de su triunfo en Ucrania. Ayudar a Ucrania a triunfar no solo impedirá que desaparezca como nación independiente, sino que asestaría “un golpe asimétrico a la amenaza rusa y a la coalición antiestadounidense”, aseguró.

Pero, en realidad, no ha sido Rusia quien ha avanzado hacia las fronteras de la OTAN, sino la OTAN la que ha avanzado miles de kilómetros, desde los años 90 del siglo pasado, hasta la frontera rusa. Una eventual incorporación de Ucrania a la OTAN terminaría por hacer realidad el contacto de la organización con prácticamente toda la frontera occidental rusa, solo interrumpido por el territorio de Bielorusia.

Armarse para la guerra

Esos comentarios sobre la amenaza rusa a la OTAN han justificado el aumento del gasto militar en la Unión Europea y en Alemania, en particular. Bruno Kahl, jefe del servicio de inteligencia alemán (BND), advirtió que Rusia podría atacar a los países de la OTAN concluida la guerra en Ucrania. “Tenemos datos de inteligencia de que Ucrania es solo una etapa en el camino de Rusia hacia Occidente, declaró el pasado 10 de junio. Eran las mismas ideas que ya había planteado el año pasado, hablando ante el parlamento alemán.

Kahl no aporta datos para sostener su afirmación sobre la amenaza rusa a los países de la OTAN. Pero, con la afirmación justificaba el incremento del gasto militar acordado por el gobierno alemán, argumentando que el objetivo de Rusia, en ese eventual conflicto, sería expulsar los Estados Unidos de Europa y hacer retroceder las fronteras de la OTAN hacia donde estaban a fines de los años 90’s. O sea, antes del inicio de su ampliación hacia el este.

Hablan de una guerra con Rusia como si esa fuera una guerra que alguien pudiera ganar. Naturalmente, un conflicto de esa envergadura no podría ser más que una guerra nuclear. Pero esa realidad no es considerada de forma explícita por quienes defienden un aumento de los gastos militares en Europa como forma de prevenir una guerra con Rusia, a la que ponen, inclusive, diversas fechas.

Hablando en Londres, el mismo día en que Kahl hacía se presentación al parlamento alemán, el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, pedía un aumento de 400% en misiles aéreos y de defensa para contener una amenaza rusa que, en su opinión, podría materializarse en cinco años. “Nuestros militares necesitan miles de vehículos armados y tanques, millones de proyectiles de artillería, debemos duplicar nuestras capacidades operativas”, afirmó Rutte.

Joschka Fischer, ministro de Relaciones Exteriores de Alemania entre 1998 y 2005 y líder del partido Verde durante dos décadas, justifica un punto de vista similar afirmando que las élites rusas interpretan como una gran tragedia el resultado de la Guerra Fría y la disolución de la Unión Soviética. El ataque a Ucrania es, hasta ahora, el intento más ambicioso de revisar esa historia. Pero “podemos esperar mucho más”, asegura.

En su visión del mundo, mientras Rusia amenaza Europa Occidental, China avanza en el mundo de la Inteligencia Artificial y de la renovación de su equipo militar. De modo que Europa necesita establecer una sólida disuasión para enfrentar esa realidad.

Un gran cinismo

Para el canciller ruso, Sergei Lavrov, la implicación directa de Berlín en el conflicto en Ucrania ya es evidente. «Alemania se desliza por el mismo plano inclinado hacia el colapso en el que ya se ha movido un par de veces en el siglo pasado».

La Unión Europea no ha aprendido las lecciones de la historia –dice Lavrov–, al reunirse una vez más bajo una bandera nazi para intentar infligir una derrota estratégica a Rusia”. «Se está reviviendo el nazismo más real. Hay muchos ejemplos de ello. Incluidas las declaraciones del nuevo canciller de Alemania, el señor Merz, de que es hora de que Alemania vuelva a liderar Europa. Hay que ser un gran cínico para pronunciar tales palabras».

Ante este escenario, la directora de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, Tulsi Gabbard, llega a la conclusión de que “estamos más cerca que nunca del borde de la aniquilación nuclear”. «Las élites políticas y los belicistas fomentan despreocupadamente el miedo y las tensiones entre las potencias nucleares», pensando que podrán protegerse a sí mismos y a sus familias en refugios nucleares…

O, como dice el excanciller de Brasil, Celso Amorim, hoy asesor del gobierno de Lula, “nunca viví en un mundo tan peligroso. No es un peligro teórico. En Gaza es genocidio. Y el número de muertes en Ucrania es también gigantesco”. Guerras que representan un riesgo real de salirse de control. “Estamos hablando de la supervivencia de la humanidad”, advirtió.

¡Tiene razón!

FIN

La bancarrota moral de Occidente: del excepcionalismo al desmoronamiento

Quien con monstruos lucha debe tener cuidado de no convertirse él mismo en monstruo. Y si miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti
F. Nietzsche

Mauricio Ramírez

Mauricio Ramírez Núñez

Occidente no solo enfrenta una crisis de poder: lo que realmente se está derrumbando es su autoridad moral. En los últimos 30 años, las guerras más atroces, los conflictos más devastadores, las intervenciones más destructivas han sido protagonizadas o instigadas directa o indirectamente por su poderío incuestionable. Esto no es una interpretación ideológica; es un hecho irrefutable. Vamos a explicar por qué.

Tras el fin de la Guerra Fría —aquel periodo en el orden internacional de confrontación ideológica y geopolítica entre el comunismo y el capitalismo, en un mundo bipolar dividido entre la Unión Soviética y Estados Unidos—, el escenario internacional quedó dominado por la hegemonía incuestionable de Estados Unidos y Europa Occidental, respaldados por su brazo militar: la OTAN. En ausencia de contrapesos reales, el llamado «fin de la historia» no fue más que la imposición de un orden político, económico y cultural de corte liberal, promovido bajo la bandera de la globalización y diseñado desde Occidente. Ninguna instancia internacional, incluida la ONU, tenía capacidad real para sancionar a EE. UU., ni existían principios multilaterales que se le aplicaran si decidía invadir, desestabilizar o imponer su modelo. El excepcionalismo estadounidense se convirtió en la norma, no en la excepción.

Pero resulta que desde hace unos años ese escenario empezó a dar un giro inesperado —y sigue cambiando— cuando potencias como China y Rusia comenzaron a reclamar su espacio, no por capricho, sino porque les corresponde por peso geopolítico, historia y capacidad. Esa sola acción, esa demanda de respeto y soberanía, fue interpretada por Occidente como una amenaza existencial. Vaya nivel de tolerancia hacia lo realmente diverso el de las democracias occidentales. Y entonces, una vez más, en nombre de la “democracia”, se desató la maquinaria de guerra y propaganda.

Bajo el disfraz de intervenciones humanitarias o guerras preventivas se destruyeron países enteros. Se impulsaron revoluciones de colores y primaveras orquestadas que jamás florecieron. Se invadió y bombardeó para «derrocar dictaduras» que, casualmente, siempre estaban sobre reservas estratégicas de petróleo, gas o minerales raros. La narrativa fue siempre la misma: “liberar pueblos”, “proteger derechos humanos”, “llevar democracia”. Pero los resultados fueron destrucción, miseria y caos. Y vuelvo a insistir: no es ideología, son hechos.

Así fue como provocaron a Rusia en Ucrania. No porque Ucrania o su soberanía importaran genuinamente a las potencias occidentales —si así fuera, jamás habrían considerado convertirla en un enclave de la OTAN—, sino porque les incomodaba que Rusia, aunque ya no comunista, se mantuviera como una nación soberana y profundamente patriótica, recordándoles que el mundo no es un conjunto de Estados vasallos y que existen intereses legítimos más allá del eje occidental. La respuesta rusa fue contundente, y hoy el conflicto en Ucrania representa una herida abierta en Europa, un reflejo del fracaso del orden occidental para comprender que el mundo ya no gira en torno a una única civilización ni responde a un solo modelo.

Ahora, el foco del conflicto se traslada al Oriente Medio, repitiendo un guion ya conocido. Bajo la justificación de la supuesta amenaza nuclear de Irán —mientras las potencias occidentales se reservan para sí el privilegio exclusivo de poseer armas nucleares—, Israel lanza ataques sin precedentes contra Teherán, al tiempo que perpetra, con total impunidad, el exterminio del pueblo palestino. En lugar de condena ante esta escalada sobre Irán, lo que presenciamos es a líderes europeos como el canciller alemán o el presidente francés, legitimando la violencia con fórmulas vacías como “Israel tiene derecho a defenderse”. Así, se reafirma la peligrosa noción de que solo las democracias occidentales están autorizadas a poseer arsenales nucleares, desestabilizar gobiernos o incluso aniquilar poblaciones, simplemente por el hecho de llamarse democracias.

Mientras países con posturas más sensatas como China, Pakistán o Arabia Saudí llaman a evitar la escalada y rechazan la violación de la soberanía iraní, Occidente persiste en el conflicto, aferrado a una premisa ideológica cada vez más vacía: “defender la democracia”. Ese estribillo, repetido hasta el cansancio, ya no convence ni siquiera a los ciudadanos de sus propios países; se ha convertido en una excusa para justificar agresiones, invasiones y desestabilización. Superar esa narrativa es urgente, porque el mundo no necesita más guerras envueltas en discursos nobles, sino un orden basado en respeto, soberanía y paz real.

El primer ministro Netanyahu, con el cinismo propio de esta decadencia moral, dice que el ataque no es contra el pueblo iraní, sino contra su dictadura. ¿Les suena familiar? Es el mismo discurso occidental de siempre: deshumanizar gobiernos enemigos, reducir países enteros a caricaturas autoritarias y justificar agresiones en nombre de la libertad. Lo que este momento histórico deja en evidencia es que el viejo bloque unipolar occidental no acepta el declive de su hegemonía. Se resiste, con violencia y arrogancia, al surgimiento de un mundo multipolar. Un mundo que, a diferencia de sus imposiciones, busca nacer por evolución histórica y no por la fuerza militar o económica.

Pero esa resistencia es, en el fondo, desesperada. El orden liberal global ya no convence ni siquiera a sus propias sociedades; su doble moral ha dejado de ser eficaz, y su discurso ha perdido la capacidad de intimidar. El mundo ha cambiado, y Occidente, lejos de adaptarse —pese a su constante apelación a la resiliencia y al cambio—, ha optado una vez más por una huida hacia adelante. Lo ha hecho incluso a costa de traicionar los valores democráticos y pacifistas que dice defender, perdiendo con ello aquello que alguna vez lo distinguió: una supuesta autoridad ética que hoy yace en cenizas.

El cambio nominal de Golfo de México a Golfo de América impuesto por Donald Trump. Algunas reflexiones

Vladimir de la Cruz

Amigos, padres de familia y algunos estudiantes, con frecuencia me preguntan, con motivo de la denominación Golfo de América, por parte del presidente Trump, al histórico Golfo de México, qué pienso.

El presidente Trump acude a denominar de esa manera al Golfo de México partiendo del peso que tiene Estados Unidos en el contexto internacional, y en el contexto de las relaciones que tiene con México y Canadá, como países que forman parte de la América del Norte, de las relaciones específicas de México y Estados Unidos, frente al Gran Golfo de la América del Norte, y de las relaciones de estos tres países en el Tratado de Libre Comercio de Norte América, NAFTA.

El nuevo nombre se impuso, de manera oficial, en toda referencia que se haga relacionada con la ubicación geográfica y cartográfica de Estados Unidos, a partir del inicio del Gobierno de Trump, así ya reconocido por la plataforma informativa de Google Maps, en una dimensión proyectada sobre Cuba, Estados Unidos, México en las áreas de Artemisa, y Pinar del Río, de Cuba, de los Estados de Alabama, Florida, Luisiana, Misisipi, Texas, de Estados Unidos y sobre las regiones de Campeche, Tabasco, Tamaulipas, Veracruz, Yucatán, de México, zonas que dan al Golfo.

Los continentes son grandes masas de tierra. Se reconocen en el mundo varios continentes: Asia, América, África, Europa. También se incluyen la Antártida y Oceanía o Australia. A veces se unifican Asia y Europa como un continente llamado Eurasia. Hay quienes también dividen en términos generales, al continente americano solo en dos partes, América del Norte y América del Sur.

En los anillos que simbolizan los Juegos Olímpicos se representan cinco continentes: Oceanía, América, África, Europa y Asia.

Para “entender” la propuesta de Trump hay que señalar que el continente denominado hoy como América es uno solo que puede dividirse geográficamente en tres partes: América del Norte, América Central y América del Sur. Está rodeado por los océanos Glacial Ártico, Glacial Antártico, Atlántico y Pacifico.

El nombre de América resulta de los procesos de búsqueda de nuevas rutas comerciales que se impulsaron en España y en Europa, en los siglos XV y XVI, para dirigirse a la India y a la China, evitando las rutas tradicionales por el Mediterráneo y las rutas terrestres que desde allí se establecieron.

Cristóbal Colón inició este proceso. Su llegada a la parte insular de la actual América dio origen al nombre inicial con que se llegó a distinguir las tierras a las que había llegado, “Las Indias Occidentales”, acudiendo al viaje por Occidente para llegar al Oriente, región que en ese momento eran desconocidas para los europeos.

En sus cuatro viajes, y hasta su muerte, Colón no llegó a tener conciencia de haber llegado a un “continente”, a una nueva región “gigantesca”. De la isla La Española, 1492, actual República Dominicana y Haití, solo avanzó a la región de Venezuela, en la desembocadura del río Orinoco, en su tercer viaje, 1498 y, en su cuarto viaje, 1502, sobre las costas hoy desde Honduras hasta Panamá.

El impacto de la llegada de Colón desató nuevos viajes, de otros conquistadores y buscadores de rutas comerciales. Así los portugueses llegaron a las costas de Brasil y Vasco Núñez de Balboa, logra cruzar el Istmo, hoy de Panamá, llegando a visualizar el océano Pacífico, 1513, que llamó el Mar del Sur, lo que facilitó las expediciones hacia Suramérica por el Pacífico y el recorrer las costas pacíficas de Centroamérica.

Grandes navegantes de aquellos años, entre ellos, Vasco da Gama, Américo Vespucio, Juan Ponce de León, Pedro Álvares Cabral, Juan de la Cosa, Fernando de Magallanes, Juan Sebastián Elcano, se distinguieron en cruzar el Atlántico y aventurarse en nuevas rutas alrededor del mundo.

Se le debe a Américo Vespucio las primeras referencias a la “continentalidad” del Continente americano, que se llegaron a plasmar en 1507 con el cartógrafo Martin Waldseemüller, gran geógrafo de su época, que en el tratado de geografía titulado “Cosmographiae Introductio”, habla y describe el Nuevo Mundo, con información dada por Vespucio, proponiendo nombrar las tierras para ellos descubiertas como “América”, en exaltación y honor a Américo Vespucio, popularizándose desde esa época este nombre.

Los estudios geográficos y geomorfológicos posteriores permiten dividir el continente americano en tres regiones geográficas, América del Norte, América Central y América del Sur. Son regiones o zonas donde hay características comunes, propias, naturales, que las diferencian entre sí.

Así, la América del Norte es la región o territorio que se encuentra entre el Océano Ártico al norte del continente y el Istmo de Tehuantepec, en México, lindando con el océano Atlántico al este y el Mar Caribe al sureste, y el océano Pacífico al oeste y al suroeste. Esta región comprende también a Groenlandia y sus islas adyacentes.

La América del Norte desde una visión política actual comprende a Canadá, Estados Unidos y Alaska, México y Groenlandia, que pertenece a Dinamarca.

Políticamente comprende los países de Canadá, Estados Unidos y México.

América Central geográficamente es la región comprendida entre el Istmo de Tehuantepec, en México, y la región del río Atrato, en Colombia, que abarca los territorios del sur de México, Guatemala, Belice, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, Panamá y la parte norte de Colombia.

El concepto Centroamérica como definición política, no geográfica, solo comprende a Guatemala, Belice, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica.

Para algunos efectos económicos regionales se ha extendido el concepto de Centroamérica para que formen parte de esta región Panamá y República Dominicana.

La otra gran región geográfica es Sur América o América del Sur, en el resto del continente, desde la Depresión del Río Atrato hasta la llamada Tierra del Fuego, la Antártida y las Islas del Atlántico Sur.

Desde la óptica del presidente Trump, en sus primeros 100 días de gobierno, ha señalado claramente varios objetivos políticos de una nueva definición de proyección geopolítica, de la ubicación geográfica y política de los Estados Unidos en el continente.

Primero, con la propuesta y anuncio de la retoma del Canal de Panamá, su control administrativo, político, económico y militar, con su región colindante, en la llamada Zona del Canal, como lo hacía Estados Unidos antes del Tratado Torrijos Carter de 1977, con el cual Panamá tomó la Soberanía del Canal, en que Estados Unidos acordó rescindir el Tratado original de manera definitiva a partir de 1999.

Trump no está de acuerdo con lo pactado por el presidente Carter y está dispuesto a tomar el Canal si es necesario por la fuerza militar. Ya ha entrado en negociaciones con el actual gobierno de Panamá para ir asumiendo cada vez mayor presencia en la Zona del Canal. En Panamá se han suscitado fuertes protestas populares por este motivo.

Segundo, en el norte ha proyectado el presidente Trump sus objetivos geopolíticos.

Primero, apropiarse de Groenlandia, que como territorio pertenece a Dinamarca, lo cual lo enfrentaría a un país europeo, con ello a la Unión Europea y a la misma Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, en caso de una agresión u ocupación militar, que la OTAN, a la cual pertenece Estados Unidos, que se vería obligada a actuar en defensa de Dinamarca.

En este escenario sabemos cómo actúan los intereses de los Estados Unidos, como lo hicieron con la intervención de los ingleses en Las Malvinas, cuando Estados Unidos se alió a Inglaterra, en perjuicio de Argentina, en que impidió la invocación de la OEA y la aplicación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, TIAR, que Argentina trató de activar.

Segundo, el discurso ofensivo de Trump sobre Canadá considerándolo como el Estado Número 51 de los Estados Unidos, llamando incluso “Gobernador” a su máxima autoridad política, el primer ministro de Canadá, que forma parte de la estructura monárquica de Inglaterra, proponiendo una consulta popular para la adhesión o integración del Canadá a los Estados Unidos, posición que ha sido rechazada por la población canadiense.

Cuarto, replanteando dentro de su visión económica sus relaciones con Canadá y México, alterando los acuerdos contenidos en el Tratado de Libre Comercio de estos países, imponiéndose como la parte más beneficiada de cualquier relación comercial con ellos.

En su conjunto también afectando a todos estos países con las decisiones de aumentar los aranceles prácticamente con todos los países con los cuales Estados Unidos tiene relaciones comerciales, más allá de Tratados o Acuerdos comerciales.

Quinto, le dio un zarpazo a México al denominar oficialmente al Golfo de México como Golfo de América. Cambió el nombre y con ello estableció una jurisdicción proyectada de los Estados de Alabama, Florida, Luisiana, Misisipi y Texas sobre el mar del Golfo. Así se están haciendo los nuevos mapas y así se introdujo la enseñanza de la geografía en las instituciones escolares.

La conquista y la colonización que desarrolló España en América hizo que se impulsara, para la mejor administración de los territorios conquistados, una división administrativa colonial que hizo surgir cuatro Virreinatos en América. El más antiguo fue el de Nueva España o de México, que se estableció en 1535, que llegó a abarcar todo Centroamérica, México y de los Estados Unidos, todos los territorios actuales de California, Nevada, Colorado, Utah, Nuevo México, Arizona, Texas, Oregón, Washington, Idaho, Montana, Wyoming, Kansas, Oklahoma, Luisiana, Florida, Alabama, Misisipi y Alaska pertenecieron al Virreinato de México.

El Virreinato de Nueva España o de México se extendió a otros territorios de Asia y Oceanía.

Los territorios que llegaron a tener las 13 colonias inglesas, que se habían establecido en el este de Norte América, se independizaron en 1776, siendo hasta entonces territorios que se concebían dentro del Virreinato de México. Ello hizo que los mapas que se elaboraron desde aquellos años establecieran el nombre de Golfo de México, que se ha mantenido hasta hoy, para cubrir todos los territorios desde México hasta los Estados Unidos en el Gran Golfo del Norte de América que ha sido conocido como Golfo de México. Los mapas así lo consignaron desde los años del Virreinato, cuando fueron elaborados en 1562, 1784, 1794, 1822 y cualquier otro mapa así publicado hasta el 2024.

Con el actual cambio de nombre por parte de los Estados Unidos, el Golfo de América comprende hoy las costas de los estados de Florida, Alabama, Misisipí, Luisiana y Texas.

El Golfo de México, por su parte, comprende las costas suroeste y sur de los estados mexicanos de Tamaulipas, Veracruz, Tabasco, Campeche, Yucatán y la parte norte de Quintana Roo.

Está claro que Donald Trump visualiza su presencia en el Continente Americano de manera contundente. De mayor control político, geopolítico, militar, económico y cultural.

La Doctrina Monroe, desarrollada a partir de 1823 ha sido reactualizada por Trump, teniendo presente las distintas doctrinas y políticas intervencionistas de Estados Unidos en el continente, las doctrinas y acciones políticas del Gran Garrote, de Roosevelt, 1904-1939, la del Buen Vecino y diplomacia del Dólar, siglo XIX y XX, la Doctrina Truman que impuso las políticas anticomunistas en el continente y desarrolló más las bases militares en Panamá, las doctrinas intervencionistas y militaristas, de la Seguridad Nacional, el Plan Cóndor, con motivo de la Guerra Fría, hasta las de Ronald Reagan, con el dominio de su “patio trasero”, o las de políticas y doctrina de Kissinger combinando diplomacia con poder militar.

Con todas estas doctrinas Estados Unidos trató de contener, y de reemplazar cuando fuera del caso, gobiernos y líderes de izquierda, progresista por líderes de derecha, juntas militares o regímenes autoritarios.

Frente al cambio de nombre del Golfo de México hay que replantear, en el campo de la enseñanza y la educación, en general, y geográfica e histórica en los particular, la correcta denominación de las cosas, de las situaciones.

Así, por ejemplo, cuando hablamos o referimos al concepto americano se debe distinguir a todo el continente, y a todos los habitantes del Continente. En la práctica actual americano ha referido casi solo a los ciudadanos de los Estados Unidos, a los que hay que empezar a llamar estadounidenses. Con el nombre de los Estados Unidos de América se conoce a las 13 colonias inglesas que se liberaron de Inglaterra, que luego fueron desarrollándose hasta crear la gran nación de Norte América, hoy con sus 50 estados federados. Así en el caso de la América del Norte tendremos canadienses, estadounidenses y mexicanos, de la misma manera como se conocen los habitantes de cada uno de los países latinoamericanos, guatemaltecos, salvadoreños, hondureños, nicaragüenses, costarricenses, panameños, colombianos, venezolanos, brasileños, guayaneses, ecuatorianos, peruanos, bolivianos, paraguayos, argentinos y uruguayos.

Si se trata por regiones del continente, se llamará norteamericanos, a los ciudadanos de toda Norte América o la América del Norte, centroamericanos, suramericanos y caribeños.

Es al menos una manera, y un intento, de afirmar nuestra identidad nacional de mejor forma.

Compartido con SURCOS por el autor.