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Etiqueta: Primera Guerra Mundial

Jean Bouin, el campeón francés que falleció en el frente

Gabe Abrahams

Alexandre François Étienne Jean Bouin, más conocido como Jean Bouin (1888-1914), fue un atleta y periodista francés que pasó a la historia por sus gestas deportivas y por su pronto e inesperado fallecimiento durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Su memoria ha perdurado hasta nuestros días.

Jean Bouin nació el 21 de diciembre de 1888 en Marsella, siendo el segundo hijo de un matrimonio que duró poco. Sus padres se divorciaron cuando él contaba con solo cinco años de edad.

Desde joven, Jean Bouin practicó varios deportes de forma intensa, entre ellos la esgrima y la gimnasia, a la vez que cursó sus estudios. Pero, en 1903, finalmente se decantó por el atletismo.

Fue entonces cuando el mítico corredor francés se convirtió en uno de los precursores del llamado método natural de entrenamiento, el cual consistía en recorrer unos veinte kilómetros diarios por terrenos variados. Los resultados de esa metodología de entrenamiento no se hicieron esperar.

En 1908, Jean Bouin empezó a ganar campeonatos franceses y a batir plusmarcas nacionales en varias distancias y se convirtió en uno de los mejores corredores del mundo. Sin embargo, sufrió una decepción al no poder participar en la prueba de las 3 millas por equipos de los Juegos Olímpicos de Londres para la que estaba inscrito por culpa de una sanción disciplinaria, aunque, al final, le fue reconocida la medalla de bronce que obtuvo Francia en la prueba.

Ya en 1909, Jean Bouin logró su primer gran éxito internacional al proclamarse Subcampeón del Mundo de campo a través en el Cross de las Naciones (nombre que recibía por aquel entonces el campeonato del mundo de la especialidad), entrando en meta en segunda posición tras el inglés Edward Wood.

Dos años después, en 1911, Jean Bouin consiguió superar su anterior prestación mundialista y tocó el cielo atlético al proclamarse con brillantez Campeón del Mundo de campo a través, por delante del inglés Harry Baldwin, segundo, y el escocés George Wallach, tercero.

En las ediciones de los años 1912 y 1913, Bouin alcanzó, de nuevo, el título mundial de campo a través. En 1912, lo hizo superando a los ingleses William Scott y Frederick Hibbins, segundo y tercero respectivamente. Y, en 1913, derrotando al inglés Ernest Glover y a su compatriota Jacques Keyser. En la edición de 1913, incluso, logró el subcampeonato mundial por equipos con Francia.

En 1911, aparte de proclamarse campeón mundial de campo a través por primera vez, Jean Bouin batió la plusmarca mundial de los 10.000 metros, con un registro de 30 minutos, 58 segundos y 8 décimas. Y, en 1913, pulverizó la plusmarca mundial de la hora con una distancia de 19.021 metros.

Además de sus títulos de campo a través y de sus plusmarcas, en los Juegos Olímpicos de Estocolmo de 1912, el campeón francés consiguió otra gran gesta histórica al quedar segundo en la prueba de los 5.000 metros y proclamarse Subcampeón Olímpico. El final de esa carrera que le supuso ganar la medalla de plata olímpica a Bouin es parte de la historia del atletismo y de las olimpiadas, ya que resultó un duelo épico entre el corredor francés y el finlandés Hannes Kolehmainen hasta los últimos metros.

Durante sus años de gloria atlética, Jean Bouin compaginó el deporte con el periodismo, colaborando en el diario Petit Provençal. Fue polifacético como otros campeones del deporte.

El 2 de agosto de 1914, Jean Bouin fue movilizado e incorporado como soldado con función de instructor deportivo del ejército francés, debido al estallido de la Primera Guerra Mundial. Comprometido con la causa de los Aliados, tomó el tren hacia el frente el 13 de septiembre y falleció en combate el 29 de ese mismo mes, en concreto en el frente del Marne. Solo tenía 25 años, a pesar de su triple corona mundial de campo a través, de sus plusmarcas y de su plata olímpica. La inesperada noticia conmocionó a Francia, el mundo del deporte y el olimpismo.

Después de conocerse el fatal desenlace, la compañera de Jean Bouin, Rose Granier, acudió al lugar de los hechos para darle su último adiós y el campeón francés fue enterrado. Acabada la guerra, el 27 de junio de 1922, sin embargo, Bouin descansó definitivamente en el cementerio de Saint-Pierre de Marsella.

El escultor Constant Roux le dedicó una estatua y realizó el busto de su tumba. Y en los años 1960, se erigió en Bouconville-sur-Madt una estela en su honor financiada por la Société générale e inaugurada con la presencia de otro gran campeón francés del cual escribí hace no demasiado, Alain Mimoun.

Como homenaje póstumo a Jean Bouin, quien falleció en el frente de la Primera Guerra Mundial demasiado joven, algunos estadios de fútbol y de rugby franceses llevan su nombre. Con la misma intención, se organiza una carrera anualmente en Barcelona desde el año 1920 también con su nombre.

Parece evidente que Jean Bouin, un ejemplo de lo crueles que suelen ser las guerras, las cuales siempre acaban con lo mejor de una generación, ha pervivido en el recuerdo del mundo del deporte y de su país, Francia. Sus títulos mundiales, sus plusmarcas, su plata olímpica… son parte de la historia de ambos. Nadie lo ha olvidado y su memoria está presente. Es justicia, justicia para el joven campeón que falleció en el frente.

Emilio Herrera: aviador, científico y presidente del gobierno republicano

Gabe Abrahams

Emilio Herrera Linares nació en Granada un 13 de febrero de 1879. Sus padres fueron Rita Linares Salanava y el militar Emilio Herrera Ojeda. Uno de sus antepasados fue el arquitecto Juan de Herrera, quien diseñó el monasterio de El Escorial y la catedral de Valladolid.

En sus Memorias, Emilio Herrera recordó su infancia feliz en el seno de una familia burguesa, felicidad solo perturbada por una serie de calamidades naturales que conmocionaron la vida de su ciudad natal: terremotos de 1884, epidemia de cólera de 1885, desbordamiento del río Darro.

Herrera ingresó con diecisiete años en la Academia Militar de Ingenieros de Guadalajara, graduándose como teniente en 1901 e incorporándose en la Escuela de Aerostación de Guadalajara en 1903, centrada en el manejo de los aeróstatos.

Desde entonces, Herrera participó en competiciones de la especialidad (aeróstatos), como la Gordon Bennet o el Gran Prix de París, en el que consiguió una brillante segunda posición. En 1906, además, alcanzó la plusmarca nacional de altura en un aeróstato al llegar hasta los 6.000 metros.

Tras casarse con Irene Aguilera en 1909, Herrera participó como capitán y jefe de la Sección de Globos Aerostáticos de Melilla en la Guerra de Marruecos.

El 13 de febrero de 1914, Emilio Herrera, junto a José Ortiz Echagüe, atravesó a bordo de un monoplano Nieuport el estrecho de Gibraltar, consiguiendo nuevas plusmarcas, en este caso las de los vuelos Travesía del Estrecho, España-Marruecos y Europa-África. La magnitud de su gesta provocó que, al aterrizar en Tablada, el rey Alfonso XIII le nombrase gentilhombre de cámara. El logro alcanzado estaba al nivel de su hazaña de 1906, cuando alcanzó una altura de 6.000 metros en un aeróstato.

Tras su gesta, Herrera fue enviado a Estados Unidos para comprar aparatos Curtiss JN-4 Jenny y montó en España la primera escuela de pilotos de hidroaviones, siendo durante la Primera Guerra Mundial observador aéreo en distintos frentes.

Acabada la Primera Guerra Mundial, Emilio Herrera dirigió la construcción y diseño del Laboratorio Aerodinámico de Cuatro Vientos, embrión del actual Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA). En el Laboratorio, estudió y proyectó vestimentas y sistemas de respiración para la navegación aérea a altitud elevada, llegando a inventar en 1935 la escafandra estratonáutica autónoma para tripulantes de globos a gran altitud, la cual fue una precursora del posterior traje espacial.

En la década de 1920, Herrera fue el representante de España en múltiples congresos internacionales de aeronáutica, publicó una larga lista de artículos y ayudó a Juan de la Cierva en la construcción de su famoso autogiro.

En 1928-1929, Emilio Herrera realizó la travesía del Atlántico y la circunnavegación aérea del globo terráqueo en el dirigible Graf Zeppelin LZ 127, consiguiendo dos nuevas gestas, equiparables a las alcanzadas en 1906 y 1914. En 1928, Herrera también participó en la creación de la Escuela Superior Aeronáutica.

Cuando se proclamó la Segunda República Española en 1931, Emilio Herrera, aun siendo desde 1914 un gentilhombre de cámara del rey Alfonso XIII, optó por la lealtad al nuevo régimen, una lealtad que llegaría muy lejos.

En aquel momento, el aviador disfrutaba de un gran prestigio y la Sociedad de Naciones le nombró experto internacional de aviación y la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales le eligió académico. Unos años después, en 1936, siendo teniente coronel, Herrera también se convirtió en el director técnico de la Fuerza Aérea Republicana (FARE).

Al producirse el Golpe de Estado del 18 de julio de 1936, Emilio Herrera se mantuvo fiel a la Segunda República, peleando por ella y alcanzando el rango de general en 1938, año en el que padeció la muerte de su segundo hijo, Emilio, también aviador, en acto de servicio en Belchite. Su hijo mayor, José, fue un reconocido escritor y poeta.

Al finalizar la Guerra Civil Española, Herrera se exilió en Francia, un exilio que duraría hasta su muerte. El aviador de las grandes gestas, el gran científico, el hombre genial no tuvo más remedio que abandonar su patria por la fuerza. Lo que creyó provisional, resultó definitivo.

Desde esa fecha, Herrera se dedicó a la investigación aeronáutica y científica, colaborando en revistas francesas especializadas. Ingresó en la Office National d’Études et de Recherches Aérospatiales (ONERA) y fue nombrado consultor de la UNESCO sobre física nuclear, cargo del que dimitió al ser aceptada la dictadura de Francisco Franco en la ONU.

Su preocupación por el drama de los exiliados españoles le llevó, además, a implicarse en actividades políticas en el exilio. En 1944, fundó, junto con Picasso, Victoria Kent y otras personalidades, la Unión de Intelectuales Españoles. En 1946, fundó la revista Independencia, Revista de la Cultura Española. En 1957, fundó el Ateneo Ibero-Americano de París. También formó parte de varios gabinetes del gobierno de la Segunda República Española en el exilio: Ministro de Defensa (1951-60), Presidente del Gobierno (1960-62) y Ministro de Hacienda y Defensa (1960-62).

Emilio Herrera falleció en Ginebra el 13 de septiembre de 1967, en un exilio doloroso que le impidió regresar a España y morir en su tierra. En 1993, sus restos regresaron a Granada.

Emilio Herrera Linares fue un hombre de talento, ilustre. Ahí están sus gestas, su capacidad creativa, su trayectoria política. Fue un gran hombre perseguido por la dictadura franquista, como tantos y tantos. El odio y la persecución de los mejores fue una de las tarjetas de presentación de Franco, aplicada incluso en sus propias filas. Herrera murió en el exilio, pero merece nuestro recuerdo. Un recuerdo permanente. Ha habido pocos como él.

París y los Campos Elíseos

Gabe Abrahams

La Avenida de los Campos Elíseos es la calle más importante de París. Impresionante en su anchura de 70 metros si la comparamos con la de las grandes avenidas de otros países del sur de Europa, su longitud ronda los 2 km.

Las avenidas anchas y rectas son propias de la sociedad barroca, y la Avenida de los Campos Elíseos que tomó forma en ese tiempo es un ejemplo de ello. La calle recta permitió recorrer y observar el entorno y los edificios de una manera más profunda.

Muchos artistas se inspiraron en la Avenida de los Campos Elíseos de París a la hora de elaborar sus creaciones.

Además, la avenida tiene mucha historia. Por ejemplo, en agosto de 1944, en la parte final de la Segunda Guerra Mundial, la 9ª Compañía de la 2ª División Blindada de la Francia Libre, la División Leclerc, formada prácticamente por republicanos españoles en el exilio, fue la primera en entrar en París y en liberarla del yugo nazi, bajo el mando del teniente Amado Granell, nacido en Burriana (Castellón). Las imágenes de la toma de París por parte del ejército francés y de las celebraciones posteriores están vinculadas a la avenida.

Al recorrer la Avenida de los Campos Elíseos de París, uno se tropieza con cafés, teatros, tiendas de lujo, edificios impresionantes e imponentes. Poco importa, porque lo más trascendente de esta avenida está en dos puntos concretos, su inicio y final.

Escogemos como punto de inicio el norte de la avenida, situado en el Occidente, y como punto final el sur de la misma avenida, ubicado en el Oriente.

En el punto de inicio de la Avenida de los Campos Elíseos, se encuentra la Plaza Charles de Gaulle, que acoge el Arco del Triunfo de París.

El Arco del Triunfo de París forma parte de los monumentos nacionales franceses que poseen una carga histórica de tono elevado.

El Arco del Triunfo parte de un decreto imperial de Napoleón Bonaparte de 1806. Napoleón ordenó la construcción de este arco triunfal con el objetivo de perpetuar la memoria de las gestas militares de los ejércitos franceses. Napoleón, tras la victoria de sus ejércitos en la Batalla de Austerlitz (1805), les prometió a sus hombres: “Volveréis a casa bajo arcos triunfales”.

A los pies del Arco del Triunfo, se encuentra la Tumba del Soldado Desconocido de la Primera Guerra Mundial, con una inscripción: ICI REPOSE UN SOLDAT FRANÇAIS MORT POUR LA PATRIE 1914-1918 (“Aquí yace un soldado francés muerto por la Patria 1914-1918”).

Una llama que permanece impasible en el lugar se reaviva cada día a las seis y media de la tarde en punto. Es rarísimo que alguien altere el horario de esta ceremonia, porque en Francia la puntualidad es una de las tarjetas de presentación en sociedad.

En el Arco del Triunfo, aparecen varias listas de nombres de cerca de 700 personas, muchos de ellos figuras de la Revolución francesa (1789-1799).

Tras recorrer la ajetreada Avenida de los Campos Elíseos con sus cafés, teatros, tiendas, llegamos a su otro extremo. Allí se encuentran el Jardín de los Campos Elíseos y la Plaza de la Concordia.

El nombre Campos Elíseos de la avenida y el jardín tiene su origen en la mitología griega. Campos Elíseos era la denominación que recibía en Grecia la morada de los héroes muertos con almas virtuosas.

La Plaza de la Concordia, que se encuentra después del jardín, se halla coronada por el obelisco de Luxor y rodeada de palacios y edificios majestuosos.

El obelisco de Luxor fue traído desde el propio Templo de Luxor de la antigua Tebas (Egipto). Entre los jeroglíficos que decoran todas las caras del obelisco, llama la atención el cartucho de Ramsés II, en el que el rey hace una ofrenda al dios de la creación llamado por los egipcios Amón-Ra.

La Plaza de la Concordia también tiene una fuerte carga histórica. Fue el lugar de reunión del periodo revolucionario francés, sobre todo cuando la guillotina estuvo instalada allí. En la plaza, fueron ejecutados Luis XVI y María Antonieta.

La Plaza de la Concordia, además, fue la plaza donde en agosto de 1944 se consumó la toma de París, por parte de la famosa División Leclerc, formada por republicanos españoles. Tras dominar la zona del Arco del Triunfo y el Ayuntamiento de París, con sus vehículos llamados Madrid, España cañí, Jarama, Ebro, Teruel, Guernica, Belchite, Guadalajara, Santander, Brunete y Don Quijote, esta división de republicanos españoles consiguió controlar la Plaza de la Concordia y liberar definitivamente a París de los nazis.

Visitar París, una ciudad que fue fundada hace más de 2.200 años y que cuenta con una población actual de unos 2.300.000 habitantes, es de obligado cumplimiento.

La ciudad tiene un atractivo enorme, con decenas de maravillas difíciles de adjetivar: el río Sena, la Torre Eiffel, el Jardín de las Tullerías, el Palacio de Louvre, la Plaza de los Vosgos o Plaza Real de París, el Palacio de Luxemburgo, la maltrecha Catedral de Notre Dame…

Sin embargo, nada de toda esa grandeza a mi modo de ver supera a la Avenida de los Campos Elíseos, avenida que condensa la historia de Francia de los últimos siglos. Un paseo sosegado por la avenida, de extremo a extremo y prestando especial atención a su inicio y final, es la mejor manera de descubrir el pasado más reciente de la ciudad, de Francia, de Europa y del mundo.

Agosto de 1914 o la estupidez humana

Rogelio Cedeño Castro*

Rogelio Cedeño
Rogelio Cedeño Castro

 

El día 4 de agosto, recién pasado, se cumplieron cien años del inicio de la horrenda, absurda e injustificada matanza entre seres humanos protagonizada por los habitantes de la Europa de hace un siglo, conocida ahora como la Primera Guerra Mundial (1914-1918), un hecho histórico que se constituyó en una expresión  más de la inmensa barbarie presente entre aquellos que presumieron siempre de ser civilizados frente el mundo colonial asiático, americano y africano, al que dominaron y explotaron durante siglos, con particular ensañamiento y violencia, extrayendo grandes riquezas y esclavizando a sus habitantes, a quienes, actuando al igual que los árabes, vendieron como esclavos en otras tierras. Todas estas pretensiones de superioridad ante el universo colonizado, acompañaron siempre a las políticas coloniales de Inglaterra, Holanda, Francia, Bélgica, Alemania y Austria Hungría en detrimento de otros pueblos del planeta. Sus alegatos de cultura y civilización frente a la barbarie de los otros se tornaron fallidos ante estos y otros actos semejantes, durante los siglos anteriores, pues como bien nos muestra el acontecer histórico esta no fue la primera guerra de exterminio físico y cultural (limpiezas étnicas incluidas) en su larga historia, tan llena de violencia homicida, tal y como ha quedado demostrado, a partir del examen de la abrumadora información de que hoy se dispone.

Estos graves acontecimientos, de naturaleza bélica, cuyo inicio se conmemora en estos días, constituyen un acontecimiento histórico singular, el de la Gran Guerra Europea o Guerra Civil Europea como la calificó John Maynard Keynes, mientras que la Segunda Guerra Mundial(1939-1945)  fue en gran medida la continuación de un conflicto bélico nunca resuelto, a partir del armisticio  o cese del fuego, del día 11 de noviembre de 1918, cuando dio inicio al cese de hostilidades poniendo fin a más de cuatro años de enfrentamiento armado, pero dejando en los resultados de las negociaciones de Versalles todo preparado para su reanudación veinte años después, como bien lo indicó el propio Keynes, en su libro LAS CONSECUENCIAS ECONÓMICAS DE LA PAZ, publicado en 1920, al renunciar a su condición de negociador en nombre del gobierno inglés.

Todo aquel horror de la matanza y el hacinamiento en las trincheras, con los combates a la bayoneta unidos al incesante fuego de la artillería, la muerte o la inhabilitación de una generación entera de jóvenes no bastaron a aquella pléyade de gobernantes cínicos y criminales, para satisfacer sus ansias de poder: Desde la incompetencia y la mentira criminal del general Joseph Joffre, Jefe del estado mayor francés al comienzo de las operaciones efectivas de combate, en agosto de 1914, con su cinismo y el ocultamiento de información que condujeron a la pérdida de miles de vidas hasta el entusiasmo posterior de Georges Clemenceau, el tigre y padre de la victoria hacia el final de la guerra (quelle victoire!), todos aportaron lo suyo para conducir a la juventud a aquel absurdo sacrificio de sus vidas. Socialistas y burgueses, tanto franceses como alemanes, se embriagaron del patriotismo más ramplón para sacrificar millones de vidas,  sin que nadie les pidiera cuentas.

Los ministros o sacerdotes de todas las denominaciones religiosas fueron cómplices de aquella carnicería, no sólo bendijeron a aquellos hombres que iban a matar y a dejarse matar como corderos sin una causa valedera, como no fuera la del patriotismo burgués presente desde el tiempo de las guerras napoleónicas, sino que a diferencia de los soldados que  confraternizaron  en las trincheras, durante los años de 1914 y 1916, los pastores bendijeron a las tropas como capellanes, confortándolos para que pudieran seguir sumergidos en aquella locura colectiva. Al parecer los supuestos valores judeocristianos que decían profesar, unos y otros, no les ayudaron a asumir una actitud crítica frente a tan inhumanas  y crueles actuaciones para con otros seres humanos, presuntos hijos de Dios dentro de la retórica religiosa.

Semanario Universidad, edición n°2068, del 10 de diciembre de 2014 al 13 de enero de 2015, página 23.

 

*Catedrático UNA.

 

Enviado a SURCOS Digital por el autor.

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