El Colegio de Periodistas y Profesionales en Ciencias de la Comunicación Colectiva de Costa Rica le invita a participar del IV Foro de la Construcción del Nuevo Código de Ética de las Profesiones en Comunicación Social de Costa Rica, donde se abordará el tema: “Oportunidades y desafíos de la publicidad y la animación digital en Costa Rica: prospectiva y ética”.
Éste se realizará el jueves 7 septiembre de 2023, iniciando a las 9.00 a.m.
Desde el proyecto de ley que impulsa regular la imagen de la mujer en los elementos publicitarios, se plantea un análisis a las conductas dentro la publicidad que reproducen violencia simbólica, sexualización, reproducción de estereotipos o de subordinación. Si bien ya existe la Ley N° 5811, se atribuye una reforma para cubrir elementos que no se habían planteado en esta.
La diputada del Frente Amplio Rocío Alfaro aseguró que el aprobar esta ley sumaría a disminuir, proteger y prevenir la violencia hacia la mujer, y asegurar a que las trabajadoras en el medio de la publicidad puedan ser protegidas. Donde la Ley N° 5811 quitaba la publicidad mas no sanciona a quienes la producían, en esta nueva reforma se establece esta nueva dinámica que permite proteger a la mujer.
Además, Camila Ordoñez creadora del Observatorio de la Imagen de la Mujeres en la Publicidad del CIEM, también estableció que además de quitar y sancionar a los responsables de estas publicidades, también se contemplan las plataformas digitales y las estrategias publicitarias que anteriormente no se tomaban en cuenta.
Por cuanto, desde este proyecto se plantea una respuesta institucional ante la publicidad que empobrece la imagen de la mujer y le da un significado errado ante la sociedad, promoviendo un mensaje simbólicamente sexista.
Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)
El primer plano de su rostro mostraba una persona desencajada, desconcertada. Acostumbrado a vencer rivales con una técnica depurada y dejarlos desperdigados en el campo de juego, esa noche ofreció un pobre espectáculo que a la postre coincidió con el del resto del equipo. Brasil, el favorito Brasil, perdería la final del campeonato mundial de fútbol de Francia 1998.
Luego se sabría que la noche previa, Ronaldo Luiz Nazario de Lima o, simplemente Ronaldo, había sufrido un colapso que se reflejaría en su estado físico y emocional en ese importante partido. Una columna del sitio digital “apuntes de rabona” sobre ese hecho, señalaba que el jugador no sabría dónde estaba y que había “corrido porque tenía que hacerlo”.
Denominado en el concierto global mediático como “El fenómeno” por sus capacidades innatas para jugar al fútbol, Ronaldo, el joven Ronaldo de 21 años, sucumbiría así a la presión global que había depositado sobre él la responsabilidad de guiar a la mítica Brasil a un quinto campeonato del mundo. Lo lograría finalmente cuatro años después en el mundial de Japón y Corea en 2002.
A esa noche francesa, el jugador llegaba como la indiscutible estrella global del deporte. Figura e imagen de la marca transnacional de implementos deportivos Nike, amasaba una temprana fortuna y las luces de los reflectores brillaban sobre su sombra.
La misma marca había creado para él los primeros zapatos de fútbol personalizados y con marca patentada de la nueva era: “Mercurial R9”. Luego de esta aventura publicitaria, vendrían los CR7, los Messi contemporáneos y el mundo del fútbol seguiría girando en su danza de millones hasta hoy.
Lo que ocurrió con Ronaldo la noche del 11 de julio de 1998 previa a la final, es un ejemplo de lo que el alto rendimiento, esa fábrica de hacer sueños a costa de las subjetividades, hace con los deportistas. Sucumbió a una convulsión que lo alejaría de la realidad hasta el día siguiente en el que, como mencionó la columna ya citada, “jugó pero no jugó” en el partido de la final francesa. Posteriormente, problemas de tiroides dieron al traste con su condición física y debió retirarse de toda actividad futbolística.
23 años después de este episodio el mundo sigue contemplando la tensión no resuelta entre deportividad y rendimiento, éxito y salud, perfección y error. En unos Juegos Olímpicos disruptivos, como todo lo que ha pasado en este planeta desde marzo de 2020, el clamor de los deportistas por el respeto a su humanidad ha sido constante. Han aprovechado la vitrina de los medios globales y las redes sociales para hacerlo.
No es común ver a un o una atleta de renombre quebrarse, bajarse de la competencia nombrando su derecho a la salud mental, al resguardo emocional. Ya lo había hecho, este mismo año, la tenista japonesa Naomi Osaka al desdeñar la hegemonía de los micrófonos y las cámaras en el Abierto de Francia Roland Garros, aduciendo que necesitaba proteger su integridad como persona. Terminó abandonando el torneo.
Pero allí no acaba la disrupción de las subjetividades. Reconocida como “La gimnasta imposible” por sus siempre perfectas rutinas de alta calificación, sus acrobacias sin comparación, su perfil permanentemente impecable, la atleta estadounidense Simone Biles, puso en otra dimensión una discusión actual y preocupante sobre la salud integral de las personas que bregan en el alto rendimiento.
En tiempos de pandemia y todo lo que trajo a su paso para las subjetividades, este no es un tema menor. Quizá luego de que el núcleo del virus se aleje y se reinstale nuevamente la vida bajo otros signos, los abordajes sobre la salud mental sean reconocidos desde verdaderas políticas públicas que no sigan enfoques solamente restituyentes y rehabilitatorios. Estos temas, finalmente, deben abordarse y defenderse contra toda lógica economicista, racionalista.
El impacto de lo hecho por Simone Biles en esta semana de exposición mediática ha sido evidente. Otra deportista casada con los millones de Nike (con quien terminó su relación en 2015) y con la marca Athleta (vinculada a la transnacional Gap) ha detenido de alguna manera y por algunos días la maquinaria del espectáculo deportivo y ha obligado a la audiencia global a poner sus ojos sobre la persona, no la gimnasta.
Tras ella se cuentan otros gestos de deportistas que han salido a expresar su condición de humanidad. Sobre ellos hablaremos en otro momento. Por lo pronto, recordémonos que todos, todas en todos los campos de la vida, tenemos que ejercer el derecho irrenunciable a quebrarnos, a mostrarnos con todas las debilidades y fortalezas para luego levantarnos una y otra vez como demostración de humanidad. Simplemente humanidad.
Esa es la disputa a la que asistimos contra un sistema preparado, o que dice preparar para la perfección. Este pareciera ser el efecto Simone, la principal medalla que cuelga de su cuello y del nuestro como la persona que es, que somos.
Iniciativa funciona desde el 2016 y ya suma 136 denuncias
Andrea Méndez Montero,
Periodista, Oficina de Divulgación e Información, UCR
El Observatorio de la Imagen de la Mujer en la Publicidad (OIMP) permite que la ciudadanía denuncie por medio de un formulario cualquier tipo de contenido publicitario que afecte la dignidad de la mujer. – foto Laura Rodríguez Rodríguez, UCR.
La ciudadanía ya puede actuar contra la publicidad que reproduce estereotipos o plantea cualquier expresión de sexismo y violencia de género, por medio de los mecanismos que ofrece el Observatorio de la Imagen de la Mujer en la Publicidad (OIMP) de la Universidad de Costa Rica (UCR).
El OIMP promueve en el país una cultura publicitaria respetuosa de los derechos de las mujeres y de la igualdad de género, mediante la creación de espacios de sensibilización, capacitación y de una plataforma pública de denuncia.
Según Camila Ordóñez Laclé, psicóloga y coordinadora del OIMP, el esfuerzo surge de su interés personal por “hacer algo” respecto a la forma en que se representa a la mujer en los espacios publicitarios y tras abordar el tema en su tesis de licenciatura, tuvo la oportunidad de formalizar la iniciativa vinculada al Centro de Investigación en Estudios de la Mujer (CIEM).
El sitio web de la OIMP ofrece a la ciudadanía guías y manuales para detectar el sexismo en la publicidad, pero además, cuenta con un apartado específico desde el que cualquier persona puede expresar su disconformidad con algún producto o espacio publicitario que a su criterio, afecte la dignidad de la mujer.
“La intención es tener un mecanismo de observación y vigilancia que recoja la voz de las personas sobre lo que les está molestando. Es un proyecto de investigación y acción, en el que acompañamos las quejas con conocimiento académico” explicó Ordóñez.
Por medio de un formulario, la ciudadanía puede formalizar su denuncia a título personal o de forma anónima, pues lo esencial es que brinde la mayor información posible sobre el anuncio que haya detectado en televisión, radio, exteriores o medios digitales.
Pie de foto2: Según Camila Ordóñez Laclé, coordinadora del Observatorio de la Imagen de la Mujer en la Publicidad (OIMP), aunque en otros países las empresas ya muestran sensibilización sobre el tratamiento de género en sus campañas, en Costa Rica “era un tema dormido” que apenas ha empezado a despertarse. – foto Laura Rodríguez Rodríguez, UCR.
Todos los anuncios publicitarios recibidos por el OIMP son canalizados a la Oficina de Control de Propaganda, dependencia del Ministerio de Gobernación y Policía que revisa el material y en los casos que proceda, garantice la aplicación de la Ley 5811 (Ley de control de propaganda).
La Oficina de Control de Propaganda es la instancia autorizada para que, según la gravedad del contenido divulgado, se emita al anunciante una nota educativa, un llamado de atención, un auto de prevención e incluso, se solicite el retiro total o parcial del mensaje.
Ordoñez indicó que la OIMP realiza un análisis profundo de los anuncios que reciben mayor cantidad de denuncias y posteriormente, se emite a las empresas responsables una serie de recomendaciones que promueven un adecuado tratamiento de género en las campañas.
“Este es un espacio que da voz a la gente, gente que le interesa el tema, que lo ha percibido, que lo ha sentido. Es gente mayor, gente joven, mujeres y hombres, que se han preocupado por este fenómeno y no tenían conocimiento de que se podía hacer algo y que es un tema de derechos humanos”, enfatizó la investigadora del CIEM.
Esta iniciativa empezó a funcionar en el 2016, año en que recibió 94 denuncias referentes al contenido divulgado por 33 anunciantes y de los cuales, 59,6% fue detectado en redes sociales, 18,1% en televisión nacional y el resto en publicidad exterior, prensa escrita y correo electrónico.
En el 2017 se consolida la inscripción el OIMP como actividad de investigación permanente en la UCR y durante el primer semestre registra 42 denuncias referentes a la publicidad de 19 anunciantes, la mayoría de las cuales volvió a ser detectada en plataformas digitales.
Según datos del OIMP, la mayoría de las denuncias recibidas este año señalan que la publicidad cosifica a las mujeres, sus cuerpos o su sexualidad; refuerza estereotipos, presenta como normal o gracioso alguna manifestación de violencia de género y coloca a las mujeres en una posición de subordinación con respecto a los hombres.
La coordinadora del OIMP manifestó su satisfacción respecto a la buena acogida que ha tenido la iniciativa por parte de la ciudadanía y la incidencia política que empieza a generar en diversos espacios, posicionando un tema que “en Costa Rica estaba dormido y este proyecto ha venido a despertar”.