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Etiqueta: Putin

Biden y el retorno de la Doctrina Kennan

Germán Gorraiz López – Analista

Con Joe Biden podríamos asistir al retorno de la tesis geopolítica de George Kennan, diplomático y consejero de EEUU en la década de los 40 e ideólogo de la denominada política de contención de la URSS, quién afirmó que “decir que el derrocamiento de los regímenes hostiles a EEUU es el objetivo principal de los servicios de inteligencia de EEUU, es un secreto a voces”, doctrina que podría tener su plasmación en la previsible defenestración de Al Asad y Erdogan.

Hacia la balcanización de Siria

Zbigniew Brzezinski, ex-asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca bajo la presidencia de Jimmy Carter, advirtió sobre los peligros de una intervención en Siria y sobre el riesgo de una supuesta victoria de los rebeldes tras aseverar que “temo que la situación en Siria se dirija hacia una intervención estadounidense que carezca de eficacia» y expresar su perplejidad “tras la decisión de la CIA de desestabilizar Siria y derrocar a su Gobierno cuando los rebeldes son más hostiles para nosotros que Al Assad”. Con Joe Biden continuaría la estrategia diseñada por el general Martin Dempsey, jefe del Estado Mayor Conjunto de EE.UU con el entonces Jefe del Estado Mayor del Ejército de Defensa de Israel, Benny Gantz y que contaría con Jordania, Arabia Saudí, Turquía y Qatar como colaboradores necesarios para romper el Eje Teherán-Damasco-Beirut y obligar a Irán a renunciar a sus aspiraciones de la energía nuclear. Asimismo, según informa el diario israelí Haaretz, “Irán intentará aumentar considerablemente su presencia en Siria estableciendo una base aérea y otra naval”, lo que podría convertir a Siria en el portaviones continental de Irán y su grupo aliado Hezbolá, algo inadmisible para Israel que se vería obligado a dormir con sus más acérrimos enemigos.

Asimismo, el acuerdo de cooperación energética firmado en el 2011 entre Irak, Irán y Siria para la construcción del gasoducto de South Pars a Homms conectaría Irán con el Mar Mediterráneo y relativizaría la importancia estratégica del Proyecto del Gasoducto Trans-Adriático (TAP), (sustituto del fallido gasoducto Nabucco proyectado por EEUU para transportar el gas azerí a Europa a través de Turquía), así como el papel relevante de las monarquías árabes del Golfo como suministradores de crudo a Occidente, todo lo cual explicaría el afán de Qatar, Arabia Saudí y Turquía por defenestrar a Al-Asad, dentro del rol que se les ha asignado como peones de la partida geoestratégica que podremos contemplar en el próximo quinquenio.

En consecuencia, Al Asad podría convertirse en un obstáculo insalvable para el diseño de la nueva cartografía del Oriente Próximo, por lo que Putin y Biden podrían llegar a un acuerdo secreto en la Cumbre a celebrar en Junio entre ambos mandatarios para sacrificarlo en aras de lograr la pacificación del avispero sirio (previo desalojo de las tropas del ISIS que extenderán sus tentáculos hacia Libia y el Magreb) a cambio del cese de las sanciones económicas contra Rusia y la implementación de un nuevo status quo en Ucrania que supondrá la división de Ucrania en dos mitades casi simétricas (Sur y Este del país, incluida Crimea, bajo la órbita rusa) mientras el Centro y Oeste de la actual Ucrania navegarán tras la estela de la UE. Posteriormente, asistiremos a la partición de Siria en tres partes. Así tendremos la Siria alawita, protectorado ruso que abarcaría desde la costa mediterránea hasta Alepo, el Kurdistán sirio tutelado por EEUU y la zona sunita del sur sirio que se englobaría en el nuevo Sunistán sirio-iraquí, lo que unido a la división de Irak consagraría el triunfo de los esfuerzos de Israel para la balcanización de Siria e Irak, quedando tan solo el régimen teocrático chíita del Líder Supremo Ayatolah Jamenei como futuro objetivo de la estrategia balcanizadora de Brzezinski.

El delirio de Erdogan

Erdogan se negó a participar en las sanciones occidentales contra Moscú y compró a China misiles de defensa antiaérea HQ-9 y manifestó su deseo de integrarse en la Nueva Ruta de la Seda permitiendo inversiones del Banco Industrial y Comercial de China (ICBC) por lo que Erdogan sería un obstáculo para el diseño de la nueva doctrina de EEUU. En efecto, la nueva doctrina geopolítica de Erdogan pretende dejar de gravitar en la órbita occidental y convertirse en potencia regional, lo que implica que la lealtad a los intereses anglo-judíos en Oriente Próximo estaría en entredicho debido al fervoroso apoyo de Erdogan a la facción palestina Hamas y al consiguiente enfrentamiento con Israel así como la guerra sin cuartel declarada contra el PPK kurdo y su aliado sirio el PYD que chocaría con la nueva estrategia geopolítica de EEU. Así, la obsesión de Erdogan sería impedir el surgimiento de una autonomía kurda en Siria que sirva de plataforma al PKK por lo que el Congreso turco habría aprobado una ley que permite al Ejército turco (TSK) entrar en Siria e Irak para combatir a “grupos terroristas”, eufemismo bajo el que se englobarían no tanto el ISIS como el PKK y el PYD kurdo-sirio, aliado y hermano del PKK.

La frontera turco-siria sería el paso natural de los grupos yihadistas para abastecerse de armamento y sufragar el mantenimiento de sus operaciones militares mediante la venta de petróleo a precios irrisorios, términos reconocidos por el general Wesley Clark quien según la televisión libanesa de Hezbolá (Almanar) reconoció que “Turquía apoya al autodenominado Estado Islámico (EI) aunque nunca lo reconocerá” pero los bombarderos rusos sobre los tanques petrolíferos del ISIS supondrían un misil en la línea de flotación de los pingües beneficios obtenidos por Turquía mediante la reventa del crudo exportado por los yihadistas por lo que la miopía política de Erdogan le habría llevado a planificar el derribo del caza ruso SU-24.

Asimismo, la intervención turca en Libia para instalar una base militar que le facilite el control de las rutas gasísticas del Mediterráneo y así torpedear la construcción del gasoducto submarino EastMed, (iniciativa conjunta de Grecia, Chipre e Israel para transportar el gas de los yacimientos del Mediterráneo Sud-oriental a Europa) y convertirse junto con Rusia en los abastecedores únicos de gas a la Unión Europea. En este contexto, invocando el Derecho Internacional, Turquía exigió a Grecia y a Chipre una Zona económica exclusiva (ZEE), para explotar las importantes reservas de gas de la zona, tentativa que chocó con la frontal oposición de Francia que envió naves militares a la zona, con lo que Erdogan se habría granjeado la enemistad de Macron, Israel y del resto de la Unión Europea. Todo ello aunado con el hundimiento de la lira turca respecto al Dólar USD (14 % en el presente ejercicio) y el descontento popular ante la recesión económica que se avecina, podría provocar que el ejército turco (TSK) protagonice un nuevo golpe “virtual” o “posmoderno” que acabaría con el mandato de Erdogan, (rememorando el ‘golpe blando’ de 1997, cuando los generales kemalistas arrebataron el poder al Gobierno del presidente Necmettin Erbakanpor, quien lideraba una coalición islamista). Dicho golpe contaría con las bendiciones de Washington y Moscú al dejar Erdogan de ser un peón útil en el marco del nuevo escenario geopolítico mundial surgido tras el retorno al endemismo recurrente de la Guerra Fría entre EEUU y Rusia, quedando Siria y Turquía como portaaviones continentales de Rusia y EEUU respectivamente.

Biden: más allá de los insultos

Arnoldo Mora

Estrenando no más su mandato, el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, ha desagradablemente sorprendido al mundo entero por el inusitado y brutal insulto proferido, en una entrevista a un periodista, al calificar de ”asesino” al presidente ruso Vladimir Putin; lo cual provocó, como era de esperar ante semejante agresión verbal, la inmediata respuesta del aludido; quien, no sólo devolvió el apelativo, sino que igualmente aprovechó la ocasión para mostrar una mayor madurez política al ofrecerle la posibilidad de un encuentro al más alto nivel. Lo anterior viene a agregarse a los reiterados ataques de Biden al gobierno chino; confirmando esta tendencia, recientemente en su primer encuentro con una delegación de alto nivel de la potencia asiática, los enfrentamientos fueron en extremo virulentos. Hemos de concluir, en consecuencia, que no estamos ante una escalada de exabruptos del anciano presidente yanqui, ni de una reacción agresiva debida solamente a su entorno inmediato, sino que debemos concluir que, en este caso, no se trata de una actitud personal, sino de una política de este gobierno, que no obedece a causas circunstanciales o coyunturales, sino a causas estructurales, que se expresan en una línea política claramente definida de antemano por el equipo que actualmente ha asumido las riendas de la Casa Blanca. Cabe, entonces, preguntarnos si no estamos ante la nueva versión de la Guerra Fría, que uno creería que había terminado con la caída del Muro de Berlín hace ya 30 años; podríamos, igualmente, pensar que Biden no desea proyectar una imagen de debilidad al asumir su gobierno; por lo que no quiere dar la impresión de que su política internacional, basada en priorizar los métodos tradicionales de la diplomacia, al asumir los problemas más álgidos dejados por su antecesor en el convulso escenario de la política internacional de una potencia imperial que viene dando, una vez sí y otra también, signos inequívocos de declive y de corrupción interna desde mucho antes de Donald Trump.

Esta posición me parece la más acertada. Toda la política exterior de este nuevo equipo demócrata busca debilitar, mediante un enfrentamiento directo, hasta ahora tan sólo en el campo político y no militar, al eje Pekín-Moscú; el cual, viene dando muestras fehacientes de haberse convertido en el nuevo centro del poder mundial. La pandemia provocada por el Covid.19, no ha hecho sino acrecentar la presencia planetaria de estas dos potencias, surgidas de sendas revoluciones inspiradas en el pensamiento marxista; dado que, si bien la pandemia surgió en una ciudad china, este país ha sabido superar la epidemia y sus secuelas, tanto sanitarias como económicas y políticas, con una solvencia que ha hecho palidecer y languidecer a las potencias occidentales. Las más derechistas de estas últimas han sido las que mayor fracaso han exhibido ante los ojos del mundo entero en el combate a la epidemia; Estados Unidos en América del Norte, Reino Unido en Europa y Brasil en Nuestra América, han sido los países con la mayor cantidad de muertos y contagiados por causa del covid-19; lo cual demuestra a ojos vista el fracaso estrepitoso de las políticas neoliberales impuestas por sus gobiernos; por su parte, las empresas transnacionales, que monopolizan los productos farmacéuticos en el mundo capitalista, acaparan la producción y venta de medicamentos, se han mostrado rotundamente insensibles e inhumanas en cuanto a la distribución de la vacuna. Por el contrario, Rusia, China y la India, por no mencionar a Cuba, que ha demostrado, una vez más, ser una potencia en ciencias médicas, han sido de una encomiable generosidad y solidaridad con todos los países, pero especialmente con los más marginados.

Ante esta incuestionable realidad, la debilidad del otrora incontestable poderío yanqui en la escena mundial, es patente. Los Estados Unidos evidencian estar siendo afectados por profundas e irreparables grietas internas; su mayor debilidad no está fuera sino dentro de sus fronteras; el intento de golpe de Estado, perpetrado por una horda de trumpistas y el desconocimiento de la legitimidad del resultado de las últimas elecciones presidenciales por parte de la mayoría de los que votaron por Trump, demuestra que las heridas provocadas por el ascenso de la extrema derecha en ese país, no ha hecho sino rasgar profundamente el vínculo que unía a unos estados, que hoy confirman que están más desunidos que nunca desde los ya lejanos días de la Guerra de Secesión. La pandemia hizo de Lincoln su principal y más ilustre víctima; más bien, esta epidemia desencadenó una crisis que venía incubándose desde décadas atrás. Todo lo cual no es más que la verificación de una ley de la historia, según la cual cuando un imperio decae, sus divisiones internas se hacen más y más profundas e irreversibles. Las contradicciones internas y no los enemigos de fuera son la causa de la caída de los imperios; desde “La Ciudad de Dios” de San Agustín, lo sabemos. En un imperio universal no hay política exterior, porque para sus dirigentes no hay exterior, todo el planeta está sujeto a su jurisdicción; para un imperio planetario no hay conflictos externos, todos son domésticos. Los Estados Unidos se erigieron por sí y ante sí en gendarmes del mundo; todo conflicto o crisis política, cualquiera sea el rincón del planeta donde se dé y cualesquiera sean las causas que la provoquen, debe ser dirimido según convenga a sus intereses; y para que, si a alguien se le ocurra pensar lo contrario, miles de bases militares están diseminadas en todo lado, hasta el punto de que el mundo entero podría convertirse en una prisión yanqui.

Pero las crisis internas de un imperio debilitan su poderío exterior; para ocultarlo, esos imperios se empeñan en seguir mostrando su poder dondequiera; para lograrlo, deben mostrar músculo y, si no lo pueden hacer con su fuerza militar, deben hacerlo con gestos y retórica de prepotencia y arrogancia; lo cual podría parecer histriónico, pero tratándose de potencias que poseen el más alto poderío nuclear, el riesgo de sobrepasar los límites pone en peligro de extinción a la especie humana más que cualquier pandemia provocada por la naturaleza. Una vez más se hace realidad aquello de que el mayor enemigo del hombre es el hombre mismo. Pero si el hombre es el causante de un mal, también el hombre debe ser el que produzca su curación. Todos los hombres y mujeres razonables y honestos del mundo, deben levantar su voz y emprender una cruzada en pro de la paz, una paz fundada en la justicia exigiendo el estricto cumplimiento de los principios del derecho internacional, encauzando los ingentes recursos económicos y científicos que hoy se destinan a la construcción de armas destructivas, a combatir la pobreza de los pueblos y a la defensa de la Naturaleza. Lo que no se haga en ese sentido no pasa de ser demagogia. Todo lo dicho, en las circunstancias actuales es algo más que una utopía, es un imperativo moral; más aún, es la conditio sine qua non que tiene la humanidad para lograr sobrevivir. La especie sapiens ha sido la más exitosa de todas las especies de mamíferos; lo cual la ha llevado a crear la más ingente acumulación de poder que jamás podría imaginarse. EL imperativo imprescindible en la actual encrucijada de nuestra historia, es poner ese inmenso poderío al servicio de las mejores causas. De no lograrlo, cualquier pandemia presente o futura, no será más que el preludio “de un apocalipsis anunciado”.