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Etiqueta: Rafael Correa

Ecuador. ¿Por qué la saña contra Jorge Glas?

Mg. José A. Amesty Rivera

Sin duda alguna, desde la salida de Rafael Correa de la presidencia del Ecuador, Jorge Glas quien fuera su vicepresidente, ha sido sometido a una persecución política que raya en lo sorprendente.

Jorge David Glas Espinel, es ingeniero eléctrico y político ecuatoriano. Fue vicepresidente de la República del Ecuador desde el 24 de mayo de 2013, hasta el 6 de enero de 2018. Fue electo en las elecciones presidenciales de 2013, ​ y reelecto en las elecciones presidenciales de 2017. Desempeñó varios cargos en el gobierno de Rafael Correa, entre los que figuran: presidente del Fondo de Solidaridad, Ministro de Telecomunicaciones y Sociedad de la Información y ministro coordinador de Sectores Estratégicos.

El político proviene de la clase media de Guayaquil. Nació el 13 de septiembre de 1969, es el mayor de tres hijos de una familia abandonada por su padre cuando era niño. En medio de dificultades económicas, salió adelante con los estudios hasta graduarse de ingeniero en electricidad, aunque en realidad quería ser médico. Se formó en un centro salesiano y participó en el grupo de boy scouts, donde conoció a Rafael Correa, que fue su jefe de tropa.

Resaltamos desde temprana edad, su relación con Rafael Correa, ya que, para ir respondiendo a la pregunta del título del artículo, son amigos desde su niñez y juventud. Fue la mano derecha del presidente, quien lo eligió como compañero de fórmula en su último periodo. En 2016 lo designó como responsable, de los proyectos de reconstrucción en dos provincias afectadas por un terremoto de 7,8 que dejó más de 600 muertos.

Glas, fue el superministro a cargo de todas las empresas estratégicas del Estado. Glas era responsable de la política pública de los recursos petroleros, minas, electricidad, telecomunicaciones y agua.

Y hay un dato interesante, Correa pensó en él como candidato a las elecciones presidenciales de 2023, una jugada arriesgada, que finalmente no se dio porque pensaron que la justicia ecuatoriana acabaría por inhabilitarlo.

Glas es como el Correa que no pudieron atrapar. Su cercanía y relación con Correa, lo han hecho merecedor de ser acusado, vejado y perseguido. De allí que haya sido imputado por acusaciones infundadas.

Lo que, si es cierto, es que Glas se ha ganado entre los suyos la reputación de hombre leal. No se acogió a ninguno de los tratos que le ofreció la Fiscalía ecuatoriana, a cambio de delatar a sus compañeros de partido o a Correa. Se le puede imputar, pero no es un traidor.

Ya vamos observando el porqué de la saña contra Glas. No es mera coincidencia que Glas haya manejado Ecuador, durante más de una década, entre 2007 y 2018. Obvio, entonces que lo persigan.

Otra verdad es, no podemos negar que se trata de un político para estudiar, en un mundo donde la deslealtad y la traición son la regla general, lo de este personaje es particularmente sui generis.

Es un ciudadano ecuatoriano capaz de sacrificarse por su proyecto, en el error o en el acierto, no se puede negar que se trata de un ser humano con códigos, capaz, además, de gestos de suprema valentía y serenidad.

Entonces, el proyecto imperial norteamericano en Ecuador, tiene claro que, golpear a Glas implica afectar, en todos los campos posibles a Correa. Ellos son amigos. De esos que muy pocas veces encuentras en la vida. Perseguirlo, por consiguiente, debe ser leído en clave política.

En este sentido, han aplicado a Glas una guerra jurídica, que tiene al menos cuatro pasos, según el jurista ecuatoriano, Pedro Granja:

  • Hay que convertir al personaje que les interesa acabar, en culpable. ¿de qué? No importa, en la guerra jurídica eso, es lo de menos. En el arranque de la operación, es imperioso degradar, convertir al atacado en una «no persona». Hay que divorciarlo de las masas, hacerle creer a la gente que este personaje es malo, es feo, no tiene sentimientos, merece ser linchado, los ha traicionado, es un insolente que no merece nunca más su apoyo.
  • Luego es entregado, en este proceso de deshumanización, a los sacerdotes de la desinformación, que atomizan las redes sociales, prostituyen los debates, mutilan conceptos, degradan a los seres humanos y los hacen culpables de cualquier atrocidad, sin ser culpables de nada. Intoxicando con mensajes durante las 24 horas del día, para asfixiar toda posibilidad de análisis racional.
  • Luego de un histérico bombardeo, que puede durar años, logran que la ciudadanía deje de ser un ser pensante, moldeado como ellos desean que pienses, hasta que odies y lo veas como algo moderno, atractivo, interesante o admirado.
  • Finalmente, el personaje opositor es culpable. ¿De qué? No importa. Eso lo decidirán luego fiscales y jueces, siempre dispuestos a firmar lo que sea con tal de mantenerse en sus puestos a los que se aferran con ferocidad. Estos fiscales y jueces, si no actúan condenando al acusado, les envían amenazas, y si no hacen lo que los dueños del país quieren, lo mínimo es que les allanen las casas. La condena que se dicta, generalmente en tiempo record, contra las víctimas de la guerra jurídica, deben ser siempre bendecidas por los sacerdotes de las falsas noticias, por los dosificadores de la verdad.

Por otro lado, hay un principio jurídico, que se ha violado flagrantemente a Glas, y es que, resulta que las personas van detenidas o presas, cuando se les prueba que han incurrido en un comportamiento punible (delito), lo que se condensa en una máxima conocida como nullum crimen, nulla poena, que significa: si no hay delito, no hay pena sin ley.

Es obvio entonces, que a Glas se le han violado, la frase trillada, un cúmulo de sus derechos humanos.

Finalmente, deseamos reseñar los aportes de dos juristas connotados, Oswaldo Ruiz Chiriboga y Gina Donoso, quienes hicieron un análisis del caso «Odebrecht», vinculado a Glas por el delito de asociación ilícita.

Los mencionados juristas enfatizan que, «luego de cotejar los estándares internacionales de derechos humanos con los actos de las autoridades administrativas y judiciales, concluimos que Jorge Glas no tuvo un juicio justo, que las medidas cautelares dictadas en su contra fueron inmotivadas y arbitrarias, que la pérdida del cargo de vicepresidente representó una violación a sus derechos políticos, que la condena penal no se basó en pruebas fehacientes, que el tipo penal de asociación ilícita permitió un indeseable arbitrio de las autoridades».

Afirmando, además, «el caso de Jorge Glas representa un cúmulo de violaciones a los derechos humanos. Un estudio detallado de las actuaciones judiciales y fiscales muestra que desde el inicio hasta la condena no existió prueba sobre la supuesta participación de Glas en el delito acusado».

Lo último acaecido contra Glas, el pasado 5 de abril por la noche, es el arresto en (dentro) la embajada de México en Ecuador, luego de habérsele dado asilo por parte del país azteca.

Ahora se vuelve arremeter contra Glas, y después de cinco años en prisión, se pretendía volver a condenarlo a la cárcel. Glas se refugió en la embajada de México y obtuvo el asilo otorgado por ese país, gran defensor de ese recurso que ha salvado muchas vidas provenientes de muchas partes, porque la brutalidad sí es hegemónica.

Hay que denunciar a la vez, que este asalto es una violación del Convenio de Viena de 1961, en el cual los gobiernos de todo el mundo, se comprometieron a respetar los territorios diplomáticos sin excepción. El artículo 22 del Tratado de Viena indica: «la inviolabilidad de los locales de las misiones diplomáticas con una prohibición categórica y explícita de la entrada a los mismos de agentes del estado receptor. Este tiene la obligación de proteger esos locales y a los diplomáticos de cualquier intrusión no autorizada o daño a la paz y dignidad de la misión. Incluso en caso de abuso de las inmunidades y privilegios, o de una emergencia, el estado receptor no puede entrar a esos locales sin el consentimiento del jefe de la misión diplomática».

Finalmente, deseamos hacernos eco de las palabras del científico social Xavier Lasso, ex vice canciller de Correa: «Y entonces hay que exhibir una cabeza, como un trofeo, y ese es Jorge Glas, ex vicepresidente con Rafael Correa y acusado de corrupción en el llamado caso «Soborno», sin que nunca se haya presentado una sola prueba de esa maldita corrupción. Es el mismo caso con el que también se ha perseguido a Rafael Correa y que, ante la falta de pruebas, la fiscal del Estado, Diana Salazar, se inventó lo del «influjo psíquico»: «Correa irradió enorme influencia a sus ministros para cometieran delitos contra la fe pública y se dedicaran a asaltar a las instituciones del Estado».

Obispo. Patriota Bolivariano. 8 abril, 2024.

Imagen: https://www.france24.com/

Izquierda o derecha en América Latina

Evo Morales, José Mujica, Vilma Rousseff, Cristina Fernández de Kirchner y Rafael Correa, expresidentes de Bolivia, Uruguay, Brasil, Argentina y Ecuador respectivamente. Imagen: www.meer.com

¿Se mueve el péndulo político latinoamericano?

Vladimir de la Cruz

América Latina, desde 1990 hasta hoy, ha venido recuperando el desarrollo democrático luego de la época de las dictaduras que cerraron el ciclo de las repercusiones de la Guerra Fría. Políticamente, se ha movido de manera pendular de un extremo a otro, de la derecha a la izquierda con distintas expresiones y manifestaciones de gobiernos, de la izquierda a la derecha y de nuevo la izquierda.

Podemos entender en general lo qué es la derecha. La izquierda latinoamericana, desde el ejercicio de gobiernos, es más heterogénea. En ella hay más matices de expresión. Fuera de los gobiernos, la izquierda es muy diversa, dispersa, desunida, y con muchos visos de sectarismo de lo que dentro de esa izquierda se valora qué es ser de izquierda hoy en América Latina y en cada país, y sin una clara orientación estratégica, como mayoritariamente tenían, en general, los partidos que se consideraban de izquierda antes de 1990.

La caída de la Unión Soviética, de los países socialistas europeos que formaban parte del Pacto de Varsovia, y con ello la desintegración del Sistema Mundial Socialista, como se esbozaba en el contexto de la Guerra Fría, entre 1945 y 1991, coincidió en tiempo histórico con la desaparición de los regímenes militares, autoritarios y dictaduras militares que gobernaron especialmente en países suramericanos. La represión causada durante las dictaduras tuvo un gran impacto en el debilitamiento de las izquierdas políticamente organizadas como existían antes de los regímenes militares. La superación de estos gobiernos transitoriamente avanzó manteniendo en algunos de ellos restricciones políticas, particularmente contra partidos comunistas o identificados con el marxismo leninismo, y las izquierdas socialistas clásicas.

A esto se agregó el nuevo contexto de las relaciones internacionales, la globalización, el impulso de los Tratados de Libre Comercio, el surgimiento de los Estados Unidos como el líder político de esta época, Rusia avanzando dentro del capitalismo mundial, y la República Popular China convirtiéndose en la principal potencia y economía comercial del mundo.

En todo el continente solo la Revolución Cubana se ha mantenido, desde su origen, 1959, como una revolución socialista así declarada, en 1961, y así establecida en la Constitución Política de 1976. La particularidad de su sistema político ha hecho que los enemigos del socialismo, en todas sus formas, adversen constantemente su régimen político, su gobierno, ignoren su sistema político electoral, tratando de compararlo con los sistemas político electorales imperantes en el resto de los países latinoamericanos, para poder desde esta perspectiva disminuir su presencia continental, igualándola a los gobiernos dictatoriales que ha habido en América Latina, y para distinguirla de los países que hacen descansar su modelo democrático en los sistema electorales, con participación de partidos políticos y posibilidades de alternancia de sus gobernantes. En Cuba recientemente, luego de la muerte de Fidel Castro, se ha impulsado, por el mismo Raúl Castro, una reforma constitucional mediante la cual ningún gobernante puede estar más de ocho años en el poder. El mismo Raúl Castro renunció a esa posibilidad, y hoy Cuba tiene un nuevo gobernante surgido de esta decisión, Miguel Díaz Canel. De este modo, a la vuelta de los próximos 4 u 8 años, cuando se nombre un nuevo presidente de Cuba, el argumento del continuismo en el poder, como tema, se acabará en tanto en una buena parte de los países latinoamericanos los presidentes pueden reelegirse al menos una vez, exceptuándose de esta situación Venezuela y Nicaragua, países que no son socialistas en su modelo económico ni político, donde la reelección es prácticamente abierta, ilimitada.

Después de la Revolución Cubana solo el ascenso de la Unidad Popular en Chile, en 1970, con el Dr. Salvador Allende, derrocado en setiembre de 1973, abrió las posibilidades de avanzar al socialismo, por una vía pacífica de la revolución, la vía electoral. El golpe de estado contra Allende impulsó la vía armada para la toma del poder en algunos países, y para derrotar dictaduras, siendo Colombia el país que más guerrillas y resistencia de este tipo mantuvo, hasta la firma de los Acuerdos de Paz.

Ningún país, ni pueblo, de América Latina ha podido desarrollar un proceso consolidado semejante al cubano, por la vía de las armas o por medios electorales, en todo este tiempo. En Nicaragua, en 1979 triunfó la guerrilla del Frente Sandinista de Liberación Nacional, que no era una guerrilla marxista leninista ni se proponía el establecimiento del socialismo, y se acomodó, por el contexto político a desempeñarse dentro de los cánones democráticos republicano. Los acuerdos de paz en Centroamérica crearon las condiciones para la incorporación de los movimientos guerrilleros a la vida política. No casualmente el Frente Farabundo Martí, otro de los importantes movimientos guerrilleros existentes en Centroamérica, llegó a gobernar El Salvador, con Salvador Sánchez Cerén desde el 2014 hasta el 2019. Ni con el Frente Sandinista ni con el Frente Farabundo Martí se desarrollaron modelos socialistas de economía ni de organización política del Estado. Tampoco en Venezuela ha sucedido. Solo hay en estos países desarrollo capitalista y de relaciones capitalistas de producción. Ni siquiera hay un planteamiento como el de China, un poder político comunista, o socialista y dos economías, una socialista y otra de mercado, o capitalista.

En los países cuyos gobiernos levantaron, por un breve tiempo, las banderas del llamado Socialismo Siglo XXI, y de los partidos de esos países, que forman parte del Foro de Sao Paulo, tampoco pudieron impulsar modelos económicos o políticos socialistas.

Cuba nunca abrazó como propia la bandera del Socialismo Siglo XXI, que surgió en la Venezuela de Hugo Chávez. Rafael Correa, presidente de Ecuador desde el 2007 hasta el 2017 impulsó su llamada Revolución Ciudadana, abrazando en el discurso el concepto de Socialismo Siglo XXI. Evo Morales en Bolivia, desde el 2006 hasta el 2019, desde su Revolución Pluriétnica y Pluricultural, también abrazó en el discurso el concepto del Socialismo Siglo XXI.

Con la muerte de Hugo Chávez, presidente de Venezuela desde 1999 hasta el 2013, tanto Correa como Morales, abandonaron el discurso del Socialismo Siglo XXI y volvieron a sus originales conceptos Revolución Ciudadana y Revolución Pluriétnica y Pluricultural. Daniel Ortega, presidente de Nicaragua de manera continua desde el 2007 tampoco levantó la bandera del Socialismo Siglo XXI.

Heinz Dieterich Steffan, el esposo de Marta Harnecker, periodista y escritora marxista, muy reconocida en Latinoamérica, residentes ambos en la Habana, México, y en Venezuela, fue el desarrollador de la idea del Socialismo Siglo XXI, como un nuevo proyecto histórico. Asesor en este campo de Hugo Chávez, rompió con él en el 2008 señalando que nada de eso se estaba desarrollando en Venezuela. Chávez mantuvo su discurso hasta su muerte. Nicolás Maduro, que sucedió a Chávez mantuvo esta bandera que ya ha bajado de la asta.

Durante el período de gobierno de Hugo Chávez él logró destacarse como el líder más importante de Suramérica, con gran proyección internacional, por sus posturas nacionalistas y antiimperialistas. En su entorno, Ernesto Kirchner, que gobernó Argentina desde el 2003 hasta el 2007, sucediéndole su esposa Cristina Fernández, ambos surgidos del peronismo, a la presidencia desde el 2007 hasta el 2015, actual vicepresidenta de Argentina, hicieron yunta con Hugo Chávez, apoyando lo proyectos políticos regionales que impulsó Chávez. En Perú, Allan García, presidente desde el 2006 al 2011, no abrazó el proyecto Socialismo Siglo XXI ni el bolivarianismo impulsado por Chávez. Ni el presidente Alejandro Toledo, 2001-2006, tampoco lo hizo. Tampoco lo hizo Ollanta Humala, 2011-2016. Perú ha sido un país en profunda crisis política, desde el 2000 hasta hoy ha tenido 7 presidentes. El actual presidente, Pedro Castillo, con solo un año de gobierno enfrenta juicios para una posible destitución.

Este proceso de destituciones presidenciales en Latinoamérica ha sustituido los tradicionales golpes de estado del período de la Guerra Fría. En lugar del golpe militar se acude a argucias constitucionales y legales, lo que se ha venido denominando golpes de estado blandos. Así se impulsaron los golpes contra Manuel Zelaya en Honduras en el 2008, contra Fernando Lugo en Paraguay, en el 2012, y contra Vilma Rousseff, en Brasil en el 2016. Desde 1992 hasta el 2016 se destituyeron o se interrumpieron 15 mandatos presidenciales en América Latina, en nueve países.

Estos golpes de estado blandos fueron para detener o debilitar proyectos políticos progresistas, algunos de ellos vinculados al desarrollo político que impulsaba regionalmente Hugo Chávez. Proyectos para frenar el ALCA, el Área de Libre Comercio de la Américas y en su lugar impulsar el ALBA, la Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América, con un nuevo Tratado de Libre Comercio, haciendo énfasis en la autodeterminación, independencia e identidad de nuestros pueblos. El Proyecto de Petrocaribe, que reúne a Antigua y Barbuda, Bahamas, Belice, Cuba, Dominica, Granada, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, Jamaica, Nicaragua, República Dominicana, San Cristóbal y Nieves, San Vicente y las Granadinas, Santa Lucía, Surinam, Venezuela, orientado a apoyar a los países del Caribe, en una alianza petrolera. El Proyecto de UNASUR, de la Unión de Naciones Suramericanas, como una organización intergubernamental, de la que participaron Argentina, Bolivia; Brasil; Chile; Colombia; Ecuador; Guyana; Paraguay; Perú; Suriname; Uruguay y Venezuela. Con UNASU se impulsó el Banco Sur y Petrosur.

Entre otros, el proyecto más ambicioso fue la creación de La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC, como un mecanismo intergubernamental de diálogo y concertación política, que excluye a Estados Unidos y Canadá. En cierta forma fue el intento de sustituir a la OEA, a la Organización de Estados Americanos. Estos proyectos hoy están muy débiles, sin el apoyo que durante los gobiernos de Hugo Chávez tenían, entre otras razones por el alto precio que llegó a alcanzar el petróleo.

Políticamente, el siglo XXI en América Latina surgieron una serie de partidos y líderes considerados de izquierda que triunfaron electoralmente, especialmente, en Suramérica. Así, en 1999 Hugo Chávez, en Venezuela; en el 2003, Luiz Inácio Lula da Silva, en Brasil; Néstor Kirchner, en el 2003, en Argentina luego de la crisis política de 2001; Tabaré Vázquez, en 2004, en Uruguay con el apoyo del Frente Amplio-Encuentro Progresista-Nueva Mayoría; Michelle Bachelet en Chile; Evo Morales en Bolivia; Rafael Correa en Ecuador En esta primera década también Martín Torrijos en Panamá y el retorno de Daniel Ortega a la presidencia de Nicaragua en el 2006.

En este mismo período los restantes países de América Latina frente a estos gobiernos se apreciaban como conservadores. El desarrollo político, de la segunda década de este siglo, impulsó cambios en la mayoría de esos países que se vieron como un movimiento pendular de regreso al conservadurismo y derechismo político.

Del mismo modo, la política latinoamericana se ha movido, recientemente, hacia el progresismo o la izquierda, en su sentido amplio, con el ascenso presidencial en Argentina, de Alberto Fernández y su vicepresidenta Cristina Fernández, en México con Andrés Manuel López Obrador, en Honduras con Xiomara Castro, en Perú con Pedro Castillo, en Bolivia con Luis Arce, en Chile con Gabriel Boric y más particularmente con la llegada a la presidencia de Colombia de Gustavo Petro, junto a Daniel Ortega en Nicaragua y Nicolás Maduro en Venezuela. Otros gobernantes que contribuyen esta idea progresista son Luis Rodolfo Abinader de República Dominicana, Nayib Bukele de el Salvador. Aunque Bukele es un híbrido en su apreciación valorativa, tanto se le ve de la derecha como de la izquierda. Por su parte, el lado conservador se expresa por los presidentes de Guatemala, Costa Rica, Panamá, Ecuador, Brasil y Uruguay, después de haber tenido a José Mujica.

De la izquierda continental el más destacado, para este momento histórico, es para mí, Gustavo Petro, el presidente recién electo de Colombia. De su gobierno y su desempeño, si lo dejan gobernar, puede llegarse a convertir en el líder más importante de las corrientes de la izquierda política latinoamericana, de esta década, y su modelo de enfrentar los graves problemas de la economía y del desarrollo de Colombia, que persisten en el resto de los países, pueden marcar sendas y nuevos caminos políticos, de amplios sectores, para unitariamente, superar los atrasos y cadenas que en la economía y en lo social pesan sobre las grandes masas de población y de trabajadores, urbanos y del campo de América Latina.

 

Publicado en https://www.meer.com/es/70330-izquierda-o-derecha-en-america-l
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