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Etiqueta: reflexión crítica

UCR hace llamado a la solución pacífica de conflictos y al respeto de la vida humana

Alejandra Amador Salazar, UCR

Fiel a su compromiso con el respeto a los derechos humanos y la dignidad de las personas, la Universidad de Costa Rica (UCR) hizo un llamado a las naciones a defender los valores fundamentales de la vida, el bienestar general de las sociedades, la solución pacífica de conflictos y el respeto a la soberanía de los Estados.

Esta excitativa se hizo mediante un pronunciamiento aprobado por el Consejo Universitario en sesión extraordinaria el pasado viernes, en el que el Órgano Colegiado mostró su preocupación por las acciones que ocurren en Ucrania, desde el 24 de febrero de 2022, las cuales han provocado la pérdida de vidas humanas y han afectado el desarrollo de esos pueblos.

Esta casa de estudios superiores reconoce la libertad, la justicia y la paz que debe prevalecer en el mundo, así como la dignidad y el respeto a los derechos humanos inherentes a todas las personas. Por este motivo, insta a los organismos internacionales y a las personas que lideran las naciones a buscar el diálogo y el arbitraje como mecanismos idóneos para la solución pacífica de los conflictos político-militares.

Asimismo, el pronunciamiento del Consejo Universitario resalta que en el mundo existen organizaciones y acuerdos internacionales cuyo propósito es la resolución de controversias por medios que promuevan la paz y el respeto de los Estados.

Finalmente, la UCR instó a la población en general a informarse de manera veraz y fiable sobre la situación que ocurre en Ucrania, así como en diferentes partes del mundo, con el fin de abrir espacios de diálogo y reflexión crítica.

Adjunto, pronunciamiento completo del Consejo Universitario de la UCR

 

Imagen / fuente: www.freepick.com y empleada por el Consejo Universitario UCR

Chile: ¿Medio siglo después, los latinoamericanos aprendimos algo de aquella tragedia histórica?

Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense

La avalancha de lugares comunes, de frases acartonadas repetidas hasta el cansancio, la repetición de verdades a medias, o de mentiras a lo sumo piadosas, el encierro dentro de las percepciones colectivas de nuestro entorno, propias de algunos grupos o clases sociales o de los “patriotismos” adscritos a los estados nacionales, las que nos impiden –por así decirlo- ver más allá de nuestra propia nariz, conforman un conglomerado de equívocos y sinrazones inconmensurables, las que han terminado por petrificar e imposibilitarnos la asunción del “recuerdo” de un acontecimiento histórico determinado, como algo que vaya más allá de los mitos o de las profecías autocumplidas o no, acerca de la imposibilidad de escapar a la fatalidad de un cierto destino “histórico” que nos acecha, sin importar lo que hagamos o dejemos de hacer, llevándonos en muchos casos a sumirnos en las más inútiles y esterilizantes lamentaciones. Sucede así que el hecho histórico, en su especificidad, es por lo general asumido de manera fragmentaria, dentro de la óptica de un cierto presentismo y de una ubicuidad espacial a ultranza que nos impiden captar el sentido y la presencia de poderosas corrientes sociales, las que van mucho más allá del hecho en sí mismo, y que actúan como poderosos ríos subterráneos que amenazan con arrasar cualquier esperanza para una acción, de verdad revolucionaria en términos de la praxis y  de la forja del conocimiento, a partir del cual aprendamos de verdad de las enseñanzas implícitas en los acontecimientos históricos, conduciéndonos a retomar los caminos de la acción y la rectificación de lo actuado en cierta coyuntura, recuperando la memoria de nuestros muertos y de nuestros combatientes, aún en medio de la desesperanza, destacando el sentido de esas luchas para que no terminen siendo cooptadas para los intereses de unas clases dominantes que no han cesado de vencer (Walter Benjamin, dixit, sexta tesis sobre la historia).

La conmemoración de los cincuenta años del triunfo electoral de la Unidad Popular Chilena (el 4 de septiembre de 1970) y de los trágicos acontecimientos, acaecidos tres años después, exteriorizados en un primer momento por la brutal naturaleza del golpe militar del 11 septiembre de 1973, con el  que se puso fin al gobierno del presidente Salvador Allende (los mil días de la Unidad Popular Chilena) y se dio inicio a una era, no sólo de terror y de muerte masivas,  sino también de una reingeniería social retrógrada con pérdida de las conquistas sociales y económicas, alcanzadas tras décadas de duras luchas de la clase trabajadora, no sólo en Chile, sino en el resto de los países de la región( Argentina, Uruguay, Bolivia, Brasil, Paraguay, Perú y Ecuador), debe ir acompañada de un cuidadoso análisis de lo que en efecto ocurrió. Sin dejar de destacar la importancia de los hechos del 11 de septiembre de 1973, ubicándolos en su contexto nacional y dentro de la especificidad de la historia chilena, no podemos dejar de insistir en que se trató apenas de una parte de un evento histórico de más larga duración, y con alcances geopolíticos que trascienden con mucho los hechos luctuosos, tanto de aquel día como de los terribles años que siguieron. El golpe militar en Chile, considerado desde una perspectiva más amplia, fue apenas una parte de una contrarrevolución global y regional que se tradujo en el Plan Cóndor y cuyos orígenes pueden llegar hasta los tiempos del golpe militar contra el general Juan Domingo Perón, en el mes de septiembre de 1955 o bien, al derrocamiento del presidente brasileño Joao Goulart, en abril de 1964, con los que se puso fin a la era de los odiados “populismos” peronista y varguista en los dos países más extensos de la América del Sur.

La falta de reflexión crítica y la ausencia de una construcción de conocimiento que permitan superar (dialécticamente) esos “agujeros negros” de nuestra historia contemporánea, en todos los países de la región, siguen siendo los factores que impiden a muchas gentes de la “izquierda” mirar en retrospectiva, e intentar acercarse a lo que efectivamente ocurrió hace medio siglo, mientras otra encrucijada histórica tan temible como aquella nos envuelve ahora, sin que hayamos sido capaces aún de sacar las lecciones de lo ocurrido entonces y la importancia de dimensionarlo en sus alcances. El pico más alto de la represión en aquellos tiempos del Plan Cóndor no fue el que tuvo lugar en Chile, a pesar de lo dura que fue allí la represión, más bien fue la dictadura militar argentina, de más corta duración es cierto (1976-1983), precedida por la criminal traición de la derecha peronista, la que marcó el exterminio de toda una generación de jóvenes revolucionarios e importantes líderes y militantes de las organizaciones de la clase trabajadora, con más de treinta mil detenidos desaparecidos, además de que la Argentina fue desindustrializada en beneficio del capital financiero y de los intereses imperialistas durante esos años, tal era el odio hacia la clase obrera que tenía la vieja oligarquía rural en el país situado al otro lado de la Cordillera de los Andes. Empecemos por la verdad y un dimensionamiento más aproximado de lo ocurrido para empezar a marchar de nuevo, tal vez a la manera de Sísifo pero esperanzados y poniéndole cara a la realidad.

Coronavirus: desnudez de una economía sacrificial

*M.EL Ernesto Herra Castro

La crítica situación humanitaria en la que se encuentra nuestra propia humanidad pone de manifiesto las tensiones y preocupaciones propias de un proyecto civilizatorio impulsado a partir de la designación de otredad que sólo es posible a partir de construcción de diferencia.

El adjetivo utilizado para describir la condición humanitaria presente no es casual, más para tener perspectiva de las dimensiones de la crítica con qué enfrentar la realidad es necesario armarse de lenguaje y, para ello, no hay otra opción que la lectura, el estudio, la discusión. No hay, dicho sea de paso, mejor medicina contra la ignorancia que la educación. No hay mejor ambiente para cualquier ofensiva autoritaria, sea cual sea, que la ignorancia. Por eso parto del principio hipotético de que el estudio, la discusión, la reflexión crítica son fundamentales, en el actual contexto, para enfrentar tanto los agentes externos como el modo de organización económico y social que corroen las condiciones y posibilidades de existencia de la red extensa de la vida, con la que la nuestra es posible, desde mucho antes que el Covid-19 apareciera en la escena global.

¿Qué es entonces lo novedoso de este virus y porqué ha prácticamente paralizado la economía mundial?

Esta es una primera distinción que considero oportuno habría que hacer y es que lo que se ha paralizado no es la economía sino la crematística.

Para Aristóteles (2007)  existe una distinción[1], y no sólo diferencia, entre la “ciencia de adquirir” y la “ciencia doméstica”. En la primera el horizonte de sentido está dirigido a la “riqueza ilimitada”, mientras que en la segunda se trata de la producción y reproducción de la vida de la tribu, la familia y/o el clan.

En la economía de los pueblos y comunidades que integran la multiplicidad de tugurios, precarios, barrios y barriadas, favelas, ciudades interconectadas por caminos, callejuelas, huecos recubiertos del asfalto que integran la desigual realidad  latinoamericana, y la costarricense como parte de ella, se ponen de manifiesto prácticas económicas atravesadas por otro tipo de vínculo más allá de social, que gira en torno a rifas, bingos, chances, cuentas que van de lo “fiado”, a lo “apuntado”, a lo “perdonado”, a lo “olvidado”. De trueques trabajo-trabajo, trabajo-productos, trabajo-mercancías, productos trabajo, mercancías-trabajo pero tienen, como común denominador, el trabajo como fuente de existencia y posibilidad misma de la vida. Es lo que nace desde él, lo creado en él y es él la fuente creativa de todas las creaciones. Lo anterior le permite a Marx (2017) afirmar: “el trabajo es la sustancia y la media inmanente de los valores, pero el mismo no tiene valor alguno” (653).    

La otra es la crematística en la cual “la riqueza y la sociedad no parecen reconocer límites” (Marx, 2016, p. 186). Ella se impulsa a partir de criterios de acumulación, ganancia, tenencia, rédito, riqueza, fortuna… y es ella, el tipo de economía que en este momento está siendo confrontada.

En relación a la economía doméstica, el tipo de pregunta y preocupación que desde aquí se despliega en el actual contexto tiene que ver con las formas de proteger la vida humana por encima de cualquiera de sus creaciones y es que ellas, sus creaciones, son producto de su ingenio, creatividad, inteligencia y se deben a quien les ha creado. No en el sentido inverso. Este es el horizonte crítico de lo propuesto por el maestro Franz Hinkelammert  (2007) en tanto pensamiento crítico:

“La crítica del pensamiento crítico la constituye un determinado punto de vista bajo el cual esta critica se lleva a cabo. Este punto de vista es el de la emancipación humana. En este sentido, es el punto de vista de la humanización de las relaciones humanas mismas y de la relación con la naturaleza entera. Emancipación es humanización, y humanización desemboca en emancipación”(p. 43).

Señalo lo anterior porque el actual contexto planetario, calificado por diversos medios de comunicación global/regional/local (cuyas preocupaciones están atravesadas por la riqueza, la acumulación y/o la ganancia) en tanto crisis, parte del supuesto de que ella está determinada por la imposibilidad de realización del conjunto de relaciones que giran en torno al capital. O sea, que de lo que se trata no es de la vida misma del ser humano sino de la vida de los dioses terrenales. Se trata de garantizar la realización del capital. En esto se han puesto de acuerdo Trump, Bolsonaro e incluso a López Obrador quienes, siendo en apariencia distintos, dejan claro que, a lo sumo, son polos opuestos de un mismo proyecto civilizatorio impulsado a partir de la construcción de diferencia para lo cual, sobre la vida del otro, se crea todo valor que hace posible organizar la sociedad a partir de los mitos, las ideologías y las utopías propias del proyecto civilizatorio occidental. Se trata de reproducir, del mismo modo que lo hace la circulación de las mercancías, la condición de miseria, enajenación, pobreza, explotación con que se crean la existencia misma del Tercer mundo, tanto en occidente como fuera de él.

Lo que es cierto es que, habiéndose convertido China en la fábrica del mundo capitalista desde la década de los noventa del siglo XX, toda actividad de la crematística para por allí. Lo anterior se debió a la creciente y sistemática inversión que China impulsó en el desarrollo de una plataforma económica e industrial basada en la innovación tecnológica en combinación con el impulso del conocimiento científico  en áreas de mayor sofisticación desde la década anterior y es que, precisamente en la década de los años ochenta del siglo XX, occidente estaba empecinado en desmantelar y vaciar de contenido (material, simbólico y/o espiritual) el conjunto de instituciones sociales que hacen posible la reproducción de los mitos/ideologías/utopías con que occidente se seguía mostrando como “civilizado”, “avanzado”, “racional” e incluso “humano”.

Según Escurra (1997) “el ideario neoliberal no sólo atacó cualquier regulación del mercado por parte del Estado. Argumentó además que la desigualdad es un valor positivo para dinamizar el crecimiento y la acumulación privada, por lo que se consideró imprescindible quebrar el poder del sindicalismo y, en general, del movimiento obrero (con sus presiones igualitarias sobre los salarios y el gasto social del Estado)” (p. 18).

En el contexto latinoamericano, este ideario fue impulsado a partir de tres ejes básicos:

  • “…constituir a las exportaciones en la fuente fundamental del crecimiento…, lo que lleva a políticas como el estímulo de ´aperturas incondicionales´ al capital transnacional y el sobreacento en la ´competitividad´.
  • Reducir drásticamente el ámbito de acción del Estado y propiciar la privatización de toda suerte de actividades productivas y servicios…;
  • Y respecto del corto plazo, jerarquizar por encima de cualquier otro objetivo la preservación de los ´equilibrios macroeconómicos´ (sobre todo, en materia de presiones inflacionarias y de las cuentas fiscales y externas)” (Vuskovic, 1994. En Escurra, 1997, p. 18).

Lo anterior nos permite reflexionar, desde una perspectiva económica, qué es aquello que es la crisis, en tanto nuestra condición humana. Esta reflexión estaría atravesada por el reconocimiento del valor social contenido en los distintos productos satisfactores de necesidad que sólo son producidos en base a la fuerza, inteligencia y capacidad de la humanidad toda, y no sólo de una parte de ella. Este vínculo económico es movido por cada sujeto productor que, a través de su fuerza de trabajo, hace posible la producción de la familia que integra, del pueblo que integra, de la comunidad que integra. El otro sentido crítico, cuya materialidad se impulsa en una economía sacrificial  (crematística) cuyos dioses terrenales (dinero, mercado y capital, siguiendo a Marx) determinan las condiciones de posibilidad real y fáctica para producir la vida de millones de personas alrededor del mundo cada día. Estos dioses terrenales, que no son más que creaciones estrictamente humanas, parten de un horizonte mítico que requiere, literalmente, no sólo de fuerza de trabajo sino de sangre. 

Lo que está en discusión, entonces, no es el trabajo sino el empleo. O sea, aquel tipo de trabajo que ha sido social y económicamente determinado para la producción de valor pero no para sí, sino para otro. Lo anterior está contenido en todo aquello que se pretende ocultar mediante la categoría salario la cual, en apariencia, es la parte correspondiente a las y los trabajadores producto de un contrato firmado en “igualdad de condiciones” en la que uno compra a otro la fuerza de su trabajo y lo hace con dinero. Sin embargo, el tipo de economía política que Marx muestra permite identificar que el salario sólo contiene la parte correspondiente que garantizan sus condiciones de existencia. Esto le permite a la economía capitalista poder asegurar su reproducción y su explotación futura. Sin embargo, la economía capitalista, a partir de la categoría de salario, encubre la parte correspondiente a la jornada que, para sí, se apropia el capitalista. Esto es lo tematizado en Marx en tanto plusvalor.

Lo que está en crisis, entonces, son las posibilidades mismas de realización del capital, en la parte correspondiente a la apropiación del plusvalor ya que lo que no está en discusión es la equidad entre clases, ni tampoco la justicia sino que en nombre de la justicia ahora producen injusticia[2]. De lo que se trata es de asegurar que la parte producida por el trabajador y de la que se apropia el capitalista pueda ser cubierta, en este contexto, por el mismo pueblo trabajador sobre la base de su salario y no sobre su condición de clase. De este forma, siendo que el plusvalor ya es, de hecho, un robo al trabajador de parte del capitalista y sus representantes en el sector público, ahora se trata que la misma clase, a la que de por sí ya se le extrae un plusvalor, sostenga de su salario el trabajo socialmente necesario que no puede costear el capitalista para que éste, en un periodo indefinido aún, se dedique a la producción de plusvalor, que se apropiará para sí, subvencionada por la clase trabajadora.

Estamos frente a un nuevo modelo socialista, que financia la clase trabajadora, para sostener a la clase trabajadora pero impulsada por la clase capitalista y en beneficio de esta clase. No podría estar más claro. De lo que se trata es de un nuevo robo. No de someter a crítica la ética respecto de la solidaridad que ha expresado, por más de un siglo, las y los sujetos productores de valor, o sea, las y los trabajadores. Se trata de un juicio moral de parte de una clase cuyo horizonte ético no le permite discutir de la ética sino de la moral, amparado por científicos sociales que hacen del lenguaje, una herramienta tan flexible,  que hace casi imperceptible esta sutileza.

Al ser China la fábrica del mundo, en un mundo cuyas instituciones sociales han sido corroídas por quien en lugar de asegurar su reproducción apostó por su destrucción de forma sistemática desde la década de los años ochenta del siglo anterior, y al haber sido en ella identificado el primer caso de Covid-19, la reacción contra el ideario neoliberal ha sido sistemático:

  • Se han contraído las exportaciones de manera tan radical que la bolsa de valores de los Estados Unidos, representante de la crematística global, ha registrado pérdidas en el trasiego de mercancías propias de contextos en que la recesión e inflación se han combinado (https://www.wsj.com).
  • El papel de los diversos Estados ha sido una prioridad en el actual contexto de crisis pro solidaridad con el neoliberalismo. En este contexto, contra toda lógica de reducción del Estado, es él quien está en condiciones de asegurar la reproducción de la vida de las y los productores de valor sobre los que se apalanca el sistema capitalista como un todo, al punto que la propia directora gerente del FMI, Krisalina Georgieva, ha señalado explícitamente: “Los costos humanos de la pandemia del coronavirus ya son inmensurables y es preciso que todos los países trabajen en colaboración para proteger a la gente y limitar el daño económico. Este es el momento de actuar con solidaridad, un tema central en la reunión que mantuvieron hoy los ministros de Hacienda y gobernadores de bancos centrales del G-20” (https://www.imf.org/es/News/Articles/2020/03/23/pr2098-imf-managing-director-statement-following-a-g20-ministerial-call-on-the-coronavirus-emergency).
  • En el tercer punto señalo por Vuskovic (1994) es donde se ha tenido mayor vehemencia. Se trata de salvar al sujeto histórico que ha permitido actuar de forma sistemática contra todo aquello que defiende la vida del pueblo donde el mercado se realiza. Se trata, como Trump lo ha manifestado de forma vehemente y que es la tesis que terminará por imponerse, de que el mercado se realice independientemente que ello signifique pagar con la vida misma.

En el caso costarricense, “la solidaridad” que ha sido ordenada desde el FMI significa que, dado que el mismo sector empresarial que hoy se declara en imposibilidad de pago a sus trabajadores, se ha nutrido del desfalco a las instituciones sociales que garantizan la producción y reproducción de la vida de su pueblo, hoy le corresponde a la clase trabajadora aportar “solidariamente” un monto económico según ingreso para poder garantizar que el sistema desigual que, de por sí tenemos, garantice su reproducción futura.

El limitar el horizonte crítico en términos medio-fin que el presente nos arroja hace replicar los errores del pasado y permitirle a quien históricamente ha ocupado el lugar del dominador se perpetúe. De lo que se trata no es de salvar a las y los trabajadores. Se trata de garantizar la división de clases financiado por la misma clase trabajadora. El primer movimiento que ha sido puesto en cuestión es la evasión, por parte de la clase capitalista de sus responsabilidades y, para ello,  han cubierto su responsabilidad impulsada por la propaganda mediática que, como clase, imponen intentando socavar la sensibilidad de un pueblo que durante quinientos años no ha hecho más que ponerse a disposición del otro/otra porque de otra forma su propia vida no sería  posible.

A diferencia de pandemias anteriores, la actual ya tiene conclusión: salvar  a los capitalistas de la crisis y, para ello, los medios de comunicación globales ah puesto sus servicios y su propaganda mediática a favor de dicha conclusión. La muerte, la desesperación, el dolor, el miedo, el terror es cubierto en streaming donde es posible, gracias al capital, ver el pánico en los ojos de cualquier otra/otro trabajador, al rededor del mundo, en tiempo real.

En vísperas del bicentenario el Covid-19 ha terminado de definir la composición de clases con que iniciaremos el tercer siglo de nuestra in-dependencia.

El Covid-19 es un virus novedoso porque de él podría salir revitalizada la crematística capitalista. Lo que no es del todo claro, y por ello es que la economía/crematística se tensa entre términos vida/muerte//acumulación/riqueza que puja entre detenerse y distanciarse para preservar la fuente creativa de todas las creaciones que sería la vida misma y aquella que que ejerce cada vez más influencia para disputar un lugar de centralidad en la economía capitalista mundial, es el lugar que, como conjunto nacional apostamos a ocupar en el mundo que surja de aquí.

Como pueblos pareciera que estamos a las expectativas del rumbo que puedan señalar las oligarquías latinoamericanas, cuando ellas han demostrado sistemáticamente a lo largo del siglo XX que han perdido toda capacidad de pensar en términos nacionales. Ellas piensan sólo en términos de grupo y/o clase.

El Covid-19 es un virus neoliberal que no culmina de desnudar la avaricia por la que nuestra propia humanidad es sacrificada.

*Ernesto Herra Castro es académico de la Escuela de Sociología de la Universidad Nacional en Costa Rica, donde se desempeña como coordinador de la Red de pensamiento crítico denominada “Epistemologías del sur”.

Referencias bibliográficas

Dussel, E. (2014). Para una ética de la liberación latinoamericana. Tomo I. Ciudad de México: Siglo XXI.

HINKELAMMERT, F. (2007). PENSAMIENTO CRÍTICO y CRÍTICA DE LA RAZÓN MÍTICA. REVISTA PASOS, DEPARTAMENTO ECUMÉNICO DE INVESTIGACIÓN, 43-48.

Marx, K. (2016). Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857-1858. Vol. I. Ciudad de México: Siglo XXI.

Marx, K. (2017). El capital. El proceso de producción del capital. Tomo I, Vol II, Libro primero. Ciudad de México: Siglo XXI.


[1] Según Heidegger “Lo mismo no es lo igual, porque en lo igual toda diferencia es abolida, mientras que en lo mismo aparecen las diferencias” (En: Dussel, 2014, p. 100). Siguiendo esta línea Dussel (2014) señala: “la di-ferencia supone la unidad: lo Mismo. Mientras que los dis-tinto (de dis-, y del verbo tinguere, pintar poner tintura), indica mejor la diversidad y no supone la unidad previa” (p. 102).

[2] En Costa Rica, por la vía de decreto presidencial, se retendrá con el argumento de la “solidaridad” un porcentaje, según ingreso, a la clase trabajadora para que ella logre asumir los costos de la “pérdida de empleo” que ha sufrido una parte considerable de las y los trabajadores del sector privado. Este mismo sector ha evadido, sólo en  el pago de los impuestos correspondientes, para con su actividad un monto estimado al 6% del Producto Interno Bruto de Costa Rica. 

Foto: https://www.cpalsocial.org/se-nos-acaba-el-mundo-y-vamos-peor-la-economia-circular-pierde-peso-3207