Y ahora, ¿qué haremos?
Freddy Vargas Aguilar
Para el 2021, el 10 % más rico de la población concentraba el 52 % de los ingresos y el 76 % de la riqueza del planeta, en tanto el 50 % de los más pobres únicamente obtenían el 8 % de los ingresos y el 2 % de la riqueza. 100 millones de personas pasaron a engrosar el número de los que se encuentran en pobreza extrema. El calentamiento global no se resuelve, las personas con hambre, sin vivienda, ni educación, etcétera, han aumentado, mientras que el 0.001 % de la población que son los más ricos vieron como aumentaba su riqueza en 14 % durante la pandemia del Covid-19.
Esta trágica desigualdad solo es posible cuando los sectores populares se encuentran distanciados entre sí, sin derribar los muros y construir los puentes en objetivos y organización común. Esta división contribuye, es parte del problema. No está bien negarse a hacer evidente que las diferencias, la incapacidad de integrarse, se suma a la inequidad, al no construir una democracia participativa. La ausencia de diálogo e interacción organizada de los pueblos es su propia condena.
Es como si cada persona, desde que nace, es colocada en una banda transportadora de fábrica por la que pasa del hogar, a la iglesia, a la escuela, al trabajo, a la calle, al recinto electoral, siendo modelada para ser sumisa-sometida. Se perfeccionan y, refuerzan, los constructos creencias-sentimientos-respuestas conductuales, incorporando vergüenza, miedo, violencia-venganza, tentaciones-placeres distractores, para que se domestique ante todas las formas de autoridad, para no mirar, para callar, para obedecer. Los padres, los educadores, los policías, los jueces, sacerdotes y pastores, los jefes, reproduciendo gestos, reglas, comportamientos, premios-castigos, que pulsan conexiones en la mente que hacen a la persona agachar la cabeza o reaccionar con una violencia de arrebato de rebeldía que destruye, sin mejorar su posición para Decidir-Hacer, Por-Para sí mismo, en función de Realizarse-Ser feliz, cooperando con otros. Cada persona disgregada en su mente. Cada persona conducida, como rebaño. Educada para que no se conecte con otras personas cooperando, sino que desconfíe, que se justifique por aislarse o, peor, por traicionar a los demás, para recibir beneficios que únicamente ellos reciben.
Los golpes más fuertes, contundentes, no se dan con los puños, se dan con la cabeza. La ausencia de investigación, de trabajo intelectual, de educación, de debate, todo ello alimentando, puesto a prueba por la acción popular, impide el surgir de esos golpes decisivos. La impotencia de Voluntades individuales para reconocer, desde sus relaciones de pareja, en el hogar, que nos encontramos respondiendo a las mismas formas de poder del sistema, impiden transformaciones que lleven a salirse del sistema. El problema se amplía cuando esas mismas Voluntades no se plantan con determinación para descubrir que, aún las mismas organizaciones populares, reproducen estructuras organizativas de Sumisión-Sometimiento. Procesos de decisión que no integran a las personas en un pensamiento y acción coherente, unitaria, de transformación. Se pierden en acciones inofensivas, por ser débiles, debido al aislamiento de personas, colectivos que no buscan identificar situaciones problemáticas comunes, objetivos integradores, procesos paulatinos de acumulación de conocimiento, recursos, sectores.
La unidad es necesaria y obligatoria. La unidad personal, de hombres y mujeres que se confrontan a sí mismas, reconociendo sus propias contradicciones, su modo de ser corresponsables de este sistema. La unidad es necesaria y obligatoria como objetivo, camino al que debiera adentrarse sin permiso de renunciar. El sistema funciona porque es totalizador, integra a todas las personas y grupos por premios-castigos que, o vencen a algunos y, a otros los hace cómplices, conscientes o, no, de ello.
La pandemia del Covid-19 ha desnudado la realidad de un sistema económica acumulando riqueza en unos pocos, extendiendo el sufrimiento a mayorías crecientes. Nos encontramos, todos, ante una encrucijada que no admite engaños. La libertad sólo es posible si lo es en todo, para TODOS.