El Colectivo Reflexión – Acción ha organizado un panel de discusión en vivo para abordar el tema de la soberanía y la autodeterminación en el contexto latinoamericano, frente a la agresión sistemática del aparato militar industrial de los Estados Unidos y sus gobiernos aliados. El evento también plantea preguntas clave sobre la neutralidad costarricense como instrumento para la paz, la vigencia del Pacto de los Derechos Humanos de 1966 y la Carta de las Naciones Unidas, y las formas de reaccionar y actuar ante esta coyuntura.
El panel contará con la participación de destacadas personas expertas:
Valeria Rodríguez Quesada, licenciada en derecho por la Universidad de Costa Rica (UCR) y bachiller en relaciones internacionales por la Universidad Nacional (UNA). Es investigadora en género, ambiente, derechos humanos y medio oriente, y cursa una maestría en género en medio oriente y el mundo en la Universidad de Exeter (Reino Unido) y en el Instituto Al Minbar (Marruecos).
Óscar Barrantes Rodríguez, quien ha realizado estudios en ciencias sociales, filosofía, geografía y sismología. Es analista, con militancia comunista e internacionalista. Forma parte del Círculo Bolivariano Yamileth (CBYLO) y es integrante del Movimiento de Solidaridad Amor por Cuba – Costa Rica (MSACCR) y del Centro Popular Costarricense de Estudios Sociales (CPCES).
Ricardo Segura Ballar, miembro de la Comisión Nacional de Enlace del Bloque Unitario y Sindical Costa Rica.
Cecilia Jiménez Arce, máster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Autónoma de México y licenciada en sociología y trabajo social por la UCR. Es presidenta y fundadora de ODEHU, fundadora de varios sindicatos y formó parte de la inscripción del Frente Popular.
El evento se realizará en vivo el 19 de septiembre de 2025, a las 18:00 horas (-6 UTC). Podrá seguirse a través de GUANACASTE – RADIO, RADIO 506, ONDAS 106.1 FM, SOBERANÍA – REVOLUCIÓN y ALAJUELITA RADIO. El programa promueve el lema «Pensar libremente para la acción y la soberanía».
El Partido Vanguardia Popular condena enérgicamente la moción aprobada en la Asamblea Legislativa de Costa Rica sobre el llamado “Cártel de los Soles”. Dicha moción, impulsada por el diputado Fabricio Alvarado Muñoz y otros fundamentalistas de extrema derecha y respaldada servilmente por sectores reaccionarios, constituye un acto de obediencia ciega a los dictados del imperialismo norteamericano y un atentado contra la soberanía de los pueblos de América Latina.
Estados Unidos carece de autoridad moral alguna para señalar a otros o crear ficciones con fines expansionistas. Su historial criminal está marcado por invasiones, golpes de Estado, criminales bloqueos económicos y financieros, saqueo de recursos naturales, tráfico de armas y drogas, y bombardeos indiscriminados que han costado la vida a millones de seres humanos en todos los continentes. El principal cártel del planeta se sienta en Washington.
La moción aprobada en nuestro parlamento no solo constituye una intromisión ilegítima en los asuntos internos de la República Bolivariana de Venezuela, sino que también viola principios fundamentales de nuestra política exterior:
– La neutralidad perpetua proclamada por Costa Rica.
– El compromiso asumido en la Proclama de la CELAC 2014, que declara a América Latina y el Caribe como Zona de Paz.
– El respeto a la soberanía, la no intervención y la libre determinación de los pueblos, establecidos en la Carta de las Naciones Unidas.
Por lo tanto, esta moción no solo es innecesaria, improcedente y solo responde a intereses ajenos a nuestro pueblo, alineando a nuestro país, una vez más, con la política guerrerista del imperio.
El Partido Vanguardia Popular denuncia este acto de sumisión como una traición a la vocación pacífica e independiente de nuestra nación, que históricamente se ha distinguido por la defensa del derecho internacional, el diálogo y la cooperación entre los pueblos.
Reafirmamos nuestra solidaridad con el hermano pueblo de Venezuela y con todos los pueblos que resisten las agresiones del imperialismo. Costa Rica no puede ni debe convertirse en peón de los planes intervencionistas de Washington.
Llamamos al pueblo costarricense a rechazar este acto vergonzoso y a defender nuestra soberanía, la paz y el respeto mutuo entre naciones.
Partido Vanguardia Popular Costa Rica, 11 de setiembre 2025
(Intervención de Vladimir de la Cruz, en el acto cívico oficial, organizado por la Dirección Regional de Educación de San José Central, en el marco de los actos conmemorativos del 177 aniversario de la Fundación de la República de Costa Rica, celebrado el domingo 31 de agosto del 2025, frente al busto del Dr. José María Castro Madriz, ilustre fundador de nuestra República, ubicado en la Avenida Central, calle 4, ciudad de San José.)
La noticia de la Declaración de Independencia de Guatemala, del 15 de setiembre de 1821, llegó a Cartago, capital entonces de la Provincia de Costa Rica, el 13 de octubre.
El 11 de octubre de 1821 la Diputación de León, a la cual pertenecíamos, también así lo había resuelto, corrigiendo lo acordado en esa Diputación el 28 de setiembre, cuando conocieron la Declaración de Guatemala.
Entre el 13 y el 28 de octubre se conocieron estos documentos en distintos lugares del país, que se hicieron representar el 29 de octubre de 1821, en Cartago, para definir el rumbo de Costa Rica.
Así, en el Ayuntamiento de la ciudad de Cartago, se proclamó la Independencia absoluta del gobierno español, el 29 de octubre de 1821, aceptando de seguido la Constitución y las leyes del Imperio Mexicano, por la felicidad y verdadero interés de la entonces Provincia de Costa Rica, situación que no se materializó, al desaparecer el Imperio Mexicano en 1823.
De esa forma iniciamos el camino de nuestra vida independiente hace 204 años.
De seguido procedimos a nombrar, una serie de nueve breves gobiernos, desde el 12 de noviembre de 1821 hasta la instalación de la Asamblea Constituyente del 6 de setiembre de 1824.
Por iniciativa del Acta de Independencia de Guatemala, del 15 de setiembre, se convocó a un Congreso centroamericano para decidir el punto de independencia general absoluta y fijar, en caso de acordarla, la forma de Gobierno y ley fundamental que debía regir. Así, se produjo la Asamblea Constituyente de las Provincias Unidas del Centro de América, el 22 de noviembre de 1824, que dio origen a la República Federal de Centroamérica.
En la República Federal nos constituimos como el Estado Libre, desde 1824 hasta 1838, cuando el jefe de Estado Braulio Carrillo nos separó de la Federación, considerando que para ese momento no había un sentimiento de nación y de federación centroamericana.
Aun así, mantuvimos la condición de Estado, como forma organizativa política hasta el 31 de agosto de 1848, cuando el Dr. José María Castro Madriz, junto con el ministro de Relaciones y de Gobernación, Joaquín Bernardo Calvo, siguiendo la decisión del Congreso de la República, del 30 de agosto de 1848 decretó, ese 31 de agosto, un día como hoy, hace 177 años, la República, como nueva denominación de Costa Rica, en su “condición de cuerpo político, soberano e independiente”. De esa forma el título de ESTADO de Costa Rica se sustituyó por el de República de Costa Rica, que es lo que hoy celebramos.
Con la nueva denominación no se afectó la condición del cuerpo político soberano e independiente que teníamos desde la disolución de la República Federal, ni se alteró la constitución interior de la estructuración y organización institucional de los Poderes Públicos (el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial), que teníamos desde 1825, desde hace 200 años, cuando así se establecieron, constituyendo el sólido Estado de Derecho que desde entonces vivimos, con estos poderes independientes, soberanos y autónomos entre sí, cada uno con funciones que se les han respetado propias, exclusivas e indelegables.
Es importante destacar que la decisión del Congreso de declarar la República obedeció a una solicitud que había hecho una mayoría de Municipalidades, en ese sentido.
Con la Declaración de la República se afirmaron los principios de soberanía, de libertad y de independencia de Costa Rica, y en tal concepto el de nación libre, soberana, independiente y dueña de sus derechos.
Ante la decisión de la Declaración de la República, el 10 de octubre de 1848, el cuerpo eclesiástico de Costa Rica, se dirigió al presidente José María Castro Madriz, para que gestionara la creación de la Diócesis de Costa Rica, para romper la dependencia que tenía la iglesia costarricense con la de León de Nicaragua, considerando que al declarar la República, la Iglesia costarricense no debía depender de otro Estado, lo que se logró en el gobierno de Juan Rafael Mora Porras, el 28 de febrero de 1850, con la Bula “Christianae religionis auctor” del Papa Pío IX, fortaleciendo la Independencia de Costa Rica en el plano religioso.
Al recordar la Declaración de la República exaltamos con ella los valores fundamentales del sistema democrático, cuales son entre otros, Igualdad, Libertad, Fraternidad, Tolerancia y Respeto para las distintas ideas, personas, derechos y libertades, Orden, Honestidad, Solidaridad, Pluralismo político, Justicia Social, Bien Común, Legalidad, Justicia, Participación Ciudadana.
La importancia del régimen republicano es el respeto al Estado de Derecho, que es el respeto a la independencia, autonomía y soberanía de los Poderes Públicos, que es el sometimiento de las Autoridades Políticas a lo que la Constitución y las Leyes les obligan y permiten hacer, es el respeto al ejercicio pleno de los Derechos y Libertades de los ciudadanos.
Al Dr. José María Castro Madriz le reconocemos y recordamos también como el gobernante que impulsó la instrucción pública, particularmente su preocupación por la educación de mujeres; el que impulsó reformas educativas y las relaciones internacionales; el que decretó la erección de la Universidad de Santo Tomás, el que propuso el establecimiento del Hospital San Juan de Dios, el que propuso fundar una Escuela Normal encargada de formar maestros; el impulsor de la construcción del ferrocarril a los puertos de Limón y Puntarenas.
También lo recordamos como magistrado y presidente de la Corte Suprema de Justicia, como diputado y presidente del Congreso, como jefe de Estado, como presidente de Estado y como presidente de la República, como Rector de la Universidad de Santo Tomás, como Maestro Masón y gran pensador y reformador liberal.
Al Dr. José María Castro Madriz también le debemos la actual Bandera y Escudo Nacional.
Especialmente le recordamos por su paso por la prensa con la publicación del periódico semanal “El Mentor Costarricense”, que marcó los senderos luminosos de la marcha del periodismo costarricense, de las libertades de prensa, de información, de pensamiento, de educación y de la opinión pública.
El Dr. Castro Madriz decía que “la opinión pública debe ser el oráculo de un gobierno libre y popular; que no puede conocerse bien si no es expresándose bajo los auspicios de la augusta libertad de prensa, y que tampoco puede ilustrarse si no es con la publicación de los pensamientos y el debate de los escritos, de los que resulta triunfante la verdad”.
Procuraba que los periódicos instruyeran al pueblo en sus deberes y le informara sobre los aconteceres más importantes de la marcha del Gobierno. Los periódicos los consideraba constructores de la Patria.
Frente a las críticas periodísticas que se le hacían dijo: “Quiera Dios que durante mi presidencia sean saciadas las hambres de libertad de prensa para que mis sucesores encuentren calmados los ánimos y encauzado, por sí solo, este derecho incontrovertible del hombre a un plano de más elevadas miras…”
“Quiero que mi Patria, ya que no puede ser temida por su fuerza, sea considerada por su justificación y cordura, de modo que sobre cualquier agravio que se le infiera, recaiga el anatema del mundo civilizado. No tenemos escuadras, tengamos la simpatía de las naciones. La civilización del siglo ha definido la libertad política y religiosa, elevándola a dogma de paz y de ventura. Como tal la conozco y sabré acatarla y sostenerla”.
“Creo que la expresión de la verdad, aún la más amarga, conviene al gobernante que como yo, tiene el valor de abdicar ante ella sus errores, y el sincero deseo de tomarla por base de sus actos. Creo, en fin, que toda discusión ordenada y comedida ilustra, y que el lenguaje sólito de las malas pasiones, contra un gobierno que por su legitimidad y rectitud abunda en medios morales de defensa, es impotente”.
“La libertad de la prensa es un derecho consagrado por la ley, y como tal debo respetarlo, cualquiera que sean las consecuencias que de su ejercicio para mí resulten. Quizás su acción en estos momentos no sea favorable para mi Gobierno, desde luego que contra él se esgrimen con no disimulada furia sus armas; pero esa libertad es una de las que a la nación más honran, y andando el tiempo, de las que más habrán de aprovecharle; y entre lo que creo que le conviene a la nación y lo que me conviene a mí, como jefe de ella, yo no vacilo. Primero y ante todo la nación, y primero el derecho de los ciudadanos a ella, que lo que pudiera convenirme a mí en esta jefatura transitoria, que mucho me honra, pero que para mi corazón y mi espíritu tiene poco de placentero, y sí mucho de mortificante, puesto que, ejecutando el bien, según mi conciencia, me expongo a cosechar en perjuicio personal mío males sin cuento. Que sea así en buena o mala hora; pero mi mano no suscribirá jamás nada que pueda ser atentatorio contra derechos que están consagrados por las costumbres, a menos que estos pudieran tener carácter manifiestamente dañino a la moral social, como quedan todavía algunos, cuya desaparición debemos confiar, sin embargo, antes que a nuestra acción coercitiva, a la marcha depurativa y lenta, pero siempre segura, de los tiempos. Para esos somos, antes que mandatarios, educadores de un pueblo que entró hace poco en la pubertad y cuyo espíritu debemos fortalecer adiestrándolo en el ejercicio amplio de sus capacidades sociales, y no debilitarlo, escamoteándole la facultad de realizar, en todos sus campos y con entera plenitud, los que la ley le consagra como legítimos derechos suyos”.
La Independencia proclamada en Cartago el 29 de octubre de 1821 se dispuso jurarla en cada pueblo, por lo que se devolvió la noticia para que los ciudadanos la juraran, y se hicieran “adictos a la libertad”.
Hoy no se acostumbra jurar la Independencia al conmemorar estas fechas, como la de la República, aspecto que se debiera retomar desde el Ministerio de Educación y de los Poderes del Estado, para promover mayor compromiso con la Democracia, la Libertad, la Soberanía, la Justicia Social, la Paz y el Desarrollo Nacional, juramento que gobierno y ciudadanos lo deben realizar, así como el saludo a la Bandera que se lleva a cabo en ceremonias o actos cívicos como éste que estamos realizando. La primera Jura ante la Bandera costarricense se realizó el 8 de junio de 1823.
El Juramento es el compromiso que se adquiere de servir a la Bandera con honestidad y lealtad contra sus enemigos, contra quienes la amenacen y actúen en su contra; para servir al gobierno si llama en su defensa.
El Juramento es la afirmación ante los Héroes y Próceres de la Patria del recuerdo de su memoria cuando se izó por primera vez como símbolo de patriotismo, de identidad nacional, como escudo de la Independencia Nacional y en memoria de los que cayeron combatiendo por la Libertad, la Independencia y la Soberanía Nacional.
Hoy al recordar al Dr. José María Castro Madriz, en esta gloriosa fecha, con el corazón henchido, afirmamos:
¡Viva la Independencia de Costa Rica!
¡Viva la República de Costa Rica!
¡Vivan siempre los valores políticos de La República!
Puede leer el discurso en el mismo acto de Guiselle Alpízar Elizondo, viceministra Académica del Ministerio de Educación Pública.
Esta es una producción del Observatorio de Bienes Comunes de la Universidad de Costa Rica (UCR), en solidaridad con quienes defienden la vida frente al extractivismo en la región.
La Primera Declaración de La Habana, en 1960, recordó que la dignidad no se negocia. Hoy, esa enseñanza sigue vigente: denunciar la violencia extractiva no es “injerencia”, sino la continuidad de una tradición emancipadora que atraviesa la historia de Nuestra América.
Mientras en Venezuela y otros países de América Latina se acusa de conspirar a voces críticas y organizaciones sociales, las grandes corporaciones —como Chevron, aliada de Israel y de sus guerras— continúan firmando contratos millonarios con gobiernos que se presentan como “antiimperialistas”.
El Observatorio de Bienes Comunes de la UCR invita a reflexionar sobre estas contradicciones y sobre lo que callan ciertos discursos políticos, cuando se trata de confrontar el poder del extractivismo y sus impactos en los pueblos.
Le invitamos a leer la nota completa en el sitio del Observatorio de Bienes Comunes UCR:
Con una colaboración entre analistas de Chile y Costa Rica, se ha lanzado el programa Espresso Americano, una nueva iniciativa audiovisual que busca analizar la geopolítica y la coyuntura de los países latinoamericanos desde una perspectiva crítica e independiente. El espacio será transmitido cada quince días por YouTube y otras plataformas digitales.
La primera entrega de la serie se titula “Panamá: Si lo ves que viene, palo al tiburón”, y expone un análisis de la historia, economía y situación actual de este país centroamericano, marcado por su rol geoestratégico y las tensiones con potencias globales.
El episodio recupera la memoria del Canal de Panamá como enclave colonial de Estados Unidos, el despojo territorial a Colombia hace 122 años y la posterior ocupación militar estadounidense. También aborda las recientes protestas sociales contra reformas al sistema de pensiones, el proyecto de un embalse que afectaría territorios indígenas, la reapertura de la mina de cobre en Colón, y el memorándum de entendimiento firmado con Estados Unidos.
En su análisis, los autores —Fernando Bermúdez Kuminev y Roberto Bermúdez Pellegrin, corresponsales del multimedio Muros y Resistencia— denuncian la falta de soberanía efectiva, los vínculos con intereses financieros internacionales, y las implicaciones geopolíticas del nuevo alineamiento estratégico del gobierno panameño, que incluye el abandono de la iniciativa china de la Ruta de la Seda y la sustitución de infraestructura de comunicaciones.
A lo largo del programa se destacan elementos históricos y simbólicos, como la referencia al general Omar Torrijos, quien defendió la recuperación del canal ante la comunidad internacional: “Nunca hemos sido, que no somos ni nunca seremos, ni Estado ni Estado Asociado, ni Colonia o Protectorado”.
La propuesta audiovisual busca, según sus realizadores, “recorrer América estación por estación”, para brindar una lectura regional de las disputas actuales y reavivar la conciencia histórica y emancipadora de los pueblos latinoamericanos.
160 personas y 43 organizaciones, colectivas y colectivos costarricenses presentan carta a la Embajada de Panamá, pronunciándose en contra de la represión ejercida por el gobierno de José Raúl Mulino
El pasado lunes 9 de junio, un total de 160 personas y 43 organizaciones, colectivas y colectivos costarricenses presentaron una carta a la Embajada de Panamá, pronunciándose en contra de la represión ejercida por el gobierno de José Raúl Mulino.
Esto ocurre tras un proceso en el cual el pueblo panameño se ha enfrentado a atropellos sistemáticos y a la represión a las protestas en el país vecino, pues ha habido una creciente movilización que rechaza las últimas decisiones tomadas por el gobierno de Mulino. Un ejemplo de estas decisiones es la Ley 462 que reforma la Caja del Seguro Social, puesto que la reforma implica la eliminación de solidaridad intergeneracional y establecimiento de cuentas individuales, afectando así las pensiones de las próximas generaciones. Asimismo, se ha protestado contra los planes de reactivación de minería de la empresa canadiense First Quantum, y contra el pacto de ampliación de presencia militar estadounidense en áreas de acceso y otras áreas adyacentes al Canal de Panamá.
Las manifestaciones en defensa a las pensiones dignas, a la seguridad social y a la soberanía panameña frente a Estados Unidos, han sido encabezadas por el movimiento estudiantil, sindical y comunidades indígenas; de la misma manera que han participado grupos de mujeres, niñez y otros. Por ende, el pronunciamiento presentado a la Embajada de Panamá en Costa Rica suma estas reivindicaciones de dignidad y justicia social; insta al diálogo, a no criminalizar las protestas, a la protección de los medios y recursos naturales de Panamá, y a mantenerse en solidaridad con el pueblo hermano de Panamá
A continuación, se comparte la carta dirigida al Embajador de la República de Panamá.
9 de junio, 2025
San José, Costa Rica
Señor Embajador de la República de Panamá
Pacífico Escalona Ávila
Presente.
Desde la dignidad y la justicia social
En las últimas semanas hemos presenciado el ejercicio del legítimo derecho del pueblo panameño a luchar por un régimen de pensiones y retiro justo, contra la reapertura de la minera cerrada en 2023 y por el cese de los intentos de reabrir bases militares norteamericanas en su patria. Estas movilizaciones han contado con la presencia activa de los maestros y profesores, estudiantes, comunidades indígenas, sindicatos como el SUNTRACS y el de las Bananeras, entre otros muchos sectores y organizaciones.
La respuesta del gobierno del señor José Raúl Mulino ha sido negar la posibilidad de diálogo que conduzca a escuchar y tramitar estas justas reivindicaciones. Por el contrario, se ha desatado una campaña de criminalización contra dirigentes sindicales como Saúl Méndez, Genaro López y Jaime Caballero; contra dirigentes estudiantiles, como Eduardo García, estudiante de economía, del grupo estudiantil FER29, expulsado sumariamente de la Universidad de Panamá; así como una indiscriminada represión contra las comunidades comarcales de los pueblos originarios y la detención selectiva de luchadores sociales. A las personas educadoras se les ha violado el derecho a recibir salario mientras al sindicato de la construcción se le confiscan sus cuentas bancarias y cierran la cooperativa.
Esto está generando una situación explosiva. Los pueblos del mundo vemos con preocupación lo que está ocurriendo en Panamá e instamos a una pronta salida negociada, partiendo de las justas demandas del pueblo panameño. En particular, señalamos la importancia del cese de la represión y la inmediata liberación a todos los presos políticos, detenidos por luchar y que han sido enviados a cárceles comunes y tratados como delincuentes. Repudiamos la ofensiva antiobrera y antidemocrática que se expresa en los allanamientos de instalaciones y congelamiento de las cuentas de la Cooperativa del SUNTRACS, la persecución judicial contra su secretario general Saúl Méndez y otros dirigentes. Hoy todos somos Panamá que resiste a la destrucción ecológica, la condena a la miseria de los jubilados y nuevas formas coloniales revestidas de cooperación.
Panamá no está sola. Iniciamos desde este momento un proceso de divulgación internacional sobre la lucha de su pueblo.
Firma responsable Allen Cordero Ulate Cédula 3-02170094 9 de junio, 2025
FIRMAS
A nivel personal
Adrián Gordón / Estudiante
Adrián Jaén España Docente
Adriana Laclé Médica internista
Alejandra Bonilla Leiva Agrónoma
Alejandra Ducca Durán
Alexandre Rojas Parajeles Docente
Álvaro Fernández González Sociólogo jubilado
Allen Cordero Ulate Docente jubilado UCR
Amilcar Castañeda Cortez Docente
Amalia Vargas Rojas Jubilada
Ana Cristina Rossi Novelista y profesora
Andreina Vargas Rodríguez Ama de casa
Ángelo Monge Ingeniero civil urbanista
Antonieta Fernández Quirós Abogada
Carlos Coronado Vargas Dirigente popular
Carlos Guevara Abogado
Carlos Alberto López Herrera Intérprete naturalista
Carlos Moya Cisneros Docente
Carlos Settembrini Jubilado
Casilda Sancho Barrantes Jubilada
Catarina Goldoni Ruiz Jubilada
Celina Valadez Educadora popular
Ciska Raventós Vorst Socióloga
Clarita Quiel Torres Ama de casa y agricultora
Cristopher Montero Corrales Docente universitario
Damaris Orozco Analista de RH
David Morera Herrera Docente
Deby Calderón Vega Chofer
Deymer Moreno Bejarano Docente
Diego Chaverri Sociólogo
Dinorah Romero Morales Ama de casa
Dunia Valverde Segura Docente
Edison Valverde Araya Jubilado
Edwin Alfaro Quesada Jubilado
Edwin Ticak Actor
Eladio Retana Fallas Jubilado
Eli Ortiz Torres
Elías E Aguirre Ramírez Policía
Elides Rivera Navas Presidenta Organización de Mujeres Mano de Tigre
Enjolras Mata Rojas Supervisor de operaciones
Erik Nelson Abogado
Esteban Arias Chavarría Docente
Esteban Fernández Filósofo
Eutiquio Degaiza Estudiante
Félix López Zambrana Agricultor
Flor Lorca Melero Periodista
Florangel Vecchini Zerpa TSU Administración
Franklin Quesada Campos Dirigente sindical
Gerardo Cerdas Vega Sociólogo y profesor
Gerardo Valverde Agricultor
Gilberto Franco Cabrera Prejubilado de JAPDEVA
Giovanni Beluche V Académico universitario
Gloria Laura Gergen Soto Perforador
Gloriana Araya Fernández Desempleada
Gonzalo Barrantes Cartín Docente
Grace Cecilia Serrano Correa Agricultura
Guiomar del R Martín Tedman Jubilada
Hannia Franceschi Barraza Docente universitaria
Heidy Valencia Espinoza Docente
Isabel Briceño Quesada Matrona
Isabel Ducca Durán Jubilada
Isabel Méndez Garita Ama de casa
Isabel Rivera Navas Diseñadora
Jaime Roberto Robert Jiménez Psicólogo social
James Brown
Javier Alvarado Vargas Docente
Javier Cabero Consultor internacional
Jeff Hernández Castro Docente
Jennifer Morgan Desempleada
Jiri Spendlingwimmer Antropólogo
Jorge Barrientos Valverde Docente universitario
Jorge Alens Conte Guerra Académico
Jorge Raúl García Fernández Sociólogo
Jorge Luis Vargas Rivas Manufactura estudiante
José Daniel Díaz Moya Trabajador de call center
José Eduardo Álvarez Araya ACODEHU
Juan Ticak Actor
Karol Pineda Docente
Karla Chinchilla Aguilar Profesora universitaria
Kimberly Umaña Zamora Trabajadora social
Laura Arias Cabrera Docente
Laura Gómez Vázquez Oficinista
Leila Marcela Sánchez Sindicalista
Loreana Araya Fernández
Lorena Molina Jubilada
Lucía Brenes Chaves Docente
Luis Bonilla Bonilla Docente
Luis Angel Céspedes Rodríguez Jubilado
Luis Alberto Salas Sarkis Jubilado
Luz Rosas Ama de Casa
Magda Sánchez Empleada
Marcela Naranjo Segura ACODEHU
Marcela Zamora Cruz Administradora del CAP
Marco Amador Valverde
Marco Vinicio Fournier Psicólogo
María Álvarez Fernández
María Antonieta Chandía Jubilada
María Damaris Badilla Vargas Ama de casa y ambientalista
María de los A. Lobo Umaña Agricultora
María de los A. Téllez Comerciante
María del R Chamorro Tasies Docente
María S Hernández Carmona Historiadora
María López Ama de casa
María Natalia Chaves Vargas
María José Lechado Comité de lucha de vivienda Monte Alto
María Trejos Montero Docente jubilada y activista DDHH
Mariana Lacayo Campos Editora
Mariela Muñoz Galaz Trabajadora social
Marielos Muñoz Solórzano Oficinista
Marylin Morris Zúñiga Estudiante, ama de casa, cocinera
Marta Sanchez
Marvin Hernández Docente
Marvin Soto Arias Estudiante
Mauricio Zeledón Leal Jubilado
Miguel Barrios Gutiérrez Pensionado de la CCSS
Minerva Solano Campos Estudiante y docente
Nancy Piedra Guillén Docente
Nelisse Wielewcki Narloct Docente
Norma Noemy Cisneros Páez Productora
Nubia G Rodríguez Forero Economista
Olga Viviana Gysling Caselli Jubilada
Oliverio A del Águila Mejía Historiador
Olman Bolaños Ortiz Docente universitario
Olman Bolaños Vargas Ilustrador
Orlando Barrantes Cartín Luchador social
Óscar Delgado Cabana Docente
Óscar Navarro Rojas
Pablo Vommaro Docente e investigador
Paola Zeledón Muñoz Trabajadora de call center
Peggy Chamorro Psicóloga y comunicadora
Rafael E López Alfaro Profesor
Rafael Morera Ramos Estudiante universitario
Roberto Ayala S Docente
Roberto Cascante Vindas Docente e investigador
Rodolfo Ulloa Bonilla Sociólogo
Roger Chaves Grijalba Sociólogo
Ronald Solís Alemán Agricultor
Rosa María Muñoz Varela Docente pensionada
Rosángela Cortés Barquero Ama de casa y agricultora
Roxana Cedeño Sequeira Trabajadora social
Ruth Zurbrigen Docente
Sebastián Saborío Docente
Sharo Rosales Defensora de DDHH
Sileny Vázquez Orozco Promotora de la Salud
Silvia Regina de Lima Silva Directora del DEI
Sitaira Cubillo Oficinista
Socorro Trejos
Stefanie Hidalgo Acuña Trabajadora social
Susan Quirós Díaz
Tomas Echeverría Vela Jubilado
Vania Quesada Silva Emprendedora
Vianney Mora Vega Socióloga asesora legislativa
Víctor M Gutiérrez Soto Profesional
Victoria E Borbón Pineda Licenciada en Orientación
Yamileth Fontana Coto Socióloga pensionada
Yamileth Monterrey López Psicóloga
Yaser Ramos Vargas Estudiante de sociología
Yoselyn Leandro Coto Asesorías Agroecológicas
Zoila Martínez Moncada Psicóloga
Zuleika Zambrano Médica
Organizaciones, colectivos y colectivas
Asociación Costarricense de Derechos Humanos (ACODEHU)
Asociación Indígena Dockua
Asociación UNAPROA
Biovida
Biriteca
Caz
Centro de Amigos para la Paz (CAP)
Círculo de Debates Marxista
Clan Túbölwak Bribri, Yábamí Dí Káta. Consejo Iriria Sätkök, Yábamí Dí Káta, conocido como Cabagra
Colectiva Feminista La Revuelta
Colectiva por el Derecho a Decidir
Colectiva Profesional para la Ciudadanía
Colectivo COPAL
Comité de Lucha por Vivienda de Monte Alto
Comité de Solidaridad con los Pueblos Originarios Iriria Tsòchok, Costa Rica
Confederación Unitaria de Trabajadores (CUT)
Coordinadora de Lucha Sur Sur
Dinamismo Juvenil A.C
Ecocipreses
Investigaciones Psicosomáticas
FENASEP
Flores Piercing
FUAR
Fundación Nómada Costa Rica
Grupo Socialismo y Libertad
GSL
La Izquierda Diario CR
Movimiento Humanista
Movimiento de Trabajadores y Campesinos (MTC)
Mujeres en Apoyo
Mujeres Indígenas Mano de Tigre
Mundo sin Guerras y sin Violencias
Organización Socialista Revolucionaria (OSR)
Pan y Rosas
Partido Humanista
Partido Izquierda Costarricense (PIZCO)
Partido Revolucionario de Trabajadoras y Trabajadores (PRT)
Preservación de Ecosistemas Zona Norte
Red de Ecología Autónoma
Sindicato de Salud y Seguridad Social
Sindicato Unitario de la UNED (SIUNED)
UNT-BUSSCO
Unión de Amigos para la Protección del Agua (UNAPROA)
En medio de una convulsa pero decisiva reconfiguración geopolítica, China e Irán emergen como aliados clave en la construcción de un nuevo orden multipolar basado en la cooperación estratégica, el respeto a la soberanía y la eliminación de sanciones unilaterales. Un claro ejemplo de esta alianza se materializó el 25 de mayo de 2025 con la llegada por primera vez de un tren de carga procedente de Xi’an, en el este de China, al puerto seco de Aprin, cerca de Teherán. Este tren, cargado de paneles solares, no solo representa un impulso para la transición energética iraní, sino también un gesto simbólico de independencia frente a las rutas comerciales clásicas dominadas por potencias occidentales.
A través de una infraestructura ferroviaria que evita zonas controladas por fuerzas militares estadounidenses, o sea, fuera del alcance de la hegemonía occidental, el eje China-Irán está consolidando rutas comerciales seguras y eficientes. En un contexto donde EE.UU. amenaza con reactivar su «máxima presión» sobre Irán y detener incluso buques petroleros, la vía terrestre se presenta como un salvavidas comercial. Mientras que el transporte marítimo sufre demoras y vulnerabilidades geoestratégicas, como las tensiones en el mar Rojo (a causa del conflicto en Yemen) y el estrecho de Malaca, la ruta ferroviaria reduce a la mitad los tiempos de entrega y fortalece la autosuficiencia comercial.
Desde la firma del acuerdo de cooperación económica de 25 años por un valor de 400.000 millones de dólares en 2021, China e Irán han profundizado sus vínculos económicos. El 90% de las exportaciones iraníes hacia China están compuestas por productos energéticos y minerales, que encuentran en esta nueva red logística una garantía de continuidad frente a bloqueos. Además, Irán se consolida como un nodo esencial dentro de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) china, un megaproyecto que está redibujando el mapa comercial global sin imposiciones ni condicionalidades. Con toda certeza podemos llamar esto como una alianza contra la dominación económica occidental.
Este eje terrestre impulsado por China, que conecta con Irán, los Estados del Golfo, África y finalmente Europa, no solo compite con el Corredor Económico India-Oriente Medio-Europa (IMEC), promovido por EE.UU. e Israel: encarna la fractura geopolítica del siglo XXI. La rivalidad trasciende lo económico; es una disputa entre paradigmas. Por un lado, Pekín vende un modelo de cooperación sin condiciones, basado en infraestructuras, no injerencia y retórica de ganancias compartidas.
Por otro, Washington y sus aliados imponen una arquitectura de bloques, sanciones selectivas y controles financieros que buscan perpetuar una hegemonía cada vez más débil. Esta guerra de corredores comerciales es parte también de la lucha por la consolidación de un orden multipolar. Hoy esta se libra no sólo en el campo de batalla, como lo hemos presenciado en Ucrania, sino también en lo cultural, económico y tecnológico; en puertos, ferrocarriles, acuerdos de divisas, innovación tecnológica y nuevas rutas comerciales. China está ganando terreno mientras Occidente insiste en un “libre mercado” que solo aplica para sus aliados.
La reciente reunión en Teherán de representantes ferroviarios de China, Irán, Kazajistán, Uzbekistán, Turkmenistán y Turquía evidencia una voluntad compartida de fortalecer la conectividad comercial a través de tarifas competitivas y estándares comunes en el marco del estricto respeto a la soberanía, así como del modelo de vida propio de cada pueblo. El corredor Este-Oeste y el plan del Corredor Norte-Sur posicionan a Irán como un actor clave en la logística euroasiática de ese nuevo orden que emerge.
El tren China-Irán no es simplemente un medio de transporte más como para que pase desapercibido por estudiosos, empresarios y políticos. Es un vehículo estratégico y una gran señal de hacia dónde se dirigen las cosas, es un símbolo de una alternativa viable al orden global unipolar impuesto por potencias occidentales. Es la prueba tangible de que es posible construir redes comerciales sustentadas en la cooperación, la igualdad y el desarrollo compartido, como lo afirma China. La guerra de corredores no se libra solo en los mapas, sino en la definición del futuro del comercio global: uno donde muchos participen, y ninguno imponga.
Pronunciamiento del Sindicato Unitario de la UNED. Las personas trabajadoras de la Universidad Estatal a Distancia (UNED) de Costa Rica reunidas en Asamblea General del Sindicato Unitario de la UNED (SIUNED) el 27 de mayo de 2025, expresamos nuestra solidaridad con el pueblo panameño y en especial con las personas trabajadoras de la Universidad de Panamá en su lucha contra las reformas a la seguridad social y por la soberanía nacional.
Exigimos el cese de la represión y la persecución a las personas dirigentes sindicales, libertad inmediata a los presos políticos, al dirigente Genaro López, y el respeto a los Derechos Humanos.
SURCOS comparte la introducción del libro Soberanías, Nuestra América y la construcción global de un concepto, del académico Jaime Delgado Rojas. El libro está disponible en las librerías de la UNED.
Introducción
Hace unos años, en una conversación informal, el maestro José Miguel Alfaro Rodríguez (q. e. p. d.) me señaló que en los procesos de integración se crean entes supranacionales gracias a la transferencia de cuotas de soberanía que hacen los Estados suscritores; me explicó en qué consistía y cómo se construían. Aquel diálogo me dejó marcado con el tema desde entonces. Eran los años noventa del siglo pasado, cuando en la Universidad Nacional de Costa Rica habíamos impulsado un proyecto de formación de profesionales para la integración centroamericana. Para aquel entonces, esta región estaba saliendo de una de sus peores crisis políticas y reinventaba sus políticas económicas y sociales sobre la base de los tejidos humanos que se habían roto por la guerra y que, a mucho costo, empezaban a zurcirse. El maestro Alfaro Rodríguez había sido vicepresidente de la república (1978-1982), consultor de órganos de integración centroamericana y profesor de derecho comunitario; por tanto, no estaba al margen de los acontecimientos sociopolíticos regionales. Los acuerdos de paz y los compromisos suscritos por los cinco mandatarios centroamericanos en Esquipulas, Guatemala (1987), conllevaban una agenda que solo podía echarse a andar regionalmente. Se insertaba, esa agenda, en una historia más que centenaria de encuentros y desencuentros entre hermanos, sus cúpulas políticas, el empresariado, los trabajadores, sus intelectuales que pensaban y añoraban una unidad centroamericana: un sueño que viene desde el momento de la firma del acta de independencia de España (1821). A partir de ese acto emancipatorio, la región pasaría por una inviable Federación Centroamericana, con sus guerras internas, su disolución y la construcción de Estados nacionales muy pequeños para ser viables, en la mira de la voracidad de las potencias, sobre todo de los británicos por dentro y por el Caribe y Norteamérica por todos los costados. La intervención en Nicaragua (1856-1857) de William Walker, un esclavista entusiasta en la agenda de los confederados del norte, activó el encuentro de patriotas nacionalistas y la oportunidad para forjar sentidos de identidad muy adecuados para la modernización liberal posterior. El siglo XX no fue menos trágico: violaciones constantes de derechos humanos, frustración de aspiraciones nacionalistas por intervención de marines y, de nuevo, guerras para definir fronteras geográficas que marcarían hasta dónde llegaba la soberanía territorial. Más tarde, otra modernización, la de la sustitución de importaciones, la cual fue exitosa para los grupos oligárquicos y las burguesías, pero dejó a las mayorías nacionales en el desamparo. Este nuevo contexto alimentó, otra vez, guerras durante los años setenta y ochenta que serían dirimidas a partir de los acuerdos de Esquipulas (1987), con calendario y compromisos para que estas pequeñas naciones iniciaran otro camino de modernización capitalista: la apertura y el libre comercio, con las agendas del GATT y la OMC, luego con los tratados de libre comercio y las alianzas con diverso nombre, para que los negocios financieros, las empresas de bienes y servicios, las telecomunicaciones y las redes sociales pudieran navegar por encima de nuestras soberanías, sin limitaciones.
Este es el contexto donde comprendí que la soberanía no es aquella plenitudo potestatis de la que hablaba Jean Bodin, indivisible e intransferible; ni la democracia, la bucólica experiencia de participación que se dijo que iniciaba con Pericles en Atenas; y, tal vez, ni la república era como se diseñaba en el sueño de los ilustrados franceses que empezó a construirse en el norte de América. Entre papeles y reflexiones, me percaté de que los derechos humanos no tienen nada de natural, pues han ido forjándose y profundizándose gracias a la lucha permanente de los seres humanos; no a partir de la declaración universal francesa, sino desde la Antigüedad, cuando se definió al hombre como ser racional, social y universal, portador de derechos que lo hacían diverso y rebelde; esto exigía, por ende, el respeto, la tolerancia y la solidaridad. Me percaté que con cada derecho que conquistábamos como humanidad, había una práctica social y política que repudiábamos.
Estos temas, enmarcados en Nuestra América y en sus textos fundacionales, son de los que trata este libro. Lo empecé al incursionar en el estudio de la integración, primero la centroamericana y luego las otras experiencias del continente. Me hice acompañar de la historia de la filosofía, por lo que volví a la lectura de los clásicos y en sus líneas traté de entender sus contextos históricos y culturales; reflexiones, a veces, dispersas y desordenadas, en dos oportunidades suspendidas para realizar investigaciones por invitación de organismos e instituciones mexicanas. La primera, en el 2008, por la Dra. Mercedes de Vega Armijo, directora del Acervo Histórico Diplomático de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México, para que yo participara en el proyecto La búsqueda perpetua: lo propio y lo universal de la cultura latinoamericana, en doscientos años de vida independiente. Otra, en el 2015, por el Centro de Investigación y Docencia Económica, también de México, para participar en el proyecto Un siglo de constitucionalismo en América Latina 1917-2017, dirigido por la Dra. Catherine Andrews y que concluiría precisamente al celebrarse el centenario de la firma de la Constitución de Querétaro. Ambos proyectos, pero sobre todo el segundo, me permitieron profundizar en mi tema, en su relevancia. De ambos obtuve mucha información; además, valiosas reflexiones, retroalimentaciones, sugerencias y lecturas de textos y fuentes. Pero llegó el momento de sentarme a escribir, de nuevo a leer, a reflexionar y a volver a redactar.
De esa forma, lo que les pongo a mano son doce capítulos y una reflexión final en calidad de conclusión. En el primero, hago el planteamiento inicial con algunas elucubraciones teórico-conceptuales, los objetivos y temas sustantivos que suelen aparecer en calidad de adjetivos del sujeto soberanía: nacional, territorial, popular, estatal, más un intento de formular conjeturas e hipótesis de toda la investigación.
En el segundo, hago un estudio de las constituciones políticas latinoamericanas, las veinte constituciones vigentes en América Latina, más la norteamericana y la de las Cortes de Cádiz. En ellas, extraigo el uso que se hace del concepto de soberanía. Sobre la marcha fue necesario echar mano de constituciones precedentes: las de Argentina, México, Colombia, Uruguay, Venezuela, Haití, Cuba y Costa Rica.
En el tercero, me ocupo del concepto y trayectoria de la noción de democracia, desde el clásico discurso de Pericles, pasando por los no entusiastas de la práctica de Atenas, hasta el final del medioevo. Luego, en el cuarto, hago un esfuerzo de construcción del concepto de soberanía, como plenitudo potestatis, partiendo de las expresiones bíblicas sobre las cuales se afianzó el pensamiento cristiano oficial. Estos dos capítulos dan pie a los siguientes: el quinto, “Estado y nación”, se ocupa del surgimiento del Estado nacional desde el Renacimiento, en particular yo centro la atención en Maquiavelo y en los contractualistas: se refiere a la emanación del poder desde abajo. El sexto se titula “Poder absoluto: el soberano”. Ahí hago análisis de tres filósofos que legitimaron el absolutismo en Europa: Bodin, Hobbes y Hegel, en esa parte se observa el poder como emanado desde arriba. El capítulo siete se dedica a la definición de la soberanía territorial y al derecho internacional, tanto en sus padres fundadores, como en los acuerdos de paz del siglo XVII y el Congreso de Viena del siglo XIX: son referencias a la construcción de los Estados modernos. La intención de estos tres capítulos es evidenciar el trasfondo ideológico existente en las expresiones y prácticas políticas en Nuestra América: nacionalismo, republicanismo y presidencialismo. Esos Estados, realmente existentes, se describen en el capítulo ocho, ubicados geográficamente en dos zonas o regiones: la continental y la insular, y en dos formas de mostrarse al mundo: como Estados individuales y formalmente autónomos junto a sus vecinos no autónomos y en sus construcciones regionales.
En el capítulo noveno, se trata la autodeterminación en Nuestra América y la defensa de la soberanía nacional, enfrento los debates intelectuales que permitieron la construcción del concepto de Nuestra América y su contenido antiimperialista, con lo cual se constituye, de por sí, en plataforma de defensa de la soberanía nacional latinoamericana y, por su necesidad intrínseca, de construcción de proyectos de unidad regional y subregional. Esto es un intento de construir una teoría de la integración latinoamericana desligada del eurocentrismo, para distanciarme del hecho de que las lecturas de la integración latinoamericana se han hecho, regularmente, en clave eurocéntrica.
Ubicado en el siglo XX, el sistema internacional de posguerra redefine el sentido clásico de la soberanía y crea soportes de derecho internacional para su defensa. Centro mi ejercicio en tres acuerdos de posguerra donde se pacta la transferencia de soberanía. Esto se analiza en el capítulo diez. Pero, además, desde su misma base jurídica internacional, se legitima el derecho a las divergencias. Es el concepto de la soberanía en el concierto de acuerdos sobre derechos humanos y la participación en estos de los Estados de América Latina. A esto se dedica el capítulo once.
En el doce hay una reflexión muy libre sobre los pueblos que migran, quienes abandonan los Estados de los que fueron sus creadores para albergarse en cualquier parte del mundo: pierden su arraigo territorial, tal vez sin olvidar su identidad. En su hacer reiteran un desafío que atraviesa la historia de la humanidad, esta vez rompiendo las fronteras física y virtualmente, constituyéndose en otros desafíos a las soberanías nacionales: los algoritmos nada humanos y nómadas digitales muy humanos.
Todos los capítulos están encabezados con un epígrafe. Mi idea era poner textos alusivos al contenido del capítulo, emanados de lecturas de la narrativa latinoamericana; pero se atravesaron de camino otros. La historia de las ideas no solo se plasma en el frío ensayo del filósofo o en la historia social de las manos del historiador de profesión, sino que hay creadores e intérpretes que con su producto cultural expresan el sentido conceptual que motiva reflexiones e ilusiones que tratamos de exponer y que, como creadores, han sido gestores de sentidos de identidad, desde siempre.
La mayor parte de la exposición de resultados fue realizada durante la pandemia de covid-19, lo cual me demandó (otra vez la realidad asumió la delantera) escribir lo último como conclusión. Además, entre el fin de la investigación formal y la entrega al editor del texto, hubo cambios significativos en fuentes. El más notorio fue el de la propuesta de la Convención Constitucional de Chile, rechazado en el referéndum el 4 de setiembre de 2022. El apartado que debió haber sido el estado de la cuestión se convirtió en un anexo de valoración y comentario de las lecturas más significativas que me acompañaron en el texto.
Este esfuerzo de redacción y orientación de lecturas y reflexiones requirió el apoyo entusiasta de colegas y provocaciones cotidianas. Hubo estimados colegas que en conversaciones e intercambios motivaron y propiciaron reflexiones. Citar algunos es cometer la injusticia de no citar a otros. Hay autores ocultos: mis estudiantes. Primero, los del posgrado en Filosofía de la Universidad de Costa Rica, unos en el II semestre del 2012 en la Ciudad Universitaria Rodrigo Facio en San Pedro, San José; otros durante el I semestre del 2015 en la Sede Regional de Occidente de la misma universidad en San Ramón, Alajuela. Estos valiosos interlocutores fueron “torturados” por mis reflexiones, algunas muy primitivas, otras más consolidadas, con la asignación de lecturas para que las comentaran, con el cuestionamiento en el debate; usualmente me interrogaban y me dieron su visión sobre el tema. No puedo omitir a los alumnos del posgrado en Derecho Comunitario y Derechos Humanos de la Universidad de Costa Rica, desde el 2010; fueron cuatro promociones con muy excelentes profesionales, abogados todos, con quienes compartí y debatí sobre la soberanía, la integración y los derechos humanos. Algunos de ellos me solicitaron que integrara sus equipos asesores de investigación de grado, como tutor o como lector: compartí con ellos lo que había leído y reflexionado hasta entonces y aprendí de ellos su madurez, independencia de criterio, reflexión y aporte. Alguna de sus investigaciones me he permitido utilizar. Se los agradezco profundamente. Pero hay más colegas y amigos a quienes debo la sugerencia motivadora en diálogos múltiples, tertulias infinitas y motivaciones. No obstante, la responsabilidad por los errores es solo mía.
Durante gran parte del siglo XX, el internacionalismo fue uno de los ideales más nobles del pensamiento marxista. La utopía de una humanidad obrera solidaria, sin fronteras ni explotadores, luchando por la emancipación común, inspiró revoluciones, guerrillas, movimientos sociales y sindicales en todo el mundo. Sin embargo, la historia tiene sus ironías brutales: fue el capitalismo quien logró materializar un tipo de “internacionalismo”, pero completamente desvirtuado de su espíritu original. No unió a los trabajadores del mundo; unió al capital.
Este proceso, que tomó fuerza con el avance neoliberal en los años ochenta y noventa, fue bautizado como globalización. En su núcleo no había una humanidad compartida, sino una élite desarraigada que fluía sin obstáculos por el mundo: sin nación, sin dios, sin comunidad, sin límites. El capital se hizo verdaderamente libre, mientras los trabajadores se quedaron más atados que nunca. Para las élites globalistas, la patria dejó de tener sentido; para los trabajadores del mundo, la patria fue lo único que les quedó.
La globalización cosmopolitaimpuso un modelo cultural y económico único que se identificó con un orden mundial unipolar dirigido desde Washington y Londres. Lo hizo con un lenguaje seductor: “libertad”, “diversidad”, “progreso”. Pero esa libertad no era para todos. Era la libertad del capital para devorar el mundo, no la del obrero, el campesino e incluso la misma clase media, para conservar su dignidad. El liberalismo anglosajón, con su idea absolutista del individuo como entidad soberana, desgajada de toda comunidad, tradición o vínculo, se volvió dominante. Así, el individualismo no sólo reemplazó a la clase como sujeto político, sino que también vació de contenido a la nación, a la cultura y hasta a la espiritualidad.
Lo que Zygmunt Bauman llamó las consecuencias humanas de la globalización no fue más que el rastro de ruina y desarraigo que dejó ese nuevo (des)orden. Franz Hinkelammert, con mayor profundidad, denunció cómo ese huracán neoliberal se presentaba como progreso mientras aniquilaba toda resistencia real: familia, comunidad, religión, patria, incluso la propia realidad. El capitalismo no busca sólo dominar, sino disimular, desviar, negar.
En ese contexto, la izquierda se perdió. Se enamoró de los cantos de sirena del progresismo posmoderno, creyendo que abolir las fronteras, las naciones y los vínculos tradicionales era un gesto revolucionario. Abrazó un discurso anti-identitario que, en lugar de confrontar al capital, lo liberó de los pocos límites que aún tenía. En su afán de parecer moderna y correcta, la izquierda dejó de hablarle al pueblo real: el que trabaja, el que cree, el que pertenece.
Trató a ese pueblo como ignorante, retrógrado, discriminador. Le dio la espalda justo cuando más lo necesitaba.Y entonces ocurrió lo impensado: la rebeldía viró hacia la derecha. No hacia la derecha liberal del libre mercado, sino hacia una derecha conservadora, populista, incluso radical en algunos casos, que supo leer el malestar de los pueblos y apropiarse del relato de la defensa del arraigo, de la soberanía, de la identidad.
Una derecha que, paradójicamente, se ha comportado en muchos casos de forma más “marxista”, en el sentido de comprender la lucha de clases y oponerse al poder global del capital, que los autoproclamados marxistas del presente. Esta derecha, aunque llena de contradicciones internas (pues algunas de estas derechas siguen siendo fanáticas del mercado en lo económico y liberales en lo social), las hace hoy más cercanas a las masas que cualquier izquierda académica, elitista y desarraigada.
Esta es la gran paradoja de nuestra era: el capitalismo global hizo de la izquierda su aliada cultural, mientras la derecha recogió el hartazgo de los de abajo. Así, el espacio de la resistencia cambió de lugar. Pero este nuevo bloque conservador no ofrece un proyecto alternativo real: su retorno a la tradición muchas veces es superficial, y su crítica al capital no es estructural, como muchos deseáramos.
Por eso, si desde los pueblos se quiere disputar en serio el poder a esta derecha en ascenso, no se puede volver a la lógica liberal que ha dominado la izquierda posmoderna. No se puede seguir absolutizando al individuo por encima de la sociedad, negando los vínculos colectivos, las raíces culturales, las tradiciones, las espiritualidades, la nación. Esa lógica liberal-individualista es la verdadera aliada del capital global.
La verdadera emancipación y la construcción de un futuro justo no pueden construirse sin identidad, sin comunidad, sin soberanía, ni sin un profundo sentido de pertenencia que devuelva a los pueblos su lugar central en la historia. Sobre estos pilares se asienta la apuesta por un mundo multipolar, en el plano de las relaciones internacionales y el nuevo orden global. La disputa que se avecina ya no será entre izquierda y derecha, entre progresistas y conservadores, sino entre quienes defienden la vida con dignidad desde abajo, enraizados en sus pueblos, y quienes la convierten en mercancía, negociándola desde arriba en los fríos altares del mercado sin alma.