Por Benoît Bréville
En 1945, el Instituto Francés de Opinión Pública (IFOP) preguntó a los franceses cuál nación había jugado un papel más decisivo en la derrota de Alemania. En aquel entonces, la mayoría (57%) respondió que la Unión Soviética, debido a su sacrificio masivo en el frente oriental. Sin embargo, en 2024, al formularse la misma pregunta, el 60% apuntó a Estados Unidos. Este cambio refleja cómo la memoria colectiva puede ser moldeada por factores culturales y geopolíticos, con Hollywood glorificando el papel de Estados Unidos en la guerra a través de películas como Salvar al soldado Ryan (1998), mientras que la relevancia de la URSS se desvaneció, en parte por la caída del Partido Comunista Francés.
La transformación en la percepción pública se refuerza por la narrativa oficial que desde 1984 ha dado protagonismo al Desembarco de Normandía en las conmemoraciones de la Segunda Guerra Mundial. Aquel año, en medio de las tensiones entre EE.UU. y la Unión Soviética, el presidente francés François Mitterrand invitó a Ronald Reagan y otros líderes del «mundo libre» a Normandía. Desde entonces, estas ceremonias se han convertido en eventos geopolíticos, con mensajes implícitos sobre alianzas actuales, como se evidenció en 2024 cuando el presidente ucraniano Volodímir Zelenski fue invitado y ovacionado, mientras que ningún representante ruso fue convocado debido a la guerra en Ucrania.
Esta reescritura de la historia se extiende más allá de las ceremonias. En varios países de Europa del Este, como Polonia, Estonia y Ucrania, se ha promovido la narrativa de la «doble ocupación» nazi y soviética, lo que ha llevado a la retirada de monumentos soviéticos y a la prohibición de publicaciones que podrían implicar colaboración con los nazis. Este enfoque también ha sido adoptado en Europa Occidental, donde el Parlamento Europeo en 2019 aprobó una resolución que sugiere que la Segunda Guerra Mundial fue causada en parte por el pacto de no agresión nazi-soviético.
Sin embargo, esta revisión histórica ha sido criticada por su parcialidad, ya que ignora las responsabilidades de otras potencias, como el Reino Unido, cuya política de apaciguamiento facilitó el ascenso nazi. Este proceso de reescritura también es utilizado por Rusia. El presidente Vladímir Putin ha intentado redefinir la historia para justificar sus acciones, como la invasión de Ucrania, mediante la manipulación de datos históricos y la negación de la legitimidad histórica de Ucrania.
En paralelo, el uso político de la historia también se manifiesta en otros conflictos contemporáneos, como el de Israel y Palestina. El gobierno israelí recurre a la historia antigua para justificar su colonización actual, presentando hallazgos arqueológicos que demuestran la presencia judía en la región hace miles de años. Esta manipulación de la historia se utiliza para justificar políticas de ocupación y opresión.
La historia se convierte así en un arma para legitimar conflictos, moldear la opinión pública y justificar acciones militares. Como en el caso de la guerra en Ucrania o el conflicto en Gaza, los medios de comunicación y los gobiernos seleccionan momentos históricos para justificar sus narrativas, obviando el contexto histórico más amplio y las causas profundas de las tensiones actuales.
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Fuente:
Benoît Bréville
Director de Le Monde diplomatique.
Le Monde Diplomatique en español, edición de octubre 2024.
https://mondiplo.com/la-historia-frente-a-los-manipuladores
Compartido con SURCOS por Rodolfo Ulloa Bonilla.