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Etiqueta: supremacistas

Declaración de la Asociación Americana de Juristas tras el intento de golpe en los EE.UU.

La AAJ repudia los actos de violencia del 6 de enero en Washington DC, que resultaron en la muerte de cinco personas, lo cual pudiera repetirse durante o antes del acto de toma de posesión del presidente electo Joseph Biden. La insurrección ejecutada en el Capitolio fue impulsada por Trump esa mañana, mintiendo sobre un presunto fraude electoral. Una turba ultraderechista, fascista, antisemita y neonazi, y de supremacistas blancos, irrumpió y ocupó el edificio del Capitolio de los Estados Unidos y varios edificios del Capitolio estatal en un intento de interrumpir el proceso de certificación de las elecciones, encontrar, agredir, o inclusive secuestrar y asesinar a legisladores y legisladoras, aparentemente con la complicidad de efectivos de las fuerzas del orden y colaboración de legisladores como Ted Cruz y muchos otros. Así lo reflejan los medios de prensa. Incluso se documentó que algunos agentes de policía abrieron barricadas para dejar pasar a las turbas y se retrataron en “selfies”. Además, se informó que el Departamento de Defensa no dio aprobación para la entrada de guardias nacionales de otros estados hasta horas después. Resulta significativo que un buen número de los insurrectos fueron integrantes de las fuerzas armadas de los EE. UU.

La AAJ considera que los hechos acaecidos confirman una tentativa de golpe de estado con el objetivo de anular los resultados de las elecciones, certificados por el Colegio Electoral. El fracaso de la tentativa posibilitó la decisión de la Cámara de Representantes del 13 de enero, promoviendo un segundo proceso de destitución de Trump por incitación, y no pueden descartarse nuevos intentos.

Hay que analizar seriamente el comportamiento y complicidad de las fuerzas del orden al tratarse de manifestantes supremacistas y compararlo cuando se trata de manifestantes negros, latinos, progresistas, LGBTQ, naciones originarias, mujeres, y de quienes luchan contra la discriminación y el racismo.

Un ejemplo, es el del pasado mayo y posteriormente: la policía de Washington DC actuó con fuerza excesiva y detenciones masivas de miembros de Black Lives Matter (Las Vidas Negras Importan) y grupos en solidaridad, por protestar contra el racismo y la violencia policial a raíz del asesinato de George Floyd. Así mismo fue el comportamiento de las fuerzas policiales en eventos similares en todo el país.

Otro ejemplo es la respuesta policial a la violencia de la supremacía blanca en Charlottesville, VA en 2017, cuando operativos de extrema derecha y fascistas se congregaron con antorchas, símbolos del nazismo, para revertir la decisión de remover los monumentos racistas. La policía, en otra demostración de racismo, tuvo una actitud complaciente hacia los supremacistas, que tomaron represalias e irrumpieron en medio de una contra protesta anti racista, hiriendo a decenas y matando a la joven Heather Heyer.

Por tanto,

La AAJ llama a una investigación exhaustiva, rigurosa e independiente de los hechos, sancionar a los responsables y garantizar su no repetición tomando las medidas necesarias para desmantelar toda forma de racismo institucional y estructural.

16 de enero de 2021

Vanessa Ramos. Presidenta AAJ Continental
Luis Carlos Moro. Secretario General
Beinusz Szmukler. Presidente del Consejo Consultivo de la AAJ

Compartido con SURCOS por Walter Antillón.

¿Ocaso o aurora?

Arnoldo Mora

Dos acontecimientos, de origen y naturaleza diferentes pero que la historia y, sobre todo, la política, los ha ligado íntimamente en los últimos meses, razón por la cual este año pasará a la historia signado por los mismos, como son el inesperado surgimiento de una pandemia cuya universalidad planetaria y cuyas consecuencias económicas y sociales marcarán los rumbos que habrá de tomar la política mundial en el futuro; y, por otro lado, la derrota electoral de Donald Trump, un presidente norteamericano que evoca la figura y el abominable legado de Adolfo Hitler.

Ambos eventos, insisto, marcarán el futuro inmediato que tomará la historia de la humanidad, dada la repercusión que tienen debido, no sólo a su extensión planetaria, sino también a la revolución tecnológica de los medios de comunicación colectiva, que están haciendo desaparecer las barreras del espacio y del tiempo, convirtiendo de hecho a la humanidad en una sociedad, cuyas decisiones inciden directamente en el destino y la sobrevivencia de la especie sapiens. Como un invitado de piedra, el coronavirus se convirtió en el epicentro de ese terremoto electoral, que sacudió a la que ha sido considerada la mayor potencia política y económica del mundo en las últimas décadas, aunque hoy, como lo muestra la espernible figura de su presidente, da muestras de una creciente e indetenible decadencia, tanto política como moral; la incapacidad de contener las secuelas letales de esa epidemia, se han convertido en un factor determinante de la derrota electoral de esa detestable figura; como reza el dicho popular: no hay bien que por mal no venga.

La incidencia de la pandemia en las elecciones norteamericanas se comprueba en el hecho de que al inicio de año el triunfo de Trump parecía indetenible, como lo mostraban las cifras del crecimiento económico y de la disminución del desempleo; paradójicamente, el histriónico terrorismo con que el presidente ninguneaba a sus contendientes y a su propio entorno que osaba mostrarse mínimamente crítico, era del agrado de un vasto sector de una sociedad acostumbrada a ver en la conquista del Oeste la premonición de lo que debería ser el sojuzgamiento de todo el planeta.

Hoy la humanidad parece respirar con cierto aire de alivio ante la derrota de ese abominable sujeto… Pero no nos hagamos ilusiones; las causas que lo llevaron al poder hace cuatro años continúan; su presencia en la Casa Blanca no fue un accidente fortuito, sino un efecto cuya causa estructural sigue intacta; un 30% de la población norteamericana nunca reconoció a Obama como SU presidente debido a su ascendencia africana, incluso cuestionaron la autenticidad de su nacionalidad; el Partido Republicano fue controlado por una fanática secta religiosa, el Tea Party, violando el legado de los padres fundadores, que se refleja en una Constitución que establece el carácter laico o aconfesional del Estado; hoy ese partido alberga una peligrosa falange de energúmenos inspirados en una ideología pseudoteológica denominada “Destino Manifiesto”; jamás aceptarán el resultado de las elecciones, como lo prueba la violencia fascistoide que han desatado desenfrenadamente en las calles; el propio Trump, en el momento en que escribo estas líneas, se ha negado a reconocer el triunfo de sus adversarios; lo mismo ha hecho su Partido; ambos dicen que recurrirán a los tribunales y, eventualmente, a la Corte Suprema de Justicia, donde cuentan con mayoría. Pero aun perdiendo ampliamente estas elecciones, que han sido las más concurridas de la historia de ese país, los republicanos han mejorado su presencia en la Cámara Baja (representantes) si bien siguen siendo minoría, y parece que contarán con mayoría en la Cámara Alta o Senado. Todo lo anterior confirma que las tendencias fascistoides de un significativo sector de la población siguen incidiendo, de manera ominosa, en la escena política de ese poderoso vecino. Esto tiene raíces históricas; Franklin D. Roosevelt, el mejor gobernante yanqui del siglo pasado, no pudo declarar la guerra al eje nazi-fascista sino hasta después del ataque japonés a Pearl Harbor (1941) debido a la obstinada obstrucción del Partido Republicano, en cuyas filas abundaban los simpatizantes del Tercer Reich; el más admirado y más poderoso empresario industrial, modelo y emblema del éxito de la tecnología norteamericana, como era Henry Ford, se declaraba simpatizante de los nazis; otro tanto hacía Charles Lindbergh verdadero mito del imaginario colectivo de su pueblo…Los ejemplos podrían multiplicarse.

Pero lo realmente preocupante es que las raíces ideológicas siguen vigentes, hoy acrecentadas debido al apoyo reiterado de la Administración Trump; los promotores de crear esta atmósfera de odio y terror que se ensañan especialmente contra las minorías, como son los latinos y los afrodescendientes, son hordas de rubios supremacistas y policías racistas. Como consecuencia de este ambiente intoxicado de extremismos, el país se ha dividido en bandos hostiles, como sólo se había visto en tiempos de la Guerra de Sesión (1861-1865); hoy los “States” ya no son tan “United”. Eso explica las palabras del presidente electo, Joe Biden, llamando a la concordia y la unidad nacional. Pero más allá de las buenas intenciones del presidente electo, están las realidades políticas. Ese país sólo podrá despertar de esa espantosa pesadilla con ribetes neofascistas si surge un nuevo sujeto político jugando un papel protagónico, conformado por sectores progresistas de clase media y esas mal llamadas “minorías” que ya no lo son tanto y que, incluso, podrían llegar ser la mayoría; las estadísticas lo prueban: 18% de la población son latinos y 14% a afrodescendientes, que se caracterizan por tener el mayor crecimiento demográfico; lo cual explica, pero no justifica ni mucho menos, la criminal furia de los grupos racistas y supremacistas.

En las masas oprimidas radica su propia liberación; pero para ello deben crecer en conciencia política y conformar una organización que forje un proyecto nacional genuinamente democrático…Todo lo cual está por verse. De ahí que sigue flotando en el ambiente la gran interrogante que dio título a estas líneas: ¿estamos ante el ocaso que presagia una noche tenebrosa, o son los primeros rayos luminosos de la aurora que anuncia la llegada de un día radiante, no sólo para ese país sino para la humanidad entera?