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Etiqueta: turistificación

Música y reflexión por el Día Mundial del Agua

Foro y Concierto este jueves 20 de marzo en Farolito

En el marco del Día Mundial del Agua, la música, el arte y el diálogo socioambiental se unen en esta actividad gratuita para reflexionar sobre la importancia de preservar nuestros ríos, mares y fuentes de agua, esenciales para la biodiversidad y el bienestar de Costa Rica.

El Día Mundial del Agua se celebra cada 22 de marzo con el objetivo de generar conciencia sobre la importancia de cuidar el agua y reconocer a las comunidades y personas que la protegen. Este año, un grupo de organizaciones e instituciones se unen bajo el lema “En Defensa de nuestros cuerpos de agua”, haciendo referencia no solo a ríos, nacientes y mares, sino también a los cuerpos de las personas defensoras del agua.

El foro se llevará a cabo el jueves 20 de marzo a las 5:30 p. m. en las instalaciones del Centro Cultural de España (CCE) en Barrio Escalante. La actividad es abierta y gratuita para todas las personas.

Durante este evento, se desarrollará un conversatorio en el que personas de comunidades afectadas por la contaminación del agua, junto a quienes trabajan en la protección de ríos y mares, compartirán sus experiencias y conocimientos. A través de este espacio, se busca generar conciencia y fortalecer acciones colectivas en defensa de nuestros ecosistemas acuáticos.

El panel contará con la participación de mujeres que lideran importantes luchas en defensa del agua, como Isabel Méndez Garita, de la comunidad de Cipreses en Cartago, quien ha encabezado – junto al Frente Ecológico de Cipreses una exitosa campaña por la prohibición del agrotóxico clorotalonil, que ha contaminado el agua de miles de personas en la zona norte de Cartago. También estará Maleza Alvarado, de Movimiento Ríos Vivos, quien enfrentó la privatización hidroeléctrica de más de una decena de ríos en la zona sur del país y sigue luchando para evitar la expansión de este tipo de proyectos. Además, participará Catalina Carrillo Vargas, del Programa Interdisciplinario Costero (PIC-IDESPO-UNA) y del colectivo Antigentrificación.cr, que trabaja en la defensa de las comunidades marino-costeras, el acceso público a las playas y la denuncia de los procesos de turistificación y gentrificación. La destacada defensora ambiental Silvia Matamoros, del colectivo Costa Rica por el Océano, Bloque Verde y APREFLOFAS, acompañará la defensa legal de comunidades costeras, pueblos indígenas y organizaciones. Finalmente, el foro contará con la presencia de la artista y activista Laura Carolina Garrigues, de la Asociación Ojo de Agua Legado Ancestral, Defensores de la Casa Común, Comité pro-Defensa del Ojo de Agua y el Río la Fuente, y la Fundación Internacional Operation Rich Coast, quienes llevan a cabo una importante lucha en el cantón de Belén por la defensa del agua y los bienes comunes.

La actividad es organizada por el Proyecto Geografía y Diálogo de Saberes (ED-3526) de la Escuela de Geografía y Programa Kioscos Socioambientales de la Vicerrectoría de Acción Social de la Universidad de Costa Rica, la Red de Coordinación en Biodiversidad, el Frente Ecocipreses, el Bloque Verde, Costa Rica por los Océanos, el Bloque Azul, el Movimiento Ríos Vivos y Comité pro Defensa del Ojo de Agua y el Río la Fuente.

La jornada continuará a las 8:00 p. m. con un concierto especial que nos invita a conectar con la naturaleza a través de la música. Participará la cantautora Luz María Romero, originaria de Chile y radicada en Costa Rica desde 1990. Su música fusiona sonidos ancestrales y contemporáneos, creando un puente entre culturas y paisajes. Con su álbum Entre Selvas y Desiertos, nos invita a un viaje sonoro que conecta con la identidad y la naturaleza.

El cierre musical estará a cargo de Fabián Pacheco, del Colectivo Cantos de Batalla, un proyecto que construye una memoria histórica musical del movimiento ecologista costarricense, recopilando los pregones que caracterizaron diversas campañas en los últimos años. Las canciones, compuestas por Fabián Pacheco, se tocan al ritmo de tambores e inspiradas en la defensa de los bienes comunes y los derechos humanos.

Con apoyo de proyecto ED-3526 Geografía y Diálogos de Saberes: Análisis de la conflictividad socioambiental en territorios comunitarios de Costa Rica de la Escuela de Geografía y el Programa Kioscos Socioambientales de la Vicerrectoría de Acción Social Universidad de Costa Rica.

Hablemos de «territorios disonantes», más allá de la gentrificación

Esteban Barboza Núñez*

La popularización del término gentrificación nos convoca a discutir la situación que enfrenta el litoral guanacasteco en la actualidad, con un explosivo desarrollo inmobiliario a lo largo de sus costas, principalmente de residencias y condominios de lujo. Parte de la cobertura que se le ha dado a este fenómeno tiene que ver, precisamente, con el uso del vocablo en cuestión para describirlo, incluso en contextos académicos.

Ahora bien, ¿qué tan adecuado resulta denominar el fenómeno inmobiliario de Guanacaste, y otras zonas costeras del país como gentrificación o causante de esta? ¿Es el uso de este término suficiente para entender las dinámicas que suceden en torno al acelerado desarrollo inmobiliario en la región? ¿Deberíamos pensar en otros enfoques para así entender mejor las particularidades del litoral guanacasteco?

El término gentrificación, acuñado por la socióloga británica Ruth Glass en los años sesenta del siglo pasado, se refiere al reacondicionamiento de espacios urbanos para ser ocupados por personas de clases sociales más privilegiadas que sus habitantes tradicionales, quienes son expulsados.

A lo largo de las décadas, el término se utilizó para describir este fenómeno, causado no solamente por las movilidades de las clases más pudientes, sino también de estudiantes, inversionistas especuladores y turistas. Estos últimos son los que han popularizado el vocablo, sobre todo en ciudades como Venecia, Barcelona, Londres o Nueva York, en donde inmobiliarias han adquirido y remodelado casas y apartamentos en las zonas más turísticas para alquilarlas, por medio de plataformas como Airbnb o Booking, a visitantes que solo están de paso, pero que les producen mayores ingresos que los residentes permanentes.

Esta combinación de turistificación, es decir, la conversión de un lugar en un enclave dedicado y dependiente del turismo, y del cambio de uso de viviendas existentes o la demolición de viviendas y la construcción de nuevos apartamentos de alquileres temporales, es lo que genera la gentrificación en ciudades de alta visitación.

Ahora bien, ¿sucede esto en el litoral de Guanacaste, muy dependiente del turismo? En Guanacaste hay lugares muy turistificados, como Tamarindo o El Coco, pero no exactamente ha ocasionado la compra, por parte de nuevos residentes y especuladores, de viviendas ocupadas por locales y su reacondicionamiento, como sucedió en Venecia o Barcelona. Lo que se da más bien es el uso de territorios abiertos y sin construcciones existentes, cerca de la costa, dedicados a actividades agrícolas, o que permanecían ociosos, para construir viviendas y condominios de lujo.

Esto acontece a través de un cambio de uso del territorio, que no necesariamente provoca la salida de los habitantes locales, sino que genera la formación de lo que hemos llamado “territorios disonantes”, caracterizados por los contrastes escandalosos entre la opulencia y la carencia, el lujo y la precariedad, la desigualdad y la exclusión en contextos muy próximos entre sí, en donde conviven, en condiciones muy desiguales, barrios populares y empobrecidos con condominios cerrados y residencias de lujo.

En la gentrificación en contextos urbanos es claro que esta exclusión y desigualdad también se dan, pero existen más posibilidades de movilidad por parte de las personas que ya no pueden permitirse vivir en un barrio gentrificado. En contextos rurales—y en el guanacasteco en particular—estas posibilidades son mucho más limitadas. La falta de opciones laborales y la alta dependencia del turismo, así como las distancias mayores, limita que las personas puedan desplazarse a vivir a otras comunidades más accesibles y menos encarecidas.

Al anunciarse Costa Rica como un paraíso verde, con selvas y playas a entera disposición del turista y del inversionista—así nos hemos promocionado desde los ochenta—, la inversión y el desarrollo inmobiliario van a procurar los territorios que reúnan esas características.

Entonces, el auge de la construcción relacionada con el sistema turístico en Guanacaste hace que se construyan espacios en territorios que calzaban con ese imaginario: abiertos y naturales, de gran belleza escénica y próximos o con vista al mar. Esto no necesariamente va a provocar la salida de las poblaciones locales—los espacios donde viven los habitantes locales no son del interés de estos desarrolladores—pero sí los van a dejar en una situación de exclusión y desigualdad persistentes, y eso puede ser aún peor que la gentrificación.

La disonancia se manifiesta en el condominio de lujo, con su propio acueducto, encerrado en su propia burbuja de amenidad, con servicios de ocio hechos a su medida, a una calle de distancia de una población local con todo tipo de problemas y carencias como la de escasez de agua, la falta de alcantarillado, calles sin asfaltar, viviendas deterioradas, amenaza de desastres naturales, violencia y crimen organizado.

Vivir en estas condiciones por supuesto que encarece el costo de la vida, debido a que aumenta la oferta de servicios destinados a los nuevos ocupantes, pero no la dedicada a los locales. Todo esto conduce a la precarización de las condiciones de vida de los habitantes locales y de los migrantes internos o del sur global, dedicados a trabajos de servicio de menor remuneración.

Ahora bien, ¿deberíamos abandonar el término gentrificación al hablar de lo que sucede en Guanacaste? No necesariamente. Usar la palabra facilita que nos entendamos, en términos generales, y también ayuda a la divulgación de este tipo de problemas; tiene una ventaja en la escena política y activista.

Sin embargo, Guanacaste y otras regiones costeras del país tienen particularidades que también deben verse con cuidado, para no caer en las generalizaciones que nos llevan a ver realidades muy distintas como si fueran la misma cosa.

*Coordinador del Observatorio de Turismo y Migraciones (Obtur) de la Sede Regional Chorotega de la Universidad Nacional (UNA).

Oficina de Comunicación
Universidad Nacional, Costa Rica