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Etiqueta: Turquía

Perú: la Geopolítica detrás de la Crisis

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

La crisis que vive Perú ha sido analizada con detalle desde la ciencia política y los encuadres teóricos comunes a este tipo de eventos; se estudian los actores, los hechos, las desigualdades estructurales que marcan una clara polarización social y política, la historia política reciente, así como repercusiones en la vida democrática del país y su institucionalidad. Hasta ahí todo muy bien, justo y necesario. Pero hoy eso no basta. Subyacen razones también reales y profundas debajo del iceberg que chocó en diciembre pasado contra la democracia en ese país. Me refiero a la geopolítica y el entorno global dentro del cual se desarrollan estos acontecimientos.

En una época histórica de incertidumbre planetaria, dentro de un contexto de dependencia estratégica hacia los recursos naturales, guerra en Europa, crisis sanitaria y económica, colapso ambiental y disputa de hegemonías en América Latina, es que debemos estudiar los hechos suscitados en Perú. Trataré de explicar cada punto de manera resumida a continuación. El sistema internacional atraviesa por un periodo de turbulencias que se enmarca dentro de la transición hacia un orden mundial de carácter multipolar, o sea, donde emerge la presencia de actores diferentes a los tradicionales con el suficiente peso político, económico o militar, como para incidir en la toma de decisiones globales en el concierto de las naciones.

Esto sin duda, tiene impactos en todo el planeta y América Latina no es la excepción. Históricamente, potencias como los EEUU han visualizado desde su propia visión geopolítica a nuestra región como su patio trasero, donde la presencia de cualquier otra potencia es percibida como una amenaza directa a sus intereses y seguridad nacional. No obstante, y para su disgusto, la República Popular China ha llegado a ser en los años recientes el segundo socio comercial de América Latina y el Caribe. Igual molestia les genera el acercamiento de otras naciones como Rusia, Irán, India o Turquía a la región.

En esa dirección, el año pasado en la XV Reunión de Ministros de Defensa de las Américas, los EEUU presentaron a nuestros países la estrategia de la Doctrina de la Disuasión Integrada (integrated deterrence), considerada como una estrategia clave para su seguridad nacional. Busca integrar todas las herramientas del poder nacional a través de los dominios, la geografía y el espectro del conflicto, mientras trabaja con aliados y socios para contener el acercamiento de lo que ellos consideran países enemigos en suelo latinoamericano; entiéndase China y Rusia, especialmente.

Pero aclaremos algo, hoy estas disputas geopolíticas no son por temas ideológicos, sino por intereses comerciales ligados a los recursos estratégicos y materias primas que se encuentran en nuestros territorios, necesarias para sostener al mercado global con su maquinaria irracional de hiper-producción y sobreconsumo modernos. Hoy estos recursos dan o quitan poder, y hasta pueden llegar a ser razones para poner o quitar gobiernos. Aunque algunas veces nos quieran hacer creer que la lucha es por la democracia, en contra del autoritarismo y la tiranía, como fue en décadas pasadas, la realidad hoy muestra que la ruta del pragmatismo y los intereses económicos predominan por encima de aquellos nobles ideales. No se puede olvidar tampoco el contexto de escasez de algunos de estos recursos, de ahí la competencia encarnizada por obtenerlos.

Esta dependencia estratégica hacia recursos esenciales no presentes en todos los países, hace que se justifiquen todos los medios disponibles para buscar su control, administración y acceso, por ser tratado como un tema de seguridad nacional. En medio de la lucha por la independencia de los combustibles fósiles y la transición hacia matrices energéticas más amigables con el medio ambiente, existen ciertos recursos que cobran cada vez más importancia y que pasan a ser el objetivo primordial de todos los países que tienen en sus planes el competir en estos nuevos mercados. El litio es uno de esos recursos, considerado como el nuevo oro de la era energética verde.

Esto avanza sin detenerse, a pesar de ello y sin ser contradictorio, la guerra en Europa ha vuelto a poner el tema de la seguridad energética en el centro discusión. La dependencia energética de occidente hacia países considerados hostiles ha ocasionado que el tema del aseguramiento energético sea la prioridad número uno, especialmente en los países europeos, aunque eso implique, como en el caso de Alemania por ejemplo, seguir consumiendo o incluso aumentar el consumo de fuentes altamente contaminantes como el carbón y el petróleo. De ninguna manera se pueden dar el lujo de detener el funcionamiento de sus servicios básicos, industria y comercio.

Este traspié de la guerra, al igual que la crisis sanitaria de la Covid-19, no estaba en las variables estudiadas y proyectadas sobre el futuro hace tan solo un par de años atrás. Así, garantizar el acceso a la energía a precios razonables, aunque el sacrificio sea la naturaleza y las posibilidades de vida en el futuro, pasa a ser la prioridad estratégica de las potencias en este mundo de incertidumbres y turbulencias. No podemos olvidar que aún hoy, como afirma el especialista en geopolítica de la energía, Daniel Yergin, la economía mundial depende en un 80% de los hidrocarburos.

Volviendo de nuevo al tema de la dependencia hacia los recursos latinoamericanos y las relaciones económicas entre las élites locales y las potencias, cabe recordar las declaraciones que dio días atrás Laura Richardson, la general jefa del Comando Sur de Estados Unidos sobre la trascendencia que ha tomado para EEUU el triángulo del litio, conformado por Argentina, Bolivia y Chile, que conserva el 68% de los reservorios globales de este elemento indispensable para la producción de todo lo que tiene que ver con tecnologías en la era digital. Aquí el interés y la competencia entre potencias, una vez más, es por el acceso y explotación (concesiones) de dicho recurso. Desde luego, el hecho que haya gobiernos más afines a una u otra siempre es un valor agregado para sus intereses y el de sus compañías multinacionales, por lo tanto, no es de extrañarse que busquen naturalmente esa afinidad y acercamiento político.

En el caso de la República Popular China, su modelo de acercamiento con América Latina y el Caribe ha sido muy diferente y respetuoso; propone el establecimiento de relaciones complementarias y no necesariamente competitivas, muestras su voluntad de fortalecer los vínculos de cooperación sur-sur y respeta los asuntos internos de todos los países con los que establece relaciones comerciales y políticas. Dentro de lo ofrecido por China a la región se encuentra la Iniciativa de la Franja y la Ruta, una propuesta de desarrollo e infraestructura global que abre la oportunidad para la construcción de infraestructura estratégica de los países participantes para el fortalecimiento del comercio internacional y su crecimiento económico.

Como parte de esta iniciativa, China y Perú se comprometieron años atrás para construir en Chancay, un enclave pesquero y agrícola en la costa central de Perú, un mega puerto estratégico para el comercio con Asia-pacífico, que según expertos, cambiará totalmente no solo la geografía en el sur del continente, sino que por su tamaño y operación, pasará a ser un centro neurálgico del comercio internacional, más cercano geopolíticamente a Pekín, que a Washington. En ese puerto podrán atracar los cargueros más grandes del mundo que pueden llegar a transportar hasta 18 000 contenedores, lo cual lanza una clara señal de la magnitud de dicha obra de infraestructura. Existe también un proyecto para la construcción de otro mega puerto en Perú, en Arequipa, llamado Puerto Corio, que buscaría incluso construir un tren bioceánico con el fin de conectarse con el Puerto Santos en Brasil, el más grande hasta el momento en América Latina. Este proyecto en 2021 logró conseguir inversionistas de Brasil, EEUU, Inglaterra y España. No obstante, a hoy todavía el proyecto no arranca, mientras el Puerto de Chancay espera entrar en funcionamiento en el segundo semestre del 2024. Si no hay imprevistos de carácter político.

Pero no todo se reduce a la infraestructura, la posición geoestratégica y el comercio. Los recursos naturales de Perú son importantes para los ojos del mercado y las grandes potencias. El Ministerio de Energía y Minas del Perú dice que ese país es el segundo productor de plata, cobre y zinc a nivel mundial, y es el primer productor de oro, zinc, estaño, plomo y molibdeno en América Latina. También posee petróleo, con una producción de 40.538 barriles por día (al 2022), y grandes reservas de plata, y otros metales no menos importantes, sin dejar de lado la biodiversidad con la que cuenta.

¿Pueden ser todas estas algunas de las verdaderas razones de fondo del conflicto que sufre Perú hoy? ¿Existen contradicciones políticas e ideológicas internas entre las élites económicas más importantes del país, sus intereses y el pueblo? ¿Qué tipo de relación (¿negocios?) tienen dichas élites con la clase política peruana y los intereses extranjeros? ¿Existe una disputa encubierta por el control-explotación-distribución de los recursos estratégicos de Perú detrás de toda esta crisis política? Es algo que el tiempo nos irá aclarando con el pasar de los días. Lo cierto es que este es el escenario de fondo, uno que no se está tomando en cuenta y que sin duda, da una idea sobre la magnitud de los desafíos que enfrentan todos los países que cuentan con recursos indispensables para la maquinaria económica global, y hacia los cuales existe una dependencia cada vez más manifiesta, mientras los pueblos, en este caso el peruano, es la gran víctima de este ajedrez planetario.

Biden y el retorno de la Doctrina Kennan

Germán Gorraiz López – Analista

Con Joe Biden podríamos asistir al retorno de la tesis geopolítica de George Kennan, diplomático y consejero de EEUU en la década de los 40 e ideólogo de la denominada política de contención de la URSS, quién afirmó que “decir que el derrocamiento de los regímenes hostiles a EEUU es el objetivo principal de los servicios de inteligencia de EEUU, es un secreto a voces”, doctrina que podría tener su plasmación en la previsible defenestración de Al Asad y Erdogan.

Hacia la balcanización de Siria

Zbigniew Brzezinski, ex-asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca bajo la presidencia de Jimmy Carter, advirtió sobre los peligros de una intervención en Siria y sobre el riesgo de una supuesta victoria de los rebeldes tras aseverar que “temo que la situación en Siria se dirija hacia una intervención estadounidense que carezca de eficacia» y expresar su perplejidad “tras la decisión de la CIA de desestabilizar Siria y derrocar a su Gobierno cuando los rebeldes son más hostiles para nosotros que Al Assad”. Con Joe Biden continuaría la estrategia diseñada por el general Martin Dempsey, jefe del Estado Mayor Conjunto de EE.UU con el entonces Jefe del Estado Mayor del Ejército de Defensa de Israel, Benny Gantz y que contaría con Jordania, Arabia Saudí, Turquía y Qatar como colaboradores necesarios para romper el Eje Teherán-Damasco-Beirut y obligar a Irán a renunciar a sus aspiraciones de la energía nuclear. Asimismo, según informa el diario israelí Haaretz, “Irán intentará aumentar considerablemente su presencia en Siria estableciendo una base aérea y otra naval”, lo que podría convertir a Siria en el portaviones continental de Irán y su grupo aliado Hezbolá, algo inadmisible para Israel que se vería obligado a dormir con sus más acérrimos enemigos.

Asimismo, el acuerdo de cooperación energética firmado en el 2011 entre Irak, Irán y Siria para la construcción del gasoducto de South Pars a Homms conectaría Irán con el Mar Mediterráneo y relativizaría la importancia estratégica del Proyecto del Gasoducto Trans-Adriático (TAP), (sustituto del fallido gasoducto Nabucco proyectado por EEUU para transportar el gas azerí a Europa a través de Turquía), así como el papel relevante de las monarquías árabes del Golfo como suministradores de crudo a Occidente, todo lo cual explicaría el afán de Qatar, Arabia Saudí y Turquía por defenestrar a Al-Asad, dentro del rol que se les ha asignado como peones de la partida geoestratégica que podremos contemplar en el próximo quinquenio.

En consecuencia, Al Asad podría convertirse en un obstáculo insalvable para el diseño de la nueva cartografía del Oriente Próximo, por lo que Putin y Biden podrían llegar a un acuerdo secreto en la Cumbre a celebrar en Junio entre ambos mandatarios para sacrificarlo en aras de lograr la pacificación del avispero sirio (previo desalojo de las tropas del ISIS que extenderán sus tentáculos hacia Libia y el Magreb) a cambio del cese de las sanciones económicas contra Rusia y la implementación de un nuevo status quo en Ucrania que supondrá la división de Ucrania en dos mitades casi simétricas (Sur y Este del país, incluida Crimea, bajo la órbita rusa) mientras el Centro y Oeste de la actual Ucrania navegarán tras la estela de la UE. Posteriormente, asistiremos a la partición de Siria en tres partes. Así tendremos la Siria alawita, protectorado ruso que abarcaría desde la costa mediterránea hasta Alepo, el Kurdistán sirio tutelado por EEUU y la zona sunita del sur sirio que se englobaría en el nuevo Sunistán sirio-iraquí, lo que unido a la división de Irak consagraría el triunfo de los esfuerzos de Israel para la balcanización de Siria e Irak, quedando tan solo el régimen teocrático chíita del Líder Supremo Ayatolah Jamenei como futuro objetivo de la estrategia balcanizadora de Brzezinski.

El delirio de Erdogan

Erdogan se negó a participar en las sanciones occidentales contra Moscú y compró a China misiles de defensa antiaérea HQ-9 y manifestó su deseo de integrarse en la Nueva Ruta de la Seda permitiendo inversiones del Banco Industrial y Comercial de China (ICBC) por lo que Erdogan sería un obstáculo para el diseño de la nueva doctrina de EEUU. En efecto, la nueva doctrina geopolítica de Erdogan pretende dejar de gravitar en la órbita occidental y convertirse en potencia regional, lo que implica que la lealtad a los intereses anglo-judíos en Oriente Próximo estaría en entredicho debido al fervoroso apoyo de Erdogan a la facción palestina Hamas y al consiguiente enfrentamiento con Israel así como la guerra sin cuartel declarada contra el PPK kurdo y su aliado sirio el PYD que chocaría con la nueva estrategia geopolítica de EEU. Así, la obsesión de Erdogan sería impedir el surgimiento de una autonomía kurda en Siria que sirva de plataforma al PKK por lo que el Congreso turco habría aprobado una ley que permite al Ejército turco (TSK) entrar en Siria e Irak para combatir a “grupos terroristas”, eufemismo bajo el que se englobarían no tanto el ISIS como el PKK y el PYD kurdo-sirio, aliado y hermano del PKK.

La frontera turco-siria sería el paso natural de los grupos yihadistas para abastecerse de armamento y sufragar el mantenimiento de sus operaciones militares mediante la venta de petróleo a precios irrisorios, términos reconocidos por el general Wesley Clark quien según la televisión libanesa de Hezbolá (Almanar) reconoció que “Turquía apoya al autodenominado Estado Islámico (EI) aunque nunca lo reconocerá” pero los bombarderos rusos sobre los tanques petrolíferos del ISIS supondrían un misil en la línea de flotación de los pingües beneficios obtenidos por Turquía mediante la reventa del crudo exportado por los yihadistas por lo que la miopía política de Erdogan le habría llevado a planificar el derribo del caza ruso SU-24.

Asimismo, la intervención turca en Libia para instalar una base militar que le facilite el control de las rutas gasísticas del Mediterráneo y así torpedear la construcción del gasoducto submarino EastMed, (iniciativa conjunta de Grecia, Chipre e Israel para transportar el gas de los yacimientos del Mediterráneo Sud-oriental a Europa) y convertirse junto con Rusia en los abastecedores únicos de gas a la Unión Europea. En este contexto, invocando el Derecho Internacional, Turquía exigió a Grecia y a Chipre una Zona económica exclusiva (ZEE), para explotar las importantes reservas de gas de la zona, tentativa que chocó con la frontal oposición de Francia que envió naves militares a la zona, con lo que Erdogan se habría granjeado la enemistad de Macron, Israel y del resto de la Unión Europea. Todo ello aunado con el hundimiento de la lira turca respecto al Dólar USD (14 % en el presente ejercicio) y el descontento popular ante la recesión económica que se avecina, podría provocar que el ejército turco (TSK) protagonice un nuevo golpe “virtual” o “posmoderno” que acabaría con el mandato de Erdogan, (rememorando el ‘golpe blando’ de 1997, cuando los generales kemalistas arrebataron el poder al Gobierno del presidente Necmettin Erbakanpor, quien lideraba una coalición islamista). Dicho golpe contaría con las bendiciones de Washington y Moscú al dejar Erdogan de ser un peón útil en el marco del nuevo escenario geopolítico mundial surgido tras el retorno al endemismo recurrente de la Guerra Fría entre EEUU y Rusia, quedando Siria y Turquía como portaaviones continentales de Rusia y EEUU respectivamente.