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Etiqueta: UNASUR

Escenario geopolítico centroamericano el sueño frustrado de una integración regional

Elaborado por: Marco Zamora, Pablo C. Quirós, Luis Gómez

A lo largo de la historia, ha habido territorios bajo el control de una misma forma gobierno, proyectos de conquistas y expansión territorial que han trascendido las fronteras actuales que hoy conocemos como países independientes; y que, por diversos factores asociados, llegaron a desestabilizarse, generando disputas, guerras o acuerdos, por la legitimidad de pertenencia, soberanía y control sobre un mismo territorio a lo largo del tiempo. Esos escenarios de conflicto fueron los caldos de cultivo para el surgimiento de nuevos estados y formas de gobierno, trastocando las fronteras políticas hasta la actualidad.

En el contexto Latinoamericano, la llegada de los españoles marcó el inicio de un proceso de transformación y control por el territorio. Lo cual dio paso inicialmente a los virreinatos de Nueva España, de Nueva Granada, de Perú, y de La Plata. Estas formas de gobierno tenían por objeto, el dominio de estos territorios, debiendo obediencia a la corona española y cuyo representante, era un virrey; cuya encomienda le daba legitimidad para gobernar desde el norte de México, hasta el sur de Argentina. Posterior a este gobierno, nuestra región se vio envuelta en un movimiento independentista en el virreinato de Nueva España, del cual dio por resultado, el Imperio Mexicano. Mismo al que se anexó la Capitanía General de Guatemala, a la cual pertenecía nuestro país, y posteriormente se desintegró en los estados que conocemos hoy.

Desde entonces, la región Centroamericana ha tenido algunos intentos por reintegrarse como un solo país, unificando la región en su totalidad. Uno de los primeros precedentes de unificación fue impulsado por Francisco Morazán <El Simón Bolívar de Centroamérica>, guerrillero hondureño, quien incluso fue presidente y jefe de estado de varios países centroamericanos, entre ellos Costa Rica. Lo cierto es, que la visión de Morazán no rindió frutos, el istmo centroamericano en vez de unión, experimentó cada vez más, diferencias que determinaron su desarrollo, su historia y a su población.

Granados (1985) cuenta cómo era que posterior a la independencia de España, Centroamérica era considerada solamente como un puente que conectaba a América del Norte con la del Sur. Sin embargo, con el pasar de los años, con el desarrollo de sus diversos países, ha despertado interés a nivel geopolítico por su posición estratégica y su condición de istmicidad que favorece las redes de comunicación en el mercado logístico del comercio. Esta característica no pasó inadvertida para los Estados Unidos, que en su época, con la retirada de los colonialistas europeos, fijó su interés por el control del Panamá, y el aprovechamiento de su acortada línea de costa, para dar lugar al día de hoy al canal de Panamá.

Parte de los propuestos que defienden una posible reunificación entre los estados centroamericanos, se ha valido de estas características para resaltar las bondades con las que cuenta este territorio, para el aprovechamiento y explotación de otras obras para el comercio transcontinental. Aunado, a la exploración de otros recursos naturales, que siendo administrados por un solo estado, supondría el ingreso de una economía potente, con mayores oportunidades, que estando dividida en los países que componen la región.

Pero ¿por qué no ha podido este proyecto desarrollarse y convertirse en una realidad? Centroamérica, y Latinoamérica en general, recorren un largo trayecto en la historia atravesando dificultades en los intentos de cooperación para el comercio regional e internacional. ¿Qué aspectos nos hacen diferentes de países con organizaciones que han alcanzado el éxito?, y en la actualidad lideran estándares de calidad respecto a cooperación y desarrollo económico. En Sudamérica, un claro ejemplo integración y cooperación regional, es la Unión de Naciones Suramericanas, (UNASUR), dentro de los cuales, tiene por objetivo, la construcción participativa y consensuada de espacios culturales, sociales, económicos, educación, y políticos que beneficien a los países miembros. Sin embargo, esta organización, como otras en la región, se ha caracterizado por tener poco impacto en el desarrollo de sus objetivos; y por consiguiente, su incidencia que pueda tener en el clima socioeconómico de la región, es poco relevante.

¿En Centroamérica repetimos ése mismo esquema?, nuestra organización regional, el Sistema de Integración Centroamericano, (SICA) como organismo tiene el objetivo la integración de Centroamérica tomando como base la paz, la libertad, la democracia y el desarrollo económico de la región. En la realidad, de las funciones e incidencias del SICA en la toma de decisiones vinculantes en los países miembros, se perciben como poco influyentes. Nuestros países, aunque cada uno se mueve a su ritmo y crece en medida, cada país ha construido realidades distintas de su sociedad. Tenemos estructuras construidas en la mente y en el tiempo, que en lugar de integrarnos, parece profundizar aquellas distinciones.

Este escenario da paso a conflictos con los que no todos los miembros del SICA parecen querer lidiar en una flexibilización del control del poder político y sobre su territorio. En aspectos de seguridad, Centroamérica a está sumada en territorio de paso para el narcotráfico, con escándalos de casos de corrupción que salpican a sus gobernantes y una lamentable influencia en la reputación de la región para la atracción de inversión extranjera.

¿Será este un reto para la integración de Centroamérica? ¿Será que nuestro clima de inestabilidad y ausente cooperación entre las partes no influirá en el aprovechamiento de nuestra posición geográfica en la geopolítica? ¿Qué desafío nos hace falta por enfrentar? La intención de Francisco Morazán parece persistir en el tiempo, ya que la visión por ver a Centroamérica unida ha sido promovida por algunos políticos contemporáneas, que subrayan la necesidad y potencial que tiene nuestra región, por querer explotar recursos en un desarrollo en conjunto que defina el rumbo bajo una misma forma de gobierno. La cual incluya a todos los países de Centroamérica, desde Guatemala hasta Panamá.

Desde la geografía, resaltamos nuestras perspectivas y tratamos de describir las realidades que se viven en nuestro territorio. Unir el Mar Caribe con el océano Pacífico continúa en la palestra de desarrollo de cada país centroamericano, y es un desafío individual que cada uno de los estados tiene como proyecto en una competencia que proyecte mayores oportunidades para dinamizar nuestra posición en el mundo. La clave es, si alcanzaremos este y otras visiones en conjunto o continuaremos el camino individualizado que hemos hecho hasta ahora.

El aguinaldo de Castro y Obama

Armando Vargas Araya*

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Armando Vargas Araya

Una ola de alegría recorre las Américas y despierta esperanzas de tiempos mejores para la comprensión y la cooperación entre los pueblos del Nuevo Mundo. La reanudación de las relaciones diplomáticas entre La Habana y Washington merece ser festejada como un avance sustantivo en la reconstrucción del equilibrio entre las naciones de Abraham Lincoln y Antonio Maceo, prohombres que encarnaron las virtudes de la justicia, la libertad, la solidaridad y las ansias de participación democrática.

El presidente Raúl Castro y el presidente Barack Obama han desafiado poderosas élites radicales al interior de sus respectivos sistemas políticos, al adoptar la valiente decisión de replantear los términos de interrelación entre ambas sociedades vecinas. Alentados por el papa Francisco y la mediación del premier canadiense Stephen Harper, Castro y Obama acordaron superar el inexcusable distanciamiento arrastrado desde la Guerra Fría. El derribamiento de los obstáculos que separan a las dos repúblicas –el bloqueo o embargo en primer lugar– llevará tiempo y trabajo, pero la travesía ha comenzado.

La realidad cambió desde que Cuba pretendía exportar la revolución armada y Estados Unidos intentaba sitiar la Isla hasta su consunción. La Unión Soviética implosionó. Washington normalizó relaciones con la China Popular y el Vietnam por lo que su obstinación ante La Habana resultaba más insensata cada día. El pragmatismo reemplazó al ideologismo en la conducción de la política internacional. Hasta la conservadora Costa Rica, al cabo de 48 años, llegó a restablecer relaciones diplomáticas en el 2009 con la mayor de las Antillas. Latinoamérica exigió unánime que Cuba asistiera por derecho propio a la próxima Cumbre de las Américas en Panamá. Y en esa coyuntura se insertó el influjo positivo del pontífice romano.

“La suya es una voz que el mundo debe escuchar”, comentó Obama en marzo último, luego de conversar con el papa Francisco en El Vaticano. El papa escribió a Castro y a Obama instándolos a entablar el diálogo constructivo y los lazos diplomáticos. Sigilosamente, reunió en Roma a delegaciones de La Habana y Washington, junto con el cardenal cubano Jaime Ortega, pláticas que prosiguieron en Canadá. Nadie se enteró de la exitosa gestión papal antes de que los mandatarios agradecieran, casi en simultáneo, sus buenos oficios. Es el mayor éxito diplomático logrado por la Santa Sede en muchas décadas.

La razón acaba por imponerse en el complejo proceso de reestructuración de los balances entre los pueblos de las Américas, por la correlación de las fuerzas que en ellos actúan. Aunque muchos costarricenses tengan dificultad en aceptarlo, la influencia del ALBA, CARICOM y UNASUR ha sido determinante en este reacomodo. Los primeros pasos de la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC) constituyen factor esencial en la reconfiguración del equilibrio geopolítico. Como expresó el presidente Castro, “debemos aprender el arte de convivir, de forma civilizada, con nuestras diferencias”. Y el presidente Obama dijo: “Conversaremos de frente sobre nuestras diferencias. Promoveremos nuestros valores a través del intercambio sostenido”.

Si el contexto mundial y continental evidencia cambios profundos, ciertamente el rol de Castro y de Obama debe ser valorado en todo su significado. Gracias a las peculiaridades singulares de su carácter, los gobernantes pueden influir considerablemente en los destinos de la sociedad. La oportuna gestión del papa Francisco ha cristalizado condiciones reales y voluntades dispuestas. El talento de los tres actores, junto con el premier Harper, los ha enaltecido de políticos a estadistas, en bien del porvenir de las Américas. ¿No es esto lo que enseñaba Gueorgui V. Plejánov en “El papel del individuo en la historia”?

Es temprano aún para valorar las repercusiones prácticas engendradas por la restaurada relación de Cuba y Estados Unidos en el Espacio Circuncaribe y en Sudamérica. “Todos somos americanos”, dijo en español el presidente Obama. ¿Cómo será el reacomodo de los factores en esa reorganizada ecuación política?

Costa Rica, sin embargo, ha de replantear sus objetivos de política exterior con miras a una elevación cualitativa de sus vínculos con la Isla. Desde el desembarco de Cristóbal Colón nunca fueron mejores las relaciones diplomáticas entre ambos países. ¿Disminuirán los flujos turísticos norteamericanos aquí al reabrirse el mercado de la Perla de las Antillas? ¿Cabrá en la mentalidad de Comex la exploración del mercado cubano para la producción exportable del país?  ¿Recuperará el Estado las “quintas libertades” entregadas a compañías extranjeras para restablecer vuelos directos a La Habana? En fin, las oportunidades pueden ser abundantes si los buenos propósitos se logran traducir en acciones eficaces.

Hay un motivo más de celebración en las fiestas de este venturoso Fin de Año.

 

*Miembro correspondiente de la Academia de la Historia de Cuba

 

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Terremotos geopolíticos

Terrorismo planetario

Por Arnoldo Mora

Los cambios operados en la geopolítica mundial han adquirido en días recientes una dimensión y una velocidad siderales. Lo dicho se manifiesta en dos realidades antagónicas: una, angustiante por su violencia, en los conflictos que se han suscitado en varios lugares como el Medio Oriente y Ucrania; la otra plena de expectativas y que tienen que ver con los planes de desarrollo y soberanía de regiones hasta ahora consideradas periféricas. Esos fenómenos macropolíticos solo se entienden si se asume como trasfondo la profunda crisis económico-social que viven los países industrializados. Con ello se hizo patente que la hegemonía política de Occidente tocaba a retirada en el panorama mundial. Nuevas fuerzas económicas y políticas emergían encabezadas por China, ese gigante dormido por siglos que Mao despertó. Pero, junto a China ha surgido el grupo llamado de los BRICS, que abarca el 40% de la población mundial, el 27 % de los recursos naturales y el 21% del PIB. Todavía no gobiernan el mundo, pero sin ellos tampoco se puede gobernar el planeta. Quienes hegemonizan ese grupo son los líderes de China y Rusia, cuyos periplos por Nuestra América ya se están haciendo habituales.

Actualmente el mundo se ha dividido en grupos o bloques que abarcan, tanto lo económico, como lo político e, incluso, lo militar. En nuestra región el grupo más sólido y lúcido es el conformado por los países de América del Sur. Pero el mayor logro de esta política unitaria se dio con la constitución de la CELAC, cuya presidencia pro tempore corresponde en este año al mandatario costarricense Luis Guillermo Solís. Eso explica y justifica su más reciente viaje a Brasil. Lo que acaba de acaecer en Brasil, cuando los países que conforman UNASUR se unieron con los que integran el BRICS y recibieron a los líderes de Rusia y China, constituye todo un hito histórico que revela la magnitud del terremoto geopolítico que se está operando en el panorama internacional y que señala, no me cabe la menor duda, el rumbo que cada vez más claramente está tomando la humanidad en el siglo XXI.

Un país pequeño y carente de materias primas estratégicas, pero cuya importancia es gigantesca dada su posición geográfica en la Cuenca del Caribe y como puente natural entre las Américas del Sur y del Norte, no puede ignorar esta realidad. Luis Guillermo Solís lo sabe muy bien, pues mucha de su experiencia política la adquirió en el ámbito de la diplomacia regional. Sus miradas y expectativas deben dirigirse hacia el Sur, donde se encuentran sus hermanos latinoamericanos, hijos de la Patria grande de Bolívar, Juanito Mora y Martí. Debe vencer temores y resistir presiones, como en su política exterior lo hizo Oscar Arias, nada sospechoso de veleidades izquierdosas, pero que estaba consciente de que el mundo está cambiando. Un gobernante que respete su investidura no debe doblegarse ante la agenda política que, desde su boletín de Llorente, trata de imponerle nuestra anquilosada oligarquía. El Presidente y su Canciller tienen el deber patriótico de obedecer al Soberano que los eligió y no a antidemocráticos poderes fácticos que responden a intereses privados.

 

Enviado a SURCOS por el autor.

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