Terremotos geopolíticos

Terrorismo planetario

Por Arnoldo Mora

Los cambios operados en la geopolítica mundial han adquirido en días recientes una dimensión y una velocidad siderales. Lo dicho se manifiesta en dos realidades antagónicas: una, angustiante por su violencia, en los conflictos que se han suscitado en varios lugares como el Medio Oriente y Ucrania; la otra plena de expectativas y que tienen que ver con los planes de desarrollo y soberanía de regiones hasta ahora consideradas periféricas. Esos fenómenos macropolíticos solo se entienden si se asume como trasfondo la profunda crisis económico-social que viven los países industrializados. Con ello se hizo patente que la hegemonía política de Occidente tocaba a retirada en el panorama mundial. Nuevas fuerzas económicas y políticas emergían encabezadas por China, ese gigante dormido por siglos que Mao despertó. Pero, junto a China ha surgido el grupo llamado de los BRICS, que abarca el 40% de la población mundial, el 27 % de los recursos naturales y el 21% del PIB. Todavía no gobiernan el mundo, pero sin ellos tampoco se puede gobernar el planeta. Quienes hegemonizan ese grupo son los líderes de China y Rusia, cuyos periplos por Nuestra América ya se están haciendo habituales.

Actualmente el mundo se ha dividido en grupos o bloques que abarcan, tanto lo económico, como lo político e, incluso, lo militar. En nuestra región el grupo más sólido y lúcido es el conformado por los países de América del Sur. Pero el mayor logro de esta política unitaria se dio con la constitución de la CELAC, cuya presidencia pro tempore corresponde en este año al mandatario costarricense Luis Guillermo Solís. Eso explica y justifica su más reciente viaje a Brasil. Lo que acaba de acaecer en Brasil, cuando los países que conforman UNASUR se unieron con los que integran el BRICS y recibieron a los líderes de Rusia y China, constituye todo un hito histórico que revela la magnitud del terremoto geopolítico que se está operando en el panorama internacional y que señala, no me cabe la menor duda, el rumbo que cada vez más claramente está tomando la humanidad en el siglo XXI.

Un país pequeño y carente de materias primas estratégicas, pero cuya importancia es gigantesca dada su posición geográfica en la Cuenca del Caribe y como puente natural entre las Américas del Sur y del Norte, no puede ignorar esta realidad. Luis Guillermo Solís lo sabe muy bien, pues mucha de su experiencia política la adquirió en el ámbito de la diplomacia regional. Sus miradas y expectativas deben dirigirse hacia el Sur, donde se encuentran sus hermanos latinoamericanos, hijos de la Patria grande de Bolívar, Juanito Mora y Martí. Debe vencer temores y resistir presiones, como en su política exterior lo hizo Oscar Arias, nada sospechoso de veleidades izquierdosas, pero que estaba consciente de que el mundo está cambiando. Un gobernante que respete su investidura no debe doblegarse ante la agenda política que, desde su boletín de Llorente, trata de imponerle nuestra anquilosada oligarquía. El Presidente y su Canciller tienen el deber patriótico de obedecer al Soberano que los eligió y no a antidemocráticos poderes fácticos que responden a intereses privados.

 

Enviado a SURCOS por el autor.

Suscripción-solidaria:

https://surcosdigital.com/suscribirse/