250 años de Beethoven desde Costa Rica: ¿para qué tractores sin violines?

Jiddu Rojas Jiménez

Hablar de Beethoven nunca será un lugar común.

(Y gracias a la Orquesta Sinfónica Nacional por despedir la temporada por la Novena Sinfonía).

Beethoven nació el 16 de diciembre de 1770 en Bonn, el mismo año que el filósofo Hegel en Stuttgart, o sea, hace 250 años.

El genio de su obra revolucionaria, sin embargo, siempre, siempre, inspira, conmueve, y no deja de sorprender. Es como un laboratorio simbólico del buen universal, cuya Alquimia sigue produciendo reacciones. Es acaso la anomalía del poder universal de la Belleza.

De la Novena Sinfonía y Última, o Sinfonía Coral, inspira su fuerza y profundidad, y la tragedia humana, demasiado humana, que la rodea.

Es el rayo brutal pero hermoso y sublime por despiadado que alumbra y estremece.

El relámpago que cae en el lago apacible, donde flotaba contemplativo el imaginado bote del atribulado ilustrado de Kant, – quien nunca pudo escucharla-, mientras trataba de construir una Crítica del Juicio (y una Estética), después de escribir la Crítica a la Razón Pura y la posterior Crítica a la Razón Práctica.

Es lo bello y lo sublime, para recordar la trillada imagen de Kant.

Sin olvidar el llamado a la Fraternidad universal humana del extracto (conocido como “Himno a la Alegría”) del poema «Oda a la Alegría» (1786) en los Coros del Q:. H:. Schiller, incorporado a la Novena Sinfonía por Beethoven.

Recordemos que Schiller, padeció físicamente desde niño la brutalidad del Antiguo Régimen y sus instituciones. De Schiller se dice, que se orinaba en la cama hasta los 15 años, y recibió castigos físicos y cárcel de parte del noble tirano de turno, de Stuggart.

Fue desertor de su Ejército y debió de huir de su tierra natal, aunque estudió Filosofía dio clases de Historia. Su posterior fama tal vez le salvó la vida.

Peligrosamente Schiller fue además, nombrado «Ciudadano de Honor» de la República de Francia después de la Revolución de 1789. La reacción europea no le perdonaría eso, era como haber sido comunista de joven.

Sino fuera por el Q:. H:. Goethe y su red de apoyo, Schiller, posiblemente no hubiese subsistido en una Alemania fragmentada, que ni siquiera existía unida como un país (Tal vez por eso su Nacionalismo de derechas, feroz, imperialista, y demagogo en el siglo XX).

La vida de Schiller, alguna vez un joven revolucionario y de espíritu libre, un humanista de su época estuvo marcada precisamente por la carencia, organizada socialmente de la Alegría, buscada y deseada como ideal igualitario para la Humanidad. Más adelante, tal vez se acomodó políticamente.

Volvamos a Beethoven. Ser la transición encarnada entre el Clasicismo y el Romanticismo no fue fácil…

Recordemos que los años posteriores a la derrota militar de Napoleón, propios del contexto de Beethoven complican más la situación. La Novena Sinfonía se encargó en 1817 desde Inglaterra, y se empezó a componer supuestamente entre 1818 y 1824.

Y digo supuestamente, o según sus biógrafos, porque, ¿cómo demonios sabe uno cómo funciona la mente creativa de este genio sordo?

Se sabe que el poema original de Schiller siempre lo inspiró desde joven, y que supuestamente la escuchó conmovido a los 23 años en 1793. Los estudiantes revolucionarios alemanes lo solían cantar con música de La Marsellesa francesa.

Recordemos finalmente, que para la Restauración y la Contrarrevolución triunfante en la Europa de entonces (después del Congreso de Viena de 1815), las Guerras de Napoleón eran identificadas ideológicamente con la herencia revolucionaria y sus excesos. O sea, con la posibilidad de la tiranía como ‘hybris’ revolucionaria, y con la invasión extranjera en nombre de una abstracta Libertad.

Claro, esto último es injusto e impreciso históricamente (como toda construcción ideológica), pero fue la gran operación ideológica de las clases dominantes después del caos europeo de Bonaparte. Es decir, presentar deformado a Napoleón I, como un monstruo o tirano sin más, o como si sus tropas francesas de ocupación fueran peores que las tropas de los Príncipes y Reyezuelos europeos de turno. ¿Sabrá la gente hoy en día incluso, que Wellington era de menor estatura física que Napoleón? (Si tienen dudas morbosas comparen los uniformes guardados en Museos de ambos). ¿O acaso sabrán qué Napoleón en el poder fue enemigo jurado al interno de Francia de los verdaderos revolucionarios Jacobinos?

En fin.

Mientras, el poema original de F. Schiller nos proponía la identidad revolucionaria y universal para toda la Humanidad de la Libertad y el Amor. Fue escrito en noviembre de 1785 y publicado en 1786, aún antes de la Revolución Francesa de 1789.

En Beethoven, sin embargo, encontraremos sólo un hermoso extracto, más potable para la coyuntura.

Ningún homenaje póstumo ‘Kitsch’ de la Unión Europea puede remediar la bofetada revolucionaria de Schiller y Beethoven contra el ‘status quo’. Les guste o no son obras revolucionarias, que ni siquiera la propaganda Nazi y el Capitalismo global han podido prostituir y robarse.

En todo caso, Schiller ya más acomodado, nacido en 1759, muere en 1805, y por lo tanto, tampoco pudo disfrutar de la Novena Sinfonía de Beethoven. No es un pecado.

Por lo demás queda disfrutar a Beethoven (y Schiller) sin más, desde nuestras propias coordenadas tiempo/espacio en Costa Rica y América Latina. Con nuestros propios demonios, dolores, goces, amores, esperanzas, ángeles y luces.

Por eso, sentenció un estadista local, ¿para qué tractores sin violines?

Éste, efectivamente, ha sido un año muy singular, y el próximo podría serlo también.

Que la Sabiduría, la Fuerza y la Belleza acompañe nuestras vidas…

¡Salud al maestro Beethoven desde nuestro terruño, en su Natalicio 250! ¡Nuestros muertos/as gozan de buena salud!