A Hernando Vanegas Tolosa. In memoriam
De Carlos Meneses Reyes
Desde Bogotá. DC, 9 de abril de 2018.
Al leer la sentida noticia que en versos remitió su hijo Jesús, el viernes 6 de abril de 2018, tampoco pude, desde entonces “encontrar la calma” al enterarme del fallecimiento de HERNANDO VANEGAS TOLOSA.
Con NANDO como familiar y extensivamente fue conocido, forje una sincera amistad, no de esas valiosas que se fabrican desde la niñez, las aulas colegiales, el entorno universitario y/o los acaeceres de la vida; sino de las esculpidas en el símil y reflejo de la identidad ideológica, la sinergia del pensamiento, del encuentro y empatía, que doy en expresar cuando el mutuo corazón agradecido de dos personas sellan el pacto tácito del respeto, la lealtad, la fidelidad y puntual devoción en el trato creativo.
Era Medico General cuando Hernando Vanegas Tolosa llegó como refugiado político a Costa Rica. De las salidas y partidas se sabe, no de los regresos. En su caso salió dejando el sonoro y suave oleaje de la bahía de Santa Marta; la practica como activista político y labor humanitaria en la Sierra Nevada, de donde se trajo a YADIRA, joven y despuntada rama de esa tierra mitológica de ancestros, que con la venia del MOMO traía a su pequeño hijo Jesús, nacido del rapto del zeus criollo quien sació las mieles jóvenes de la doncella dejando al vástago, a quien como tronco de familia Nando enalteció recibiendo la gratuidad de su generosidad, en ese su hijo, para quien fue “el viejo” de su alma y me mantiene a mí en la trifulca de no encontrar la calma por el sufrimiento de su partida. De su unión con Yadira, a su lado una niña de espigada figura con sereno semblante de su rostro. De donaire y gracia despuntado y que en lo de la reconstrucción de los recuerdos, asomo como de una belleza latina, en esa proyección de su personalidad que hoy atino y a donde, como resultado de la persecución, recibiese como galeno en las tierras nórdicas, donde ha sido embalsamado mi amigo NANDO contribuyendo a la desazón por no poder presenciar al menos la mortaja en la que fue envuelto y junto con ella enmudece, por el sollozo, mi corazón prendado.
Hoy redacto un panegírico, un discurso de su semblanza a mi usanza. En modo alguno pretendo reivindicar al despejado de la Juventud Comunista que lo fue en su tierra samaria; ni al perseguido refugiado, ni al exiliado, en el que una policía política de narco terrorismo estatal colombiano se ensañó en perseguirle y torturarle; puesto que hacerlo conllevaría a la revictimización de su familia y de la mía propia.
Destaco al Hernando superado, quien logra la especialidad de Anestesiólogo en Costa Rica y arrebata con el embrujo de su trato, la personalidad holística. Era propia de su naturaleza su evolución creativa, la proyección de su incansable capacidad de comprender lo simple de un trato, de un gesto amable a la persona y la capacidad de creación armoniosa de todas las partes que le rodeaban. Su paso por la comunidad lasallista, en ese campus de saber costarricense, como estudiante de dos posgrados fue sobresaliente.
La garra de la horrible noche uribeña lo sacó también de Costa Rica. Hube de unirme al coro para la protección y defensa de su integridad humana. Habló el político, gestionó el sindicalista, medio el abogado y la Comisión de Derechos Humanos de Centroamérica (Codehuca) lo colocó en vuelo comercial hacia Suecia, donde fue acogido. Al ver partir el avión con su esposa y dos hijos me latía que no volvería a verlos. Con él también se fue “el olor a la guayaba”. Ya no lo volví a encontrar en el fogón de esa casa donde aprovechaba para dorarles las arepas ocañeras; ni cuando al calor de los “winsconcin” se acercaba con su “je, je, je”, resaltando que el hermano de su papá, un burócrata costeño, que con cargo público oficial llegó a El Carmen, y hubo de tener a un Smith Watson como padrino de matrimonio de la más bella dama y de cuya unión nació Holger Vanegas Navarro. Por eso se identificó con los paisanos de la Provincia catatumbera que pasaban y visitaban.
Dedicado a la niña FARAH hija de Nando y Yadira.
P R E S E N C I A
Tomó en su puño un frijol
Y sus manos derramaban
Mares de luna llena
Que agitados la llevaban.
Después tomó un caracol
Con su puño entrecerrado
Ni mares ni lluvia había
Pues el frijol que crecía
Secó la vertiente humana
Lloró lloró la niña
Abriendo la mano alzada
Y volvieron las corrientes
Y el agua despotricada
La niña ahora llegaba
Desde tan lejos partió
Mentiras que se había ido
Con el frijol regresó.
CARLOS ARTURO MENESES REYES
San José, CR. 21 de agosto de 2005.
Enviado por el autor.
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