APM Terminals, UN ESPEJISMO

Freddy Pacheco León

APM Terminals, a la que le regalaron un monopolio en el trasiego de contenedores, ¡PARA ASÍ QUEBRAR A JAPDEVA!; a la que presentaron como una «mega terminal portuaria», con tan solo dos puestos de atraque; a la misma que le permitieron tarifas exageradamente superiores a las aprobadas a JAPDEVA; a la que pese a que fue anunciada como creadora de decenas de miles de empleos, provocó mayor desempleo y miseria en Limón; a la que pusieron como ejemplo de una «concesión de servicio público exitoso» (¡sería el único luego de tanto fracaso!) ahora resulta que paga menos impuesto de la renta que usted amigo, pues no reporta ganancias…

¿Es o no es UN ESPEJISMO?

Hace años advertimos que era un espejismo, un pésimo negocio, un gol al Estado, pues desde que estudiamos el desdeñado contrato que firmara doña Laura Chinchilla y sus ministros Jiménez (MOPT) y Herrero (Hacienda), junto a un misterioso Presidente Ejecutivo de Japdeva llamado Allan Hidalgo, esa realidad era evidente.

Es en verdad, un proyecto muy alejado de la inversión anunciada, de la magnitud promocionada y los beneficios demagógicamente prometidos. Una isla artificial de 80 hectáreas, casi del tamaño de La Sabana, que se usa solo en su mitad, con un par de puestos de atraque, en lugar de los seis anunciados, son parte de esa realidad que se escondía detrás del panorama demagógico.

Y si a ello agregamos la interpretación antojadiza e ilegal que hacen del contrato, para que buques que no transportan exclusivamente contenedores, se dirijan hacia la más cara terminal de APM, CUANDO DEBERÍAN DIRIGIRSE HACIA las 10 terminales de JAPDEVA, más se evidencia ese otro grave «error» cometido en el Consejo de Concesiones del MOPT, que quizá el ministro Amador debería corregir, pero quien sabe…

Contrato nacido de prejuicios racistas contra «los negros vagos de JAPDEVA», sin tomar en cuenta, por ejemplo, que del ranking de puertos de la CEPAL, hecho entre 120 terminales de Latinoamérica y el Caribe, los muelles de JAPDEVA ocupaban la alta posición 12.

Y es que, tal concesión no era, ni es, necesaria. No era, ni es «urgente», un puerto en el Caribe operado por 50 años por una transnacional danesa u holandesa. Y ni hablar del daño ambiental, que se evidencia en la erosión significativa de playa Moín, donde anidaban anualmente los cientos de tortugas baula, por las que sacrificaron a Jairo.