Casi pierdo la ocasión de hacer una amiga imperdible

Alberto Salom Echeverría

El extraordinario y recordado académico de la UNA Mario Oliva, recientemente fallecido de una larga dolencia, era director del IDELA. En tal virtud tuvo a bien organizar una actividad académica internacional, a la cual invitó a Beatriz Gutiérrez Müller, graduada en comunicación primero de la Universidad Iberoamericana, plantel Golfo Centro, en Puebla, México. Después obtuvo una maestría en letras de la misma UIA. Finalmente, en el 2013, sacó un doctorado en literatura en la Universidad Autónoma Metropolitana -UAM-en la ciudad de México. Beatriz se había casado con Andrés Manuel López Obrador -AMLO- en el 2006, para ella era su primer y único matrimonio, por lo consiguiente tuvo un hijo que, le pusieron de nombre Jesús Ernesto; en consecuencia fue el primogénito de ella, el cuarto de AMLO, cuya primera esposa había fallecido de una compleja enfermedad.

El evento patrocinado por el IDELA, tuvo lugar en la UNA, en el 2018, cuando AMLO ya había sido electo presidente de México, pero aún no había asumido.

Realmente, yo nunca la había visto antes, ni siquiera por foto. Aunque sí conocía que era una escritora célebre, que había incursionado en el estudio de la conquista y colonización de México por los españoles, y sabía además que tiene varios estudios sobre Hernán Cortés.

Quise conocerla antes del acto formal del evento al que fue invitada, con el objeto de tener quizás la ocasión y el privilegio de conversar y hasta intimar un poco. ¿Por qué no??? La verdad quería saber más de ella, por lo que una vez que concluí una actividad propia de mi cargada agenda, ya casi cerca del mediodía, me aproximé al auditorio de Filosofía y Letras, adonde se encontraba Beatriz Gutiérrez junto a su comitiva en otra actividad.

Al llegar, me encontré con otro académico buen amigo, German Chacón. Lo abordé y le pregunté por Beatriz Gutiérrez. German, desde la entrada al auditorio, me dio las indicaciones de una manera general, cosa que agradecí. Me dijo concretamente: Beatriz es aquella que está en primera fila con lentes oscuros. Dada mi agenda, un tanto apretada, decidí caminar lo más silenciosamente que pude.

Allí estaba Beatriz con parte de su comitiva; había varias señoras, por lo que siguiendo las señales de German, distinguí a una dama, de muy buen porte, muy bien ataviada con un vestido negro con ribetes blancos en el cuello. Avancé entonces, me presenté ofreciéndole la mano caballerosamente, hice una reverencia y en voz baja le solté una retahíla, corta pero enfatizando en el gusto que tenía como rector de la UNA de conocerla. Tuve el cuidado de no decir “primera dama”, porque sabía que Beatriz era enemiga de ese membrete, primeras damas, piensa ella, son todas las mujeres de México.

La elegante mujer, permitió que la entretuviera por un breve lapso. En cuanto hube concluido, solté su mano sintiéndome satisfecho de mi presentación. Hubo una pausa inquietante, y la digna señora, ya con su mano libre, alzó su brazo a la altura de su pecho y en un gesto algo desconcertante para mí, apuntó con el dedo índice hacia la persona que estaba sentada a la par de ella, vestida con unos “blue jeans”, sandalias y una ligera blusa blanca. Su único parecido con la anterior exquisita dama, eran sus lentes oscuros. Pero su pelo era rubio y con una cara muy fresca de facciones finas. Ella era Beatriz.

Quedé petrificado, sobre todo pensando en el enorme gasto de materia gris que acababa de despilfarrar haciendo una presentación inútil con alguien que no era Beatriz Gutiérrez. De momento no hubo hilaridad entre las damas de la comitiva ante mi flagrante yerro; ignoro si posteriormente se habrán reído a mandíbula batiente, como suele ocurrir, al recordar un episodio tan peculiar.

Naturalmente, me disculpé, sin intentar de nuevo hacer una presentación. Era ociosa, puesto que Beatriz había presenciado todo el sainete anterior.

Me despedí fingiendo aplomo, y después nos volvimos a encontrar en el acto formal.