La semilla de las luchas que vendrán (Reflexiones sobre una huelga). Primera parte
Primera parte
Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor
Los expertos en toda clase de artes políticas, especialmente apropiadas para manejar el pensamiento y la voluntad de las gentes del común, alineándolas dentro de sus formas de pensar y actuar para llevar este país a la ruina, e impidiéndoles captar todos los componentes de lo que está en juego, dentro del presente histórico que estamos viviendo, han desplegado durante los dos meses y medio, desde que dio inicio esta huelga tan singular, una ofensiva incesante de gestos violentos, cínicos y descarados. Desde el primer momento, dijimos que esta era una huelga cívica y laboral que tenía como su propósito más importante, el poner de manifiesto ¿qué tipo de sociedad y de régimen político es el que impera en este país centroamericano?, el tema de la protesta social, de la democracia y del ejercicio de las libertades públicas era lo que estaba en juego, dentro de un primerísimo plano, como se hizo evidente al poner de relieve la legitimidad de la protesta contra las políticas de un gobierno, y de una sociedad política (PLUSC, PAC, FA), cuyos voceros se muestran decididos a terminar con el estado social de derecho, y con lo que queda de las conquistas (ahora convertidas en privilegios), obtenidas por la clase trabajadora, como resultado de sus luchas durante las décadas del treinta, cuarenta y cincuenta del siglo anterior. La mafia política, hoy enseñoreada, siente que encontró su momento para derrumbar la institucionalidad democrática y social del país, desquitándose con los trabajadores del sector público, dañando de paso a toda la economía nacional, la que no crecerá con el tipo de políticas que impulsan, ya que habrá un notorio decrecimiento de la demanda agregada de bienes y servicios. Ya no están los reformadores sociales de antaño, de uno y otro bando, quienes dieron impulso a un proyecto de nación más inclusivo, llevando el bienestar de las gentes a índices notoriamente buenos, ahora estamos en el camino de convertirnos en uno de los países de la región, donde la desigualdad social crece más rápido, tal y como lo ha demostrado una serie de informes recientes.
Habiendo tomado el camino de “la dictadura en democracia”, un régimen que ya lleva sus días en Costa Rica(los problemas de la democracia no se resuelven con más democracia, Óscar Arias dixit), nos damos cuenta de que es ahora cuando este se mostró en todo su esplendor, dentro de las exteriorizaciones de un juego que oscila entre las más elaboradas formas de “torcer brazos” y “voluntades”, hacia el interior de los poderes públicos, hasta el uso de las manifestaciones de un terror sistemático, con la amenaza del caos, si los receptores o destinatarios de estos mensajes se niegan a aceptarlos y asumirlos. Con el poderoso concurso de la gran mayoría de los medios de comunicación/incomunicación social han llegado al punto en que la mentira termina siendo asumida como la verdad única e irrefutable. Los managers y operadores políticos de todo pelaje, a los que se une una legión de trolles en las llamadas redes sociales nos han dado una demostración de sus habilidades bien aprendidas, además el gran hermano (someone that is watching you all the time, just like on the most evidents manifestations of the terrify universe of 1984, the George Orwell roman) convenció, no sin algunas dificultades, a estas buenas gentes, de que los culpables de la implantación del caos y la catástrofe nacional, serán en última instancia, aquellos que terminarán siendo sus víctimas propiciatorias: los trabajadores formales e informales del sector privado. Según este terrorífico relato los culpables son aquellos trabajadores asalariados que, como los del sector público disfrutan de algunos derechos y garantías, con las que no pueden siquiera soñar los trabajadores de las empresas privadas, muchas de ellas grandes beneficiadas con la evasión fiscal, sobre todo en materia de impuesto sobre la renta; sin embargo, lo que no saben estos últimos es que una vez que los primeros vean reducido su poder de compra, por la vía del congelamiento institucional e inflacionario de sus salarios, serán ellos los más afectados, dado que el Producto Interno Bruto no crecerá y el despegue económico tan falsamente anunciado no llegará, las empresas tendrán que reducir sus puestos de trabajo y quienes se mueven en el sector informal ¿a quién o a quienes les venderán sus productos?
El régimen totalitario de la dictadura en democracia, durante este su cuarto gobierno, si nos atenemos a la realidad, aunque el tercero fue un tanto anodino y disfrazado de progre, decidió reprimir esta huelga acudiendo a las amenazas, pero sobre todo a la manipulación mediática más descarada. No bastaba con doblar brazos, cosa que intentaron en todo momento, había que montar un drama alrededor de los temas del curso escolar con los pobres niños sin recibir lecciones, como si la mayor lección obtenida por ellos no hubiera sido ya la huelga misma, los mismos estudiantes podrán constatar en los años venideros los estragos del caos que sembraron estos gobernantes autoritarios y falsos, ellos serán los mejores jueces: sus mentores en el aula, por lo menos podrán mirarlos a los ojos y de frente, en cambio si no hubieran sido capaces de luchar, incluso contra toda esperanza -como decía San Pablo o Pablo de Tarso-, se habrían ganado el desprecio más profundo de la generación que los sucederá, la de sus propios alumnos, pues cabe recordar que las lecciones que nos da la vida no se reducen a las paredes de un aula, tal y como le sucedió a muchos franceses colaboracionistas del período de la ocupación nazifascista alemana en su país. Cabe destacar que para los trabajadores de la educación de Costa Rica este episodio de lucha no ha culminado en una derrota, aunque algunas apariencias pudieran decirnos lo contrario: ya dejaron sembradas las semillas de la resistencia y la lucha, las que vendrán a dar sus frutos en los años y en las décadas venideras, frente a tanta barbarie, surgida en las entrañas de un régimen que sólo destruyendo puede continuar, de momento, con su precaria y mediocre existencia.
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