Ir al contenido principal

Sociología Jurídico-penal – Lecciones de Teoría y Práctica Criminológica

José Manuel Arroyo Gutiérrez
25 de setiembre de 2024*.

Palabras en la presentación del libro

El libro que les ofrezco es una especie de ajuste de cuentas mío con el Derecho y la Justicia. Pero he procurado que no sea un ejercicio individual o ego-centrado, sino por el contrario, un testimonio en contra de esa idea que cunde en nuestros aciagos días, que ensalza al individualismo y sus supuestos logros meritocráticos, que llama a la lucha de todos contra todos y al sálvese quien pueda. Este es un libro que homenajea a los líderes del pasado que construyeron la educación pública, a todo nivel, a la que tuve posibilidad de acceder; a la ayuda económica que obtuve en la secundaria y como asistente en la Universidad; a todo lo que aprendí de mis maestras y maestros; y a todo lo que aprendí también durante cuatro décadas, de mis inteligentes, contestatarios y críticos estudiantes; es el resultado asimismo de quienes fueron mis maestros en la judicatura y la academia, los doctores Luis Paulino Mora Mora, Daniel González Álvarez, Mario Houed Vega, Fernando Cruz Castro, Sonia Picado Sotela, Wálter Antillón Montealegre, Elías Carranza Lucero, y otros que cometo la injusticia de no mencionar; así como los colegas jueces, letrados y asistentes en la labor de impartir justicia. Quien cree que todos sus logros son el resultado de su único esfuerzo y talento, y ebrio de prepotencia obra en consecuencia, se olvida que, como nos lo recuerda el sociólogo francés Bernard Laire, el concepto de individuo es una abstracción metafísica, inexistente, el ser humano es esencialmente el resultado de lo que hace o deja de hacer con-los- otros y, todo lo que pierde o gana en el camino, va a ser mérito o demérito de quienes le acompañan en el viaje.

Ya nuestros generosos comentaristas se han referido a los aspectos básicos de este libro. No voy a reincidir en más cuestiones metodológicas, de estructuras o contenidos. Más bien, permítanme compartir con ustedes en esta tarde-noche una reflexión más personal, íntima si se quiere, del iter existencial que me ha llevado a dejar este testimonio por escrito.

La sabiduría del maestro abolicionista penal, el profesor holandés Louk Hulsman, nos puede inspirar e iluminar. Somos el resultado de nuestras experiencias existenciales; lo que meditamos se fragua en las vivencias que nos va ofreciendo la vida; biografía e ideología terminan siendo entidades estrechamente mezcladas e imbricadas. Una de las vivencias decisivas en la doctrina de Hulsman la refiere a ese momento en que, siendo todavía un niño, vivió la retirada del ejército nazi del suelo holandés, sin que aún hubieran tomado el control los ejércitos aliados. En ese interregno, aquel infante vivió la experiencia de un mundo momentáneamente sin Estado, sin Derecho ni derechos, sin obligaciones y sin policías preventivas o represivas, sin tutela de la vida, la propiedad, ni otros bienes jurídicos esenciales.

Aquella vivencia le enseñó a reflexionar sobre la relatividad de las leyes, a cuestionar las concepciones naturalistas o esencialistas del Derecho, y a contrario, su naturaleza fundamental como expresión de poder de quienes coyunturalmente tienen la fuerza o violencia oficial para imponerse; y finalmente, le abrió la posibilidad de soñar un mundo en donde fuera posible la resolución de los conflictos humanos, sin tener que recurrir al castigo propio del Derecho Penal, especialmente las penas corporales, la privación de libertad o la pena de muerte.

Así, todos los aquí presentes podemos hacer el ejercicio de reconstruir lo que nos ha definido como seres pensantes. Y en esta oportunidad me voy a permitir compartir con ustedes algunas de las experiencias que me marcaron indeleblemente y que definieron una trayectoria vocacional y una carrera que combinó la judicatura con la docencia, hasta querer plasmar esa trayectoria en el libro que hoy presentamos. Son cuatro breves anécdotas, pero determinantes en mi biografía.

1. El taller de juguetes.

Pocos años después de los hechos bélicos del 48, a mediados de los años cincuenta, a mi padre lo nombraron Primer Comandante de la Penitenciaría Central en San José, el equivalente a un director de Centro de Atención Institucional de Adaptación Social actual. Los días domingos se hizo costumbre familiar almorzar en el comedor para empleados de ese centro carcelario. Después, también se hizo costumbre llevar a aquellos hijos del Jefe al taller donde los presos construían juguetes como maromeros, camiones de carga, trompos, yoyos, matracas, entre otros. Para mí, aquel fue sólo un espacio mágico, lo más cercano a lo que años después pude ver en el taller de juguetes de Santa Klaus, en el imaginario fílmico de Walt Disney. La única diferencia constatable era que, en lugar de hombrecitos de cuento que ayudaban a preparar la Navidad, me tocó alternar con hombres rudos, acusados y condenados por todo tipo de delitos, que aliviaban su cautiverio con una actividad artesanal. Pero además, y ya pasados varios años después de esta anécdota, mi padre recibió con frecuencia la visita de algunos de aquellos ex presidiarios, casi todos con el estigma de “alta peligrosidad”, en la sala de nuestra casa, conversaban horas sobre todo tipo de temas, muchos se habían reivindicado y sobre todo, se habían convertido en buenas amistades familiares. No puedo dejar de ver que eran otros tiempos, otra Costa Rica, pero la experiencia perdura.

Las lecciones aprendidas fueron varias. Aquel campesino puriscaleño devenido en comandante de plaza, contra la tradición arraigada, se negó siempre a dar palizas a los indisciplinados, en lo posible dispensó un trato humanitario a los presos, se ganó su respeto y aprecio, y trató a aquellos delincuentes con mucha liberalidad, dando, por ejemplo, permisos de salidas temporales que le trajeron no pocos problemas cuando no regresaban. Pero en el fondo, la lección aprendida fue que era posible creer en el lado humano de los caídos en desgracia, era posible reivindicar o rescatar a las personas, y era posible aspirar a un sistema penitenciario respetuoso de los derechos fundamentales. Y todo aquello, sin haber conocido las teorías sobre resocialización de Krause, Dorado Montero o Concepción Arenal. Puro sentido común humanitario, puro compasión cristiana, y pura inteligencia de alguien que, como mi padre, salió del campo al Congreso de Diputados, pero también a lidiar con uno de los problemas sociales más álgidos de todas las épocas, el duro y violento mundo de las prisiones.

2. Un desventurado accidente.

Un desventurado accidente con un arma de fuego, también en la niñez temprana, hizo florecer en mi espíritu una profunda aversión hacia las armas, los militares, las guerras. Un marcado pacifismo, una admiración sin límite a Tolstoi, Gandhi y Luther King y todo ideario que promoviera la solución pacífica de los conflictos, de la mano del derecho, como no, y abominando la opción de arreglar esas diferencias a golpes o a balazos. Cuando vemos cómo la sociedad estadounidense se desangra por el uso irrestricto de armas de fuego, cuando constatamos mediante investigaciones especializadas que en esa misma sociedad mueren más personas por atentados y accidentes con armas, que en hechos de defensa propia, vuelve a aparecer la urgencia impostergable de restringir, por medio de las leyes, esos dispositivos de muerte para asegurar una convivencia pacífica y un futuro más seguro a las próximas generaciones. Un país civilizado es el que permite las armas sólo a sus cuerpos policiales y con un uso debidamente reglamentado para casos extremos.

3. La opción por el más débil.

Me tocó vivir la transición de la chiquillada jugando en la calle, antes de que la televisión y la luz de su pantalla nos hipnotizaran para siempre. Eran los tempranos años sesenta del siglo pasado. Sobre todo, cuando venían las largas vacaciones escolares, ocurrían experiencias extraordinarias. En la ciudadela de Hatillo No. 1 de aquellos tiempos, había una pareja de gemelos, no idénticos, los hermanos Blanco. Lo cierto es que este par de hermanos, con gran liderazgo, convocaban a las hordas desocupadas a un juego peligroso en las calles de aquel floreciente Hatillo, en el que todas las casas eran nuevas y casi toda la gente era joven. Lo cierto es que había que apuntarse con uno de los gemelos a bandos en contienda. Había que construir cuarteles, ranchos hechos de palos, ramas, zacate seco. Había que conquistar el cuartel enemigo, sobre todo haciendo uso de lanzas, flecas, pedradas. Pero he aquí que aquella dinámica bélica escondía una perversa truculencia: alrededor del gemelo más alto y fornido se congregaba la inmensa mayoría de los chiquillos y, los que en un gesto casi suicida nos adheríamos al gemelo más débil y esmirriado, quedábamos en franca minoría y condenados a morder, literalmente, el polvo de la derrota. No hace falta decir que la batalla duraba poco. Librados por milímetros de que un flechazo o pedrada nos mandara al hospital, el bando del gemelo debilucho corrió en desbandada, vio cómo ardía su cuartel y buscó refugio en los delantales seguros, de las distraídas madres.

Las lecciones de vida fueron fundamentales. Todavía no me explico de donde sale esta compulsión por apoyar a los más vulnerables, esta vocación de construir equilibrios, este afán, en fin, de justicia. No lo pude aclarar siquiera con años de psicoanálisis. Aquellas vivencias me prepararon, eso sí y para bien, a dar las batallas que escogía, preparado no para asegurarme un triunfo poniéndome a priori del lado con más fuerza, sino al contrario, preparado para perder mil veces, si fuera necesario, hasta asegurarme un poco de equidad y justicia en el mundo que me tocó vivir. Culminación de estas enseñanzas es que tampoco he pensado como piensan las mayorías, me ha tocado perder y ganar en este plano, y me ha corroído más el dolor de las dudas que el alivio de las certezas, pero en todo caso, sabiendo siempre que mi modo de pensar no va a ganar con facilidad elecciones generales.

4. ¡Alcoa No!

Era la tarde del 24 de abril de 1970. Llevaba puesta una boina para cubrir la cabeza recientemente rapada en el ritual de iniciación de ingreso a la Universidad de Costa Rica, según era tradición entonces. Una multitud de jóvenes colegiales y universitarios nos concentrábamos frente a la Asamblea Legislativa gritando al unísono ¡ALCOA NO! Se estaba dando el último debate para la aprobación de una figura jurídica sui generis: un contrato-ley entre el Estado costarricense y una empresa minera transnacional. Los acontecimientos se fueron dando súbitamente. La multitud intentó entrar al recinto parlamentario, las fuerzas de seguridad se lo impidieron, algunos manifestantes empezaron a jalar las alfombras rojas del pasillo de ingreso, otros comenzaron a volar pedradas contra los ventanales y alguien desconectó el interruptor de energía del edificio. Para entonces ya la policía había comenzado a usar sus porras, detener cabecillas y lanzar las primeras bombas lacrimógenas. Sin ninguna vocación heroica ni de martirio, -ya saben que no era la primera vez que corría en mi vida- comencé la estampida siguiendo el sabio consejo quijotesco de retirar no es huir, en medio de una multitud, Cuesta de Moras abajo, hasta ponerme a salvo.

Entre las enseñanzas de esta vivencia juvenil, la intuición de que el derecho gravita fuertemente, para bien y para mal, en toda comunidad humana; la curiosa figura jurídica de un contrato-ley que había que entender y cuestionar; la defensa de la soberanía nacional; los primeros atisbos de la necesaria invención de un derecho ambiental; y la impostergable prohibición de una explotación minera salvaje, a cielo abierto. Aquél fue mi bautizo político y la juventud costarricense tuvo su mayo en París del 68 y su Tlatelolco, México, también en ese mismo año. Luego vinieron años de estudio y activismo dentro del movimiento estudiantil de aquellos setentas llenos de organización y discusión política, noches y madrugadas para preparar exámenes, y al final, la inserción al mercado laboral en la judicatura y la academia. Pero para entonces, ya estaba forjada la brújela que me ha orientado, ya estaban fraguados los principios, las huellas y las cicatrices.

Este libro es sobre todo resultado de los apuntes que por años guardé de los cursos que impartí, en grado y posgrado, en la Universidad de Costa Rica y en la Universidad Nacional con sede en Heredia. Es una apuesta por encontrar una Sociología Crítica que, con el horizonte de los Derechos Humanos, le dé un rol a lo jurídico, en un avance constante para la conquista y consolidación de más derechos para todas y todos, más allá de si podemos, a corto o mediano plazo cambiar radicalmente el mundo, a través de políticas anti-sistema, estrategia que no parece estar a la vuelta de la esquina.

Este libro es también una apuesta por una Criminología Crítica que nos permita comprender la violencia criminal y todas las demás formas de violencia social, como un desafío en el que, según las respuestas que demos, aliviaremos o agravaremos los conflictos, asimetrías e inequidades de las sociedades actuales. Por siglos, la Criminología tradicional se ha ocupado en demasía del delito y el delincuente común, o más recientemente de formas de criminalidad más complejas como el cuello blanco o el crimen organizado. Pero muy poco se ha reparado en los más grandes crímenes de la modernidad: las guerras de conquista, el colonialismo, los genocidios, las estrategias de exterminio étnico y cultural, los crímenes de género o los crímenes contra la madre tierra, que un discurso criminológico renovado y crítico debe abordar.

Con este marco teórico, el libro aborda en tres ensayos, lo que ha sucedido en Costa Rica entre 1990 y el 2020. Hay una especie de imagen o retrato del país en el Capítulo III. En el Capítulo IV se da un seguimiento a la principal evolución de la legislación nacional en materia penal sustantiva, procesal penal, penitenciaria y leyes acordes con el modelo de economía de mercado que, a sangre y fuego, se nos ha querido imponer. Por último, en el Capítulo V, se ha querido resumir la principal jurisprudencia constitucional penal de este mismo periodo, donde pretendo demostrar, la hipótesis central de todo el trabajo: la transición en Costa Rica de un modelo de Estado Social de Derecho hacia un modelo de libre mercado, no sólo ha lesionado la institucionalidad democrática y agravado los indicadores de inequidad en el país; sino que ha echado mano al fortalecimiento del sistema punitivo como mecanismo de fuerza para tratar de paliar las asimetrías, desigualdades e inequidades que ese mismo régimen ha engendrado. Cuando a alguien se le ocurre levantar carpas en los centros penitenciarios –y esto es tan reciente que no está en el libro- para atender el problema de sobrepoblación penal, lo que tenemos al frente es una confesión de fracaso; un modelo fallido de sistema socio-económico que no ha podido resolver qué hacer con “los que sobran” en esta sociedad, un régimen que no sabe qué hacer con “la excedencia” de la que nos habla De Giorgie.

En fin, este libro es por último una apuesta por el principio de Razón. La Razón y las buenas razones como única fuente de legitimidad política de la actuación de las autoridades públicas en un Estado de Derecho. En tiempos en que se pretende alzar la voz y golpear la mesa como modelo de comunicación entre las personas; en una época en que los discursos de odio, miedo y discriminación ganan elecciones; en una época en que el eficientismo neoliberal pretende arrasar con instituciones y controles, el principio de Razón, esencia del derecho, se vuelva cada vez más necesario e imprescindible.

Muchas Gracias.

*Esta presentación se realizó hace un año, en setiembre del 2024.

Historias de un caminante – La columna liniera 1947

Edison Valverde Araya

Años atrás había escuchado hablar de este libro y de más de 1.000 obreros agrícolas de plantaciones de la United Fruit Co., jornaleros del campo y pequeños campesinos que juraron defender hasta la muerte, los avances sociales conquistados por la clase trabajadora en años de lucha heroica, que caminaron desde el Pacífico Sur hasta San José en setiembre-octubre de 1947.

No fue sino hasta el domingo pasado, que el compañero Lenin Chacón Vargas me visitó y me regaló el libro.

Su autor José Meléndez Ibarra, vivió en Barrio San Gerardo de Paso Ancho.

El libro me interesó por mi amor a las caminatas, muchas de ellas por causas sociales y ambientales y también por haber trabajado en una finca bananera entre 1967 y 1970.

La caminata de Los Linieros fue en apoyo al presidente Picado, a las Garantías Sociales y al Código de Trabajo.

Los caminantes eran trabajadores de las fincas bananeras del Pacífico Sur, organizados en sindicatos y en el Partido Vanguardia Popular.

Los dos dirigentes de la Columna Liniera fueron Carlos Luis Fallas y Eduardo Mora, aunque muchos otros los acompañaron. También aparecen en la historia Carmen Lyra, Gladys Sáenz, Luisa González, Emilia Prieto, Carlos Luis Sáenz, Arnoldo Ferreto, Manuel Mora, Rodolfo Guzmán y Jaime Cerdas.

También participaron varias mujeres y trabajadores nicaragüenses.

La caminata fue de Dominical a San Isidro, Cerro de la Muerte, Cartago, Tres Ríos y San José. Los trabajadores venían de diversas comunidades del Sur, entre ellas Palmar, Ciudad Cortés y Quepos.

Los linieros fueron amenazados de muerte a su paso por Cartago, por los enemigos de la clase obrera, pero soportaron la presión y lograron avanzar disciplinadamente.

El 12 de octubre de 1947 La Columna entró a la ciudad capital, con machetes en alto, en medio del júbilo de una parte de la población y el desprecio de otra parte.

Al año siguiente muchos participaron en la Guerra del 48, al lado de Manuel Mora, del Dr. Calderón Guardia y de Monseñor Sanabria, frente a las fuerzas de José Figueres Ferrer. Cientos de ellos perdieron la vida.

Yo acabo de leer el libro de un solo tirón, me recordó las caminatas de Crucitas (2010) 63 años después de La Columna Liniera- contra la minera canadiense Infinito Gold y el gobierno de los Hermanos Arias.

Gracias linieros, gracias, Carlos Luis Fallas y Eduardo Mora, gracias Vanguardia Popular por el Código de Trabajo y las Garantías Sociales.

¡Seguimos!

Ante el mes de la Patria, los Símbolos Mayores

Vladimir de la Cruz

En el calendario nacional de celebraciones, conmemoraciones y efemérides patrias tenemos varias categorías, no todas de días feriados ni todas se celebran con igual pompa. Algunas de estas fechas pasan prácticamente inadvertidas.

Tenemos Símbolos Patrios Mayores y Símbolos Patrios Menores, hay Celebraciones Nacionales Mayores y Celebraciones Nacionales Menores, hay Efemérides y Celebraciones igualmente Mayores y Menores, Celebraciones Nacionales y Regionales, y se podría ampliar el catálogo de todos los sucesos y eventos históricos, que de una u otra manera se celebran o festejan en Costa Rica, de carácter feriado o no, de pago obligatorio o no.

Los Símbolos Patrios Mayores son La Bandera Nacional, El Escudo Nacional, El Pabellón Nacional y el Himno Nacional, con su Música y Letra.

Los Símbolos Patrios Mayores se reconocen como símbolos estatales y representan a la vez la unidad e integración de la nación y comunidad nacional, del Estado y el territorio costarricense. Son una expresión de los más altos valores e ideales. Son Símbolos Políticos, que tienen un ceremonial y protocolo propios, de uso y de respeto.

El Pabellón Nacional es quizá el más simbólico de ellos porque, integra la Bandera y el Escudo, de uso exclusivo de los presidentes de los Supremos Poderes de la República, o cuando hay actos en que ellos están presentes que se debe izar o tener expuesto. Los Embajadores costarricenses en su sede diplomática lo exhiben.

Son emblemas, imágenes que nos representan como pueblo, como nación, como país o Estado político. Se asocian a las raíces y evolución de nuestra Historia, a las gestas que contribuyeron a forjar nuestra cultura costarricense, como Estado y Nación independiente y soberano, que nos identifican en el mundo.

Los Símbolos Mayores, la Música y la Letra del Himno Nacional se oficializaron con esta categoría en 1979.

En general, con relación a los Símbolos Patrios, Mayores o Menores, no hay día específico de su celebración, ni siquiera la fecha en que así se decretaron o establecieron. Sin embargo, en algunos países, sí se establece el día de su celebración como, en el Día de la Bandera, así, por ejemplo, en México se celebra el 24 de febrero, en Venezuela el 3 de agosto, en Honduras el 1 de septiembre y en Nicaragua el 4 de noviembre. En Costa Rica, en este sentido tenemos el Himno a la Bandera.

Las Efemérides y celebraciones nacionales solo tienen carácter de días feriados cuando por Ley así se establece. Las que se consideran de celebración nacional son a las que se les una mayor significación porque tienden a promover la unidad de todos los ciudadanos.

Se consideran días feriados aquellos que de acuerdo con la ley deben concederse a toda persona trabajadora para que participe de las celebraciones especiales, ya sean cívicas, religiosas, sociales o históricas.

Las Fechas Patrias por su parte, en general, son las que refieren a la fundación o Independencia de los países o Estados.

Entre los proyectos para crear más Símbolos Nacionales, de carácter mayor, se ha propuesto el del Acta de la Independencia, y el de la Campana de la Libertad. Ambos no tienen sentido.

El Acta de Independencia, la de Guatemala, del 15 de setiembre de 1821, fue el detonante de las actas que se aprobaron en los días siguientes en las provincias centroamericanas, que formaban parte de la Capitanía General, y el Acta de Independencia de Costa Rica, del 29 de octubre de 1821, por sí solas son Símbolos Nacionales. No procede darles esa categoría o estatus.

En el caso de la Campana de la Libertad se arguye que la Campana que había en Cartago, en 1818, repicó la noticia de la Independencia en 1821. Era usual en aquellos tiempos que se tocaran campanas para llamar la atención de las gentes en torno a alguna noticia que se les quisiera comunicar y convocar. Así se procedía por las autoridades políticas y también eclesiásticas. Al toque de campanas la gente se reunía, en la Iglesia o el Ayuntamiento, o Alcaldía, y se procedía a comunicarles o leerles el Bando del caso o la noticia que se quisiera hacer pública.

En el caso del proyecto para declarar el Acta de Independencia como Símbolo Nacional no se dice expresamente a cuál acta se refiere, si a la de Guatemala o a la de Cartago.

Paradójicamente, hay un Símbolo Nacional, de una Bandera, así establecido, que no tiene ningún tipo de celebración, ni de recuerdo en la memoria histórica nacional. Se trata de la Bandera Azul, Blanco, Azul, que fue la del Partido político “Unión Nacional”, que agrupó a la oposición política, en los sucesos de 1947 y 1948, cuya anulación de elecciones presidenciales provocó la guerra civil de 1948, cuyo resultado final impuso a la Junta Fundadora de la Segunda República, desde el 8 de mayo de 1948 hasta el 7 de noviembre de 1949, cuando la Junta le entregó la Presidencia que le habían anulado a Otilio Ulate Blanco.

Así, el 20 de agosto de 1948 la Junta Fundadora de la Segunda República, mediante el Decreto No. 168, firmado por José Figueres, Fernando Valverde Vega, Uladislao Gámez Solano, Bruce Masís Diviasi, Benjamín Núñez Vargas, Gonzalo Facio Segreda, Francisco José Orlich Bolmarcich, Raúl Blanco Cervantes y Edgar Cardona Quirós, acordó Declarar como “Símbolo Nacional el Pabellón azul y blanco usado por los partidos políticos de la Oposición en la última campaña electoral y por el Ejército de Liberación Nacional, pudiendo por lo tanto ser usado en las escuelas, por el Ejército Nacional, en actos de carácter cívico oficial y en otros actos oficiales semejantes, previa autorización del Ministerio de Gobernación. Queda en consecuencia prohibido el uso de la siguiente combinación de colores para efectos políticos o comerciales: tres franjas horizontales o verticales del mismo ancho dispuestas así: azul, blanco y azul.”

Las razones que justificaron este Decreto y este establecimiento, de este Símbolo Nacional, fue el reconocimiento de la Bandera, en sus colores, que usaron “los partidos que constituyeron la Oposición Nacional, que enarbolaron su lucha cívica contra los regímenes nefastos de Calderón y Picado, con el Pabellón azul y blanco, el cual compendió en sí todas las aspiraciones e ideales que sustentaron aquellos partidos, erigiéndolo, al lado del Pabellón Nacional, en un símbolo de libertad y de acatamiento a la voluntad popular. Por cuanto más tarde, el Ejército de Liberación Nacional, en su heroica lucha libertadora, enarboló también esa bandera, conduciéndola a la victoria y por tanto a la derrota de la tiranía y la opresión; y por cuanto esa bandera, ya histórica, ha pasado a ser parte integrante de la tradición patria”.

El Partido que usó esa Bandera, azul, blanco, azul, fue el Unión Nacional en las elecciones nacionales de 1947-1948, en la de la Asamblea Constituyente de 1948, y en la de Diputados en 1949.

Teniendo validez ese Decreto de la Junta de Gobierno, en el proceso electoral actual, el Tribunal Supremo de Elecciones debe estar atento a que ningún partido político, nacional o provincial, pueda usar esos colores o esa bandera, como símbolo electoral, porque los Símbolos Nacionales no pueden usarse como emblemas comerciales de ningún tipo, y tampoco los Símbolos Nacionales pueden usarse para fines electorales o electoreros, mucho menos como símbolos electorales de cualquier partido político.

Al contrario, la Asamblea Legislativa debería proceder a anular o derogar el símbolo nacional del decreto No. 168, del 20 de agosto de 1948, así establecido por la Junta Fundadora de la Segunda República.

Los Símbolos Nacionales, las distintas Banderas y Escudos, los Escudos de Armas y el Pabellón Nacional, las Letras y Música del Himno Nacional, que se acordaron y elaboraron durante el transcurso de los siglos XIX y XX, plasman la idiosincrasia de momentos históricos de la formación de la nación costarricense; identifican los valores más destacados de la sociedad costarricense y los hacen verdaderos y tangibles elementos sagrados.

La Bandera es el símbolo más distinguido y preciado de la dignidad y soberanía nacional, y expresa la esencia de la unidad del pueblo, del patriotismo y de la soberanía, lo que hace que en sí misma tenga dos elementos fundamentales: poder y fuerza. Ante la bandera y la Constitución Política se juramentan las autoridades públicas, funcionarios de gobierno y ciudadanos que deben rendir el Juramento Constitucional, así como el saludo que se lleva a cabo en ceremonias o actos cívicos.

La Bandera es el símbolo de la Soberanía Nacional, de la Independencia Nacional, y que expresa la pertenencia a la Nación.

Se considera también a la Bandera símbolo de honor y de valor, de victoria y de representación de la Patria y la nacionalidad, lo cual se manifiesta en el alto sentimiento de llegar a “morir por la bandera”.

Compartido con SURCOS por el autor.

La revuelta del algoritmo: Nepal, la Generación Z y el futuro de la democracia

Mauricio Ramírez

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

En Nepal, cientos de personas, en su mayoría de la Generación Z (1995-2010), han tomado las calles en las últimas semanas. La chispa fue la decisión del gobierno de bloquear el acceso a redes sociales como TikTok, YouTube, Instagram y Facebook, con el verdadero propósito de acallar la disidencia bajo el disfraz de combatir la desinformación. Se trata de una medida con el aroma de las viejas lógicas del siglo XX, incapaz de comprender el papel central que estas plataformas cumplen en la vida social y política contemporánea. Lejos de sofocar el malestar ciudadano, el bloqueo desató una ola de protestas que muy pronto trascendió lo digital y se convirtió en un cuestionamiento abierto al sistema político, marcado por la corrupción, el desempleo y la falta de oportunidades.

Las calles de Nepal arden no solo por la indignación de una juventud hastiada, sino también por la fricción entre dos épocas que colisionan. Lo que se vive en el Himalaya no es simplemente una protesta social contra la precariedad y la corrupción; es un verdadero sismo político que deja al desnudo la fragilidad de nuestras estructuras de poder, incluida la democracia misma. Y ahí está la clave: la democracia no está muerta, pero sí corre el riesgo de volverse irrelevante si no se reforma a tiempo para dialogar con una realidad digital que ya ha superado los marcos institucionales tradicionales.

Aquí es donde el pensamiento de Byung-Chul Han ilumina el trasfondo. Han nos recuerda que el poder contemporáneo ya no actúa solo prohibiendo o reprimiendo, sino seduciendo y permitiendo. Es un poder que se reviste de libertad y que opera bajo la lógica del rendimiento y la autoexplotación. La Generación Z, nacida en este ecosistema, experimenta el contraste entre un Estado que todavía ejerce un poder disciplinario y coercitivo —bloqueando, censurando, limitando— y unas plataformas digitales que se presentan como espacios “permisivos, horizontales y liberadores”, aunque en realidad respondan a intereses privados y a algoritmos que moldean la percepción colectiva.

De ahí la ambigüedad de esta particular revuelta. A primera vista parece un acto emancipador, un grito contra la corrupción y el autoritarismo. Pero no podemos descartar que también sea, en parte, un síndrome de abstinencia: una reacción visceral al corte del acceso a redes sociales que constituyen el hábitat natural de esta generación. La protesta se mueve, entonces, en dos planos: como defensa de derechos democráticos y como defensa inconsciente de plataformas privadas que han reemplazado a la plaza pública.

La disputa central no es solo entre jóvenes y Estado, sino entre soberanía estatal y soberanía digital. El Estado nepalí y muchos otros a nivel mundial no han perdido por completo su autoridad, pero ahora la comparten y la disputan con corporaciones globales que ejercen un poder no coercitivo, sino persuasivo y capilar en este ámbito. En este nuevo escenario, los algoritmos se convierten en árbitros invisibles que deciden qué voces se amplifican y cuáles se silencian. Esto no es un problema menor.

La libertad, bajo este régimen digital, aparece como una espada de doble filo. Se vive como herramienta de empoderamiento y organización, pero también funciona como trampa de un totalitarismo liberal posmoderno que no reprime desde fuera, sino que captura desde dentro. La revuelta nepalí muestra así el rostro ambiguo de la libertad contemporánea: emancipadora y, a la vez, instrumentalizada.

El caso de Nepal obliga a repensar el futuro de la democracia. Si no logra reformarse para dialogar con estas nuevas generaciones, con sus códigos de inmediatez, supuesta horizontalidad y transparencia radical, quedará rezagada o degradada a infocracia, como el mismo Han lo afirma, frente a los poderes factuales del mundo digital. La pregunta no es si la democracia está muerta, sino si está dispuesta a renacer para no volverse irrelevante ¿obsoleta? en un terreno ya redibujado por el poder invisible de datos y algoritmos que deciden por los humanos.

Se esfuma la idea de los 40 diputados y Chaves sigue a la baja en el «Wall Street» tico

Freddy Pacheco León

Freddy Pacheco León

El apoyo al Chaves sigue cuesta abajo. En menos de un año, bajó del 63 % al 52 %, pese a su intensa «campaña electoral» con fondos públicos. Y mientras eso sucede, no encuentra la manera de trasladarle ese remanente, a la candidata chavista. Resulta que a doña Laura Fernández, no la apoya el 88 % del electorado, consecuencia de que, de cada 4 chavistas con el presidente, solo UNO la respalda. ¡Y eso que no ha empezado a hablar!

Cuando 8 de cada 10 costarricenses no tiene partido político, y solo Álvaro Ramos (6 %) y Ariel Robles (5 %) aparecen tímidamente, no hay presunto ganador de previo al inicio oficial de una campaña, donde nadie es el presunto ganador.

Y es que la confusión es tal, que incluso hay chavistas «básicos», que al no saber ni donde están parados, dicen estar dispuestos a votar por el presidente ( ? ). ¡Ve vos!

Asimismo, la contradicción parece increíble, pues mientras más de la mitad «respalda» al Chaves y dice que «su gobierno merece» seguir, un elevado 75 %, que incluye a esos mismos, expresa que «el gobierno tuvo tiempo de hacer cosas y no las hizo«!

Mientras, por otro lado, un 62 % dice preferir otro partido en el poder. Es decir, ¡Como que sí y como que no, al derecho y al revés!

Otra vez, la lectura del estudio del CIEP-UCR enciende las luces.

Feudos digitales entre ruinas democráticas: necesidad de una alfabetización política urgente

Frank Ulloa Royo

Hace unos meses, un buen lector y amigo—maestro rural y dirigente sindical—se acercó con un libro de Yanis Varoufakis, señalando que debía ser lectura obligatoria para entender esta democracia que se nos escapa entre los dedos. Pero más allá de la academia y algunos círculos críticos, su análisis parece importar poco. En este Día Internacional de la Democracia, mientras se alzan discursos que celebran libertades formales, nosotros caminamos entre los escombros invisibles del Estado social, superado por una realidad digital que no se discute, pero que nos reconfigura.

La casa democrática costarricense, construida con pactos entre comunistas y socialdemócratas, con café, bananos, fe en la educación pública y salud universal, está siendo devorada por termitas digitales que no hacen ruido, pero sí marcarán nuestra historia. No es una invasión con tanques: es una colonización silenciosa, algorítmica, disfrazada de eficiencia y modernidad, acompañada de un discurso autoritario que se esconde detrás de la supuesta ineficiencia del Estado y sus instituciones democráticas.

Los sindicatos, guardianes de la dignidad laboral, parecen dormidos en esta nueva selva. Muchos intelectuales, atrapados en bibliotecas sin ventanas, no ven que el feudo ha cambiado de rostro: ya no se llama finca bananera, sino plataforma digital. Y los siervos ya no llevan machete, sino celular. Pero siguen siendo siervos.

Los nuevos señores feudales: del capital transnacional al algoritmo

El capitalismo industrial, con sus fábricas, plantaciones y zonas francas, está siendo desplazado por un orden donde el poder ya no se mide en producción, sino en control de datos, atención y acceso. Amazon, Google, Meta: no venden productos, sino que alquilan espacios en sus feudos digitales. Son los nuevos señores, los nubelistas, como los llama Yanis Varoufakis, quienes “no compiten en mercados, sino que los reemplazan por feudos digitales donde extraen rentas” (Varoufakis, 2024).

Cédric Durand, desde una mirada más estructural, advierte que “vivimos en un feudalismo propio de los tiempos modernos, muy alejado de la libertad y la equidad prometida por las nuevas tecnologías” (Durand, 2021). Las plataformas no solo extraen valor: disciplinan comportamientos, fragmentan el trabajo y mercantilizan la vida cotidiana. Una generación de jóvenes en motos se autoexplota y, sin embargo, se siente libre. Los cambios en las relaciones laborales son tan violentos que no los entendemos a tiempo. Los centros de llamadas no son el problema principal—aunque los sindicatos no tengan acceso a ellos—pero anuncian la crisis del trabajo del futuro y el surgimiento de los esclavos del siglo XXI.

Shoshana Zuboff, por su parte, nos alerta sobre el impacto subjetivo de este modelo: “El capitalismo de vigilancia convierte la experiencia humana en materia prima para prácticas comerciales ocultas de extracción, predicción y venta” (Zuboff, 2020). Ya no somos ciudadanos: somos datos.

La democracia costarricense: del pacto social al simulacro de ciudadanía

Costa Rica construyó su democracia en la lucha social y en la esperanza de un modelo de desarrollo que garantizaba educación, salud y trabajo. Así fue como abolimos el ejército, universalizamos la salud, democratizamos el conocimiento. Pero hoy, esa casa está siendo vaciada desde adentro. La educación pública se convierte en gasto, la salud en negocio, el trabajo en contrato temporal. El Estado social se reduce a gestor de plataformas, y la ciudadanía se transforma en audiencia. En lugar de pensamiento crítico, se repiten estupideces como un TikTok infinito, donde la lectura se abandona y se sustituye por imágenes en una nueva forma de alienación.

Celebramos el Día de la Democracia mientras el autoritarismo se disfraza de algoritmo y la dominación se presenta como innovación. ¿Qué democracia celebramos si las mayorías no comprenden el nuevo modelo que las somete?

La urgencia de una alfabetización política

Necesitamos una alfabetización política que no enseñe solo a votar, sino a leer el código del poder. Que entienda que el feudo digital no es futuro, sino presente. Que forme sindicatos capaces de resistir no solo al patrón, sino al servidor. Que despierte intelectuales que escriban desde la calle, no solo desde la cátedra. Que enseñe que la democracia no vive por llevar nuevas diputaciones a una Asamblea Legislativa, sino en la empresa piñera que explota migrantes, en la clínica, en el aula, en el sindicato, en la comunidad.

¿Acaso podemos luchar por una democracia social que no se rinda a los cantos de un flautista autoritario que lleva a las mayorías al suicidio colectivo?

La democracia costarricense no debe ser mercancía. Debe ser memoria viva, acción colectiva y horizonte común. Debe escuchar los murmullos del bananal, las voces del aula sindical.

Solo una verdadera formación política puede ayudar a resistir el feudo digital con pedagogía, con organización, con poesía. Nuevas formas de llevar el mensaje político a las mayorías son urgentes, como lo intentan los frentes de defensa de la democracia impulsados por algunos sectores intelectuales, frente a una campaña electoral que no permite la reflexión, donde las redes de ignorancia sustituyen con imágenes el pensamiento crítico.

Porque si no alfabetizamos políticamente a las mayorías inconscientes, el Día de la Democracia será solo una ceremonia para celebrar el fin de una sociedad en grave estado de salud: una democracia en ruinas por el avance del tecnofeudalismo.

Referencias citadas

Varoufakis, Y. (2024). Tecnofeudalismo: El sigiloso sucesor del capitalismo. Ariel.

Durand, C. (2021). Techno-féodalisme. Critique de l’économie numérique. La Cebra.

Zuboff, S. (2020). La era del capitalismo de la vigilancia. Paidós

Nuevo coloniaje avanza en América. (Parte I – Los reyes con coronas)

Rafael A. Ugalde Q.*

Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: «Cierren los ojos y recen», Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia»; citado por Eduardo Galeano.

Síntesis: En abril de este año, sin no otra pretensión que dar una mirada rápida del saldo dejado por las variadas ”revoluciones“ en nuestra América, comenzamos un proceso de revisión de si es posible en el mundo consolidar una verdadera transformación social, solo a base de organizaciones populares hasta bajo las piedras, pero sin articulación alguna entre si, y menos con alguna estructura cívica, dinámica y preparada estratégica y tácticamente, para superar los ataques desde adentro y el exterior con grades intereses sobre nuestros recursos.

Además, cuál es, en la práctica, el resultado para millones de trabajadores del llamado “reformismo”- que ya nos ocupamos como desgracia generalizada – consolidado a lo largo y ancho de nuestras sociedades Occidentales, unas veces como revoluciones de los “claveles” en Portugal (1975), “primaverales” “aterciopeladas” o “democráticas” en Europa del Este, o bien “ciudadana” de Rafael Correa en Ecuador, “Plurinacional” en Bolivia, entre otras. Sobre el fenómeno del reformismo véase (https://surcosdigital.com/el-reformismo-como-arma-contrarrevolucionaria-en-america-latina)

El presente reportaje se entrega por partes y sintetiza teorías y conceptos, nunca se concibió como cátedra, pues desde el principio se pensó dirigirlo a nuestras mujeres y hombres trabajadoras y trabajadores, estudiantes, profesionales, campesinos, indígenas etc., en lenguaje lo más sencillo posible y separado, recurriendo al periodismo llamado interpretativo de intención – no del que enseñan a los pobres muchachos en Miami -, cogiendo prestado también recursos propios del ensayo, la crónica contemporánea, las ciencias de la comunicación y la literatura, a fin que la economía política, la filosofía o la sociología “estructuralista” o “funcionalista “no nos vayan a quebrar la cabeza.

Todo comenzó en Londres una mañana nublada y bajo una pertinaz llovizna. Durante casi una semana vimos cómo la gente hizo largas filas para llenar de flores los alrededores del Castillo de Windsor, donde vivió la Reina Isabel II (1926-2022).

La Reina estaba triste y esta vez no había suspiros escapados de su boca de fresa. Qué tendrá la Monarca, decían; de su cuerpo escapan unos ruidos terribles y las noches son largas y hasta huele muy mal del Palacio la fuente. Ya no se oye reír ni el cristal de su boca canta a su Pájaro lira, nuestra Reina está triste ¿Qué tendrá la Monarca?

La alerta a los súbditos la dio uno de esos pasquines definidos “prensa del corazón”, gracias a un «safis» filtrado por algún personaje de la Casa Real. Reveló, sin querer queriendo, que su Majestad padecía de insomnio, y cuando conciliaba el sueño, a fuerza de barbitúricos, pocos servidores mostraban interés en acompañarla dentro de su lujosa recámara.

Según el informante del diario, todo se debía a constantes retorcijones de estómago y flatulencias que afligían a la Soberana, hasta entonces, con una salud estable a pesar de su avanzada edad.

Esto obligaba todas las mañanas a consumir incienso traído exclusivamente de Oriente y varios aerosoles de distintas escancias, unos traídos en paquetes, otras compradas en Londres, para mermar por el resto del día el penetrante y molesto olor a Amoniaco ya extendiéndose a otras alcobas contiguas a la de la Reina.

Lo singular del caso es que, gracias a los pestilentes gases palaciegos, el diario vendió ese día toda la edición y, como no abasteció a sus lectores con esta primera impresión, por la tarde, premió a sus fieles compradores, con un tiraje “extra”.

Por eso, los súbditos, no tardaron en reaccionar y empezar a desplazarse hasta los muros del palacio como señal inequívoca de obediencia y renovados compromisos de sumisión hacia su monarquía.

Sí, debe de creerlo, en el continente civilizatorio de América, África y Asia, en pleno siglo XXI, quedan todavía12 monarquías hereditarias en países como España, Bélgica, Dinamarca, Noruega, Suecia, Reino Unido, Países Bajos, Luxemburgo, Liechtenstein y Mónaco.

Sus pueblos logran sostener esta reminiscencia reeditada una y otra vez, porque detrás de la obligación de obediencia, financian asimismo su sumisión con el pago de impuestos sin excepciones.

Reminiscencia porque si, nos acordamos, se sostiene que los primeros reyes de la humanidad, identificados como Alulin o Enmebaragesi, estuvieron asentados en la antigua Mesopotamia.

Lo cierto, sin embargo, es que, los reyes con Corona siguen hoy extendiendo títulos honoríficos, controlando importantes cuotas de poderes políticos y financieros, husmeando todas las áreas del Estado europeo y exigiendo lealtad y manutención de sus excentricidades a millones de vasallos.

Un informe de la revista Forbes del 9 de febrero de 2022 nos cuenta que los españoles gastaron durante 2021 en la Casa Real 8,4 millones de euros, de los cuales el rey cobró 253.850 euros brutos cada año. No parece una cantidad elevada, pero a este monto agregue usted gastos de representación y una larga lista de facturas vinculadas a su alto cargo, desde caza de elefantes en África como recreación, pasando por la atención propia de un caballero para cualquier princesa que se atraviese durante esas necesarias escapadas, hasta llegar a terapias prostáticas de última generación para mantenerse joven y ágiles como un gato.

En contraste, los salarios promedio para los españoles en 2021 nos dan porcentajes verdaderamente repugnantes e inadmisibles, según una revisión de datos oficiales y extraoficiales hecha para esta publicación en SURCOS.

El Instituto Nacional de Estadística (INE) de España – algo así como el INEC costarricense- situó el llamado “salario modal”, donde dice está el mayor número de trabajadores hispanos, en aproximadamente 19 mil euros anuales.

Si nos situamos en la clasificación denominada como “actividades específicas” – otra forma de clasificar la venta de fuerza de trabajo de los españoles – los varones y mujeres mantienen importantes diferencias salariales, pues los primeros devengan aproximadamente €28 mil anuales (€ 2.333 mensuales) y €23 mil al año para las mujeres (€1916 mensuales).

De esta manera, el verdadero enemigo de la trabajadora y el trabajador está inteligentemente camuflado para liberarse de responsabilidades dentro este modelo de quienes compran el trabajo ajeno y tienen necesidad de venderlo a precio que éstos no definen, promoviendo la lucha irreconciliable entre varones y mujeres por una cuestión de más o menos euros.

Tanto quienes se ubican en el llamado “salario modal” o los denominados trabajadores por “categorías específicas”, no reportan ingresos en especie, como alojamiento gratuito, servicio y cuido de jardines, choferes las 24 horas, médico exclusivo, etc., como sí disfrutan los reyes.

Se cree que con el rey llamado Enmebaragesi, en el sur de la antigua Mesopotamia, fue inaugurada la primera dinastía de la humanidad. (F. Diario Uno).

La Corona española cobró relevancia en los 47 millones 370 mil súbditos en 2020, cuando el rey Felipe VI retiró a su padre la remuneración de €161.000 que recibía, a raíz de numerosos escándalos de todo tipo protagonizados por Juan Carlos I.

No faltaron voces en el Parlamento ni columnistas españoles afligidos por semejante decisión contra un rey que supo mantener a la España post franquista – cínicamente nos decían con estas preocupaciones que ya no hay fascismo en el país – en la senda del desarrollo y la democracia.

Sin embargo, su final fue tal. Se autoexilio fue de lujo en otra monarquía: Emiratos Unidos, donde dicen, tiene grandes inversiones bursátiles e inmobiliarias.

En el Reino Unido, por su parte, la familia real lidera el ranking de lo que cuesta a sus trabajadores ser vasallo de la monarquía. En 2021 contribuyeron con £85,9 millones; seguido por Mónaco (€48 millones), Países Bajos (€44,4 millones), Noruega (€43 millones), Luxemburgo (€17,5 millones), Dinamarca (€12 millones) y Bélgica (€11,5 millones).

Llámense monarquías parlamentarias o constitucionales, la cuestión es que, más de la mitad de la población europea occidental vive bajo ese resabio, vigente por increíble que parezca en el siglo veintiuno y determinando la vida quién sabe por cuántos siglos más.

Sin embargo, la Antigua Sumeria, como se ilustra líneas arriba, nos brinda un retrato sobre cómo entonces el control de aquellos medios de producción y las relaciones productivas lejanas correrá por cuenta de un pequeño grupo con el ejército a su disposición y dotado además de creencias religiosas, leyes, visiones sobre la vida y la muerte, cómo cosechar etc., como instrumental perfecto contra las mayorías que van a aceptar aquello como “normal”.

Cualquier semejanza con los reinos actuales con Corona o sin ella, es mera casualidad; no vaya a aparecer por allí un disociador contra la paz y, niegue a usted, de buenas a primeras, la neutralidad y “buena gente” que es la clase minoritaria, cuando nos dota a las mayorías de Estado, del Derecho, de leyes, la justicia, la religión, las escuelas y universidades para “educarnos” – no para formarnos – por un acto altruista salido de lo más hondo de sus córanos.

En la radio, los telenoticieros, los periódicos, las redes sociales, infinidad de libros, revistas y hasta sus sindicatos y partidos políticos que alguna vez oíste, vistes, perteneces o defendiste, te enseñaron y educaron para que veas el rey con Corona o sin ella como una especie de Dios legitimador.

Su palabra se dice una vez en el Palacio, la empresa o el sitio donde te compran tu trabajo, Los que tienen Corona ya no son “absolutistas”, sino monarcas constitucionales, y quienes no requieren diademas en su cabeza con oro y diamantes incrustados, son personajes dedicados a que vos y yo vivamos en “desarrollo”, su “paz” y “democracia”. Para eso nos educaron.

En todo caso, esto de monarquía “constitucional” o “parlamentaria”, o de reyes sin Corona, es de secundario, porque toda las mayorías debemos obedecer y pagar por ello, sin excepciones.

Es una especie de impuesto por ser vasallos y a la vez ellos nos transmiten esa energía especial solo experimentada por estos monarcas europeos o quienes viven en este lado del Atlántico como reyes, capaces de sentirse Dioses y ejemplares encarnación de bondad para que los adoremos.

Actualmente estas 12 monarquías en la llamada Europa o “cuna de la civilización”, son “soberanas”, “constitucionales”, “parlamentarias” y una “teocrática”, definida esta última así, a fin de guardar las distancia con las existentes en las naciones petroleras, según los entendidos en menesteres de la realeza.

Los británicos sienten devoción por sus reyes. En la foto la extinta Isabel II en el lujoso Palacio de Buckingham durante la coronación de su largo reinado desde 1953. (F. de AP publicada por Infobae).

Las siguientes siete son clasificados simplemente como reinos: Dinamarca, Noruega, Suecia, Reino Unido, España, Países Bajos y Bélgica. Tres son conocidos como principados de Andorra, Mónaco y Liechtenstein. El Vaticano está catalogado como monarquía teocrática. (Ver: Fuente:https://en.wikipedia.org/wiki/Monarchies_in_Europe).

En el viejo continente tenemos, según datos oficiales fácilmente comprobables, que solo en España hay aproximadamente 47.4 millones de súbditos, el Reino Unido tiene 67 millones de feudatarios modernos y en Suecia las personas bajo vasallaje alcanzan los 10.5 millones.

Tanto la realeza británica, española o de los Países Bajos, etc., hoy no han negado sus estrechos vínculos con poderosas familias de banqueros, como la Rothschild o “Casa Rothschild”, que en el pasado se jactaron de “gobernar el mundo”.

Y lo sigue gobernando. Hasta 2023 unos 2.500 de ellos controlaban rutas comerciales, financiaban tecnologías, tenían recursos en la industria de la guerra, las farmacéuticas, entre otras, mientras que Bancos como el JP Morgan Chase, estaba en Occidente encabezando la empresa con mayores activos.

Estas familias o casa de banqueros aparecen ya prestando dinero a las monarquías entre los años 1700 y 1800, cuando controlan además importantes rutas comerciales y administran las riquezas provenientes del inclemente y sostenido saqueo europeo en América.

Ya en 1816, cinco banqueros de esta familia o Casa Rothschild, conocida como la “rama austriaca”, reciben títulos honoríficos de “baronía hereditarias” por los imperios de los Habsburgo, de las manos directas del emperador Francisco I, mientras los miembros radicados en Gran Bretaña son elevados a “nobles”, por la reina Victoria.

El diario español “La Vanguardia” –edición del 18/07/2017 – reseña como en 1592, cuando llegan los europeos a Nuestra América, la monarquía de Carlos V acumulaba cuantiosas deudas, producto de sus guerras, extravagancias y sueños imperiales.

Esta monarquía se ve obligada a buscar desesperadamente financiamiento de otra influyente familia alemana de banqueros llamada los Fugger. que termina siendo tan determinante en Europa como los clanes austriacos e ingleses, hasta nuestros días.

Esta familia financista alemana aparece en el S. XVI como grandes propietarios de tierras, dinero y toda clase de títulos convertibles en fortuna, gracias a una distinguida clientela en las altas esferas del viejo continente que hacían llegar el producto del saqueo en el Nuevo Mundo.

Sin embargo, es ya a partir del siglo XIX, cuando los banqueros y las Coronas europeas se garantizarán, generación tras generación, el control casi absoluto de los pueblos emergentes de lo que ellos llamarán el Nuevo Mundo.

Por tal razón, Carlos Marx (1818-1883), revisando como se origina la acumulación primitiva de riqueza en Europa, no duda en indicarnos, para disgusto de no pocos: «Si el dinero viene al mundo con una mancha de sangre en cada mejilla, el capital lo hace chorreando sangre y lodo, por cada uno de sus poros, desde la cabeza hasta los pies».

Es al trabajador, la mujer trabajadora, el estudiante, el pensionado, el empleado público, entre otros, a quienes está dirigido por entero este reportaje de varias entregas, en momentos de celebraciones con bombos y platillos de “vida independiente” desde hace más de 200 años en toda América.

Una segunda entrega se referirá a los “Reyes sin Corona” en nuestro continente en una apretadísima síntesis, con palabras sencillas y establecer cómo el capitalismo no es obra de un solo gobierno ni es un accidente.

Por el contrario, notarás sin esfuerzos mayores, que se perfeccionó como sistema y sus mecanismo de expoliación en todos nuestros países creó, igual que en Europa, una clase muy pequeña que despedazó en tiempo récord las sociedades latino-caribeñas, empeñada actualmente en naciones como Costa Rica, Ecuador, Perú, Paraguay, El Salvador, Bolivia, entre otros, a imponernos nos alineemos con el llamado “capital agresivo”, que un pensador ruso, del siglo pasado, llamó “imperialismo”.

Marx, en un intercambio de ideas el 11 de julio de 1868 con su amigo, el médico alemán, Ludwig Kugelmann, volvió a referirse a las palabras arriba citadas y pertenecientes al capítulo XXIV, volumen I, de El Capital.

Sobre cómo esta acumulación primitiva desarrollada por Marx, u originaria, según un periodista y ensayista nacido en Perú – nada querido por la intelectualidad europea, empolvado por la Academia y hasta vilipendiado por algunos socialistas y comunistas de la época, José Carlos Mariátegui (1894-1930), se ve reflejada y perfeccionada hasta el día de hoy, será tema la próxima vez que nos veamos.

Espero para entonces que los ricos y sus súbditos aquí y allá no se hayan enojado mucho, ni tampoco resentido los pusilánimes, los reformistas, los populistas, los izquierdistas tercerizados gracias a oenegés, fundaciones y becas entregadas por embajadas, ni los defensores de quienes pelean ahora y no pelearon ayer por lo poco que quedó de un “estado social” despedazado por los neoliberales, a lo largo y ancho del continente.

La selección de quienes dirigen es clave

Marlin Óscar Ávila.

Por Marlin Oscar Ávila Henríquez

Siempre he pensado en que seleccionar y elegir un buen dirigente es clave para el buen futuro de una organización. Desde un regidor, un alcalde o un presidente de la nación.

Desde que Donald Trump fuera electo en los Estados Unidos de Norte América por primera vez, hemos estado pasando por sin sabores que ahora llegan al extremo de provocar una crisis que supera a la de los 80s.

Hemos estado cruzando los dedos para que el señor Donald Trump, se abstenga de tomar más iniciativas que pretendan hacerlo aparecer como un héroe mundial, con resultados totalmente deplorables para nuestra economía.

Tal parece que no tuvimos la «suerte», puesto que lo previsto está sucediendo.

El imperio estadounidense está cayendo en el precipicio económico por las medidas irreflexivas del gobernante. Si sólo fuera la crisis nacional, la preocupación no sería tan grave como lo es. El efecto dominó es lo grave cuando somos dependientes en varios aspectos de la economía en Washington. Si dependiéramos solamente en los alimentos, el problema se reduce a más de la mitad, pero entre más nuestras sociedades se han modernizado, menos independencia y autonomía tenemos. Nuestros hábitos van tejiendo diariamente los hilos que nos atan a la «modernidad». Un joven estudiante en el área urbana es más dependiente que el del área rural. Sucede igual con los profesionales adultos que viven en áreas urbanas modernas en comparación con los rurales.

Visualizando lo macro, el gobierno de Washington pensó en reducir sus gastos y ajustar sus gastos a sus ingresos, como lo hace cualquier equipo que dirige las finanzas de una empresa. Para ello el gobierno aplicó un listado de aranceles internacionales, sin mayor reflexión a los efectos colaterales.

Ahora, uno de los grandes inversores, como lo es la potencia china, está retirando sus capitales y no menos de una docena de empresas están trasladándose a otros países más cercanos y amigos.

Consecuentemente, se está dando el efecto dominó, dejando a muchos empresarios en la quiebra.

Así es que, además de los Estados Unidos, están muchos países que venimos dependiendo de esas empresas estadounidenses, entramos de inmediato en una probable recesión económica.

Habrá que socarse la faja.

Tributo a la memoria de Rodrigo Gámez

Este agosto, el recordado científico Rodrigo Gámez hubiese cumplido 89 años de edad. Como un cálido y amoroso tributo a su memoria, su nieto José David produjo un video, breve pero conciso, y con un mensaje de gran calado, que conviene conocer y difundir.

Rodrigo Gámez es una figura grabada eternamente en la historia de la ciencia y conservación ambiental costarricense.

En esta entrevista, el miembro fundador del Instituto Nacional de Biodiversidad (INBio) comparte su perspectiva sobre un mundo cambiante, marcada por un compromiso de preservar nuestro patrimonio natural.

Se les invita a ver el video en el siguiente enlace:

Información compartida con SURCOS por Luko Hilje.

UCR invita a actividades académicas de la Cátedra de Centroamérica

La Cátedra de Centroamérica de la Universidad de Costa Rica (UCR) invita a la comunidad universitaria y al público general a participar en su programación académica de septiembre, dedicada a fomentar la reflexión y el análisis sobre temas de relevancia regional y global.

La agenda incluye tres actividades principales:

-Geopolítica de la región Indo-Pacífica y su importancia para Centroamérica y Costa Rica

Conferencia del profesor Noel D. Campbell, académico y diplomático, exdirector del Australian National Centre for Latin American Studies (Australia National University) El jueves 11 de septiembre a las 6:00 p.m. en el Miniauditorio de Ciencias Sociales (Aula 609), UCR.

-Ilusiones rotas y democracias fallidas en Centroamérica (siglos XIX-XXI)
Conferencia a cargo del Dr. David Díaz Arias, Catedrático Humboldt de la UCR, profesor de la Escuela de Historia y Premio Nacional Luis Ferrero a la Investigación Cultural (2015). Martes 16 de septiembre a las 5:00 p.m. en Sala de Audiovisuales, Facultad de Ciencias Sociales, UCR

-Presentación del Estado Político de la Región Centroamericana

En colaboración con el Programa Estado de la Región. el día Jueves 25 de septiembre a las 6:00 p.m.

Las conferencias contarán con transmisión en vivo por Facebook de Cátedra Centroamérica.

La Cátedra reitera su invitación a participar de manera presencial o virtual en estos espacios de diálogo académico.