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Cómo debería ser la estrategia comunicativa progresista frente al ascenso del populismo iliberal en Costa Rica y el mundo

JoseSo (José Solano-Saborío)

La batalla de los relatos

El panorama político occidental se redefine bajo el ascenso de figuras como Meloni, Trump, Bukele, Abascal, Milei o, aquí en Costa Rica, Rodrigo Chaves. Su retórica, que podemos categorizar como un populismo de derecha radical o neofascista, ha demostrado una eficacia demoledora para capitalizar el malestar social. Desde la socialdemocracia y el progresismo democrático, la respuesta no puede limitarse a la condena moral o la nostalgia de un centrismo agotado. Se requiere una estrategia de comunicación rigurosa, ofensiva y basada en evidencias que dispute el relato hegemónico. Esta columna propone un marco estratégico fundamentado en tres pilares: la deconstrucción del engaño, la reapropiación de los significantes y la construcción de una esperanza concreta.

La deconstrucción del ‘plutopopulismo’: una crítica de clase rigurosa

El primer frente exige desmontar la arquitectura narrativa de estos movimientos. Su gran paradoja —presentarse como anti-sistema mientras defienden agendas hiper-liberales— es también su punto más vulnerable. Como analizó Noam Chomsky, nos enfrentamos a la estrategia del ‘plutopopulismo’: una mezcla de plutocracia populista con una alianza entre élites económicas y sectores populares movilizados (manipulados) en favor de políticas que perjudican sus propios intereses materiales y sus derechos más básicos.

La tarea de la comunicación progresista es evidenciar esta contradicción con datos incontestables. No se trata de etiquetar a sus votantes como “idiotas” o “ignorantes” (o como les dijo Pilar Cisneros: ‘básicos’) sino de demostrar, con estudios del Banco Mundial, la OCDE o institutos de estadística nacionales, cómo las políticas de desregulación laboral, los recortes fiscales a las rentas altas (regresismo fiscal) y el desmantelamiento de los servicios públicos precarizan la vida de la base social que, paradojicamente, los apoya. La crítica debe ser de clase: mostrar que el proyecto de Milei o Trump no es una revolución contra la “casta” o de Chaves contra “ticos con corona”, sino una contrarrevolución para una oligarquía específica, en el caso de Costa Rica la de la élite importadora, especialmente de granos básicos.

Disputar la semántica del poder: patriotismo, libertad y comunidad

La derecha radical ha secuestrado conceptos potentísimos como “libertad” o “patria”. Cederles este terreno semántico es un error táctico. La socialdemocracia debe reapropiarlos con audacia y dotarlos de un contenido emancipador veraz.

El octogenario senador de Vermont, Bernie Sanders, nos ofrece aquí un modelo eficaz. Él no rehúye el patriotismo, sino que lo redefine como el compromiso con el bienestar colectivo: “El verdadero patriotismo consiste en crear una nación donde todos tengamos oportunidades, no en construir muros para mantenernos separados. Es recordar que el gobierno, la economía y la sociedad existen para servir a las personas, no al revés” (El senador Sanders pronunció esas palabras el 28 de febrero de 2020, en un mitin en Phoenix, Arizona). La comunicación progresista debe operar de la misma forma:

  • Redefinir la “libertad” no como la mera ausencia de Estado, sino como la capacidad real de elegir el propio proyecto de vida, garantizada por el acceso a la salud y educación públicas y a una vivienda digna.

  • Reclamar la “comunidad” frente al individualismo feroz, enfatizando que la solidaridad no es un lastre, sino el pilar de la resiliencia social en un mundo en crisis.

Del antipopulismo a la propuesta: la esperanza como estrategia

La comunicación basada únicamente en el miedo —en alertar sobre los peligros del neofascismo— es necesaria pero insuficiente. Como advierte el politólogo Yascha Mounk (en su podcast “The Good Fight” uno de mis preferidos) el antipopulismo por sí solo no construye una mayoría social. La gente necesita un horizonte por el que votar, no solo un peligro que evitar.

La estrategia debe avanzar hacia una narrativa de esperanza concreta. Esto implica articular un ‘New Deal’ verde y social para el siglo XXI, explicado con claridad: “Vamos a crear millones de empleos dignos en la transición energética, garantizar la cobertura sanitaria universal y digitalizar los servicios públicos para hacerlos más eficaces”. Se trata de ofrecer seguridad económica en un mundo incierto, que es precisamente la demanda existencial que la extrema derecha explota con soluciones falsas basadas en el chivo expiatorio.

Rigor, credibilidad y coalición amplia

Frente a un ecosistema de posverdad, el rigor es un acto de resistencia. La comunicación debe ser pedagógica, utilizando un lenguaje claro respaldado por datos de instituciones creíbles. La credibilidad es el activo más valioso.

En última instancia, como señalan Steven Levitsky y Daniel Ziblatt en “Cómo mueren las democracias”, la defensa de las instituciones requiere construir coaliciones amplias que trasciendan el núcleo progresista. Para ello, el relato socialdemócrata debe ser ofensivo en las ideas, pero empático en las formas. No se gana etiquetando a la mitad del electorado, sino demostrando, con hechos y un relato potente, que el proyecto progresista es el único que defiende una democracia liberal sustantiva —no solo formal— y la mejora material de las condiciones de vida para las mayorías sociales. La batalla no es izquierda contra derecha, sino democracia inclusiva contra proyectos iliberales que señala Fareed Zakaria Y en esa batalla, el relato es el campo decisivo.

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