De un lado la conspiración… del otro la esperanza

Jaime Gerardo Delgado Rojas

Las teorías de las conspiraciones se han puesto de moda, aunque tienen su historia. En los tiempos recientes empataron fríamente con la visión de Fukuyama del Fin de la Historia que, aunque de ingrata memoria, muchos lo replican en sus contenidos: ya no hay esperanza. Fueron, esas teorías, las que rindieron frutos en el mercado de libros Best seller escritos por Dan Brown, no solo El código Da Vinci sino también, su Conspiración. En el fondo, el tema es sencillo: hay una serie de acontecimientos, posiblemente inconexos y hasta distantes que una mente fría y diabólica los ha ido tejiendo sabiamente y a escondidas. Pueda que esa mente sean los del Opus dei, las cúpulas político militares de USA, o bien, fundamentalistas políticos y religiosos, de los desayunos presidenciales en USA bajo el mensaje de Jesús. Pero la parte más elocuente de “la conspiración” es que los que están en el otro lado sufren las consecuencias del tejido de acontecimientos ayunos de información y sin posibilidad de acción. Al final, el resultado es plenamente previsible, aunque la novela pueda que deje alguna puerta para lo imprevisto.

Es desde esa perspectiva que han aparecido, a raíz de la última pandemia del Coronavirs Covid 19 sus explicaciones esotéricas y hasta el maestro Chomsky nos enuncia la propia: una historia reciente en la cual el imperio del Norte tenía que hacer a un lado las fuerzas económicas poderosas emergentes en el oriente y etapa por etapa va controlando el mundo en una novedosa guerra fría. De ahí que la pandemia inicie en China. Los que no somos norteamericanos, pero tampoco chinos, rusos, europeos, no tenemos vela en ese entierro, solo el llevar nuestros muertos al campo santo: América Latina y África, al lado de los pueblos sojuzgados y vaciados de acción política del resto del mundo.

Sin embargo, la coyuntura actual va dando señales de otro orden que no están en el tejido de acontecimientos hecho por el genio maligno y por el intelectual intérprete.

No quiero exculpar la fiereza y voracidad del imperio en esta guerra internacional que se da en este nuevo siglo: el imperio no ha cambiado en nada su naturaleza e incluso, en su apocalipsis pueda que sea más peligroso, como un tigre herido de muerte. Pero lo que se ha visto, a propósito de la pandemia es que aquellos que les tocaba llevar los muertos, más bien van adquiriendo una suerte de constitución de nuevos sujetos. Y los chinos, valorando que han contenido su enfermedad, se lanzan al mundo a colaborar con los pueblos afectados. Y también Cuba, como siempre lo ha hecho con sus misiones médicas.

Solo un ejemplo de esta otra forma de ver la situación actual. En Costa Rica las instituciones cimeras frente a esta crisis han sido las más vilipendiadas por los neoliberales admiradores de las aperturas y las privatizaciones, bajo el dictado ideológico de los organismos del Consenso de Washington. Acaba de salir en redes sociales que el nuevo hospital de oxigenoterapia fue hecho en las instalaciones del Instituto Nacional de Seguros, bajo la dirección de la Caja del Seguro Social y construido por el Instituto Costarricense de Electricidad. Sabemos que la Fábrica Nacional de Licores hace el alcohol que se está requiriendo en esta crisis y lo distribuye equitativamente a través de Correos de Costa Rica hasta la casa del demandante.

Recuerdo que cuando era estudiante de Ciencia Política en FLACSO México, que el maestro René Zavaleta nos hablaba de los momentos constitutivos que dan origen a una nueva historia nacional: eran las grandes mortandades posiblemente provocada por las guerras, las catástrofes naturales y las pestes. La emergencia de esos sujetos históricos era posible gracias a la solidaridad humana que se ponía en evidencia en la colaboración inmediata entre el damnificado y el vecino, entre el voluntario y el que está caído. Entre el profesional, de la Cruz Roja, los bomberos o el cuerpo médico con los heridos. Tal vez en esta crisis la relación personal no pueda darse como la habría pensado el maestro Zavaleta; sin embargo, hay acontecimientos que generan gran esperanza. En Europa entre los conjuntos de edificios que albergan a los vecinos encerrados, surgen espontáneos espectáculos artísticos: de ventana a ventana se ejecutan melodías (Bella ciao en Italia, o alguna soprano con el brindis de la Traviata desde su ventana), o bien, el aplauso masivo, a las 8 de la noche hacia la labor del personal médico en los hospitales, los verdaderos héroes en esta tragedia. Ya en Costa Rica una heladería está convocando a algo parecido.

El otro instrumento que acompaña esta gran marcha de humanos que no se tocan, ni se abrazan ni se besan son las redes sociales: algunos mensajes mienten, otros dicen verdades a medias y otros son más sinceras. Pero todos, de alguna forma van forjando ese tejido social del nuevo sujeto que pueda surgir para que mantengamos la utopía. Es por estas redes que hemos sabido que los trabajadores de la Caja del Seguro no son los vagos que defienden gollerías en sus convenciones, sino los héroes que ponen en peligro su vida y al de sus familias; que FANAL no está en quiebra por sus deudas y que, al contrario es la que le hace el alcohol a la Caja del Seguro a precio de costo y que el ICE o el INS no deben ser sometidos a ninguna privatización.

Nada de esto está en el manual de la conspiración. Más bien está en el fondo de la Caja de Pandora como una expresión de la esperanza.